Hasta los huesos

Marco podía decir, sin lugar a dudas, que la vida con Star era de todo menos aburrida.

Bueno, a veces eso significaba el poner su vida en peligro, ¿pero qué era el vivir sin algo de riesgo? De todos modos, de algo se iba a tener que morir.

Ese pensamiento debió de haber sido bastante más macabro de lo que le parecía. Porque a Marco, en esos momentos entre el estar despierto y el sueño, le hizo sonreír. Era una vida más emocionante, sí, y había conocido a mucha gente nueva, otros mundos, otros seres…

Las hadas no le parecían tan bonitas ahora.

Y había sobrevivido a todo eso. Había sobrevivido, él, Star, sus amigos, su familia (la foto de su excursión por su aniversario a Mewni aún estaba sobre la repisa de la chimenea), todos los chicos de su escuela… Y habían salido cosas buenas de eso.

Excepto cuando pasaba algo realmente aterrador, claro.

Pero eso no iba a pasar. No, no iba a pasar, porque su cama era cómoda, las cobijas eran calentitas, en unos días eran las vacaciones de Navidad y Star estaba emocionada por saber de qué iba todo eso. Marco le había hablado de los árboles, de la tradición, de los regalos y la comida, y Star se dijo que estaría preparada esta vez. Nada de viajes improvisados a Mewni, eso no.

Marco se deslizó hacia el sueño sonriendo, con la nieve cayendo tras la ventana, envuelto en varias formas de calidez.

.-.

La mañana siguiente era domingo, y Marco no tenía ganas de salir de la cama.

Estaba a gusto allí, calentito y sin hambre ni sed ni ganas de ir al baño. Era casi como si estuviese en esos momentos en donde todo parecía estar bien y el mundo era un lugar de esos que aparecían en la publicidad, sin producto o servicio para vender.

"La Luna Roja no se equivoca"

Marco abrió los ojos, curioso. Esa voz no la había escuchado desde que Star fuese al famoso baile, invitada por su ex novio Tom. Todavía no sabía bien qué había sido, pero antes lo había ayudado. Movió la cabeza de un lado al otro, pero no vio a nadie. Miró el reloj, se dijo que bien podía levantare a ver en qué andaba Star, y comenzó a moverse.

La intención era levantarse despacio.

Un estallido rosa con brillos de la torre-habitación de Star lo hizo caer al suelo.

-EstátodobienMarconohaynadadequépreocuparseyoloarreglaré.

Algo correteaba por el pasillo, algo con pezuñas.

Algo con una cola de serpiente que humeaba .

-¡Star!- la muchacha estaba lanzando ataques de arañas de seda de hielo, y el pasillo parecía una casa del horror de las ferias, pero bien hecha. Marco, sin pensarlo demasiado, lanzó su cobija hacia la cara de la cosa, agarró con ambas manos la cola de serpiente, aterrizó con un pie y medio (el casi tropezón no contaba) y tiró.

La muchacha aterrizó a su lado, y apuntó con su varita a la bestia, que empezaba a zarandear la cobija.

-¡Bien hecho, Marco! ¡Golpe de pingüinos congelantes!

Un rayo con pingüinos hechos de hielo salió de su varita, junto con un rayo azul, y la criatura quedó congelada en el acto.

-Genial, gracias Mar…

La princesa dejó de hablar en mitad de su frase, y se lo quedó mirando, sin moverse.

-¿Star?- le preguntó el chico -¿Pasa algo?

-Eh, no, nada- dijo ella, riéndose de esa forma nerviosa que Marcos ya conocía.

-Sí, claro. ¿Qué sucede?

-Sucede que… - empezó a mirar hacia todos lados, nerviosa, y entonces sonrió de oreja a oreja. Tomó a Marco de la mano -¡Sucede que quiero que quieras que yo quiera querer algo!

-¿Qué?

-Nada, nada, mejor vamos a desayunar. Y me cuentas más sobre la Navidad.

