¡Hola!, sé que aún no termino mis otros escritos y ya estoy comenzando con otro, pero éste se lo debo a una querida amiga (Velia ¡te quiero! Espero sea de tu agrado), pero los demás serán concluidos, lo prometo :D

Mystrade, Ooc, AU.

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Greg se levantó esa mañana con energías renovadas después de un caso realmente difícil que le llevo una semana de su vida, el caso en sí no fue el problema, lo que realmente hizo de su semana un inferno fue la aparición de Sherlock en la escena del crimen, pues como es su costumbre se robó parte de la evidencia, luego se negó a dar información sobre su investigación, después fue tras los asesinos sin informarle y para colmo John por poco y termina con un agujero nuevo en la cabeza. Si, una semana interminable, trabajar con el Detective consultor debería catalogarse como el noveno círculo del infierno.

Lo bueno de aquellos maratónicos días es que le dieron otros dos maravillosos días de descanso, el primero lo pasó tirado en su cama con una cerveza en la mano y una bolsa con papas fritas en la otra mientras miraba tele-basura durante horas y hoy, en su segundo día, despertó con energías de ponerse a limpiar su casa, que si bien no era un muladar, los muebles tenían mucho polvo encima, así que con su mandil puesto y su trapo en mano se dispuso a sacudir todo el lugar.

Tres horas después ya había limpiado todos los muebles de la sala de estar, el recibidor, su recámara y los pasamanos de la escalera, estaba a nada de dejarse caer en su sillón preferido cuando recordó todos los abrigos, chamarras, suéteres y demás cosas que tenía arrumbados en el pequeño closet a un lado de la entrada principal, así que con pereza pero con toda la convicción de arreglar ese nido de cosa arrumbadas se dirigió hacia allá.

Abrió la pequeña puerta y comenzó a sacar una a una las prendas de ropa, revisando las que estaban limpias y las que no, cuando el pequeño cuarto quedo despejado se quedó sorprendido, al fondo de todos esos trapos estaba una ancha y alta caja, de la cual sobresalían los mangos de distintos tamaños, colores y materiales de los paraguas que ahí descansaban, sonrío con nostalgia al recordar a quien pertenecían y como habían llegado a sus manos.

Jaló la caja hacía afuera, en el pasillo para que la luz del foco lo iluminara mejor, se sentó en el suelo sobre los abrigos que catalogó como sucios y con cuidado saco uno de los paraguas, era uno de color negro con lona de muy buena calidad, el mango era curvo de ébano macizo, las varillas del paraguas eran muy gruesas, sin duda aquel artefacto era capaz de soportar una lluvia torrencial, sin embargo estaba doblado haciendo un ángulo de casi 90 grados y soltó una risita ahogada cuando recordó la razón de esa extraña forma:

_CINCO AÑOS ATRÁS_

3:30 am, London.

Todos estaban con la boca abierta y con la expresión de asombro más graciosa que hubiese visto antes, se hubiese reído si no fuese él mismo uno de ellos, era como tener a un extraño unicornio morado que cumple deseos frente a él, la diferencia era que en lugar de un unicornio morado estaba un joven de veintitantos totalmente drogado y en lugar de cumplir deseos le estaba dando pistas sobre el reciente caso de robo y asesinato múltiple, tan reciente era el caso que los cuerpos aún seguían en el suelo desangrándose.

-Disculpa ¿Qué?- preguntó anonadado.

-Que el culpable es el cuñado del guardia, es obvio- contestó aquel tipo justo antes de que se recargara en la pared y vomitara una extraña sustancia verdosa.

-¿Y tú como demonios sabes? ¿Estabas aquí? –preguntó abruptamente la agente Donovan mientras se acercaba al muchacho que vomitaba al otro lado del callejón y sacaba sus esposas para someterlo por su ponía difícil -Por qué si ese es el caso debes de acompañarnos a la estación, ahora tu eres un testigo y…

-¿No se cansan de ser tan estúpidos?- preguntó molesto el tipo mientras se erguía un poco, recargando casi todo su peso sobre la pared.

-Cuida tus palabras jovencito- le dijo serio –Estas hablando con la policía y podemos acusarte de desacato.

-Yo no los estoy ofendiendo, solo recalco una verdad muy evidente- contestó con la sonrisa propia de un tipo muy intoxicado.

-Escuche jefe, dudo que lo que diga sea verdad o tal vez si lo sea, pero así como ésta no podrá darnos muchos datos creíbles, sugiero llevarlo detenido- la morena estaba muy molesta y lo único que quería era que aquel joven irreverente dejará de humillarlos frente al cuerpo policiaco.

Lo pensó un momento, estuvo tentado a dejarle ir, sin embargo el joven se giró en un rápido movimiento y se echó a correr hacía la avenida principal, como reacción él comenzó a perseguirlo.

Resultó que el tipo era rápido, pero él lo era más, así que cuando estuvo a un metro de distancia del ahora "sospechoso", se lanzó sobre él aplastándolo con su peso sobre el pavimento, el joven se agito bajo su peso e intentó golpearle, no le quedó de otra más que azotar la cabeza del desdichado contra el pavimento un par de veces hasta que se calmó (o se desmayó, quien sabe), le puso las esposas y como un saco de papas se lo colgó al hombro, en aquellos días tenía una mejor condición física, así que fue fácil transportarlo.

