Han pasado 84 años...
I'm Back! Disfruten el capitulo!
Ha pasado un mes desde el incidente con Kageyama, el pobre diablo ha estado confinado a su habitación en el pabellón médico, su cuerpo se ha quedado sin fuerzas, su mente ha sido vaciada de su voluntad, la poca calidez que queda en su corazón continúa huyendo de la frialdad que se ha esparcido por sus venas como un poderoso veneno aniquilando todo a su paso, poco a poco siente que sus miembros se descomponen, la herida en su estómago aun no sana, le duele, a tirones, mientras duerme, lo obliga a saltar de la cama al compás de sus pesadillas, en medio de gritos y sangre manchando su camisa.
Kageyama no ha logrado conciliar un buen sueño, duerme pequeñas siestas y se despierta sudando, sangrando y gritando por el dolor, por el miedo.
Al igual que sus pesadillas, Hinata se niega a dejarlo, continúa entrando de vez en vez a su cuarto a hurtadillas, creyendo que el sigue dormido, sin hacer mucho ruido, aguantando la respiración inconscientemente, hasta que Kageyama da signos de vida y entonces lo obliga a escapar al pasillo donde se queda viendo la puerta por horas, esperando un momento para colarse de nuevo, esa es su rutina a diario, ha sido echado a gritos en varias ocasiones, pero el sigue negándose a rendirse.
—Vamos a desayunar —le dice Yamaguchi levantándolo del suelo.
Hinata lo mira con los ojos vacíos, aún está dormido, el pobre pequeño ya no diferencia el día de la noche, el estar dormido o despierto, ya no anda dando brincos de alegría, ya no tiene energía.
Sin ánimos de negarse o de si quiera hablar, sigue al pecoso por el pasillo, siendo halado del brazo, moviéndose con dolorosa parsimonia, ya nadie come en la cafetería, todos huyen de la realidad, el policía anda rondando todos los días, mirándolos con desprecio y haciendo acusaciones que no resuelven nada pero que retrasan el regreso de la paz al edificio Karasuno.
Takeda ha concentrado todas sus energías en la recuperación de los chicos, cada día se pasea entre los tres edificios, ha estado haciendo progresos con Sugawara y los demás, pero los que aún quedan en Karasuno siguen detenidos en el tiempo, es frustrante, pero al igual que Hinata, él no se piensa rendir, luego de su reporte sobre la imprudencia del oficial de policía, logró reducir sus horarios en el hospital, también enviaron un compañero a vigilarlo, es una persona estoica y enorme, de mirada sombría, que habla apenas lo necesario, pero que ha sido de mucha ayuda para el director.
Tsukishima ha pedido pasar todas las noches en aislamiento, Yamaguchi se ha opuesto, pero Takeda lo aceptó, era la única forma en la que el rubio lograba estar tranquilo consigo mismo, ese día en la tarde, Ukai se dispuso a ver las grabaciones de la habitación donde este ha pasado las últimas noches.
Generalmente las revisa a diario, pero los últimos 6 días se acumularon, ya que ha estado ayudando a Takeda con las visitas a los otros edificios, tomó un largo suspiro y se estiró en la silla, le dolía la espalda y los brazos, así que ahora agradecía el poder sentarse un rato, buscó los archivos en el ordenador, los puso en línea y empezó a revisar las 144 horas de grabación que tenía pendientes por revisar, se saltaba rápidamente el día ya que Tsukishima dejaba la habitación temprano en la mañana, y regresaba después de la medicación, ya cuando era la hora de dormir, el primer día de esa semana transcurrió sin mucha novedad, la segunda noche Tsukishima se despertó en la madrugada, el monitor marcaba las 3:45 cuando el rubio se puso de pie, caminó despacio en círculos durante unos minutos en el estrecho espacio que quedaba entre la camilla y la pared acolchada, luego empezó a revisarse los brazos y las manos, Takeda decidió no ponerle la camisa de fuerza ya que para él era suficiente con cerrar la puerta con seguro, luego de un rato volvió a la cama y siguió durmiendo, la tercera noche transcurrió sin novedad, pero durante la cuarta noche Tsukishima demostró un comportamiento errático, nada en comparación con el chico que había estado entre esas cuatro paredes las últimas noches.
