Hello my lovelies :) I'm happy to share with you another story written by FoxxyJ. She's awesome and allowed me post this one on my profile. So thank you so much for place your trust in me Jen!
Hola mis bellezas :) Estoy feliz de compartir con ustedes otra historia escrita por Foxxy J. Ella es increíble y me ha permitido publicar este en mi perfil. ¡Así que muchas gracias por tu confianza en mí Jen!
Y como esto no puede faltar: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer, y la autora de esta genial historia es FoxxyJ, yo solo la traduzco.
Y me acompaña de nuevo mi querida Beta y amiga Erica Castelo, gracias por tu ayuda y apoyo con las traducciones. ¡Eres la mejor!
Capítulo Uno - Labios Dulces y Pastelito
Bella se desplomó sobre el volante y quería dejar que brotaran las lágrimas con las que había estado luchando todo el día. En vez de eso, se tomó un momento, suspiró profundamente y lo intentó con la marcha una vez más. Nada. Su camioneta al fin había muerto.
Inútil y oxidado pedazo de basura.
¿Por qué yo?
¿Por qué hoy?
No he hecho nada más que darte una buena vida. Enciende, maldita sea.
Maldijo a su vieja camioneta. Hoy había sido un día en el infierno. Su jefe salió de la ciudad a una conferencia en la Costa Este, y eso significaba una lista interminable de trabajos tediosos para que ella realizara. James era sumamente demandante, pero cuando estaba lejos de la oficina, era casi como si se devanara el cerebro por idear una lista de cosas para ocupar a su asistente personal. Dios no lo quisiera y ella en realidad tuviera un día fácil en la oficina y no se ganara su salario con sangre, sudor y lágrimas.
Bella había conducido a cinco distritos de Nueva York, y eso solo desde la hora del almuerzo. La última diligencia que tuvo que hacer fue recolectar la última pieza de arte "moderno" de su estúpida colección.
¿Arte moderno? Más bien colección de mierda.
Bella odiaba el arte moderno—bueno, lo hacía ahora que perdió demasiadas tardes manipulando objetos delicados y por lo general demasiado grandes para meterlos en la parte de atrás de su camioneta—una camioneta que ya no funcionaba.
En un día normal, el que muriera su camioneta no hubiese sido ningún problema. Acostumbraba tomar el metro para el trabajo y conducirla los fines de semana. Hoy, sin embargo, tenía tantas diligencias que hacer para James que la condujo desde Queens. Él odiaba los gastos innecesarios, por lo que la idea de tomar diferentes taxis y cobrárselos a su jefe no valdría la pena el interrogatorio que hubiera recibido cuando regresara. Al saber que la pintura era más alta que ella y tenía pedazos de horripilante tejido mal hecho pegado por todas partes, no vio otra forma de llevarlo a la oficina que en la parte de atrás de su camioneta. Sin embargo, si James se enteraba que había puesto en riesgo una de sus preciosas piezas en la batea al aire libre, sin duda tendría que estar buscando un nuevo trabajo.
De nuevo, en un día normal, hubiese agarrado su teléfono y llamado a una grúa, pero como el cretino la había llamado veintitrés veces antes del almuerzo, la batería de su móvil había muerto hacía media hora. Había pasado tanto tiempo desde que Bella había usado un teléfono público que ni siquiera estaba segura que existieran. Mirando hacia arriba y hacia abajo de la calle desde la cabina de su camioneta, vio una caseta de teléfono en la siguiente esquina.
Por favor, que no esté descompuesto.
Bella agarró su bolso y vació el contenido en el asiento junto a ella. Sabía que se había gastado los últimos diez dólares comprando el almuerzo. Tenía la esperanza que en alguna parte de las profundidades del bolso que llevaba al hombro todos los días estuvieran olvidadas un par de monedas de veinticinco centavos. Mañana era el día de paga y con los recibos médicos de su padre acumulándose, raras veces llegaba al fin de semana con dinero de sobra.
Una moneda de diez centavos y dos de a cinco más tarde, comprendió que tendría que depender totalmente de la bondad de extraños a fin de hacer su llamada. Si no fuera por la estúpida "pintura", hubiera abandonado el balde oxidado hasta el fin de semana, la idea de maniobrar con el lienzo en el metro le dio una jaqueca al instante.
Saliendo de un salto de la protección de su camioneta hacia el frío clima de febrero, recorrió la calle con la vista en busca de una tienda que le diera dinero. Siempre le sorprendía a Bella cuantas galerías "de moda" estaban ubicadas en edificios que habían visto mejores días. De todas las galerías que había visitado, esta en realidad no la había molestado, con la excepción de la altiva recepcionista. El Bajo Lado Este era mejor que algunos de los otros lugares en los que había deambulado en sus viajes por la obsesión de arte de James. La galería había cerrado tan pronto como Bella se fue ya que fue su último cliente del día. La tienda de sándwiches donde su camioneta se había muerto en la parte de afuera se veía como si abriera durante la hora del almuerzo, y a quince para las cinco de la tarde de un jueves, no había posibilidad de que alguien siguiera dentro.
