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"Mientras extiende su mano, no deja de sonreír. Y aunque sabe que no debe confiar, el calor de su piel le persuade ¿qué puede hacer contra el deseo?"

8

Sus ojos se abrieron lentamente, y aunque no estaba consciente del todo, desconoció el lugar en el que se encontraba. Su cuerpo no recuperaba las fuerzas, y aun así intentó reincorporarse, al hacerlo, una ola de mareo le nubló la vista y cayó nuevamente hacia la suavidad de la colchoneta. Sintió una mano suave acariciar su mejilla ¿quién era? La mano de Lord Vegeta era áspera y gruesa, en cambio los dedos que le rozaban eran delgados y tersos, a pesar de desconocerlos en primera instancia, su cuerpo recordaba aquella caricia, la nostalgia le abrazó suavemente y se vio como una niña pequeña, afiebrada y que su madre acompañaba, velando por su sueño «es mamá» se respondió ¿qué hacía mamá con ella? No lograba recordar ¿era una niña nuevamente? ¿Lord Vegeta había sido una invención de sus sueños? Sonrió al pensarlo ¿qué clase de sueño sería ese? Uno liberador, se respondió. Uno que le permitió decidir sobre su propio cuerpo a pesar de las normas que dictan en la sociedad. Un buen sueño.

―¿Cariño? ―la voz de su madre interrumpió sus pensamientos. Entreabrió sus ojos lentamente y la vio. Su rostro lucía preocupado, pero no dejaba de verse amable ni bello, el ejemplo de madre y mujer perfecta, pensó.

―Madre ―murmuró en un susurro―¿qué pasó?

―Te desmayaste ―le explicó la mujer rubia―no alcanzamos a abrazarte demasiado, cuando te desplomaste ¿Estás comiendo bien, hija? ―Bulma iba a hablar, pero notó la iluminación de la habitación y con ello, el lugar en el que se encontraba. Solo había visitado ese dormitorio dos veces desde que llevaba viviendo en el Tridente, y lo recordaba muy bien ¿cómo no hacerlo? fue allí que sintió por primera vez, el calor recorrerle el cuerpo, el deseo humedecer su ropa interior y la culpa invadirle los pensamientos.

―Nunca ha comido demasiado ―oyó a la distancia, su voz se oyó varonil entre los sonidos de la habitación. No se reincorporó, desde su lugar observó a la distancia su rostro sonriente, en sus ojos veía un tinte de triunfo y eso le enfureció.

―¡Oh, es cierto! ¿Recuerdas cariño, los castigos de nuestra pequeña por no comer toda su comida? ―dijo sonriente su madre, hacia su padre. El hombre estaba de pie a unos metros de distancia, observando toda la situación con su ojo crítico. Al ser preguntado, recién reparó en ambas mujeres, primero dando una larga mirada a su hija y luego a su mujer.

―Sí, siempre nos causó dolores de cabeza ―soltó sonriendo y Bulma tragó en seco. Sintió que, sus palabras tenían más significado del que parecía, que de pronto, la conversación no se refería a comidas ni desobediencia infantil.

―Ya me lo imagino ―intervino Vegeta―acá no es muy diferente ―y rieron al unísono. Bulma miró asqueada la situación, parecía que se conocían de toda la vida, esa confianza no le agradó en lo absoluto ¿por qué sus padres debían de conocer al peligroso Lord? Porque lo era, un hombre que no aceptaba un no por respuesta y que insistía hasta conseguir lo que se proponía, no era alguien a quien se pudiera tomar con ligereza. La joven institutriz observó a su alrededor, solo se encontraban ellos cuatro en el dormitorio del dueño del Tridente. Intentó reincorporarse, esta vez, con más calma hasta que consiguió sentarse y apoyarse en la marquesa de la gran cama.

―¿Pueden dejarme a solas con Lord Vegeta? ―preguntó hacia sus padres. El rostro de su madre se volvió serio de pronto, su padre se carraspeó la garganta y miró al Lord, que estaba apoyado en un soporte del dosel de la cama.

―Aunque vayan a desposarse, no es bien visto que se queden a solas y en un dormitorio ―murmuró su padre en tono severo.

―Necesito hablar con él a solas ―dijo sin dejar de mirar a su patrón, y él a ella, quien no dejaba de sonreírle, a esas alturas, para la joven parecía una burla.

―Solo serán unos minutos ―habló Vegeta―por favor.

―Bueno ―comenzó diciendo su madre―dejémoslos a solas, no se han visto hace meses, deben ponerse al corriente. Vamos, cariño ―Bulma observó en silencio, como sus padres caminaban hacia la salida. Su madre tomando levemente su falda, para no tropezar con las finas hebras de la alfombra y su padre extendiéndole su brazo, para que se apoyara y ella lo aceptó. Se fueron juntos tomados del brazo y la joven no pudo dejar de preguntarse si esa sería su realidad a partir de ahora, su corazón latió deprisa al pensarlo.

La puerta se cerró con suavidad y Lord Vegeta se quedó en su sitio, apoyado en el pilar del dosel a los pies de la cama, observándola. Bulma frunció el entrecejo, mirando su sonrisa burlesca, la joven perdió la paciencia y sin siquiera pensarlo con detenimiento, tomó la almohada en la que se apoyaba y se la lanzó a la cara. Él alcanzó a reaccionar a tiempo, y la joven maldijo ser tan lenta y tener poca fuerza en el brazo ¡cómo se merecía ese almohadazo! No le importó no actuar según el protocolo, lo que él pensara ni mucho menos las consecuencias, solo quería descargar su rabia.

―¡¿Cómo se le ocurre traer a mis padres?! ¡Y decirles que me casaré con usted! ¿qué tiene en la cabeza? ―exclamó molesta. El Lord, aun con la almohada en sus manos, soltó una carcajada varonil que le inquietó ¿cómo podía seguir burlándose de ella? La indignación le hizo temblar, sentía los ojos arderle y sabía que, si seguía estallando así, terminaría llorando.

―Cálmese ―dijo, y dejó la almohada a los pies de la cama. Dejó de apoyarse en el pilar y caminó hacia ella―sus padres pueden oírla. No quiere que la escuchen, ¿verdad?

―Es…―su lengua se enredó en su boca ¿por qué no podía insultarlo? ¡se lo merecía! Y, aun así, sus palabras no se ordenaban. Le dio tiempo para que se sentara a su lado, vio de cerca sus ojos negros con aquel brillo que le intrigaba, que le invitaba a verlos de cerca, pero que terminaba siendo una trampa para poder besarla, tragó en seco y desvió la mirada―aclare el malentendido, yo no he aceptado ningún matrimonio.

―¿Qué cree que digan sus padres, si se enteran de lo nuestro? ―el pulso de la joven se congeló, giró lentamente hacia él y dio un brinco cuando vio su mano de pronto cerca de su rostro, los dedos del señor se acercaron a su cabello y movieron algunos mechones con delicadeza impropia de él. La joven, alerta, observó cada movimiento de su patrón.

―¿Está amenazándome? ―preguntó después de unos segundos de tenso silencio. La mano que antes ordenaba su cabello detrás de su oreja, ahuecó su mejilla y la acarició con suavidad, pero para la joven fue como una trampa de esas que, si intentas tirar, solo consigues hacerte más daño.

