Notas de la autora: Está historia será más sencilla que la tabla del uno sin otro fin además de sacar sonrisas suspiros y quizá muy minimamente un apretón al corazón; los capítulos serán cortos y actualizaré más seguido.

Advertencias: Drama, fluff y friendship. Eren con un flechazo por Levi, y Levi con novia. Mención de algunas parejas.


Boyfriend
Primera Parte

"Lo quería y él a mí, pero nunca fue de la misma manera"


Sucedió durante mi último año de preparatoria, cuando tenía 17, cuando los problemas de adultos aún cercanos se tornaban lejanos; cuando sientes que la vida puede ser devorada de un mordisco y los momentos buenos pueden ser eternos. Ese instante de juventud en el que sientes eres dueño del mundo y tu vida se descarrila en diversos sentidos. Ese momento en el que destruyes y construyes lo que serás a partir de ahora sin comprender con exactitud lo que vendrá a futuro.

Sucedió cuando mi corazón estaba vulnerable y dejó paso a aquellos hermosamente dolorosos sentimientos.

¿Por qué de todas las personas en el mundo tenía que ser él?


I
—Problemáticos satélites—

Septiembre, 1987.

Fue como un sueño. Efímero, espontaneo, simple, con la agridulce sensación de recuperarlo incluida. Y, literalmente, acababa de despertar. Con los ojos entrecerrados intentaba acostumbrarme a la luz del sol; el aire que se colaba por la ventana a mi lado izquierdo se sentía fresco, mi boca se sentía reseca y tenía el brazo derecho entumido. Miré al frente, el profesor explicaba algo sobre la segunda guerra mundial, a mi alrededor nadie prestaba atención, quizá dos o tres personas, los demás estaban sometidos a un mundo de amigos y tardes tranquilas. Miré a mi derecha, ah, ahí estaba, el culpable, Armin me miraba preocupado.

–Te quedaste dormido – susurró, esperando no ser pillado por el profesor. Enderecé mi cuerpo y estiré los brazos intentando tocar el cielo, metafóricamente claro –. ¿No has podido dormir bien?

Recuperé la postura. Observé el lejano horizonte y cómo el azul del cielo se teñía de resplandecientes blancos gracias a las nubes en contraste con la luz del sol. Un colibrí voló y aleteó alrededor de un árbol de jacaranda; deseé ser él.

–Algo así – le dije –. Olvidé la tarea y la hice en el último momento.

Armin era un buen amigo mío. Llevamos nuestros casi tres años de preparatoria juntos. Él era alguien disciplinado y carismático, le iba bien en las materias y lograba caerle bien a las personas; su cabello rubio, largo hasta la barbilla, junto a su infantil rostro, provocaba que en ocasiones le confundieran con una chica. Yo prefería catalogarlo en la sección de persona adorable (aunque de adorable solo tenía el rostro).

Esperé media hora más hasta que la campana de salida sonó y todos en el aula tomaron sus cosas y emprendieron rumbo hacia los pasillos. Armin se despidió de mí como cada día y, como cada día, yo esperé a que todos salieran. Antes de salir el profesor llamó mi nombre.

–¿Me ayudarías? – preguntó mostrándome con una ademan de su mano las pilas de exámenes que había aplicado ese día. No a nosotros, quizá a otros grupos.

–Claro – coloqué mi mochila correctamente y estiré ambos brazos para que el hombre colocara en ellos una de las pilas.

Le seguí de cerca.

Afuera, algunos de los alumnos aún deambulaban por los pasillos, unos pocos en soledad, otros muchos en perfectos grupos de tres o cinco, imposible el paso para alguien más. Todos sumergidos en sus mundos perfectos de películas y amores tempranos. Era sencillo, sí, tenían una vida sencilla. Bajé la vista; al alzarla a lo lejos divisé a la perfección en persona. Mi problema.

Levi Ackerman.

Su nombre es Levi Ackerman. Mi problema era Levi Ackerman. Entonces, claro, no lo consideré de ese modo. En ese instante todo lo que podía pensar de él era en lo genial que le lucía ese corte de cabello muy al estilo militar (solía llevarlo largo atado en una coleta, éste año al parecer había decidido hacer un cambio). Me pregunté cómo luciría yo si me cortará el cabello también. La idea no me gustó.

