Y aquí está la conclusión del correcta, mi mejor historia hasta el momento, decidida por ustedes por la cantidad de comentarios que generosamente me han dejado. Quiero darles las gracias a todos por su lealtad y también quiero pedirles una disculpa por el retraso, es que llevo casi dos semanas sin internet por eso no lo pude subir hasta hoy que pude escaparme a un café internet. ¿Cómo es posible que siendo el dueño de Telmex uno de os hombres más ricos del mundo pasen estas cosas? Solo dios lo sabe. En fin aquí el epilogo, y los espero en mi siguiente historia "el corazón de las profundidades"

¿Final?

Se miró en el espejo por quinta vez, mirando de perfil su silueta, luego giro noventa grados para volver a verse de frente y luego de medio lado. No importaba cuanto girará y se viera, aun no se acostumbraba a su imagen en el espejo, era el de una novia, una novia real, no una chica vestida con un vulgar vestido blanco, su vestido era el de una novia bella en toda regla. Su madre, tía Kaede, Sango y la señora Izayoi la habían acompañado personalmente a la prueba de los vestidos; les había costado una semana entera, pero por fin consiguieron el traje perfecto. Era largo, de corte de gala, con encajes y algunas perlas y cristales en la falda, el corpiño se ceñía perfectamente a su cintura, y tenía los mangas de volante que abrazaban dulcemente sus brazos a una palma bajo de su codo. Con una hermosa rosa azul de cristal coronando le centro del escote de corazón.

Y eso solo era el vestido. Durante los últimos tres días había sido sometida a todo tipo de tratamientos de belleza, baños de leche, tratamientos para abrillantar el cabello, le pusieron una sustancia para el blancamiento dental que casi le quemo las encías, limpieza de cutis, incluso de depilación a fondo con azúcar. Luego, hasta hace solo cinco minutos había estado atormentada por su prima, su suegra, su madre y sus tres damas de honor. Le habían jalado, enredado, desenredado, alaciado, rizado y vuelto a alaciar el cabello. Cuando por fin estuvieron conformes con el peinado, la habían casi atado a una silla donde mientras Jakotsu la maquillaba, las otras 6 mujeres de la habitación habían probado y descartado un infinito número de accesorios de joyería, adornos para el cabello y velos. Finalmente se decidieron por un collar de plata con una perla rosa. Su madre le coloco en la mano izquierda un brazalete que ella misma había usado el día de su boda, y como no podía faltar la señora Izayoi decidió hacer su contribución con una diadema de diamantes con flores talladas en ámbar para sujetar la fina tela de gaza con que servía como velo. ¿El resultado final? Kagome sintiendo que jamás había estado tan hermosa.

Inuyasha por su parte estaba que se quedaba sin estomago de los nervios, estaba en la sala designada para el novio en la capilla. Su ansiedad era tal que le era imposible anidarse el moño de la corbata debido al temblor de sus dedos. Claro que Sesshomaru no perdió tiempo en burlarse de él, pero Inuyasha apenas y le presto atención. Tenía todo el derecho de estar nervioso ¡EN UN CUARTO DE HORA ESTARIA EN EL ALTAR LISTO PARA CASARSE CON KAGOME! No era algo que tomar a la ligera y menos todo lo que le había costado llegar a ese punto. No solo en reconquistarla y todo eso, si no en planear la fiesta de la boda. Jamás creo que hacer una boda de verdad fuera tan complicado, tan solo en elegir, un salón para la recepción se les fueron tres semanas, eso por no hablar de la decoración, los músicos, la iluminación, la prueba para contratar al servicio de banquetes, la prueba del pastel (en esa última Inuyasha fue muy estricto con no dejar que Kagome ni probara nada hasta que él se asegurara de que el pedazo de pastel no tenía ni un rastro de nueces), en fin, de todas esas tonterías.

El felizmente hubiera dejado todo en manos de Kagome, su madre y su suegra, de hecho considerando su primera boda seria lo justo, pero Kagome se empecino tanto en que no era solo su boda, sino también la de él que no le quedo ninguna otra opción que acompañarla a ver y escoger casi todo, y decía casi porque cuando fue momento de seleccionar el vestido de novia fue literalmente echado a patadas de la camioneta donde se aglomeraron las mujeres que escoltarían a Kagome, y sorpresivamente su madre fue la más insistente en mantenerlo alejado, ni siquiera le permitieron saber en qué área de la ciudad iban a buscar el vestido, y Tokio era tan malditamente grande que si trataba de buscarlas solo perdería todo su día. Y lo que fue peor cuando volvieron con el dichoso vestido se encontró también con la noticia de que estaba completamente vetado de la cama de Kagome hasta después de la boda.

Gruño un poco al recordarlo, entre todos habían acordado que ambas familias o parte de ellas se hospedaría en la mansión Taisho para que fuera más fácil salir a organizar las cosas, de hecho Inuyasha se había asegurado de que él y Kagome se instalaran en el que había sido su cuarto cuando era estudiante. Pero en menos de diez minutos su madre, su suegra, la matona y la tía mandona cambiaron todas las cosas de Kagome al ala donde se hospedaban los primos de Kagome y las otras invitadas. Y aunque los días posteriores intento colarse para aunque sea darle un beso a su novia, aquellas tres guardaespaldas no lo dejaron ni tocarla, como mucho decirle buenos días en el desayuno. Lo cual, ahora mismo contribuía a tenerlo ansioso.

- Inuyasha estate quiero ya, o no podre atarte el nudo - escucho el regaño de su padre, entonces recordó que Inuno había tenido que ayudarlo a atarse la corbata de moño.

- lo siento, es que estoy muy nervioso – se disculpó intentando no moverse demasiado.

- es normal hermanito, estas por echarte un nudo pero bien apretado al cuello – se rio Sesshomaru de él, Inuyasha se giró para mirarlo, su hermano estaba a un lado, cómodamente sentado en una silla con su impecable traje sin una arruga y con una copa de vino en las manos y luciendo odiosamente tranquilo.

- anda búrlate, pero yo sé muy bien de que estas pero bien verde de pura envidia – estepo Inuyasha, pero la sonrisa de Sesshomaru solo se ensancho,.

- ¿envidia? – bufo Seshsomaru antes de darle un sorbo a su baso con aire elegante.

- ja, lo que te tengo es mucha lastima – se burló Sesshomaru, pero Inuno Taisho dejo de anudar la corbata de su hijo antes de ver a su primogénito.

- basta los dos, tu Sesshomaru, deberías estar feliz de que tu hermano consiguiera una novia que lo ama y lo respeta, y de hecho ya bien podrías ir siguiendo su ejemplo – lo regaño Inuno, pero Sesshomaru solo se encogió de hombros y dijo su característico "sandeces" antes de retirarse, toda esa situación era pura mermelada y el como no era dulcero estaba comenzando a empalagarse.

Inuyasha dejó escapar una risita antes de mirarse al espejo. La verdad no le quedaba mal el traje, aunque aún le parecía increíble, después de tantos coscorrones había conseguido que Kagome le diera él sí. Claro siempre estaba la opción de secuestrarla e irse a vivir juntos a una isla desierta. Claro, les tomo un poco más de un año desde que se declaró dejar lista todas las preparaciones de la boda.

