Disclaimer: Fairy Tail pertenece a Hiro Mashima. Esta historia está inspirada en el segundo OVA de la serie y en algunas imágenes que circulan por la Red, sobre todo, en las pequeñas obras de arte que nos deja la gran artista Rusky Boz.

Instituto Fairy Tail: un nuevo comienzo

Capítulo 32

[Días antes de la desaparición de Gajeel…]

La habitación era blanca, completamente blanca: las cortinas, los muebles, la decoración… Todo, incluidas las sábanas y la colcha de la cama, era exactamente de color blanco. Lo único que daba algo de color a aquel lugar era una pequeña margarita amarilla que se encontraba depositada solitaria en la mesita de noche. La flor se veía recién cortada. Y es que, cada día que iba a visitarla, Gajeel arrancaba una flor del jardín para que ella se sintiera más cerca de su casa, de su hogar, aunque sabía bien que ya llevaba meses fuera, más concretamente en el hospital, luchando por su vida contra un terrible cáncer…

–¿Cómo estás, Gajeel? ¿Qué has hecho hoy en el colegio? – preguntó una mujer adulta de poco más de treinta años. Tenía el cabello largo, ondulado y azabache, sus ojos eran grandes y algo rasgados, de un tono marrón oscuro. Parecía la clásica japonesa.

–Nada… – respondió el niño de unos 11 años de edad. Odiaba ver a su madre tan débil y enferma. Antes, ella estaba llena de vida. La expresión de su mirada podía iluminar cualquier lugar, pero ahora, lejos de aquel recuerdo, la mujer vestía una sonrisa triste y sus ojos estaban repletos de nostalgia y dolor. Ella sabía que no iba a sobrevivir a aquella enfermedad, que no vería crecer a su único hijo y que, además, se separaría del otro gran amor de su vida: su marido. No podía hacer absolutamente nada contra ello. Sin embargo, más que miedo a morir, ella se sentía desdichada por separarse de ellos tan pronto…

–Algo habrás hecho… No puedes estar un día entero en clase y no haber hecho nada… Es imposible, cariño. – intentó darle conversación, pero últimamente él no estaba para muchas palabras. Se fijó en la actitud de su hijo; estaba, por un lado, decaído, y, por otro lado, huraño, algo que, teniendo en cuenta las circunstancias, era totalmente normal. De pronto, advirtió una pequeña herida en su mano. – No te habrás vuelto a pelear, ¿verdad? Sabes que no me gusta para nada la violencia…

–No, mamá… Es sólo que me he caído. – mintió. Ella lo supo en seguida. Desde que la ingresaron, Gajeel había cambiado. Estaba más arisco e irascible que nunca. Sentía rabia en su interior y sólo podía calmarla peleándose con otros niños. Odiaba ver ese cambio en su pequeño, pero no podía hacer nada por él. Su padre tampoco. Tenía jornadas laborales de más de 16 horas diarias… No podía estar pendiente de él. Debía trabajar para pagar las facturas.

–Debes tener cuidado… No me gusta verte herido. – le sonrió dulcemente a pesar de que sabía que estaba escondiéndole la verdad.

–Sí, mamá…

–Yo sólo deseo que seas feliz, Gajeel. Nada más. ¿Aún no has hecho ningún amigo? Seguro que hay algún niño con el que te puedes llevar bien… – le preocupaba que su hijo se sintiera solo cuando ella faltara. Evidentemente, extrañaría su figura, pero pensó que un buen amigo podría ayudarle a mitigar el dolor.

–Bueno… – empezó a pensar en un niño de su clase.– Puede ser… Hoy ha venido uno nuevo…

–¿Lo ves? Seguro que ese niño está deseando hacer nuevos amigos. Quizá se sienta solo… ¿Por qué mañana no vas a hablar con él? Quizá se convierta en tu mejor amigo.– habló mientras le acariciaba la cabeza en señal de afecto.

–No sé…

–Prométemelo, Gajeel. Prométeme que hablarás con ese niño y te harás su amigo y serás muy feliz. Debes pasártelo bien.

–Está bien… lo prometo. – no quería preocuparla.

–Eres un buen chico, Gajeel Redfox, justo como tu padre. Os quiero tanto a los dos…

–Yo también te quiero, mamá.


Gajeel abrió los ojos y se despertó en su cama. Hacía mucho tiempo que no recordaba el pasado y se preguntaba a qué vendría aquel flashback de su memoria…No pudo hallar respuesta ninguna, por lo que se pasó todo el día dándole vueltas a aquel sueño.

El día, salvo por aquel recuerdo, transcurrió con total normalidad: las clases, estudio, un pequeño descanso con Levy y el resto de sus amigos, gimnasio… Todo completamente normal.

Era ya algo tarde cuando regresó a casa y se encontró con una figura en la esquina de su adosado. La figura se trataba de un chaval de unos veinte años, delgado, algo desgarbado. Tenía el pelo rubio y estaba cortado a capas, no lo llevaba demasiado largo. Sus ojos eran de un color miel claro. Su aspecto era descuidado, se veía con ojeras y una barba de varios días.

–¡Dichosos los ojos, Gajeel Redfox! – saludó el "desconocido". A Gajeel, al principio, le costó reconocerlo, pero fue escucharle hablar y recordar perfectamente quien era…

–Mash… – sólo atinó a decir. Hacía años que no le veía. El sueño de ayer debió de ser casi premonitorio, pues él fue el niño del que se hizo amigo cuando su madre estaba a las puertas de la muerte… Después, cuando ya falleció, se juntó todavía más con él y ése fue el comienzo de una vida llena de descontrol y soledad. – ¿Qué estás haciendo aquí?

–¿Te refieres "aquí" en la calle? ¿Fuera de la cárcel? – preguntó irónico. Gajeel asintió y añadió.

–Escuché que te cayeron diez años…

–Así es… pero, ya ves, nunca he sido muy paciente y ya, a los dos años y medio, no podía aguantar ahí más encerrado… ¿Sabes lo jodido que se está en Fu chu? – Fu Chu era una de las prisiones más importantes y estrictas de todo Japón. Cada día era una terrible agonía para cada uno de sus presos… En el penal, el cual estaba en la misma capital, Tokyo, la disciplina era tan extrema que se convertía en una continua tortura. Todos los presos, cuando llegaban, debían leer un documento en el que se especificaban las reglas que debían conocer y respetar para evitar problemas. En la celda no se podía estar de pie, tampoco estaba permitido estirar las piernas en el tatami; había que estar en la posición del loto la mayoría del tiempo. Además, el trabajo era obligatorio y estaba impuesto por ley. Durante las horas de trabajo, 8 horas al día siete días a la semana, tenías que producir, no podías mirar por la ventana o hablar con los compañeros. Constantemente estabas vigilado, pero, al parecer, Mash consiguió escapar… probablemente burló la seguridad comprando a algún guardia. – Pues claro que no lo sabes… Tú te libraste de la cárcel por tener 17 años…

–Simplemente tuve suerte. – respondió a su reproche.