El siguiente negocio cercano parecía ser un tipo de bar o club nocturno. Las pesadas puertas negras de madera estaban cerradas, pero el anuncio de neón encima de ellas brillaba con las palabras BAR SER. Inspeccionándolo más de cerca, Bella vio un letrero de neón parpadeante entre los anuncios de cerveza y licor que cubría casi todas las ventanas, que indicaba que estaba abierto.
A ver si hay suerte.
Cuando atravesó la pesada puerta de madera y entró al calor, bajó tambaleándose la media docena de escalones mientras sus ojos se adaptaban a la luz tenue. Esperaba que el lugar apestara a humo rancio y cerveza del día anterior, había un suave toque de algo herbal. Tal vez incienso, aunque parecía fuera de lugar en este tipo de establecimiento.
El bar tenía un aire pintoresco—mucha madera pulida y estanterías de espejos. Le recordó una cantina que había visitado una vez con sus padres en unas vacaciones en Arizona, pero una versión de categoría. El piso estaba alfombrado, y en la luz, no se podía distinguir el color. Una pareja estaba en la barra ordenando bebidas, y algunos otros clientes estaban esparcidos por ahí. La pared a su izquierda estaba cubierta con cómodas cabinas, y frente a ellas estaban unas cuantas mesas y sillas sin combinar. A su derecha estaba un espacio vacío que supuso podría ser usado como pista de baile, ya que en un rincón cerca de la entrada a los baños estaba una rocola salida de los años cincuenta.
Sonaba música suave, y aunque no reconocía al artista, a Bella le gustó. Sintió que una tranquilidad la inundaba por primera vez en todo el día.
Por favor, que alguien sea tan amable de darme dinero para una llamada.
Bella se acercó a la barra alta de caoba y esperó. Vio a un barman delgado y rubio que estaba parado al otro extremo de la barra. Le guiñó un ojo cuando sus ojos se encontraron brevemente.
Lindo.
Cerca de ella, dándole la espalda, estaba otro barman. Era alto, claramente más de 1.83, y con la luz tenue del bar, tenía un desordenado cabello castaño oscuro que parecía tener voluntad propia. Llevaba unos jeans bermellón oscuro que Bella notó le quedaban muy bien.
¡Dios mío! Lindo trasero.
Metida en sus ajustados jeans estaba una camiseta negra ceñida que lucía las palabras Labios Dulces a través de sus anchos hombros en letra color rojo metálico. Parecía estar haciendo algún tipo de inventario de los refrigeradores iluminados del bar que le llegaban a la cintura. Cada pocos minutos, se agachaba y se asomaba por la puerta de cristal del refrigerador, probablemente contando. Así fue como Bella notó lo bien que los jeans se pegaban a su trasero y muslos.
Oh sí, después cuentas en ese otro, bebé.
De pronto se enderezaba, y luego anotaba algo en una libreta.
Oh sí…
Joder. No tengo tiempo para esto, por más apetecible que seas.
Si alguien se roba ese horrible lienzo mi vida terminará.
Al darse cuenta que no iba a darse la vuelta pronto, Bella habló.
"¿Disculpe?"
De inmediato, sus penetrantes ojos se movieron rápidamente a una sección más despejada de la pared de espejos entre botellas de licor, de pie ordenadamente en filas sobre los estantes de cristal encima de la barra. Lo miró a los ojos pero tuvo que ver hacia otro lado. La intensidad con que la estaba mirando envió una sacudida por su cuerpo.
Basta. Es solo un tipo. Respira.
Bella trató de respirar normalmente mientras pasaba sus dedos a lo largo del barandal de latón que corría a lo largo de la barra. Su almuerzo a las carreras en realidad no le había caído bien, así que tal vez eso explicaba por qué su estómago estaba revuelto. Había esperado que para ese momento ya se hubiese dirigido a ella y volvió a mirar al espejo. El enojo arrugó su frente cuando vio que se había agachado nuevamente y estaba contando botellas de Stella Artois (1).
¿Qué dem—?
"Disculpe," dijo más fuerte.
Tomándose otro minuto para terminar de contar, él se levantó despacio y la miró en el espejo una vez más. Cuando sus ojos encontrar su mirada enfadada, una perezosa sonrisa engreída cruzó sus labios, haciendo que un lado de su boca se elevara un poco más que el otro.
Con un lindo trasero o no, no tengo tiempo para esto, mequetrefe.
Bella se sintió confundida.
Me vio.
Me escuchó.
¿Por qué demonios no me está sirviendo?
Anhelaba estar en casa y fuera de ese traje color carbón y zapatos de tacón a juego. A Bella no le gustaba particularmente el atuendo de negocios pero lo usaba para mantener su trabajo. Después de su día, todo lo que quería era sumergirse en un baño caliente con su libro. Antes de que pudiera expresar su queja por ignorarla, una voz mal articulada desde el extremo de la barra cerca de la rocola habló.
"LllabiooosDuuulllcess, puedo veeer el fondo de mi vaaasssoo. Eso suuupone no debe paaassarrr," el caballero rubio, vestido con un increíble traje de tres piezas, logró decir.
