Colmillos afilándose

Dedicado a Annie (Annabeth-Cyone)


.Índice de capítulos.


Actualizado: 8/3/2019.


Capítulo I: Ella

Capítulo II: Ellas

Capítulo III: Él

Capítulo IV: La comida

Capítulo V: La bebida

Capítulo VI: El recuerdo

Capítulo VII: Las muñecas

Capítulo VIII: El deber conyugal

Capítulo IX: La hermana mayor

Capítulo X: La oportunidad

Capítulo XI: El escape

Capítulo XII: La ofensa

Capítulo XIII: El ladrón

Capítulo XIV: Los sirvientes

Capítulo XV: Deberes fraternales

Capítulo XVI: Las hermanas

Capítulo XVII: Los desencuentros

Capítulo XVIII: La cita

Capítulo XIX: Las promesas

Capítulo XX: El orgullo

Capítulo XXI: Los invitados

Capítulo XXII: El prometido

Capítulo XXIII: La imaginación

Capítulo XXIV: Deberes y castigos

Capítulo XXV: El sentimiento

Capítulo XXVI: Los obsequios

Capítulo XXVII: La virgen

Capítulo XXVIII: Los favores

Capítulo XXIX: La amistad

Capítulo XXX: Los castigos

Capítulo XXXI: Los amigos

Capítulo XXXII: La defensa

Capítulo XXXIII: El atrevimiento

Capítulo XXXIV: El ultraje

Capítulo XXXV: Sed y rosas

Capítulo XXXVI: La degustación

Capítulo XXXVII: El hogar

Capítulo XXXVIII: La herida

Capítulo XXXIX: El novio

Capítulo XL: Las bodas

Capítulo XLI: Los hombres

Capítulo XLII: El anillo

Capítulo XLIII: La hermana menor

Capítulo XLIV: Los besos

Capítulo XLV: El nombre

Capítulo XLVI: Barba Azul

Capítulo XLVII: Los envíos

Capítulo XLVIII: Hansel

Capítulo XLIX: Psique y el fuego

Capítulo L: El milagro de la carne

Capítulo LII: Blancanieves y los Inocentes

Capítulo LIII: Por San Jorge y el Serafín

Capítulo LIV: La recuperación del Grial

Capítulo LIV: La cruz

Capítulo LV: Nieve y sangre

Capítulo LVI: Un arma

Capítulo LVII: Despertares

Capítulo LVIII: Asco y horror

Capítulo LIX: Invitaciones inquietantes

Capítulo LX: El otro mundo

Capítulo LXI: Cadenas y confesiones

Capítulo LXII: Verdades de pétalos

Capítulo LXIII: Guren

Capítulo LXIV: Su familia

Capítulo LXV: Después

Capítulo LXVI: Demonios y rosas rojas

Capítulo LXVII: Entonces, la hermana y el demonio

Capítulo LXVIII: La espada y las esposas

Capítulo LXIX: Tres, cuatro

Capítulo LXX: La transformación

Capítulo LXXI: Entonces, entonces, entonces...

Capítulo LXXII: Claúsulas del contrato

Capítulo LXXIII: La muerte del nacimiento

Capítulo LXXIV: Una puerta y sus llaves

Capítulo LXXV: El contenedor

Capítulo LXXVI: La medicina

Capítulo LXXVII: El método, la sangre y la hermana

Capítulo LXXVIII: Las condiciones del proceso

Capítulo LXXIX: Guren, Crowley, cárceles o jaulas

Capítulo LXXX: Yu, Mika, los zorros de invierno

Capítulo LXXXI: Los colmillos (final)


Tabla She gets revenge


1. Rachael.

2. Written in blood.

3. These things.

4. A little bit harder.

5. What I want.

6. Sleep.

7. Replacement.

8. Tear you apart.

9. Save your soul.

10. All wound up.

11. Take the world.

12. Someone must get hurt.

13. Walking away.

14. Red flags and long nights.

15. A hundred kisses.

16. Us.

17. Animal attraction.

18. Love to sleep.

19. Not just a girl.

20. Killing time.

21. Sugar.

22. How strange.

23. Suck it up.

24. She will always be a broken girl.

25. Out of control.

26. It's just begun.

27. Photographic memory.

28. Pretend the world has ended.

29. My only crime.

30. Miss Lucy had some leeches.

31. Reasons.

32. Never.

33. Up in flames.

34. This is the end.

35. Girls! Girls! Girls!

36. Aint got no, I got life.

37. What a wonderful world.

38. Take the pill.

39. Someone to watch over me.

40. Find me a man.

41. Remember.

42. Do you think that I am the right man?

43. Sister.

44. A kiss to build a dream on.

45. The key.

46. Checking out.

47. Heard it all.

48. What makes you think you're the one?

49. If I burn.

50. Holiday song.

51. Broken promises for broken hearts.

52. Across the sky.

53. Feeling of gaze.

54. She loves me, she loves me not.

55. The kind of murder where nobody dies.

56. Hyperballad.

57. Little star.

58. Strange fruit.

59. Frozen pulse.

60. Swallow.

61. Kiss me now.

62. Candy cane crawl.

63. Castle down.

64. Hard time killing floor.

65. Spend the night.

66. 'Round midnight.

