Mi Rey.
Capítulo dieciséis: Nuevo comienzo.
Karin entró a la oficina de Urahara Kisuke donde había dejado a Ukitake Juushiro para que descansara mientras iba a cambiarse y a dejar a sus hijos con alguien más capaz que un niño de quince años así ya poder conversar con más tranquilidad.
Su mente aún estaba hecha un revoltijo por la breve explicación que el hombre había hecho para informarla sobre sus motivos para estar en el palacio de Juubantai a esta hora y con este clima, y con Hyorinmaru. No podía dejar de preguntarse… ¿Por qué? ¿Por qué su esposo estaba en la cárcel? ¿Había hecho algo malo? No quería creerlo.
-Majestad, veo que ya ha regresado.- señaló Urahara con un humor insoportablemente alegre. –Y en un muy buen momento, si me permite agregar, trajeron el té hace cinco minutos y ya está a la temperatura ideal.- sorbió un poco de su taza para luego lanzar un exagerado suspiro de apreciación. –Absolutamente delicioso.- alabó.
-Oh, cierra la boca, Kisuke-san.- Karin rodó los ojos y tomó asiento junto a su consejero frente al hombre que aseguraba ser el director de una cárcel y tener información sobre Toshiro. –Entonces, Ukitake-san.- tomó su propia taza de té y miró al mayor tratando de ocultar el temblor de sus manos sin mucho éxito gracias al repiqueteo de la taza contra su platito. -¿Qué es lo que tienes para decirme respecto a mi marido tan importante que no podía esperar a mañana?- preguntó no sin ansiedad.
El hombre de aspecto enfermizo carraspeó incómodamente, bajando la mirada por un segundo antes de subirla con determinación, mirando directo a los ojos de la reina con comprensión así como una especie de aire paternal que no llegaba a entender del todo.
-Vera, joven reina, hace un año más o menos, uno de los prisioneros en mi cárcel me llamó bastante la atención.- comenzó a hablar sombríamente. –Por lo que me contaron, fue arrestado solo por un robo menor y sentenciado a unas cuantas semanas luego de que se entregara voluntariamente. Lo extraño es que en cuanto cumplió su sentencia, se negó a irse de la cárcel. Mis guardias estaban impresionados, pero finalmente decidieron que lo mejor era echarlo por la fuerza y luego me informaron al respecto. Poco después el mismo prisionero volvió a entregarse luego de otro robo menor y volvió a la cárcel, a lo que volvieron a expulsarlo, pero una vez más se repitió el proceso y yo comencé a extrañarme en serio, así que les pedí que no lo echaran y que en cambio lo trajeran ante mí para llegar al fondo de esto.- tomó un sorbo de su té, mirando tristemente directo a los ojos de la desolada reina. –Con el que me encontré fue un hombre desgarbado, casi al borde de morir por desnutrición, con una capucha que se negaba a bajar y con una voz tan triste y rota que deprimía a quien lo oyese. Le pregunte sus motivos para querer permanecer en la cárcel y lo que me contestó fue que de haber podido se mataría, pero le había prometido a alguien que no lo haría, así que en cambio quería pagar sus crímenes pudriéndose en las celdas de mi prisión, dijo que no quería volver a lastimar a nadie, pero que la única forma de redimirse era pagando por sus actos con el sufrimiento propio y no morir egoístamente, dijo que él merecía sufrir.-
-Ese idiota…- murmuró Karin por lo bajo, teniendo graves problemas para controlarse y no derramar las lágrimas que tan desesperadamente quería dejar escapar de sus ojos.
-Yo asumí que si no lo dejaba quedarse él seguiría cometiendo crímenes menores y entregándose, así que simplemente lo dejé permanecer asegurándole que de todos modos cuando quisiera solo podía pedir verme y yo lo dejaría marcharse, pero nunca lo pidió, todo lo que me pidió fue asiló para su caballo, que siempre era confiscado por mis guardias cuando lo arrestaban y él estaba preocupado de que estuviera en malas condiciones, así que me quedé con Hyorinmaru. Pronto llegaron las noticias de que estaban buscando al rey perdido de Juubantai, y yo no pude ni siquiera imaginarme que se trataba de él. Por lo que me dijo, su nombre era "Shiro" y siempre estaba encapuchado y con la vista baja, todo lo que tenía para hacer la conexión es que escuche que huyó en un caballo blanco llamado Hyorinmaru, pero descarté rápidamente la idea porque… ¿cómo podría alguien imaginar que un rey quisiera voluntariamente ser encarcelado? Al menos yo, no fui capaz.- bajó la mirada. –Pasaron los meses y me quedé realmente intrigado por este nuevo prisionero voluntario, él casi no salía de su celda ni siquiera al patio, apenas comía y nunca hablaba a menos que fuera absolutamente necesario. Un día se desmayó del hambre en su celda y yo me preocupe y trate de hablar con él para que me dijera qué le pasaba, pero todo lo que obtuve fue su promesa de que no volvería a descuidar su alimentación. Estaba sinceramente preocupado por él, porque no parecía ser un mal hombre pese a que afirmaba lo contrario, así que empecé a visitarlo con más frecuencia, trataba de hacerle conversación pero solo hablaba conmigo cuando se trataba de su caballo. Un día comenté mi pena por usted, joven reina, cuando nuevamente a la ciudad vinieron a buscar a su esposo, y lo note tensarse y comenzar a temblar, me pidió que me fuera después de eso, que quería estar solo, lo note tan afectado que no discutí. Entonces comencé a sospechar.- suspiró.
-¿Hace cuánto que comenzó a sospechar, sí me permite preguntar?- inquirió la mujer con cautela, limpiándose los rastros de las pocas lágrimas que se le habían escapado durante el relato del paternal hombre mayor.
-Creo que seis o cinco meses atrás, lo siento.- bajó la mirada con culpabilidad pero ella le aseguró que estaba bien, pese a que no lo había estado en lo absoluto por cada segundo lejos de su marido idiota. –Había notado que el tema lo ponía nervioso, así que eso más el caballo hizo brotar una duda en mí, pero evidentemente me seguía pareciendo imposible que Shiro fuera un rey, sobre todo porque al verlo yo no veía más que a un hombre frágil y sombrío. Hace tres meses la noticia del príncipe que nació en Juubantai recorrió todos los reinos junto con la triste noticia de que aún no se sabía nada de su rey, yo lo comente con Shiro para medir su reacción, y esta me dejó muy sorprendido puesto que él comenzó a llorar como un niño. Ya casi no tenía duda de que fuera él, su reacción fue bastante delatadora, pero quería escuchar sus motivos para estar en mi cárcel antes de tomar cualquier acción como notificar a Juubantai de mi descubrimiento. Lo presioné y le dije que ya sabía su verdadera identidad, y que sí no estaba dispuesto a hablar conmigo yo la notificaría a usted, joven reina. Fue entonces cuando él me contó el porqué de que estuviera allí, él estaba pagando los crímenes que cometió contra la persona que más amaba.- Karin cerró los ojos dolorosamente. –Él me contó…- frenó sus palabras, mirando de reojo a Urahara que sorbía de su té como si nada. -¿Segura que se siente cómoda con este hombre aquí?- cuestionó inseguro.
-Descuida, Kisuke-san es más de fiar de lo que aparenta.- sonrió tensamente. Realmente no quería hablar de aquello con ninguno de los dos ni nadie, pero ahora mismo no le veía el punto a ocultar información, Urahara ya debía saber lo que fue su relación con su esposo y de cualquier forma sí lo tenía allí ahora es porque confiaba en que al final la ayudaría a tomar la mejor decisión no solo como una mujer enamorada y una madre desesperada porque el padre idiota de sus hijos volviera, sino como la reina que era. –No te preocupes, continua, por favor.- instó al mayor.
-B-bien, entonces.- suspiró incómodo. –Él me contó… me contó todo el daño que le había hecho a su amada esposa.- seleccionó las palabras cuidadosamente. –Las cosas horribles que atormentaban su consciencia cada noche en sus pesadillas. Me contó que de haber sido otro hombre el que le haya causado tanto sufrimiento, él probablemente lo habría matado o encerrado para que se pudriera sufriendo toda su vida, y que como había prometido no matarse, la única opción que le quedaba para pagar sus crímenes era estar allí. Y por favor no me odie, joven reina, pero en ese entonces yo comprendí sus motivos para hacer lo que estaba haciendo y decidí no inmiscuirme.- Karin apretó los labios, pero no podía encontrar en sí misma ningún coraje hacia este hombre, después de todo, ahora estaba allí, diciéndolo qué fue de su marido y donde estaba ahora. –Sabiendo que tenía un rey entre mis presos, no podía ignorarlo por más que él me lo pidiera, no comente nada con mis guardias así que lo trataban como a cualquier otro preso, pero yo iba a visitarlo regularmente, llevándole cosas más decentes para comer y algún que otro libro para que pueda leer. Claro que la mayor parte del tiempo se la pasaba deprimido en un rincón, pero poco a poco empezó a hacerme más caso, comía y leía conmigo, y también empezamos a conversar. He de admitir que le tomé bastante cariño, no me parecía una mala persona como afirmaba en lo absoluto. Pero en fin, el punto es que finalmente pareció entrar en más confianza conmigo y me contaba más de su vida. Hace solo una semana, cuando por fin me entere de que usted, joven reina, lo había perdonado por sus pecados y que le había confesado que su amor era mutuo.- la mujer se sonrojó levemente a esto, tomando un sorbo de té para disimular sus mejillas rojas. Notó a Ukitake sonreír levemente. –A penas enterarme de esto tuve una percepción completamente nueva del asunto y supe que tenía que contactarme inmediatamente con usted, majestad. Yo había creído por su relato que usted nunca lo perdonó por sus crímenes y que sus hijos habían nacido… bueno, eh… por un acto no-consentido. Pero en cuanto me entere de que usted de hecho quería seguir siendo su esposa y que él sea el padre de sus hijos de inmediato decidí venir en su búsqueda e informarle el paradero de su marido. Shiro-chan no está de acuerdo ni enterado de esto, supuse que querría hacer una tontería si descubría mis intenciones así que lo mantuve en secreto. Tampoco tengo mucho tiempo para estar aquí, tengo muchas responsabilidades y aparte de eso me encuentro en un buen estado de salud, tengo una enfermedad que me exige no estar mucho tiempo en movimiento o lejos de mis lugares de confort. Así que si la reina está de acuerdo… podríamos partir ahora mismo o mañana muy temprano directo a mi reino, a mi cárcel, así podría encontrarse con su marido. Mi reino está a un día de distancia así que yo aconsejaría salir lo antes posible, sin embargo.- concluyó su diatriba intercalando miradas entre la reina y su consejero.
