Al parecer no era mi día.

Había iniciado teniendo un pequeño altercado con mi hijo debido a que él quería ir a la escuela de Charles aún sabiendo que estábamos en medio de semana y que su deber era ir al colegio. La discusión pareció drenar todas mis energías y Kevin se había ido de la casa sin siquiera despedirse, azotando la puerta de salida y sin volverse ni una vez a mirarme mientras se subía a su ruta escolar.

Y ahora, una carpeta negra catalogada como «confidencial» descansaba en el escritorio de mi oficina. Apostaba mi vida a que no eran buenas noticias.

Dejé mi bolso a un lado y tomé asiento, pero antes de abrir la carpeta masajeé un poco mis sienes sin dejar de mirarla fijamente, pensando que dolor de cabeza me esperaba.

Apenas acaba de abrirla y estaba leyendo el primer párrafo de uno de los varios documentos, el cual se refería a los gobiernos mundiales que seguían uniendo fuerzas entre sí con el fin de concientizar al resto del mundo sobre el peligro no catalogado que representaban los mutantes y convencerlos de hacer algo al respecto, cuando sonó mi celular. Número desconocido. —Agente Mactaggert.

—Moira, ¿cómo estás? Con Raven.

Me enderecé en la silla, frunciendo un poco el ceño y preocupándome de inmediato. Charles era normalmente quien me contactaba y lo hacía a través de cerebro, no por vía telefónica. —¿Qué pasó?

—Es Charles. Está... está enfermo.

—¿Qué? ¿Qué le ha pasado?

—No lo sé. Por eso te estoy llamando. Bueno, no por eso en si. Necesito que me ayudes a encontrar a Erik. La CIA no le ha perdido la pista, ¿verdad?

—¿Magneto?

—Sí. ¿Sabes dónde está?

—Claro. No ha dejado la ciudad desde que regresó con nosotros del Cairo. Pero dime, ¿qué pasó con Charles? ¿Puedo ayudar en algo?

—Ya lo estás haciendo, Moira. No puedo creer que Erik siga aquí —comentó más para sí misma y entonces añadió para mí—: Lo necesitamos contactar inmediatamente. ¿Podrías encargarte de eso? Regresa con él y ve a Charles con tus propios ojos. Está... creo que está en coma. Algo grave le ha sucedido.

—Iré a por él inmediatamente pero Raven...

—¿Sí?

—Cuida bien de Charles. No puedo perderlo, no podemos perderlo —finalicé, mi voz rompiéndose un poco.

—Está estable, Moira. Pero haré todo lo que me sea posible. Hank se está encargando de cuidarlo por ahora.

No fue necesario decir más palabras. Una vez colgué, tragué el nudo que se había formado en mi garganta y me puse de pie, agarrando nuevamente mi bolso y buscando las llaves de mi coche mientras salía de la oficina.

Me topé de frente con mi secretaria quien me miró asombrada. —¿Agente Mactaggert?

—Lo siento, olvidé algo —murmuré, sobrepasándola y dirigiéndole una sonrisa tímida—. Volveré en un momento.

No esperé su respuesta. Me apresuré hasta mi coche, gracias a Dios sin toparme con obstáculo alguno, y una vez allí me dirigí hacia el este de la ciudad, específicamente a uno de los moteles donde sabía que Magneto se había estado hospedando. Mientras parqueaba, rezaba porque siguiera estando allí o al menos conseguir una pista de su nuevo paradero.

Entré al hotel, dirigiéndome directamente al señor detrás del recibidor.

—Buenos días, Sra. ¿Puedo ayudarla?

—Eso espero —repliqué, mostrándole entonces mi placa—. Necesito hablar con uno de sus residentes.

El hombre la miró por un momento antes de encontrarse nuevamente con mi mirada, pero cualquier cosa que iba a decirme fue interrumpida por una nueva voz. —¿Moira?

Me volví y me encontré a Magneto, quien me estaba mirando con una mezcla de genuina curiosidad y preocupación, allí parado frente a las puertas del ascensor que se estaban cerrando.

—Gracias a Dios —murmuré mientras me le acerca, guardando mi placa—. Tienes que venir inmediatamente conmigo a la escuela. Algo le ha pasado a Charles.


El viaje hasta la escuela transcurrió en su mayoría en silencio. Al principio Magneto quiso saber qué había pasado pero cuando le expliqué que no tenía idea, sólo lo que Raven me había dicho, se quedó callado, su mirada perdida en la ciudad.

