MIRAME

Capítulo 1

-¿Estais lista, mi reina?- pregunto William. Se hallaban el uno junto al otro, con lo hombros casi rosándose. Él agarro su mano y apretó con suavidad.

Ella lo miro de reojo y sonrió, sabiendo que resultaría más sencillo si sintiera por él lo que todo el reino esperaba. Adoraba a aquel joven, el líder, el hijo del duque Hammond. Pero en su mente seguía siendo el muchacho con el que había crecido, el que se había burlado de ella en el manzano. Era William, para siempre su buen amigo.

EL duque Hammond coloco la corono sobre la cabeza de Blancanieves. Los rubíes y zafiros la hacían más pesada de lo que había imaginado. Anna y Lily estaban en la segunda fila aplaudiendo con las manos en alto, la estancia se llenó con una ovación.

Sin embargo, de todos los rostros, ahora familiares, del gras salón, Blancanieves seguía regresando a uno. El cazador se hallaba de pie junto a la entrada trasera. Vestía un atuendo similar al que llevaba el día que se conocieron, pero con la camisa de hilo perfectamente planchada y los pantalones sin manchas de grog, y tenía la enmarañada cabellera sujeta detrás de las orejas. Sino le conociera bien, había asegurado que era atractivo.

El cazador le había dicho que se marchaba, que no había lugar para él en el castillo, entre la realiza, la realeza -siempre pronunciaba aquella palabra con desdén-. No se podía discutir con el cuándo se ponía de aquel modo, ni tampoco decirle lo que debía haber y porque. Tal vez fuera su reino, pero Eric seguía viviendo según sus propias reglas. Y cuanto más le conocía, más se preguntaba si alguna vez olvidaría su principal norma ¿Estaría siempre solo?

El cazador se llevó la mano a la frente, inclino la cabeza y se marchó. Ella contemplo mientras se alejaba. Había visto caer un reino y morir a demasiados hombres. Las explosiones y el fuego le habían rodeado. Se había enfrentado a la muerte y había regresado ¿Por qué entonces, sentía aquella pena, aquella enorme tristeza que le llenaban los ojos de lágrimas? Era solo un hombre.

Blancanieves se sintió aliviada cuando rompieron el silencio de la catedral, Beith grito:

¡Larga vida a la reina!

Los demás se unieron y sus voces se alzaron alrededor de ella.

Ya no estaba sola, Blancanieves se volvió y se encontró en la primera fila con el cabello castaño y los ojos luminosos de William. Él sonrió y le inclino la cabeza.

¡Larga vida a la reina!

Eric estaba decidido a hablar con Blancanieves, nunca había tenido esta necesidad de hablarle, pero debía hacerlo, especialmente porque a partir de hoy ella seria reina y probablemente nunca volverían a hablar, hace un par de días ellos podían hablar de lo que sea sin necesidad de cuidar si alguien los escuchaba o no, pero ahora tendría que un reino que gobernar, habrá cientos de personas tras ella, cuidándola, nunca estaría sola otra vez, tendría miles de ojos y oídos al rededor vigilando cada cosa que pueda decir o hacer, así que era ahora o nunca, le diría la decisión que tomo: -¡me quedare hasta el día que ella me diga lo contrario, ella me salvo del infierno en que yo estaba, le debo mi vida: la protegeré hasta mi muerte!- se descuidó con su esposa y la mataron, abandono a Blancanieves una vez y casi la capturan y cuando se descuidó un segundo la reina la había matado, no pasaría de nuevo, no la abandonaría otra vez. Cada vez iba acelerando más y más su caminar, casi al punto de correr por ese enorme pasillo que a él le pareció no tener fin, y la ceremonia de coronación estaba a punto de comenzar, conocía a esa niña mejor que a nadie, sabía que estaría nerviosa, así que una vez que llego a la habitación decidió no tocar la puerta sino abrirla con la mayor cautela y silencio posible. Cuando la abrió solo asomo la cabeza y parte de sus hombros y la vio… tan hermosa como siempre, estaba de espaldas a él, ella frente a una segunda puerta que había en la habitación, el cazador supuso que era la puerta que daba a él gran salón.

Se quedó admirándola por unos segundos, no había notado que tan larga era su cabellera, negra como la noche y ondulada, siempre la había visto despeinada, mojada, y con el cabello sucio, pero ahora no, ahora era perfecto, tan natural y hermoso, bajo la mirada lentamente por su cabello, se ruborizó al llegar a la parte baja de la espalda, admirando aquellas curvas que resaltaban con ese vestido guinda con adornos dorados, se veía tan diferente con vestido, la había visto con uno muy feo, sucio y desgastado, cuando la conoció, incluso se atrevería a decir que no era de su talla, ya que ella estuvo encerrada por tanto tiempo y dudaba que la reina o Finn se preocupaban por la talla de la ropa de la princesa con forme crecía.

El cazador estuvo a punto de decir su nombre cuando se percató que no estaba sola, William estaba con ella.

-¿Qué hace este aquí?, Solos- pensó con cierta envidia el cazador, no comprendía completamente el porqué de ese sentimiento.

- ¿Esta lista, mi reina?- pregunto William y la tomo de mano

El cazador sintió una pequeña punzada, porque este sujeto se tomaba tantas confianzas, se le acelero el corazón al cazador del enojo causado por aquella acción de ese niño, pero así como se aceleró también se detuvo con la misma velocidad al ver que Blancanieves lo miro directamente a los ojos y le sonrió. Ahora todo estaba claro, cerró la puerta con el mismo silencio con la que la abrió, se dio la vuelta y camino por el mismo pasillo eterno, pero ahora con un andar más lento, casi automático, sin darse cuenta ya que se sumergió en lo que aquella vocecita le decía:

-Eres un estúpido, como llegaste a pensar que estarías junto a ella, ella ya tiene quien la cuida, el hijo de un duque, alguien con estatus, reputación, futuro…¿Quién eres tú?: un asesino, traidor, borracho, ni siquiera sabes dónde vas a dormir esta noche, ella es una princesa, una reina ahora – "Solo quería protegerla"- respondió Eric.

-¿Protegerla? Ahora ella tendrá a miles de solados protegiéndola, tiene al duque Hammond, tiene a William…

Esas últimas palabras dolieron más de lo que imagino. Sin darse cuenta había caminado hasta la entrada trasera de gran salón, alzó la mirada e inmediatamente se encontró con unos enormes ojos marrones, conocía esos ojos mejor de lo que creía. Blancanieves lo observaba desde su trono, tenía puesta una hermosa corona con diamantes y zafiros, se veía enorme en la pequeña cabeza de esa niña, tan pequeña pero tan valiente. Sabía que era ella, aquella niña a la que conoció en ese horrible bosque, nunca pensó que podía encontrarse con algo tan hermoso en un lugar como ese, en ese momento ella era una niña asustada, temblorosa, sucia, hermosa… pero ahora, aquella que estaba parada en ese trono frente a todo un pueblo era una mujer segura de sí misma, su postura, sus expresiones, su mirada… "lo vez ya no te necesita".

El cazador se llevó la mano hacia la frente, se inclinó y se fue, no volteo hacia atrás.

¡Larga vida a la reina!

La reina, "mi reina"- pensó.