Summary: Hinata, a sus diecinueve años, nunca había sentido atracción hacia el sexo opuesto, lo que le hacía pensar que había algo mal en ella. Pero todo cambia cuando Naruto, un compañero de la Universidad, decide conquistarla.
Disclaimer: todos los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto.
«Te aferraste a mí, quien temblaba ante las pequeñas palabras. Me trastaste cálidamente, cuando era ingenua ante todo. Me sostuviste cuando estaba siendo torpe, porque era mi primera vez.»
—Atracción. Kim Go Eun.
Capítulo 1.
El último viernes de cada mes, ella y sus amigas hacían reuniones, se quedaban a dormir en alguna casa, preparaban aperitivos, y platicaban toda la noche.
Ese día, había tocado en la casa de Ayu.
Hinata, escuchaba atentamente la plática de las muchachas, sin emitir ni una palabra. En situaciones como esas, nunca sabía qué decir.
—No entiendo por qué lo hice, no es como si realmente me gustara. Fuimos al cine, y nos besamos, luego una cosa llevó a la otra. No pude decirle que no, venía desde muy lejos a verme… —soltó un suspiro, con los ojos llenos de lágrima—, al final, terminamos teniendo relaciones durante ese fin de semana. Pero me arrepentí después, siento que hice algo realmente malo —soltó Mio.
Las otras dos chicas, Erika y Ayu, lucían tristes ante el relato de Mio. Hinata, en cambio, seguía imperturbable.
—N-No es realmente tu culpa, Mio-chan —dijo Erika—, simplemente te dejaste llevar, ¿verdad?
—¡Sí! —Ayu dijo—, yo tampoco creo que hayas hecho algo malo, después de todo, el sexo es algo natural.
Mio parecía más tranquila ante las palabras de sus amigas, sin embargo, posó su mirada en la Hyūga, quien comía papas fritas, y parecía ajena a toda la conversación.
—¿Qué consejo me darías, Hinata?
La aludida parpadeó confundida, y se ruborizó levemente.
—¿Y-yo?
—Sí, tú —Mio se sentó a su lado—, siempre piensas con la cabeza fría, ¿qué hubieras hecho en esa situación?
Odiaba cuando le preguntaban eso.
Conocía a Mio desde que tenían trece años. En ese entonces todo mundo le hacía bullying, diciendo que era una «chica fácil», porque la vieron besándose con un compañero en el aula (la gente tendía a escandalizarse por cualquier cosa). Hinata se había sentido tan mal por ella, que le pidió que fueran amigas, y desde entonces eran inseparables.
Pero ella creía que a veces Mío era quien se buscaba los problemas, aunque no se lo decía, por no lastimarla.
Como cuando cumplieron quince años, y ésta le confesó que había perdido la virginidad meses antes, con un vecino que entraba por su ventana, y era mucho mayor que ella. O como cuando cambiaba de novio cada mes, sin realmente llegar a algo serio.
Hinata nunca pudo entender la forma de vivir de Mio, y seguía sin hacerlo, a pesar de que ya habían pasado cuatro años.
Siempre era lo mismo, su amiga conocía a algún chico lindo, y cuando éste le hablaba bonito, ella creía que era el indicado, para después sólo salir un rato. Cuando éstos la decepcionaban porque querían «algo más», llamaba a Hinata entre lágrimas, diciéndole que nadie la amaba y no la tomaban en serio.
La Hyūga a veces, cuando perdía la paciencia, quería decirle «todo es tu culpa, no te das a respetar», pero simplemente no podía. No quería juzgar a Mio, ni su estilo de vida, trataba de entender que esa falta de cariño que profesaba, era por la situación tan complicada que vivió debido a la separación de sus padres.
—Hinata-chan no sabe de esas cosas —exclamó Erika—, es inútil preguntarle.
Ayu asintió.
—Es cierto, es algo que necesitas experimentar, para dar tu punto de vista.
Hinata las miró con una sonrisa fingida.
También odiaba cuando le decían eso. ¿Cuál era el problema? ¿Qué no había tenido muchos novios como ellas? ¿Qué no sabía lo que era un beso? Su corazón dolió un poco, al sentirse excluida de esa forma.
—S-sí, deberías preguntarles a ellas, Mio-chan.
Para su sorpresa, su amiga seguía inconforme.