La verdad es que no me sentía cómoda estando a su lado. Este hombre era un peligro, una amenaza, no sólo para los humanos sino también para los mismos mutantes. No me agradaba para nada estarlo llevando devuelta a la escuela cuando Charles no iba a estar allí para controlarle, devolverle el sentido, en caso que sufriera otro episodio de psicosis y tuviera nuevamente el deseo de acabar con el mundo. Sé que no estaba siendo justa, sé que al final nos había ayudado a detener a ese otro mutante, sé que tenía todo el derecho a estar enojado con los humanos, pero me resultaba imposible juzgarlo de otra manera cuando recordaba todo lo que había hecho, todo el sufrimiento que había traído al hombre al que amaba; cuando recordaba que intentó matarme en Cuba por un accidente del cual él era el culpable.

Sin embargo, si Raven me había pedido localizarlo es por que lo necesitaban y, aunque no me gustara, Magneto era uno de los mutantes más poderosos que había llegado a conocer y la escuela necesitaba toda la protección que pudiera conseguir en este momento. Ya no estábamos en una era de paz. El mundo seguía escandalizado por el desastre causado por unos cuántos mutantes, y con Charles fuera de ecuación, se encontraban vulnerables a cualquier ataque.

La reja de la entrada se abrió incluso antes de llegar a timbrar y divisé a Raven y a Scott esperándonos en la entrada de la escuela. Apenas estaba frenando cuando Magneto salió del carro, dejándome atrás. Me apresuré a alcanzarlos, justo a tiempo para escucharle preguntar, su tono preocupado: —¿Qué le ha pasado, Mystique?


Nos encaminamos hacia el laboratorio mientras Mystique nos ponía al día. No pude dejar de notar que todos los mutantes estaban por allí rondando, luciendo preocupados. No más nos vieron, algunos, los profesores, empezaron a murmurar dándome miradas de soslayo mientras que los estudiantes compartieron miradas de alivio e incluso recibí una sonrisa por parte de Peter. No entendía por qué eso último.

Apenas las puertas se abrieron y divisamos a Charles, Moira corrió hasta donde se encontraba, agarrando una de sus manos y mirándolo con preocupación antes de ponerse a susurrarle cosas más allá del alcance del oído. Era un momento terriblemente íntimo que me hizo apartar la mirada.

Hank, aún en su forma azul, se detuvo a mi lado y me saludó con un gesto de la cabeza. Sé que aún las cosas no se encontraban apaciguadas entre nosotros, que quizás jamás lo estarían, pero no sufría por ese conocimiento. Las personas más importantes para mí estaban allí mismo, pero una estaba en coma mientras que la otra se veía preocupada mientras seguía estando a mi lado.

—Creo que Raven te ha dicho todo lo que actualmente sabemos. Sin embargo, en las últimas horas he notado que Charles ha tenido mayor respuesta a los estímulos que le había venido aplicando por lo que me atrevería a decir que está mejorando por sus propios medios.

—¿Y ella? —Hice un gesto hacia Jean, una de las estudiantes estrellas de Charles.

—Aún nada. Su temperatura se ha mantenido estable y la he mantenido hidratada. Los últimos test que le he hecho me hacen pensar que está sufriendo un episodio de completo agotamiento corporal. He estado poniéndole proteínas y vitaminas, pero hasta ahora no he visto mejoría alguna. Puede que sea un efecto del mismo uso de sus poderes, del fénix, pero no llegué a estudiarlos a profundidad para saber qué hacer en caso que algo así sucediera. Un completo descuido por mi parte.

—Por parte de todos, querrás decir. Sin embargo, esto es increíble, tú eres asombroso, Hank. Te lo dije —murmuró Mystique, acercándosele y poniendo una mano sobre su brazo—. No dudes de ti mismo. Mira todo lo que has avanzado en tan poco tiempo.

El aludido bajó la mirada y balbuceó un par de cosas antes de alejarse a revisar a Jean. Lo seguí un momento por la mirada y entonces miré a Moira quien depositaba un beso en una de las mejillas de Charles.

—¿Por qué me has traído aquí, Mystique? —le pregunté, volviéndome a mirarla—. No puedo ayudarlos. —Y vaya sino me torturaba ese conocimiento. Sentía que les estaba fallando de nuevo.

—Quizá no a Charles o a Jean. Pero sí al resto de nosotros. Necesitamos que alguien tome el mando mientras Charles esté en este estado. Y no hay nadie más que tú. Charles tiene fe en ti, confía en ti, así que no hay duda; eres tú quien debe liderarnos por ahora.