Esa noche Sherlock y John se quedaron juntos en el sofá de Baker Street, disfrutando del crepitar de la chimenea, tomando té y comiendo algunas galletas que les había subido la Señora Hudson antes de irse a dormir. Bailaron un poco más, música aleatoria del Ipod, ambos estaban más relajados, entendiéndose cada uno en su propio mundo solo con mirarse. Sherlock si bien aún no podía sobreponerse a lo ansioso que le ponía estar tan cerca de John, logró controlar su mente y seguir guardando cada momento de aquella noche. Tomaron más té, bailaron un poco más, y entre tanto conversaban, John le besaba de vez en cuando, lo que parecía hacer un corto circuito en la mente del detective consultor. Se quedaba un momento estático ante cada contacto y luego seguía el movimiento de los labios de John. Sherlock contó un total de 70 besos, entre besos cortos, besos intentos y unos cuantos choques desesperados entre ambos, sin contar las veces que besaron las manos o la cara del otro. Dieron las 3 am y John logró convencer a Sherlock de dormir lo que quedaba de noche. Esa sería además la primera vez que Sherlock compartía su cama con alguien. La tibieza del cuerpo de John le confortó cuando estuvieron debajo de las mantas. John se había puesto unos pantalones de pijama de Sherlock y conservó la camiseta que traía bajo la camisa. En tanto el detective se puso su pijama de siempre y se acostó contra el pecho de John, dándole la espalda. Besaba sus manos de vez en cuando y el doctor jugaba con sus rizos. No decían nada, parecía que ambos tenían el acuerdo implícito de dejar ese momento como algo para cada uno. Tampoco hubo insinuaciones de llegar a algo más, pese a que Sherlock podía sentir el miembro semi-erecto de John contra sus glúteos, lo cual le ponía nervioso y además le planteaba la duda de sí debería hacer algo con ello. John solo acariciaba su cabello, y le abrazaba por el pecho, acomodando al detective contra sí, y dejando que este encontrara el lugar perfecto en su regazo.
-Gracias John. –musitó el detective cuando eran casi las cuatro. El piso estaba completamente a oscuras y solo se oía el poco tránsito que pasaba por la calle a esas horas.
El doctor rió por lo bajo, conforme con la gratitud de su compañero y beso su sien antes de que ambos se quedaran profundamente dormidos. El detective no recordaba haber dormido tan profundo y tan bien en mucho tiempo.
Sherlock miró la cama una vez más desde el marco de la puerta. Se había quitado el abrigo y la bufanda y los había dejado en la puerta del piso. Aún llevaba el elegante traje que había usado para la boda de John, solo que ahora lucía más desaliñado y triste que hace un par de horas. Había caminado hasta el pueblo, donde pidió a Mycroft que le enviara uno de sus vehículos para que fuera a por él. Eran las 2.30 am y tenía varias llamadas perdidas de John y Mary, además de un mensaje de su mejor amigo que simplemente decía "Lo siento. JW". Se sentó en la cama, y volvió a recrear en su Palacio Mental el calor del cuerpo de John, su aroma, su risita en medio de la noche cada vez que él había besado sus dedos antes de dormirse juntos esa noche. Se sintió vacío, mentiroso y recién entonces comprendió que había perdido al doctor, que ya no estaría con él como antes, que si en algún momento pensó en entregar algo más que su intelecto e ingenio por él, esa posibilidad se cerraba, John ya había escogido, John ya lo había probado demasiado tarde y no había nada más que hacer. No había nada más ahora, Sherlock volvía a estar solo, solo con su cráneo.