―Su madre caerá en vergüenza, seguramente se excluya de eventos sociales que le gustan tanto, pensando que cualquiera puede saber que su hija fue deshonrada y mantuvo una vida libertina fuera de casa ―su voz se oía ronca, no tartamudeó en ningún momento y Bulma se vio presa de su juego, fue cayendo poco a poco en su amenaza, sin poder decir una palabra, imaginando lo que él le decía―su padre, no está en edad para que su corazón aguante caer en esa desgracia. Se enfermará, estará unos meses en cama y probablemente no salga de allí hasta que, lamentablemente, perezca ―se le escapó el aliento con eso último, desvió la mirada hacia la alfombra, donde antes estuvo su padre y su pecho se estrujó―puede evitar eso ―la voz de su patrón llamó su atención y volvió a mirarlo, de ronca pasó a un tono seductor, mientras sus labios se movían, se iban acercando a los suyos―acepte mi propuesta, sus padres no sabrán jamás que tomé su virtud y que ha llevado una vida inapropiada para una mujer.

Y el embrujo se perdió. No fue su amenaza indirecta, sino su afirmación, la que le juzgaba por llevar una "vida inapropiada" para una mujer «¿qué tiene de malo?» se preguntó, «¿por qué no puedo disfrutar lo mismo que ellos? ¿tan diferente somos?», sus ideas no estaban en orden, la confusión pintó sus rasgos y la rabia que sintió en un comienzo, fue mitigando y él creyó que aceptaba sus palabras. Con más confianza, acercó sus labios a los de ella, pero la joven esquivó su beso inclinándose hacia atrás. Lord Vegeta la observó perplejo, sin soltar su mejilla y la joven, lo miró seria, sin un atisbo de duda o nerviosismo.

―¿Eso es un no? ―preguntó con su voz grave, a la joven le pareció que sonó molesta. No respondió, no tenía sus pensamientos organizados―¿prefiere que le diga a sus padres que hemos tenido relaciones sexuales todo este tiempo? ¡Deje de jugar! Acepte ser mi mujer y no haga más difí…―no alcanzó a terminar, la puerta se abrió de golpe y ambos giraron bruscamente. Tarble extendía sus brazos entre ambas puertas, respiraba agitado y tenía el rostro enrojecido.

―¡No puedes obligarla, hermano! ―la voz del joven Tarble se oía temblorosa, Bulma se quedó estática en su sitio, mirando al adolescente y luego a su medio hermano, pero al señor de la mansión no pudo verle el rostro.

Lord Vegeta se puso de pie con aparente calma, y la joven levantó las cobijas al mismo tiempo, sin pensar con claridad, lo único que tenía en mente era estar alerta en caso de que la situación se volviera peligrosa para el menor. Tarble miraba determinado a su medio hermano, aunque en sus rasgos se podía notar el nerviosismo, no dejaba de exhibir un toque de coraje que sorprendió a la institutriz. El dueño del Tridente avanzó hasta medio camino entre ella y el menor, se quedó viéndolo serio, estudiándolo con sus afilados ojos negros y el menor agachó la mirada. No lo culpaba, el fuerte carácter que desprendía el Lord intimidaba a cualquiera, ni siquiera ella era podía escapar de esos ojos.

―N-no hagas esto, hermano ―murmuró titubeante, sin dejar de mirar el suelo. No se movía del umbral, Bulma se puso de pie y caminó lentamente detrás de Lord Vegeta, como si de quien tuviera que esconderse fuese de Tarble.

―Vete ―dijo hostil―no tienes permiso para transitar por este sector de la mansión.

―¡N-no! ―Vegeta alzó una ceja al oírlo, la joven se acercó más, esta vez, quedando al lado del señor de la mansión, lo observó en silencio. Vio en su máscara de inexpresividad, que se estaba conteniendo, podía notarlo en la comisura de su labio que temblaba y en el brillo de sus ojos, entonces, una revelación le sacudió. Su tiempo juntos por las noches, había sido más que solo sexo. Ella había aprendido a leer sus gestos ¿él también los de ella? ―no puedes obligarla a estar contigo…

―No sabes de lo que hablas, ahora, vete. Agradece mi escasa paciencia, y vete. ―El menor no se movió. Miró a la joven que lucía atenta a la situación y luego a su hermano, sabía que tentaba su suerte, que como muy bien él decía, el señor del Tridente tenía poca paciencia, pero no pudo moverse. Sus pies estaban pegados a la fina alfombra, sentía su sien sudar frío y su cuerpo entero temblaba, y, aun así, no podía ni quería salir de allí hasta saber que la joven no sucumbiría a su embauco―es un asunto de adultos, vete.

―Sé perfectamente lo que haces, hermano ―dijo frunciendo el entrecejo, sorprendiendo a ambos adultos al no oírlo titubear y mostrarse con más seguridad―no puedes amenazarla con el tipo de relación que llevaban, para mantenerla a tu lado ―y miró a la institutriz. Ambos lo entendieron, seguramente había oído toda la plática pues, no creía que se hubiera enterado antes de lo que hacían por las noches. Tarble solo había cambiado de actitud cuando la vio con el señor Goku, si se hubiera enterado que mantenía esa relación con su medio hermano, seguramente le hubiera dicho algo o actuado diferente, quiso creerlo al menos.

―Me estás cansando, niño. ―La voz del Lord se oía severa, y su rostro dibujado de calma falsa. Bulma miró ambos hermanos y luego hacia la puerta. No se veían sus padres cerca, eso le calmó un poco, pero antes de siquiera parpadear, vio al Lord caminar rápidamente hacia el menor. Reaccionó a tiempo, y se interpuso entre Tarble y Vegeta, dándole la espalda al menor. El dueño del Tridente frunció el entrecejo y medio sonrió, entonces Bulma notó que bajó su mano derecha lentamente «iba a golpearlo» se dijo, y tragó en seco. Sentía su corazón latirle deprisa, la respiración cálida de Tarble le golpeaba la nuca, no recordaba haber estado tan cerca del adolescente, ni siquiera en clases. ―¿Qué significa esto?

―Basta ―pidió mirándolo suplicante―por favor. Déjalo ir ―su propia voz se oía titubeante, por un momento olvidó toda rabia hacia su patrón, su prioridad era que Tarble saliera sano y salvo de esa habitación.

―Le estoy diciendo que se vaya hace bastante ―dijo con rabia y miró al menor―lárgate.

―N-no ―Tarble observó el cabello enmarañado de la joven, sintió sus ojos escocerse ¿Cuántas veces su hermano pudo verlo así o suelto? Había oído todo, ellos mantenían una relación inadecuada entre patrón y empleada ¡ahora entendía muchas cosas! Por eso su hermano reaccionaba extraño cuando se trataba de ella, ambos se habían fijado en la misma mujer, pero a diferencia del Lord, él siempre fue respetuoso y amable con su institutriz ¿Por qué a pesar de ello, prefirió involucrarse con su medio hermano mayor? No podía asegurar que se trataba de una amenaza, como ahora, notaba en la reacción y palabras de la joven, que lo que ellos tenían no era solo una relación de adultos. Sin embargo, su hermano estaba cometiendo un error y no dejaría que se aprovechara de la institutriz―si lo que sientes por la señorita Bulma es real, espera por su aceptación. No la obligues a estar contigo.