67. True romance.

68. I want my innocence back.

69. Black is the colour of my true love's hair.

70. Her name is...

71. And a song for Los Angeles.

72. Marry me.

73. Never tear us apart.

74. I think we're alone now.

75. Sinnerman.

76. That year's love.

77. In the heat of the moment.

78. Exit music.

79. Stay with me.

80. Mad about you.

81. All die young.


Prompt #1. Rachael. Tabla She gets revenge.


-Ella-


Cause there's a hole in her heart

That still harbors a question,

Whose answer just might break it

So she's hanging on. At least it's hers to keep.

She wants revenge.


Ellos nunca comen ni beben, no. Bueno, sí, ellos beben, claro que sí. Pero no lo que ella bebe. Y siempre que abre la boca, cada vez que está en compañía (lo cual es siempre porque nunca la dejan sola…), antes de que pueda expresar lo que quiere (en realidad, nunca termina de saber qué quiere, de todos modos. O tal vez sí: Gritar quiere pero, ¿por qué gritar? Si es un ambiente tan agradable, si las sillas están ribeteadas de dorado y las alfombras tienen motivos dantescos en los que se encuentra cada vez una historia distinta, si hay juegos de porcelana y oro para su disfrute, también un gramófono para que escuche a Vivaldi y un piano para que practique a Mozart si le place, siendo esa solo su habitación), lo tiene en seguida servido. Una taza de té. Jugo. Tostadas para desayunar. Huevos revueltos (sin vino…), queso. Pastel. Lo que sea, lo tiene.

—Usted es la esposa del Amo Crowley, ¿cómo podríamos negarle algo? –Suspira Horn, frunciendo los labios por encima de los colmillos.

(Horn, se llama, se lo ha repetido numerosas veces, pero ella aún tiene lapsos en los que se queda mirando su cabello rubio como si fuera lo único en el cuarto y en el mundo, musitando Mitsu hasta que le llaman la atención.)

—Si usted puede tenerlo, lo tendrá, señora —afirma Chess, conteniendo la risa, como de costumbre.

(Con Chess, aunque menos que con Horn le sucede llamarla hermana mayor y es solo entonces cuando Chess deja de reírse, observándola y parpadeando como si sintiera gran curiosidad.)

Ella no desea quejarse de las dos chicas que la atienden y acompañan a todas partes. Son amables, de eso no hay duda. Es solo que el mundo es una nebulosa. Y saliendo de esa confusión, aferrándose a lo que conoce, tiene miedo.

Tampoco es que salga demasiado: de ese lugar nunca, de su cuarto a veces, porque ocasionalmente hay fiestas y reuniones a las que su esposo espera que ella asista también. En la oscuridad.

—Aquí tienes, amada Sheila, otro obsequio para que te entretengas.

Su esposo es muy cariñoso. Sus caricias son seguras y jamás la avergüenzan. Es solo que por debajo de los guantes se siente su enorme frialdad, que la estremece.

Él se llama Crowley, además. Sir Crowley. Pero así como confunde los nombres de las sirvientas, en ocasiones…

—Gracias, Guren. No había necesidad…

Entonces él es más atento que las chicas. Le toma las manos, palmea sus rodillas por encima del vestido. Le recuerda cómo se llama.

(Él insiste con eso…)

Todos son más que amables pero le ponen los pelos de punta. Es la ropa que las mujeres llevan y sus maneras de súcubos. El hecho de que tengan entre ellos una complicidad que la excluye: la de él es la de quien cuenta un chiste manteniendo la seriedad, mientras que las dos chicas contienen la risa, a la espera de que ella entienda.

(Ellos usan el nombre de Sheila pero le resbala como si fuera ajeno y lo olvida o confunde como los demás.)

—¿Es otro peluche?

—Sé que te gustan mucho.

Tiene una pequeña colección de muñecas. Crowley solía despertarla acercándole una. Cada vez.

(Tal vez antes lo intentaba con flores o caricias pero ella tiene esos fragmentos como de sueños desintegrados en su mente: al intentar tomarlos y ordenarlos, se desvanecen por completo en luces centellantes, devorados por oscuridad helada, junto con el pasado que se le escapa. De todos modos, ella está convencida de que cuando su supuesto marido se acerca, ella grita y se retuerce, ruega, llora y todo lo que él hace es dolor y humillación.)

La llamada Sheila saca el ángel de alas doradas y túnica de algodón con adornos plateados, de entre el envoltorio rojo brillante (hay algo de epifanía en este movimiento que lo hace resurgir para ella: tiembla un poco al tomar el muñeco entre sus dos manos y le cuesta contener las lágrimas), para observarlo largamente, paladeando las palabras y asociándolas con las figuras ante ella.

Ángel. Protección. Calidez. Belleza. El cielo.

—¡Gracias! Me encanta.

Amado. Error. Abandono. Mutilación. Tormenta.