Ukai reviso las 6 horas de esa noche, en las que hubo actividad, dos veces, Tsukishima despertó agitado apenas una hora después de haber entrado, se tapaba lo oídos con ambas manos y abría la boca como si estuviera gritando, como si algún sonido demasiado fuerte estuviera estallando en su cabeza, las grabaciones no tenían sonido, solo eran imágenes, pero era imposible que algo como eso estuviera ocurriendo y nadie se hubiese percatado más que él, luego de un rato empezó a golpear las paredes acolchadas, primero con los puños y luego con todo su cuerpo, con cada golpe perdía energía para seguir arremetiendo contra las blancas paredes, luego de un rato de seguir así, se quedó tumbado en el suelo mirando hacia la cámara por un par de horas pero poco antes de que Yamaguchi le abriera la puerta, el rubio volvió a la cama y se recostó como lo había hecho las noches anteriores.
La quinta noche fue similar solo que esta vez simplemente el joven se subió a la cama y con toda su estatura se paró frente a la rejilla que contenía la cámara por seguridad y se quedó por dos horas completas mirando el lente fijamente, su mirada era perturbadora, sostenía una sonrisa que no le era propia, Ukai revisó las otras dos noches más, pero se detuvo antes de terminar, Takeda estaba afuera hablando por teléfono, el cuarto de las cámaras quedaba dentro de su oficina tras una falsa pared, así que decidió comentarle lo que estaba viendo antes de terminar de ver la última noche, habían pasado dos horas desde que se sentó a ver las grabaciones, ya estaba de noche, probablemente el rubio ya había entrado a su habitación habitual.
—¿Ittetsu? —lo llamó abriendo la puerta viéndolo en su sillón con el teléfono aun en la mejilla, Takeda le hizo una pequeña señal con la mano mientras seguía hablando con la otra persona a través del aparato.
Un par de minutos después Takeda entró al cuarto mientras el otro organizaba en el ordenador las grabaciones de los días en que Tsukishima se había comportado extraño.
—Esto te va a interesar —Ukai acomodó una silla a su lado dejándolo sentar.
—Tsukishima-kun verdad?
—Si
Revisaron las grabaciones juntos varias veces, Tsukishima presentaba un comportamiento errático ciertas noches, otras no, no había ningún patrón que Takeda pudiera descifrar superficialmente, se sobó el tabique de la nariz con los dedos recostándose en la silla, el reloj en su muñeca marcaban las 11 de la noche habían pasado un buen rato revisando las grabaciones, sus ojos empezaban a arder por la exposición prolongada a las pantallas en ese espacio oscuro, por ese momento sintió que su mente no lograba darle un espacio al caso del joven rubio, no lograba pensar en nada que pudiese hacer al respecto.
—Ya fue suficiente por hoy, vamos a descansar —el rubio se levantó de la silla sacándose los lentes que usaba para ese especifica tarea, se acercó al director abrazándole por los hombros.
—Gracias —susurro el director aceptando el gesto dejando que su mente se mantuviera en blanco de momento, y se dijo a si mismo que al despertar al otro día estaría más fresco para continuar.
Los dos volvieron a su habitación luego de revisar la seguridad del hospital, estaban cansados, era lo normal, pero gracias a eso Ukai olvido revisar la cinta de ese día, lo que estaba ocurriendo en ese momento dentro de la habitación de aislamiento asignada al rubio durante las últimas semanas.
Yamaguchi se sentía triste, cada día se volvía más oscuro que el anterior, no le agradaba no poder compartir lecho con Tsukishima cada noche, y podía ver lo alterado que estaba el rubio en el día, definitivamente nada andaba bien, ahora eran los únicos en el edificio, Hinata no se despegaba del cuarto de Kageyama y este jamás dejaba su cama, era aterrador ver como las conversaciones eran cada vez más cortas, el aire parecía no contener la misma cantidad de oxigeno que antes, la luz del sol ya no era tan brillante, la compañía del rubio ya no era cálida, Hinata ya no sonreía, el silencio ya no era reconfortante, esconderse ya no era suficiente, poco a poco perdían la vida aunque aún siguieran respirando.
Así que esa noche discutió con Tsukishima.
—Por favor déjame quedar contigo esta noche
—No lo entiendes… —El rubio soltó un largo suspiro entrando a su poco espaciosa habitación.
—Sí, no lo entiendo —Yamaguchi entró tras él, era muy pequeño adentro apenas cabían sus dos cuerpos de pie.