- dios santo estoy muy nervioso - se quejó mientras revisaba la flor de su bolsillo. La risa de su padre lo hizo estremecerse.

- bueno Inuyasha, esa es la prueba de que realmente estás enamorado de tu novia – la afirmación de su padre le hizo sonrojar, era verdad, la primera vez ni se había inmutado, pero ahora, que realmente estaba enamorado de ella y Kagome de él, sentía que el pecho le iba a explotar de puro gozo.

- ¿crees que… sea bueno…? ¿Un buen marido y… un buen padre? – pregunto nervioso, en los últimos meses había pensado realmente mucho en ese tema y se sentía un poco rebasado por eso.

- ay hijo…lo primero creo que ya lo has demostrado – sonrió Inuno colocándole una mano en el hombro antes de continuar.

- en cuanto a los hijos, he de decirte que nadie nace sabiendo ser un buen padre, yo mismo he cometido muchos errores – el encogimiento de hombros de su suegro que recién entraba a la habitación y su sonrisa lo calmaron un poco.

Desde que Inuyasha llevo a Kagome de vuelta al templo Higurashi después de doce años de ausencia, él y Sonomi habían dedicado todo su tiempo a reconstruir, aunque fuera poco a poco los lasos son sus hijos, y sorprendentemente lo estaban logrando, aunque Kagome aún estaba algo nerviosa en presencia de la pareja, había aceptado encantada que Sonomi la ayudara con la boda, incluso Souta, aunque aún lo hacía un poco a regañadientes, parecía más dispuesto a hacer las paces con sus padres. Sonriendo y mirando a los dos hombres mayores, decidió que debían tener algo de razón, después de todo ambos eran padres, pero aunque aun tenia algunas dudas estaba seguro de que haría todo en sus manos para hacerlo de manera decente.

- bien, ahora que pareces más calmado, es mejor que vayamos llendo hacia el altar – le indico luego de que él mismo Inuno Taisho se dio una mirada al espejo para asegurarse de que estaba bien vestido.

- cierto, se supone que quien debe llegar con retraso es la novia – sonrió Tsudara, Inuyasha se dio un último vistazo y siguió a ambos hombres, pero entonces cayo en cuenta de una cosa.

- esperen ¿y Miroku? – pregunto al no ver a su mejor amigo por ningún lado, después de todo él era su padrino y también debía irse llendo hacia el altar.

- no lo veo desde hace rato – negó Tsudara, pero Inuno parecía pensativo.

- la última vez que yo lo vi estaba llendo a cambiarles el pañal a las gemelas – indico haciendo memora, Inuyasha dejó escapar un bufido.

- bien será mejor que vaya a buscarlo – gruño saliendo al pasillo para búscale.

Seis meses después de que él se le declarada a Kagome, Sango había dado a luz a la peor pesadilla de Miroku. Un par de hermosas gemelas, muy bonitas, pero que tenían ya extrema combinación del carácter de sus padres, habían sacado toda la picardía de Miroku, pero cuando se enojaban eran igual de peligrosas que Sango, basta con decir que cuando apenas tenían tres meses ya tenían al pobre con la cabeza llena de chichones de los sonajasos que le daban, e incluso Inuyasha podía jurar que tenía canas asomándose por su cabello. Y eso por no mencionar cuando empezaron a caminar, aun con sus escasos seis meses de edad esas dos creaturas eran todo un torbellino en pañales, les gustaba agarrar todo lo brillante y bonito, trataban de meterse todo en la boca, y eran tan autoritarias, que podían conseguir casi literalmente lo que querían.

La verdad es que no quería ni pensar en cómo sería cuando ese par de diablillas comenzaran a hablar. Estaba por entrar a los baños cuando vio, en el ala reservada para la novia un hombre agachado mirando por la puerta entreabierta de una habitación, no tenía la menor duda de que era Miroku, su estilo de espionaje y su característica coleta eran inconfundibles. Estaba por acercarse para regañarlo cuando una de las puertas cercanas se abrió revelando a Renkotsu y Bankotsu, al parecer venían hablando pero al ver a Miroku fisgoneando ambos fruncieron sus cejas.

- mira hermano, tenemos un moscardón – escucho decir a Bankotsu en tono macabro dejando a Miroku quietó como piedra.

- cierto, pero no uno cualquiera – la sonrisa de Renkotsu fue tal que Inuyasha pudo sentir como se le erizaban los vellos del cuerpo, y al parecer a Miroku le ocurrió igual, pues sus cabellos se irguieron como los de un puercoespín.

- uno que hace tiempo se atrevió a molestar a nuestra princesa – hablo otra vez Bankotsu.

- tendremos que hacer algo al respecto ¿no? - pregunto interesado Renkotsu.

Antes de que Miroku o Inuyasha pudieran digerir el significado de esas palabras entre ambos hermanos tomaron al ojiazul y lo arrastraron dentro de la habitación donde habían salido. Inuyasha no sabía si debía interferir o no, pero los sonidos de revuelta más los gritos y suplicas de Miroku le dieron tanta pena que decidió ir a evitar que lo pulverizaran, pero un segundo antes de poder dar un paso la puerta se volvió a abrir y Miroku salió disparado, como si le hubiesen dado una patada en el trasero aterrizando de rodillas, y la puerta volvió a cerrarse.

- ¿Miroku? – lo llamo al ver que no se levantaba.

- ¿Miroku estas…? – comenzó a preocupar preocupado, pero en cuanto se acercó no pudo evitar echarse a reír, su pobre amigo estaba maquillado como una diva, con sobra de ojos azul, los labios pintados de rosa y mucho colorete color bombón en las mejillas.

- ¿de qué te ríes idiota? – se quejó Miroku al verlo hasta llorar de la risa.

- ¡de lo bonito que te vez!, esa sombra realmente resalta tus ojos – se burló Inuyasha sin poder evitarlo, Miroku ahogo una maldición mientras se fregaba el rostro con su pañuelo.

- anda, anda ríete, ¡serás tú el que tenga que emparentara con todos esos locos! – le restregó, pero lejos de amedrentar a Inuyasha solo lo puso a reír peor, pues en su afán de limpiarse lo que consiguió fue dejarse todo un batidillo de pintura en la cara.

- ya Miroku, no te enojes, además eso fue tu culpa - intento reconciliarse con él, pero Miroku solo lo vio muy feo.

- ¡¿mi culpa?! ¿Cómo pudo ser esto mi culpa? – pregunto el pelinegro sumamente enfadado.

- si lo fue, ¿o que pensarías si te encontraras a alguien espiando en la boda de tu hija? - le pregunto Inuyasha.

- ¡YO NO ESTABA ESPIANDO A NADIE! – grito indignado Miroku, por fin había conseguido limpiarse el maquillaje del rostro.

- estaba buscando a las gemelas que es distinto – excuso luego de cambiarse.

