SHIT HAPPENS

Capítulo Único

(IV)


A Kurapika no es que no le gustara salir con Gon y compañía, es sólo que, siempre que salían se creaban más problemas de los que resolvían. Una ida al cine podía terminar en una batalla campal por culpa de los gustos de Leorio siempre apoyados por el ya pervertido Killua, y él, Kurapika, tenía que salvaguardar la poca integridad mental que le quedaba al pequeño Gon.

Así fue como esa ida a un local de tacos terminó siendo un desastre, pero en términos que el rubio muchacho nunca pudo haber imaginado. Y es que… ¿cómo? ¿Cómo habían terminado en eso? Vale que una vez se había travestido para engañar a La Araña, pero era eso, un disfraz y no una duda clara de su biología.

En serio, ¿CÓMO?

Pudo haberlo evitado, por supuesto. El sobreviviente del clan Kuruta no podía ni siquiera excusarse con que había sido repentino y que lo había golpeado con la guardia baja, no, claro que no, hubo unas cuantas señales, pero él las ignoró todas hasta que ya fue demasiado tarde.

La primera señal fue enviada cuando la señora dueña de la taquería los invitó a pasar y les mandó a una mesa familiar. Era una señora regordeta, de cabello chino, lengua suelta y confianzuda. A Kurapika no le había molestado al principio, su educación y modales no le permitían mandarla a freír espárragos cuando se puso de habladora sobre citas y familia. Esa fue la primera señal que Kurapika no captó ("parece que están jugando a la mamá y al papá. Qué lindos").

Aquella segunda señal que el muchacho rubio también ignoró fue en el momento en que estaban ordenando. Gon deseaba pedir una cantidad ingente de tacos, burritos, quesadillas y gringas junto a Killua, pero ya era muy tarde para ingerir tal monstruosidad de alimentos y, aunque no dudaba que esos dos niños se lo comerían todo en dos bocados, no se los permitía. Cenar mucho provocaba pedos en Gon, sin mencionar que recientemente había estado enfermo del estómago, y sería Killua quien estaría molestando todo el día siguiente con eso junto a su dolor de barriga por causa de la gula. Comida tan pesada por las noches no le caía bien al estómago del asesino. Leorio lo apoyó con la moción y la señora, que estaba a su lado esperando tomar su orden, dijo la segunda sentencia de muerte del Bastardo de la Cadena:

—Siempre debe ser una la que tiene que poner el orden en la familia, ¿cierto?

Dado a que esa fue la señal más clara, el chico rubio debió darse cuenta en ese momento. En serio que debió, pero como estaba el par de niños en su alegato y a él todo lo que le importaba era cenar no le prestó cuidado a sus palabras.

El tercer signo todavía era capaz de salvarlo del golpe final.

Cuando la mesera que al parecer era la hija de la señora fue a entregarles su orden, por culpa de los juegos de Killua y Gon acabó tropezándose y, si bien los tacos se salvaron, jaló el mantel de la mesa y toda la salsa verde y la roja acabó derramándose sobre la ropa de Kurapika. Cabe destacar que Kurapika ese día llevaba la vestimenta típica del clan y no ropa mucho más masculina, lo que pudo haberle salvado de todo el bochorno de la noche. Al ver al muchacho empapado en salsas, la dueña corrió a disculparse inclinando mucho su cuerpo y le ofreció ropa para cambiarse.

—No es necesario. Puedo sólo limpiarme.

—Claro que es necesario. Ha sido culpa nuestra —insistió mientras la muchacha que ocasionó el problema seguía deshaciéndose en disculpas.

—Deberías aceptar su amabilidad, Kurapika. No puedes andar por las calles como bandera —intervino Leorio. Los niños asintieron.

—Vas a apestar el taxi —terminó de convencer Killua.

Presionado por ambos lados, el usuario de materialización aceptó la amabilidad de la dueña del local y se encaminó hacia el baño mientras ella le repetía hasta el cansancio:

—Tengo ropa bonita como para ti. Espérame en el baño.

Kurapika se metió al baño y no quiso volver a salir pues, cuando la mujer le entregó la ropa, Kurapika vio con horror que le estaba dando un vestido veraniego blanco de encaje y detalles en rosa. Para entonces él ya estaba sin el poncho y sin la camisa, lavándose el pecho para no acabar pegajoso o.