Bulma giró lentamente hacia el menor, lucía nervioso, pero en sus ojos negros había fuerza, aunque su cuerpo temblara y sudara, estaba siendo valiente ante una injusticia y aquello era admirable. La joven volteó hacia el Lord y tragó en seco, su semblante lucía sombrío, y era su turno de temblar. Tenía sus manos en puños y se estremecían constantemente ¿se controlaba? Frunció sus delgadas cejas y volteó nuevamente hacia Tarble, girando por completo hacia él.

―Tarble ―su voz se oía sin vacilación o temblor, intentó mirar al joven con dulzura, pero no estaba segura de haberlo conseguido―por favor, vete. Puedo manejar esto sola.

―¡Pero…! ¡No puedo dejarte sola! ―exclamó el menor con angustia―mi hermano es…―Bulma negó meciendo sus mechones libres, al mismo tiempo, con ambas manos se apoyó en los hombros del adolescente. Le sorprendió lo firme que eran, no como los del Lord, pero bastante para un joven de su edad, Tarble ya era un hombre, velaba por lo que creía justo y demandaba lo que quería. Sonrió para sí misma al pensarlo.

―Puedo defenderme sola ―le rebatió―y Lord Vegeta no me hará nada. No es esa clase de hombre ―escupió sin pensar. Guardó silencio unos segundos, decidiendo qué era lo mejor que podía decirle al adolescente, qué necesitaba oír, suspiró profundamente y siguió―sé como manejar esto, por favor déjame a solas con él.

―Pero… señorita Bulma ―ella no respondió, pero el adolescente supo entender su silencio. Quizá no entendía sus razones, pero respetó su decisión, de eso se trataba el afecto, ¿no? Era lo que le diferenciaba de su hermano mayor. Le dio un último vistazo a su hermano, que lo miraba desafiante desde la distancia, detrás de la institutriz. No podía dejar de pensar que esa arrogancia no solo era parte de su personalidad, sino que también, era su forma de enrostrarle que la joven, a final de cuentas, era suya y le ardía el cuerpo entero de solo imaginarlo. Mordió su mejilla interna derecha, observó a Bulma que seguía atenta a él, asintió en su dirección y giró sobre su talón, caminando hacia la salida.

Bulma cerró la puerta de la habitación antes de que Tarble saliera de los aposentos del señor, suspiró con pesadez y giró hacia el Lord, no tuvo tiempo de encararlo, gritarle o hablar, el señor se le abalanzó encima, rodeó su cuerpo con sus fuertes brazos en un agarre eficaz. Ella jadeó por la sorpresa, sus rostros quedaron de frente, sintió sus mejillas acalorarse de solo sentir su calor ¿qué estaba mal con ella? ¿cómo podía pensar y sentir en formas tan distintas? Respiró profundamente, él la miraba con el ceño arrugado, parecía molesto, sin embargo, intentó besarla de todos modos. Bulma no correspondió su beso y se alejó en el último instante, estuvo tentada a hacerlo, pero bajo la situación en la que estaban, no era adecuado.

―¿Por qué lo defendió? ―le interrogó en un susurro grave.

―Iba a golpearlo ―le acusó―eso no lo toleraré jamás.

―Siempre elige a Tarble antes que a mi ―le reprochó. La joven notó los celos en sus palabras, pero lo que realmente le llamó la atención fue su rostro marcado por la frustración, parecía realmente sentir aquello. Negó meciendo su cabeza de lado a lado, intentando al mismo tiempo de liberarse de su agarre, para su suerte, el señor no la mantuvo cautiva, y al ver sus intenciones la liberó al instante, pero no se alejó de ella.

―Está confundiendo las cosas ―murmuró una vez quedó libre de sus brazos―lo defiendo de sus tratos, pero no significa que lo elija a él.

―Eso quiere decir que ¿me está eligiendo? ―le cuestionó con una sonrisa en sus labios y Bulma tuvo que desviar la mirada. Se sintió engatusada por esa simple sonrisa y eso no estaba bien, no debía olvidar los errores de su patrón, ni mucho menos permitir que le amenazara con algo tan ruin como exponer su relación.

―No ―negó sin mirarlo―no elijo a nadie. Si quiere exponerme, y decirles a mis padres que no soy virgen y he mantenido relaciones inadecuadas para una mujer soltera, hágalo ―su voz se oía en un débil susurro, era curioso que a pesar de estar enfrentando aquello con determinación, su cuerpo no le acompañara en algo tan simple como hablar con fuerzas.

―¿Prefiere la deshonra? ―preguntó confundido. Sentía su corazón latirle fuerte, había llegado a esos extremos para hacerla su mujer y ¿aun así le rechazaba? ¿qué debía hacer para ganarse su aprobación? Se sintió mareado de pronto, necesitaba aire, salir a cabalgar y cazar, distraerse. Porque la mujer que tenía en frente lo estaba arruinando. Si le rechazaba, se iría y no la volvería a ver jamás ¿qué haría después de perderla? ¿Dónde encontraría una mujer como ella? En ningún lado. Bulma era única y no podía dejarla ir, no podía perderla. Respiró agitado de repente, observó su perfil esquivo, sus mechones sueltos y su piel nívea, ordenó una parte de su flequillo y lo hizo a un lado, detrás de su oreja y susurró―míreme.

La corriente en su espinazo fue instantánea, el solo sentir su dedo cerca de su oreja bastó para que su cuerpo entero se estremeciera. Dos meses lejos de él la habían dejado vulnerable ¿Cuántas noches lo llamó entre jadeos? Lo ansió tanto y solo pudo conformarse con sus propias caricias y no se comparaban a las que él le hacía sentir ¿de verdad iba a rechazar aquel deseo? Sintió sus ojos escocerse, tenía ganas de salir corriendo de allí, de la mansión, del Tridente, tomar una carreta y no volver jamás y pensar que todo había sido un sueño. La mano del señor se posó en su mejilla y bajó hasta quedarse en su barbilla, donde su dedo pulgar e índice la sujetaron para girarla hacia él. Sus ojos negros no tenían ese brillo frío y esquivo de siempre, parecían amables e incluso suplicantes. Negó meciendo su cabeza y al mismo tiempo, liberándose de su agarre suave. No podía ceder, no debía ceder ante sus trampas.

―No caeré en su acto ruin ―soltó y lo miró con el ceño arrugado y las mejillas sonrojadas―si quiere decirles a mis padres, hágalo. Pero no puedo estar con usted de ese modo, tengo muchos motivos para no aceptar su propuesta.

―¿Cómo cuáles? ―preguntó con su voz temblorosa y una parte de Bulma se quebró. Verlo y oírlo vulnerable le caló profundamente ¿estaba reaccionando así por su rechazo? Sus ojos parecían apagados, su actitud arrogante se había ido desde que Tarble salió de la habitación. Estaban expuestos, él para ella y ella para él. Su pulso estaba como loco, sentía que le saltaba por la garganta y bombeaba fuerte por su corazón, no recordaba haber enfrentado una situación así antes. Había rechazado al señor Goku hace unos días y no se había sentido así, ni siquiera cuando dio su prueba final en la universidad ¿qué estaba mal con ella? No podía ceder, se repitió.