El rubio miró a la pelinegra, y ella supo que la decisión era toda suya.
Frunció el ceño. ¿Dos días fuera? Kiui enloquecería a todo el palacio, y no podía llevarlo con ella porque no era adecuado tener tanto tiempo viajando a un pequeño bebé, aunque podría mandar una carta a Yuzu para que viniera, aunque hasta que ella llegara probablemente varios sirvientes incluida Rangiku ya se habrían lanzado por la ventana…
¡Oh, cielos, Rangiku!
El pensamiento la hizo golpearse de cara contra la realidad de que realmente, finalmente, afortunadamente ya habían encontrado a Toshiro, ¡él estaba vivo! Y ya tenían una manera de llegar a él, la oportunidad estaba justamente al frente de ella, ofreciéndose a guiarla hasta su esposo, traer a ese idiota de nuevo con ellos, para que conociera a su bebé y fuera el padre que sus dos hijos que lo necesitaban, y ella también lo necesitaba, al igual que Momo y Rangiku y su reino.
Y él… su Toshiro… estaba ahí fuera, solo pudriéndose en una celda por voluntad propia, no podía permitirlo, no podía dejarlo allí ni un minuto más, iba a traerlo aunque sea a la fuerza, justo después de darle el buen golpe que se merecía.
-Kisuke-san…- suspiró. –Prepara un carruaje para mí y Ukitake-san y envía una carta a Karakura para que mi hermana venga lo antes posible a cuidar de mis hijos.- ordenó notando a Ukitake sonreír. –Saldremos lo antes posible, por mientras voy a arreglarme y a dejar a mis hijos con Niki, y por el momento no quiero que nadie se entere de la situación, ¿entendido?- no quería perder el tiempo dando explicaciones ni tampoco desatar ansiedad.
-Claro, su alteza.- confirmó su consejero y ella de inmediato se puso en pie para dejar listo todo de su parte.
Cuando le informó a Niki de su partida y el hecho de que tendría que cuidar de sus hijos hasta que Yuzu llegara ella se vio bastante perpleja, pero no hizo pregunta alguna, razón principal por la cual le encargó la tarea a ella y no a Matsumoto.
Se despidió de sus pequeños dándoles muchos besitos asegurándose de no despertarlos y encargándole a Niki decirle a Shimo en cuanto despertara que se fue de viaje y regresaría pronto con una linda sorpresa para no preocuparla, porque su pequeña de dos años y medio era muy lista y si no le explicaban las cosas se preocupaba. También advirtió a la dulce muchacha que tuviera cuidado de no disgustar a Kiui porque Yuzu llegaría al medio día y hasta entonces no habría quien lo calme.
El carruaje finalmente estuvo listo y partieron poco antes de que llegara el amanecer apenas la lluvia disminuyó un poco. Ukitake informó la dirección de su ciudad al conductor, que resultaba ser una ciudad perteneciente a Seireitei después de que en una guerra de hace mucho tiempo se la robaran a otro reino, por lo que quedaba bastante lejos de los reinos cercanos, sería un día de ida y un día de vuelta, así que más le valía darse prisa en arrastrar a Toshiro de nuevo con su familia.
Durante el trayecto el hombre mayor se la pasó hablando mucho sobre Hitsugaya, comentándole lo impresionado que estaba por su amplio conocimiento en la literatura y como siempre tenía un buen consejo para ayudarlo a manejar sus finanzas en la prisión, se notaba tener un cariño y preocupación sincera por su marido, y la pelinegra solo podía agradecer que haya acabado bajo el cuidado de este buen hombre en su estupidez y siga con vida hasta la fecha para pronto poder estar en sus brazos otra vez…
Vinieron con dos conductores para que uno condujera mientras el otro dormía, pero tuvieron que parar a mitad de camino debido a que Ukitake sufrió un ataque de tos que preocupó mucho a Karin por lo que pararon para descansar en un hotel en un pueblito pequeño de camino mientras un médico local revisaba al hombre mayor, recomendándole solo que pasara la noche durmiendo en una cama y no en un agitado carruaje para evitar otros ataques. Juushiro se mostró muy apenado por tener que retrasar su viaje, pero ella le sonrió tranquilizadoramente asegurándole que sin él no habría viaje en lo absoluto y estaba muy agradecida por el esfuerzo que estaba haciendo.
Durmieron desde las ocho de la noche hasta las dos de la madrugada cuando el director de la cárcel se levantó insistiendo en que ya estaba bien y que podían continuar, a lo que la reina no le discutió pese a estar preocupada por su condición porque realmente quería llegar lo más pronto posible, aunque trataba de permanecer tranquila la verdad era que por dentro la ansiedad la estaba matando.
Cuando finalmente llegaron a la ciudad donde estaba, empezó a retorcerse las manos sin poder evitarlo, sintiendo como si su corazón cada vez latiera más y más rápido, como si quisiera brincar de su pecho y adelantárseles para correr con su marido. Ya hacía un año completo desde que no lo veía… lo extrañaba tanto aunque sea un idiota.
-Oh, es aquí, joven.- Ukitake se inclinó hacia adelante para indicarle el camino al conductor del carruaje. –Doblando a la derecha y luego a la izquierda veras un gran edificio amurallado color blanco, allí es.- Karin se frotó los restos de sueño de sus ojos y se incorporó mirando por la ventana, su corazón completamente enloquecido ante la perspectiva de estar tan cerca de él.
No pasó mucho hasta que finalmente llegó a vislumbrar el edificio que describió el hombre mayor, y entonces el carruaje frenó.
-Llegamos, mi reina.- informó sonriente el conductor, bajándose para abrirle la puerta cordialmente.
Karin casi brincó del carruaje, agradeciendo distraídamente al conductor y caminando con rapidez hasta las puertas. Era mediodía y los guardias la observaban con curiosidad, uno se acercó y pareció estar a punto de preguntarle algo pero entonces Ukitake llegó a su lado y los guardias se inclinaron profundamente, abriendo las puertas para ellos en cuanto se los pidió.
El albino de ojos marrones le indicó seguirla al interior y empezaron a internarse entre los pasillos en lo que ella hacía lo posible por ignorar a todos esos presos encerrados en celdas mirándola nada disimuladamente, algún que otro soltando un comentario lascivo en voz baja que ella prefirió ignorar. Finalmente subieron unas escaleras y llegaron a un lugar donde ya no había celdas, solo habitaciones, y donde todo se veía considerablemente más limpio y solo se paseaban guardias y algunas que otras personas que parecían solo simples civiles. Ukitake entró a una de las puertas que por el escritorio que vio Karin al asomar su mirada debía ser su oficina, y volvió a salir con unas llaves en su mano.
-¿Esas son…?...- preguntó ella en un susurro cuando le dio las llaves.
-Son el boleto de libertad de su esposo, joven reina.- sonrió suavemente mientras comenzaban a volver sobre sus pasos. –Solo necesita convencerlo de salir del agujero en el que se metió voluntariamente y él será todo suyo.- rió afablemente al verla mirar casi con adoración las llaves. –Su celda está al final de este pasillo, sígame.-
-C-claro.-
Karin apretó las llaves entre sus manos y siguió al mayor con la cabeza baja, tratando de poner en orden sus alborotados pensamientos. Él estaba vivo, él estaba aquí y pronto lo vería y lo llevaría aunque sea a la fuerza de vuelta a donde pertenecía, con ella y sus hijos, y su reino.
Llegaron a un pasillo prácticamente desolado, con solo celdas vacías y un solo guardia apoyado casualmente en una pared viéndose como si fuera a dormirse en cualquier momento. A medida que se iban adentrando en el pasillo este se iba oscureciendo más, con solo una antorcha colgada en un lado cada varios metros.
Llegaron al fondo del pasillo, donde había una celda que parecía incluso más oscura que las otras y el pasillo mismo, no había ninguna antorcha encendida a menos de cinco metros y todo estaba en tanto silencio que casi no podía creer que su marido pudiera encontrarse allí.
-Bueno… los estaré esperando al principio del pasillo. Confió en que lograra que salga por sí mismo, pero si necesita algo no dude en pedirlo, joven reina.- el mayor le sonrió cálidamente antes de retirarse, no sin antes alcanzar una de las antorchas y colarla en su mano para que pudiera ver en la oscura celda.