Permaneció así un período de tiempo indeterminado, cuando de pronto se puso de pie, se quitó la chaqueta y el chaleco que llevaba debajo y se movió hacia la sala con pasos acelerados y bruscos, pisando fuerte el piso de madera. Sin delicadeza alguna tomó el cojín de Unión Jack que reposaba sobre el sofá burdeo que le daba la espalda a la cocina y lo tiró lejos, lo mismo hizo con la manta, arrugándola y tirándola por el suelo. Estaba completamente solo en el 221B, por lo cual si hacía ruido casi a las 3.30 am, a nadie le iba a importar. Se puso por delante y tomó el sofá por los reposabrazos. No funcionó, pues cedió ante el peso inmediatamente al tratar de levantarlo. Entonces asió el sofá por detrás, por el respaldo, y lo arrastró arrugando la alfombra hasta la puerta principal. Haciendo acopio de todo su ingenio logró sacar el sofá por la pequeña puerta y dejarlo en el rellano de la escalera. Se puso por detrás nuevamente, de espaldas a la escalera y tomó otra vez el sofá por el respaldo y comenzó a arrastrarlo escaleras arriba. Logró llegar al siguiente rellano, respiró un poco, agitado, recordando nuevamente las imágenes y las sensaciones que había grabado tan vívidamente en su mente, lo que había sido su primer beso, la primera vez que compartió su cama con alguien, había sido perfecto dentro de la complicidad que siempre había mantenido con John, no podía haber pedido más, no pudo haber sido mejor. Tomó nuevamente el sofá para terminar de subirlo y en el peldaño 13 de 17 el sofá resbaló de sus manos cayendo estrepitosamente. Sherlock gritó una maldición que pareció salir de sus entrañas hacia afuera. Se sentía enojado, eso era, enojado, frustrado, por eso no pudo quedarse en esa fiesta, su frustración ante el contraste de la perfección cómplice de aquella noche y ver a John y a Mary bailando le dolía, pero dolía ver más a John que había decidido seguir adelante, si tan solo hubiese vuelto antes, si Mycroft le hubiese buscado antes, si le hubiese dicho a John que esperara por él todos esos años que se hizo el muerto…
Volvió a tomar el sofá y terminó de arrastrarlo, abrió la puerta de la antigua habitación de John, que ahora solo tenía la cama desarmada y el colchón envuelto en plástico contra la pared, además de algunos muebles vacíos y empolvados. Encendió la luz y tiró el sofá ahí sin delicadeza alguna. Bajó nuevamente a buscar el cojín y la manta. Aún tenía algo del aroma de John, el cual aspiró con fuerza mientras se dejaba caer en el sofá. Lloró un poco, pese a que no quería verse enfrentado a semejante bajeza emocional. Eran las 4 am. Sherlock dejó la manta y el cojín sobre el sofá y cerró la puerta de la habitación de John. Se dirigió a su habitación, terminó de quitarse el traje de bodas y lo dejó tirado en un rincón de su cuarto mientras se colocaba su pijama y la bata. Dio un par de vueltas por el solitario piso, seguía llorando en silencio. Encendió la chimenea, el frío de la madrugada comenzaba a hacerse presente en la soledad del 221B. Lloró silenciosa y amargamente unos minutos más para finalmente respirar hondo, intentando calmarse. Se dirigió al baño, se lavó la cara y se quedó mirando al espejo. Tenía los ojos irritados e hinchados, el pelo desordenado y los pómulos parecían marcarse aún más en su cara evidentemente triste. Decidió que su aspecto era una vergüenza, que se veía mal de esa forma, sobre todo porque estaba sometido a sus emociones, las cuales distaban de lo realmente importante, que era la razón y el trabajo. Se mojó la cara una vez más. Respiró otro par de veces y salió del baño sin mirarse al espejo. Se dirigió a la sala, que ahora era mucho más espaciosa con el sofá de John ausente. Ignoró a propósito la ausencia y tomó su laptop. Lo encendió y se puso a trabajar. Necesitaba conocer el currículum de Janine Hawkins, la dama de honor de Mary, ya que trabajaba para cierto empresario dueño de varias revistas y diarios que a Sherlock le interesaba desde hace algunos días.
Volvió a levantar la vista hacia la sala, y volvió la mirada al vacío que había en el espacio donde estaba el sofá de John hace tan solo veinte minutos. Pestañeó un par de veces y sin más, tomó una decisión drástica. Necesitaba huir de la emocionalidad que parecía venir como una ola hacia él, necesitaba escapar de ese maremoto que acechaba con dejarlo tumbado, con terminar de arrasar todo el mundo frío y lógico que había construido durante tanto tiempo y que ahora, pese a que se había puesto en su lugar de Detective Consultor, parecía querer arrastrarlo y acabarlo con todo. Tomó su teléfono celular –que tenía otro par de llamadas perdidas de John que prefirió ignorar con falsa frialdad- y marcó un número telefónico, completamente seguro de lo que estaba a punto de hacer. El tono sonó cuatro veces antes de que le respondieran.
-¿Billy? –consultó Sherlock.
-Shezza… años sin saber de ti…
(*) La canción que suena al final de TSoT lleva por título "December 1963" (Oh What a Night) y pertenece a la banda "The Four Seasons".
Gracias por leer! (: ( me disculpo de antemano si dejé a alguien con pena gótica, o por los errores ortográficos/de redacción que puedan encontrar)