No quiere abrazarlo a él pero ya se ha acostumbrado a actuar como una muñeca de cuerda: se ve hacerlo desde lejos, apretándose contra ese cuerpo frío que mide casi el doble que ella y con una fuerza que podría quebrarla al medio sin complicaciones.

¿Cierto?

—Lo único que deseo es la felicidad de mi esposa.

"Sheila" (su nombre podría ser cualquier otro, sin embargo. Alicia, como la de los cuentos que Crowley le ha obsequiado, la Alicia equivocada en una historia que no es de ella, sin duda alguna) prefiere estrechar contra sí misma el muñeco. Lo hace con cuidado de no quebrarlo. Quiere que dure para siempre, que tenga un lugar de honor en la casa (es eso, ¿cierto? Aunque ella no vea más gente afuera, en la ciudad en apariencias ruinosa, más allá de los jardines), en su cuarto, en su vida con el resto de las muñecas.

Yuichiro. Se llamará "Yuichiro" pero le diré "Yu" y será mi amor, solo mío. Me cuidará. Y algún día iré a verlo en el Cielo. Seremos amigos como antes.

Silencio. Horn y Chess intercambian nerviosas miradas pero Crowley aún la observa con total ternura. Es así como le acaricia los cabellos y el mentón.

—¿Has recordado algo, querida mía?

Las lágrimas ya ruedan por los ojos de "Sheila" pero ella trata de sonreír. Hay algo de mortal en no mostrarse feliz y animada entre ellos. Es una línea roja que no hay que sobrepasar aunque la colme su luto personal.

—Nada, Crowley.

Comprensivo como un padre, vuelve a abrirle los brazos y tomándola de la muñeca, la lleva a sentarse en sus rodillas, aún con Yu apretado contra el pecho.

—¿Y si repites lo que sabes de nuevo? Te ayudará, mi Sheila-Alicia, a quedarte de este lado del espejo. Conmigo, tu esposo. Y tu verdadero amor.

Ella cree escuchar que las dos muchachas mueren sofocadas por soltarse a reír. Pero las ignora, sumida en las líneas que ha aprendido de memoria, mientras que acaricia con delicadeza el muñeco, a fin de desligarse de la responsabilidad de esas palabras que no parecen en absoluto suyas.

—Mi nombre es Sheila Eusford. Tengo dieciséis años. Cuando era una niña, mi familia me vendió a Crowley Eusford para salvar sus vidas. Murieron de todos modos por culpa de la codicia. Crowley Eusford me cuidó y educó para que fuera su esposa. Nos casamos hace un año y él me dio la vida eterna.

"Le obsequiaron tierras a mi esposo en Shinjuku. Pero cuando fuimos juntos, había crueles, locos y violentos humanos allí. No pudo protegerme, pues eran muchos. Nos separamos.

"Él me rescató hace meses. Tengo problemas para recordar nuestra vida juntos. Los humanos me han hecho mucho daño pero sobreviví y pronto sanaré.

El repetir hace que deje de llorar. Así como el dolor excesivo vuelve la piel insensible.

—Bien, Sheila. Te felicito. Lo lograste. Ahora es tiempo de tu medicina. ¿Horn?

—Sí, Amo Crowley.

Una gruesa aguja. Un líquido espeso en su interior. Conoce bien todo eso. Bastante mejor que a esas tres personas que no son exactamente personas y que de un modo u otro parecen ser lo único que ella tiene en un mundo donde ni su nombre es tal cosa.


Prompt #2. Written in blood. Tabla She gets revenge.


-Ellas-


You taste like tear stains

And could-have-beens,

But I love a good train wreck.

She wants revenge.


Él se va con frecuencia. Nunca la deja sola, no, nunca del todo, cuando menos. Pero se va.

—El deber de una buena esposa es no protestar —le jura, besándola y acariciándola, antes de volver a dejarla, causándole una mezcla de inquietud (la soledad…) y alivio (¡La soledad!), a pesar de seguir en compañía de Horn y Chess.

Horn y Chess, que no la odian (siempre), pero que sin duda no sienten por ella tanta simpatía como les deben haber pedido que demuestren.

—…lo está haciendo de nuevo.

Horn, mirándola como si no la viera, sino al horror mismo.

—¡Madame Eusford!—retomando el juego en el que ella no sabe que juega, Chess le llama la atención—. No puede salir ahora. Hay sol, usted no tiene banda protectora ni nada. Es malísimo para su salud, sobre todo al estar convirtiéndose todavía.

La chica se le acerca, mordiéndose los labios y disimulando estremecimientos.

—¿Uh?

Ella mira la luz del sol como si pudiera concederle respuestas. Sueña despierta con una vida debajo de él. Nada tan idílico como paseos ociosos pero hay belleza en lo que ve y anhela. Hierba debajo de los pies, árboles verdes y gente que ríe a su alrededor.

Sabe que no pueden ser los tres personajes que imperan sus días en la actualidad. Ellos no toman sol jamás. No es algo que los que son como ellos puedan hacer o en todo caso, disfrutar.

—No he salido. La puerta está cerrada con llave, además, ¿cómo saldría?