Ella tomó una respiración profunda y caminó a paso firme hacia la celda, una mano sosteniendo las llaves y la otra la antorcha. Asomó la mirada por entre los barrotes, adentrando el brazo que sostenía la antorcha para tener algo de claridad. Lo primero que vislumbró fue una celda común y corriente, aunque si se notaba mucho más limpia que las demás, y casi pareciera que nadie nunca hubiera puesto un pie allí, o lo parecería de no ser por el cuerpo inerte echado en la cama en un rincón de la celda.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y de inmediato, casi en un frenesí, guió su mano temblorosa a insertar la llave que correspondía en la cerradura del lugar. Le costó un poco pero finalmente abrió la puerta y rápidamente se adentró allí, cerrando la puerta tratando de no hacer ruido mientras se obligaba a si misma a tranquilizarse y dejar de temblar como una hoja.
"Eres madre ahora, mujer, concéntrate en llevar a ese bastardo con tus hijos y luego tiembla", se regañó mentalmente.
Tomó otra gran bocanada de aire y se acercó lentamente a la cama de la celda, acercando el fuego a la figura que se distinguía levemente allí. Las flamas iluminaron la imagen de un hombre completamente envuelto en una fina manta, con su cabello blanco puro apenas asomándose por debajo, la mitad de su rostro completamente cubierta, una tenue respiración siendo el único sonido así como la única señal de vida proveniente de él.
Las lágrimas se deslizaron incontrolables por su rostro sin que pudiera evitarlo y sin pensarlo soltó las llaves que Ukitake le había dado y extendió su mano para descorrer la manta, solo un poco, con cuidado de no despertarlo, sofocando un sollozo al ver su rostro tenuemente iluminado pero sí lo suficiente como para deslumbrar claramente las grandes ojeras bajo sus ojos y sus mejillas hundidas, dándole un aspecto demacrado que le rompió por completo el corazón.
Gotas calientes se deslizaron de sus ojos y cayeron sobre el rostro de su marido, que frunció levemente el ceño y rápidamente tiró de la manta para cubrirse antes de lentamente comenzar a incorporarse sentándose en la cama. Karin se obligó por enésima vez a mantener la calma y dio unos pasos hacia atrás, notando las llaves tiradas en el piso y levantándolas para guardarlas entre los pliegues de su kimono, para luego decidirse a colgar la antorcha en la pared.
Secó sus ojos como pudo y se volteó a ver la figura sentada en la cama frotándose el rostro para borrar los rastros de sueño.
-¿Ukitake?- preguntó él en un susurro sin alzar la vista.
Su corazón dio un vuelco al escuchar de nuevo su voz después de todo un año, y sus ganas de llorar se multiplicaron a la par que casi no lograba contener sus impulsos de arrojarse sobre él para abrazarlo y nunca volver a soltarlo, sin embargo se mantuvo erguida y se tragó el nudo en su garganta.
-No, Toshiro.- contestó con la mayor firmeza que pudo reunir.
Su cabeza se disparó hacia arriba con tanta rapidez que se sorprendió de que no se haya dislocado el cuello o algo, debido a la velocidad del impulso, la manta cubriéndolo cayó dejando al descubierto su cabeza, permitiéndole notar claramente sus ojos turquesas completamente abiertos por la sorpresa.
-K…- casi pareció atragantarse mientras se ponía de pie, tambaleante y torpe, sin apartar los ojos de ella que no pudo evitar preguntarse dónde quedó el rey grácil y digno. –K-Karin…- la miraba como quien miraba a un espejismo. –Karin.- volvió a repetir su nombre como si no pudiera creerlo.
-Toshiro…-
Ella sonrió temblorosamente, acortando con lentitud la distancia entre ellos. Él parecía paralizado, y ella extendió una mano para acariciar su mejilla, frenándose a medio camino cuando las lágrimas volvieron a llenar sus ojos. Y entonces el sentimiento de añoranza y ganas de besarlo y abrazarlo se desvaneció siendo reemplazado por toda la frustración e ira que había acumulado a lo largo de los meses, y entonces lo golpeó.
Encajó un puñetazo directo en su nariz, lanzándolo de plano al suelo con un alarido. Con su furia aumentada a límites insospechados y antes de que pudiera sentir pena de lo patético y débil que se veía tirado en el suelo sujetándose el rostro gimiendo se arrodilló a su lado y lo golpeó otra vez, esta vez en el estómago, arrancándole otro grito de dolor, y antes de darse cuenta se encontró a sí misma golpeando sin descanso su pecho, sin medir su fuerza y sin molestarse en frenar sus lágrimas, descargando todo su dolor y rencor en esos golpes.
Por unos minutos él solo se quedó postrado allí dejando que lo golpeara gimiendo de vez en cuando aun sujetándose la nariz sangrante, pero al poco rato dejó de hacer eso y empleó sus dos manos para sujetar sus puños y frenar sus golpes de una vez, forcejeando ambos un rato hasta que ella finalmente tomó una profunda respiración y se calmó un poco.
Se separó del albino y ambos se quedaron sentados en el suelo jadeando pesadamente, él limpiándose la sangre de la nariz y frotando su estómago y torso adoloridos. Se miraron fijamente, ambos con rencor y enojo y hasta algo de confusión.
-Karin, ¿por qué rayos fue eso?- inquirió él aun sujetando su nariz. Parecía ya haber salido del shock de haberla vuelto a ver y creer completamente que estuvieran frente a frente una vez más.
-A ver, déjame pensar.- bufó sarcástica. -¿Tal vez haya podido ser por… el hecho de que me hayas abandonado dejándome embarazada, con una hija pequeña, el corazón roto y todo un reino que gobernar?- apretó los puños controlándose de lanzarse a golpearlo otra vez. -¿O tal vez el hecho de que a pesar de que te hayas enterado de que tuvimos otro hijo no fueras corriendo de vuelta conmigo pese a haber podido? Si, Ukitake-san me dijo todo.- aclaró ante su mirada confundida.
Él se mantuvo en silencio por un momento y por fin dejó de frotarse la nariz y el cuerpo adolorido, mirando el suelo de la celda como si fuera lo más interesante del mundo, obviamente tratando de evitar su mirada inquisitiva.
-Karin…- finalmente dijo. -¿Por qué insistes en esto?- ella lo miró confundida, sin entender a qué se refería. -¿Por qué insistes en nosotros, en que estemos juntos? ¿No te das cuenta de lo mal que esta esto? ¿Por qué no puedes solo olvidarme?- la miró frustrado.
-¿Acaso bromeas?- lo miró con la boca abierta de indignación. -¿Te recuerdo que tenemos dos hijos? Y sé que me amas, ¡así que deja de ser un idiota y huir de mí!- lágrimas llenaron las comisuras de sus ojos y dio gracias al cielo que la iluminación del lugar sea demasiado pobre como para que se dé cuenta.
-¡Karin, entiéndelo!- de repente la tomó de los hombros y antes de que se diera cuenta la tuvo presionada contra una de las paredes de la celda, sus cuerpos completamente pegados. -¿Esto te trae recuerdos?- pegó su boca a su oído y ella tembló. -¿O acaso ya olvidaste el miedo que me tenías? La forma en la que me mirabas como si creyeras que yo podría ser capaz de las peores atrocidades contra ti, tú creías que yo podría matarte. Temblabas cuando te tocaba o te gritaba, ¿te haces una idea de cuánto me dolía que tenías motivos para hacerlo?- apoyó su frente en su hombro, y ella sintió sus lágrimas calientes humedecer su ropa. –Trataba de mantenerme lejos de ti, pero soy débil y no pude, te amaba tanto que no lo lograba y me odiaba por eso. Odiaba no merecerte, lo odio. Todo lo que quería en ese entonces es tener un poco de ti, aunque sea verte a lo lejos, todo lo que estuvieras dispuesta a darme yo estaba dispuesto a tomarlo, porque cuando estabas lejos de mí sentía que moría, pero después de esa noche… esa noche en la que pienso todos los días, mi amor por ti alcanzó límites insospechados y me di cuenta de que he estado siendo un egoísta, solo preocupado porque estuvieras conmigo, cuando la realidad es que tú mereces algo mejor que yo. Pero tú dijiste que me amabas, y yo supe que no tenía más remedio que alejarme de ti para que olvidaras ese amor absurdo y siguieras adelante… Entonces, ¿por qué?- apretó sus hombros. -¿Por qué estás aquí? ¿Por qué no solo me olvidas? ¡Este amor nunca debió ser! Yo merezco estar aquí, y tú debes volver con tus hijos y darles un mejor padre que esta basura que soy yo. Tú sabes mejor que nadie que no te merezco. Podría haber ganado todas las guerras, salvado tu vida incontables veces y seguiría sin merecerte. Si otro hombre te hubiera hecho aunque sea una de las cosas que yo te hice… lo hubiera asesinado con toda mi furia de la forma más despiadada que se me ocurriera. Es lo justo, Karin, yo debo pagar, y tú debes seguir adelante.- terminó de hablar y rápidamente se apartó de ella dándole la espalda.
La ex Kurosaki se quedó todavía postrada contra la pared, con sus brazos extendidos a sus costados y sus puños fuertemente apretados. Quiso rebatir las palabras del albino, pero apenas abrió la boca, todo lo que salió fue un estrangulado sollozo a la par de sus lágrimas, sumiéndola en otro patético ataque de llanto por enésima vez en ese día o más bien desde que él la había dejado, porque vaya que desde entonces sí que lloró más que en toda su vida antes.