—¿Ve a dormir sí? Mañana temprano volveré contigo —Tsukishima no quería ser agresivo así que lo tomó por las mejillas hablándole suave.
—Lo siento, pero no puedo… —Yamaguchi no había terminado la frase cuando sus palabras se ahogaron en los labios del rubio que se estampó contra el en un beso lento y profundo.
Tsukishima sintió cosquillas en los dedos, su calor le era revitalizador, sintió el latido de su corazón acelerarse y por un momento también se permitió desear a su compañero, pasó sus manos por su cintura y lo apego a él con delicadeza, Yamaguchi vibró en euforia, por fin estaba recuperando un poco de todo lo que le unía al rubio.
En el fondo de su mente aún vivía el miedo, aunque quería ayudar a Tsukki le era imposible saber cuándo o como detener al alter ego que tomaba posesión de su cuerpo, era cruel y cínico, sádico y detestable, pero su peor miedo era que probablemente un día perdería la vida a manos de ese mounstro, que si lo consideraba bien era en parte creación suya.
Todo era tan complicado y surreal, como hubiese podido detener todo ello, apenas era un niño, un niño que tuvo que lidiar con demasiado apenas en sus primeros años de vida, era un asesino no era una blanca paloma él también tenía sus traumas sus dolores sus miedos, pero el calor del otro era más que suficiente para que el pudiera dejar todo eso atrás y tratar de salvarle sin importar si él se condenaba aún más.
El beso duró unos momentos, la carne suave y cálida del otro los reconfortaba, pero la usencia del aire se hizo presente, se separaron un poco uniendo sus frentes mientras se abrazaban.
—¿Cómo puedo convencerte? —Le preguntó Tsukishima con los ojos cerrados.
—No quiero que lo hagas
—No esta noche… Ta… Tadashi —Había pasado tiempo desde la última vez que el otro lo había llamado por su nombre, Yamaguchi sintió un ardor atrás de sus ojos que lo hizo cerrarlos con fuerza.
—Kei… —susurró mordiéndose los labios.
El abrazo duró un poco más, en silencio, unidos por esa confidencia que los tenía atados desde niños, eso que por obras del destino los etiquetaba como enfermos.
Rechazarlo no era tan fácil como parecía, Tsukishima también sentía esas mismas ganas de pasar las noches junto al él, pero le era imposible no ser consciente de lo que podía llegar a pasar, el último incidente en la habitación del pabellón medico lo tenía pasmado, aterrorizado de lo que era capaz de hacer sin siquiera darse cuenta, se prometía todos los días antes de irse a dormir, que no volvería a hacerlo, pero esa negación estaba resultando más perjudicial que benéfica, cada vez se sentía más inestable, menos el, así que entre más le temía, su yo real se debilitaba cada vez más.
Por momentos se quedaba viendo a la nada y se perdía en recuerdos o en pensamientos dejando su cuerpo a merced de la bestia que vivía dentro, si bien no había pasado nada como eso de nuevo, el simplemente no se tenía ni un poco de confianza, no podía perdonarse lastimar de nuevo a Yamaguchi, simplemente no podía.
—No quiero hacerte daño de nuevo, no sabes lo difícil que es esto… no sé cómo controlarlo.
—Pero no quiero que estés solo
—Yamaguchi por favor… te prometo que lo resolveré, pero hoy no.
—Kei... yo —La mirada de súplica de Yamaguchi era muy cruel para el rubio.
Pero para fortuna de Tsukishima y desdicha del resto, un ruido extraño y lejano llamó su atención.
—¿Que fue eso? —preguntó Yamaguchi asomando la cabeza fuera de la habitación.
—Espera —Tsukishima lo detuvo saliendo y poniéndose frente a él.
Lo que habían escuchado provenía de lejos, pero el edificio entero estaba tan sumido en el silencio que hasta el aleteo de una mosca era fácil de escuchar, los dos estaban desorientados, realmente no ubicaron bien a donde ir a investigar, pero pudieron deducir fácilmente que había sido el golpe de algo probablemente contra la pared, Tsukishima rápidamente pensó en los únicos posibles responsables, no había nadie más en el edificio que ellos Hinata y Kageyama, también podría ser Takeda pero el rubio tuvo un mal presentimiento que se enfocó más en el par de tarados.