Se quedó el resto de la madrugada trabajando en su oficina, de vez en vez iban a verlo los custodios y le informaban que el joven de las celdas era insoportable, que hacía mucho ruido, que el tipo con el que compartía celda lo veía feo, que se había agarrado a golpes con el tipo que lo veía feo, que ahora era amigo del tipo que lo veía feo, que él y su nuevo "amigo de la mirada incómoda" estaban actuando sospechosamente, que ahora estaban planeando un motín, que le habían confiscado un explosivo que hizo a base de yeso, agua y un chicle masticado–"¿Cómo era eso posible?"- se preguntó y harto de todo se levantó con la clara intención de darle otro "sedante" a ese pequeño alborotador; se estaba doblando los puños de su camisa cuando escuchó el "clic" de su puerta al cerrarse, levantó la vista y justo frente a él estaba un hombre con traje de tres piezas, con un largo paraguas colgado de su antebrazo derecho, pelirrojo de mortales ojos azules y una molesta sonrisita falsa.

-¿Qué hace usted aquí?- fue lo primero que se le ocurrió decir, la verdad es que en aquellos ayeres tenía un humor de mierda, además su día había estado horrible y tenía a un tipo con alma de revolucionario encerrado en el primer piso agitando a todos en la zona de detención.

El pelirrojo levanto una de sus pelirrojas cejas y lo miro como quién mira a un pedazo de mierda seca, o sea como si no valiera nada, eso solo le puso los nervios de punta y apretó los puños con fuerza.

-Lo importante no es que sepa quién soy yo- habló el tipo del traje con un tono de voz medio burlón, cosa que solo hizo que el mal humor del inspector siguiera creciendo –Lo importante es que usted DEBE liberar a Sherlock Holmes.

Lestrade se enderezó tan alto como era y sonrió de lado, quienes lo conocían sabían que aquello solo auguraba la furia del ID, lástima que el pelirrojo no lo conocía…

-¿Así? ¿Y por qué debería yo de seguir su ammm… sugerencia?- su mirada era retadora a juego son su sonrisa, de verdad solo estaba buscando con quién liberar la tensión, planeaba hacerlo con el pelinegro que tenía detenido, pero ya que éste pelirrojo se ofrecía tan voluntariamente no se iba a quejar.

El de ojos azules se sorprendió por la posición del otro, pero no lo demostró, al contrario, con una actitud desinteresada cruzó sus piernas y recargo su peso sobre su paraguas, se miró las uñas y dijo –No se lo estoy sugiriendo, se lo estoy ordenando.

Y esa fue la gota que derramó el vaso.

Lestrade camino de forma tranquila hacia la puerta, paso a un costado del pelirrojo, quien por cierto seguía en la misma posición, entonces concentrando toda su furia en su pie, dio un golpe seco sobre el paraguas del pelirrojo el cual al instante se dobló y todo el peso del trajeado se fue al suelo, el inspector se sentó sobre el pecho del intruso, sus rodillas descansaban sobre los antebrazos de cada lado inmovilizándolo por completo.

-Escúchame bien, presuntuoso de mierda –siseó con el rostro casi pegado al del otro –No sé quién seas ni me interesa, pero en éste instante te tengo inmovilizado debajo de mí, no importa tu puesto, ni tu dinero ni nada, aquí en éste momento no eres nada- sabía que se estaba excediendo, pero pues… el empezó.

El pelirrojo estaba petrificado, no había previsto que algo así sucediera, la única razón que explicaba este proceder solo podía deberse a que el ID estaba en su límite… -"De seguro fue Sherlock"- pensó el pelirrojo con pesar.

De esa ocasión recuerda que el pelirrojo, después de ser "dulcemente interrogado contra suelo" le informó que era el hermano del detenido revoltoso, su nombre era Mycroft –"¿En serio?" "Si, si, en serio"- que tenía un puesto menor en el gobierno, tenía 29 años, llevaba 32 horas sin dormir, era del signo libra, pesaba 90 kilos, medía 1.85 metros, nunca había creído en Santa y tenía una pieza dental falsa.

-"Lo que uno puede saber cuándo se tiene a alguien inmovilizado en el suelo y una botella con agua gasificada en la mano"- pensó el inspector con una media sonrisa, la verdad es que tenía alma de interrogador... de la Santa Inquisición, detalles más, detalles menos.

Eran las 7 de la mañana cuando "esa amigable charla" terminó, el pelirrojo estaba húmedo y temblando de frío, pues al principio se había negado a hablar así que Lestrade había agitado su botella con agua, después la dirigió hacía la respingada y pecosa nariz y la abrió, el otro se agitó y tosió un rato hasta que volvió a tapar la botella.

-¡Esto es ilegal!- medio gritó

-Nadie se va a enterar- le contestó y volvió a agitar la botella -¿O sí?

El pelirrojo miraba aterrado como la tapa-rosca de aquella botella del diablo giraba lentamente – ¡No! ¡Nadie, nadie!

_TIEMPO ACTUAL_

Lestrade soltó una carcajada, recuerda que después de ver la expresión de horror que tenía el pelirrojo aquella mañana se sintió un poco culpable, desde ese día dejo de usar esos métodos tan arcaicos, de alguna manera el tipo se le hizo atractivo, igual y no hubiese estado tan enojado esa madrugada la historia habría sido distinta pero ni modo. Sonrió meneando la cabeza un poco mientras pensaba que con el susto que le metió a Mycroft ese día a éste se le olvidó su paraguas en su oficina, su pose snob y hasta a su hermano, el simplemente abandonó el lugar en cuanto pudo. Fue en la noche de ese mismo día que una mujer extremadamente seria fue a pagar la fianza del pelinegro y ambos desaparecieron a bordo de un auto negro.


La continuación será pronto :D