-E-es mi culpa, ¿cierto?- murmuró de manera entrecortada, abrazándose a sí misma sin molestarse en ocultar sus lágrimas. Él se volvió solo un poco para mirarla de reojo con incredulidad. –Que pienses todo eso, fue culpa mía, ¿no es así?- sonrió amargamente. –Es culpa mía… por todas esas veces que yo te dije que eras un infeliz, que yo nunca iba a amarte y que te odiaba.- se sujetó la cabeza histéricamente. –Yo sabía que tú habías cambiado, tú eras un héroe de guerra y un padre maravilloso y yo… yo creo que en el fondo te atacaba tanto porque sabía que si no me convencía a mí misma de que te odiaba entonces iba a empezar amarte porque yo te apreciaba y me gustaba la persona que empezaste a ser luego de que abrieras los ojos, pero no quería hacerlo. ¡No quería amarte!- golpeó con fuerza la pared con uno de sus puños. –Desde que me contaste lo de tu madre, yo quise salvarte de esa oscuridad en la que estabas sumido, pero lo logre solo después de que haya tenido que enfrentarme a la peor parte de ti. Te salve, pero no me moleste en acercarme a ti luego de eso, solo me alejaba y me alejaba y te decía cosas horribles más que nada para convencerme a mí que a ti porque tenía tanto miedo de enamorarme de ti y solo por mi orgullo, porque tú habías pisoteado mi orgullo y no soportaba la idea de amarte.- sus lágrimas por fin frenaron y ella se secó los rastros de las mejillas con un sonrisa temblorosa. –Pero finalmente no pude soportarlo más, luche contra estos sentimientos todo lo que pude pero ya no aguante porque te amo tanto.- lo miró a los ojos, pero él evitaba verla. –Pero fue demasiado tarde, ¿no es verdad? Primero quise salvarte y lo logre, luego quise destruirte y lo conseguí también, pero cuando quise amarte fue demasiado tarde, yo misma arruine tus esperanzas de nuestro futuro juntos.- enterró el rostro entre las manos. –Esto es mi culpa.- luchó por contener las lágrimas pero inevitablemente una que otra lograba escaparse.
-No…- oyó sus pasos acercarse en dirección a ella. -¿Pero qué dices, Karin? Nada de esto es tu culpa, todo es culpa mía, cada error, cada cosa despreciable, todo lo hice yo.- sintió sus dedos rozar su cabello pero de inmediato los apartó. -¿Cómo puedes decir que es tu culpa? Tú no has hecho nada más que ser un ángel, demasiado buena para este mundo, demasiado buena para mí…- pareció sofocar un sollozo. –No sufras, por favor. Ya has sufrido lo suficiente por mí. ¿No lo entiendes? Esta es la razón por la cual quiero que me olvides, yo solo te causo sufrimiento. Y no puedo…- sollozó. –No puedo ser un buen padre para nuestros hijos, a la larga todo lo que yo causó es puro sufrimiento. Nunca podré mirarlos y sentir que los merezco, nunca podré mirarlos sin sentir la culpa de que podrían tener algo mejor que yo. ¿No lo entiendes, Karin? Ellos aún son muy pequeños, tienen la oportunidad de tener a alguien mejor que yo, tú puedes darles a alguien mejor que yo.- su voz se cortó por un momento pero rápidamente retomó su determinación. –Y con los años te olvidaras de mí, es lo mejor, es lo correcto. Y nada, me oyes, nada es tu culpa.- ella evitó mirarlo, negando furiosamente con la cabeza.
-¡No! ¡Tú no lo entiendes! En el fondo solo eres un mocoso manipulable que solo cree mentiras. ¡Creíste las mentiras de tu madre y ahora creíste las mías de que te odiaba cuando todo era falso! Todo lo que yo tenía era miedo, y ahora el miedo se ha ido y me frustras y quiero golpearte porque sigues hablando de hacerme feliz y de no estar conmigo y nuestros hijos, ¡pero yo solo voy a ser feliz contigo con nosotros! ¡Y es mi culpa que no lo entiendas!- se dejó caer en el suelo sollozando llena de sufrimiento.
Mantuvo su rostro ocultó en sus manos, la desesperación carcomiéndola por no ser capaz de encontrar las palabras para explicarle lo mucho que lo amaba, que perdonaba todo, que quería mandar a la mierda todo y solo ser felices los dos con sus pequeños hijitos que los necesitaban.
Lo oyó caer de rodillas frente a ella.
-¿Por qué?- preguntó en un susurro resignado. -¿Por qué no me olvidas? Ahora mismo estoy luchando con todo mi ser para no abrazarte y besarte.- ella solo lloró peor ante esas palabras. –Es difícil para mí, pero trató de hacer lo correcto, tú sabes que es lo correcto. Nuestro amor es enfermizo y solo nos hace daño de una manera u otra. No lo vamos a soportar, tú sabes…-
-¡PARA, PARA!- sin pensarlo le soltó otra bofetada, volteándole el rostro. -¡Deja de hablar así de nuestro amor! ¡O de lo que yo siento o de lo que yo sé o de lo que es correcto! ¡Nada de eso me importa! Estás tratando de no ser egoísta pensando que sabes lo que yo quiero o necesito, ¡y eso es de lo más egoísta que has hecho! No me importa qué es lo correcto, no quiero que sigas hablando tan mal de lo que sentimos y estoy harta de que sigas diciendo lo que yo sé. Nuestro amor dio dos hermosos y pequeños frutos de los que nunca me arrepentiré, así que deja de menospreciarlo.- finalmente lo miró llena de rabia protectora, satisfecha de verlo avergonzarse ante sus palabras. –Y lo correcto no es que tú te pudras en una prisión, eso no resuelve nada. Y lo único que yo sé con certeza absoluta, es que nunca, nunca te voy a olvidar, nunca dejare de amarte y nadie jamás podrá reemplazarte, ni como mi esposo ni como el padre de nuestros hijos.- se secó las lágrimas con furia. –Deja de pensar que sabes lo que yo necesito o merezco, yo solo quiero ser feliz, y eso solo lo conseguiré contigo. ¿Tú quieres que yo sea feliz, verdad?- lo miró inquisitiva y él asintió dudosamente. –Entonces vuelve conmigo, Toshiro. Tal vez no lo creas o pienses que no lo mereces, pero sí de verdad quieres hacerme feliz, si de verdad te importa mi felicidad y la de nuestros pequeños, entonces vuelve con nosotros. Te queremos y te necesitamos, nadie va a remplazarte así que saca eso de tu cabeza. No me importa el pasado, el amor me ayudó a perdonar pese a que yo lo veía imposible, pero ahora aquí estoy y te amo. Si me amas entonces, por favor, deja de ser tan terco y hazme feliz.- sonrió tratando de demostrar que hablaba completamente en serio. –Yo ya te perdone, Toshiro, es hora de que te perdones a ti mismo.-
Hitsugaya bajó la vista, lágrimas deslizándose lentamente de sus mejillas hasta su barbilla para finalmente acabar cayendo al suelo sin salvación a la par que sus hombros comenzaban a temblar y sollozos a escapársele ignorando sus intentos de ahogarlos presionando su puño contra su boca.
-No lo merezco.- sollozó. –No merezco que me perdones, no merezco ni siquiera mi propio perdón, todo lo que merezco es odiarme y sufrir para siempre.- negó con la cabeza.
-Sí tú sufres entonces yo sufriré. ¿Es lo que quieres, hacerme sufrir, que suframos los dos y nuestros niños por nuestra culpa?- sin molestarse en levantarse del suelo, Karin gateó hacia él sin dudarlo para colocar sus manos suavemente en su mejilla y alzar su rostro, enfrentando sus dos pares de ojos repletos de lágrimas. –Sé que no va a ser fácil, sé que va a ser doloroso y muchas veces el dolor parecerá insoportable, pero sufrirlo solos será mucho peor que sufrirlo los dos juntos, y yo quiero pasar esto contigo, quiero pasar el resto de mi vida contigo. Te amo, te amo tanto, Toshiro. Y solo seré feliz contigo, quiero que vuelvas conmigo, y que entre los dos nos ayudemos a sanarnos mutuamente juntos. Es todo lo que quiero, es todo lo que pido. No quiero que te vayas, no quiero olvidarte.- limpió con sus pulgares las lágrimas que seguían deslizándose por el rostro apuesto de su esposo. –Y no me voy a arrepentir nunca de esto que siento, porque gracias a este amor tuve a mis dos tesoros, y aunque no empezó de una buena manera, esto es lo más bonito que he sentido en mi vida. No quiero perderte. Por favor déjame ayudarte a sanar, perdónate y entre los dos sanemos las heridas del pasado.- apoyó su frente contra la suya. –No soportare perderte. Eres mi rey.- cerró los ojos a la espera de su respuesta.
Sintió sus manos de igual modo presionarse en sus mejillas igual y sus labios se reunieron en un leve roce por solo un segundo, pero fue suficiente para arrancarle una brillante sonrisa.
-Te amo tanto, Karin.- susurró contra su boca. –Y te prometo… te prometo que ya no volveré a huir de ti. Simplemente no puedes dejarme ir, ¿eh, pequeña testaruda?- rió brevemente, ambos limpiando las lágrimas del otro. –No sé si algún día sea capaz de perdonarme, pero lo voy a intentar, y si es lo que quieres voy a luchar cada día de mi vida por hacerte feliz. Eres mi reina.- sonrió.
-Me alegra que finalmente lo hayas entendido, mi rey.- sus lágrimas por fin se detuvieron.