El barman de cabello oscuro respondió de inmediato. Agarró una botella de un líquido color ámbar del estante superior y dio de zancadas hacia el hombre ebrio.
¿Qué demonios?
Yo seguía.
¿Soy invisible?
"Mis disculpas, Carlisle. Me distraje momentáneamente." Al decir esto, sus ojos se movieron rápidamente hacia Bella, luego de vuelta a los tres dedos de licor que estaba sirviendo en el vaso del hombre.
"¿Me acompañas con una, Laduuullcess?"
"Creo que lo haré."
Se dio media vuelta para agarrar un vaso de chupito de la barra detrás de él, y lo llenó rápidamente de la misma botella. Bella lo observó perpleja cuando apoyó un brazo en la barra mientras levantaba su vaso para chocarlo con el de su compañero ebrio. Se veía completamente despreocupado por su mirada enfadada—una mirada que ella esperaba le estuviera haciendo un agujero en la sien.
"¿Eh?" Le dijo, descansando sus manos en sus caderas. "¿De verdad solo me vas a ignorar?" La paciencia de Bella se estaba acabando, y podía escuchar su propia molestia en su voz.
No te metas conmigo, amigo. Hoy no es el día.
Haciendo una pausa con el vaso casi en sus labios, él le echó un vistazo. Levantándole una ceja, hizo un gesto con su cabeza hacia la barra detrás de él, casi sin darle importancia, antes de que sus ojos encontraran otra vez los de Carlisle, y bebieran su veneno simultáneamente de un trago.
La boca de Bella se abrió.
¿En serio?
Demonios.
Mirando a la pared de cristal que claramente le había indicado, los ojos de Bella la recorrieron por una respuesta a esta surreal e irritante experiencia. Solo quería un par de miserables monedas de veinticinco centavos por el amor de Dios. Todavía confundida, Bella se volvió hacia el barman rubio que ahora portaba la más grande sonrisa de idiota. Bajo otras circunstancias, se hubiera mareado un poco si un tipo como él le mostraba sus blancos dientes, pero en este momento, estos dos la estaban sacando de quicio.
¿Es un concurso de quién encabrona más al cliente, y yo soy el primer premio?
Masajeando sus sienes, Bella trató de calmarse antes de mirar al rubio de modo suplicante.
Ser grosera nunca te llevará a ningún lado.
Se amable—aun cuando quiero apuñalar a uno—o dos—de estos bárbaros.
El tipo de cabello oscuro soltó una carcajada, y cuando Bella volvió a mirar al rubio, también se estaba riendo.
¡Hijos de puta!
"Lo siento, cariño," dijo el rubio arrastrando las palabras. "Pero estás rompiendo todas las reglas. Solo tenemos tres."
También levantó su cabeza hacia la pared del bar.
"¿Reglas?" Repitió.
Bella se sobresaltó un poco cuando la voz más tersa que jamás había escuchado habló suavemente a su lado. El señor Alto, Moreno e Irritante estaba inclinado por encima de la barra hacia su oído.
Retrocede, compañero.
"Sí, reglas," dijo bajito.
Lo miró molesta, dando un paso hacia atrás.
Oh, ¿ahora me hablas?
Qué amable… todavía voy a apuñalarte. ¡Y, deja de darme esa sonrisa engreída!
Ese tipo la estaba haciendo enojar, y no le agradaba eso. Bueno, tal vez si le agradaba un poco, pero el hecho de que le agradaba también la molestaba.
¡Concéntrate! No es lindo. Es irritante.
"¿Qué? ¿Nunca antes te topaste con reglas?" Le preguntó. Se alejó de ella y ahora estaba apoyando su cadera contra los refrigeradores del bar y limpiando un vaso.
"Bueno, por supuesto que sí," dijo a través de sus dientes apretados.
"Excelente. Entonces, debería ser fácil para ti." Hizo una pausa, dejando que sus ojos deambularan lentamente por lo que podía ver de ella por encima de la barra. "No tienes la apariencia del tipo que le gusta… romper las reglas." Esa sonrisa engreída estaba de vuelta, provocándola.
¡Cómo se ATREVE a echarme el ojo, señor!
No del tipo que rompe las reglas.
¡Vete a la mierda!
Está bien, es cierto que no rompo las reglas, ¿pero cómo se atreve a suponerlo? No uso esta ropa porque en realidad me guste.
¡No me conoces!
Bella no sabía quién demonios era este tipo, pero si la tienda de a un lado hubiera estado abierta, hubiese salido furiosa en seguida.
Que te jodan, a ti y a tus petulantes reglas.
Bella miró hacia la puerta y al resplandor del neón destellante a través de la ventana. Incluso su estúpido letrero parecía mostrarle el dedo medio. Simplemente estaba demasiado lejos como para caminar con esa ridícula pintura, y estaba cansada por las interminables demandas de su exigente jefe.
"Bien. ¿Cuáles son las p…" Se mordió la lengua, conteniendo la palabrota que quería darle. Respirando de nuevo, lo intentó una vez más. "¿Cuáles son las reglas?" Preguntó, tratando de obligar a sus labios a sonreír.