Volví a mirarlo, estaba junto a Isabel. Mi hermana. Su novia. La sostenía de la mano mientras ella sonreía y charlaba con sus amigos. Levi sólo estaba ahí, escuchando, o pretendiendo escuchar. Todos alrededor de ellos lucían cómodos, satisfechos.

Y es que era así cómo debía ser, porque todos amaban a Levi Ackerman.

Levi y sus ojos de un color azul tan oscuro como las noches de otoño en octubre.

Levi, el que siempre parecía de mal humor. Probablemente el único a quien podía considerársele genial con un humor de mierda como el suyo.

Levi el chico genial a quien sin importar cómo todo le salía perfecto. El mejor en deportes, el mejor en las clases, su nombre adornada el primer lugar del cuadro de honor.

Levi Ackerman.

Jamás comprendí a Levi Ackerman.

Y parecía ser el único.

Nunca me afectó; nunca nada me afectó. A menos claro de que habláramos de películas sobre escritores esquizofrénicos y perritos en la calle. Mamá solía decir que había llorado la primera vez que vi la laguna azul, y que había dormido con la luz encendida cuando miré viernes trece, pero que ella dijera esas cosas a mis amigos no me importaba. Incluso la paz mundial no era un problema mío. Mi única preocupación hasta esa etapa de mi vida era mantener un perfil bajo con calificaciones buenas y pensar en lo que mamá haría de comer cuando volviera a casa después de estar diez horas en un infierno hecho escuela.

Mi vida era tranquila. Estaba bien.

Eso claro, hasta que la presencia de Levi comenzó a ser más notoria en mi vida. Cuando llegamos al punto donde no hubo retorno ni mensaje de advertencia.

Odio admitirlo, pero a estas alturas debería de ser obvio: estamos aquí para hablar de Levi Ackerman, y sobre cómo hizo estragos en mi vida difíciles de reparar.

Levi era, no solo el novio de mi hermana, era también el presidente del consejo estudiantil y el mejor en la clase de gimnasia, no pertenecía a ningún club de deporte sin embargo, él pertenecía al club de literatura, le gustaba escribir y lo hacía bien, él lo sabía, pero no era su pasión.

Sabía tocar el piano y cada viernes después de clases podías verlo en el club de música desempeñando su papel de artista incomprendido.

Por las tardes –lunes, miércoles y viernes– asistía a clases de natación en un club al que su familia pertenecía. Durante el verano solía aplicar en distintos cursos, la última vez había aprendido francés. Maravilloso.

Su color favorito era el negro, o el gris, quizá azul marino. No lo sé. Lo que sí es que era una persona bastante seria y distante, con un aura de superioridad que lejos de hacerlo lucir intimidante, lo hacía lucir admirable, inalcanzable, como Saturno. Quizá no. Aunque si tuviera que definirlo como un algo en el universo diría que era Saturno, y que todos a su alrededor eran los anillos.

Por supuesto que yo no.

Yo era un diminuto pedazo de meteorito orbitándolo. Tan pequeño, tan insignificante. Tanto que al ser Saturno todo lo que mis ojos veían era incapaz de darme cuenta que también le orbitaba, por ende, tardé demasiado en saber que eventualmente colisionaría.

Y eso que mi pasión siempre fue la astronomía. Tal vez debí estudiar un poco más el qué hacer cuando se ésta en un lugar inexplorado, así pude haber tomado mis precauciones.

Como sea.

Isabel, mi hermana, giró el rostro en mi dirección, sus grandes ojos verdes colisionaron con los míos, me saludó con su mano y luego dijo algo a sus amigos, corrió hasta mí.

–Hola, profesor Mike – ella saludó. El hombre asintió en respuesta y continuó su camino, continué tras de él, ella a mi lado.

–Estaba pensado – dijo, manos tras su espalda y una sonrisa teñida de ternura en su rostro se dibujó – que deberías de venir con nosotros está vez. Todos juntos iremos a la pista de hielo.

Suspiré, los dedos comenzaban a dolerme, para mi suerte el aula de profesores estaba a tan solo unos pasos de mí.

–Espera ¿sí?

Ella asintió y esperó en el pasillo todo el tiempo que tardé en salir. El profesor me dio las gracias y me recordó no olvidar las tareas.