―U-usted ―comenzó diciendo, nerviosa, sentía que el cuerpo entero le temblaba y en el estómago un nudo pesado―es despreciable ―lo vio agachar la mirada, casi con culpa y la joven miró en todas las direcciones, buscando una salida. No quería hacer aquello, no quería decirle todo lo que pensaba y sentía, pero a la vez, no podía aceptar lo que él le pedía ¿por qué no se conformaba con su "no"? era lo que le molestaba de la situación. Los hombres podían elegir esposas como si vieran un catalogo de revista, y ellas debían aceptar siempre. En cambio, ellas no podían elegirlos, debían acatar que ellos dieran el primer paso y aceptar lo que les tocara. No era lo que quería para ella―no puedo estar con un hombre como usted. Es cruel con todos, solo le preocupa su bienestar, no tiene empatía por el resto. Y no seré su trofeo ―dijo sin dejar de negar―no seré la mujer que le espera y está disponible cada vez que lo deseé. Que acata todas sus decisiones, que tendrá a sus hijos y los cuide mientras usted sale a cazar o viaja por meses. No… yo no quiero eso para mí.

El silencio se prolongó en la habitación. Cuando Lord Vegeta alzó nuevamente la vista hacia ella, notó un poco de resignación en sus ojos, pero lo que llamó su atención, fue su semblante cabizbajo. Sintió que estaba conociendo una nueva faceta del señor y le remeció por completo. Respiró profundamente, intentando recuperar las fuerzas después de exponerse de ese modo en frente de él, pero cuando el señor habló, se quedó estática en su sitio.

―Yo la amo―Bulma quedó perpleja. Su voz masculina pareció oírse más suave, como si se adaptara para soltar aquellas palabras que expresaban un sentimiento tan poderoso. Sintió sus mejillas sonrojarse, que la temperatura había subido en toda la habitación, como si fuera un día en pleno verano y con la chimenea encendida, pero era solo ella. Su corazón latía a toda prisa, dolía respirar y no dejaba de mirar sus rasgos varoniles, cualquier rastro de inexpresividad o frialdad con la que lo había conocido, se había ido y había dejado frente a ella a un hombre completamente nuevo―nunca pensé en decirle algo a sus padres, solo quería presionarla. Lo lamento profundamente.

Bulma no pudo responder. El Lord asintió en su dirección, como si se estuviera despidiendo de una conversación trivial con un amigo, retomando su papel de señor del Tridente, y caminó a paso rápido hacia la salida, huyendo de su propia habitación, dejándola sola con sus pensamientos. Oyó las puertas cerrarse y una vez que se sintió en completa soledad, se dejó caer al suelo y cubrió su boca con su mano derecha, mientras que, con la izquierda, hacía presión en su pecho, intentando acallar su corazón, y sus sollozos.


(…)


Era un excelente actor, o no le afectaba lo que había pasado hace unas horas en su habitación. La joven no dejaba de estudiar sus gestos y movimientos, parecía ir todo en orden y aquel hombre arrepentido y dolido, ya se había ido. Ella en cambio, no dejaba de pensar en sus palabras, en sus ojos negros cubiertos en tristeza. Sentía el pecho pesado, como si su corazón se hubiera vuelto una roca que costaba cargar. Bebía sorbos pequeños de su copa de vino tinto, asentía sin hablar cada vez que le pedían su opinión o la miraban buscando su aprobación al relato o información que comentaban. No era precisamente el alma de la noche, no podía actuar como si nada pasara mientras veía a sus padres reír y platicar como viejos conocidos con Lord Vegeta.

A su madre parecía encantarle. Lo elogiaba una y otra vez, y a él que le encantaba ser el centro de atención, lo aceptaba sin reproches. Su padre, se esmeraba por conocerlo en profundidad, preguntando por su familia, el negocio que ejercía e incluso de sus finanzas, y aunque le parecía inapropiado, no se entrometió. Entendía lo que estaba sucediendo, tanto el señor como sus padres, entablaban la primera platica oficial entre suegro y yerno. Había pasado con el prometido de su hermana mayor antes, era el turno de su futuro esposo, pero ¿lo sería? ¿aceptaría que él la desposara? Ni siquiera podía formular una respuesta clara, lo cierto era que el estar allí, en silencio y participando de aquella reunión social, lo único que conseguía era darle más solidez a la palabra de Lord Vegeta. Sus padres creían firmemente que ellos se comprometerían y casarían, y no se atrevía a desmentir aquello, bebió otro sorbo.

―¿Qué es lo que hará? ―le preguntó Tarble en un débil susurro, que solo ella oyó. La joven observó a sus padres reír con Lord Vegeta, asegurándose de que no estuvieran atentos a ellos dos.

―No lo sé ―se sinceró con el adolescente―estoy confundida.

Tarble la miró con el ceño arrugado ¿cómo era posible que no supiera qué hacer? Para el adolescente la respuesta a esa interrogante estaba clara, no podía casarse con un ser como su hermano, quien usaba artimañas para conseguir lo que quería, aunque entre ellos la relación había pasado a mayores, no era motivo para hacer lo que él quería. Solo debía buscar un hombre que no le importara todo ello y la aceptara, y él estaba dispuesto a hacerlo. Se había pasado la tarde pensando en una posible solución para su joven institutriz, y llegó a la conclusión de que él podía ser de ayuda, podían ayudarse mutuamente. Bulma estaba por irse del Tridente, él no quería quedarse más con su hermano, podía irse con ella. Al ser hijo del antiguo Lord, por ley tenía derecho a su manutención mensual, y podía trabajar en el pueblo al que fueran, haría el esfuerzo que fuera necesario por estar con ella. Tragó en seco, debía planteárselo, hacerle saber que tenía más de una opción. Giró hacia ella y la observó con determinación, pero al verla concentrada observando a sus padres y hermano, se arrepintió. Ella estaba confundida, pero ¿por qué? ¿cedía a su amenaza o a sus sentimientos? Si se había involucrado con su hermano en algo más que una relación de patrón y empleada, quizás era porque había algo que no había notado. Sintió un nudo en su estómago, la señorita Bulma jamás tuvo problemas en decir lo que pensaba o encarar a su hermano ¿por qué dudaba ahora? Empezaba a creer que ya conocía la respuesta, y aquello le desmotivó y quitó todo el valor que había juntado para pedirle un poco de tiempo y confesarse.

―Creo… que ya sabe lo que quiere hacer ―susurró, le vio agachar la mirada y observar su copa, su silencio le dio la razón. Se puso de pie sin mirarla, no pidió permiso para salir de allí y tampoco se despidió del grupo, solo quería huir de todo eso. Encerrarse en su dormitorio y esperar por su decisión desde la distancia, sufriendo en soledad.


(…)


Aun no se vestía con su ropa de dormir, sabía con exactitud el porqué, pero su cuerpo no se movía. Tenía emociones contradictorias, una parte de él quería dejar las cosas como estaban, no estaba acostumbrado a perseguir a las personas, mucho menos a las mujeres, eran ellas las que venían a él. Era fácil seducirlas y luego seguir con su vida de soltería, pero era tiempo de sentar cabeza y nadie era lo suficientemente buena para el rol de su mujer. No era que buscaba una compañera extraordinaria para ello, sin embargo, nunca dejó de buscar algo más que una mujer de buena familia y joven. Cuando conoció a la señorita Bulma, creyó encontrar lo que ni él mismo sabía que quería. Una compañera que se comportaba como un igual, inteligente, amable, directa y consecuente. Ella no buscaba atrapar a un hombre, tenía sus propios propósitos personales y eso era admirable. Aprendió en esos meses, que lo que la hacía diferente era lo que a él más le gustaba. Y por ello, porque lo que ella era no lo encontraría en ningún lado, porque le gustaba tal cual era, sentía la necesidad de hablarle nuevamente, esta vez, con el corazón expuesto.