El bastardo engreído cruzó los brazos por encima de su pecho. Eso atrajo la mirada de Bella a sus bíceps, los que parecían sobresalir. Sus bronceados brazos eran delgados pero definidos. Podía ver el atisbo de una vena subiendo por el dorso de su mano y torcerse al subir por su antebrazo.
Wow… ¡mmm!
Por alguna extraña razón, Bella quería delinear su camino con la punta de sus dedos o tal vez su lengua.
Mmm… lamerlo.
¿Qué demonios?
Deja de hacer eso, él es irritante como la mierda.
Centrándose de nuevo en su rostro que ya no podía negar que era magnífico—aun cuando deseaba desesperadamente hacerlo—esperó.
"Regla Número Uno: Deja tus problemas en la puerta."
"¿Qué…" Empezó a decir con voz chillona, pero la detuvo un dedo largo levantado. Frunció el ceño por su audacia de silenciarla de esa forma.
Dando dos pasos hacia el rubio, que estaba observando su intercambio como si fuera el Campeonato Abierto de Tenis de los Estados Unidos, señaló a la placa de latón en un hueco encima de la caja registradora.
"Regla Número Dos: Siempre—siempre dirígete al personal por su nombre."
Regresó con ella y se irguió en toda su altura frente a ella con sus brazos abiertos a los costados, sus manos descansando en la orilla de la madera pulida.
"Y, Regla Número Tres: Solo ser."
"¿Solo ser?" Repitió con incredulidad.
"Sí, solo ser."
"¿Ser qué?"
"Tú misma." Su respuesta fue tan indiferente que la molestó de nuevo.
"¿Yo misma? Esa es una regla estúpida."
"¿Por qué?"
"Bueno, eso es fácil. No debería ser una regla."
"¿Lo es?" Todo el tiempo sus ojos nunca dejaron los de ella, y estaba encontrando increíblemente difícil mantener el contacto visual.
"Sí," le dijo desafiante.
¡Dios, eres tan irritante… y precioso… pero más que nada irritante!
"No te creo. No creo que ahora estés siendo todo lo que quieres ser," la desafió.
"¿Cómo si tú lo supieras?" Le dijo con brusquedad. Bella nunca era grosera. De hecho, por lo general se describiría a sí misma como dolorosamente educada hasta el punto de ser insulsa. Este hombre frente a ella, sin embargo, la estaba haciendo perder el control.
"De hecho, generalmente lo sé." Sonrió de nuevo de forma engreída.
Esa sonrisa no va a conseguir que se meta en mis pantalones, señor. Piérdete.
"Bueno, estás equivocado porque estoy siendo yo." Ahora lo miró furiosa.
"No, no es así," la contradijo. "Estás encabronada, y quieres decirme que me vaya a la mierda." Su sonrisa engreída se convirtió en simplemente una sonrisa cuando dijo la última parte.
Los ojos de Bella se abrieron solo un poco. Podía sentir el calor de su cuerpo por la vergüenza. Sí quería decirle eso. También quería quitarle de una bofetada esa sonrisa de su linda cara, y luego tal vez, solo tal vez, volvérsela a poner con un beso.
¡Tú NO quieres besar su arrogante trasero!
De pronto, él soltó una corta carcajada antes de contenerse una vez más. De pie allí, sonriéndole a ella de oreja a oreja, le dijo, "Oh, estoy ansioso porque solo seas tú. Esto será divertido."
Su risa y lo a gusto que se veía consigo mismo hacían sentir a Bella incómoda y cohibida, sin mencionar aún más molesta.
¿Cómo puedo ser yo?
Oh Dios mío, tiene la maldita razón… es difícil.
No puede ser simplemente yo. No puedo acercarme y besar a esta exasperante criatura. ¿O sí?
"Así que, antes de que quieras llegar más lejos, tienes que decirme que me vaya a la mierda," le dijo, completamente serio.
"No," replicó horrorizada. "Eso sería grosero." Bella desvió la mirada. No podía hacer esto. Por más que la estuviese haciendo enojar, no podía ser grosera con un perfecto extraño. O solo besarlo, de hecho, independientemente de si era lo que quería hacer o no.
No vas a besarlo.
Pero, míralo…
Él esperó que los ojos de ella regresaran a los suyos antes de levantarle las cejas y encogerse de hombros. "Bueno, si eso es lo que quieres ser… si quieres ser grosera… entonces hazlo."
"No, no puedo."
Maldita sea, si no quiero hacerlo, tú, bastardo.
"¿Quién dice que no puedes? Te estoy diciendo que lo hagas, y aquí…" Hizo un gesto con su mano hacia las cuatro paredes. "… se obedecen mis reglas."
Bella iba a hablar pero se dio cuenta que solo haría que él ganara el argumento. Sus pensamientos proyectaron su vida, su trabajo, sus amigos, la biblioteca, cuando asistía a la universidad. Entonces pensó en sus padres y cómo la habían reprendido durante toda su vida cuando dejaba que sus emociones controlaran su comportamiento al crecer. Demonios, su padre todavía lo hacía cuando actuaba de otra forma que no fuera propia y educada en público.
