Hola. ¿Como están?
Espero que se encuentren bien, sobre todo a las personas que son de México. Espero que todos se encuentren bien.
¿Recordaban que tenia este fic? Voy a tratar de terminarlo. No sé si pueda, pero de preferencia esta semana.
Em... Gracias a las personas que estaban leyendo esto.
Espero que les guste
Tercera parte.
Tus ojos azules se vieron reflejados en la vitrina de la vieja librería del pueblo, justo antes de que enfocaras la vista en un libro en especifico que había llamado tu atención desde que estacionaste la camioneta casi una hora atrás.
Estabas tan enfocado e intrigado en lo que sea que contenía el libro que no habías escuchado al viejo hombre que trataba de llamar tu atención.
—Nakamura-kun… Nakamura… —El hombre se cruzó de brazos, un poco disgustado por la falta de atención de tu parte. —¡Nakamura Karamatsu-Kun!
—¿Eh? —Escuchar de pronto tu nombre te hizo dar un pequeño salto por la sorpresa, dejaste de curiosear en la vitrina de la librería y cruzaste a toda prisa al otro lado de la calle, desde donde el hombre te llamaba. —Lo siento señor, ¿me llamaba?
Le entregaste una sonrisa y una pequeña reverencia de disculpa, el hombre bufó poniendo las manos sobre su cadera.
—Llevo tratando de llamar tu atención desde hace un rato. ¡Eres un despistado, chico! —comentó en ese tono de regaño que usaban todos los clientes del señor Nakamura. Pediste disculpas una vez más mientras el hombre seguía su discurso. —…hasta parecería que no eres un Nakamura, él siempre es tan atento a todo.
—Lo siento…pero, si no es mucha molestia. ¿Puede llamarme por mi nombre? Prometo que le atenderé de inmediato si me llama "Karamatsu". —Pediste, había pasado un tiempo pero aún no te acostumbrabas del todo a tu nuevo apellido, aún cuando el señor Nakamura te trataba muy bien no podías aceptar del todo que ahora eras su hijo; más que nada porque aún dolía un poco el haber sido dejado de lado por tu verdadera familia.
—Bien, Karamatsu-kun. Dile a tu padre que todo está en orden con el encargo, que ahora mismo lo depositaré lo acordado a su cuenta.
—Está bien.
—Y hablando de él. ¿Cómo se encuentra? Es que me resultó extraño que no fuese él quién trajera el pedido de hoy.
—Bueno, él tiene un poco de fiebre y lo he obligado a descansar. Fue algo bastante difícil considerando que es demasiado obstinado. —Recordaste con algo de ternura como temprano por la mañana el señor Nakamura insistía en que podía hacerse cargo solo y como Ichimatsu, ahora un poco más vence que un perro mediano se le había subido sobre las piernas evitando que se pudiera levantar del sillón donde lo habías ayudado a sentarse.
—Vamos, yo me encargaré de todo hoy. Sólo tiene que quedarse aquí y descansar hasta que la fiebre desaparezca. —Recordabas haberle dicho.
—¡No tengo tiempo para eso! —Hizo el intento por levantarse, pero Ichimatsu se removió un poco, casi cayendo del sillón, pero siendo detenido a tiempo por Nakamura.
—Mire, Ichimatsu quiere quedarse con usted. Y si se va ahora el se pondrá muy triste y posiblemente llorara hasta su regreso. —Dijiste sin titubeos, el hombre entrecerró la mirada sobre ti, en modo de reprimenda.
—No uses a Ichimatsu contra mí. —Gruñó, porque sabías que sí nombrabas a Ichimatsu era prácticamente una batalla ganada. Era increíble el cariño que el señor Nakamura le había tomado al geruge desde que te dejara conservarlo. Y era aún más increíble que Ichimatsu también se hubiera acostumbrado a él, incluso aprendiendo el horario al que usualmente regresaba y no era raro ver al pequeño esperando en la puerta a que el señor Nakamura regresara.