- ¿en el cuarto donde se cambian las damas de honor? – pregunto mirando la placa del cuarto donde Miroku había estado fisgoneando.

- bueno, últimamente cuando las gemelas se enojan conmigo van directo con su madre, y yo creí que… - se cayó al ver que Inuyasha intentaba hacerle señas, y claro, no tuvo que ser un genio para saber que su querida, y seguramente enfadada esposa estaba detrás de él.

- Miroku ¿puedes explicarme porque estaban las gemelas solas tratando de tirar todos los maquillajes de la sala de damas de honor? – pregunto Sango, con voz dura, pero no tan tenebrosa como usualmente. Estaba vestida con un traje color verde turquesa, que combinaban muy bien con su tino de piel y cabello, y cargaba a una gemela en cada brazo. La mayor Miki vestida con un trajecito de princesa color rosa con un lazo blanco y la menor Niki, con un vestidito igual pero de color blanco y un listón rosa.

- bueno… es que se escaparon mientras me lavaba las manos… y… - intentó excusarse, pero Sango solo dejo escapar un largo suspiro.

- bien, bien, por favor ten más cuidado al vigilarlas, que aún tenemos que asegurar los últimos detalles para Kagome – le indico devolviéndole a las gemelas, y regresar al cuarto, pero antes de que Inuyasha pudiera intentar asomarse para ver a Kagome, Sango le cerró la puerta en las narices.

- vaya, no recuerdo que Sango fuera así – se quejó Inuyasha, otro milímetro y la puerta le hubiera fracturado la nariz y eso era lo menos que necesitaba en su boda.

- y eso que no la viste cuando cumplió cinco meses de embarazo – se quejó Miroku pues una de las niñas le había pescado un buen mechón de cabello y lo estiraba sin piedad. Inuyasha se contuvo de decir que si sufría tanto con las gemelas debió tener más cuidado pues según le había contado Kagome Sango estaba en el primer mes de su segundo embarazo.

- bien será mejor que busques la manera de entretenerlas, es hora de tomar nuestro lugar para la ceremonia – le indicó tomando a una de las revoltosas niñas.

Cuando por fin todos estaban en su lugar, y que Miroku consiguió que su cuñado accediera a vigilar a las gemelas, Inuyasha volvió a sentirse inundado de nerviosismo, lo cual era ilógico si se pensaba, pero para él esto era como si fuera a entrar por un portal mágico hacia otra realidad, y técnicamente así era, en solo minutos estaría finalmente unido al amor de su vida.

Para intentar distraer su mente del enjambre de avispas que revoloteaba en su estómago a causa de los nervios se puso a pensar en la sorpresa que le tenía a Kagome como regalo de bodas. Primero había pensado en algún viaje, pero sus padres y suegros dijeron que eso correría por su cuenta, y no quería darle algo simple como un vestido, o una joya. Curiosamente la respuesta a su dilema llego un día que le quito una de las revistas de negocios a Sesshomaru porque estaba aburrido. En ella se anunciaban varias ofertas en bienes raíces, aun recordaba como sonrió cuando las vio ¡era la solución perfecta!

Durante semanas él y a Kagome habían tenido reverendas peleas respecto a donde vivirían cuando estuvieran casados. La verdad era que ninguno de sus departamentos era apropiado, el de Kagome estaba ubicado en una buena zona, llena de escuelas, guarderías, librerías y parques, era de un barrio mucho más familiar, pero era muy pequeño para una familia; y aunque el suyo propio era de mejor tamaño estaba en una zona más ejecutiva, cerca solo había restaurantes, antros, bares, centros de reuniones y supermercados caros, no había escuelas, parques ni siquiera guarderías cerca no era un barrio muy apropiado para criar niños. Por eso, desembolsando buena parte de sus ahorros, y con alguna ayuda de su padre, había hecho la compra de lo que sería el patrimonio de su propia familia, apenas y podía esperar a ver la cara de Kagome cuando le diera su regalo de bodas.

Kagome esperaba tras las enormes puertas de madera con unos nervios enormes, no se había sentido tan nerviosa nunca, ni siquiera cuando dio su primera presentación en la corte del Emir. Era tan así que sintió que sus manos se ponían a temblar ajustando violentamente el ramo de rosas y lirios. Pero de pronto una mano grande y tranquilizadora se posó sobre las de ella sobresaltándola, era su padre, que la miraba con tal expresión de adoración, cariño y dulzura que casi se le saltaron las lágrimas.

- ¿nervios prenupciales mi niña? – pregunto Tsudara sin poder dejar de admirar a su hija, lucia tan bella, tan madura…

- bueno… un poco… - admito Kagome apenada.

- calma, m´ija es normal para una futura novia estar nerviosa en este punto – le sonrió, peor luego su mirada se volvió casi nostálgica.

- has crecido tanto, volviéndote una mujer de bien… - comenzó a decir antes de sonreír con tristeza.

- y me lo perdí… - mascullo casi llorando, Kagome, lo miro sorprendida, aún le parecía rara la nueva relación con sus padres, se había desacostumbrado tanto a ellos… tímidamente subió su mano y acaricio la mejilla de su padre, donde comenzaban a asomarse las arrugas.

- papi… - le sonrió, aun no podía decir que había terminado de perdonarlos, pero no los odiaba.

- ven hijita, no hay que empañar este momento con lágrimas, después de todo es TÚ día especial – le indico limpiándole una lagrimita que amenazaba con correrle el maquillaje. Justo en ese momento comenzó a sonar la marcha nupcial, su padre aprovecho que las damas se ponían en su lugar para ponerle cuidadosamente el velo en el rostro a su hija.

- ¿lista para ver a tu flamante prometido? – pregunto Tsudara antes de ofrecerle su brazo a Kagome, aunque le dolía un poco tener que entregar a su hija a otra persona solo un año después de habitarla recuperado, lo cierto es que estaba muy emocionado de poder escoltarla al altar, pues en los últimos años ya había perdido la ilusión de ser él quien entregaría en el altar a su hija el día de su boda.

Kagome tomo el brazo de su padre con una sonrisa, las puertas se abrieron y sus damas de honor comenzaron a marchar del brazo de los padrinos de Inuyasha. Espero muy impaciente hasta que el cambio de melodía les indico que era su turno de entrar en la iglesia. Caminar por ese pasillo alfombrado, aunque era la segunda vez, le pareció a Kagome como un cuento de hadas, de hecho, era como si tuviera unas viseras a cada lado del rostro, pues solo tenía atención para ver a Inuyasha, aun ante la imagen vaporosa del velo podía decir que estaba como para comérselo, y eso haría, esta noche, de hecho pensaba aprovechar ese juego de ropa interior comestible que le había regalado Sango.

Inuyasha se giró para ver la entrada justo cuando la música indicio la entrada de la novia, y se le cayó la baba, dios Kagome se veía preciosa, como una princesa, aquel vestido de novia era totalmente distinto al primero que le había obligado a usar, la hacía ver tan elegante, dulce y sexy. De hecho, su única queja era ese velo lleno de encajes, porque no lo dejaba ver bien su rostro, y de hecho maldijo mentalmente al jefe de la orquesta por marcar un ritmo tan lento en la marcha nupcial, quería tenerla ya junto a él, para así poder quitarle el velo, aunque siendo sincero, no sabía cómo iba a aguantar hasta que el sacerdote llegara a la parte de "puede besar a la novia" sin reclamar sus labios.