–¡Ya lo creo que la tuviste! ¡Incluso ahora la tienes! – gritó mirando a su alrededor.– Así que ahora vives aquí… ¡Menudo cambio de vida! Cuando me lo dijeron, ¡no lo podía creer! ¡El gran Kurogane jugando a la familia feliz y a las casitas! – se burló.– Tú disfrutando de una vida plena y yo, mientras, pudriéndome en la cárcel… No me parece nada justo, Gajeel. – el moreno, al ver su actitud, se dio cuenta de que no pararía hasta que hablasen. Además, lo conocía perfectamente y sabía que era una persona peligrosa. Lo mejor sería apartarle de su familia para que no se vieran implicados en aquella situación. Encubrir a un preso fugitivo era un delito y en Japón quien incumplía la Ley, lo pagaba bien caro.

–Vayamos a otro sitio.

–¿Quieres alejarme de aquí, verdad? ¿No quieres que me vea tu nueva "familia feliz"? ¡Tranquilo! Lo entiendo… – se rio. Mash siempre había tenido muy buenos contactos. Gajeel supo con lo que acababa de decir, que él ya sabía y conocía toda la información sobre su nueva vida.– Sí, vamos al bar Denish. – propuso. Denish era su antiguo lugar de encuentro el cual estaba situado en el viejo barrio donde vivía Gajeel. – Tienes mucho que contarme… – el moreno asintió. Esperaba que aquella noche no durara demasiado.


–Necesito dinero.– habló Mash muy claramente. Ya estaban sentados en el bar. La camarera acababa de servirles un par de jarras de cerveza y les dejó a solas. Aquel lugar era un punto de encuentro para personas de no muy buena reputación, por lo que el lema era: ver, oír y callar.

–No tengo mucho. – respondió Gajeel sincero, no obstante, sabía que no le creería.

–¿En serio? Pues con esa casa y esa moto cualquiera lo diría… Quizás tenga que pedírselo a tu papá o a tu nueva mamá. He oído que también tienes una hermanita de… ¿cuánto? ¿13 años? ¡Qué edad más tierna!

–No hables de lo que no sabes, imbécil. ¿Cuánto dinero necesitas? – Mash fue su primer amigo y lo conocía lo suficiente para saber que nunca paraba hasta conseguir lo que deseaba. Era mejor seguirle el juego e ir al grano. Menos dolores de cabeza así.

–¿Ves? ¡Eso ya está mucho mejor! Pues calculo que podría apañarme con un millón yenes…

–¡Eso es absurdo! – se indignó.– ¡Ni de coña tengo tanto dinero!

–Es posible… Pero puedes ayudarme a conseguirlo…

–No pienso robar para ti… Eso se ha quedado atrás…

–No… eso no me daría una mierda de pasta… Pero, por otro lado, puedes pelear, ¿no?

–¿De qué estás hablando?

–De peleas ilegales, Kurogane. Verás, tengo un antiguo contacto, lo conoces… es Vodka Kiler; está muy metido dentro de este mundillo. Podríamos hablar con él y meterte en un círculo para pelear. Se gana mucho. Hasta unos 250.000 yenes por pelea. No está nada mal, ¿verdad? – Gajeel lo pensó durante un momento. Aquello era una auténtica locura, pero sería un modo rápido de alejar a Mash de su nueva vida.

–Entonces, si peleo por ti, me refiero a pelear en unos cuantos combates para conseguirte el dinero, me dejarás en paz, ¿no? A mí y a mi familia. – evidentemente no comentaría nada de su novia, Levy. Parecía que Mash no sabía nada de ella, pues no la había mencionado.

–Claro, tío… Sólo necesito dinero para empezar de nuevo. Tengo que crearme una nueva identidad y salir de Japón. Eso es caro…

–Ya… Entonces… cuatro peleas…

–Eso depende de ti… podrían ser cinco… Depende del espectáculo que des… ¡Quién sabe! – se rio de nuevo.– ¡Ah! Y necesito alojamiento. Ahora estoy en casa de un colega, pero no puedo quedarme más tiempo. ¿Me puedo quedar en tu casa?

–Mejor busquemos otro lugar…

–¿Los dos? ¿Vienes conmigo? – bromeó el rubio. No obstante, Gajeel pensó que era mejor tener un ojo en Mash. Lo vigilaría de cerca. Eso sería lo más sensato.

–Será algo temporal.

–¡Oh, Gajeel! ¿No me digas que echas de menos los viejos tiempos?

–¡Cállate! – bebió un sorbo de la cerveza.– ¿Sabes cada cuánto hay peleas?

–Se puede organizar una por noche.

–Bien. Pues méteme en la pelea del viernes. – añadió decidido. Necesitaba unos días para prepararse bien.– Y nos veremos ese mismo día por la tarde.

–¡Ése es el espíritu!

–Pero no vuelvas a pasarte por mi casa. Mi familia no tiene por qué saber nada de esto.

–¿Y cómo te localizo?

–Te daré mi número de móvil. No vengas. Si alguien te ve, podría denunciarte a la policía.

–¿Preocupado por mí?

–No flipes…

–Muy bien, Gajeel. Tenemos un trato. – se termina su cerveza y añade.– Nos vemos el viernes. – el moreno asintió. No le gustaba nada aquel acuerdo, pero no tenía más remedio que cumplirlo. Estaba jodido, muy jodido.


Hacía mucho tiempo que Gajeel no lo pasaba tan mal durante un fin de semana. Había mentido a las personas que más amaba en este mundo para poder participar en una serie de combates ilegales. Estos combates se desarrollaban en un local alejado del bullicio del centro, concretamente en una nave industrial abandonada. Allí, se dirigían a una habitación donde había una especie de jaula en la que se metían los dos peleadores. Peleaban sin ningún tipo de arma ni protección. No había árbitros, ni rounds, sólo una regla: quien se rindiera o quedase inconsciente perdía.

Así, el joven Redfox pasó casi tres días rodeados por antiguos conocidos delincuentes y otros nuevos yankees. Se sentía horrible. Había ganado los tres combates, estaba cada vez más cerca de conseguir el dinero para Mash, pero no podía dejar de pensar en Levy. A estas alturas, lunes por la noche, ya sabría que algo malo estaba ocurriendo… Debía llamar a casa, si no quería que alertaran a la policía de su desaparición. Apesadumbrado, y aún agotado a pesar de que había pasado todo el día durmiendo, Gajeel marcó el número con el móvil. Su padre cogió en seguida el teléfono:

–¿Dónde cojones estás? ¿No te da vergüenza tener a tu familia y a tu chica así de preocupados? – le gritó nada más descolgar.