—No. Me gusta hablar contigo, Hinata, me gusta la forma en que ves las cosas. No estás tan… —río con amargura—, no has pasado por lo que yo, ni ustedes tampoco —señaló a Ayu y Erika—. No se acuesten con cualquiera, y si lo hacen, que sea por amor, ¿de acuerdo?
Todas la miraron sin entender.
Hinata observó con curiosidad a Erika. Ella siempre había sido muy linda. Justo antes de entrar a la Universidad, había terminado con su novio de dos años, porque se «aburrió de él». Siempre decía que nadie le importaba, pero en realidad era alguien que le gustaba tener la atención de los demás.
Por otro lado, estaba Ayu, a quien Hinata adoraba, pero no compartía tampoco su modo de ver la vida. Para ella, todo era alcohol y fiesta, siempre terminaba hablando de los múltiples chicos con los que se había besado, de los cuales ni recordaba sus rostros.
Ellas no solían ser así, la Universidad las cambió.
—No es como que uno controle esas cosas —dijo Ayu, robándole la bolsa de papas fritas a Hinata—. A veces el cuerpo tiene, como decirlo, ¿necesidades?
Erika suspiró.
—Por eso deberías conseguirte un novio, así podrías besarlo y abrazarlo cuando quisieras.
—No, ¿para qué? ¿Para terminar como tú? Cuando empezaste una relación con Kira, a la semana decías que era amor eterno, según eran el uno para el otro, y no sé cuanta cursilería. Al final, cuando terminaron, ¿no volvió con su ex al mes? —río—. Tampoco tienes mucha suerte en las relaciones, Erika.
Se instaló una tensión en entre ellas.
—Dejen de reclamarse cosas —intervino Mio—, no vamos a pelear por eso. La verdadera situación, es que ninguna ha actuado muy correcto que digamos.
—Supongo que tienes razón —Erika se encogió de hombros—. Tampoco es como que me arrepienta de algo.
—Yo de lo único que me he arrepentido, fue de mandar esas fotos desnuda a mi novio de hace tiempo —Mio cerró los ojos, avergonzada—¸le quería, y pensaba que estaba bien hacer eso entre nosotros.
Hinata, quien se había mantenido callada, finalmente habló, conociendo de antemano el mal trago que su amiga había pasado.
—Tú no sabías el uso que le daría él a esas fotos, Mio-chan —la miró con cariño—, confiabas en él.
La aludida sonrió triste.
—¡Cambiemos de tema! —exclamó Ayu, al notar la atmósfera incómoda—. Dejemos a los chicos de lado, mejor hablemos de películas —exclamó emocionada.
Erika río divertida, mientras Mio ponía una cara de aburrimiento. Hinata intentó seguirles la corriente, pero no pudo, miles de pensamientos se arremolinaban en su mente.
¿Qué estaba mal en ella?
Solía preguntarse eso todo el tiempo. Aparte de su carácter pacífico, y su timidez, no se consideraba muy diferente al resto. Tenía rasgos comunes, y un cuerpo normal, a excepción de sus grandes senos, pero había aprendido a vivir con eso.
Los chicos no se le acercaban, y cuando lo hacían, ella los alejaba, porque les temía. La razón era que simplemente no les encontraba el atractivo. No le producían ningún efecto.
Fueron miles las veces que intentó fijarse en alguien, pero simplemente no funcionaba. A veces, cuando escuchaba a sus amigas hablar de los cosquilleos en el estómago, el rubor en las mejillas, o la emoción de gustar de alguien, se sentía vacía. Nunca había experimentado algo así, ¿era normal?
Cuando tenía trece, eso no le preocupaba, ni a los quince. Sin embargo, cuando estuvo en el Instituto, y observaba a sus compañeras recibir flores el catorce de febrero y hablar emocionadas de sus novios, se empezó a sentir inquieta, ¿estaba mal no experimentar eso?
Pero cambió de parecer, al mirar a las personas sufrir por amor; como cuando sus amigas lloraban porque algún chico no las tomaba en serio. La facilidad con la que los hombres rompían el corazón de una mujer era horrible. Para ella, lucían más como cavernícolas, que seres humanos.
Fue cuando se dio cuenta que, preferiría seguir siendo una inexperimentada, que terminar con algún tipo que la tratara mal. ¿Por qué perder su tiempo en llorar y sufrir? Ese mismo tiempo lo podía invertir en sus estudios y amigos, en cosas sanas que realmente fueran gratificantes.