-Nunca te voy a entender, no entiendo porque me amas, pero no soporto verte tan triste sin mí. Y no quiero tomar el riesgo de que pierdas la oportunidad de ser feliz, todo lo que deseó para ti es la más absoluta de las felicidades, y si eso solo lo conseguirás conmigo entonces no me queda de otra que dar gracias al cielo y esforzarme para de ahora en adelante ser alguien que puedas merecer. No quiero ser la causa de tus lágrimas nunca más, y quiero… realmente quiero tener a nuestra familia, besarte cada día y criar a nuestros hijos.- sollozó felizmente. –Realmente no te merezco, pero estoy tan, tan feliz de tenerte.- sin más, en un frenesí de alegría, unieron sus bocas desesperadamente en un beso lleno de anhelo que gritaba cuánto se habían extrañado el uno al otro por ese año entero en el que estuvieron separados.
Karin rodeó su cuello con sus brazos, perdiéndose en su beso, en la dulce sensación de sus labios, llorando pero ahora de felicidad, sonriendo y riendo confiando en que esta vez finalmente las desgracias en su vida hayan acabado y pudiera ser feliz con el hombre que amaba, sanar ambos sus heridas, olvidar el pasado y mirar hacia el futuro criando a sus hijos, cuidando de su reino y amándose cada día como desde hace tanto tiempo soñaban.
Pasado un tiempo no les quedó de otra que separarse en necesidad de respirar, pero aun así permanecieron con sus brazos enredados en el otro, no queriendo o más bien siendo completamente incapaces de soltarse, como si tuvieran miedo de que esto pudiera ser un sueño o que de algún momento a otro el otro iba a escaparse de su agarre y se perderían para siempre.
-Vamos.- sonrió totalmente resplandeciente, enterrando el rostro en su pecho, reconfortada al sentir su calor, sintiéndose segura y amada como nunca pensó que siquiera fuera posible. –Ukitake-san debe estar esperando por nosotros todavía, el pobre, sin mencionar los conductores del carruaje que me trajo hasta aquí. Y Kiui debe estar volviendo locos a todos en el palacio.- rió con ternura hacia su pequeño bebé.
-Kiui.- Toshiro rió un poco, en parte divertido en parte enternecido. –Ese es un nombre curioso. Me gusta.- ella suspiró aliviada ante esa pieza de información, Rangiku había tenido razón. –Debe tener tres meses, ¿verdad? ¿Cómo es él?- preguntó con añoranza e ilusión mientras lentamente debido a su insistencia de no soltarse iban abandonando esa celda oscura.
-Lo amaras. Es la cosita más linda en este mundo… junto con Shimo, claro.- rió entre dientes. –Aunque puede que a él no le gustes al principio… no es muy sociable. Rangiku-san y Momo-san insisten en que sacó tu temperamento.- rodó los ojos cariñosamente. –Sin embargo solo deberá ser cuestión de tiempo, eres su padre, terminara amándote, estoy segura.- le frotó la espalda reconfortantemente al sentirlo tensarse. –En apariencia, pues… es bastante parecido a mí, pero tiene tu color de ojos y totalmente tu cara y tu mueca esa de fastidio que hacía que Rangiku-san se burlara de ti llamándote gruñón.- ambos rieron un poco ante eso. –Él y Shimo se llevan bastante bien, aunque he de admitir que puede que lo haya vuelto un poco demasiado apegado a mí, pero esperó que solo sea una especie de fase.- murmuró pensativa.
-Suena encantador.- él suspiró alegremente. –Shimo… debe estar tan grande e inteligente ahora.- en su voz se notaba lo mucho que la echaba de menos. –Hinamori y Matsumoto… sí tú me diste una paliza cuando me volviste a ver ellas me mataran.- un escalofrío lo recorrió y ella no pudo hacer más que reír estando completamente de acuerdo.
Salieron de las profundidades del pasillo oscuro y retornaron a la luz. Toshiro desenredó un brazo de alrededor de ella para cubrir sus ojos de la luz que debió de haberlo cegado después de tanto tiempo de haber vivido en la oscuridad como rata. Ukitake tal como lo había prometido los esperaba al fondo del pasillo pacientemente, y sonrió enormemente al verlos.
-¡Shiro-chan!- se acercó muy sonriente a ellos. –Me alegra tanto que hayas recapacitado.- su sonrisa estaba llena de cariño fraternal.
-No me llames así, Ukitake.- el albino menor suspiró quedamente. –Soy un rey, o al menos planeó retomar mi trono pronto. ¿A quién tengo que derrocar para eso?- sonrió en broma mirando cálidamente a su esposa.
-Pues a mí… y a Kisuke-san, estoy segura que te costara un poco de trabajo bajarlo de su trono.- rió entre dientes. –Pero si gustas yo puedo patearlo por ti.- propuso con una sonrisa coqueta. –Pero te costara, por supuesto, mis servicios no son gratis.- pestañeó tratando de aparentar inocencia.
-Estoy dispuesto a pagar lo que sea necesario.- acercó su rostro al suyo, sus narices rozándose mientras sus ojos se encontraban con promesas de algo que hizo arder su cuerpo con una necesidad que hacía mucho no sentía.
Tal vez se hubieran lanzado uno contra el otro justo en ese mismo momento de no ser porque el albino mayor carraspeó ruidosamente, con las mejillas levemente sonrosadas viéndose visiblemente incómodo.
-Lamento mucho interrumpir.- sonrió tímidamente. –Pero me gustaría despedirme de Shi… el rey Hitsugaya-sama, si la reina me lo permite, claro.- miró a Karin a la espera de su autorización para quitarle unos minutos de su tiempo juntos pese a que era obvio que no tenían planeado soltarse en ningún momento propio.
La pelinegra suspiró pesadamente, recordando que sin ese hombre no habría encontrado a su marido en primer lugar, así que solo sonrió cálidamente y empezó a retirarse con parsimonia del lugar.
-Bien, estaré esperando en el carruaje. Y esta vez más vale que no vayas a huir de mí, mi rey.- sonrió contra su oído una última vez antes de retirarse disfrutando del hecho de que no le quitó los ojos de encima sino hasta que salió lejos y hacia afuera, donde los conductores la recibieron con una sonrisa, preguntando luego dónde estaba el rey y si es que iba a venir con ellos.
Explicó a los conductores parte de la situación y les pidió su colaboración para cierta idea que tenía en mente desde hace rato, a lo que con una sonrisa expresaron su acuerdo a la idea sin mucho problema, estando dispuestos a estar un tiempo más lejos de casa.
Toshiro salió al poco rato del edificio de la prisión escoltado por Ukitake, y Karin se aseguró de darle un gran abrazo al hombre mayor agradeciéndole profundamente por todo lo que había hecho por ellos y prometiéndole visitar pronto o que siempre sería bienvenido en su reino.
Sujetó el brazo de su marido firmemente y juntos subieron al carruaje, a lo que ella de inmediato apoyó la cabeza felizmente en su hombro, conteniendo las lágrimas de alegría por realmente estar regresando junto a él de buena gana, reconciliados y con promesas de una mejor vida de ahora en adelante.
Estuvieron todo el viaje solo así, en silencio apoyados el uno en el otro, ella con su cabeza en su hombro y él presionando su mejilla en su cabello, sin decir una palabra. Podía notar que su marido estaba bastante nervioso pero calmó el temblor de sus manos tomando una con las suyas y entrelazando sus dedos en señal de que estarían juntos así que todo estaría bien sin importar qué.
La pelinegra estuvo a poco de dormirse cuando de repente el carruaje paró a las pocas horas de haber partido y los conductores anunciaron que ya llegaron a su destino, a lo que el albino la miró completamente confundido porque bien sabía él que el viaje a Juubantai tomaba un día entero.
-¿A dónde se supone que llegamos?- alzó una ceja, perplejo. Ella solo sonrió. –Karin, ¿qué tienes planeado?- la miró desconfiado ante su expresión demasiado inocente. -¿No deberíamos volver a casa lo antes posible? Quiero ver a nuestros hijos.- refunfuñó impaciente.
-Oh, por favor. Ya esperaste un año, puedes esperar unas horas más.- le recriminó suavemente bajando del carruaje, haciendo caso omiso de como la fulminó con la mirada pese a que secretamente estaba feliz de que dejara de actuar tan deprimido y volviera a ser ese adorable gruñón temperamental. –Quise hacer una parada en este pueblo para comprarte algo de ropa decente y también conseguir un poco de comer, me estoy muriendo de hambre y francamente tú te ves como si llevaras meses muriendo de hambre.- lo miró con tanta preocupación como desaprobación ante lo mucho que había adelgazado. –Y también quiero que te des una ducha, así que vamos a alquilar una habitación en la posada. Sígueme.- lo jaló de la mano despidiéndose de los conductores que fueron a descansar los caballos al establo del pueblo.
-Te estás preocupando demasiado, pareces una madre sobreprotectora.- su marido se burló de ella suavemente.
-Bueno, es que lo soy. Tuve que criar sola a mis bebés por mucho tiempo, no me juzgues porque los hábitos se arraiguen.- se encogió de hombros tratando de parecer despreocupada aunque lo cierto es que seguía algo enojada por eso.
-Yo…- él entrelazó sus dedos con los suyos, caminando a la par mientras ella buscaba con la vista el hotel en el que se había quedado antes cuando Ukitake necesitó descansar. –Me arrepentí de haberme ido en el segundo que lo hice, y las extrañe a ti y a Shimo cada segundo.- suspiró tristemente y ella lo miró con lágrimas en los ojos, aguantando el decirle que cerrara la boca para no hacerla llorar en medio de la calle, pero realmente quería oír lo que tenía que decir, así que lucho por contener el llanto y oír lo que tenía que decir. –Cuando escuche que estabas buscándome y del nacimiento de nuestro segundo hijo, te juró que si el arrepentimiento matara yo ya estaría muerto, pero aun así no volví a ti porque creí que era lo mejor, pero ahora prometo dejar de ser tan egoísta.- la miró con amor.