–Ya, viejo… – le dolía la cabeza, en realidad, todo el cuerpo, pero no era el momento de mencionarlo.

–¿En qué demonios estabas pensando? ¿Qué has estado haciendo? ¿Dónde estás? ¿Cuándo vas a volver?

–No lo sé… – suspiró resignado. Era normal que su padre le hiciera tantas preguntas. Sin embargo, él sólo había pensado en dar señales de vida, no pretendía justificar su ausencia.

–¿Qué no lo sabes? ¿Qué está pasando, Gajeel? ¿Estás bien?

–Estoy bien, pero tengo un problema. – bonita forma de resumir esta mierda… pensó para sí.

–¿Un problema? ¿Qué pasa?

–No puedo hablar sobre eso. Te lo contaré todo cuando regrese…

–¿Y eso cuándo será?

–Pronto. No sé cuándo exactamente, pero pronto.

–Gajeel…

–Debes confiar en mí. Sé que pido mucho pero… hazlo, por favor.

–Joder… Levy está aquí. Te la paso…

–¡No! ¡No me pases con Levy! – interrumpió el más joven de los dos Redfox.– No puedo hablar con ella…

–¿No quieres hablar con ella? – Levy escuchó a Metalicana y se sintió morir por dentro… ¿Por qué no querría hacerlo? ¿Qué estaba ocurriendo?

–No es que no quiera, es simplemente que no puedo… No ahora mismo. Dile que la quiero y que se lo explicaré todo cuando vuelva. Pero no la pongas al teléfono…

–Deberías decírselo tú mismo. Si la vieras ahora mismo, se te rompería el corazón…

–Lo sé… y si la escucho no podré concentrarme en nada más que en ella y necesito estar despejado.

–Oye, Gajeel, yo creo que…

–Papá, por favor… – su voz sonó suplicante. Nunca le llamaba "papá", normalmente era "viejo". Metalicana en seguida entendió la seriedad de aquel asunto.

–De acuerdo. Se lo diré.

–Gracias.

–Ten mucho cuidado y cuídate, hijo.

–Lo haré. Volveré a llamar en unos días. No os preocupéis.

–Tú mantente a salvo y ya después hablamos… – Gajeel sonrió agradecido por tener un padre así de comprensivo. No todos eran como él…

–Claro, viejo. Gracias. Otra vez. – ambos colgaron. El moreno se quedó mirando unos instantes su móvil. De fondo de pantalla tenía una foto de su chica. La echaba mucho de menos, muchísimo, pero debía protegerla y, en este caso, la ignorancia, el no saber qué estaba pasando, era el mejor camino para hacerlo.


Levy vio cómo su suegro colgaba la llamada. Metalicana se le quedó mirando de una forma extraña, casi parecía más abatido que ella. El hombre resopló y encogió sus hombros…

–Este mocoso… no… no… – no sabía qué decir.

–¿No ha querido hablar conmigo? – dedujo en forma de pregunta la joven peliazul.

–No me ha dicho qué estaba pasando, Levy, pero parecía ocupado… No creo que sea muy grave. – la mentira en sus ojos estaba escrita. Ella lo percibió en el acto.

–Está bien.– fingió creerle. Sabía que no le sacaría nada. Gajeel era el que debía darle respuestas.

Así, Levy se despidió de su familia política y se fue a su casa. Nada más llegar, le envió un mensaje instantáneo a Gajeel: "No puedo creer que me hagas esto. Haz el favor de cogerme el teléfono o me enfadaré mucho". Aunque supo que sus palabras caerían en el vacío, al igual que los otros mensajes que ya le había mandado, esperaba que pronto contactara con ella. Necesitaba respuestas y las necesitaba ahora.


Después de pasarse toda la noche intentando contactar con Gajeel, Levy se dio por vencida… Era más que evidente que él no quería hablar con ella. Como pudo, se arregló y maquilló las profundas ojeras que tenía y se puso su uniforme escolar. No estaba de humor para cocinar, ya comería algo en la cafetería de la escuela.

Ya fuera por la falta de sueño, la preocupación o el hecho de estar sin Gajeel, Levy parecía una auténtica zombi. No se enteraba de nada durante las clases y tampoco prestaba demasiada atención a su alrededor. Ni siquiera notó cómo la gente de su alrededor cuchicheaba a sus espaldas…

Estaba tomándose un café en la cafetería cuando vio a su amiga Cana estallar.

–¿¡Pero qué cojones estáis murmurando!? ¡Dad la cara! ¡Venid y decidlo claramente! – los pequeños grupos de alumnos dejaron de mirar a Levy y siguieron con su comida.

–Cana, déjalo estar… – pidió Levy. Al parecer, "algo" estaba molestando a la castaña…

–Pero princesa… ¿No te has dado cuenta que llevan todo el día igual? Se te quedan mirando por los pasillos y se susurran cosas… ¡Eso no está bien! – Erza asintió y fue reclamando y reprochando a cada uno de los alumnos su mala actitud. Casi parecía una medida antibullying.

–Están diciendo cosas horribles de Gajeel-kun.– explicó Juvia.– Dicen que ha dejado a Levy–san para irse con otras chicas. Juvia piensa que eso es imposible. ¡Gajeel-kun ama de verdad a Levy–san!

–Yo he escuchado que ha robado una tienda y lo han llevado a Comisaría.– comentó Gray. Los rumores habían comenzado y disiparlos era imposible, sobre todo, si Gajeel no aparecía.

–Lo que no entiendo es por qué la gente es tan cruel… ¡No dejan de inventarse chismes! – se lamentó Lucy. Efectivamente, en Japón, si habías cometido algún acto delictivo, por mucho que una persona intentara cambiar y reconducir el resto de su vida, siempre sería visto como un perdedor o un yankee. Una vez la gente tuviera una idea –mala– de ti, era imposible cambiarla.

–¡Tú pasa de toda esta gente, Levy! ¡No conocen al Cabeza metálica como nosotros lo hacemos! – levantó el ánimo Natsu.

–Gracias por el apoyo, chicos. – sonrío ligeramente la joven. – Se agradece mucho, la verdad.

–¡No hay problema! ¡Somos familia! – añadió el pelirrosa. Levy asintió. Aquello era totalmente cierto. Solamente debía tener un poco más de paciencia… Gajeel se lo explicaría todo llegado el momento, ¿verdad?