Para Hinata, el verdadero significado del amor se había distorsionado, ahora decían te amo con una facilidad sorprendente, tener sexo con cualquiera era normal. Todos cambiaban de pareja como si nada.
¿Por qué? Se suponía que si amabas a alguien, te entregabas a esa persona en cuerpo y alma, para la eternidad. Y creía fervientemente en eso, porque lo había observado a través de sus padres.
La Hyūga no quería formar parte del grupo de chicas «modernas», no tenía prisa.
Si se iba a enamorar todo llegaría a su tiempo. Estaba casi segura que el amor de su vida no lo iba a encontrar en una fiesta, ebria, o teniendo una noche loca de sexo, nada más porque sí.
Observó de nuevo a sus amigas, con cariño.
Jamás entendían sus ideas tan «reservadas», y Hinata comprendía, después de todo, no era común pensar así en pleno siglo XXI. No se trataba de la religión, o la crianza, porque sus padres eran muy liberales, simplemente era una forma de vivir que ella se había forjado con el paso de los años.
Le gustaba pensar que tal vez era un alma antigua.
¿Era tan mal creer que las primeras veces debían ser especiales? Desde el tomarse de las manos, hasta las relaciones sexuales.
Nadie valoraba ya los pequeños gestos. Quería ser de esas personas que con sólo mirarse el uno al otro, fuera suficiente. Donde un tímido te quiero, les llegara a lo más profundo del alma.
Quería una relación donde todo fluyera a su propio paso, sin prisas.
Aunque claro, para que llegara a eso, primero necesitaba superar su miedo a los chicos, y la incapacidad de sentirse atraída por ellos. Aunque a veces Mio intentara catalogarla como «asexual», Hinata quería creer que no era así.
Sin embargo, últimamente dudaba.
¿Quién tenía diecinueve años, y aún no había dado un beso? El sólo pensarlo sonaba ridículo. Algunos compañeros de clases ya estaban casados, o con hijos.
No entendía el significado de las mariposas en el estómago, de que las manos te sudaran de nerviosismo, o el corazón acelerado, todas esas emociones, Hinata nunca las había experimentado, lo cual le asustada, porque creía que había algo mal en ella.
Cuando sus amigas hablaban emocionadas de algún chico guapo, ella simplemente las escuchaba sin entender, ante sus ojos todos eran iguales.
Ni siquiera se emocionaba ante las películas románticas, donde los protagonistas pasaban un sinfín de cosas para estar juntos (situaciones que a veces eran ridículas, y sin sentido, si le preguntaban), o los mangas shoujo que su hermana pequeña tanto leía, donde las chicas eran tan tontas que lloraban por todo, o de la nada aparecía un tonto triángulo amoroso, y sin embargo, a todo mundo parecía gustarle. Hinata simplemente no lo entendía.
Detuvo sus pensamientos, al escuchar a sus amigas hablar de lo guapo que estaba el actor de una película llamada «La quinta ola».
Soltó un suspiro.
Se estaba cansando de no ser como los demás.
En verdad, se le estaban haciendo costumbre ocultarse detrás de ese arbusto, y eso no le gustaba para nada.
En realidad, esas no eran cosas que normalmente haría. Pero cuando se trataba de ella le entraba la estupidez.
—Dime por qué estoy aquí —dijo Sasuke, su mejor amigo, con evidente fastidio.
Naruto, que tenía la mirada fija en el camino que daba a la Facultad de Artes, volteó a verlo rápidamente.
—Porque en caso de que lleguen a descubrirme, no verme como un idiota.
—Pero lo eres —bufó el pelinegro—. Simplemente podrías hablarle, y ya está.
—¡No! —exclamó el chico, llamando la atención de unos estudiantes que pasaban por ahí.—. No puedo hacer eso —susurró—. ¿Qué le diría? «Hola, Hinata, fíjate que no me conoces, pero yo a ti sí, de hecho, te he visto por los últimos dos meses, me pareces una chica linda, que digo linda, lindísima, o eso es lo que he podido observar desde el arbusto en el que me escondo todas las mañanas para verte pasar»
Sasuke arqueó una ceja.
—¿Eres estúpido, o te haces? —suspiró—. Si le dices eso saldría corriendo, idiota.