–No lo sé – le respondí al salir a Isabel, ella hizo un mohín advertencia de su insistencia –. Bueno, tú sabes que no soy bueno en eso; no sé patinar normalmente ¿cómo esperas que lo haga en hielo? – me excusé. Lo cierto era que no quería ir. No me gustaba estar rodeado de tantas personas durante mucho tiempo, y estar cerca de la colorida y alegre de mi hermana, junto a su distante pero popular novio significaba eso.

Claro, me gustaba creer que me llevaba bien con todas las personas que conocía. Excepto claro Annie Leonhardt, una chica de segundo año de baja estatura pero feroz aura que creía que estaba enamorado de ella debido a una tonta carta de amor –no era mía, era de Armin, yo sólo había hecho el favor de entregarla, se lo había explicado, pero de alguna forma ella quedó predeterminada a odiarme. Oh, y estaba Jean Kirschtein, él estaba en mi clase, y me odiaba por el simple hecho de existir, creo. No lo sé, simplemente era imposible para nosotros no terminar pelando cada vez que estábamos juntos. Pero, excluyendo eso, lo demás estaba bien, así que me gustaba pensar que ellos no tomarían a mal el que negara su invitación.

–Puedes hacerlo conmigo ¿sabes? – ella insistió. Tomó mis manos entre las suyas y sus ojos me miraron anhelantes. A poco y nada de decir que sí, recordé que días antes ella había sido castigada por chocar el auto y su recién adquirida licencia de conducir había sido confiscada por nuestro padre.

–No, lo que tú quieres es un chófer – rezongué mientras con pasos apresurados caminé hasta mi casillero en busca de los libros que usaría esa tarde para hacer mis tareas. Isabel detrás de mí continuaba insistiendo, intentado sobornarme con lo mejor que podía, pero nada, absolutamente nada me haría cambiar de opinión.

Tomé mi walkman y mucho antes de colocarme los audífonos pulsé reproducir. –¡No seas grosero! – ella protestó, tomando entre sus manos mis audífonos e impidiendo de ese modo que me los colocará. Le miré con el ceño fruncido, cerré mi casillero y me dispuse a marcharme cuando frente a mí el mundo se derrumbó. O por lo menos comenzó a hacerlo. En silencio y despacio. Siempre había creído que el fin del mundo sería mucho más ruidoso.

No lo fue, quizá por eso no vi la advertencia.

–Deberías venir – Levi, frente a mí, con sus ojos azules y su pálida piel de cristal. Suspiré, descansé los audífonos alrededor de mi cuello y arreglé mis lentes de pasta gruesa que se resbalaban. Ignorar a Levi era –y odio admitir esto– casi tan difícil como tocar el cielo con la punta de los dedos, o encerrar una constelación en un frasco de mermelada de fresa.

–¿Por qué debería? – repliqué –. Tengo tareas que terminar y una tarde tranquila a la cual no quiero ignorar.

Levi pasó su mano por mi brazo y arrebató de él mi mochila. Jaloneé al principio, pero su fuerza era mayor y mi voluntad muy poca. Isabel se colgó de mis hombros y me sonrió tan abiertamente que por un instante creí que su sonrisa me absorbería como un hoyo negro. –Soy tu hermana mayor – se excusó, con un puchero que podía delatar lo contrario.

–¿Sí? ¿Por cuánto? ¿Un minuto? – Pedí, con un gesto, me regresaran mi mochila. Levi se la colgó a los hombros.

Isabel soltó un suspiró cargado de resignación.

Levi en cambio, con su rostro inmutable, continuó hablando: –No necesitas meter tu trasero a la pista de hielo si no quieres, todo lo que necesitas es llevarnos. Te ayudaré con tus tareas y te deberé un favor, es un trato justo – me miró, las constelaciones en sus ojos resplandecieron y Jápeto[1] me saludó –… además, somos amigos ¿no es cierto?

Lo miré.

Me miró.

Levi no mentía. Éramos amigos. Algo que, en algún punto olvidé y lo volví mi problema.

Porque Levi Ackerman era mi mejor amigo y las cosas debían de permanecer así.

Continuará...


[1]: Jápeto es el octavo satélite y tercero en tamaño de Saturno, se conoce también por Lapetus.


Algunos datos:

Levi y Eren están en su último año de preparatoria, tienen 17 años, la historia se desarrolla en los 80's, aunque la canción que inspiró esto es de Ed Sheeran "Photograph".

Espero les haya gustado.
Un abrazo, Stranger.