Aunque Natsu le había recordado que eran como una familia, Levy no podía evitar sentirse, cuanto menos, desconcertada. Su novio se había ido sin despedirse y dar una mísera explicación. Había sido contactado por su padre, pero no quiso hablar con ella. Tampoco le respondía ni a sus llamadas, ni a sus mensajes. ¿Qué debía pensar? ¿Acaso ya no quería estar con ella y por eso huyó? Eso era de cobardes, algo que no era propio de Gajeel. Sin embargo, le conocía y sabía que odiaría herirla… entonces… ¿quizá se fue por evitar decirle que su relación había terminado? ¿Qué era mejor que cada uno siguiera por su lado? ¿Estaría en un lío? ¿Tendría algún problema? No, eso no podía ser… Si lo tuviera, ella lo sabría, ¿verdad? Después de todo, pasaban todo el tiempo juntos… La opción más viable (y también la más dolorosa) era que él la estaba dejando, apartando de su vida.

Al llegar a esta conclusión, Levy sintió un terrible dolor en el corazón. La idea de estar sin Gajeel era simplemente inconcebible. La vida carecía de sentido. El aire se hizo más pesado y, por eso, le costaba respirar. Los sonidos a su alrededor se redujeron, dando paso a un atronador silencio que la ensordecía por momentos. Su rostro se enjuagó en lágrimas, mientras su boca se secaba al dejar escapar un vacío suspiro. Con la respiración entrecortada, y rota de dolor, se apoyó en la cama. Ahora lo entendía todo; su corazón se acababa de romper en mil pedazos. Gajeel Redfox le había dañado irreparablemente el corazón. Después del intenso dolor, intentó tranquilizarse, recomponerse… No podía dejar volar la imaginación. Lo correcto era esperar a hablar con Gajeel.


Si el día anterior Levy McGarden parecía un zombi, hoy se veía más como un fantasma. No dormía, no comía, apenas hablaba… Parecía que "algo" –la ausencia de Gajeel, sin ninguna duda– le estaba drenando la energía. Sus amigos ya no sabían qué hacer para animarla, pues sabían que sólo había una persona en el mundo que podía aliviar su dolor…

Durante uno de los descansos de las clases, Laxus se acercó a Levy y al resto de sus amigos.

–Chicos, tengo que contaros algo importante. – la cara del rubio era de un semblante muy serio.

–¿Qué pasa, Laxus? – preguntó Erza poniéndose en pie. El resto del grupo focalizó toda su atención en el muchacho. Conocían sus expresiones perfectamente y sabían que se trataba de un asunto, cuanto menos, importante.

–Es sobre Gajeel. – respondió sin andarse por las ramas. Fue entonces cuando Levy le miró a los ojos.

–¿Sabes algo de él? – era una pregunta, pero casi pareció una súplica. Levy estaba desesperada por cualquier tipo de información.

–Sí, pero no te va a gustar…

–Necesito saber, Laxus, cualquier cosa es mejor que nada. Estoy terriblemente preocupada por él… – y triste, añadió para sí.

–Está bien. – resopló.– He escuchado algunos rumores…

–¿Y quién no? – interrumpió Gray.

¡Baka! Laxus no se refiere a las tonterías de instituto…– defendió Freed a su amigo. Laxus ignoró los comentarios y siguió explicándose.

–Un compañero del gimnasio al que vamos Gajeel y yo, me ha dicho que otro colega ha visto a Gajeel. Lo ha visto mezclándose con malas influencias.

–¿Malas influencias? – preguntó Juvia escéptica de que aquello fuera verdad. Ella mejor que nadie sabía que Gajeel quería dejar el pasado bien atrás.

Yankees… no sólo de institutos, sino adultos también… yakuzas.

–¡Eso es imposible! – Juvia saltó de su asiento. – ¡Mienten!

–Mira, yo también me preocupo por Gajeel, pero la información viene de una persona fiable y…

–¿Dónde? – interrumpió Levy.– ¿Dónde le han visto, Laxus?

–A las afueras de Tokyo… en una nave industrial abandonada…

–¿Qué? ¿Y qué hace allí? – preguntó alterado Natsu.

–Tampoco te va a gustar esto, Levy…

–Dímelo, por favor…

–Peleas ilegales.

–¡No! ¡Imposible! ¡Juvia sabe que eso no es verdad! – mientras la joven protestaba, el resto de amigos se sorprendía ante esta noticia.

–La gente que se mete en esa clase de combates suele ser por dos razones: una, porque le encanta pegar palizas…

–Ése no es el caso de Gajeel; a él le gusta ponerse a prueba, nada más.– determinó Jellal.

–Así es. – confirmó Laxus.– Y otra porque necesitan dinero urgentemente.

–Gajeel no necesita dinero. Y si lo necesitara, trabajaría para su padre como lleva haciendo estos últimos dos años… – analizó Levy.

–Cierto…

–Así que debe haber una tercera razón.

–Estoy de acuerdo.

–¿Y no tienes alguna idea de lo que puede ser?

–Si no lo sabes tú, Levy. Eres la que mejor le conoce…

–¿Tú crees?

–¿Tú no?

–Yo… no sé… estoy confusa…

–¿No crees en Gajeel? ¿Dudas de él? – la voz de Laxus se adentró muy profundamente en la joven. ¿Pero qué estaba diciendo? ¿Dudar de Gajeel? ¿del hombre al que amaba? ¡No, ni hablar!

–No… no tengo dudas, Laxus. – al menos, gracias a tus palabras, ya no… – Gracias.

–No he hecho nada…

–Sí que lo has hecho. – se levantó de su asiento.– Ahora necesito que me des exactamente la dirección de esa nave.

–¿Qué? ¿Qué piensas hacer? – preguntaron horrorizados Jet y Droy, los cuales habían estado siguiendo toda la escena muy atentos.

–¿No es evidente? ¡Voy a buscar a Gajeel! Me debe un par de explicaciones… – sonrió de lado.

–¡Tú no puedes ir a buscarle! – replicaron. – ¡Y mucho menos sola!

–¡Y no irá sola! – se levantó Lucy.

–Por supuesto que no… – confirmó Erza. – Gajeel es uno de nosotros. No podemos permitir que se meta en líos…

–Y si se mete, lo sacaremos.– apoyó Jellal.

–Me parece que tenemos una aventura…– vaticinó Gray.

–¡Gray–sama! – suspiró Juvia enamorada.

–Chicos… Gracias por vuestro apoyo… – sonrió Levy viéndose rápidamente interrumpida por un…

–¡Estoy encendido!


Después de unos días de investigación y preparación, el grupo había orquestado un plan para recuperar y ayudar a Gajeel. No obstante, para que su plan fuera efectivo, no debían ser demasiados, razón por la que solamente fueron diez de sus amigos, aunque querían participar muchos más.