Yamaguchi prácticamente le leyó la mente al ver su cara de preocupación, temiendo por su amigo lo tomó de la mano y juntos salieron corriendo hacia el pabellón médico, ya en el pasillo sus temores se hicieron realidad tomando la forma de un estruendoso grito gutural que recorrió el pasillo hasta ellos inyectándoles angustia en las venas.
Unos minutos antes Hinata estaba desesperado por entrar a la habitación, escuchaba a Kageyama toser del otro lado, pero la impotencia le era más fuerte, pensó que sería mejor correr por Takeda-san pero su cuerpo le impedía irse y dejarlo solo.
Era una estupidez, porque Kageyama le demostraba cada día que no necesitaba de su presencia, pero aun así el pequeño era débil y tenía mucho amor trabándosele en la garganta que el otro no quería recibir. Por muy estúpido que fuese el ya no podía imaginarse una vida que no incluyera al desquiciado del otro lado de la puerta.
Así que armándose de valor entró lentamente.
—¿Es… estas bien? —La voz se le cortó y le sonó raposa, Kageyama no pudo contestarle, ni voltear a verlo, estaba atacado tosiendo con fuerza, tanto que ya le ardía la garganta.
—Kageyama… —La preocupación fue más fuerte que el miedo, el pequeño se acercó rápidamente, el pobre diablo estaba prácticamente cayéndose de la cama, se trataba de sostener la boca con las manos, pero solo empeoraba el ahogamiento que sentía, Hinata rápidamente le tomó los brazos, los alejó de su rostro y lo ayudó a reincorporarse en la cama dándole suaves masajes en la espalda, la tos se fue calmando poco a poco, pero había hecho tanto esfuerzo que había sangre en sus manos y manchando su barbilla.
Sin decir nada Hinata tomó unas toallitas húmedas del botiquín de la habitación y lo ayudó a limpiarse, su corazón estaba lleno de alegría, palpitaba lleno de emoción, así que suavemente y con nervios, tomó sus manos entre las suyas y empezó a limpiarlo, sintió todo su cuerpo temblar, casi como si nunca lo hubiese tocado antes, y Kageyama no estaba apartándolo, ni gritándole, ni viéndolo con odio, por primera vez, en lo que él sentía había sido una eternidad, pudo tener un momento con Kageyama aunque este aún no había pronunciado palabra, que muy seguramente ni podía.
Pero Hinata era incapaz de levantar la mirada, se mantuvo cabizbajo mientras terminó de limpiarlo, desechó las toallitas sucias a la basura y casi que por instinto intentó meterse a la cama con él, se detuvo gélido al entender lo que intentaba hacer, asustado porque pensó que había arruinado todo, dio dos pasos lejos de la cama con la mirada clavada en la puerta, por si tenía que huir.
—¿Quieres algo de beber… o comer? —Hinata hablo tan bajito como pudo, estaba terriblemente nervioso por hacer algo que perturbara el momento.
—Si… —susurro Kageyama con la voz rasposa y más grave de lo normal, El pequeño sintió un fuerte estremecimiento por todo su cuerpo, hace mucho tiempo Kageyama no se dirigía a él para algo que no fuese gritarle, o despreciarlo.
Su corazón era tan noble que no tuvo que hacer esfuerzo alguno para sentirse feliz solo por esas dos palabras, rápido saltó fuera de la habitación y corrió por comida a la cafetería, sabía dónde encontrar las cosas que más le gustaban al pelinegro, así que rápidamente armó una bandeja decente de comida con lo que pudo y regresó a la habitación.
Kageyama seguía recostado donde lo había dejado, pero estaba viendo hacia la ventana, las cortinas estaban cerradas así que Hinata se acercó y las abrió para que el otro pudiera ver hacia el patio.
—¿Porque sigues aquí? —Preguntó el otro mientras Hinata aún estaba de espaldas con la cortina en la mano.
—Hinata —le llamó Kageyama ya que el otro no respondía.
—Lo siento, pero te hice una promesa —La voz de Hinata sonaba temblorosa, Kageyama guardó silencio desviando la mirada.
—Tú me pediste que me quedara a tu lado, aun si te rompías, y yo acepte. —Kageyama gruñó entre dientes cansado.
—No había mucho en la cafetería… pero… —Hinata trató de cambiar de tema, tomó la bandeja y la acomodó frente a él.