Cuando por fin estuvo a su alcance extendió su mano para recibirla de su padre, Tsudara sonrió, pero con la mirada advirtió a Inuyasha que si se atrevía a lastimar a su hijita, se las vería con él. Si tan solo su suegro supiera que cada varón de esa loca familia le había hecho exactamente la misma advertencia de todas las maneras posibles que se puede advertir a una persona. Cuando la mano de Kagome se poso sobre la suya, luciendo el precioso aniño de compromiso sintió que todo su cuerpo hormigueaba en anticipación. Le ayudo a subir los escalones, y solo la soltó el segundo que fue necesario para descubrir su rostro de la protección de la vaporosa tela. Con mucho esfuerzo logro controlarse para no llevársela de ahí directo a la luna de miel, saltándose todo; volvió a tomarla de la mano y la guio junto a él al altar, y no la soltó, ni un segundo en lo que duraba la ceremonia.

Fuera de la iglesia, una sombra permanecía en un flamante BMW color rojo chillón, oculta con un traje oscuro y lentes de sol que no dejaban ver nada, a pesar de los vidrios tintados del vehículo, su furiosa mirada fija en la entrada de la iglesia y no solo en el portón principal si no en cada maldita puerta de esa cochina puerta, todas custodiadas por no menos de tres hombrones grandes, musculados y con cara de buldog, y el colmo era que conocía a cada uno de esos intentos de gurarua, había crecido con ellos, o al menos durante los primeros años de su infancia, cuando no le había quedado de otra que juntarse con la chusma. Lo peor de todo era que podía apostar los pocos ahorros que le quedaban en el banco a que estaban ahí para mantenerle fuera de la ceremonia. Gruño un poco, su primer plan, de entrar a ese odioso lugar y permanecer en las sombras hasta que el sacerdote dijera la frase de "si hay alguien que se oponga a esta unión, que hable ahora o calle para siempre" y hacer un escándalo tan grande que ni Inuyasha, ni su desabrida noviecilla serían capaces de volver a mostrar su cara en público, tal como le habían hecho a ella, se había ido al traste.

¡Ah! Pero Kikyo Tama Higurashi no era una mujer que diera por vencida fácilmente. Y menos aún en esta situación, esos malditos, ¡LE HABÍAN ARRUINADO LA VIDA! Desde su encuentro en esa asquerosa oficina, y que ellos la hubiesen engañado vilmente para firmar esa estúpida renuncia al patrocinio de la empresa Shikon toda su carrera se fue a pique. Luego de ir a buscar a Naraku, con la absurda esperanza que la ayudara, creía que conseguiría un magnifico desquite, después de todo él era un criminal, podía darle lo que quisiera. Pero el muy cerdo solo la había humillado, robado, ultrajado, y la cereza del pastel, la había arrojado semi desnuda a la calle como a una vulgar prostituta, aunque había corrido directo a su coche de lujo, algún mal viviente transeúnte había tomado una foto de ella y la había subido a la red, y eso solo fue la punta del iceberg. -, estaría demás decir der que literalmente brinco de gusto cuando se enteró que lo habían atrapado y le condenaron a quien sabe cuántas cadenas perpetuas, ¡SE LO TENIA MERECIDO EL MUY CERDO!

Tan solo una semana después de ese desastre, decidió ir a un casting de un diseñador que siempre le llamaba para que modelara su magnífica y asquerosamente costosa línea. Se presentó como siempre lo hacía en una audición, su actuación ante las cámaras fue perfecta, incluso cuando le pidió posar con modelos de inferir categoría, se aseguró de usar sus mejores cualidades para hacerse resaltar y ¿Por qué no? Ridiculizar la ineficiencia de las otras. Y los diseños le quedaban tan bien… cuando termino fue directo con el diseñador, lista para darle la lista de sus necesidades y el precio de su contrato cuando este la rechazo, ¡la rechazó a ella! Diciéndole que el buscaba una modelos afable, no a una diva que quería adueñarse de la cámara y no trabajar en equipo. Salió hecha una furia y jurando que hundiría su apestosa marca hasta que su reputación fuera ir rescatable.

Esa tarde fue a otros cinco castings ¡y en todos se repitió lo mismo! En uno el diseñador la hecho después de una fotografía y le dijo que su cara era demasiado amargada, orto que era demasiado flacucha, un cuarto se atrevió a decir que no la quería porque se veía demasiado plástica y no combinaba con su línea orgánica. Pero el colmo fue el quinto, ese que siempre le decía que ella era su favorita, ese ni la dejo entrar al estudio, aludiendo que si la llamaba para esa línea todo el grupo de modelos que ya tenía en listadas renunciaría porque no soportaban trabajar con ella bajo ningún concepto.

Furiosa, corrió directo, y quizá causando una media docena de accidentes con su coche, a la oficina de su representante, y este, le dijo muy claro que renunciaba, cuando ella le exigió una aplicación, prácticamente amenazándole de muerte, este fue tan atrevido de decirle que, solo se había quedado con ella, porque representar a una modelo que tuviera el patrocinio de la Shikon había sido un sueño, y que además era una de las mejores modelos que había visto nunca. Pero luego, ¡luego se había atrevido a decirle en las narices que también era la mujer más insoportable que se hubiera cruzado en la vida! Y que, aunque le pagaba un magnifico sueldo, no valía los maltratos, insomnios y demás bajezas que le hacía pasar. Y cuando ella le grito diciéndole que no era más que un sucio gusano aprovechado, que solo la abandonaba porque no estaba respaldada por una famosa empresa él se rio, y tuvo el descaro de decirle que, de no ser una completa arpía egocentrista, cruel y superficial en todos los aspectos, seguro que sería ya la modelo más famosa del planeta.

Después de eso todo fue de mal en peor, no volvió a conseguir un buen agente, ni siquiera uno de media calidad, todos la rechazan, algunos formalmente, otros de mala manera, y lo peor eran los diseñadores y otras modelos, al parecer, aunque era de las mejores, nadie en la industria, o al menos nadie con quien hubiera trabajado antes, deseaba asociarse laboralmente con ella, siempre con la excusa de que , a pesar de que su trabajo era magnifico, no valía la pena el sacrificio que era soportarla. Cuando intento pedir el apoyo de sus padres se llevó todo un chasco, para empezar su padre le dijo que si bien le podía dar trabajo, tendría que mejorar su actitud o la despediría, cuando ella empezó a relajarse y hacer sus habituales exigencias su padre la detuvo y le dijo que no le iba a dar ningún trato especial, ella se enfadó, y grito con los ojos llenos de sus clásicas lágrimas de cocodrilo para amedrentarlo, de hecho creyó conseguirlo cuando le la abrazo, pero luego tuvo la decepción de oír el descaro de pedirle disculpas por dejar que su madre la echara a perder como persona; si bien eso fue decepciónate ir con su madre fue pero, ella no quiso ni verla, diciéndole que le avergonzaba profundamente de ella, echándole directamente la culpa de no haber obtenido la dichosa herencia de su abuelo.