Le costaba trabajo hacerlo, no era la clase de persona que se expone bajo ningún concepto, y lo que planeaba hacer, o correspondía hacer, no lo había hecho con nadie «pero por Bulma vale la pena» pensó. Había hecho muchas estupideces para llamar su atención, para atraerla a la cama, y para intentar mantener su relación, y profundizarla, pero ella se le escapaba entre los dedos. Podía tenerla una noche, y a la vez, estar igual de lejos que cualquiera. No tenía ningún avance real con la joven, y como ella le había dicho antes, no era un buen sujeto como su amigo o hermano, y si había conseguido de ella un poco de atención, no lo había hecho de buenas maneras.

Pasaron unos minutos antes de la media noche, cuando por fin se armó de valor y decidió salir del dormitorio. Aun así, quiso aplazarlo un poco más, se dio una ducha rápida, vistió su camisola de dormir, se cubrió con su bata y salió de sus aposentos. Su pelo aun goteaba cuando llegó a la escalera, no se había secado el cabello con la prisa que llevaba. No quería dejar pasar más tiempo, sentía que no era una buena idea visitarla por la noche para conversar, ella podía malinterpretarlo, pero no podía esperar más, no lograría conciliar el sueño si no conversaban las cosas. Fue cauteloso, pues esta vez no solo los empleados podían verlo entrar al dormitorio de la señorita-y jamás quiso que hablaran mal de ella-estaban sus padres alojándose, y lo que menos deseaba era que los cuestionaran de alguna manera.

Bajó al segundo piso dando pisadas sigilosas, miró a ambos lados antes de doblar hacia la derecha, donde se encontraba el dormitorio de ella. Cuando llegó a la puerta, se quedó de pie observando la madera, dudando de tocar, inventándose una y mil excusas para volver a su cuarto. Quizás ella dormía, o no quería verlo. Tal vez debería darle más espacio, más tiempo… pero sus padres se irían en un par de días más y no podían seguir fingiendo que lo que les había dicho era cierto, si no lo era, y hasta el momento, ella no había aceptado ser su esposa, por lo que debían aclarar aquello. El estomago se le revolvía al pensarlo, pero era lo que él mismo había provocado. Suspiró profundamente y tocó dos veces con el nudillo de su dedo índice derecho, y esperó. Podría perfectamente entrar sin su permiso, pero no quería comprobar si le había puesto seguro a su puerta, no quería seguir lidiando con su rechazo.

Sintió que los minutos se hicieron eternos, que se quedó de pie esperando, y temblando, pues el frío de la tela mojada se le había traspasado a la piel, por al menos diez minutos. Tal vez ella dormía, o no quería atenderlo. Lo comprendía, ni siquiera hizo el intento de posar su mano en el pomo y comprobarlo, con el pecho doliéndole, se dio media vuelta dispuesto a irse. Sin embargo, alcanzó a oír el piso crujir como si dieran suaves pasos, por lo que esperó. La puerta se abrió lentamente, evitando hacer sonar las bisagras faltas de aceite y por un espacio de cinco centímetros más o menos, se asomó la joven. Contuvo la respiración unos segundos, pensando qué decir. Pensó en cuestionar su demora, lo descartó rápidamente mientras se perdía en sus ojos curiosos. Le hubiera gustado estar con ella en plena luz del día, poder admirarla sin contenerse ni actuaciones, no a escondidas como lo venían haciendo hace meses atrás.

―Buenas noches ―dijo después de unos segundos de un silencio incómodo. La joven asintió desviando la mirada, y por el mismo motivo, pensó en irse. Pero la vio hacerse a un lado, al mismo tiempo que abría la puerta para él. No supo interpretarlo ¿también buscaba solucionar las cosas o al menos conversarlas como correspondía? O ¿quería sexo? No le importaba cumplir con sus expectativas, sin embargo, por alguna razón, no era el momento. Por primera vez desde que la había conocido, que no quería pasar su tiempo con ella en la cama. ―¿Podemos hablar? ―quiso aclarar.

―Sí ―asintió mirándolo a los ojos. Los nervios volvieron para el señor de la mansión, tragó con disimulo y entró al cuarto que tantas veces había visitado. Oyó la puerta cerrarse detrás de él y giró levemente para observarla caminar de regreso a su cama. Se perdió en el movimiento de su falda, la camisola se pegaba a sus piernas redondeadas y se deslizaba entre ellas de forma sugerente, o quizás él lo veía de ese modo.

―¿Qué… es lo que haremos? ―le preguntó sin acercarse. Sabía que era innecesaria su pregunta, la joven ya le había dicho todo antes ¿por qué insistía? No quería perderla, era la verdad.

―Mi Lord… ―sentía su corazón latir deprisa, el nerviosismo había vuelto apenas oyó los golpes en su puerta. El calor se le subió al rostro al recordar su última platica y su confesión ¿por qué se avergonzaba ahora? Él conocía su cuerpo, cada centímetro de su piel la había tocado y besado, sin embargo, hablar ahora, escucharlo, le revolvía el estómago más que sus ojos sobre su cuerpo.

―Sí ―asintió él―sé que… ya me ha rechazado… pero ―tragó la saliva que se le había acumulado en la boca―¿qué le diremos a sus padres?

Bulma no respondió. No pensó realmente en su pregunta, en cambio, se quedó con su declaración: ya lo había rechazado. Su vientre se sentía pesado, como si hubiera cenado un gran banquete hace unos pocos minutos ¿por qué le molestaba que pensara eso? Sí, le había dicho que no podía aceptar sus palabras, e incluso se refirió a él de forma descortés, sin embargo, no había tenido oportunidad de responder a su declaración y le seguía resonando en la cabeza sus palabras, su mirada llena de decepción, sus sentimientos. Porque no podía seguir negándolo, él se había abierto con ella y le era difícil seguir pensando igual. No estaba de acuerdo con sus formas, pero… se había disculpado y no podía ignorar todo ello.

―Lo que dijo antes ―susurró, con un rubor intenso en sus mejillas ¡como costaba hablar sobre ello! Sus latidos no dejaban de acelerar su pulso y hacía vibrar todo su interior, le costaba tragar―… ¿cómo está seguro de que siente aquello?

Vegeta alzó ambas cejas por su pregunta, se animó a acercarse y tomó asiento cerca de sus piernas, necesitaban proximidad para la plática íntima que se daría. Se sentía ansioso y nervioso, exponerse ante ella era necesario, pero era difícil. Se sentía como un adolescente, inexperto e ingenuo, pero ilusionado con que al final, conseguiría lo que ansiaba, y en este momento era ella.

―¿Sobre qué? ―respondió―¿sobre mis sentimientos por usted? ―la vio asentir, llevaba su cabello suelto, caía como una delicada cascada sobre sus hombros y se vio tentado a acercarse a olerlo, se contuvo. Suspiró profundamente y habló con tono suave, inusual en él―¿sobre que la amo? ―terminó susurrando.

