Ya era salida y el cielo estaba nublado, como si pronosticara algo. Iba a salir, pero me encontré con los tres bravucones de siempre.

-Mierda, y pensé que me dejarían en paz este día.

Viendo que no había otra salida posible, corrí lo más rápido para que no me agarren, sin embargo eran más rápidos que yo así que no tuve alguna oportunidad.

-¿A dónde crees que vas?- Preguntó el más grande mientras me agarraba la camisa.

-¡A ti que chucha te interesa!

-Vamos hombres, ya saben que tiene que hacer.

Luego de la dura golpiza que me dieron se me acercó mi amigo José.

-¿Está todo bien?- Preguntó José mientras ayudaba a levantarme.

-Estaría mejor si me hubieras ayudado- Respondí enojado.

-Sabes que te apoyo, pero contra esos bravucones te quedas solo.

-Tenías miedo de que te golpeasen si me ayudadas, ¿verdad?

-¡Vamos!, tú sabes que entre los esos tres gorilas no hay oportunidad.

-Aunque sea ayúdame a recoger mis libros- Dije.

-Está bien...- Dijo José.

Luego de que José me ayudase a recoger mis cuadernos me enrumbé hacia mi casa. En el trayecto saqué mi MP3 y también mis audífonos, puse algo de música electrónica y seguí caminando; también intenté limpiarme un poco. Vi en el parque, que era parte del bosque que rodea al pueblo y era la parte más segura de este, a unos niños jugando un partido de fútbol y otros que jugaban con algunas cometas.

"Como quisiera haber tenido una infancia así de buena" Pensé, poniendo un poco triste.

Digamos que no tuve la mejor de las infancias. El dinero nos alcanzaba a las justas y lo que hacíamos simplemente era salir a ver el parque y, si se podía, jugar con algunos niños del parque.

Seguí caminando hacia mi casa. Mi estómago me indicaba que tenía hambre así que apuré el paso. Después de unos minutos ya estaba en casa.

En verdad no es una casa en el sentido mismo de la palabra, mejor sería usar la palabra "casona". Aunque no tiene un buen aspecto, el pasar de los años lo ha desgastado y mucho. Tiene unos dos pisos. En el primero se encuentra la pequeña sala, junto a esta se encuentra la cocina, que tampoco es muy grande, y un baño. En el segundo se encontraba mi cuarto, el cuarto de mis padres y un cuarto que sirve como almacén.

Estaba en la puerta de mi casa y lograba escuchar voces, de seguro serán mis padres. Me quité los audífonos y los guarde en mi mochila. Abrí la puerta.

-¿¡Como que no hay dinero para las deudas!? ¡Tú debías conseguir el maldito dinero!- Exclamó mi madre.

-¡Pues he hecho todo lo posible, pero no he logrado conseguir tu maldito dinero!- Repuso mi padre.

Mis padres siguen discutiendo con el problema del dinero. Ya es el pan de cada día y, realmente, ya me estoy acostumbrando. Que yo supiera la pesca no iba bien, de alguna manera los Pokémon que solía cazar mi padre ya no aparecían y como no pescaba lo que pedía le daban menos dinero. MI madre ya se había vuelto ama de casa.

Yo intente pasar de largo, pero mis padres se dieron cuenta de mi presencia y me dijeron que me siente en la mesa. Tenía miedo de lo que iba a pasar, nunca termina en nada bueno este tipo de conversaciones.

-Hijo, debemos decirte algo- Dijo mi madre.

-Así es- Dijo mi padre.

-Hijo, sabes que tenemos cada vez más deudas- Dijo mi madre.

-Así que decidimos hacer algunos recortes- Dijo mi padre.

-¿A qué te refieres?-Pregunté algo preocupado.

-Decidimos quitar el internet- Dijo mi padre.

-¡¿Por qué?! El internet es necesario para hacer mis tareas.

-Lo siento, pero ya verás cómo hacer tu tarea- Dijo mi padre.

Estaba tan enojado, furioso, frustrado y todos los adjetivos que se le parezcan, que ya no quería comer mi almuerzo. Subí rápidamente a mi cuarto, y como era de esperar, mis padres me siguieron, pero cerré mi puerta. Intentaron abrirla pero fue en vano.

"¡Mierda!, uno de los pocos lujos que tengo y ahora solo me queda la televisión. Aunque solo fuesen de 0.5 GB era mejor a que nada"

-¡Abre la puerta! ¡O ya verás que te podemos hacer!- Exclamaron ambos.

Después de tantas amenazan que quedaron en el aire... se fueron. En el silencio que hubo después me puse a pensar:

-¿Por qué me tiene que suceder esto a mí? ¡Porque! ¡Porque! ¡Porque! ¡Porque!

Mi cuarto... el único lugar donde se me olvidan mis problemas... más o menos.

