Otro fanfic más. No quiero entretener mucho en este aviso, tan solo que está dedicado a la relación de Sansa y Sandor… Quizá meta algo de otros OTPs. Disfrútenlo.
DISCLAIMER: los personajes no me pertenecen, son de la saga "Canción de Hielo y Fuego". Cualquier referencia de temporalidad está basada en la serie Juego de Tronos. Más allá de eso, los escenarios y diálogos son invento mio. Reviví algunos para el contexto de la historia.
ADVERTENCIAS: rated M. Lenguaje fuerte, contenido sexual.
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LOS PERROS SON FIELES POR NATURALEZA
I. EL ACUERDO
Miró por la ventana, contemplando cómo el sol empezaba a declinar. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, su cabello rojo había crecido más esos meses. Había perdido ese brillo dulce en su alma, su voz ahora era sumisa y temblorosa, al igual que su postura.
Hace dos meses que le habían presentado a su futuro esposo, un hombre mayor tanto en edad como de proporción física. Su mirada era seca, sus dientes chuecos, le gustaba pasar la mayor parte del tiempo ebrio y, como gota que derramó el vaso, su carácter era agrio y áspero, igual que las escasas palabras que llegaba a dirigirle. Claro que se resistió al matrimonio, por supuesto que le rogó a su madre no hacerlo. Todo fue en vano. Se dictó la fecha y ahora solo contaba los minutos para vestirse como novia y salir a desposar a un total extraño.
"Estarás más segura si te lleva con él" le dijo Jon en cuanto se lo presentaron. Era sabido que los Lannister preparaban un ataque contra Winterfell, y conociendo la cantidad de su ejército, los señores del Norte habían decidido mandar a sus hijos hacia zonas fuera de peligro. Los únicos que se quedarían a formar parte de la futura guerra serían Robb y Jon. Arya, Bran y Rickon habían partido en barco a Braavos una semana antes y Sansa no podía ir con ellos porque era su deber crear alianza con la casa Clegane. Sandor, su prometido, conocía de pies a cabeza las estrategias bélicas de los Lannister, y por su estatus de traidor ante esa casa, no regresaría a la batalla, pero podría ofrecer información útil al enemigo.
La idea del matrimonio surgió porque el padre de Sandor quería (y hubiera dado la vida por ello) tener nietos para perpetuar el apellido. Sansa no pudo estar más devastada con la noticia, pero como era por el bien de la familia, aceptó al final. Al fin y al cabo, solo era cuestión diplomática. Debía acostumbrarse a la idea de que en las guerras gana el lord con más armamento y soldados, y su padre valía este sacrificio.
—Lady Sansa —escuchó a una mucama entrar a su habitación —esperan por usted.
Sansa asintió levemente desde su sitio cerca de la ventana. No podía, por mucho que sonara idiota, quejarse del vestido. Era de manga larga por el frio, tela gruesa con adornos plateados en toda la parte superior, la falda descendía de forma majestuosa con una cauda de más de tres metros arrastrando. Su cuello iba decorado con un collar de perlas y su madre, quien peinó su cabello, le había hecho varias trenzas a los lados con caireles simétricos perfectamente cayendo en sus dos hombros. Se veía, dentro de su gesto melancólico, hermosa.
Descendió por las escaleras, caminando hasta el árbol donde su padre la esperaba, el árbol corazón. Al otro lado, estaba Sandor vistiendo un atuendo negro de pieles de distintos animales con un cinturón de cuero grueso color marrón oscuro, y colgando varios cuchillos y su espada. No traía la típica armadura que solía portar, pero de todas formas parecía una bestia letal enorme.
Sansa apretó los labios, en un intento por no llorar frente a su familia y los pocos integrantes de la casa Clegane cuando su padre la tomó de la mano para entregarla en el altar. Ella volvió sus ojos hacia lord Eddard en un último intento de escapar a ese compromiso, suplicando en silencio no la abandonara, porque sí, sentía que la abandonaba.
Aquello parecía más un funeral que una boda.
Siguiendo con la costumbre en el Norte sobre el matrimonio, no había un septon que fungiera como guía en la celebración. Al estar padre e hija frente a sir Sandor, empezó la ceremonia.
—¿Quién viene? —preguntó éste último.
—Sansa Stark, de la casa Stark viene aquí a ser casada. Una mujer crecida, florecida, doncella y noble que viene para rogar por la bendición de los dioses. ¿Quién viene a reclamarla? —eso correspondió a lord Eddard.
—Yo, Sandor Clegane de la casa Clegane la reclamo—no añadió ningún título de porquería porque los odiaba —¿Quién la entrega?