Pues bien, con la ayuda de Ichimatsu lograste mantener a tu padre adoptivo en casa y ahora era tiempo de regresar. Te despediste del hombre al que le llevaste el pedido y él te dio un poco de sopa para los dos.
—Chico…Cuida bien a tu padre, él es un buen hombre.
—Lo sé, lo haré.
Dicho esto entraste a la camioneta y fuiste de regreso a casa.
A penas entraste a casa Ichimatsu se abrazó a tu pierna, no pudiste evitar sonreír ya que se veía tan tierno y esponjoso que te daban ganas de comerlo a besos.
—Regrese, Ichimatsu. —Susurraste inclinándote para acariciar su cabeza. Con el contacto el pequeño geruge emitió algo parecido a un ronroneo de felicidad.
Estabas concentrado en Ichi cuando un rápido movimiento peludo y rojo te salto al pecho casi haciéndote perder el equilibrio.
—Hola también, Osomatsu. —Saludaste al escurridizo zorro, tenías que volver a poner ese collar de cascabel para que dejara de asustarte de esa manera. Aunque habías logrado domesticarlo aún era un poco extraño de tratar, corriendo sigiloso por toda la granja y la casa.
Caminaste hasta la sala susurrando un "disculpe las molestias" mientras caminabas despacio, tratando de no despertar al señor Nakamura, pero el se encontraba despierto.
—Bienvenido a casa.
—Hola…—susurraste encogiendo los hombros ante el ceño fruncido del hombre.
—¿Cuándo será el día en el que digas "estoy en casa" como las personas normales? —Preguntó antes de bufar. —Además, ya te dije que dejes de estar de puntitas en la casa. Como si este lugar no fuese tu hogar.
—Lo siento. —Te disculpaste agachando un poco la cabeza, pero el señor Nakamura te veía como si esperara algo de ti. —Mm… Estoy en casa.
—Bienvenido a casa, Karamatsu. —Respondió con una cálida sonrisa, eso te hizo dibujar una sonrisa también. Porque se sentía bien que alguien te hiciera sentir bienvenido.
—¿Se portó bien Ichimatsu? —Preguntaste desde la cocina, habías decidido calentar la sopa para la cena.
—Se porto de maravilla, sabes que Ichimatsu es un amor. Pero escucha esto, tengo un ejército de cobijas aquí ¿y sabes por qué? —Negaste ligeramente mientras le acercabas un plato de sopa caliente al sillón donde estaba acomodado. Como había dicho alrededor había quizás todas las mantas y cobijas que había en la casa.
—No lo sé. ¿Qué paso?
—Me queje por un segundo de que tenía frio y desde entonces Ichimatsu trajo todas estas frazadas. Desde que puede subir las escaleras por su cuenta ya no sé en qué parte de la casa esta.
—¡Lo siento mucho! Limpiare el desastre que hizo.
—No te preocupes, él es adorable. —Suspiraste aliviado de que el señor Nakamura no estuviera molesto. También encontrabas adorable el comportamiento de Ichi, te demostraba que los geruges eran de hecho más listos de lo que las personas creían.
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Después de cenar junto a Nakamura y hablar un poco sobre lo que había pasado en el día decidiste ir a ver el desorden que Ichimatsu había hecho al tomar todas las frazadas de la casa. Había sacado incluso algunas del closet abierto del señor Nakamura y cuando entraste en su habitación te encontraste con algunas cosas tiradas por el suelo.
Ichi había ido detrás de ti tratando de ayudarte a limpiar. Si es que se le puede considerar de esa forma al empujar todo hacía debajo de la cama. Fue hasta que lo viste babear sobre algo que le pusiste atención a lo que estaba haciendo, amontonando algo que parecía ser unas cartas viejas.
Aunque sabias que estaba mal leer algo que no era tuyo, pero tenías mucha curiosidad… quizás ibas a echar solo un vistazo.
Tomaste uno de los viejos sobres y desdoblaste la carta gastada que se encontraba adentro, la caligrafía era hermosa y delicada. Tenía fecha de hace más de 20 años.
"Ciao gattina~
¿Cómo has estado il mio amore?