.-.

Marco se quedó quieto en la escalera, intentando comprender lo que estaba viendo.

Tom estaba en la sala.

Tom, el ex novio de Star, el ser de tres ojos y poderes de fuego que había intentado matarlo, estaba allí, en su sala, tomando lo que parecía ser café con leche con sus padres. Y había una mujer desconocida.

-Buenos días, Marco, Star- saludó su madre, sonriendo de oreja a oreja –Han llegado visitas. Es Tom, un migo de tu país, y su madre. Quieren conocerte, Marco.

La mujer al lado de Tom era, sin duda, su madre. Tenía los mismos ojos (tres) y los mismos cuernos, además de su cabello, que parecía flamear en la suave brisa de verano, cayéndole hasta la mitad de la espalda. Y estaban sentados a la mesa. La mujer parecía ser de la clase que podía derribar un mercado de valores, llevar una misión exitosa a Marte, y darte una palmada en la cabeza cuando tenías un mal día y hacerte creer que sí, que todo estaría bien. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, de la clase que se esperaría que llevase la realeza británica en un evento civil.

Tres ojos lo miraron de arriba abajo, y la mujer sonrió.

-Hola, Marco- dijo, y su voz sonaba amble –Es un gusto el poder verte al fin. ¿Nos harías el honor de acompañarnos?

El muchacho miró a Star, quien miraba a la mujer con admiración. Luego miró a Tom, quien no despegaba sus ojos, sus tres ojos, de la taza que tenía delante. Dio unos pasos algo titubeantes, pero luego tomó confianza y se sentó a la mesa, al lado de la mujer.

Y una burbuja les rodeó.

-¡Vaya!- dijo Star, asombrada -¡Es un hechizo de parada de tiempo! Marco- dijo, tomando al muchacho del hombro –Esto es magia avanzada del más alto nivel. Y lo estamos viendo en vivo y en directo. ¿No es genial?

-De seguro podrás hacerlo con algo de práctica, princesa Star- dijo la reina, y la muchacha se sonrojó, dejando escapar risitas.

La mirada de la dama se fijó en Marco.

-Me han contado mucho de ti, joven- dijo, con suavidad, y el muchacho no supo qué responder, así que no respondió nada –Y puedo ver que has evolucionado, Marco- dijo la madre de Tom.

-Bueno, sí, er, señora. Dama. Reina- el muchacho no sabía qué decir -¿Usted me conocía de antes?

-Has traído algo muy necesario para nuestro Tom.

Eso llamó su atención, más que cualquier otra cosa, y dejó su pregunta no respondida para después.

-Sabes, la ceremonia de la Luna Roja no se trata tanto de algo romántico, aunque se le quiera dar ese tinte a veces- la reina se llevó una mano a la mejilla, y pareció sonrojarse –Se trata de abrir posibilidades imposibles. Y tú, joven Marco, has hecho algo que no creíamos que podría suceder.

Tom estaba inusualmente callado. Marco lo miró, y vio que sus tres ojos observaban el líquido de su taza. No había tocado su bebida durante toda la escena. Casi ni parecía el Tom que había visto las primeras veces.

-Has traído balance. La Luna Roja ha intervenido para solucionar el triángulo amoroso que…

-No hay ningún triángulo amoroso, madre.

Tom habló sin moverse, con una voz que mezclaba resignación y seriedad.

Marco lo miró. Ese no era Tom. No podía ser Tom.

-Las señales son evidentes, y hemos venido a por la prueba, hijo- le dijo la reina.

-Haz la prueba entonces, madre.

La reina le sonrió a Marcos.

-Joven, ¿estás dispuesto a someterte a la prueba?

-¿Eso quiere decir que tendré que luchar contra un campeón o algo así?

-Oh, no, joven. No es una prueba para ser guerrero. Solo extiende tu mano, y que la luz de la Luna Roja confirme o refute lo que creemos que ha pasado.