Él sonrió. "Déjame adivinar… 'la sociedad' espera que seas educada y buena. ¿Es eso lo que ibas a decir?"
¿Está leyendo mi mente? Mierda.
"No," mintió. "Iba a decir que…"
"¿Tus padres?" Terminó por ella.
Vete a.
La mierda.
Bella le entrecerró los ojos, pero él continuó, sin ser disuadido. A ella no le gustaba sentirse fuera de control.
"Bueno, aquí, tus padres no hacen las reglas. Yo lo hago. Así que, solo se tú. Se alguien que se ahoga en alcohol para olvidar," dijo, señalando al hombre sujetándose del extremo de la barra. "Se una mujer cuando evidentemente tienes una polla," dijo, señalando detrás de ella.
Atónita por su declaración, Bella siguió su dedo y miró por encima de su hombro. En la primera cabina acolchonada contra la pared más lejana, estaba sentado un tipo grande Nativo Americano. En circunstancias normales, probablemente era bien parecido, pero allí sentado vestido como en los noventa en el mejor vestido de domingo de su madre, hacía que se viera incómodo en el mejor de los casos. Su intento de aplicarse maquillaje era llamativo y torpe. Bella tuvo que hacer una nota mental para contener su grito ahogado de horror. Se contuvo y verdaderamente miró al joven. A pesar de su apariencia Dame Edna-esco (2), se veía feliz y le dio una sonrisa y agitó su mano.
El barman señaló hacia una mujer a dos cabinas más tecleando rápidamente en una laptop con un cóctel rosado a su alcance. "O se la inspirada y creativa autora. Allá afuera, es una madre de seis chicos, encadenada al fregadero o a una minivan. Sin ningún momento para ella."
Bella podía ver la pasión saliendo a oleadas de la mujer. Su lengua sujetada entre sus dientes mientras tecleaba furiosamente, sonriendo de vez en cuando para sí misma, antes de tomar un sorbo de su bebida.
Su voz se escuchó ahora justo a un lado de su oído, ya que se debía haber inclinado sobre la barra para acercarse a ella de nuevo. No estaba segura si quería darse la vuelta y encararlo o no. "O se la chica que besa al barman que apenas conoce."
Bella jadeó y saltó hacia atrás para alejarse de él. Estaba asustada de que en realidad pudiera hacer lo que él sugirió si se quedaba cerca de él. Olía bien, demasiado bien, y la hizo sentir pánico.
¿Cómo demonios sabes que quiero besarte? O tocarte o siquiera… ¡BASTA!
Tragando con fuerza, trató de pensar en algo que decir. Era una mentirosa terrible la mayoría de las veces y él la había puesto muy nerviosa como para que siquiera soñara decir una ahora y salirse con la suya.
"Para tu información, no todo es sobre sexo," le dijo, mirando a nada en particular.
Los ojos de él se iluminaron al escuchar sus palabras. "¿En serio?" Esa sonrisa engreída estaba de vuelta en toda su gloria.
"Sí, en serio," dijo con brusquedad.
"Entonces, ¿vas a decirme que no has pensando en nada sexual en lo absoluto desde que entraste aquí hace diez minutos?" La sonrisa engreída había desaparecido y era remplazada por una mirada intensa.
¡Que me jodan!
La estaba desafiando a admitir lo que había pasado por su mente. Calculó mentalmente cuántos pensamientos sexuales había tenido sobre él.
Sí, creo que eres sexy.
Sí, pensé en besarte.
Está bien, también en lamerte.
Además de tocarte y cómo luce tu trasero.
Muy bien, quizás quiero saber cómo te sentirías pegado a mí, besándome y explorando mis curvas.
¡MIERDA! ¡Detente! No se supone que pienses en sexo, ¿recuerdas?
Los ojos de él se oscurecieron, y ella vio su manzana de adán subir y bajar cuando tragó con fuerza.
"No, no lo he hecho," mintió, sintiendo el calor inundar su rostro.
"Bien."
En seguida, le dio la espalda y se agachó para empezar a contar las botellas de alcohol efervescente de colores brillantes en el refrigerador de a un lado.
Bella agarró con fuerza el barandal. Su frustración por su irritante actitud estaba empezando a asumir un borde sexual. Su mente pasó rápidamente a la última vez que su orgasmo había sido por algo que quería, por ser ella misma sexualmente. Por supuesto, el último par de veces había sido para ella porque ella misma se los dio, pero no podía recordar haber ido alguna vez tras un hombre porque ella quería. Esos pensamientos tiñeron su humor con un dejo de tristeza y arrepentimiento. Siempre parecía estar complaciendo a alguien más en cada aspecto de su vida.
Joder, él tiene razón. No sé cómo ser yo misma.
"Mira," le dijo con voz baja, la derrota evidente en su voz. "Solo necesito un par de monedas de veinticinco centavos."
Vio sus hombros bajar con un suspiro al mismo tiempo que sacudía lentamente su cabeza. "Y yo que pensé que serías una rápida aprendiz," le dijo, de cara al espejo.
La miró por encima de su hombro y le levantó una ceja.
Bella estaba perdida. Hablar con este tipo era como subirse a una montaña rusa emocional.