Gruño al pensar en eso, lo poco que tenía ahorrado comenzaba a acabarse, y había tenido que, por primera vez en su vida, privarse de sus citas diarias al Spa, al gimnasio, al sauna, a la clase de yoga, al dietista, al dermatólogo, etc. De hecho, toda su figura se había arruinado, sin las capsulas que le proporcionaba su dietista para inhibir el apetito, y que su padre se negó a comprarle, había comenzado a comer como una marrana, subió como diez kilos en solo un mes, ¡y aun no conseguía bajar! Además, fuera de su padre y de algún que otro comercial mediocre no había conseguido ningún buen contrato. Dio un golpe al volante antes de encender salvajemente el motor, gracias a dios aún tenía el aprecio del hacker que había creado el video con el que logro arruinar a su prima doce años antes, el la ayudo a averiguar dónde seria esa estúpida boda. Quizá no fuera capaz de entrar a la iglesia pero aun podía desquitarse en la recepción. Sonrió mientras daba un fuerte giro en una curva, tan rápido que por un segundo pudo jurar que su carro solo iba en dos ruedas, oh si, su venganza sería tan dulce como esos asquerosamente engordativos pastelillos de melaza a los que se había vuelto adicta.

Inuyasha ya estaba sudando frio cuando el sacerdote dijo la frase "puede besar a la novia" durante toda la ceremonia había estado sumamente ansioso por besar a Kagome, pero ella debía estarlo igual, ya que en cuanto termino de decir la frase el sacerdote lo agarro por la camisa y le dio un beso tan apasionado que todos los invitados se pusieron a chiflar y dar aplausos.

Terminado eso, y las correspondientes felicitaciones, todos tomaron sus respectivos vehículos para dirigirse a la recepción. Durante todo el tiempo mantuvo a Kagome abrazada contra su pecho, era oficialmente suya, y ahora se aseguraría de que nada ni nadie la separara de su lado. Con cuidado de no despeinarla mucho hundió su nariz en su cabello y le deposito un dulce beso en la cien, en respuesta ella coloco una de sus manos sobre su peco y lo uso de base para estirarse y darle un piquito en los labios, sip, definitivamente sería una tortura esperar para la choche de bodas.

El salón de recepciones del hotel estaba a tope, literalmente toda la aldea de Kagome había asistido a la boda, y eso sin contar a los amigos de ambos, en ese instante Inuyasha se alegró de que su padre se hubiera ofrecido a pagar por todo, porque a pesar de que no era realmente algo muy lujoso alimentar a tanta gente debía costar lo suyo. Ocupo su lugar junto a Kagome, y después de los habituales discursos y brindis comenzaron a disfrutar del buffet libre que habían contratado para la ocasión, eso sí, Inuyasha iba a asegurarse de probar cada platillo antes que Kagome, no quería otra sorpresa oculta entre los ingredientes.

- Shippo ¡date prisa o para cuando lleguemos ya se habrán acabado los mejores platillos! – llamo Souten molesta a su eterno compañero de trastadas, que venía corriendo por el pasillo tras, ella, mientras intentaba, sin mucho éxito, volver a ponerse la corbata de gancho que le habían puesto sus padres antes de la boda.

- ¡ya voy! ¡Ya voy! – grito Shippo alcanzándola después de logar ponerse de nuevo esa cosa.

- pero como te tardas hombre ¿no sabes que quienes debemos retrasar a los demás somos las mujeres? – pregunto Souten aun enojada, si los adultos se terminaban todas las croquetas de pollo antes de que llegaran dejaría a Shippo calvo a base de chichones.

- ¡oye! No es mi culpa que esta cosa saliera volando mientras dábamos vueltas en el carrusel – se quejó el niño, ellos habían estado jugando bien a gusto en el área de niños del hotel hasta que esa mugrosa corbata salió volando por los arbustos, y tuvieron que detenerse para buscarla, la verdad odiaba esa cosa, el ganchillo tenía un borde que se le clavaba en la garganta y le picaba mucho, pero sabía que como apareciera sin ella su madre lo iba a poner como camote.

- excusas, excusas, pero te lo advierto, si cuando lleguemos ya se acabaron lo más rico te… - comenzó a amenazarlo cuando una sombra color verde doblando la esquina del pasillo les llamo la atención.

Y como eran muy curiosas decidieron averiguar de qué se trataba, quien quita y de suertes atrapaban a un marcianito y se hacían famosos. Claro que lo que se encontraron era menos genial pero igual de feo que un marciano. Ahí, para en el pasillo, y con una mirada de loca digna de una película de esas que los adultos no les dejaban ver, estaba la bruja Kikyo, en un vestido verde bruja, muy entallado, aunque de manera diferente a la que le habían visto antes, ahora tenía un pequeño pliegue a la altura de la cintura. También tenía unos tacones demasiado altos o eso les pario a Souten y Shippo, pues parecía que la aguja del zapato era casi del mismo largo que el pie de Kikyo. Se escondieron en la esquina luego de oírla gritar entre dientes una de las palabras que, según sus padres decían, que no se debían pronunciar nunca. Luego dijo otra mala palabra y agito lo que parecía un celular como si fuera un sonajero o un bote de kétchup al que no le salía la salsa.

- ¡me lleva el diablo! ¿Qué no podía ese bueno para nada hacer un croquis decente para variar? – la escucharon gruñir, antes de volver a agitar el aparato.

- ¡AL MENOS PODRIA HABER INDICADO QUE PISO ERA! Así nunca voy a poder arruinarle la boda a ese par de malditos – la escucharon sisear, luego ella guaro du teléfono en su bolso cubierto de lentejuelas antes de marcharse dando de pisotones.

- ¿oíste eso? – preguntó Souten a su amigo pelirrojo.

- sí, la bruja quiere maldecir la boda de mi madrina Kagome con el perro tonto – asintió el niño, bien, sabían que Kikyo era bruja, pero no tan bruja ¿Cómo podía atreverse a tratar de arruinar la boda de su madrina?

- tenemos que hacer algo – se quejó Souten al verla alejarse, quizás por el momento estaba perdida, pero no pasaría mucho antes de que consiguiera encontrar la reunión y hacer sus malvados hechizos.

- tienes razón, hay que hacer lo que practicamos – le indicó, desde la última visita de Kikyo a su madrina, él y Souten habían ideado infinidades planes contra brujas, pero realmente no creyó que los pondría en marcha, y curiosamente, ese carrito que un cocinero había olvidado que estaba lleno de aceite de oliva le dio la idea perfecta sobre cual utilizar.