Asomada frente a la salida, aún atontada por las medicinas, intenta sonreír, débil. Pronto se le acercan como si fuera algo terrible y peligroso pero disfrazado. La ayudan a llegar a su cama de nuevo cual si prefirieran escoltarla a una horca o ser ellas mismas el arma de castigo y destrucción.

No es que las culpe. Una parte de ella (inasible por lo demás) le dice que podrían estar en situaciones parecidas, sintiéndose de la misma manera o peor.

Yo me habría dejado escapar, piensa, abrazando a Yu, su ángel de la guarda, observando los ojos verdes del muñeco y su pelo rubio, decidiendo que sería más bello de otra manera, tal vez moreno.


Prompt #3. These things. Tabla She gets revenge.


-Él-


The crowd on the street walks slowly, don't mind the rain
Lovers hold hands to numb the pain,
Gripping tightly to something that they will never own

And those by themselves by choice or by some reward
No mistakes only now you're bored
This is the time of your life but you just can't tell

She wants revenge


Le fascinan las ventanas y los caminos que comienzan en los jardines. Sería muy fácil para ella salir y correr por ellos, sobre todo de noche, con la oscuridad cubriéndola, claro. Pero…bajo la luna la verían e irían tras ella. No daría dos pasos sin que la alcanzaran, ¿cierto?

(Ella no debe ver la luna creciente ni la menguante, eso ha dicho él.)

O tal vez sí, ella podría correr y escapar, con un poco de suerte y ventaja en un día de sol ardiente, de esos en los cuales de por sí tiene que escabullirse de las chicas, cuando conversan como si ella no estuviera o fuera demasiado tonta para entender todo lo que dicen.

Porque eso es un juego que esos tres (y otros más) piensan haberle ganado con todas las de la ley…hasta que se encuentran frente a frente con ella. Lo cual pasa a diario. Como si esperaran el resurgimiento de la punta de un iceberg en el mar.

No tiene energía, desde luego que no. Lo que fuera (poderoso…) que pudiera emerger, mostrando los dientes, está dormido o ya no está o no quiere estar y eso último, mezclado con lo primero, es la receta probable para lo terrible que sucede y de lo cual ella se entera muy a medias.

—¿Mitsu?

Un día así, como los demás, sin que las muchachas puedan evitarlo, porque de alguna manera ella puede ser muy ágil, de repente le nace algo que no la hace volar de un extremo de la habitación al otro, pero casi. Un día así, más o menos como otros, ella lo ve y algo cruza su mente, como luz en una oscuridad de lobo hambriento.

—Dios, ella no sabe nada.

—Debemos tapiar las ventanas.

—Se lo he dicho al Amo Crowley pero ya sabes lo que piensa de todo lo que pertenece a…su esposa.

—¡Horn, qué mortificada suenas! ¿Has comido hoy? Si comieras, se te irían cosas tan tontas como los celos.

—Con nada me sentiré mejor.

—Bueno, debemos atraerla de nuevo…¿señorita…? Digo…¡"Ama" Eusford!

Ella se vuelve hacia las chicas, que luchan por contener despectivas risas.

—¿Si, Chess?

—De nuevo…la ventana. El Amo Crowley vendrá pronto, uno de estos días y se sentirá mal. Tampoco es bueno para usted.

—Tengo mi anillo.

La mucama rubia hace una mueca feroz a espaldas de ella, que finge no notarlo. Hay algo en decirlo, en alzar el grueso y pesado rubí enmarcado en su alianza como símbolo de lo infinito. Es mecánico, sí. Debería ser orgullo pero hay más oscuridad en eso.

Ella lo hace simplemente porque es lo que la mujer rubia espera, temblando de rabia y contenida en caricias por la otra.

—S-si, por supuesto, Madam Eusford —pronuncia con saña, aunque ella vuelva a observar el cielo, los jardines y los caminos que salen de la residencia–. Milenios en la familia del señor Crowley pero usted viene y se lo entrega como si nada. Ahora el pobre anda con una banda como muchos otros y es un noble progenitor…

—Horn, cielo, amor mío, no hables aquí…ella puede…

—¡Totalmente loca! ¿Te crees que le tengo miedo?

—Bueno, yo…

—¡En absoluto! Tú y yo estábamos desde antes, desde siempre…luego llegó ella. Él le puso su anillo protector a una vaca sucia y loca como ella…

Escuchó a medias esto, como los susurros ahogados que eran, sobrecargados de resentimiento que no podía descifrar. Las palabras no eran más que lluvia y trueno cayendo en una superficie lejana. Le interesaba otra cosa.

Había más movimiento en los senderos que de costumbre.

—¿Quién es él?

—¿Uh? —interrogan las dos chicas, al mismo tiempo, clavando la mirada sin acortar la cercanía, en los ventanales.

Dame Krul ha llamado a las tropas a reagruparse.

—¿Dame Krul?

—Vuestra…cuñada.

—¿No la recuerdas?

—¿La he conocido?

—¡Vaya que sí!

—¿La veré de nuevo?

—…en teoría.

—¿Y él?

