Los personajes no me pertenecen, son creación de sensei Yumiko Takahashi, yo solo los pido prestados sin fines de lucro.

Ôkami

Clan de Demonios Lobo

Por Tlacuilo

Tomohisa observó el paisaje nevado y luego se giró a buscar a su compañera de viaje, más la pelirroja seguía su camino sin detenerse. El Inu suspiró derrotado, era lógico que ella estuviese habituada a todo ese color blanco y ese paisaje, mas él no, y deseaba disfrutarlo, sin embargo no podía llegar después de la yôkai a presentarse ante el Gran sabio.

Tomohisa retomó su carrera y en poco tiempo alcanzó a una enfurruñada Ayame.

–Yo pensé que te quedarías embobado por más tiempo.

El Inu no respondió a la puya. En cambio mencionó.

–Me gusta admirar las cosas hermosas.

La yôkai se rió entre dientes, sin embargo Tomohisa no era de los guerreros que se ofuscara por nimiedades y la ignoró. Por si fuera poco sabía que a la edad de la yôkai no se le podía considerar madura, no cuando –sonrió divertido– se había puesto en la mira –por voluntad propia– de un bochan Inu.

Ambos notaron como los vigías los seguían a corta distancia.

–Ya nos han visto, pues se han puesto en defensa. –comentó Tomohisa.

–Debimos regresar todos y no solo yo.

–Esta fue una decisión del Rīdā.

–Y de tu Lord.

–¿Alguna objeción?

Ayame se encogió de hombros comprobando que esos Yôkai caninos eran por lo más, muy serenos… si no te metías con su clan o sus lores.

Un grupo de dos soldados –algo ancianos– y el Gran sabio, salieron a la vereda que guiaba al cubil. Tomohisa paró su carrera e hizo una reverencia como saludo.

–Soy Tomohisa, guerrero Inu perteneciente al Ichizoku del Señor del Oeste Sesshōmaru-Sama. Me ha envido mi lord y el joven Rīdā del Ôkami para traer noticias y para ser acompañante de Ayame-san.

El Gran sabio se sentó sobre sus cuartos traseros y asintió, y si bien sus ojos eran cubiertos por los años y su pelo, estos brillaron esperanzados… al escuchar del Ichizoku Inu.

–Bienvenido seas, mensajero.

Tomohisa caminó y el grupo de bienvenida lo hizo delante de él, más el viejo lobo se quedó para caminar a su vera.

–Qué novedades me traes del joven Señor.

–Oh mi Lord está más fuerte que siempre y ya es padre de tres cachorros.

–¡Vaya cuanto tiempo ha pasado desde que lo conocí solo siendo un cachorro! –Tomohisa vio con admiración al lobo– ¿Y cómo es que se les ha unido al Ôkami? algunos rumores nos llegaron, pero nada claro.

Tomohisa estaba por relatar esa parte, más se le adelantaron…

–Kōga se comprometió con el hermano del lord... un hanyō.

Ayame concluyó y sin decir más, camino veloz lejos de ellos dos. El Gran sabio negó y se dirigió al soldado Inu.

–Perdone su arrebato.

–Oh no se preocupe, ya vimos algo de eso en el castillo.

–¡¿Cómo?!

Preguntó el lobo anciano, y Tomohisa relató lo acecido en el castillo de Sesshōmaru, cuando InuYasha casi le corta el cuello a la yôkai, mas agregó…

–No creo que el bochan lo hubiese hecho, es muy noble a pesar de su carácter arrebatado.

El Gran sabio aceptó la opinión de Tomohisa como cierta, sin embargo eso los dejaba sin alianza alguna.

–Me temo que mi gente sufra, por eso.

–No comprendo.

–Me dejé guiar por las ilusiones de una niña, creí en lo que Ayame aseguraba, de ese compromiso con el joven bochan del Ôkami.

El yôkai perro se quedó unos momentos en silencio y es que en ese caso él no podía opinar, mas quiso ayudar al viejo explicándole como es que él había llegado a ese lugar.

–Kōga-san sabe de su situación y se la comentó a mi señor, como buenos aliados ambos se pusieron de acuerdo y por eso yo vengo en representación de los dos clanes.

–¿Eso quiere decir…?