Gracias al conocimiento y la experiencia personal de Juvia sobre los yankees, consiguieron vestirse totalmente como ellos. Los chicos llevaban ropas holgadas de estilo casual, mientras que las chicas optaron por un atuendo mucho más sexy y atrevido. En concreto, Levy llevaba un top sin tirantes, el cual sólo le cubría la parte del pecho, una falda ajustada excesivamente corta, unas botas altas y una cinta del pelo con calaveras a juego con la bisutería. Iba totalmente de negro y, además, muy maquillada. Aparte del tema del atuendo, Juvia les enseñó algunas expresiones y maneras de comportarse para que pudieran infiltrarse sin problemas. Realmente, todo el grupo de amigos podía pasar completamente desapercibido en aquel submundo marginal.

Y gracias a los contactos de Laxus, el pequeño grupo consiguió colarse en la nave donde se estaban organizando las peleas ilegales. Se trataba de un edificio abandonado, una antigua fábrica de varias plantas. En la primera, que era completamente diáfana, estaba el ring, mientras que en los otros pisos había un montón de pequeñas habitaciones como despachos, vestuarios, salas de reuniones…

Nada más entrar en el local, una nube de humo golpeó fuertemente el rostro de Levy. Aquel horrible olor sumado a la humedad y el ruido del ambiente le produjeron un malestar inmediato, sin embargo, debía ser fuerte. Había venido a por Gajeel y no saldría de allí sin él.

A pesar de que habían venido los diez juntos, se separaron en dos grupos para abarcar más recorrido: uno iría hacia la parte derecha del local, y el otro hacia la izquierda. Natsu, Lucy, Gray, Juvia y Levy se fueron hacia la derecha, mientras que Erza, Jellal, Laxus, Bickslow y Freed se fueron a la izquierda. Estarían en contacto por los móviles por si surgía algún problema o había que comunicar algo urgente. En cualquier caso, el plan estaba claro: localizar a Gajeel, golpearle hasta dejarle inconsciente y llevárselo a casa. Después vendría el interrogatorio, pero lo primero era sacarle de ahí.

Tal y como le había dicho Laxus, se estaban organizando combates ilegales en aquel lugar. Cuando Levy llegó a la primera fila, pudo observar el ring de las una plataforma que estaba cercada por una reja metálica, era casi como una jaula pero con la parte de arriba descubierta. Había manchas de sangre en el suelo, algunas más recientes que otras y se preguntó si alguna sería por Gajeel. Una vez más, interiormente, se preocupó por él.

Después de ver dos peleas, Levy estaba a punto de vomitar. Aquello era lo más salvaje que había visto en su vida. No tenía nada que ver con el kickboxing del instituto; esto era mucho más peligroso. El árbitro sólo determinaba quien era el ganador cuando uno de los dos peleadores estaba fuera de combate. Ella rezaba porque nadie muriera, pero cuando vio el estado de los perdedores y ningún médico alrededor, se temió que no sobrevivirían aquella noche.

Por fin, después de una larga espera, apareció el turno de Gajeel. El árbitro le presentó como Kurogane y declaró que había resultado ganador de otras cuatro peleas. Levy se fijó en el semblante de Gajeel, estaba muy serio y se le veía cabreado. Era evidente que no estaba feliz de estar ahí. Tenía el cuerpo lleno de heridas y moratones, pero no se le veía débil, al contrario, esas lesiones le daban un aspecto mucho más temible.

Levy no podía apartar la vista de su chico. Hacía mucho que no le veía y necesitaba con urgencia abrazarle y besarle. Sin darse apenas cuenta, el combate comenzó. El adversario de Gajeel era un hombre bastante mayor que él. Era corpulento y su rostro parecía el de un mono. Sus orejas eras enormes, pero eso no era lo que más destacaba de su físico: su peinado afro y sus dientes de oro le daban un aspecto, cuanto menos, peculiar. El árbitro ordenó el comienzo del combate. Con los primeros golpes, empezaron los gritos del público:

–¡Vamos Zatou! ¡He apostado por ti! ¡No me hagas perder dinero!

–¡Kurogane, dale una paliza o te mato!

Levy seguía atenta a la pelea. Gajeel daba, como siempre, lo mejor de sí mismo, pero se le veía descontrolado y fuera de sí, como deseando que se acabara rápido la pelea. Unos minutos después, los cuales parecieron horas para Levy, Gajeel pegó un fuerte puñetazo en el entrecejo de su adversario, lo que le provocó una enorme brecha en la frente. La herida era profunda, no dejaba de sangrar y, aunque el hombre estaba todavía en pie, no podía seguir peleando porque la sangre le tapaba la visión. El combate no podía continuar. El público abucheó al árbitro. El árbitro ignoró los comentarios de la gente y declaró nula la pelea. La gente protestó aún más fuerte, no les gustó para nada aquella decisión, pues, como no había un vencedor, no podrían cobrar sus apuestas. El ambiente se volvió cada vez más convulso: empujones, golpes, gritos… Todo el local se estaba descontrolando.

Levy no sabía qué hacer, con el follón se había alejado de sus amigos y se encontraba sola rodeada de un montón de desconocidos. Sólo se le ocurrió una cosa:

–¡Gajeel! – gritó, pero con tanto ruido era imposible que él la oyera. Como pudo se deslizó entre varias personas y quedó aplastada entre la valla y la gente. – ¡Gajeel! – volvió a gritar, y esta vez no sólo él la escuchó sino que la vio.

–¡Levy! – se acercó hasta ella.

–¡Gajeel! ¿Estás bien? – preguntó con ojos preocupados, mientras la empujaban desde atrás.

–¿Qué si estoy bien, mujer? ¡Tú te has visto! – observó la situación.– ¡Imbéciles! ¡Como alguien la toque, juro por Dios que lo mato! ¡Apartaos! ¡Apartaos de ella! ¡Ahora! – las amenazas fueron en vano. Había demasiado descontrol entre el público.

–¡Estoy bien! ¡Tranquilo! ¡Tenemos que salir de aquí! – dijo sujetándose a la valla para no perderse entre la gente.

–¡Tú tienes que salir de aquí!

–¡Pero no he venido sola! Natsu y los demás también están aquí…

–Pues tenéis que iros todos… Ya sé que no lo parece, pero lo tengo todo controlado.

–¿Qué está pasando, Gajeel?

–No puedo explicártelo. No es el momento, Levy. Me tienen pillado por los huevos y no quiero involucrarte…

–Puedo ayudarte.

–Es demasiado peligroso…

–¡Por eso mismo! ¡No puedes estar solo!

–¡No! ¡No lo entiendes! ¡Tengo que protegerte! Si se entera de que existes, te usara contra mí…

–¿Quién? ¿Quién te está amenazando, Gajeel? ¿Cómo puedo ayudarte?

–Vete. Ya. Lejos. Huye de aquí. Estate sana y salva en casa. Yo regresaré.