—¿A la izquierda?

—Es un guardia promovido. Se llama Walt o Well. No tiene modales ni sabe su lugar. Si no estuviéramos cortos con los neonatos, sería cenizas ya…

—Horn, creo que se refiere al otro…

—¿El callado?

—La mascota de lady Krul.

—Mitsu.

—…siempre que ve una cabeza rubia…

—¿Quiere hablar con Mika, lady Eusford? Me parece que así se llama.

—Chess, no me empujes. Y debemos preguntarle al Amo Crowley antes.

—Él nos dijo que la sirviéramos como si fuera él.

—¡Tú no entiendes lo que quiso decir!

—Bueno, yo no quiero que se enfade conmigo… ¿Tú sí, Horn?

—Como si pudiera enojarse, después de todo lo que he hecho…

—¿Podré hablarle?

—¿Al Amo Crowley?

—A Mitsu…

—¿Mika?

—Si…

—Veremos…


Prompt #4. A little bit harder. Tabla She gets revenge.


-La comida-


Ooooh, why you look so down, girl?
Told you I wanted you
Did the things you asked me to.

Why you look so down, girl?
Now you got feelings, right?
Usually you're just so cruel just so cruel

She wants revenge


Él vino. Estuvo días y noches afuera, aunque las muchachas la acompañaron en su lugar. Guren, Crowley. Crowley.

Su esposo.

—¿No comerás, Sheila?

Ella fijó los ojos (incomprensiblemente llenos de lágrimas, aunque se esforzara por mantener una satisfecha sonrisa fingida) en el plato. La carne salada rociada en salsa roja.

—¿Qué es…querido?

Ella sabe que a él le gusta que lo llame así y no de otra manera. Sobre todo porque casi siempre que se dirige a él, pronunciando su nombre por primera vez en el día, incluso en la misma hora, le sucede ese resbalón: Guren, Crowley, Crowley, Guren.

¿Quién será Guren? ¿Será una persona siquiera? Ella piensa que tal vez sea solo una sensación. La de llegar a casa, estar protegida, ser rescatada. La de irritarse un poco y experimentar gratitud. Es también un perfume amaderado, tal vez un poco amargo. Es café sin azúcar, ruidos pesados, como de botas, en el suelo. Es rectitud y oscuridad. Es tristeza y un luto que sin duda compartieron. Es muchas cosas ese nombre pero no está delineado ni unido a conceptos que no estén borrosos, sin un orden cronológico o rostros a los cuales asociarlo.

Guren es algo que falta. Crowley, en cambio…

Ternera. Una muy joven, en efecto. ¿No te gusta, Sheila? Es ganado de calidad.

Él sonríe con ironía, intercambiando miradas con las muchachas que trajeron los platos. Ella aprovecha para secarse las lágrimas con cuidado.

—Es cruel. Un poco cruel.

—¿Si? Pienso que el ganado entiende su verdadera naturaleza. Cruel eres tú, querida Sheila. Horn y Chess han trabajado mucho en tu cena y debes hacerles honor.

Las dos muchachas que no son amigas suyas se inclinan, una haciendo un ademán de suficiencia. La otra levantándose dos pliegues del vestido.

—No dije que no comería. Solo que era cruel.

—¿Por la edad del ganado?

—Por todo —explicó ella, con un suspiro, sin poder situar a qué se referían sus propias palabras, a pesar de brotar sinceras de sus labios exhaustos.

Él deja de beber de su copa para observarla con fijeza e intensidad, tomándole las manos.

—Cruel serías también conmigo si no comieras. La cena que estoy disfrutando…la has preparado para mí.

Ella parpadea varias veces y pasa la mirada desde él hasta la copa repleta de rojo que él sostuviera antes entre sus dedos gruesos.

—Necesitas fuerza para alimentarme.

Ella se toca con suavidad, casi disimulo, el brazo del que le extrajeron la sangre. Un aguijoneo agridulce. Menos profundo que el del cuello.

—Lo sé.

Igual no come de verdad. Hay cosas que comería. No eso en su plato, a pesar de que a Horn (Mitsu…) le rechinen los dientes. Comería fideos con queso. Pastel de chocolate. Omelettes que no hayan chamuscado. Y mermeladas selladas al vacío. Comería sopas con arroz y otras cosas que se le ocurren pero que no termina de asociar con imágenes tampoco. Comería cosas que un buen amigo prepararía si pudiera, si él fuera más que un sueño de hielo quebradizo y sangre seca en tierra arenosa.

Lo que sea en su plato, casi no lo toca. Podría, tal vez, desmenuzarlo y fingir, esforzarse, aunque ellos se darían cuenta porque la mera cena es una puesta de escena para ella y todo lo que hace es estudiado, medido, juzgado. Podría hacer que la carne diera vueltas por la salsa y encima de los dibujos carmesíes de la porcelana.

Podría. Pero con haber probado esa carne una sola vez, sabe que es importante. Que es algo que debería haber sido incinerado y guardado en una caja con gran ceremonia antes de bajar a un descanso eterno bajo la tierra o en algún lugar de honor para los soldados valientes. No es comida y no es ganado. ¿Qué es? Otra gran incógnita.