¿Quién diría que conseguir veinticinco centavos sería tan difícil?
O semejante jodida mental.
"Regla Número Dos—esa es fácil al menos," me indicó. Ella vio un delgado dedo subir por encima de su hombro y golpear las letras brillantes en su espalda.
"¿En serio esperas que te llame así?"
Leyendo las letras hizo que de pronto Bella pensara otra vez en besarlo.
Volviéndose lentamente, con esa sonrisa engreída en su lugar, respondió, "Sip."
"¿Tu nombre es Labios Dulces?" Al decirlo, no pudo contener la pequeña sonrisa que cruzó sus labios. La idea de que esta hermosa, sexy e exasperante criatura respondiera a Labios Dulces la divertía enormemente. Él le sonrió en respuesta.
"¿No me crees?"
"No, no te creo," lo desafió. La melancolía de antes estaba desapareciendo.
En un instante, él había cruzado el espacio entre ellos, inclinándose nuevamente por encima de la barra, a solo centímetros de su rostro.
"Bueno, ¿por qué no los pruebas para ver si es cierto?" Su rosada lengua salió y humedeció lentamente su labio inferior.
Santo cielo.
Creo que mis bragas se acaban de desintegrar.
La mente de Bella en seguida se imaginó deleitándose de sus magníficos, húmedos y regordetes labios con un poco de barba haciendo cosquillas a su rostro, luego su cuello y la parte superior de sus senos, a medida que se abría camino hacia su parte baja.
¡MIERDA! Estás pensando de nuevo en tener sexo con él.
Para de una vez… lo que me gustaría que se parara.
¡BASTA! ¿Qué pasa contigo?
Bella trató de centrarse en la barra frente a ella, pero era obvio que sus palabras la habían afectado. Mientras luchaba por controlarse, una vez más estaba molesta por el poder que este extrañó tenía sobre ella.
"¿Das por sentado que toda mujer que entra aquí quiere besar tu trasero?" Le dijo con brusquedad, molesta porque sucedía que tenía razón.
Él se rio nuevamente, y ella se sorprendió conteniendo otra sonrisa cuando vio su boca, porque quería seguir enojada.
"En realidad no creí que quisieras besar mi trasero. Es lindo, lo sé." Le guiñó un ojo. "Pero, si es lo que te gusta, estoy feliz de complacerte." Sacó su cadera y jugando se dio una nalgada en el trasero.
Me está matando.
¡Sip, voy a morir todo por dos putas monedas de veinticinco centavos!
¿Cómo demonios sabe que creo que es lindo?
¿Me pregunto si me dejaría darle una nalgada?
¡BASTA!
Él la observó con atención. Sus ojos examinando su alma. Bella se preguntó si realmente estaba leyendo su mente, pero eso era imposible. Tal vez solo era así de bueno leyendo a la gente. Dado el escrutinio con que la miraba, no le sorprendería si no sabía ya su talla de sujetador.
"Muy bien, para responder tu pregunta con seriedad, no, no solo lo doy por sentado. Y, por cierto, esa es la última pregunta que respondo hasta que sigas las reglas."
Bella pensó en vender el rojo pedazo de basura estacionado afuera que la había puesto en este predicamento. Si tuviera un coche adecuado, fiable y que ahorre combustible, no estaría aquí ahora soportando esta tortura.
Él volvió a contar las bebidas en el siguiente refrigerador. Solo la idea de llamarlo Labios Dulces la hacía sonreír de nuevo. Se preguntó por qué algo tan tonto e inocente era en realidad tan poderoso como para levantarle el ánimo aun cuando quería resistirse. Se preguntó cómo sería esté lugar completamente lleno en un viernes por la noche.
¿Todo el mundo estaría sonriendo al ordenar sus bebidas solo por la regla dos?
"Disculpa, Labios Dulces…"
Él se dio la vuelta al instante para verla otra vez. "Sí, Muñeca."
"¿Muñeca?" Puso los ojos en blanco, pero su sonrisa seguía en su lugar.
Se encogió de hombros. "Bueno, ya que estás usando mi nombre, tengo que llamarte de alguna manera. De otra forma, sería grosero de mi parte." Ahí estaba esa sonrisa engreída de nuevo.
Tú, jodido bastardo descarado. Juguemos, ¿quieres?
"Si crees que voy a decirte mi nombre, estás equivocado."
Bella estaba de verdad empezando a disfrutar esto. Él seguía siendo terriblemente irritante, pero su picardía era contagiosa. La exasperaba y la hacía perder el control como nadie más lo hacía, pero también la hacía sonreír y sentir extrañamente liberada.
"Como tú gustes. Me gusta Muñeca, así que no me importa."
Bella trató de ocultar su diversión porque sabía que eso solo lo alentaría más.
"Labios de Azúcar, necesito un par de monedas de veinticinco para el teléfono."
Labios Dulces se volvió a acercar a ella y se estaba inclinando en la barra otra vez.
"Wow, ni siquiera sé tu nombre; primero es sexo y ahora me estás pidiendo dinero." Se le quedó mirando otro momento.
