El perro gana

El día estaba nublado y hacía frío. Según Rin pronto llovería, y es que le daba la impresión de que las nubes grandes y grises estaban cargadas de agua que deseaban soltar lo antes posible, sin embargo, no se encontraba preocupada, pues sabía que su Lord encontraría un lugar a tiempo para protegerlos a ambos, y claro, también a Ah-un de la lluvia, ¡Oh! Y también al señor Jaken.

Y así fue, pocas horas antes de que anocheciera Sesshomaru guió a Rin hacia un lugar perfecto para protegerse de la lluvia. Quizás tiempo atrás perteneció a los humanos o los mismos construyeron aquellas tres paredes con un techo sobre ellas para los viajeros que no tuviesen donde pasar la noche.

Al encontrarse sumamente cerca del bosque, Rin avisó que iría por alguna fruta para cenar, y así se internó corriendo en el bosque, con total despreocupación, siendo perseguida por la mirada del demonio blanco y luego por su olfato.

La muchacha pelinegra consiguió un par de frutas en pocos minutos, y cuando estaba dispuesta a volver al refugio se vio detenida por un débil maullido que escuchó de entre los arbustos. Dio un paso para acercarse allí, pero una débil llovizna la detuvo, sabía que si no se apresuraba acabaría mojada, porque la débil llovizna rápidamente estaba transformándose en lluvia, pero su corazón no era capaz de irse y dejar ahí a una débil criatura que quizás necesitaba de cuidados y protección.

Suspiró al verse caminando lentamente hacia el arbusto del cual percibió aquel sonido, y dejando las frutas esparcidas por el suelo, se agachó, apartando unas ramas para poder ver a una gata de dos colas, pequeña y completamente negra, lamiendo una de sus patas.

—¡Estás herida!— Exclamó la muchacha, sintiendo lástima por el animalillo que además de estar lastimado iba a mojarse. No definitivamente no era capaz de dejar a la gatita ahí, así que con cuidado la tomó con ambas manos y la sacó de ahí, abrazándola al instante contra su pecho, con cuidado de no lastimarla más.

Cuando se puso de pie se dio cuenta de lo fuerte que lloví y rápidamente comenzó a correr hacia el refugio, inútilmente porque ella ya estaba completamente mojada, a diferencia de la gatita, que protegía a toda costa del agua.

Al salir del bosque divisó a su Señor de pie bajo el refugio, notando en su mirada cierta impaciencia que quizás, sólo quizás se debía a su ausencia. Una vez que llegó a su lado, con la respiración agitada se dedicó a explicar su tardanza, pues la mirada inquisidora del mayor así lo exigía.

—Es que… estaba lastimada, y no podía dejarla bajo la lluvia…

Sesshomaru centró su mirada en el animal que ocupaba tan cómodamente el pecho de Rin, casi fulminándolo con la mirada.

—Hn.

Rin dio por entendido que podía cuidar a la gatita por la noche y procedió a sentarse al fondo de aquel refugio, para poder recostar su espalda en la pared. A su vez, Jaken se encontraba alabando, como siempre a Sesshomaru, Rin no sabía por qué y es que estaba distraída cortando una parte de su kimono para poder vendar aquella patita lastimada que tenía la gata, que ahora descansaba en su regazo.

El Lord del oeste tenía menos idea de por qué era alabado esta vez y aunque no se había movido de su posición, continuaba observando continuamente a la muchacha de oscuros cabellos atender al felino. Sesshomaru odiaba a los gatos, independiente de su naturaleza de perro. Los felinos y él jamás se llevaron bien, mucho menos ahora que uno ocupaba el lugar que él debería estar ocupando. Y no, el Gran Sesshomaru no estaba para nada celoso de un simple y tonto animal que capturaba la atención de su protegida. Definitivamente no.

Una vez caída la noche y con un Jaken prácticamente ahogándose en sus ronquidos, Sesshomaru tomó la resolución de ir y sentarse junto a la muchacha, apoyando su ancha espalda en la pared. Cerró sus ojos, pero completamente atento a los jugueteos que mantenía la niña con aquel felino. Todo lo llevaba perfectamente bien hasta que escuchó el sonido de un beso. Entonces abrió uno de sus ojos y le observó, besando de nuevo la nariz del gato. Eso fue demasiado. ¿Por qué tenía que soportar ver cómo su protegida besaba a algo más? Ella tenía derecho sólo a besarle a él. A nadie más, ni si quiera a un gato.

El gran demonio blanco estiró sus largos y delgados dedos, hasta tomar al gato y lanzarlo sin cuidado alguno para que cayera sobre Jaken. El animalito no se lastimó, es más, pareció gustarle su nuevo colchón, porque no tardó en acurrucarse en él. A Rin no le pareció nada bien que haya lanzado así al pequeño animal, e iba a protestar contra ello, pero al ver el entrecejo fruncido del mayor y sus labios juntos casi ejerciendo presión el uno sobre el otro, pudo notar que estaba molesto por algo. ¿Quizás…?

Rin esbozó una sonrisa al ver la posible causa de su molestia: celos del felino. Sesshomaru estaba celoso de un pequeño gato.

La muchacha, un tanto divertida, se arrodilló para besar la mejilla de su Amo y luego se recostó sobre uno de sus costados, permitiendo que el brazo derecho del mayor le rodeara la espalda.

Todos durmieron conformes aquella noche, incluso Sesshomaru se permitió dormir un par de horas, relajado con el sonido de la lluvia al caer. Sin embargo a la mañana siguiente, Jaken despertó molesto, lanzando maldiciones al gato que había dormido sobre él, preguntándose entre estornudo y estornudo cómo había llegado a él.

Al parecer, Jaken-sama era alérgico a los gatos.