Naruto apenas iba a prostetar, pero Sasuke lo interrumpió:
—Podrías simplemente saludarla, o algo así, yo que sé —se encogió de hombros—. Hyūga es amable, no va a salir corriendo.
—¿Hyūga? —se quedó pensando un momento—, n-no me digas que…
—Sí, es la prima de Neji, eres tan distraído, que no te habías dado cuenta.
Sí, lo admitía, había estado tan sumido en encontrar una manera de hablarle a Hinata, que ni siquiera preguntó su apellido. ¿Lo peor? Conocía a Neji, estaba con ellos en el club de karate, y a decir verdad, daba miedo.
—Esto está acabando conmigo —se lamentó el rubio.
—Sólo salúdala, y ya.
—No puedo, mira —levantó sus manos temblorosas—. El sólo pensar en hablarle, hace que me ponga todo nervioso.
Sasuke, soltó un suspiro, cansando ante lo ridículo de la situación.
—Tengo examen, Naruto, no voy a quedarme aquí, escondido, sólo porque no tienes las agallas de hablarle a esa chica…
—¡Cállate, allá viene! —dijo el rubio, para después fijar la mirada en un grupo de cuatro muchachas, que platicaban animosamente, sonrió levemente al ver a la pelinegra.
Hinata apretaba fuertemente su cuaderno de bocetos contra su pecho. Ese día era la entrega del dibujo que preparó a lo largo de seis meses, el profesor les había dicho, que el mejor trabajo participaría en un concurso a nivel nacional.
Estaba nerviosa. Sabía que tenía talento, todo el mundo se lo repetía constantemente. Ella era capaz de plasmar escenarios completos con sólo verlos una vez, era como si su mano tomara vida propia, el lápiz terminaba deslizándose sobre el papel con una facilidad impresionante.
Podía dibujar ciudades, puentes, parques, cualquier tipo de lugar, sin embargo, tenía un bloqueo cuando a esbozar seres humanos se refería. Desde pequeña trataba de plasmar todo lo que miraba, pero cuando quería retratar algún rostro, se quedaba en blanco, las ideas no fluían.
No sabía a qué se debía, pero, aquello le preocupaba, ¿cómo podía una estudiante de arte, no dibujar una simple cara?
Lo había hablado miles de veces con Kurenai, una maestra de la Universidad, y su mentora, ésta siempre le decía que no se apresuraba, que desarrollaría la habilidad completamente con el tiempo, sin embargo, Hinata era obstinada, se negaba a aceptar que no podía dibujar un rostro, ¡su situación era vergonzosa! por donde quiera que lo pensaba.
Mio, Ayu y Erika caminaban por delante de ella, mostrándose los trabajos que entregarían. Todos sabían que el maestro Yoshima era muy exigente en cuanto a los bocetos, y amaba los autorretratos, o planos en primera persona, por eso sus amigas se habían esforzado en tratar de complacerlo, para así poder sacar la nota más alta, y participar en el concurso. Pero ella, gracias a su talento incompleto, no pudo dibujar ni un mísero rostro, así que terminó esbozando una escena del parque que estaba frente a su casa, le había parecido maravillosa: una joven recargada en el hombro de su novio, sonriéndose el uno al otro.
La Hyūga, a pesar de que nunca había experimentado el amor, sabía analizar bien los sentimientos de las personas, cuando vio a aquella pareja, sintió la inspiración y ganas de dibujar fluir por sus dedos, así que no lo pudo evitar, terminó trazando dos siluetas, aunque trató de no enfocarse mucho en la forma del cuerpo. En su boceto, las dos personas, de las cuales sólo se podía distinguir sus sombras, estaban tomadas de las manos, sentados sobre una banca, con miles de flores a su alrededor, era un dibujo precioso, aunque Hinata no estaba del todo segura, puesto que no era lo que al profesor le gustaba.
—Hinata-chan, vamos, muéstranos el tuyo —dijo Ayu, mientras le arrebataba el cuadernillo de las manos.
—N-no —trató de argumentar, pero sus palabras fueron en vanos.
—Vamos, no seas tímida, ¿qué dibujaste? —continuó Erika.
Ayu abrió el cuaderno rápidamente, mientras buscaba el boceto de Hinata, y cuando lo encontró, sus ojos brillaron llenos de emoción.