Marco miró a la reina, luego a Tom, quien lucía como si hubiese perdido más dela mitad de su energía. Parecía un muchacho con un muy buen disfraz, cansado luego de colocarse el maquillaje, la ropa y los accesorios. Le vio llevarse la taza a los labios y beber unos tragos de su café con leche, los hombros caídos y con ninguna gana de estar allí.

Marco extendió su mano, sin comprender del todo.

La reina tomó un prendedor de su cabello, uno con la forma de la Luna Roja y desprendió la gema, que parecía ser un rubí. La dejó con suavidad sobre la palma de Marco. De reojo, vio que uno de los ojos de Tom, el de más arriba, se había girado hacia el rubí en forma de Luna. La reina colocó una mano debajo de la del humano.

Pasaron unos segundos.

El ojo pareció aliviado.

-Madre, nada ha pasado- dijo Tom, dejando su taza a medio beber en la mesa de la sala, con el alivio bien audible -¿Podemos ir…

Calló de repente.

El rubí había empezado a derretirse, como si fuese de gelatina en un día caluroso. Marco sintió una ligera calidez, que le recordó a sus cobijas, pasando a través de su mano. El rubí desapareció. La reina, con una expresión que parecía de menos tensión que antes, les mostró a todos la piedra. Ya no era un rubí: su color azul la delataba como un zafiro.

El muchacho no entendía lo que sucedía.

-Er, señora reina… ¿Qué significa esto?

-Significa, joven Marco- la reina se paró algo más derecha, con menos incertidumbre en sus hombros –que Tom y tú pasarán más tiempo juntos.

Los tres ojos de Tom se elevaron del zafiro hacia el rostro de su madre, con lentitud.

-Mientras se aclare la situación, lo mejor será que no haya distancia entre ustedes. Conocerse mejor, saber qué les gusta y qué les disgusta, y hacerse… seres simpáticos el uno con el otro. O, al menos, seres que puedan tolerarse.

Marco sintió olor a humo, y no necesitó mirar para saber de dónde provenía.

-Madre…

La reina estaba mirando a su hijo, y Marco se dio cuenta que no la había visto moverse.

-Hijo, no tendrás que venir de inmediato. Volverás a casa y, en un par de días, podrás organizarte para venir aquí hasta que definas las circunstancias.

Tom no dijo nada.

-O puedes quedarte en casa y esperar que alguien más las defina.

Algo similar al cansancio apareció en los tres ojos del joven.

La reina se volvió hacia Marco.

-Joven Marco, hay dos cosas que debe saber- su tono era serio, y el humano la miró al rostro, sin terminar de comprender lo que sucedía –Primero, la Luna Roja te ha afectado de formas en que nunca había hecho con ningún humano. Y segundo, también ha afectado a mi hijo Tom.

-Pero… Star y yo- balbuceó el muchacho.

Humo de nuevo.

-Esto no tiene que ver con Star, Marco- Tom no lo miraba. Miraba la mesa, la taza, con furia. Sus ojos casi brillaban de enojo.

-¿Qué pasa?- dijo al fin -¿Qué es lo que te pasa?

Tom lo fulminó con la mirada.

-Pasa que ya estás empezando a cambiar. Te has expuesto demasiado, y eso… - dudó, y miró a un lado, como si no supiese, o no quisiese, continuar –eso ha causado cosas. Y yo tengo que quedarme aquí para estar seguro que no… que no es algo peligroso.

-Tengo a Star viviendo conmigo- dijo Marco, casi logrando sonreír -¿Qué puede ser más peligroso que eso?

Star observaba la escena sin decir una palabra, sonriendo y quedándose seria de a ratos.

Tom lo miró.

Pestañeó una vez, dos veces, lento, antes de levantarse de su asiento.

-Si me disculpas, madre, iré al patio trasero. Ya nada puedo hacer aquí.