–No puedo irme sin ti…

–Tienes que irte… Por favor, Lev. Volveré. Lo prometo. Encuentra a Salamander y al resto e iros conforme habéis venido… Pasad desapercibidos y…

–¡Me estoy encendiendo! – gritó Natsu mientras golpeaba a tres delincuentes a la vez. – ¡Si queréis pelea! ¡Aquí me tenéis!

–Se acabó eso de ir de incognito… – se lamentó Lucy preparándose para defenderse.

Juvia, por su parte, sacó su lado más bélico y comenzó a pelearse con varios delincuentes.

–Juvia es genial…– dijo Gray admirando su estilo de pelea.

–¡Juvia siente que acaba de pasar algo bueno!

–Es sólo tu imaginación.– respondió Lucy esquivando los golpes de los yankees.

–¡Rival en el amor!

–¡Cállate!

Todos estaban involucrados en alguna pelea, por lo que regresar a casa sin levantar sospechas estaba fuera de cuestión. Gajeel estaba pensando en cómo podía ayudar a Levy cuando escuchó una voz llamarle:

–¡Eh, Kurogane! ¡Aquí arriba! – clamó la voz desde el segundo piso.

–Mash… – susurró Gajeel esperando que el rubio no se hubiera dado cuenta de la existencia de Levy.

–¿Qué haces aún ahí? ¡Tienes que prepararte para otra pelea!

–Ahora iré…

–¿A qué esperas? – Mash sonrió perversamente.– No te preocupes por tu chica… Está en buenas manos. – Gajeel se giró y vio cómo dos hombres de Mash, los hermanos Drop, cogieron a Levy.

–¡No! ¡Soltadla! – golpeó la valla sin poder hacer nada. Se dio la vuelta para ver a Mash. De nuevo, volvía a tenerle donde él quería. De nuevo, estaba jodido.


Los hermanos Drop empujaron a Levy y está cayó de rodillas al suelo.

–¡Pero qué muñequita más linda! – exclamó Mash. Casi su tono de voz parecía amigable, pero Levy sabía que no debía confiar en nadie de aquel tugurio; todos eran delincuentes.

–¿Quién eres?

–Soy Mash, un buen amigo de Gajeel. ¿No te ha hablado de mí? Por cierto, es algo descortés preguntar sin presentarse primero, ¿no crees?

–Soy Levy. Y no… Gajeel no me ha hablado nunca de ti.

–Es curioso… pero él tampoco ha hablado de ti… ¿Por qué será? –se rio.

–No lo sé…

–Bueno, en cualquier caso, se acabaron los secretos. ¡Ya conozco a la pequeña novia del gran Kurogane Redfox! ¡Qué guardado lo tenía! La verdad… me sorprende. No eres su tipo para nada… – Levy no dijo nada. Solamente emitió una señal de protesta y le miró con odio. Una vez más, la juzgaban por su cuerpo. Estaba harta de la cosificación de la mujer, pero aún más, de la propia crítica constante a la que se veía sometida por el tamaño de su cuerpo. – ¡Oh, pequeña! ¡No te enfades! ¡No digo que no seas atractiva! ¡Eres adorable! ¡Como una mascota!

–¡No soy una mascota! – se indignó la joven.

–Oh… ¡qué mona! Si ladra como un perrito… – los hombres de Mash comenzaron a reír y Levy se enfadó tanto que les atacó sorpresivamente. A uno le dio un codazo mientras que al otro, simultáneamente, una patada. Ambos quedaron en el suelo quejándose del dolor. Ella sonrió orgullosa, de algo debían servir sus clases de defensa personal.

–Más bien eres una gatita… con garras y todo.

–Ya que te gusta tanto hablar, ¿por qué no me dices qué quieres de Gajeel? ¿Qué estás haciendo con él?

–Ya te he dicho que somos buenos amigos…

–No lo creo.

–Bueno, éramos muy buenos amigos… antes.

–¿Antes?

–Sí, ya sabes… antes de que me hubiera traicionado.

–¿Traicionado? ¿Qué quieres decir?

–Verás, Gajeel es un auténtico cabrón… Solía vivir como yo. Quiero decir, teníamos el mismo estilo de vida. Caminábamos juntos como dos verdaderos hermanos. Lo compartíamos todo, incluso a algunas mujeres alguna vez… ¿Qué? ¿Te sorprende? – se mofó de ella.– ¿Podrás aguantar eso, Le-vy-chan? El caso es que después de un golpe, a mí me trincaron y tuve que ir a la cárcel. Él se libró por los pelos… y encima nunca me escribió o se puso en contacto conmigo… Y, por si fuera poco, en cuanto logro escapar de esa mierda de lugar, ¿qué me encuentro? Él ha comenzado una nueva vida: tiene una familia feliz, se hace amiguito de un puñado de "niños bien", ¡e incluso tiene una novia que lo quiere! Gajeel es un auténtico bastardo, ¿no lo crees?

–Bajo mi punto de vista, el único bastardo que hay aquí eres tú.

–¿En serio? ¡Vaya! Tienes pelotas para hablarme así, muchachita. Veremos lo que dura tu valentía…

–¿Qué quieres decir con eso?

–En cuanto venga el invitado especial, jugaré contigo… Vas a conocer al "verdadero" Gajeel Redfox y te vas a sentir estúpida por confiar en alguien como él…

–¡Gajeel no es cómo tú crees! ¡Es una buena persona!

–¿Una buena persona? ¡Eso sí que es de risa! Una buena persona… ¿miente?, ¿roba?, ¿se droga?, ¿pega palizas por dinero? Yo creo que no…

–No sé por qué lo habrá hecho, pero… seguro que tú tienes algo que ver. Esto es tu culpa. Él hace mucho que ha dejado esa vida atrás… – En ese mismo momento, la puerta se abrió de golpe: era Gajeel.

–¡Vaya! Me da que vamos a poner a prueba tu teoría… – sonriendo Mash dirigió su mano hacia la espalda y sacó una pistola.

–¿Qué coño haces, Mash? – Gajeel vio cómo el joven estaba apuntando a Levy.

–Al parecer "tu chica" está dando problemas. Sólo intento mostrarle de qué lado estás…

–¡Gajeel no es como tú!

–¡Y tú qué sabrás! ¡Conozco a Gajeel desde que éramos unos críos! ¡Es como yo! – se alteró sin dejar de apuntarla. El moreno se asustó pensando en que con un ligero movimiento, Levy podría morir. Esa posibilidad le quebró por dentro.

–Mash… por favor. Deja de apuntarla, guarda la pistola. Si la dejas marchar…

–¿Qué?

–Me quedaré aquí. Haré lo que quieras, pero déjala ir. Por favor.

–¡Gajeel! ¡No! – protestó Levy. – ¡No me iré sin ti!

–¿Qué pasa, Kurogane? ¿Quieres cambiar tu lugar por ella? – se rio.

–Sí.

–¿Qué? ¿Por qué harías algo tan heroico? En tu vida has hecho algo para los demás.