¡Un lugar donde se me permite escuchar música, porque mis padres no pensaron que usaría a diestra y siniestra mi MP3! ¡Un lugar donde puedo ver televisión en mi televisor de 14 pulgadas! ¡Un lugar en donde me siento libre de decir lo que quiera! ¡Un lugar... donde se me olvidan... los problemas...!

Un pequeño cuarto con una cama de una plaza; un estante de madera donde organizo mis cuadernos y está a la derecha de mi cama, que ya está sucumbiendo al efecto de las termitas; un viejo guardarropa (sí, adivinaron, también es de madera y también las termitas están allí) y una pequeña mesa de noche.

Volviendo otra vez al presente, decidí escuchar un poco de música para calmarme. Era lo único que podía hacer por el momento, pero hubo un momento que ya me aburrí. A fin de cuentas... no se puede estar escuchando música todo el día, ¿verdad? Conecté el cable de la televisión. ¡Genial con mi televisor de 14 pulgadas! y me puse a navegar por los canales.

-Un choque en la interestatal produjo un saldo de muertos de...- Cambio de canal.

-Después de 3 años de búsqueda se captura al Remont. Se le acusa por...- Cambio de canal.

Luego de estar cambiando por unos minutos encuentro algo que ver en la televisión: un maratón de las películas de Pokémon.

-¡Bien! Maratón de las películas de Pokémon, aunque ya va por la cuarta... ¡qué más da!

Ya estaba en mitad de la sexta película cuando mi madre me llamó, era hora de cenar.

-¡Rayos!, no quiero bajar, ¿qué sermón me van a dar mis padres? Porque estoy seguro de que lo van a hacer.

Pero el hambre me aquejaba terriblemente, por no comer mi almuerzo. ¡Maldita sea! Porque no comí el almuerzo. No tenía más opciones, debía de bajar. Escuché que mi madre me llamaba, pero esta vez era más insistente.

-¡Hijo, ya es hora de cenar!- Dijo mi madre.

Sé que ellos aprovecharían la oportunidad de hablar conmigo. Bajé las escaleras y me senté en la mesa. Mi padre me observaba y mi madre sirvió los platos.

La cena era un Magikarp frito con algo de arroz. Fue una cena muy silenciosa, ya cuando dejaban los platos en la cocina mis padres me llamaron.

"Rayos" pensé.

Ya estábamos todos sentados en la mesa. Mi padre comenzó:

-Hijo, sé que debíamos consultártelo, pero tú también sabes que debemos pagar las deudas- Adujo mi padre.

-Debes entender que hicimos este sacrificio para poder pagar tu escuela- Completó mi madre.

-Entiendo, pero ahora será más difícil hacer una tarea- Respondí

-Tendrás que ir a una biblioteca- Respondió mi padre.

-Como si los libros de la biblioteca estuviesen actualizados- Respondí a modo de reproche.

Al parecer mi padre estaba perdiendo la paciencia y mi madre intentaba calmarlo, pero no fue suficiente.

-¡YA NO HAY NADA DE QUE HABLAR! ¡Se terminó la conversación!- Vociferó mi padre.

-Cariño, se más comprensivo- Le dijo a mi padre

-Entendemos que no te gusta estar en esta situación, pero debes entender que comprendemos-Me dijo mi madre.

Hubo un momento de silencio, yo pensaba que ya me tenía que ir antes de que esto empeorase.

Así que otra vez volví a mi cuarto y lo cerré para que no entraran, otra vez en mi estado de decaimiento me puse a escuchar música. Mi padre de nuevo me amenazó, pero esta vez se fue apenas unos minutos. Después de todo lo que paso me puse otra vez a reflexionar.

-La balanza de la vida esta desequilibrada... espero que este algún día este se equilibre- Dije lentamente -¡Espero que ese día no demore mucho en llegar!

Como no tenía otra cosa que hacer, aliste mis cuadernos para mañana. Me di cuenta que mañana tocaba literatura.

"¡Maldita sea, odio este curso!, espero que mañana no toque un tema aburrido para que no me quede dormido en su hora" Después de un rato me dije "Al fin de cuentas su clase es aburrida, de modo que me dormiré"

Y sí, tengo clases los sábados. Es un suplicio pero... ¿qué puedo hacer? Caballero nomás, a acostarse temprano para la mañana siguiente.

Deje cargando mi MP3 e intentando olvidar lo que paso este día y me puse una pijama. Mierda, como era mi vida a solo los catorce años.

Me tiré de pecho a la cama y me puse a reflexionar.

-A mal tiempo, buena cara- Dije riéndome de lo que había dicho. Y con eso logré dormirme.

Mi primer fanfic, espero que les guste y que me animen a seguir escribiendo los siguientes capítulos.