Ruego a dios porque te encuentres bien, yo estoy muerto de ganas de verte.
Me dispararon, pero estoy bien~ Tu futuro esposo es fuerte ¿sabías?
Hay tantas cosas que quiero decirte, pero siempre cuando escribo no puedo ponerlas todas en papel. Porque pensar en todo lo que quiero hacer contigo solo me hace darme cuenta de que estas tan lejos de mí y que no importa cuanto lo intente no puedo tener el privilegio de estar contigo.
No ahora. Pero quizás sí en un futuro.
¿Lo imaginas gattina?
Un futuro donde tu y yo estemos juntos por siempre.
Yo puedo visualizarlo, puedo verme contigo 10 -20 o quizás 30 años en el futuro, siendo unos hombres mayores calientes y sensuales. Siendo esposos, con hijos adoptivos que están a punto de hacernos abuelos.
Viviendo juntos en una enorme propiedad con conejos, un viñedo y cosas aburridas que no sean peligrosas.
Cuando regrese a Japón iré por ti y esta vez no aceptare un "no". Te llevare conmigo así tenga que ser contra tu voluntad. Estas advertido.
il mio cuore è tuo per sempre
Dante E. Caruso."
No entendías muy bien por qué esa carta te hacía sentir mal, quizás porque la habías leído sin el permiso de Nakamura. O tal vez también porque la carta tenía borrones en algunos lugares, como si la persona que la leía estuviera llorando.
—¿Qué estás haciendo? —La voz de Nakamura les hizo dar un salto, Ichi se escondió detrás de ti como si temiera ser regañado y tu no podías ocultarte en ninguna parte porque él ya te había visto, además de ver lo que estabas sosteniendo.
—L-lo siento. Yo, tenía curiosidad y…
—Había olvidado donde puse eso… —Interrumpió el hombre, una expresión de melancolía dibujándose en su rostro. —Pensé que las había perdido para siempre.
Levantaste del suelo todos y cada uno de los sobres y los pusiste en las manos temblorosas de Nakamura quien las abrazo contra su pecho como si se tratasen de su más grande tesoro y quizás así era.
Le acompañaste de nuevo a la sala, frente a la chimenea ya que él te lo pidió. Ichimatsu se recostó ligeramente contra la pierna de Nakamura una vez que este se sentó sobre un montón de mantas que estaban en el suelo, dejando las cartas dispersas a su lado.
Le miraste atento mientras desdoblaba algunas cartas, a veces riendo a veces frunciendo el ceño. Parecía una persona diferente cuando sonreía de esa manera tan genuina.
Después de unos minutos extendió una vieja foto hacia ti, la tomaste con cuidado antes de observar a dos hombres, uno entero de blanco y otro con un traje negro y expresión cansada. La mano izquierda del hombre de blanco tenia los dedos entrelazados con la mano derecha del hombre de negro, a pesar de lo vieja de la foto podías ver unos anillos iguales en los dedos anulares de ambos.
Los dos sonreían, el del traje blanco estaba ligeramente inclinado hacia el otro hombre, juntando sus mejillas.
Quizás había cambiado con los años, pero pudiste reconocerlo por sus ojos azules, ahora cansados y sin ese brillo en ellos. El hombre de negro era el señor Nakamura.
Antes de que preguntaras nada en lo absoluto el hombre hablo.
—Su nombre era Dante Caruso… Estoy seguro de que tenía más nombres, pero no soy capaz de recordarlos. ¿Alguna vez has sentido que fuiste creado solo para conocer a alguien?
—Creo que entiendo un poco el sentimiento… pero no sé si es igual. —lo sentías con respecto a Ichi, pero tal vez sería extraño decirlo.
—Bueno, yo sentía algo así, multiplicado por un millón cuando se trataba de él. Lo amaba tanto…Incluso ahora.
—¿Qué fue lo que paso?