–Ya no soy esa mierda de persona, Mash.

–¿Qué estás diciendo?

–Yo… Mientras pueda mantener a salvo a la mujer de la que me he enamorado, nada más me importa.– confesó.

–Gajeel… – se emocionó Levy. Ella sentía exactamente lo mismo que él.

–¿Hablas en serio? – se molestó Mash.– ¡Hablas en serio! ¡No puedo creerlo!

–¿Qué?

–Es culpa de esta… puta. Es por ella por lo que has cambiado. ¡Esta zorra te ha hecho débil!

–¡No hables así de ella!

–¡Encima la defiendes! – cabreado dejó de apuntar a Levy para dirigir la pistola a Gajeel. – ¿Pero qué demonios te pasa?

–Sólo… sólo quiero que la dejes ir. Ya está. – dijo en tono conciliador.

–¡No, Gajeel! ¡No me iré sin ti!

–¡Cállate, Levy! ¡Cállate y márchate!

–¡No!

–¡No voy a discutir contigo! ¡Vete!

–¡Te lo he dicho un millón de veces! ¡No me iré sin ti!

–Un millón…– susurró Mash.– ¡Eso es! – tuvo una idea.– ¡Tú! ¡Levy! Detrás de la mesa, hay un maletín. Dentro del maletín hay un millón de yenes. Suficiente para vivir bien una buena temporada, ¿eh? – se rio.– Vamos a hacer un trato: tú coges el maletín y te largas de aquí sin Gajeel. ¿Qué te parece?

–¿Cómo dices?

–Sí… Dices que no te vas sin Gajeel, yo te ofrezco algo mucho mejor. Un millón de yenes. En metálico. Para ti. Ahora mismo. Simplemente lo coges y te vas. Gajeel se queda conmigo.

–Mash… tío…

–¿Qué pasa, Gajeel? Le estoy ofreciendo un buen trato…

–¿Por quién me tomas? – exclamó indignada la joven.– ¡Jamás abandonaría a Gajeel! ¡Ni por todo el oro del mundo! ¡Yo le amo!

–Ya veo…– viendo que su idea había fallado, por fin entendía que no podría deshacerse de Levy con dinero. Tan solo había una manera… – Eres un verdadero incordio.– y volviendo a apuntarla, añadió: – Adiós.

–¡No! – Gajeel siguió su instinto y mientras Mash apretaba el gatillo, se abalanzó sobre él. Levy se llevó las manos a la cara y gritó de terror. Mash cayó al suelo soltando la pistola. Gajeel también estaba en el suelo.

–¡Dios mío! ¡Gajeel! ¿Estás bien? – Levy fue directa a comprobar si el moreno estaba herido. –¿Te ha dado? ¿Te duele algo? – inspeccionaba el cuerpo del joven.

–Estoy bien, Levy. Tranquila.

–¿De verdad?

–Sí.

–¡Dios! – empezó a llorar.– He pasado tanto miedo… – Gajeel se incorporó ligeramente y abrazó a Levy mientras miraba de reojo la reacción de Mash, el cual simplemente los observaba en silencio.

El silencio fue roto por la policía al llegar a la habitación. En seguida, reconocieron la cara de Mash; estaba en busca y captura por escaparse de la prisión. Bajo la atenta mirada de Gajeel y Levy, el joven fue detenido. No dijo ninguna palabra. Simplemente se dejó esposar y no opuso resistencia. La escena de Gajeel y Levy le había dado en qué pensar.

–¿Estará bien? – preguntó Levy. Gajeel se rio. Ella se preocupaba por Mash a pesar de lo que les había hecho.

–Sí. Esa clase de gente ni siquiera tiene remordimientos, Lev. Pero, quizás algún día, cuando tengan algo que realmente les importe y lo valoren, entonces van a lamentar las cosas que hicieron en el pasado.

–¿Cómo lo sabes?

–Porque eso es exactamente lo que me pasó a mí.

–Gajeel…– le abrazó para confortarle. Él se dejó reconfortar y la besó en la frente. Era hora de volver a casa.


En vez de reproches y gritos, Metalicana le esperaba con una sonrisa en los labios.

–¿Ya has hecho lo que tenías que hacer, chaval?

–Sí.– asintió Gajeel.

–Pues ahora es momento de sentar tu culo en el sofá y explicar qué cojones ha estado pasando esta semana.

–Claro…– Gajeel les explicó con todo detalle lo sucedido. Y, después se pegó un buen baño. Mientras, Levy se aseguró de que el resto de sus amigos había llegado bien a casa. Afortunadamente, todo salió bien: la nave fue cerrada y todos los malos arrestados. Paz de nuevo en la vida de Gajeel, así que se podía decir que el objetivo había sido cumplido.


–Incumplí una promesa.– dijo Gajeel apretándose más contra el cuerpo de Levy. Ambos estaban dentro de la cama, acurrucados. El gato, Lily, estaba en una esquina de la cama; había echado de menos a su amo, pero se mantenía en su sitio para dar algo de espacio a la pareja.

–¿Qué? – Levy estaba casi dormida y no sabía de qué estaba hablando.

–Le prometí a tu padre que no dejaría que te pasara nada malo.

–Oh Gajeel… – ella le acarició el brazo.

–No pude protegerte y por casi te pierdo.

–No fue culpa tuya. Todo ha pasado. Mash está de vuelta a la prisión. No podrá hacernos más daño. Nunca más. Olvídalo.

–No puedo olvidar. No quiero olvidar. Quiero protegerte. Quiero que estés feliz y segura. – metió su cara entre los cabellos de la joven para quedarse con su aroma. Lo había echado mucho de menos.

–Ahora mismo me siento muy feliz y segura. – se acurrucó todavía más.– Ojalá este momento durara para siempre.

–Para siempre… – meditó.– Quiero estar contigo para siempre, Lev.

–Me parece perfecto. Yo también lo quiero. – sonrió.

–Cásate conmigo.

–¿Qué? – abrió los ojos sorprendida.

–Cásate conmigo.

–Pero…

–Cásate conmigo.

–Gajeel…

–No pararé de pedírtelo hasta que me digas que sí. – su tono de voz era muy seguro. Estaba decidido.

–Es una locura…

–Cásate conmigo.

–Lo dices por lo que ha pasado y…

–Cásate conmigo.

–Es fruto del momento…

–Cásate conmigo

–¿Lo estás diciendo en serio?

–Cásate conmigo

–¡Déjate de bromas!

–Hablo en serio, Lev. Cásate conmigo

–No puede ser…

–Cásate conmigo

–Somos demasiado jóvenes…

–Estás siendo demasiado racional. No lo pienses. Sólo responde lo que te salga del corazón.– ella se giró y no vio duda en sus ojos. Suspiró y él lanzó una de sus estúpidas sonrisas que tanto le gustaban.– Cásate conmigo, Lev.