En el salón de la fiesta Souta permanecía de pie en una esquina, tenía un plato de comida en sus manos pero a penas y había picoteado algo de ella. Su mirada era hosca y su postura la de un matón. No porque no estuviera feliz, por dios ¡ERA LA BODA DE SU HERMANA! No había razón para que se sintiese tan amargado. Dio una mirada al salón, toda la familia parecía feliz, incluso sus padres, aunque la mayoría de los parientes aun tenía una actitud un poco recelosa con ellos, todos estaban intentando llevar la fiesta en paz. Frotándose el puente de la nariz dejo escapar un suspiró, llevar la fiesta en paz, él no se sentía capas de eso, aunque lo había intentado varias veces ese año, aun no podía sentirse cómodo con sus padres, realmente, antes de todo ese lio, las únicas veces al año en que se sentía cómodo y relativamente feliz era cuando su hermana y sus primos lo llevaban con ellos en las vacaciones.

Rendido a su falta de apetito y ganas de festejar, dejo el plato a un lado y salió del salón para tomar aire, tal vez no era del todo culpa de sus padres. De hecho, cuando abrieron los ojos y vieron la cantidad enorme de errores que habían cometido como padres habían intentado compensarlo, de hecho, había sido él mismo quien rechazó mucho su oferta de ayuda; dejo escapar un suspiro antes de meterse un chicle en la boca. Quizá también era la abstinencia, desde que comenzado a fumar su hermana lo había regañado por ello, diciéndole que se estaba echando a perder los pulmones y aunque por mucho tiempo le había prometido que lo dejaría, nunca lo había intentado enserio hasta entonces. Gruño metiéndose tres chicles más en la boca, era insoportable, ¿Por qué había tenido que dejar su vicio en primer lugar? ¡Ah sí! Porque su nuevo cuñado lo había amenazado con no dejarlo conocer a sus futuros sobrinos mientras eso significara estar exhalando humo toxico cerca de ellos.

Dentro escucho que iban a partir el pastel, hizo una mueca de una sonrisa, su hermana había preparado una sorpresa para todos, y la verdad ver la cara que pondría su cuñado era alfo que no quería perderse, se metió un último chicle en la boca y estaba dando media vuelta para entrar cuando de reojo vio algo que llamo su atención. Ahí, intentando doblar una de las esquinas estaba Shippo, jalando uno de los anuncios fijos que indicaban el lugar de la boda de su hermana. Lo siguió curioso, y cuando vio que el peso era demasiado para él se ofreció a ayudarle, aunque el niño primero lo vio con mucha cautela, no tardo en tomarle la palabra.

- vaya tío Souta, gracias, sin ti no podría haberlo movido – sonrió Shippo una vez colocaron el letreo en una esquina un poco alejada del salón.

- no hay porque Shippo, pero ¿Por qué querías mover el letrero hasta aquí? – pregunto picado pro la curiosidad.

- eh… es que mi mama invitó una amiga suya y me pidió que le pusiera el letrero visible para que no se pierdan – dijo el niño muy confiado, pero Souta pudo darse cuenta de que mentía, y aunque decidió no decir nada, iba a permanecer cerca para asegurarse de que ningún inocente caía presa de las maldades del ahijado de su hermana.

De vuelta en el salón Inuyasha y Kagome cortaron el pastel de bodas, no era tan enorme como el primero que habían tenido, pero sin duda era mucho más hermoso, estaba decorado con crema blanca, flores de azúcar rojas, verdes y azules puestas en pequeños ramilletes con galletas dulces en forma de mariposa, algunas perlas comestibles, y también algunos grabados con gel de gelatina que mostraban escenas del mar, algo que no había podido faltar para Kagome. Después de partir la primera rebanada, los cocineros se aseguraron de repartir las porciones a todos los invitados, todas salvo la de los novios, pues Kagome había pedido que Mukotsu se encargara personalmente de esa tarea. Cuando les sirvieron el trozo de pastel de chocolate Inuyasha de inmediato lo pincho con su tenedor, lo que hizo sonriera a Kagome, había resultado ser aún más goloso que ella. Peor no era eso lo que la tenía mirándolo fijamente.

- ¿ocurre algo? - claro, Inuyasha, a pesar de estar embobado con el manjar achocolatado, no pudo evitar darse cuenta de que Kagome no dejaba de verlo.

- ¿eh? No ¿Por qué? – pregunto Kagome intentando no delatarse.

- no has probado tu pastel, y además no has dejado de mirarme – murmuro Inuyasha girándose para poder verla de frente.

- ¿y qué? ¿No puedo admirar al hombre guapo con el que me acabo de casar? – sonrió angelicalmente la chica.

"esta mujer algo está tramando" pensó Inuyasha entrecerrando los ojos, pero sabía que no iba a conseguir sonsacarle nada y menos frente a toda la familia de ambos. Así que se limitó a partir otro cacho de pastel, de reojo pudo ver que Kagome se mordía el labio inferíos, como siempre hacia cuando estaba ansiosa o impaciente. La verdadera pregunta era ¿ansiosa por qué? Con un encogimiento mental de hombros Inuyasha e llevo el cacho de pastel a la boca, pero algo duro le hizo detenerse mientras masticaba, con mucho cuidado saco aquella cosa de su boca y lo coloco en una servilleta para mirarlo, era una figurilla de plástico con forma de bebe, pintado con pañales amarillos y apenas tres pelitos en la cabeza. Miro a Kagome sin saber realmente que pensar, pero ella solo le sonrió muy dulcemente antes de tomar su mano y colocarla sobre su vientre., el muchacho comprendió todo al instante.

De vuelta al pasillo, Souten y Shippo estaba en posición, listos para emboscar a la bruja, solo había que esperar a que pasara por ahí, y entonces… se rieron en anticipación para su travesura, luego Shippo hizo un chequeo rápido de los elementos de la trampa: ¿el letrero puesto en su lugar? listo, ¿la puerta del armario del conserje abierta? listo, Souten escondida bajo la mesita del pasillo con un frasco de aceite de cocina entre las manos listo, la grabadora especialmente preparada para la ocasión? listo, ¿él escondido tras una cortina cerca de la esquina con la escoba? Más que listo, ahora solo faltaba la presa para caer en la trampa.

Y hablando del diablo, no tardaron mucho en escuchar el taka takak ta de los tacones de Kikyo viniendo por el pasillo de baldosas de mármol. Gracias a sus ya practicadas caras angelicales, habían conseguido que varias de las mucamas y meseras del lugar accedieran a ayudarlos, diciendo que su pobre tía era un poco desorientada, y así la ayudaran a llegar por al salón por ese pasillo en específico, hizo una seña tacita a Souten de que estudiara lista y se apretujo más en su escondite. Kikyo llego a su campo de visión moviendo demasiado las caderas en un vano intento de verse elegante y sexy, más bien parecía que estaba tratado de batir mantequilla con el trasero.