—Eddard Stark, de la casa Stark. Señor de Winterfell y Guardián del Norte, padre de la novia
No hubo otro momento más espantoso para Sansa. La impotencia la invadió al saber que el siguiente intercambio, ella tendría la última palabra. Miró a su padre y rezó por tener el coraje de soportar escucharlo decir:
— ¿Tomareis a este hombre?
La pelirroja no podía siquiera sostenerle la mirada al Perro. Estaba nerviosa, frustrada y enojada. Hubiera deseado tener algo de la valentía de Arya, ella no hubiera permitido que eso ocurriera, ella habría defendido el honor de su persona y luchado incluso en el campo de batalla. Comprendía porqué la llamaba "cobarde" repetidas veces ahora. Por más que se quisiera convencer a sí misma que ayudaba a su familia, también la melancolía de pasar el resto de sus días con un hombre tan opuesto a sus sueños fantásticos, le partía el alma.
—Tomo a este hombre —se rindió al pronunciar ese voto, manteniendo los labios cerrados cuando el señor del Norte depositó su mano sobre la del Perro, quien se inclinó a besarla, sellando la alianza entre las dos casas.
Fue un beso corto, tosco y sin gallardía.
El banquete pareció alegrar el ambiente del lado de los Clegane. Comida a montones y vino era todo lo que necesitaban para olvidarse de los jodidos conflictos con los jodidos Lannister y embriagarse hasta caer dormidos, o en su defecto, mearse encima.
En la mesa principal, donde estaban los recién casados y su familia cercana, había un silencio sepulcral. Las dos casas estaban conscientes que el matrimonio en sí mismo sería un fracaso, que los Clegane solo aceptaron ser aliados para enmendar apellido y que los Stark estaban desesperados por buscar más ejército. Como en cualquier movimiento diplomático exitoso, la alianza beneficiaba ambos bandos en proporciones generales, pero como colateral existiría esa unión Clegane-Stark incómoda para los novios.
Los que estaban preocupados por hacer menos tortuoso ese momento para Sansa eran sus hermanos Robb y Jon, tratando de distraerla sacándola a bailar, conversando sobre historias de la infancia o simplemente dedicándole sonrisas de alivio.
Hubo un momento en que Sandor prefirió seguir bebiendo en lugar de hablar con su padre, una de muchas cosas que Sansa no podría soportar, imaginando a futuro yéndose a vivir con él y su afición por el vino.
—¿Cree que sea prudente seguir bebiendo, mi lord? —ella no había bebido más de dos copas
—A nadie cojones le interesa —respondió Sandor con voz rasposa —escucha niña, si vamos a estar jodidamente casados toda la puta vida, es mejor que esté ebrio antes de que me arrepienta
—Tendré un marido que no pueda siquiera sostenerse por sí solo, ¿es lo que trata de decir, sir?
Podría haber soltado a llorar ahí mismo de solo imaginar tal futuro, pero se guardó sus lágrimas cuando Jon le tocó ligeramente el hombro y acarició su mejilla.
—Agradecerás que esté inconsciente por la noche —susurró a su oído —al menos no será diario que cumplas con los deberes maritales
Aunque no la calmó por completo, Sansa sonrió de lado agradecida. Si debía ser esposa de un bruto, ojalá nunca dejara de beber. Sabía de sobra que no sería amable si pretendía tomarla en el lecho.
Sin previo aviso, dos miembros de la casa Clegane comenzaron una riña porque uno de ellos había tomado del vaso del otro por error. Para una casa que vivía y moría por vino o cualquier otra bebida, las peleas eran algo común y eran conocidos localmente en las tabernas, posadas y fiestas por su violencia. "Qué estupidez" pensó Sansa presenciando los golpes de los dos hombres en medio del recinto y una rueda alrededor burlándose, como si su boda no pudiera ir peor… Sin embargo, lo fue.
Ni más ni menos, su marido fue el encargado de ir a separarlos. Oh, pero el juicio nublado de los hombres ebrios no es mayor que el de un burdo insecto. Sandor, bastante borracho ya, no tenía la cabeza para detener la pelea y terminó uniéndose. Su hermano, la Montaña encontró eso más divertido y no metió un dedo.
—Bien, ya basta —ordenó el padre de Sandor, riéndose del espectáculo.
Aun poseyendo más templanza en el temperamento que su hermano, el Perro no dejó de golpear a su, dada la afinidad, primo. Su hermano se encargó de parar su ridículo con un golpe en la cabeza que lo tumbó, quedando dormido.