Ella asintió. Y Vegeta sonrió, parecía una niña pequeña que espera por un cuento para dormir, si debía sincerarse para que le creyera, lo haría. Se acercó un poco más, lentamente, por si veía alguna señal de incomodidad, no la vio, así que terminó sentado junto a ella, apoyado en la marquesa. Pudo sentir su fragancia dulce, su cabello olía a flores y esencias, sin pensarlo demasiado, tomó su mano derecha y entrelazó sus dedos con los de ella. La joven no opuso resistencia, lo que le animó a hablar.

―Sí ―murmuró la joven, y volteó hacia él ―creo que lo que usted siente es… curiosidad, digo, usted no me conoce. No me ama como realmente soy, no… no soporta mis pensamientos y mi estilo de vida ―explicó sin dejar de verlo, sin percatarse que estaba llorando. Las lágrimas cayeron a medida que soltaba sus pensamientos, sus dudas y cuando se dio cuenta de su voz quebrada y sus mejillas húmedas, Lord Vegeta ya estaba limpiando su llanto con la manga de su bata. Olfateó sus secreciones y agachó la mirada avergonzada.

―Amo lo que conozco de usted ―respondió en un susurro varonil―lo que me ha dejado conocer. Me parece injusto que lo clasifique como curiosidad.

―Lo que le emociona de mí, es mi negativa a su propuesta, mi Lord. Cuando la acepte, usted dejará de sentir esto… ―habló sin mirarlo, y el solo pensarlo, le hizo apretar su mano.

―No sea injusta… ―repitió y movió su mano, para llamar su atención. La joven levantó la mirada hacia él, tenía sus mejillas sonrosadas por el llanto, sus ojos brillaban como dos luceros en la tenue iluminación de su habitación―no puede saber lo que siento ¿o sí? ―preguntó alzando una ceja, ella no respondió. La vio relamer su labio inferior y se quedó unos segundos congelado en ellos, viendo el color rosáceo que le hacía recordar su textura y sabor, relamió los suyos de forma involuntaria.

―Mi Lord, no funcionaría ―murmuró, su voz se oía temblorosa y no podía controlarlo. Su propio cuerpo se estremecía como si una corriente de aire frío rondara entre las cuatro paredes de su cuarto. Él pareció notarlo y se apegó aun más a su cuerpo, la joven agachó nuevamente la mirada, perdiéndose el momento justo en que el señor se le acercó y besó su frente cubierta por su flequillo, sorprendiéndola. Cuando se alejó, levantó la mirada hacia él y se quedó viéndolo, buscando memorizar su mirada y gestos. ―Yo no quiero ser la mujer que usted necesita. Tengo mi profesión y quiero seguir ejerciéndola.

―Lo sé ―asintió sin dejar de mirar su rostro juvenil―antes también pensaba eso. Que usted era ideal para ser mi esposa y la madre de mis hijos, pero ya no ―Bulma se incomodó al oírlo ¿ya no la quería? Se sintió traicionada y decepcionada ¿los sentimientos podían cambiar así de rápido? ―yo la amo. Y aceptaré lo que quiera darme.

No alcanzó a responder, solo pudo abrir los labios para hablar, pero las palabras no salieron de su boca y Lord Vegeta aprovechó la instancia para besarla, sorprendiéndola. Sus labios chocaron torpemente al principio, podía percibir la ansiedad y los nervios en el señor, era curioso que se sintiera de ese modo por un simple beso y que cuando la tocaba para tener relaciones sexuales, fuese tan resuelto, quizá la situación lo tenía igual o peor que a ella. Las palabras y las emociones eran más difíciles de expresar cuando tenían verdad, cuando uno se exponía ante alguien. Lo que le hacía creerle, lo que le hacía confiar en él y su confesión, no veía trampas ni engaños, ni mucho menos amenazas ¿lo había juzgado mal todo el tiempo? Su corazón no dejaba de latir a toda prisa, chocaba con su caja torácica y dolía, pero no un dolor molesto. Respondió su beso con lentitud, dándole el ritmo adecuado, y él no tardó en seguirle. El beso duró unos segundos más, donde la unión parecía sellar lo que no se habían atrevido a volver a preguntar.

―¿Y… si no quiero darle nada? ―preguntó cuando se separaron, respirando pausadamente. El semblante de su patrón no cambió, pero en sus ojos vio nuevamente ese brillo melancólico, que hacía que su mirada luciera triste y cargada decepción.

―Lo aceptaré ―susurró sin fuerzas en su voz―y aclararé todo con sus padres. ―Bulma parpadeó con sorpresa al verlo moverse, soltó su mano con rapidez y giró hacia el borde de la cama, para alejarse de ella.

―E-estoy confundida ―confesó antes que se bajara de la cama, sentía su cuerpo temblar, los nervios afloraban en su interior, su pulso no dejaba de acelerarse y el calor se le subió al rostro cuando él giró hacia ella, mirándola con curiosidad, pero a la vez, con ilusión―yo… y-yo sé lo que quiero para mi vida ―dijo sin dejar de mirar sus ojos negros―pero…

―¿Pero? ―a esas alturas, el señor se mantenía alerta, intentando no ilusionarse con su respuesta, pero le costaba. Podía ver en su rostro lo difícil que era para ella abrirse con él, la vio vulnerable, más que nunca, ambos lo estaban.

―No sé que siento por usted ―susurró, abrió sus ojos lo que más pudo, intentando no parpadear para no dejar salir las lágrimas de las que esta vez si era consciente―como le dije antes… no apruebo muchas cosas de su persona, pero… quiero estar con usted de formas que no quiero estar con ningún otro. Lo deseo. Lo deseo profundamente, suplico por usted en las noches y sé ―le costaba tragar, y a la vez, sentía la garganta seca, los nervios hacían estragos en su menudo cuerpo y la atención del señor puesta en ella no ayudaba―que el deseo no es lo mismo que el amor, pero… no deseo a nadie más… no sé qué pasa conmigo.

―¿Se ha enamorado antes, Bulma? ―dejó de respirar por unos segundos cuando la llamó por su nombre. Agachó la mirada y negó, dejando salir las lágrimas que intentaba esconder de sus ojos―yo tampoco. Sé que quiero estar con usted, sé que por usted puedo hacer un esfuerzo y aceptar sus pensamientos liberales, sé que… sé que quiero todo de usted, lo que fue, lo que es y lo que será.

El silencio los envolvió por unos minutos, él escuchó paciente su sollozo, podía notar que buscaba calmarse y que le avergonzaba llorar en frente de él, era orgullosa, como él y era lo que le gustaba. La joven no era sumisa ni obediente, pensaba y sentía igual que él, y tenía el valor de mostrarse siempre fuerte. Se contuvo de abrazarla, no quería incomodarla más, pero la joven le sorprendió cuando levantó la mirada, sus ojos vidriosos por el esfuerzo y sus mejillas más rojas que antes, sus labios se arrugaban en una mueca divertida que le hizo sonreír, iba hablar cuando la joven se le lanzó encima y rodeó su cuello con sus brazos, dejando caer su cabeza al costado de su oreja izquierda. Lord Vegeta se tensó por breves segundos, y terminó aceptando su abrazo, con ambos brazos sujetó su cintura y la apegó a su cuerpo. No sabía si le estaba aceptando o consolando por su rechazo, pero quería sentir su calor una vez más.