–Pues, lo que usted cree.

–Nos incluirán en esa alianza.

Tomohisa asintió y dejó que el viejo lo guiara a donde el circulo de los pocos integrantes del clan se encontraban, ahí el lobo relató lo que el Inu le había informado.

Como esperaban el Gran sabio y Tomohisa hubo descontento entre los más jóvenes y rebeldes-.

–¡¿Vamos a permitir que otro clan de yôkai se inmiscuya en las decisiones y vida del nuestro?!

–No es cualquiera clan y no se está inmiscuyendo, solo dando su apoyo. –explicó el lobo claro.

–¡No debemos permitirlo!

–¡¿Y nuestro honor?!

Ayame se colocó frente a su abuelo y exigió…

–¡Escuchen al Gran sabio! –exigió Ayame.

–¡¿No decías que el Rīdā del Ôkami era tu prometido?!

–¡Mentiste!

–¡Mentirosa, solo no quieren que combatamos por el puesto de líder!

Las cosas se estaban poniendo violentas y el Gran sabio deseó intervenir, por lo que el Inu se colocó a su vera.

El sabio habló serenamente:

–Es un honor que nos visite alguien del Ichizoku Inu y que nos haya traído estas noticias, no hacerle caso o ignorarlo sería una afrenta al Ôkami y a ellos. En este momento esto no se trata de la lucha por el liderazgo, que yo aún no he muerto –Los jóvenes parecieron avergonzarse un poco y se calmaron–, hablare con nuestro invitado.

Este guió al Inu a su cueva y llamó a sus más cercanos dejando con dudas a los otros miembros del clan.

Cuando estuvieron instalados, el Sabio cuestionó:

–¿Cómo debo tomar esta visita, Ayame?

La yôkai se sonrojó, pero tuvo el valor de contar todo lo sucedido y si bien el anciano ya lo sabía era mejor que su nieta aceptara sus errores…

El Sabio negó y sus cercanos se lamentaron que sus ilusiones no se hicieran realidad, pues un líder fuerte es lo que más necesitaban en ese momento.

Tomohisa –por instrucciones de su Dai-Yôkai– informó a los otros lobos.

–Mi Señor envía saludos, pero también ofrece que la alianza que tiene nuestro clan con el Ôkami, se extienda al Yōrō-Zoku. –reiteró el guerrero.

El grupo se asombró y luego se juntaron para discutir el asunto, que era más que beneficioso para ellos.

Ayame se mordió los labios, pues solo era ella la que no consideraba útil esa alianza. Tomohisa notó el gesto de la yôkai, mas no le dio importancia.

Al concluir con la discusión, el Sabio habló por todos.

–Será un honor ser sus aliados.

Tomohisa asintió:

–El clan Inu sabe respetar los tratados. Por lo pronto yo vengo en representación de este.

El grupo de lobos se acercó al Capitán Perro y lo guiaron para el exterior donde la darían un recorrido por el lugar.

Ayame ya iba de salida cuando su abuelo la llamó:

–Espera Ayame.

La pelirroja obedeció y regresó sobre sus pasos.

–…

El lobo blanco se sentó y con cansancio suspiró al iniciar a hablar:

–He visto tu rostro… tu actitud… ¿Qué sucede?

–Yo… lo lamento abuelo, pero no puedo creer que caigamos tan bajo como aceptar ser sirvientes de perros.

El Gran Sabio se quedó en silencio unos segundos y luego retomó la conversación.

–No te eduque para que hablaras de ese modo. Una alianza no es un trato de servidumbre y debemos estar agradecidos por que Sesshōmaru-sama nos lo ofreció...

–¡El Comandante lo dijo…, pero…!

–No, déjame concluir. Si bien nuestro clan tuvo sus años de gloria y fuerza, ambos sabemos que eso ya no es ni de lejos cierto, por si fuese poco, nuestra debilidad empieza desde las luchas internas y con eso estamos a un paso de la extinción. No estaré mucho tiempo en este mundo y si bien te amo y sé que eres fuerte…

–Lo sé abuelo; muchos de los nuestros –los más jóvenes– solo me respetan por ti, pero cuando ya no estés…

–Ayame no quiero irme y dejar a mi clan luchando entre sí.