Alguien que no fuera ella podría responder, tal vez.


Prompt #5. What I want. Tabla She gets revenge.


-La bebida-


Little girl so lost, your gonna to burn out.

I hope it's not too late for you to learn how

to be a woman, cuz in the end, that's all I want.

She wants revenge


No es suficiente con lo que le extrae para llenar su copa. No es suficiente, ni aunque Horn y Chess se encarguen de tener una botella para cuando él regresa. No es suficiente, no es igual. Ella lo sabe. O al menos lo cree. Y consiente.

Tanto como puede consentirse lo que apenas se entiende.

Deberes conyugales, así lo llaman. No podría ser diferente. Ella está desnuda, después de todo. Tendida en la cama, esperando por él. Sonrojada, aún antes de que empiecen los toques.

Las dos muchachas observan desde el linde de la puerta, bajando la mirada en actitudes fingidamente sumisas. En ocasiones alzan los ojos con disimulo: hambre. También horror.

Ella no puede darse cuenta de si lujurian su cuerpo o el de él. Si es la sangre u otra cosa. De seguro es todo y a ambos.

No hay mucha diferencia entre ella y las muchachas que observan, casi. Ella presta su cuerpo, sí, pero usualmente piensa que dicho cuerpo no se siente muy suyo: es como si un hilo débil la uniera a él y pudiera cortarse en cualquier momento. No hay más cercanía entre ella, su piel y los vestidos que él levanta, desabrochando botones, y corriendo encajes, mientras que ella parpadea, alzando la mirada hacia el espejo que refleja la cama desde el cielo raso.

No reconoce la ropa como algo que haya elegido. Son tus diseños, dijo él, los colores que te gustan. Pero los vestidos son largos, pesados, incómodos y calurosos. Los zapatos son altos y aunque casi no camine dentro de la casa, le duelen las piernas de solo ponerse en pie con ellos.

Ella tampoco piensa que sus manos hayan dibujado algo vez siquiera. ¿Escribir? Un poco, quizás. Y otra cosa que no llega ni a imaginar. Algo que involucra todo ese cuerpo, manos, brazos, piernas, torso. Algo que no es un deber conyugal indeseado pero que a veces se parece y otras era motivo de felicidad.

Abre la boca varias veces para verbalizar esto más no encuentra las palabras, ni sabe si son oportunas al tenerlas en la punta de la lengua. Él la cubre, además, la avasalla con su propia figura.

Él, que no se desviste. Ella trata de convencerlo. Es sobre todo nerviosismo: no sabe cómo es ese hombre (que tampoco es exactamente un hombre) por debajo de la ropa blanca, dura, cubierta de filosas insignias. El deber conyugal parece más una guerra que algo bello.

Y eso la irrita, la confunde, le da incluso miedo.

—Mi piel es fría, Sheila. Si me quitara la ropa, te enfermarías.

—Pero me has dicho que soy como tú. ¿Cómo podría…?

Él coloca sus dedos enormes en los labios de ella, la hace callar.

(Ella piensa que esto es algo que vivió muchas veces, con él o no. Es frustrante pero lo conoce.)

—Aún no. Tus colmillos están afilándose. Hasta entonces…

Él la hace callar. La envuelve igual que una tormenta. Se clava en ella, en su cuello, también la acaricia como tratando de calmarla. El frío la estremece pero más todavía la certeza de que es fútil el acto.

No puede darme hijos, se dice, mordiéndose los labios, abandonada al sedante de la mordida y los calores que la invaden contra lo helado de sus toques bruscos. No tarda en perder la consciencia. Es más potente que cualquier fármaco.


Prompt #6. Sleep. Tabla She gets revenge.


-El recuerdo-


Now the tables turning
But your lips met and advance go only so far

Wishing someone had told us about her
With our hands tied and our patience waning

And the mood goes from urgent to not so as hours pass slow
Screaming this is surrender
Sleep

She wants revenge.


Ella cree que tiene derecho a un recuerdo completo, redondo y brillante, limpio. Todos están cubiertos de sangre, empañados con el aliento silencioso de los ruegos que piden un final o los que ahoga la noche y los pinchazos en el cuello.

No siempre lo cree, claro. A veces un mero deseo no nace siquiera, como si la llama de vida en su pecho que antes subía (lo hacía, ¿verdad?) hacia su cabeza para llenarla de sangre y propulsar su vigor se inhibiera.

El recuerdo vuelve, sin embargo. Es la noche posterior al último banquete. Porque las medicinas varían para que él (Crowley, Guren, Crowley) pueda alimentarse con mayor delicia.

—¿Crees que realmente funciona el suero, Chess?

—…claro. Lo preparó el Amo Crowley, Horn, ¿cómo no va a funcionar?

—Es solo agua bendita con azúcar. ¿Es realmente efectivo? Sus ojos se ven distintos aunque insistan en no fijarse en ninguna parte.