En cuando estuvo dando un paso justo en el punto donde habían marcado una X imaginaria, Shippo activo la grabadora, el sonido de varios chiflidos y porras resonaron en el pasillo, Kikyo de inmediato se giró para sonreír a sus admiradores fantasmas, mientras él hacia eso, Souten saco sus manos de debajo del mantel de la mesita y verlo lo último del bote de aceite justo en las suelas de los zapatos de Kikyo, por suerte eran tan altos que ella no sentiría la humedad. Cuando Kikyo se dio cuenta de que no había nadie, se dio la vuelta muy molesta, Shippo comenzó a apretar el mando de la escoba entre sus manos, bien, era ahora o nuca. Justo cuando Kikyo iba a dar el siguiente paso, Shippo salió en silencio de detrás de la cortina, cuando el tacón de Kikyo comenzó a resbalar por el piso aceitado, el niño tomo impulso y con la escoba le dio un sonoro golpe en la espalda.

¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!

El grito de Kikyo, mientras se deslizaba sobre el piso aceitado como su fuera una pista de patinaje, fue casi tan fuerte como el estruendo que provoco su cuerpo al chocar contra los artilugios del closet de limpieza. Souta salto de su lugar al oír el estruendo, y de hecho su quijada cayó abierta cuando vio a su odiosa prima pasar patinando de espaldas por el piso. Y cuando los niños pasaron corriendo, o más bien patinando por el pasillo decidió que era hora de ver que ocurría. Cuando se asomó desde la esquina del pasillo no supo si reír o tomar una foto. Kikyo estaba en el suelo, de cabeza prácticamente, con las piernas desparramadas sobre su pecho y el cabello todo grasoso, sucio y desordenado. Un segundo después la puerta del armario fue cerrada por Souten, mientras que Shippo, se sujetó al pomo de la puerta, solo un segundo antes de que Kikyo, desde el interior, comenzara a intentar liberarse.

- ¡MAKLDITOS MOCOOSOS! ¡DEJENME SALIR DE AQUÍ INMEDIATAMENTE! –grito la modelo desde el interior del pestilente armario de escobas, y decía pestilente porque con su chuza de cuerpo entero había derramado lo que parecía un bote de aceite para engrasar puertas y en verdad apestaba asquerosamente.

Shippo y Souten no contestaron, solo se aferraron con más fuerza al pomo de la puerta, dios esa mujer para estar flaca era muy fuerte. No sabían cuanto más iban a resistir antes de que les arrancará los brazos, cuando, de la nada, alguien, los hizo a un lado de manera un poco brusca. Primero pensaron que algún familiar o empleado del hotel los había visto, y después de liberar a Kikyo les daría una tunda, más para su sorpresa, una silla fue colocada de tal manera que impedirá que en la puerta pudiera ser abierta. Elevaron al mirada y abrieron la boca sorprendidos de encontrarse con el tío Souta, que no solo les sonreía si no que les guiño el ojo en complicidad.

Junto en ese segundo en el salón de la recepción…

- ¡VOY A SER PAPÁ! – el grito de pura euforia de Inuyasha fue tan duro que incluso la música de la pista de baile dejo de sonar al instante. Incluso Kagome tuvo que cubrirse los oídos, dios de haber sabido que se emocionaría tanto le habría dicho de otra manera, mucho más discreta.

Se hizo un silencio absoluto, pero un segundo después de que la multitud asimilara las palabras del novio, la mesa de los novios se vio atestada de gente, todos los familiares regando apretones de mano, palmadas en la espalda, y cientos de miles de felicitaciones. Fue tal la conmoción que Kagome tuvo que gritar para pedir que la dejaran respirar un poco, pero de nada le sirvió, pues en cuanto toda esa marabunta se hizo a un lado Inuyasha la envolvió entre sus brazos y la beso de una forma tan exigente que literalmente pensó que la ahogaría.

Dios, cuando hace cuatro meses Suikotsu le dijo que le quitaría el implante porque estaba por caducar no creyó que desencadenaría todo eso. Normalmente habría preferido ponerse el siguiente de inmediato, pero su primo le aseguro de que debía esperar un par de meses para que su cuerpo descansara de la dosis de hormonas del anticonceptivo, y que a pesar de no tenerlo era muy poco probable que se embarazara. Claro que hubiera sido más efectivo si no hubiese estado haciendo el amor con Inuyasha en cada oportunidad que tenían; no que pudiera evitarlo, su prometido había demostrado ser insaciable, y para su propia sorpresa, ella también. Claro que no fue una gran noticia cuando, tres meses después, cuando volvió a la consulta de Suikotsu, este se negó a ponerle el implante debido a que llevaba cerca de cinco semanas de embarazo. Cuando Inuyasha por fin la soltó y la dejo recuperar el aliento tuvo que agarrarse de la silla para no marearse.

- dios santo Kagome ¿es verdad? ¿Vamos a tener un bebé? – le pregunto Inuyasha ayudándole, o más bien obligándola a sentarse de nuevo.

- sí, Inuyasha, en siete u ocho meses vamos a ser padres – le sonrió ella, aunque realmente no había tenido muchas molestias en el primer trimestre del embarazo, los mareos ocasionales o las agriuras después del desayuno no eran algo cómodo tampoco. Cuando Inuyasha se inclinó para volver a besarla, un carraspeo los detuvo a medio camino, era Bankotsu, y por la cara que tenía estaba por decirles algo importante.

- perdonen por interrumpir este momento tan bello pero… creo que hay algo que ambos tienen que ver – les indicó mientras les hacia la seña de que lo siguieran.

Curiosos, ambos se pusieron de pie y siguieron a Bankotsu hasta una de las puertas que daba al pasillo del hotel, curiosamente ahí no solo estaba el resto de los hermanos Shichinintai, sino también su propio hermano Souta, todos mirando a un lado de la esquina del pasillo. Aún más intrigados que antes Inuyasha y Kagome se asomaron para ver que ocurría, y aunque no se vieron el uno al otro, ambos supieron que sus quijadas se abrieron a más no poder. Y claro la escena frente a ellos no daba para menos, frente a ellos había una puerta que parecía de un cuarto de mantenimiento, dentro de este, una mujer, con toda la seguridad Kikyo, golpeaba con la fuerza de los condenados la puerta mientras maldecía a los cuatro vientos exigiendo su inmediata liberación, por otro lado, fuera de la puerta, Shippo y Souten, con cubetas en la cabeza y una escoba y un trapeador al hombro como si fueran un casco y un mosquete respectivamente, marchaban coordinados como soldaditos, caminando de un lado al otro de la puerta, cruzándose, dando media vuelta y volviendo a recorrer el camino una y otra vez, como dos guardias de la realeza…

Tres meses después…

Después de la boda, y de una muy bella y apasionada luna de miel en el Mediterráneo, Inuyasha se encontraba tendido en una silla de playa, con los brazos bajo la cabeza, y gozando de la tranquilidad, o bueno, una tranquilidad muy relativa. Estaban en una especie de fiesta en Saitobizu, y como Kagome seguía siendo una figura importante en la comunidad de la aldea no habían podido faltar. No es que se quejara, en el año que había durado su compromiso con ella, había convivido casi demasiado con toda su familia, y dice realmente toda, porque también estaban ahí, sus suegros, su cuñado, y de pilón, sus propios padres y su hermano.