Karin sonrió, limpiándose discretamente una lágrima infractora. Era bueno saber que se arrepentía de todo y comprendía que no fue bueno para nadie, era algo que se había estado preguntando y no quisiera permanecer con la duda.
-Me alegra escuchar eso, no creo que pudiera soportar si llegaras a hacer algo como esto de nuevo, yo…-
-Nunca me atrevería, no después de ver todo el daño que te he causado. Ahora solo viviré para estar a tu lado y hacerte feliz si así lo quieres.- apretó su agarre en su mano cariñosamente. –Y también por nuestros hijos, claro. Espero que Shimo pueda perdonarme y que Kiui me acepte algún día, lo que más deseó es formar parte de sus vidas.- besó su frente suavemente.
-Como te dije, no será fácil. Pero yo te voy a apoyar y vamos a estar juntos.- sonrió, su sonrisa ampliándose al finalmente vislumbrar el hotel. –Ahora ven, relajémonos por un tiempo, este ha sido un viaje agitado.- se abrazó a su brazo felizmente guiándolo a la posada.
-Y que lo digas.- besó la coronilla de su cabeza y ambos rieron brevemente entrando al lugar.
Pidieron una habitación y la ex Kurosaki mandó a Hitsugaya a ducharse allí mientras ella iba a conseguirle algo de ropa decente. Mientras estaba en eso, también aprovechó la oportunidad para conseguir una buena comida, llevándola mientras aún estaba caliente a su habitación en la posada, entrando justo cuando él estaba saliendo de ducharse con solo una toalla envuelta alrededor de su cintura mientras se secaba el cabello rebelde con otra.
Ella se le quedó mirando fijamente, adoptando un gesto de preocupación al comprobar que efectivamente había adelgazado de manera preocupante, pero aun así… igual seguía siendo condenadamente atractivo. Se mordió el labio cuando algo en su interior se retorció con ansiedad, pero contuvo sus impulsos de lanzarse sobre él y carraspeó haciendo notar su presencia y colocando la bandeja con sus platos de comida en lo que trataba de ignorar su mirada curiosa pegada a ella.
-Ten.- le tendió una bolsa con unas prendas dobladas en su interior. –Es tu nueva ropa, será mejor que te cambies ahora.- apartó la mirada para evitar devorárselo con ella.
-Gracias.- agradeció para luego dejar caer la toalla alrededor de su cintura sin más, a lo que ella de inmediato se dio la vuelta tratando de fingir indiferencia mientras lo oía cambiarse. -¿Comemos?- casi brincó en su lugar cuando la abrazó por detrás, pegando su boca a su oído.
-S-sí. Será mejor hacerlo rápido antes de que se enfríe.- rió nerviosamente. –Traje solo un poco de Curry, ya lo probé y estoy segura de que te gustara aunque no es mejor que el mío.- se jactó un poco. –Y seguro que no es mejor que uno que tú puedas hacer.- recordó que él también era un buen cocinero.
-Seguro que no.- sonrió suavemente, sentándose a su lado comiendo los dos juntos. –Mmm, sí que está bueno, pero no puedo esperar a volver a comer la comida de mi esposa.- no despegó sus ojos de ella mientras bocado a bocado iban vaciando sus cuencos.
-Pues prepárate porque vas a probar mucha, estás muy delgado y planeó hacerte recuperar peso rápidamente.- regañó suavemente casi como una broma pese a que realmente le preocupaba el asunto.
-¿Oh? ¿Entonces no te gustó así?- casi sonaba divertido. –Hieres mis sentimientos.- ella lo golpeó en el hombro, haciéndolo lloriquear. –Oye, no hagas eso, ya me habías molido a golpes antes, ¿ahora quieres terminar de matarme sin antes siquiera haberme dado un beso? Eres cruel, Karin.- dejó su plato vacío en la mesilla y ella lo imitó, mirándolo de brazos cruzados tratando de disimular sus mejillas rojas con un gesto sumamente malhumorado.
-Cállate, te merecías todos esos golpes, ahora, ¿un beso? No sé… no creo que te merezcas uno de esos.- apartó la mirada como si estuviera considerando la idea.
-Oh, ¿no lo merezco?- él parecía estar a punto de reír. –Entonces sí no quieres dármelo supongo que solo tendré que robarlo…- esperen, ¿qué?
Antes de siquiera darse cuenta de lo que estaba pasando, sintió su boca presionada sobre la suya y sus manos una en su cintura y otra en su nunca para que no pudiera apartarse del beso demandante y exigente por más que en serio lo intento… por unos minutos.
Su resistencia hacia él no duró mucho, sin embargo, el beso era demasiado dulce y lo había extrañado tanto que no pudo apartarse.
Enterró las manos en su cabello húmedo por la ducha y tan suave entre sus dedos, gimiendo cuando sintió su lengua invadir su boca sin compasión, degustando todo a su paso, perdiéndola en un juego sin retorno de placer que rápidamente la envició obligándola a corresponder con la misma pasión sin dudarlo ni un momento. Solo se sentía tan bien, y sí que lo había extrañado.
Mordió su labio inferior y él gimió, pronto correspondiendo el gesto dando paso a un beso mucho más feroz que involucraba labios, lengua y dientes desesperados de contacto y ferocidad para saciar su sed y anhelo que habían sentido por años extrañándose y soñando con este reencuentro.
Las manos de su rey ni siquiera dudaron en perder más tiempo y rápidamente desató el nudo de su Yukata y la despojó de él casi en un parpadeo, paseándose por todo su cuerpo de arriba abajo una vez estuvo semi desnuda indefensa ante sus ojos y manos hambrientas de su piel. No quiso perder más el tiempo tampoco y lo imitó sacándole la parte superior de la ropa que se acababa de poner, acariciando su piel con anhelo y deseo desbordante, pasando sus manos por su espalda desde su nuca hasta el dobladillo de su Hakama, arañando suavemente su piel cuando él la besaba con especial rudeza que la hacía arquear su espada deseosa por más.
Sus manos se encallaron en su cintura en lo que ella abría las piernas para recibirlo entre medio de ellas y poder frotar sus cuerpos necesitados más cómodamente, gimiendo mientras él la sacudía contra sus caderas, cada uno gruñendo el nombre del otro.
La pasión era demasiada y ellos se habían extrañado y anhelado por tanto tiempo que casi no soportaban esperar más tiempo, así que Karin realmente quiso matarlo cuando no le permitió tirar abajo su Hakama, tomando sus manos y sujetándola por las muñecas con una de las suyas para enterrar el rostro en su cuello y morder, chupar, lamer y succionar la piel sensible, disparando su deseo hasta límites insospechados.
No lo soportaba, lo necesitaba ahora.
Gimió frustrada, sin poder hacer más que retorcer sus caderas contra las suyas, aprisionando su cintura con sus piernas para obtener un mejor ángulo, ayudando poco a acabar con sus frustración, aumentándola más bien, pero no podía hacer más así que solo molió sus caderas juntas mientras gemía y suspiraba rogando por lo que realmente quería justo en ese mismo momento, lo que necesitaba.
Su mano libre vagó por su vientre hasta subir por entre medio de sus pechos, acariciando superficialmente la tela del sujetador antes de perderse por sus hombros y hundirse en su cabello acariciándolo con ternura, descendiendo tortuosamente lento por debajo de su cuerpo hasta alcanzar el broche de su sujetador y desabrocharlo lentamente, sin prisa, ignorando sus quejidos y suplicas por más velocidad, el descarado hasta tuvo la osadía de reír como si disfrutara torturándola, y vaya que debía estarlo disfrutando, aunque ella lo odiaba completamente.
Finalmente liberó sus manos para quitar de un tirón su sujetador, pero antes de que Karin tuviera la oportunidad de hacer algo de lo que quería, tuvo que llevar sus manos a apretar fuertemente las sabanas debajo de ella cuando él de inmediato encerró uno de sus pezones endurecidos en su boca, chupándolo y lamiéndolo endureciéndolo aún más si es que era posible. Una de sus manos palpaba su pecho desentendido, presionando malvadamente la palma de su mano contra el sensible botoncito rosado, ocasionalmente presionándolo solo con el dedo pulgar o retorciéndolo entre sus dedos índice y pulgar.
Ella chilló, sacudiendo sus caderas frenéticamente contra las suyas creando una fricción deliciosa que apenas le daba ningún alivio mientras que la humedad entre sus piernas solo aumentaba y aumentaba, y ya casi se había cansado de rogar que la tomara de una vez, pero casi, porque ahora todo en lo que podía pensar era en que quería tenerlo dentro de ella, desesperadamente.
-T-Toshiro…- llevó sus manos a sus hombros, clavándole las uñas para desahogar un poco la frustración carcomiéndola. -¡Ya, hazlo!- exigió antes de soltar un largo gemido, arqueándose completamente mientras su boca devoraba sus pechos y sus manos de nueva cuenta se enclavaban en sus caderas para mecerla contra su erección. -¡P-por favor!- lágrimas llenaron sus ojos de la pura frustración.
-Que impaciente, mi reina.- jadeó pesadamente, su respiración completamente fuera de control. –No tienes idea de cuánto he soñado con este momento, déjame disfrutarlo un poco más, ¿sí?- de repente paró sus movimientos y ella gruñó, enterrando las uñas fuertemente en su espalda a modo de protesta. –Tranquila, cielos.- volvió a besarla en los labios, ahora tomando sus muslos con sus manos y abriendo sus piernas de par en par.