Ella no retrocedió sino que mantuvo contacto visual, aun cuando casi la mataba el hacerlo, resistió el impulso de pensar de nuevo en sexo con él.
Dios, es precioso.
"Entonces, ¿qué recibo yo por mis monedas de veinticinco?" Preguntó, lamiéndose deliberadamente los labios.
¡Que te jodan!
NO vas a besarlo por una moneda de veinticinco.
No. No. ¡NO!
Los ojos de Bella estaban fijos en su boca. Trató de contener el escalofrío que recorrió su espalda por la emoción. Sería tan fácil inclinarse un poco hacia el frente y dejar que sus labios tocaran los de él. Suavemente. Probando. Provocando.
¿De verdad sabe dulce?
Deseaba desesperadamente averiguarlo, pero entonces él ganaría esta batalla de lo que demonios fuera esto.
Entrecerrándole sus ojos, ella le habló en voz baja. "Nada."
"Bueno, no voy a darte ninguna moneda."
"Bien." Mirando más allá en la barra, encontró al barman rubio todavía atento a su intercambio. Había terminado de lustrar los vasos y sacó un banco solo para sentarse y observar como interactuaban.
"¿Podrías por favor darte la vuelta?" Bella le pidió.
"Lo que sea por una linda dama," le respondió.
Bella vio cuando se puso de pie y se volvió hacia la pared de espejo del bar, revelando la palabra PASTELITO en su espalda. Incapaz de contenerse, Bella echó su cabeza hacia atrás y rompió en carcajadas.
"Oh, vamos." Miró a los dos hombres sonrientes. "¿Labios Dulces y Pastelito?"
El rubio—bueno, Pastelito—ahora se acercó a ella.
"Querida, ¿te estás riendo de mi nombre?" Le preguntó con una expresión seria. "No olvides la Regla Número Tres. Sucede que quiero que me llamen Pastelito, me gusta."
Bella mordió su labio en un intento de detener su risa. De los dos, él parecía dulce, y no quería ofenderlo de ninguna forma. Antes de que tuviera la oportunidad de pedirle a Pastelito unas monedas, tres chicas se acercaron a la barra. Estaba riendo y felices y obviamente habían estado aquí antes.
"Hola, Pastelito," dijeron al unísono.
"Damas, ya hace tiempo que no las veía," les respondió, sonriéndoles de oreja a oreja. "¿Va a ser lo de siempre, o se animan a probar una de mis nuevas creaciones?"
Todas las chicas le hablaron efusivamente y comenzaron a ordenar cócteles frutales que Bella nunca antes había escuchado. Viendo sacar varias botellas de alcohol de la barra, se dio cuenta que se iba a llevar su tiempo, y eso la dejaba sin ninguna opción más que regresar con Labios Dulces por sus monedas.
Cuando se volvió de nuevo hacia él, lo encontró observándola con atención.
¿Qué daría por un par de monedas de veinticinco?
Mmmm…
"Entonces, Labios Dulces, en qué quedamos con esas monedas, ¿eh?" Le sonrió, está vez fue genuina.
"¿Problemas de coche?" Él preguntó.
"¿Cómo demonios sabes eso?" Bella empezó a preocuparse por este tipo.
"Estás estacionada afuera, ¿cierto?"
"Sí."
Se encogió de hombros como si fuera toda la explicación que se necesitaba. Se miraron el uno al otro por otro minuto o dos antes de que él rompiera el silencio.
"¿Qué recibo a cambio?"
"¿Qué quieres?" Ella preguntó, resignada finalmente al hecho de que iba a tener que seguir sus reglas del juego.
"Quiero que sigas las reglas."
"No puedo. Es muy difícil," admitió, aunque la incomodaba el hacerlo.
Él le sonrió con sinceridad esta vez, sin un atisbo de arrogancia bajo la superficie. Incluso se veía más guapo cuando su rostro no tenía pintada esa sonrisa engreída.
"Ah, por fin estás siendo honesta. Ese es un comienzo. Gracias." Se apoyó sobre la barra con sus brazos cruzados, colocándolo a la altura de ella. Podía mirarlo directamente a los ojos.
"Entonces, te ofrezco un trato. Te presto las monedas. Tienes que devolvérmelas aquí mañana por la noche después del trabajo, pero antes de que lo haga, quiero que pienses en lo que deseas. ¿Qué te gustaría en este momento para que te sientas feliz y liberada? Tal vez sea algo que puedo darte—tal vez no—pero quiero que lo pienses. ¿Trato?"
Bella tenía que aceptar que este trato era mucho más fácil de lo que había estado esperando. Pensó que de seguro tendría que besarlo ya que estaba tan convencido que ella lo quería. Al escuchar sus palabras, sintió alivio y quiso intentar lo que le había sugerido.
"Trato. Te devolveré las monedas mañana por la noche."
"Bien. Cierra los ojos." Su voz tersa y el entorno inusual del lugar le facilito el hacerlo. Bella cerró sus ojos y se sujetó del barandal de latón para equilibrarse.
"Ahora, piensa en la única cosa que te haría sentir viva y liberada en este momento. Cualquier cosa que desees, si todo fuera posible."
