Disclaimer: El universo de Haikyuu le pertenece a Furudate Haruichi.


Se consideraba un saludable muchacho de diecisiete años (casi dieciocho), contento y sonriente, y a pesar de que los demás estuvieran acostumbrados a verle los dientes tras sus labios estirados hacia cada lado, este día de alguna forma aquello les resultó espeluznante. Kuroo estaba más feliz de lo usual, quizás demasiado, aún si no había ninguna señal terminante más allá de ese gesto adherido a su boca.

— Es un buen día.

Fue lo que le dijo a Kenma cuando éste fue enviado por el resto de su equipo para averiguar qué rayos pasaba con el capitán, y al parecer fue el único satisfecho con la sencilla respuesta. Sin embargo tampoco insistieron más.

Y sí que había sido un grandioso día. Notaba su cuerpo en óptimas condiciones, reaccionando sin esfuerzo y más rápido de lo habitual, logrando tomar revancha en contra de las repetitivas victorias de Ubugawa y Fukurodani, lo cual tuvo bastante mosqueado a Bokuto y se vio obligado a practicar tiempo extra con él hasta que se le pasara. Pero ni siquiera con todo ese agotamiento acumulado tras los partidos y varias penitencias bestiales llegó a sentirse realmente cansado al final del día.

Entró a los vestidores junto con Bokuto y otros de tercer año, dejando en un banquillo la ropa de cambio mientras se quitaban la sudada y hedionda que lanzaron en los cestos de los que se encargarían sus respectivas managers.

— Amigo, ¿te abrazó un gato con epilepsia o qué?

Kuroo tomaba su toalla para dirigirse a las duchas cuando el capitán de los búhos hizo exclamaciones al apuntar a su espalda. Giró el cuello tratando de llevar sus ojos tras su hombro y sintió el ardor de su piel maltratada estirándose por aquel movimiento. No podía ver nada, pero sí, estuvo seguro de que eran muchas, muchas marcas, aún sin que Bokuto las contara en voz alta como lo estaba haciendo.

Volvió a sonreír de la manera en la que lo hizo desde que empezó la mañana, acariciando esos vívidos recuerdos culpables del sudoku que tenía ahora en la espalda.

— Yo diría que más bien fue un huraño cuervo de lentes, uno muy guapo y con las garras bien afiladas