-Ve, hijo, ve. Ha nevado anoche, no tenemos de eso casa- dijo la reina, casi contenta, y esperó a que Tom saliese de la casa antes de continuar. Miró a Marco –Me han contado algunas de tus hazañas. Me encantaría saber más sobre ti.

-Er… ¿bueno?

-Oh, Tom puede ser algo tímido cuando respecta a estos asuntos, pero tarde o temprano te lo dirá. Si todo sale bien, claro.

-¿Y… si todo no sale bien?

La reina, de repente, parecía ser de la clase que tomaba un hacha de guerra y le cortaba la cabeza al rebelde que osaba levantarle la voz. Marco, todavía con su mano en la de ella, de repente recordó quién era, y sintió muchos, muchos deseos de estar en cualquier otro lado.

Luego de un segundo, volvió a ser la reina sonriente.

-Entonces, no tendrás que preocuparte de nada- se levantó de su asiento y el tiempo volvió a correr –Señor y señora Díaz, les agradezco mucho su hospitalidad. Ha sido un placer el poder conocer más sobre su hijo y sobre ustedes.

-Venga cuando quiera, dama- dijo la madre de Marco –Es un honor el poder tenerla bajo nuestro techo.

.-.

Tom no dijo nada por buena parte del viaje.

Cuando el ascensor estaba a medio camino, no pudo aguantarlo más.

-Madre, ¿por qué se lo has dicho? Si no sabía nada, habría sido mucho más fácil enmendar el error…

-No hay error, Tom- su hijo calló, sorprendido. Su madre pocas veces lo lamba por su nombre, y sonaba algo cansada –Y lo mejor que se puede hacer es asegurarse que nadie más lo sepa.

-¿Y que nadie lo sospeche?

-Ya lo sospechan. Star está con él, así que no será tan extraño que estén los tres juntos. Dime todo lo que pase, y no omitas detalles. Si algo sucede, no dudes en decírmelo.

Tom no dijo nada.

-O puedes quedarte allí, suspirando por una muchacha que no quiere estar a tu lado, dejado pasar una oportunidad de salvar tu reino.

-Ella sabe lo que es tener una reina madre que te presiona…

-Tom, si no ayudas en esto, no tendrás más reina. Y puede que no tengas más madre. Te aseguro que ninguna de las dos opciones, ni ambas, son de mi agrado. Quédate por un mes. Si nada pasa, bien, pero si pasa, toma la oportunidad en cuanto puedas. Si alguien más sabe lo que ha sucedido, no tardarán en ir a por él. Y si alguien más lo convence de unirse a su causa, el reino caerá, y nosotros con el reino. Puedes morir, Tom. Y yo quiero que, al menos, te des una oportunidad de ser feliz.

-…y de hacer lo mejor para el reino, claro.

-Eso es un bono extra muy deseable, sí- calló por unos momentos –Necesitará de tu ayuda, hijo. ¿Recuerdas cómo te sentiste tú cuando no sabías a quién acudir?

Tom calló, sintiendo que la derrota le bajaba de la cabeza a los hombros, y de allí al pecho.

-En el peor de los casos, en cuatro semanas estarás de vuelta en casa. ¿Vale la pena aclarar esa duda, a cambio de cuatro semanas de no verlo a él?

El muchacho levantó la cabeza y miró a su madre. Vio cómo lo miraba a él. Tomó su decisión en unos segundos. Respiró hondo, se enderezó, y se tomó unos instantes.

-Bien, madre, probemos si funciona. Veamos si la Luna Roja en verdad lo está convirtiendo en lo que crees que lo está convirtiendo.

.-.

.-.

Ok, no aguanté.

Fue ver una imagen de dos personajes y decirme "tengo que ver esta serie". Se puede escribir PWP sin tener idea de qué va la trama de una serie, pero yo prefiero tener algo más de base. Y esto no va para PWP. Esto. Luego, veré.