—Vaya que le prestas atención. Solo está cansada. ¿No es cierto, Sheila? Deja que coloque ese libro sobre la mesita de luz, ¿si? Ya va siendo hora de que duermas.

Esas chicas son como él, no como ella. Pero había alguien con quien se identificaba. Alguien que gritó con ella y dejó de respirar casi al mismo tiempo en la oscuridad. Alguien que no despertó luego.

—Tengo sueño yo también.

—¿De veras? La noche apenas comienza, Horn. ¿Recuerdas que salíamos a pasear del brazo por la ciudad?

—Hace mucho ya. No éramos niñeras de ninguna querida…

—Horn, no llores. ¡Ponte de buen humor! Tal vez podamos salir si Sheila se duerme pronto. Llamaremos guardias. Espantaremos al ganado como en los viejos tiempos.

—Estoy cansada. Nuestros horarios no son los mismos por culpa de ella. Me está contagiando su repugnante humanidad. No sé por qué el Amo Crowley no la hace vivir de noche.

—Está cambiando gradualmente, Horn. Ya se despierta un poco más tarde. Los progresos pueden parecernos poca cosa ahora porque nos aburrimos. Pero, ¿qué es un año para nosotros?

Las dos se abrazan frente a ella, que tiene la vista perdida en la alfombra iluminada por las velas. Algo de la oscuridad se mueve, como llamándola y no presta más atención a esas voces suaves que se consuelan mutuamente. Los párpados le pesan.

—¿Ves? Ya se está durmiendo.

—Se despertará con pesadillas como siempre.


Está cayendo desde un cielo inundado de pecaminosas estrellas, inflamadas en llamaradas crueles, que queman si las miras directamente. Cae vertiginosamente, mordiéndose los labios, con las manos abrazándose el cuerpo. Entonces nota que no se abraza a sí misma.

Alguien más está con ella. Alguien la abraza.

No es como al principio piensa, un abrazo reconfortante ante la caída. La persona con ella aprieta con fuerza sus huesos en una llave y no puede moverse para ver su rostro, que además está cubierto por una capucha.

—Casi me recuerdas. Vamos, di mi nombre. Soy una estrella, eres una estrella. Nos pidieron que nos consumiéramos… (*)

El perfume llenándole la nariz hasta hacerle deliciosas cosquillas. Los senos voluminosos apoyados sobre los de ella, a penas recientemente desarrollados. Esa revolución de emociones contenidas en la voz.

Mitsu.

Tocaron el suelo bruscamente. Un suelo oscuro como petróleo y frío como el hielo. Ella no pudo ver qué sucedía con la tierra: parecía cubierta de escarcha pero al tocarla para ponerse de pie, tuvo la sensación de tocar sangre seca.

—¡Ilusa! No es suficiente. Debes decir mi nombre completo. O no podré mostrarme entera frente a ti.

La otra muchacha permaneció con la capa negra cubriéndole la mitad del rostro. Uno de sus ojos violetas la miró con gran resentimiento. Se separó de ella, estremeciéndose de furia.

—¿Tan siquiera tu propio nombre? Si lo recordaras, de inmediato te saltaría a la mente el mío. Y todos los demás.

Mitsu

La muchacha encolerizó y le soltó un puñetazo.

—Mi nombre no. El tuyo…—un destello verdoso, el de un arma blanca gigantesca.

Ella sangró entonces por un corte en su mejilla, igual que una lágrima oscura. Levantó los ojos, agarrándose la cara y vio la luna menguante, maligna, burlona, llena de poder sobre las cabezas de ambas, intentando hipnotizarla, erizándole la piel con miedo y malestar. La luna de la santa muerte, que se había tragado las estrellas que la acompañaron en la caída.

—Si recuerdas tu nombre, recordarás el mío. Si recuerdas el mío, recordarás el pacto. Si recuerdas el pacto, sabrás por qué lo hiciste. Y si recuerdas por qué lo hiciste, sabrás en su terrible totalidad lo que te arrebataron. Y cuando sepas eso, de inmediato querrás acabar con todos ellos. Y con mi ayuda, desbocándote, lo lograrás.

De nuevo en los brazos de esa extraña, que tanto la aprieta que no puede respirar. Huele a cobre, más que a perfume.

—Mitsu…

—Lo que queda en ti. Deshonrada y digerida.

El cielo lanzó un grito y comenzó a triturarse sobre sí mismo, cayendo sobre ambas como trozos de espejos rotos.

—Tal vez no pueda decirte cómo me llamo. Ni tú. Pero puedo mostrarte cómo me dejaron. Tal vez lo retengas al despertar —rió con malignidad la otra, apartándola y bajándose la capucha.


Despertó gritando, sin recordar lo que había bajo la terrible capa, aparte del cabello rubio que adoraba y ahora temía. Se descubrió sola en la oscuridad, demasiado alterada y débil como para siquiera pensar en huir.

(Es un juego muy cruel el que tienen con ella. Cuando recuerda del todo o está a punto de recordar, se han alimentado ya, la han dejado casi seca y muerta, así que escapar es imposible o mejor dicho, se parece más a querer morir y querer morir, cuando quiere algo, vaya que quiere pero no sabe si es posible, porque si lo fuera, ella ya estaría…)


(*) Canción de Tatu parafraseada.