—¡Señora! —gritó casi con un dejo de desesperación en la voz—. ¡No puedo ponerme esto!

Pero la señora ya se había ido.

Kurapika quería que se lo tragara la tierra.

Por supuesto, era cuestión de volver a ponerse la ropa que traía, pero la había hecho un montón sobre el lavabo y se había embarrado más de lo que estaba al inicio. Aun así utilizarla le parecía más cuerdo que ponerse un vestido.

¡Kurapika! —tocaron la puerta del baño. Era Gon—. ¿Vas a salir pronto? Necesito hacer pipí.

—¡Gon! Dile a esa mujer que no puedo ponerme lo que me dio.

¡Kurapika! —diez golpes más a la puerta, mucho más fuertes y rápidos. Era Killua esta vez—. ¡Deja a Gon entrar o moriremos bombardeados!

—¡Perdón! Sólo consíganme algo diferente para usar.

¡Señora! ¡Que Kurapika ha engordado y eso no es de su talla! —escuchó a Killua gritar. Era mentira, pero al menos podría funcionar.

Se escucharon pasos acercarse y Kurapika pudo escuchar la conversación desde el interior del baño.

¡Oh! ¿De verdad no le queda?

¡Que no! ¡Y ya dele otra cosa o Gon nos va a matar a todos!

¡Sí! ¡Moriré!

¡No! ¡Nos matarás!

Hey, Killua, Gon. No le halen así a sus mayores —Leorio pareció unirse a la discusión—. Disculpe. No son así de groseros normalmente. Es culpa de los pedos de Gon. Ha estado así varios días y Killua se pone sensible por eso.

No se preocupe. Ahora mismo voy a buscarle un vestido de mi hija mayor a su novia. No hay manera de que uno de ella no le entre.

Entonces todo se quedó en silencio. Uno abrumador y aplastante que Kurapika lo pudo sentir incluso en el interior del baño.

Diablos. Y él que estaba intentando no revelar la existencia del vestido por dignidad.

Espere… ¿dijo mi novia?

¿No lo es? No parecen ser hermanos.

Las risas de Killua estallaron junto a las de Leorio, pero la de este último más bien parecía una risita nerviosa y nauseabunda.

Pero Kurapika no es una chica —Gon salió en su defensa—. Kurapika es un chico. No creo que quiera usar un vestido.

Se hubiera hecho otro silencio abrumador si Killua no siguiera carcajeándose como si estuviera a punto de expulsar los pulmones.

Oh. ¿Lo es? —la voz de la mujer sonaba genuinamente abochornada—. Espero que no se haya ofendido por el vestido que le di. Creí que estaban en una cita familiar.

No somos familia y no estábamos en una cita —la inocencia de Gon salió a relucir—. No se preocupe. Sólo cambie el vestido por ropa de chico y todo estará bien. Kurapika no es de los que guardan rencor por cosas como estas.

Pero Kurapika sí que tenía ganas de guardar rencor por una cosa como esa. ¡¿Ahora quién detendría las burlas de Killua por el resto de su vida?! ¡Nadie! ¡Y el idiota de Leorio estaría igual en cuanto le pasara la conmoción por la palabra "novia"! ¡Maldita sea!

Entonces fue que el foco se le prendió a Kurapika en medio de su ira y se materializó ropa con su nen (¡tan fácil que había sido todo desde el inicio!), salió del baño hecho una furia y miró a la mujer con marcado resentimiento, tomó de las muñecas a los menores y se los llevó arrastrando de la taquería, con Leorio corriendo detrás de ellos para alcanzarlos. No le importó siquiera si habían pagado o no. Que se lo cobrara de la humillación, hasta le salía debiendo.

Porque Kurapika juró en ese intante que en su puta vida volvería a ese lugar.


FIN


La idea original (que creo publiqué un fragmento en Facebook) eran los compañeros de medicina de Leorio intentando ligar con Kurapika pensando que era mujer :v pero la idea no me cuajaba porque quedaba muy forzada, así que la cambié por una señora muy metiche de una taquería porque me pasó algo así (acababa de friendzonar a mi amigo cuando llegamos a la taquería y la doña dijo que se veía que nos amábamos mucho y que para cuando la boda :v). Por eso se retrasó este shot.

¡Hasta luego y que la fuerza de las papas fritas los acompañe siempre!

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Allí estoy