Ha sido un largo tiempo desde una de mis publicaciones, no implica que no siga escribiendo, básicamente tengo una división entre DC y SS, pero las dos van bien, por otra parte estoy viviendo fuera de mi casa, trabajo en otro estado en un pueblito a dos horas de la ciudad más cercana, no tengo mucho internet y bueno estoy de visita en mi casa así que decidí subir algunos de una vez.

Tengo una lista de temáticas, son como 150 las que llevo y pocas historias xD, "Corazones rotos" forma parte de esto, aunque la dejare aparte.

Dedicado a mi querída pao y a susy, principalmente y a todas en el grupo de Saint Seiya Union Fanfickera.

Perdido.

"Soy el tipo de chica, que no es la indicada para nadie"

Aquella frase que apareció en una imagen en el inicio de su página personal la hizo detenerse para leerla dos veces, doce palabras que describían a la perfección su sentir en ese momento de su vida… y el de millones de adolescentes cabe destacar.

Aunque no podría aplicarla del todo a su persona, después de todo no era una chica normal, ni como humana ni como diosa, a veces se sentía tan perdida dentro de su cuerpo, de su mente, como si… como si no existiera.

Es decir: ¿Qué adolescente de quince años cargaba con la responsabilidad de uno de los imperios más poderosos e influyentes de la última década? Muy pocas por no declarar que era la única.

Como diosa… bueno, estaba madurando al ritmo que le permitían sus vivencias terrenales por lo cual aún se sentía inexperta o vacilante en algunos aspectos de sí misma, cada vida era única e irrepetible.

La pregunta persistía: ¿Qué clase de chica era?

Los hombres la consideraban una chiquilla impertinente.

Los chicos le tenían temor por la forma en que imponía su presencia, por todo el peso de su apellido y su posición.

Los santos la adoraban.

Ser adolescente es más complicado de lo que parece, incluso para una diosa, una palabra, una imagen, un gesto pueden despertar cien dudas que se convierten en mil vacilaciones.

¿Qué soy yo?

¿Quién soy?

¿Dónde me encuentro y hacia donde me dirijo?

¿Por qué no puedo ser una chica normal?

¿Puedo amar? ¿Se me tiene permitido incluso considerarlo?

¿Quién me lo impide? ¿Soy yo misma?

Mientras se ahogaba en inseguridades una notificación le llego con un pequeño aviso rojo, curiosa procedió a revisarla, sin esperar una amplia sonrisa se extendió por su rostro.

Al compartir la imagen por simple capricho, ya que casi nadie tenía su cuenta no esperaba que alguien respondiera o siquiera le prestara atención a su grito silencioso.

¿Cómo pudo olvidarse de él?

Sin embargo, ahí estaba su comentario: "Eres la chica indicada para mí, 3"

Se sonrojo suavemente al entender las implicaciones de sus palabras al mismo tiempo que recorría en la pantalla cada una de ellas, solo él lograba que olvidara todo su pensamiento lógico.

"Eres el único para mi…"

Dudo con el cursor sobre la opción de enviar, suspirando profundamente recostándose contra la silla para finalmente borrar lentamente cada una de las palabras.

No podía expresarse tan libremente, en parte se sentía tímida en temas relacionados con él cuando todo el muro a su alrededor se caía abruptamente con su mirada.

-¿Interrumpo, chica? –El sonido de su voz la hizo sobresaltarse al verlo de pie bajo el umbral de la puerta del estudio, con el corazón latiéndole rápidamente sonrió negando.

-Nunca, chico. –Decidió seguirle la corriente, nerviosa al verlo sentarse junto a ella, siguiendo un impulso propio de la juventud declaro con seguridad –Eres el único para mí, Seiya.

-Lo sé. –Contesto arrogante y francamente para sorpresa de ella que solo pudo reírse.

Sentirse dueño de todo, inmortal, invencible.

Sobre todo sentirse perdido en un mundo de emociones, de dudas, de inseguridades, rodeados de adultos que imponen una norma de actuar o una sociedad que busca crear ciudadanos acordes a sus estándares.

Entre tanta locura solo hace falta una mano amiga que sea lo suficientemente firme como para sacarnos del más fangoso pantano y guiarnos hacia el horizonte.

Seiya dejó caer su mano casualmente sobre la de ella.

Ella sonrío, aunque a veces pareciera que ambos estaban perdidos en islas solitarias en algún momento terminaban por conectarse por la vía láctea, hablando de esa conexión espiritual que tenían, o por medio de un puente que tocaba sus playas, cada vez que sus cuerpos entraban en contacto.

Ella sería su tierra firme siempre que lo necesitara.

Él sería su cielo amplio para volar con libertad cuando quisiera escapar.

Y nunca estarían perdidos nuevamente si podían encontrarse en la mirada del otro.