Lady Catelyn alzó una ceja, lo suficientemente molesta por la grosería, como por su yerno. Se levantó para ir con Sansa y tomarla de la mano.
—Debes aprender a lidiar con los señores así Sansa. No es el primero que verás, mucho menos en la casa Clegane
Su madre era el pilar de la casa, a pesar de que su padre fuera Guardián del Norte. Ella sabía mover contactos, liderar hombres y ser una consejera excepcional. Su poder de palabra la sorprendía. En parte aceptó casarse porque ella la convenció y con fundamentos razonables.
—Si me permite sir Clegane —se dirigió al padre —dado que sir Sandor está… Indispuesto, quisiera saber en qué condiciones va a pasar la noche con mi hija
El señor de la casa refunfuñó e hizo un gesto para que cargaran a Sandor. —Llévenlo a dormir y si el hijo de puta se atreve a quejarse, yo mismo le corto la lengua
—Con eso basta. Gracias sir Clegane
Catelyn regresó a lado de Eddard y sus hijos, consciente que su consuegro pasaría por alto la noche de bodas solo por esta ocasión, pero no podría prolongar por siempre ese inevitable suceso. Por más que le doliera admitirlo, era fundamental que se consumara el matrimonio o sería un equivalente de haber hecho una falsa alianza. Leía el miedo en Sansa, ella misma lo tuvo también alguna vez.
—Ve a dormir hija —aconsejó, dándole la mirada más amorosa que pudiera dedicarle
La pelirroja asintió, siempre le hacía caso a su madre.
La fiesta había durado un tiempo decente y a pesar de que los Clegane habrían estado más que complacidos de seguir bebiendo, si los recién casados se retiraban todos debían seguir el ejemplo.
Lady Catelyn personalmente acompañó a su hija a la habitación que compartiría con Sandor. Aunque no consumaran el matrimonio esa noche, conocía a Sansa y dedujo que sería muy difícil para ella poder conciliar el sueño junto a un hombre ebrio. Para su infortunio, ese ebrio era su esposo. Le dio un beso en la frente, deseándole felicidad en lo que cupiera.
Al entrar, Sansa lo observó. Increíblemente no roncaba tanto como supuso. Comenzó a cambiarse para tomar lugar a su lado. Su descomunal cuerpo ocupaba más de la mitad de la cama, lo cual la obligó a orillarse con el mínimo ruido. Nadie aseguraba que una mole como él tuviera buen humor al ser despertado, sin embargo, al recostarse, Sansa escuchó balbuceos que la llamaban.
—Sansa… Sansa… —murmuraba, aunque se asemejaba más a "-anssa".
La joven se levantó para asegurar que no estuviera hablando en sueños, pero al parecer tenía los párpados entreabiertos. La iluminación lunar que se colaba por la ventana no la dejó percibir bien, pero pensó que él podía verla.
—Dígame mi lord
—No soy un jodido lord, niña —todavía arrastraba las palabras
—Debería descansar, Sir. Mañana será un viaje largo
A pesar de que viviría en Puerto Blanco, relativamente cerca de su casa, le habían asegurado que no corría peligro porque daban por muertos a la mayoría de los Clegane. Las tierras de todos ellos estaban deshabitadas en Westeros. La consolaba el hecho que no se alejaba demasiado, o algo así.
—Al carajo el viaje. Mi inútil padre dijo que Westeros está jodido para nosotros. Se perdió la legión y la puta casta —no sonaba enojado, sino harto —vivir en un maldito rincón como ratas… Para eso son los hijos, para casarlos y luego que se jodan con todos los condenados nietos que le sigan
Sansa no supo qué decir e intentó tranquilizarlo pasando su mano por su enorme cabeza. Pareció no molestarle.
—Canta algo —pidió el Perro, moviéndose hacia el regazo de Sansa.
La joven quedó estoica ante la petición. Era más contacto del que habían tenido los últimos meses.
—No conozco canciones, mi lord
—Por los putos Siete infiernos que si conoces, niña —reclamó el hombre, refunfuñando de una forma que a Sansa logró sacarle una sonrisa. De forma peculiar.
No cantó pero continuó acariciando el cabello sobre su regazo, escuchando que el Perro empezaba a dormirse. Parte de sí misma no podía lidiar con el hecho que fuera su marido, pero otro lado suyo (uno que empezaría a descubrir) confiaba que no era ese terrible hombre al que todos tenían miedo.
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Gracias por leer, espero les haya gustado. Sé que se desarrolla algo lento, pero prometo que el siguiente capítulo tendrá más momentos SanSan (muchos más), en fin, nos vemos.