–Sí.

–¿Aceptas?

–Sí, idiota. Acepto. – se rio.

–Promételo. Promete que te casarás conmigo.

–Gajeel… – a veces, él se ponía tan serio con ella que se le ponía el vello de punta.

–No tiene por qué ser ahora mismo, sino en unos años… Después de todo, ahora no tengo dinero para darte un anillo.– en Japón lo habitual era regalar un anillo de compromiso con un valor de tres veces el sueldo de un mes del novio en cuestión.– Pero tienes que prometerme que lo harás. Así que… prométemelo, prométemelo ahora mismo o nunca más te haré el amor.

–¡¿Qué?! ¡Eso es injusto, Gajeel!

–Gihi. La vida es injusta, Enana…

–Está bien… Lo prometo. Me casaré contigo.

–Así me gusta. Te quiero, Lev.

–Yo también te quiero, Gajeel. – y ambos se deshicieron en besos y caricias esa noche.


Gajeel Redfox nunca había sido más feliz, incluso la vuelta al instituto le llenaba de alegría. La normalidad de su nueva vida era francamente maravillosa y debido a los recientes acontecimientos, valoraba su rutina mucho más. Hasta las pequeñas cosas le hacían sentirse realmente dichoso.

Estaba disfrutando de un maravilloso día soleado de febrero en la azotea de su instituto junto a sus amigos. Gajeel estaba apoyado en la pared y Levy descansaba sobre su pecho, de manera que él podía poner su cabeza sobre el hombro de ella. Por si no estaban lo suficientemente cerca, el joven además la rodeó por la cintura con sus brazos. Le encantaba sentirla cerca y tocarla, pero, ahora, desde que le había prometido que se casarían en el futuro, le gustaba mucho más. Pronto será mía… Gihi, pensaba entre sonrisas.

En frente de la pareja, estaba Gray. Podía ver perfectamente la escena. Le hacía gracia ver a Gajeel tan feliz simplemente por el hecho de estar con Levy. Interiormente deseó lo mismo para él. Apartó la vista y observó cómo Juvia discutía con Lucy sobre un tema tonto. Últimamente la estaba viendo más bonita de lo normal y comenzaba a sentirse atraído por ella. No obstante, él tenía miedo de enamorarse otra vez, porque la primera vez había sido un fracaso. ¿Quizá debía de hablar con ella y ser honesto con sus sentimientos? No, lo dejaría para más adelante… Ahora debía centrarse en los exámenes finales. Su futuro universitario estaba en juego.


El último mes de las clases fue agotador. Todos estaban exhaustos, tanto los que iban a ir a la universidad, como los que querían ir a una escuela técnica; todos debían realizar obligatoriamente las pruebas de acceso, además de superar los exámenes del instituto.

Y como todo gran esfuerzo tiene su recompensa, todos pasaron y aprobaron sus exámenes. Y así, el viernes 16 de marzo celebraron la graduación del instituto.

Levy no se lo podía creer, finalmente cumpliría su sueño: estudiar Letras en la Todai, la mejor universidad de Japón. Gajeel, por su parte, estaba también muy emocionado. Si Levy era feliz, él también era feliz, pero si su chica se mantenía cerca, la Todai no quedaba muy lejos de su casa, todavía lo era aún mucho más. Ya no estarían juntos en clase, él había sido admitido en una escuela técnica para estudiar automoción, pero podrían seguir viéndose a diario.

El grupo de amigos se pasó todo el día celebrando sus resultados. Brindaron por la aceptación de Lucy en la universidad de Waseda para estudiar Periodismo; kampai por Natsu y su acceso al módulo de Coordinación en Emergencias y Protección Civil; felicitaciones a Gray por su entrada en la universidad Hosei en el área de informática; un hurra por Juvia quien se decantó por su afición a la costura y fue admitida en la Escuela de Patronaje y Moda de Tokyo; y un aplauso por Erza y Jellal quienes seguirán juntos estudiando Leyes en la universidad Meiji.

Mientras festejaban, Gajeel se dio cuenta de cuánto le había cambiado la vida el instituto Fairy Tail:

–Mañana iré a darle las gracias al Maestro.

–¿Qué maestro, Gajeel? – preguntó Levy pensando que el moreno había bebido más de la cuenta.

–A Makarov.

–¿Y eso?

–Si no me hubiera admitido en el Fairy, nunca te habría conocido y ésta no sería mi vida.

–¡Oh, Gajeel! – le abrazó su chica.

–Juvia está de acuerdo con Gajeel-kun. ¡Makarov-sensei nos ha cambiado la vida! ¡Ha dado a Juvia una familia! – Gray sonrío a la joven y le tomó la mano. Juvia se deshizo de amor por dentro. ¡Por fin Gray-sama le daba una muestra de afecto!

–No puedo imaginar mi vida sin vosotros, chicos. Os quiero mucho a todos.– declaró Lucy.

–Desde luego, entrar a Fairy Tail es lo mejor que podía pasarnos.– afirmó Erza. Jellal y Gray asintieron.

–Deberíamos hacer algo para no olvidarnos nunca del Fairy.

–Es imposible que nos olvidemos del Fairy Tail, Natsu. – dijo Gray.

–Nos han pasado tantas cosas aquí…– los recuerdos invadieron a Jellal.

–Sí, pero quiero decir… hacer algo esta noche para que sea épico, para siempre…

–¿Épico? – repitió Lucy.

–¿Para siempre? – Erza estaba asimilando…

–Natsu… ¿en qué estás pensando? – preguntó Levy curiosa.

–¡Un tatuaje! – clamaron a la vez Gajeel y Natsu.

–¡Ni de broma! – respondieron Jellal y Gray.

–¡Sí, tíos! Necesitamos un tatuaje. Uno cada uno.

–¡El emblema del Fairy Tail! ¡Será una pasada!

Y así acabaron la noche. En una tienda de tatuajes, cada uno de ellos tatuándose de un color y en un lugar distinto, el símbolo que los había unido para y por siempre: el símbolo de Fairy Tail.

Fin capítulo 32

Agradecimientos a: BianWW, Shonenevolution, Rockie Liz, Giuly De Guiseppe, Stefi, Wendy Dragneel, Asia12, katherin p, Mile McGarden, L–Rosie, Lady–werempire y Crispy, PrincessMico, Beauty Little Star, Noe por sus reviews y fin he terminado con el último capítulo de esta historia. Espero que os haya gustado tanto como a mí escribirla. Ha sido un largo camino, pero estoy contenta con el resultado final. Sólo queda un epílogo para poner la guinda en el pastel. No sé cuánto tardaré, pero al menos me consuela que la historia está terminada. Un beso a todos y Gale para siempre.