Karin gimió de sorpresa y placer al sentirlo desgarrar la tela de sus bragas quitándoselas de un tirón, para luego jadear de alegría al sentir sus dedos jugando en su intimidad, masajeando con parsimonia sus labios vaginales rebosantes de humedad listos para él.
Chilló cuando el primer dedo se abrió paso en su interior, entrando y saliendo con tranquilad que la estaba matando. Un segundo dedo se sumó a la hazaña de torturarla y ella inconscientemente se meció contra su mano, gimiendo a su pesar sintiendo la tierna caricia en su entrada y la forma en que su otra mano se dedicaba a acariciar su muslo, bajando hasta su tobillo y volviendo todo el camino hacia arriba hasta posarse en su nalga, apretando suavemente. Su boca se perdía en su cuello, buscando sus puntos sensibles y haciéndola gritar cuando los encontraba, y ella todo lo que pudo hacer fue aferrarse a su espalda, disfrutando de las caricias pero queriendo y rogando por más en sus incesantes gemidos.
-T-Toshiro…- se mordió el labio fuertemente, todo su cuerpo ardiendo y su sexo rebosante desesperado por recibirlo. –P-por f-favor…- un tercer dedo se sumó a su tortura, aumentando el ritmo del mete-saca, y eso simplemente fue demasiado para ella. –Ya no aguanto…- se arqueó y echó la cabeza hacia atrás gimiendo larga y profundamente mientras un orgasmo la sacudía con fuerza que la hizo temblar y sentirse desfallecer en los brazos de su marido, que la besó con ternura mientras contemplaba su cuerpo enteró sacudirse por la fuerza del clímax que la hizo alcanzar el cielo mismo.
-Eres tan hermosa.- pegó su boca a su oreja, haciendo que su aliento pesado y caliente enviara escalofríos deliciosos por su espina dorsal que prolongaron solo un poco más los temblores deliciosos de su anterior orgasmo. –Yo tampoco… ya no soportó más.- finalmente de una vez se quitó la Hakama quedándose completamente desnudo delante de sus piernas abiertas.
Karin se sentía drenada de sus fuerzas, pero a penas lo vio completamente desnudo frente a ella el deseo volvió a explotar en todo su cuerpo y se incorporó levantándose levemente ayudada por sus codos, abriendo más las piernas para él, más que lista y ansiosa por tenerlo dentro, pero para su sorpresa él la tomó de la cintura, y la volteó dejando su cara apoyada contra la suave almohada y ayudándola a mantenerse sostenida por sus rodillas y manos mientras la sujetaba firmemente por las caderas, sus pechos colgando raspando sus pezones endurecidos contra las sábanas blancas.
-¿Toshiro?- su rostro se tornó completamente escarlata ante la nueva posición que estaban experimentando, pero no tuvo mucho más tiempo para sentir vergüenza o pensar en algo más que no sea la cabeza de su pene presionando contra su entrada goteante y su pecho pegándose a su espalda.
Él pasó un brazo por su estómago mientras que con el otro se concentró en masajear sus pechos con maestría que pronto la tuvo gimiendo. Su glande se mantuvo torturándola por un minuto, paseándose de arriba a abajo por sobre su raja rebosante de caliente humedad y Karin gruñó, preguntándose qué demonios estaba esperando para tomarla de una buena vez.
Afortunadamente, pronto sus suplicas fueron escuchadas, y en solo un segundó el golpeó sus caderas contra su trasero, enterrando su miembro profundamente todo el camino dentro de ella, sus testículos acertando un delicioso golpes en su clítoris hinchado. Gritó llena de placer por finalmente tenerlo dentro y se sacudió desesperadamente, tratando de instarlo a que se moviera lo más rápido y duro posible, lo deseaba demasiado y lo quería todo y lo quería ya.
-Maldita sea, Karin.- gruñó en su oído, antes de mordisquear con suavidad una porción de piel en su nuca, comenzando a moverse suavemente, sacando solo la mitad de su miembro antes de volver a perderse en su apretada calidez con embestidas no muy lentas pero no tan rápidas como le hubiera gustado.
Trató de ser ella quien marcara el ritmo pese a lo agotada que estaba, aunque de todas maneras él no se lo permitió y mantuvo un firme agarre en ella, siendo el único que decidía el ritmo que llevaban, para su completa frustración. No es que le desagradara la manera en la que la estaba tomando ahora, pero quería más, se lo pedía a gritos y él no la escuchaba.
Poco a poco fue que las estocadas comenzaron a aumentar su rapidez y dureza, y antes de que siquiera lo notara Karin ya estaba por completo agotada echada lánguidamente en la cama, la cara hundida en la almohada y sus pechos presionados contra las sabanas que se habían retorcido hasta solo ser un montón arrugado debajo de ella debido a la fricción de sus movimientos, todo lo que parecía poder hacer ahora era gemir, jadear y chillar mientras Toshiro se encargaba de todo, sujetando ahora sus muslos arrodillado en la cama gruñendo y jadeando penetrándola salvajemente.
Karin apretó débilmente la almohada en sus puños, sintiendo pequeñas fugas de lágrimas escapando de sus ojos y saliva de su boca ante el casi insoportable placer de sentir un orgasmo tras otro avasallándola, casi haciendo pedazos su mente racional. Perdió la cuenta de cuántas veces se corrió estando entre sus brazos mientras la hacía suya hasta que finalmente lo sintió venirse dentro de ella por fin, no sin arrancarle un último orgasmo que la tuvo mordiendo la almohada mientras desfallecía de placer.
Inmediatamente luego de concluido el acto se quedó dormida sin remedio, escuchando sus palabras dulces susurradas en su oído mientras la abrazaba en su sueño.
Despertó sola en la cama y por un momento el pánico la invadió, pero entonces vio a su esposo sentado en una silla frente a la cama, observándola fijamente, sonriéndole, y de inmediato volvió a tirársele encima.
Lo hicieron en el sofá y luego fueron a ducharse juntos, terminando haciéndolo en la ducha también hasta que finalmente un poco más saciados de sus ganas del otro abandonaron la habitación de la posada y salieron a comer algo antes de volver al carruaje.
El día anterior habían llegado por la tarde a aquel pueblito, y en ese día estaban saliendo poco después del mediodía, por lo que si los cálculos de Karin eran correctos llegarían al palacio al anochecer, tal vez a la hora de la cena.
Al final su viaje para recuperar a su esposo idiota había durado cuatro días, solo esperaba que Yuzu y todos los demás en Juubantai no estén muy enojados con ella por haberlos dejado a la merced de Kiui por tanto tiempo, pero confiaba en que apenas vieran a quien traía con ella no le darían más importancia al su falta.
En el resto del camino que les tomó para llegar a su hogar el matrimonio habló de todo por horas, ella le contaba sobre sus hijos y cómo habían estado todos, él le hablaba de Ukitake y algunos de los nuevos libros que había leído, y claro, siempre repitiendo lo mucho que la había extrañado todo el tiempo.
Toshiro pareció horrorizado cuando le comentó que ahora Hikisaki Hei el huérfano problemático vivía en el palacio bajo su protección, y pese a que Karin le aseguró las mil y un veces que era un niño encantador, él parecía tener el mismo nivel de agrado hacia el pequeño que Rangiku, o sea, cero agrado.
Algo que puso mucho más contento a su marido fue el relato sobre las crías que había tenido Mei, y la pelinegra lo hizo prometer que se iba a disculpar con la yegua por ser un separador de familias con ella también, eso no le hizo mucha gracia pero a la ex Kurosaki sí.
Finalmente, llegaron a su palacio dos horas después del anochecer.
Hitsugaya contempló su reino con ojos llenos de nostalgia. Karin también le había hablado acerca de cómo se estuvo haciendo cargo del reino y él expresó lo inmensamente orgulloso que estaba de ella, y que de ahora en adelante no tendría que preocuparse más por eso, porque él había regresado, y aunque esperaba tener su apoyo como la reina que era, ella ya no tendría que cargar con sus responsabilidades en su totalidad nunca más, ahora serían un equipo, y con sus pequeños, una familia.
Se escabulleron en el palacio aprovechando que la mayoría de los sirvientes ya estarían dormidos a esa hora y discretamente se abrieron camino hasta la habitación real.
La pelinegra abrió la puerta levemente, viendo que Yuzu y Rangiku estaban allí dentro cuidando de sus hijos junto con ¿Momo? Que agradable coincidencia, perfecta para la ocasión.
-Vamos, hay que entrar y enfrentar esto.- la reina sonrió alentadoramente a su marido y lo tomó de la mano entrelazando sus dedos, entonces abrió la puerta, llamando de inmediato la atención de las tres mujeres, y Shimo, mientras que Kiui dormía en los brazos de su tía de sangre.
De inmediato la boca de Matsumoto y Hinamori cayeron a la par que sus ojos se abrían enormemente, llenándose de lágrimas. Ambas intercambiaron miradas, y luego corrieron hacia Toshiro con los brazos abiertos, sofocándolo en un doble abrazo mortal que parecía estar llevándolo a su muerte por la lenta perdida del aire. Hmm, ella había creído que lo golpearían también, pero esa era una forma más efectiva de matarlo, en realidad.
Ambas se apartaron chillando felizmente el nombre del chico que cuidaron desde que era un bebé, y luego la castaña lo abofeteó y la rubia le acertó un puñetazo en la barbilla, empezando a reclamarle por haberse desaparecido gritándole histéricamente. Bueno, eso sí que se lo había esperado más.