—Es precioso —entonces, volteó a ver a la pelinegra—. ¿Cómo lo haces? Hasta puedo imaginar la escena… esto es fantástico.
Erika arrebató el librito de las manos de su amiga, para admirar el dibujo.
—¡Ayu-chan tiene razón! Tu dibujo está genial —delineó las dos siluetas que estaban plasmadas sobre el papel —. El verlo hace que me den ganas de pintarlo, ¿debería hacerlo?
Mio, quien hasta entonces estuvo callada, le dio un suave apretón a Hinata.
—Buen trabajo, sé que te esforzaste, deberías estar orgullosa.
La Hyūga se ruborizó, mientras tomaba su cuaderno de regreso.
—Gracias —les sonrió—, creo que tengo algo más de confianza ahora.
—¡Claro! —Ayu la tomó de la mano—. No dudes de ti, ni de tu talento, Hinata.
—Cierto, no porque no puedas hacer algo, significa que no eres buena —continuó Erika.
Recibieron una gentil sonrisa en respuesta, y después siguieron caminando rumbo al aula, puesto que las clases ya iban a comenzar.
—¿Viste cuando sonrió? —dijo Naruto emocionado, aún detrás del arbusto.
—Sí, lo vi —respondió el Uchiha, con una cara de aburrimiento total.
—Sólo lo hace cuando está con sus amigas —suspiró—, la he visto en el comedor, o sus ratos libres, siempre es muy asustadiza. Quiero ser su amigo, y hacerla sonreír así.
Sasuke se estiró un poco, sentía los músculos entumecidos al estar en la misma posición por más de cuarenta minutos.
—Supongo que no has escuchado el rumor —dijo.
Naruto volteó a verlo inmediatamente.
—¿Rumor?
—Dicen que no interactúa con nadie más, y que le teme a los chicos, incluso le apodan «Luna de hielo»
—¿Estás de broma? Eso suena estúpido. Sé que Hinata es tímida, pero, ¿temerle a los chicos? Suena irreal…
—Quién sabe, yo sólo te digo lo que escuché —Sasuke bufó—. Ahora ya me voy de aquí, que no siento las piernas. A ver quién te acompaña mañana en tu hora de acosador, que yo no.
Y dicho esto, se puso de pie, dispuesto a irse.
El rubio soltó una carcajada, el amargado de su mejor amigo siempre decía lo mismo, pero al final terminaba acompañándolo a cualquier forma.
Se quedó viendo fijamente el camino por el cual Hinata había desaparecido, y suspiró. Le gustaba, de verdad, por primera vez en sus diecinueve años sentía que su corazón latía por alguien más, lo cual era como un milagro para alguien tan despistado como él.
Siempre vio a las chicas como un tema abstracto que no entendía. Se enfocó tanto en las artes marciales, que todo el tiempo estuvo rodeado de chicos, y de las pocas mujeres que conocía, todas eran rudas e impulsivas (Sakura, y su madre, por ejemplo), lo cual no ayudaba mucho. Al final, el amor y esas cosas le daban igual.
Pero era un hombre, quisiera o no.
No tenía relaciones pasadas que lo respaldaran, es más, no tenía experiencia en nada (la única vez que besó a alguien, fue en un juego de la botellita, cuando tenía como catorce años, y a los dos segundos sintió ganas de vomitar). En conclusión, era un completo ingenuo en cuanto al romance se refería.
Pero entonces, llegó Hinata como un soplo de aire fresco, era la viva imagen de la inocencia y dulzura, y él cayó redondito.
¡Hola!
Por fin me animé a publicar esta historia que llevo planeando desde hace mucho tiempo. Quería dejar por un lado los dramas familiares, y enfocarme en algo más juvenil y suave, espero poder llevarlo correctamente.
Va a ser un long-fic, sin embargo, por falta de tiempo no sé cuándo vaya a actualizar, así que lo dejaré en «complete», mientras tanto. No debería estar publicando fics nuevos, cuando tengo dos pendientes… ¡pero no lo puedo evitar!
Hablando de la historia, ¿qué les puedo decir? Es la primera vez que escribo a Naruto enamorándose primero, creo que será muy divertido, y por otra parte, tenemos a una Hinata bastante desinteresada en su alrededor, ¿qué pasará?
Espero y les haya gustado, si es así, los invito a dejarme un review, me harán muy feliz.
Les mando un abrazo.
Dalie.
06.05.16