―¿Cómo puede asegurar que me ama, si no me conoce? ―susurró cerrando sus ojos, concentrándose en su calor y en sentir su fuerte cuerpo varonil.

―Quiero conocerla ―le respondió―saber como le gusta el té. Qué comidas prefiere, si le gustan las flores o los días lluviosos. Qué es lo que quiere hacer con su vida, y que me permita acompañarla. ―Bulma abrió sus ojos lentamente al oírlo. Se alejó un poco para poder observarlo y oírlo con más atención―que me llame por mi nombre y si se enoja conmigo, que me lance libros o almohadas, lo que tenga a mano, y se encierre en su habitación. Aceptaré lo que quiera darme.

―¿Y si no le gusta lo que encuentra? ―el llanto había cesado, pero no sus nervios. Su pulso seguía acelerado y sus mejillas acaloradas, sin embargo, empezaba a no darle importancia, quería concentrarse en todo lo que él le decía, en sus promesas y sentimientos, para atesorarlos lo que su mente le permitiera.

―Creo que ya me encontré con lo peor de usted ―le sonrió, Bulma arrugó el ceño unos segundos y terminó sonriéndole, él iba a besarla otra vez, pero la joven se alejó unos centímetros para poder hablar.

―Quiero viajar por el mundo ―murmuró sin dejar de mirarlo, estudiando su reacción, pero no vio enojo o incomodidad, solo atención de su parte―conocer diferentes lugares, no quiero casarme para ser una…―su voz fue tomando fuerza, a medida que hablaba de sus sueños y para Lord Vegeta, fue lo más bello que había visto en el día.

―Hágalo ―dijo interrumpiéndola―viaje. Conozca el mundo, recorra. ―Bulma no pudo esconder el asombro al oírlo, había situaciones que no alcanzaba a comprender, él le había dicho que la amaba y ¿la dejaría ir? ¿así se expresaba el amor? ―déjeme acompañarla. Es peligroso para usted que viaje sola… y así, me da tiempo para enamorarla.

―Ha cambiado ―terminó diciendo en voz alta lo que pensó al oírlo. Tenía en frente a un hombre diferente al que conoció por primera vez. Lord Vegeta no respondió, no con palabras al menos. Se acercó nuevamente para besarla, y esta vez ella se lo permitió, y no dijeron nada más por el resto de la noche.


(…)


Se levantó más tarde esa mañana. Se sentía relajada, su actitud siempre alerta había desaparecido. Ya no tenía que aparentar nada, se sentía segura después de la noche que había pasado con ¿su futuro esposo? Porque todo apuntaba a que así sería. Él le había pedido tiempo para enamorarla, pero tenía las sospechas de que aquello era innecesario, desde hace algunos meses que en el único hombre que pensaba era en él. Y si su comportamiento seguía así, respetuoso y amable con ella, perfectamente podía dejarse enamorar sin oponerse a nada. Se sentía en paz de alguna manera, como hace mucho tiempo no se sentía y eso lo había conseguido él.

―Buenos días, cariño ―saludó su madre cuando llegó al comedor. Estaban todos sentados y ya habían empezado a desayunar.

―Buenos días ―respondió mirando a los presentes, deteniéndose en el señor de la mansión, quien le regaló una sonrisa sutil, solo para ella. Él se había ido antes de que amaneciera del dormitorio, a pesar de que su relación ahora era publica, no podían darse ciertas libertades estando sus padres allí, después de todo, tenían otras creencias y no lo entenderían, Lord Vegeta podía ceder y dejar de lado su actitud conservadora, pero no sus padres.

―Lord Vegeta nos comentaba ―habló su padre, mientras ella tomaba asiento―que pretenden viajar antes de su fiesta de compromiso. ―La joven notó en el tono de voz de su padre, que la idea no le agradaba ¿cómo hacerlo? no era bien visto que una mujer soltera viaje con un hombre soltero.

―Sí ―dijo, estaba calmada. No dejaría que se entrometieran más de lo necesario y estando Vegeta allí con ella, le dio más valor para hacerle frente―queremos conocernos un poco más.

―¡Pero cariño! ―exclamó su madre―ya se conocen, con tu padre nos vimos tres veces antes de casarnos ―dijo con naturalidad.

―Son otros tiempos ―intervino Vegeta―descuiden, no haré nada que comprometa el honor de Bulma.

Tuvo que esconder la sonrisa, fue difícil. Terminó haciendo una mueca hacia el lado, arrugando sus labios rosados. Evitó mirar sus ojos negros y prefirió centrarse en su té, agregando azúcar y leche. Oyó a sus padres discutir un poco más, pero la elocuencia del señor los hizo aceptar, resignados, la situación. Después de todo, ya habían cedido mucho con su hija menor, entendieron que eso no pararía incluso en esas circunstancias.


(…)


Dos días después, estaba en el pórtico de su mansión fiscalizando que cargaran debidamente las maletas en el carruaje de sus futuros suegros. Bulma ya se había despedido de ellos y se encontraba en el estudio, revisando rutas de viajes. Estaba entusiasmada con organizar el itinerario y todo lo que necesitarían para su aventura, y él le permitió hacerlo, después de todo, era lo que ella quería hacer y no quería arrebatarle ninguna experiencia. Se despidió de la pareja Brief y se quedó mirando los caballos, mientras se alejaban. Suspiró con pesadez, no eran desagradables ni mucho menos difíciles de tratar, pero era cansado estar escondiéndose para ver a su Bulma, sonrió al pensarlo. Ahora podía decirlo con toda la seguridad, ella sería su mujer y él, su esposo. Estaba confiado que sería así, no creyó que ella aceptaría sus sentimientos bajo ningún concepto después de lo que le había dicho en su habitación, pero en el fondo, la joven sentía algo por él, algo fuerte y eso podía ser amor, o necesitaba tiempo para que lo fuese, y lo tenían. Tendría todo el tiempo del mundo para cortejarla y ser mejor persona, ser un hombre que se mereciera estar a su lado.

Iba a entrar, cuando oyó un galope acercarse. Estrechó sus ojos intentando descifrar al jinete, minutos después reconoció a su amigo de infancia. Esperó a que llegara, tardó entre cinco a ocho minutos en hacerlo. Goku le sonrió al verlo, tenía la frente perlada de sudor y la camisa se le pegaba al cuerpo por el esfuerzo. Se bajó con gracia del animal y se acercó para saludarlo, pero Lord Vegeta le detuvo con la mano para que no se acercara.

―Estás sudado ―explicó―¿Qué ocurre?

―¿No puedo venir a verte? ―respondió sonriéndole nervioso, pero el rostro serio del señor bastó para exponerlo―bien… venía a ver a… a la señorita Bulma ―Lord Vegeta frunció el entrecejo y carraspeó su garganta―no la molestaré, solo…―murmuraba nervioso.

―Goku ―dijo severo―Bulma será mi esposa ―su amigo lo observó sorprendido por unos segundos, luego serio. El silencio se volvió tenso unos segundos, jamás habían peleado por mujeres, pero estaba dispuesto a hacerlo por ella.