Prompt #7. Replacement. Tabla She gets revenge.


-Las muñecas-


Wake me on the other side,
You can hold your breath
As the thought of her drags us down.

She cries like a baby
And she only learned to dream in sound.

She wants revenge.


Tiene a Yu en los brazos. Enumera sus animales de felpa y muñecos. Los sienta frente a ella. Por alguna razón se estremece de solo pensar en tenerlos adentro de (féretros) cajas, aunque sean de madera pulida y brillante, fúnebre, de hecho. Los más importantes y preciados: un polluelo (Yoichi…), un zorro (Kimizuki), una bailarina sobre una caja de música (Mitsu. Esa tiene un secreto, además. Esa la ama. Todos la aman pero esa es especial), un gato negro (Guren, cuando no es Crowley, es Guren, sí), un tigre blanco sonriente (Hermano mayor…) y una bruja malvada (Hermana mayor…) que usualmente esconde junto con el gato, por vergüenza. Los otros, claro, querrían ayudarla, más que castigarla, pero duermen, están muertos, en un lugar lejano y por muchos besos que ellas les dé, no hay remedio para eso.

No.

—¿Escuchaste lo que él dijo la última vez sobre sus juguetes, Chess?

—No, ¿qué?

—Dice que ya sería tiempo de retirárselos. Tiene razón, es una mujer adulta. El Amo Crowley apenas tolera tu infantilismo y tú no hablas con muñecas.

—Bueno, cuando íbamos al campo de batalla hacía títeres con los cuerpos y me inventaba sus diálogos, como en La Bastilla.

—Baja la voz, no sea que ella te oiga. Y no es lo mismo, para nada. Cuando estamos en el campo de batalla, el señor Crowley es más permisivo.

—Además, somos nosotras. Con eso ya ves que no la quiere tanto, ¿cierto?

—Quizás. Aun así, es preciso que le quitemos los muñecos.

—¿De verdad? Pero los adora. Y es casi el único pasatiempo que tiene.

—Tonterías. Tiene sus libros de cuentos. Y mirar por esa asquerosa ventana, sobre todo al maldito sol.

—Vale, Horn. Pero tú tendrás que quitárselos mientras que yo le preparo la cena.

—¿Me dejarás sola con ella?

—Solo un momento, como de costumbre.

—Pues esperaré hasta que vuelvas para decirle. Quién sabe cómo se lo tome.

—Horn, ¿tienes miedo de la pequeña Sheila?

—Tengo cautela. No es para menos…teniendo en cuenta lo que ella es.

Ambas la observan, de nuevo susurrando como si ella no pudiera escuchar ni entender en absoluto. Entonces ella se voltea hacia ambas.

—Plantas. Quiero un jardín.

Horn la mira con recelo. Chess confusa. Ambas pronto se estudian la una a la otra, antes de volver a clavarle los ojos.

—¿Un jardín, dices?

Ella asiente, sonriendo.

No está bien que se lleven lo que es suyo, no está bien que le arranquen lo que ama pero bien sabe que lo harán de todos modos, que se lo quitarán aunque ella esté triste y pelee. Y que morir, ya está al tanto de ello, es más complicado de lo que parece.

No está bien, no quiere que suceda. Pero sucedieron tantas cosas contra su voluntad. Cuando él está aquí, por ejemplo y la abre a ella como si fuese una habitación, con una llave de carne a su antojo para acariciar con brusquedad y desangrar, también prestar a sus mujeres como si fuera otra muñeca o un trozo de jamón enrojecido en un plato para mordisquear.

Un jardín le convendría. Un jardín para respirar y tener motivo para estar afuera. Un jardín por el cual pueda salir corriendo y desintegrarse, si así tiene que ser. Un jardín es lo que quiere más que a los que ama, quizá porque un jardín es una posibilidad de futuro y ella ya está enferma de ese pasado del que solo tiene retazos mal unidos.

—Si pudieras plantar cosas y demás, ¿dejarías que te quitáramos las muñecas?

—¿Aunque no las vieras de nuevo nunca? ¿O te las devolviéramos en pedazos? –se carcajea Chess.

Ella pone su mejor sonrisa y asiente. Las dos muchachas se encogen de hombros, como gemelas y se abrazan.

—Bueno, esta noche comencemos. El señor Crowley se sentirá aliviado si ve que tenemos éxito.

—Qué aburrido es cuidar un bebé humano.

—De todos modos, la jardinería es más inofensiva que la cocina. ¿Recuerdas cuando casi incendia todo?

—Sigo queriendo pensar que fue un accidente, sí. El Amo Crowley no lo ve de otra manera.

—Y ciertas plantas pueden cultivarse de noche. Orquídeas y cactus con flor, por ejemplo. Ni siquiera tendremos que salir al sol nunca.

—Eso espero, Horn, eso espero.

—Él nos felicitará, Chess, ya verás. Lo merecemos.

(Ella tiene sus propios planes, mientras tanto).