Ante la mención de la palabra desear, los pensamientos sexuales de Bella surgieron de nuevo. Amaba su voz. Era suave a sus oídos, y se preguntaba si también podría cantar. Silenciando su mente, pensó en lo que quería en ese momento.
¿Qué terminaría un día en el infierno de buena manera?
¿Qué es lo que quiero?
Oh Dios, sí, un orgasmo.
Pero cómo…
Oh, de él. Sí, de este irritante y sexy extraño. Puede darme uno y las monedas.
Pero dónde…
En alguna parte dónde nunca lo haría. ¿Dónde? Solo se tú… solo siente…
Oh, sí, aquí… sobre la barra… en público… con su lengua.
Los ojos de Bella se abrieron de golpe cuando la imagen de ella sentada en la barra, con la falda arriba, sus rodillas abiertas con los talones enganchados en el barandal para detenerse, mientras él enterraba su cabeza entre sus piernas, la dejó en shock.
Labios Dulces no estaba frente a ella. Estaba de pie frente a la caja registradora abierta, sus dedos pellizcando el puente de su nariz con fuerza. Abrió lentamente los ojos y la miró. Cuando sus ojos se encontraron, Bella sintió como si le hubiese caído un rayo. De repente se sintió culpable por verlo así en su mente. No era correcto. Ella odiaba cuando los hombres la trataban como un objeto sexual, y sin embargo, ella estaba haciendo exactamente lo mismo. Quería disculparse, pero no encontraba su voz.
Él se acercó y colocó dos monedas de veinticinco centavos sobre la barra frente a ella. Habló con voz ronca, "Hay un teléfono de monedas en el pasillo afuera de los baños." Señaló hacia la puerta que había visto antes pero no la miró. Algo no estaba bien. Algo había cambiado desde que Bella hizo lo que le pidió. Con la necesidad de escapar, Bella voló hacia la seguridad del silencioso pasillo.
¿Qué pasa conmigo?
¿Por qué pensé eso?
Por supuesto que no me gustaría nada más, pero simplemente no es correcto.
¡Debería pedirle disculpas, pero él va a preguntar que por qué!
Al hacer su llamada, arregló que viniera una grúa. Afortunadamente tenía una tarjeta de crédito de emergencia en su casa para ocasiones como esta. Regresando de nuevo al bar, se sentía como una prisionera caminando hacia la horca. Cuando salió del pasillo, Labios Dulces estaba parado junto a la barra donde ella estaba antes. Estaba limpiando la superficie de madera pulida, pero sus movimientos eran rígidos y tensos.
Bella se detuvo a unos metros de distancia y lo vio sacar la pequeña toalla de mano que estaba metida en su bolsillo trasero y la extendió sobre la barra. Notando su presencia, le tendió su mano a ella.
"Ven aquí," le pidió.
Bella notó que su voz estaba todavía ronca y un poco temblorosa. Era casi como si estuviese teniendo los mismos problemas formando las palabras como ella. Colocando su mano vacilante en la suya, ella se sorprendió por el deseo de entrelazar sus dedos con los de él.
"¿Qué estás haciendo?" Preguntó.
Él la miró por un momento antes de hablar.
"No pensé que quisieras ensuciar tu falda."
¿Qué?
No… no es posible.
"¿A qué te refieres?" El miedo subió por su espalda.
"Bueno, si quieres sentarte en la barra mientras hago esto, creo que tu falda se va a ensuciar," le explicó.
Bella jadeó y trató de apartar su mano. Él se aferró a sus dedos y no la soltó.
"¿De qué estás hablando?" Susurró, segura de no querer saber la respuesta, porque simplemente no era posible.
"Podemos esperar hasta que los otros se vayan, pero dudo que en realidad les importe. Sé que tienes prisa."
"¿De qué—estás—hablando?" Preguntó, ahora absolutamente petrificada.
Mordiendo su labio, él la miró por debajo de sus pestañas.
"De darte tu orgasmo."
¡JODIDA!
¡MIERDA!
(1) La Stella Artois es una cerveza lager elaborada inicialmente en Lovaina, Bélgica en el año de 1366 por el famoso Franco Aglieri, quien era uno de los más importantes elaboradores de cerveza en esos momentos. Una cerveza para consumirla en Navidad, de ahí el nombre de Stella, en latín "estrella", por la estrella de Belén.
(2) Dame Edna Everage es un personaje creado e interpretado por el comediante australiano Barry Humphries , famoso por su cabello de color lila "Tonalidad glicinia" y gafas de ojos de gato, su flor favorita, el gladiolo y su saludo ruidosa: "Hola, zarigüeyas!"
Pues aquí tienen la nueva traducción chicas, espero que hayan disfrutado de este primer capítulo y me hagan saber que les pareció. La historia tiene de todo, drama, humor y poco de acción. Espero que esta también se convierta en una de sus historias preferidas. Estaré esperando ansiosa su respuesta, recuerden que sus reviews son los que me mantienen presente con ustedes, consiguiendo nuevas historias y tratando de ser constante con las actualizaciones. Un gracias no cuesta nada :)