De hecho, cuando giro un poco el rostro pudo ver a Sesshomaru, sentado a la sombra de una palmera, con su ropa más informal, que consistirá en un traje de etiqueta sin la corbata el saco y el chaleco. ¿Cómo hacía para no morirse de calor? No sabía, pero la verdad le cansaba verlo, se incorporó un poco y consiguió ver a su madre entre todo el mar de mujeres de la aldea, le estaban enseñando como cocinar una variedad de almejas que había por la zona, y también decoraban y horneaban varios tipos de dulces tradicionales. No muy lejos de ahí su padre estaba riéndose a carcajadas de algo que había dicho el padrino de Kagome.

Para Inuyasha aún era extraño verlo sin su clásico traje de diseñador, y vestido con bermudas y una camisa de playa. Estaba por volver a recostarse cuando vio a su querida esposa, estaba caminado en su dirección con una bandeja y un plato hondo en sus manos. De inmediato salto de la silla y le arrebato la bandeja de las manos, la dejo en una mesita que estaba entre las dos sillas de playa y luego volvió al lado de su mujer para tomarla de la cintura.

- ya te había dicho que cuando quisieras cargar algo me llamaras – la regaño como si fuera una niña, lo cual causo que ella lo mirara cuna ceja arqueada.

- Inuyasha… es solo un tazón de sopa – se quejó mientras él la llevaba a la silla, con tanto cuidado como si fuera de cristal extremadamente fino.

- es crema de alga, la más pesada de las sopas – se quejó Inuyasha, Kagome rodo los ojos con expresión de fastidio.

- me estas sobre protegiendo – se quejó cuando la instalo en la silla, la reclino para que quedara semi acostada, le quito cariñosamente las sandalias, luego movió la sombrilla para que le protegiera bien del sol.

- no te sobre protejo, solo me ocupo de que estés cómoda – le dijo Inuyasha, pero Kagome solo quiso echarse a reír.

- ¿dándome de comer en la boca? - le pregunto cuando el acerco la cuchara con sopa, previamente enfriada por el con un dulce suplo, a sus labios.

- no es sobre protección, lo hago porque te quiero – dijo como toda respuesta, Kagome se encogió de hombros y se dejó mimar, después de todo pronto comenzarían los perores malestares, aya que el niño comenzaba a crecer y al rato no podría ni caminar.

Cuando termino su sopa y el panecillo de mantequilla que había tomado también, Inuyasha a retiro la mesa de en medio de la sillas y las junto para que pudiese ella quedar más a su alcance, y cuando lo consiguió, la tomo de la barbilla para besarla mientras si mano recorría el redondeado y firme vientre de Kagome, su hijo iba creciendo bien, ¿o quizá era una hija? Aun no sabían cuál era el sexo del bebé, solo que estaba creciendo bien y sano.

- estas preciosa – le susurró en los labios sin dejar de acariciarle el vientre.

- mentiroso, parece que me traje una pelota de soccer – se quejó Kagome, pero Inuyasha solo volvió besarla.

- tonterías, estás cada vez más hermosa – volvió a besarla, esta vez más profundamente.

- no sabes lo loco que me traes – casi para demostrarlo, Inuyasha se inclinó sobre ella, cubriéndola de la vista de los curiosos y pesco uno de sus pechos con la mano, el cambio de tamaño ya era palpable, e Inuyasha realmente no podía esperar a que estuvieran llenos de leche.

El sonido de varias voces emocionadas les llamo la atención, y para evitar algún problema Inuyasha se quitó de encima de Kagome, pero solo para tomarla en sus brazos y dejarla sentada en su regazo con la espalda recostada en su pecho. Frente a ellos, varios de los jóvenes de la aldea estaban reuniéndose, mientras el resto de los adultos se hacían a un lado hasta dejar una especie de cancha en medio de ellos. Luego el grupo de jóvenes, se dividían en dos y se clocaban en posiciones de defensa. Curioso Inuyasha pregunto a Kagome que ocurría, ella le contesto, con muchos pucheros que se trataba de un juego tradicional de la aldea, similar al fútbol americano.

- ¿y cuál es la diferencia? – pregunto Inuyasha, viendo que Kagome estaba molesta porque, debido a su estado, no podía participar ella misma.

- para empezar que el primero que haga una anotación gana, pero en cuanto a la manera de jugar es… - intento explicar Kagome, pero no encontraba las palabras adecuadas.

Claro que no fue necesario, un silbato se hizo escuchar en alguna parte del improvisado campo de juego. Ni siquiera había terminado el efecto del sonido cuando los dos equipos ya estaban envistiéndose con fuerza y tosquedad. Inuyasha se quedó boquiabierto, aquel juego era realmente rudo, no se respetaban las reglas del juego en absoluto. Incluso algunos se daban puñetazos abiertamente en la cara. Inuyasha estaba por decirle a Kagome que le tendría prohibido volver a participar en algo así, cuando algo extraordinario paso, el balón salió volando de las manos del ultimo jugador que la tenía sujeta, pero no llego a tocar el suelo, pues , de la nada, una joven pelinegra y de baja estatura dio un salto demasiado alto, y después de pescar el balón al vuelo, corrió por entre la muchedumbre de hombres, empujándoles a los daos con sorprendente facilidad cuando intentaban detenerla o interponerse en su camino hasta que, sin ser apenas retrasada llego al punto de anotación.

Fuertes gritos de vítores, especialmente de las mujeres se escucharon de entre la multitud, mientras los aldeanos, y también Kagome, iban a felicitar a la misteriosa nueva participante, Inuyasha se dio cuenta de reojo que su hermano, había abandonado su lugar de lectura bajo la palmera y estaba parado muy cerca de él mirando estupefacto a aquella jovencita, que ahora estaba siendo alzada en brazos por las personas.

- ¿Qué pasa Sesshomaru? ¿Te has quedado con el ojo cuadrado? – se burló de él pero Sesshomaru penas y le hizo caso.

- Rin… - escucho que murmuraba en voz baja, mientras sus ojos, tan dorados como los suyos propios, miraban a esa jovencita de la misma manera que él miraba a Kagome. Entonces lo recordó

- ¿rin? ¿La misma chica que te prendo en Inglaterra? – Inuyasha volvió a ver a aquella chica que ahora estaba siendo abrazada por su esposa, de hecho, cuando la miro bien se escandalizo.

- eres un pedófilo – soltó de pronto contra su hermano, lo que si alcanzo a llamar su atención.

- ¿Qué me dijiste? – pregunto de manera amenazante.

- que eres un asaltacunas, ¡por favor Sesshomaru es una niña! – indico señalando con la mano a Rin, a quien Kagome le sacaba fácilmente media cabeza de altura, y además sus rasgos eran aniñados.

- tiene veinticuatro – bufo casi despectivo Sesshomaru.

- veinticuatro, ¡pero pulgadas de alto! – cortando los insultos de su hermano con un coscorrón, Sesshomaru volvió su atención a la joven que hablaba animadamente con su cuñada, no sabía que estaba haciendo ella ahí, pero no iba a dejarla ir ahora que había vuelto a encontrarla, seria así o dejaría de llamarse Sesshomaru Taisho…

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