—Yo fui un cobarde… —Susurró acariciando la cabeza de Ichi, quien le miraba atento desde abajo mientras hablaba. —A pesar de que nos amábamos yo estaba muy asustado de lo que podían decir los demás. Y cuando él me pidió que me escapara con él yo lo rechace. Y me arrepiento cada día de mi vida. —Unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos mientras mantenía la mirada en Ichi, sin verlo realmente. Perdido en sus recuerdos. —De haber sabido que no iba a existir una segunda vez, le hubiera dicho sí desde el principio.
—Lo siento…
—Te daré un consejo, niño. Cuando se trate de alguien a quien ames, sigue siempre a tu corazón. No importa que tan asustado estés, no importa nada más que tus sentimientos de amor. Y si al final no funciona, al menos tendrás el consuelo de que pusiste todo de tu parte.
—Yo… no sé si alguna vez pasare por eso. Yo soy un hijo no deseado ¿sabe?... Si mis padres no me quisieron. ¿Cómo lo haría otra persona? —Trataste de sonar neutral, pero tu voz te había traicionado quebrándose al final.
—Aunque yo no sea tu padre real, te aprecio mucho. Estoy seguro de que Don estaría de acuerdo conmigo, tu eres perfecto para ser nuestro hijo. Él te hubiese adorado, así como yo lo hago. Hubiésemos sido una buena familia para ti.
Y lo decía con una calidez y una seguridad que te era difícil debatirle algo. Tus ojos se llenaron de lágrimas y a pesar de que no llegaste a conocer a ese hombre que tanto amaba el señor Nakamura, casi sentías que aquella última frase había sido dicha por él.
Esa noche lloraste tanto que te quedaste dormido y con dolor de cabeza después. Pero había algo que había cambiado desde entonces. Veías al señor Nakamura de manera diferente, poco a poco empezaste a sentirte más cómodo a su lado.
Él era una persona amable, no solo contigo, sino también con Ichimatsu y agradecías eso. Quizás a veces era un poco gruñón, pero te bastaba con pedirle que te contara más cosas de Don y se olvidaba de su mal humor.
Casi sentías que lo conocías también por tantas historias que habías escuchado del italiano.
El tiempo paso lento, tuvo que transcurrir casi medio año cuando le llamaste papá. Había sido un pequeño error, pero verlo llorar de alegría había removido algo dentro de ti que ni siquiera sabias que tenías.
Y esa casa se convirtió en tu hogar, Nakamura, Ichimatsu, Osomatsu y el recuerdo de cierto italiano se habían convertido en tu nueva familia. Y sentías tanta paz y una calidez que nunca habías experimentado con tu familia.
Entonces ese día oscuro llegó. Estabas ayudando en la cosecha cuando el señor Nakamura cayó enfermo. Esta vez no era algo que fuese a curarse con una sopa de verduras y unos días de descanso. No podías dejar de sentirte asustado cuando tuviste que llevarlo al hospital. Dejando a Ichi a cargo de la casa.
No entendías porque de pronto el padre al que habías aprendido a amar se te estaba yendo de las manos y no eras capaz de hacer nada.
"Quizás no sobreviva la noche" había dicho el doctor. Y esperabas que el hombre se equivocara como a veces pasaba con los médicos. No podías hacer nada más que sujetar la mano de tu padre mientras rogabas a dios que no te quitara a la única persona que te quería en el mundo.
Era temprano, cuando los rayos del sol apenas empezaban a iluminar la habitación. Estabas luchando por no quedarte dormido cuando escuchaste su voz. Levantaste la mirada hacia tu padre, pero él no te veía a ti. Estaba viendo hacia un punto frente a él, en la habitación.
—Estoy en casa… amore. —lo escuchaste susurrar y por uno segundos te pareció que su mirada volvía a ser la de las fotografías. Aquella mirada de un hombre enamorado viendo al amor de su vida.
Y entonces las maquinas se llenaron de un zumbido constante, mientras tus ojos se llenaban de lágrimas.
Lo más difícil de todo, seria explicarle a Ichimatsu, quien esperaba en la puerta la llegada de Nakamura, que él ya no iba a regresar a casa.
Ahora estaban solos…
Espero que les guste.