―Entiendo ―terminó diciendo el hombre alto―por eso ella me rechazó antes…

―Te rechazó porque no le interesas ―respondió con burla y ambos rieron por su acidez―queremos irnos de viaje.

―Oh… ―asintió―¿hace cuánto que…?

―Estamos… juntos hace algunos meses ―murmuró pensativo―pero logré convencerla de formalizarlo hace poco.

―Entiendo ―repitió―felicitaciones, me alegro mucho por ti. Creí que terminarías solo, por tu desagradable personalidad ―Vegeta sonrió, evitó darle la razón.

―Necesito pedirte un favor ―dijo, poniéndose serio. Goku asintió y esperó atento―ayuda a Tarble a dirigir la mansión y el Tridente en mi ausencia, ¿puedes?

―Claro ―sonrió―descuida, yo le ayudaré.

Se quedaron platicando por al menos veinte minutos, afinando detalles y aconsejándose para enfrentar lo que se les avecinaba. Esperó no ver el caballo en el camino antes de entrar; la iluminación del día le deslumbró los ojos cuando ingresó a la mansión y se topó con el ambiente un poco más oscuro. Estrechó los ojos para acostumbrarse al cambio de luz, y caminó hacia la escalera. No tardó en subir al segundo piso, sabía que la joven debía estar en el estudio, por lo que se dirigió hacia el ala izquierda. Sus pasos no se oían en la alfombra, la puerta estaba media abierta cuando llegó y alcanzó a oír la voz de su hermano antes de entrar, por lo que, a pesar de saber que estaba mal, se quedó detrás de la puerta escuchando la plática.

―P-pero ¡No lo amas! ¿por qué aceptaste? ―frunció el ceño al oírlo, no quiso burlarse por su tono de voz que sonaba angustioso, porque entendía como se sentía, él mismo pasó por algo similar después de que la joven le dijo lo que pensaba de él.

―Eres muy joven para entender ―la voz de Bulma se oía en calma, como siempre. Seguramente aquello era más molesto para el adolescente, pensó―yo… siento muchas cosas por tu hermano, y es lo más fuerte que he sentido por alguien ―su corazón latió deprisa ¿por qué no se lo dijo así la otra noche? Aunque le había dicho que sentía cosas por él, lo había interpretado más para el plano sexual, lo que no era malo, pero oírla ahora le dejaba más tranquilo. Con más confianza, entró al cuarto como si recién hubiera llegado. Bulma estaba sentada frente al escritorio con un mapa en la mesa, Tarble sentado cerca de la ventana y al verlo, se puso de pie de un brinco y caminó hacia la salida, ignorando su presencia.

Iba a dejarlo ir, pero se sintió incómodo. En parte, comprendía su reacción y a la vez, no quería hacerlo sentir mal. Lo que él mismo había sentido le sirvió para comprender a su medio hermano. Sujetó su hombro cuando pasó por su lado, Bulma iba a ponerse de pie cuando lo vio, alerta por si debía intervenir. Tarble no lo miró, se quedó viendo hacia el frente sin moverse.

―Partiré a un viaje en unos días ―dijo, su agarre no era con fuerza, solo lo suficiente para detener su avance―Goku vendrá a ayudarte.

―¿A qué? ―cuestionó confundido y giró hacia él. Su hermano mayor no lo miraba con desprecio, tampoco con burla, parecía relajado por primera vez desde que se había mudado con él al Tridente ¿era lo que provocaba la joven institutriz?

―A dirigir el Tridente ―respondió y Tarble alzó ambas cejas al oírlo. La sorpresa dibujó sus rasgos y titubeó algo que no alcanzó a entender el mayor, por lo que siguió hablando―es hora de que aprendas.

―S-sí ―asintió nervioso―no te defraudaré.

―Lo sé ―dijo y soltó su hombro.

Bulma miró en silencio la interacción entre ambos. Quedó tranquila al ver que el menor, dejaba esa actitud de adolescente rebelde con su hermano mayor. Sonrió al pensarlo y miró nuevamente el mapa del continente. Cuando Tarble se fue, oyó las puertas del estudio cerrarse, levantó la mirada a tiempo para ver a Lord Vegeta poniendo seguro en ellas.

―¿Qué lugar es mejor para empezar? ―preguntó cuando lo vio caminar hacia ella. Él le sonrió en respuesta, Bulma mordió su mejilla interna. Desde que habían decidido viajar, que no dejaba de sonreírle así y había encontrado que aquella faceta le gustaba y mucho. Sentía que era solo para ella, sabía que era así y no dejaba de sentirse bien al pensarlo.

Lord Vegeta llegó a su lado y se quedó detrás de ella, se agachó hasta quedar sobre su hombro. Sentía su respiración cálida chocar en su lóbulo derecho, y el cosquilleo fue inmediato. La mano de él se posó sobre la suya y la guío hasta el papel amarillento que se extendía sobre la mesa del mueble, su dedo índice se apegó al suyo y lo movió hasta parar en una isla con forma de frijol alejada del continente, rodeada por pequeños archipiélagos. Bulma sonrió y giró hacia él, y él hacia ella, se quedaron viendo unos segundos y la joven susurró, chocando sus labios entre cada silaba con los de él, de forma sugerente.

―Una isla paradisiaca ¿eh? ―dijo sonriéndole coqueta―no es una luna de miel, mi Lord.

―Vegeta ―le corrigió. Bulma asintió y soltó una risa cantarina―y, viajando contigo, todos los lugares serán como una luna de miel.

―Ah, ya veo ―asintió y besó sus labios, sorprendiéndolo―guíame entonces, Vegeta.

Era difícil no sentirse codiciosa bajo su situación. Tenía más que muchas personas y quería seguir adquiriendo experiencias y conocimientos. A pesar de estar aceptando su propuesta, no se sentía atada a él ni a lo que la sociedad esperaba de una mujer joven y soltera. Se sentía libre, lo que la educación no le había dado del todo, lo había conseguido tomando las riendas de su vida personal, al lado de él. Era curioso, siempre creyó que tener un hombre al lado la limitaría, quizás al ser él quien estaba cediendo ante ella, no se sentía de ese modo. Jamás esperó encontrar alguien que apoyara sus ideas, mucho menos que el hombre que una vez conoció como machista y arrogante, sería quien la empujara a hacerlo. Sentía que al final, lo de ellos había ayudado a ambos, y que, a su lado, las cosas cotidianas se volvían interesantes, que amar era más fácil de lo que imaginó y que, no era malo dejarse llevar de vez en cuando por el deseo.

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Fin.

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N/A: La primera vez que subí este fic, fue el 6 de abril del 2016. Me avergüenza que, después de casi cuatro años, terminarlo. La última vez que actualicé el fic, fue para mi cumpleaños del año pasado hahaha, pero bueno, al menos por fin lo terminé. Muchas gracias a quienes le dieron una oportunidad, que después de todo, no es como de la temática usual de esta pareja. Me gustó darle ese toque de época, espero haberlo conseguido. Por lo mismo, no sentí que fuera tan incongruente que hablaran así de sus sentimientos, espero que se entienda o si no, bueno, son bienvenidas a pensar diferente hahaha.

Muchas gracias por leer, espero que no tenga muchas faltas ortográficas ni letras faltantes ni revueltas.

Nos leemos y que esté todas muy bien,

Saluditos.

Ina,

25-03-2020, en plena pandemia por Covid-19 xD