–Por eso Kōga debió ser mi esposo.

El lobo negó aclarando.

–No debí confiar en las ilusiones de una niña, no te culpo, pero debo arreglar este desaguisado y que mejor que con la ayuda de los Inu.

–Él solo es un mensajero, y lo enviaron por ser el más veloz.

El Sabio sonrió divertido.

–Oh mi niña, tienes tanto que aprender.

–…

–No solo lo enviaron por ser veloz, de hecho con su forma original cualquier Inu es más veloz que nosotros. Lo enviaron por ser uno de los soldados más fuertes.

–¿Cómo lo sabes, abuelo?

–Sería lo más lógico, si los lores hablaron y consideraron la situación, sabían que nuestro clan pasa por momentos difíciles. Lo enviaron como apoyo para mí y… para ti.

La chica bufó molesta.

–¡Yo no necesito su ayuda!

El viejo lobo negó y se levantó para salir, llamando a Ayame:

–Vamos y seamos buenos anfitriones con Tomohisa-san ya que es el representante de su clan y del Ôkami.

El Gran sabio salió de la cueva y llegó hasta donde los otros ancianos mostraban el lugar a Tomohisa. No pasó mucho tiempo cuando el rumor de lo que ofrecía se extendió entre el grupo y pronto el Inu fue seguido muy de cerca por alguno lobos jóvenes y pendencieros…

Mira no se ve muy feroz…

Que esperabas solo es un cachorrito

Esa y algunas otras cosas parecidas, mascullaban esos jóvenes, por lo que Ayame ya estaba más que furiosa por la falta de educación de estos, pero más por la pasividad del Inu.

Ayame se colocó a lado de Tomohisa y se lo hizo saber.

–¡¿No hará nada?!

–¿Sobre qué?

–¡¿Cómo sobre qué?! ¡¿No ha oído todo?!

El yôkai canino pareció meditarlo un segundo…

–Oh, sobre eso, pues… no me parece molesto.

El Gran Sabio sonrió ante la afirmación, en cambio Ayame pareció molestarse más.

El sol ya se veía perderse en el horizonte cuando el clan se reunió a comer y Tomohisa fue agasajado con viandas bien sazonadas. Los murmullos parecieron reanudarse…

El un debilucho ¿Por qué no come la carne cruda?

Seguro que ese tal Sesshōmaru es igual de…

Y esa fue la desafortunada frase que hizo surgir el espíritu bélico del capitán Inu, cuando sin esperar por mas provocaciones, desenfundó su espada y la colocó –esto en un solo movimiento– en el cuello del lobezno que se atrevió a…

–Mi Lord es todo un Inugami Dai-Yôkai, mas eso no impide que se conduzca con elegancia ¿quieres saber que tan fieros somos los Inu?...

El capitán guardó la espada y sin dejar de ver a los jóvenes del Yōrō-Zoku se fue transformando en su forma canina.

Los ancianos no intervinieron y siguieron comiendo, pues sabían que esa demostración era solo para calmar a los jóvenes incautos y es que si bien Tomohisa en esa forma podía devorar fácilmente a varios yôkai lobos, este aun así, era muy pequeño si se comparaba con su Lord o con el propio General Perro.

Al ver que su verdadera forma, calló las bocas de los rebeldes, Tomohisa cambió de nuevo y se sentó a seguir comiendo, estando seguro que ni Ayame volvería a dudar de su fuerza. Después de todo, ella lo veía con… admiración.

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Terminada la celebración del nacimiento de los hijos del Lord y con los clanes visitantes retirándose, Kōga se sintió deprimido, pues el Ôkami también debía irse y con la sentencia de Sesshōmaru, no vería a su InuYasha por seis largos y doloroso meses.

Con Naraku y el Dai-Yôkai despidiendo a los Kitsune, Kōga buscó a su prometido para tener un minuto a solas.

Al encontrarlo le hizo prometer que no vería a nadie más, aún si su aniki le llevaba a otro prospecto de novio, con esa promesa arrancada a su chico; el lobo pareció recobrar alegría y con más serenidad reunió a su grupo y dejó a InuYasha…

Hola de nuevo, inició este proyecto y espero que sea de su agrado. Lo prometido es deuda.