El gobernante barra ex preso se disculpó con ellas distraídamente, pero desde el momento en que entró en la habitación solo había tenido ojos para Shimo sentada en la cama al lado de su cuñada y Kiui en los brazos de esta. Shimo también mantenía sus ojos fijos en su padre, y a pesar de que pasó todo un año el evidente reconocimiento brillaba en sus ojillos turquesa.
-¿Papi?- preguntó su pequeña pestañeando inocentemente, parando de una vez todos los gritos de las dos mujeres mayores y cualquier otro sonido mientras todos los ojos se concentraban en ella. -¡PAPI!- Shimo le sonrió inmediatamente sin ningún tipo de rencor, solo estando feliz de que su padre por fin haya regresado, y le extendió los brazos ansiosa por que la cargara.
Toshiro sonrió soltando una especie de sollozo estrangulado antes de ir hacia su pequeña y tomarla en brazos abrazándola como si su vida dependiera de ello, sus ojos brillantes por las lágrimas que no iba a derramar.
-Hola, cariño.- besó suavemente la frente de la pequeña. –Te extrañe mucho.- volvió a abrazarla fuertemente.
-También te extrañe, pero sabía que ibas a volver porque mami me lo prometió.- su niña habló fluidamente como había aprendido a hacerlo recientemente y miró sonriente de su madre a su padre.
Karin no pudo evitar sollozar, pero rápidamente se frotó los ojos y se dirigió hacia Yuzu, que sonriente le entregó a Kiui en brazos.
-Bueno, Karin-chan, tú ya volviste así que yo me iré por fin…- se despidió su gemela lanzándole una sonrisa y un guiño antes de tomar las muñecas de Rangiku y Momo y jalarlas fuera de la habitación real ignorando sus protestas.
Toshiro miró casi con miedo al pequeño bebé de tres meses en los brazos de su esposa, aun sosteniendo a Shimo que estaba felizmente abrazada a él. Karin arrulló suavemente a su pequeño y él poco a poco fue abriendo sus ojillos turquesas iguales a los de su hermana, dando un pequeño y adorable bostezo y extendiendo uno de sus bracitos a tomar un mechón de cabello de su madre y jalarlo suavemente.
La reina rió entre dientes cariñosamente al contemplar a su pequeño príncipe, pero luego alzó la vista para ver a su rey y a su princesa, entonces se acercó a ellos y se apoyó en el hombro de su marido, los tres miembros de su familia mirando al más pequeñito de ellos que ahora se encontraba mirando fijamente a su padre como si fuera una especie de intruso.
Karin no estaba segura de que decir o qué hacer, quería que Toshiro cargara a su niño pero Kiui probablemente lo rechazaría así que estaba indecisa, sin embargo afortunadamente se salvó de tener que tomar esa decisión porque alguien más robó la iniciativa.
-¡Papi, papi, mira!- la pequeña albina dio palmaditas de puro entusiasmo. –Él es mi hermanito Kiui, es muy gruñón como tú pero igual que tú también es muy divertido.- el albino soltó una risa divertida ante esas palabras.
-¿En serio?- sonrió encantado con su hijita.
-¡Sip!- Shimo igual le sonrió, pero luego se concentró en su hermanito. –Kiui, mira, él es papi, ¿recuerdas que te hable de él?- preguntó con entusiasmo y Kiui de repente abrió mucho los ojos, mirando curiosamente de su hermana mayor a su padre. –Ahora podremos jugar los cuatro juntos.- dio más palmaditas.
La reina sonrió con los ojos aguados, preguntándose qué cosa tan buena había hecho en el mundo para merecer tan hermosos hijos.
-Mira, Kiui.- ahora su pequeño volvió su atención a su mamá, haciendo una mueca parecida a una sonrisa cuando la vio sonriéndole. –Él es tu papá.- Toshiro se acercó vacilante hasta ellos, extendiendo una mano para acariciar los mechones de cabello negro, dudando un poco cuando el pequeño perdió la sonrisa ante esto, pero entonces Karin tomó su mano y juntos acariciaron con suavidad la cabecita de su hijito pequeño, que permaneció serio pero no lloró, lo cual era un sorprendente gran avance teniendo en cuenta que normalmente pataleaba y chillaba cuando le presentaba extraños. –Eso… salió mejor de lo que esperaba.- soltó una pequeña risa incrédula, besando las mejillitas rosadas de su pequeño y murmurando felicitaciones por ser tan buen chico.
-Es… es un niño tan lindo.- él sonrió sin dejar de mirar a su hijo mientras acariciaba distraídamente los cabellos de su hijita que no parecía dispuesta a dejarlo ir en el corto plazo. -¿Cuánto crees que me tome ganar su confianza lo suficiente como para que me dejé cargarlo?- preguntó esperanzado.
-Conociéndolo, te diría que meses.- eso pareció devastarlo, pero ella de inmediato le sonrió. –Pero me sorprendió bastante la reacción que tuvo contigo hoy, así que, ¿quién sabe? Tal vez puedas ganártelo antes de lo que podamos pensar.- acarició con ternura la mejilla de su pequeño niño difícil pero adorable.
-¿Quién sabe, eh?- suspiró pero luego sonrió con más ánimos. –Bueno, de cualquier forma tengo mucho tiempo para intentarlo.-
-Por supuesto que lo tienes, después de todo, ahora tienes prohibido alejarte más de cinco metros de nosotros y no pasar al menos cinco horas de tiempo en familia.- puso su voz de mando que había sacado de él luchando duro por mantener el rostro serio. –Y es una orden, mi rey.-
-Pues como ordené la reina.- se sonrieron. –Pero con la única condición de que me adjudiques al menos un beso por cada una de esas horas.- se acercaron el uno al otro, con sus hijos mirándolos con curiosidad aún en sus brazos. –Comenzando ahora, por lo que tienes que besarme en este mismo momento y es una orden, mi reina.- presionaron sus frentes juntas, ampliando sus sonrisas al escuchar las risitas de su hija que parecía muy divertida de que se estuvieran ordenando el uno al otro.
-Como ordené el rey.- unieron sus bocas en un pequeño y dulce beso que más que ser solo eso era un nuevo comienzo, el comienzo de sus vidas juntos.
Al mirar al pasado desde este momento, Karin no podía mentir diciendo que la suya fue una historia de amor perfecta, y probablemente el día que sus hijos crecieran y les preguntaran como se habían conocido, cómo se enamoraron o buscaran en ellos ejemplos de cómo era el amor, ellos tendrían problemas en contestarles con sinceridad, tal vez hasta incluso se avergonzarían de ciertas cosas y otras les causarían mucho sufrimiento. Ella no era ingenua y sabía que el fantasma del pasado los perseguiría toda la vida, pero nunca se arrepentiría.
Tal vez su vida no resultó cómo había esperado, tal vez por amor hizo cosas que en su juventud la habrían horrorizado y hecho que se decepcionara de sí misma, tal vez a veces se preguntara cómo podrían haber sido las cosas si tan solo una sola hubiera sido diferente, pero el hecho es que las cosas fueron como fueron, y sus sentimientos eran los que eran. Y ahora ella era feliz y no se arrepentía de nada, no cambiaría nada pese al dolor y el sufrimiento, porque esa misma noche ella durmió abrazada a la persona que amaba, con sus hijos durmiendo seguros y felices al otro lado de la habitación, y el mundo tal vez viera su amor con desaprobación, el pasado tal vez siempre sería una molestia…
Pero por ahora ella estaba feliz, las personas que más amaba estaban felices y a su lado, y todo lo demás no le importaba.
Su relación empezó pareciéndole un infierno, pero ahora ella no podía pensar en un mejor paraíso. La vida la golpeó y la rompió, y luego junto sus pedazos solo para volver a estrellarlos contra el suelo, pero también le dio dos hermosas bendiciones y ahora veía un futuro brillante por delante.
"Te prometo que haremos que esto funcione. Luchare con todas mis fuerzas como sé que tú lucharas también. Porque yo soy tu reina, y tú eres mi rey."
Fin.
Hola! :'D
...
*Está llorando de alegria por haber terminado el capítulo pero tambien está llorando de tristeza por haber terminado el fic, pero igual está feliz por eso*(?
Bueno, este fic ya ha llegado a su fin, mis amados lectores TwT
Todo cambió mucho a como lo había pensado inicialmente, aunque la idea fue de mi BFF no mía xP Aun así estoy satisfecha con el resultado y como lleve la trama, aunque creo q en este final pude haberme pasado de cursi e_e Pero bueno, despues de tanto sufrimiento pense que se lo merecían XD
Como ya muchos sabran, adoro a Drama-chan, y ella fue mi mayor aliada a la hora de escribir, idear y modificar este fic, así que cualquier cosa dramatica que no les gustara culpen a Drama-chan, no a mí, yo soy un alma inocente O:D *lo dice despues de haber escrito un lemon...*
Fue un placer contar con su apoyo al escribir este fic n_n
Por cierto, tengo pensado un pequeño epilogo para esta historia, pero seria asquerosamente dulce y feliz en comparación a todo el resto del fic y siento que quedaría fuera de contexto XP Así que lo dejó a su elección
¿Quieren epilogo? :D?
Bueno, ahora tengo que ponerme manos a la obra con la adaptación HK de Mulan, sé q la han esperado mucho nwnU Y pos... tambien tengo otros proyectos de los cuales encargarme, pero tratare de no tenerlas tan descuidadas igual n3n
Espero que este largo, dramatico y raro fic les haya gustado :)
Los personajes de ya saben quien!
COMENTEN! *o*
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!