Kageyama miró la bandeja, tomó la gelatina y empezó a comer. Hinata se sentó de espaldas a él y mientras lo dejaba comer veía por la ventana, ya estaba muy oscuro afuera, los edificios no tenían iluminación externa más que las del alumbrado de las calles, justo frente al pabellón medico estaban las canchas, la de voleyball estaba un poco más adelante, pero Hinata vio a lo lejos la malla, los postes, y un balón olvidado a mitad de la cancha.
—¿Recuerdas los primeros días en el club?, nos la pasábamos discutiendo, pero era muy divertido entrenar contigo. —Kageyama no pudo seguir comiendo, dejó caer los brazos sobre la bandeja y miró hacia Hinata, aun no ganaba peso, estaba más delgado que antes, su cabello se veía seco, no era ese naranja lleno de vida que siempre lo había caracterizado, pero pensar en ello solo lograba que se sintiera culpable de nuevo.
—No es lo mismo —susurró Kageyama aun con la voz afectada.
—Sí, claro que no lo es, en ese momento aún no sabía lo mucho que me importabas, ni cuán indispensable me iba a volver para ti.
—Ya no es necesario que lo seas
—Te equivocas
—Hinata
—Te equivocas… no importa cuánto tiempo me sigas rechazando aquí seguiré, hasta que te canses de no querer abrazarme, hasta que un día seas tú el que tenga que buscarme —La voz de Hinata sonó clara y concisa, casi como un reclamo.
—Eso no va a pasar, Lo que yo quiero ya no importa
—Lo que yo quiero sí importa, tanto como lo que tú quieres— Hinata aún no se atrevía a verlo a la cara y Kageyama empezaba a impacientarse, necesitaba convencerlo a como diera lugar, Hinata necesitaba irse y hacer una buena vida afuera, lejos de él.
—Porque lo que intentas hacer no te va a dar paz, ni te va a hacer feliz. Ni a ti, ni a mí, nos va a hacer bien estar lejos ¿Por qué te es tan difícil aceptarlo?
—Porque ya no puedo controlarlo
—Si puedes, aún podemos…
—No es así… ya… lo que sentía por ti no es suficiente para calmarme —Hinata aún no había terminado de hablar cuando Kageyama lo interrumpió.
Por unos momentos el silencio reinó entre las cuatro paredes, Hinata sentía como poco a poco la felicidad que había sentido momentos antes empezaba a desvanecerse, a salírsele del cuerpo aun cuando él imploraba porque durara un poco más.
En ese momento mientras el dolor volvía a ocupar su debilitado cuerpo, se dijo a si mismo que nada volvería a ser como antes, que era muy ingenuo, que no podía cambiar nada, que él no era suficiente, y la tristeza se acumuló en su pecho y el nudo que llevaba tejiéndose con el amor que Kageyama ya no quería recibir empezó a empujar por su garganta queriendo salir.
—Entonces… no tiene sentido que siga aquí
—Así es —Kageyama pensó que estaba logrando convencerlo, pero, así como empezaba a sentir algo de alivio también empezaba a hacerle mella la tristeza.
—En el momento en que te internaron dejé de ir a la escuela, tampoco regresé al club, ya no vivo con mi familia, hace mucho tiempo no las veo, me mudé a un pequeño piso cerca de aquí, había estado trabajando en las noches para poder venir a verte cada día, pero no regresé, no di una explicación a nadie, tengo 18 años y no me he graduado de preparatoria y aun me falta un año y medio, hace más de 6 meses que no hago más que venir aquí, Takeda-san es amable y aquí puedo comer, aquí puedo vivir… contigo, ayudándote a tener algo de alegría…
—Ya basta Hinata… —Kageyama ya se imaginaba todas las cosas que el pequeño le estaba confesando, pero nunca las había escuchado de él, ni tenia certeza de ellas, en el fondo siempre rogó que no fuesen reales.
—Déjame terminar
—No, ¡ya basta! —Kageyama empezó a alzar la voz
—Te equivocas si crees que diciéndome que ya no sientes nada por mi lograras alejarme, porque no es así, allá afuera ya no tengo nada, aquí construí mi vida, ¡fue decisión mía, no tuya! —Hinata también empezó a levantar su voz, por primera vez estaba siendo honesto e intentaba ser cruel, intentaba poner sus propios deseos por encima de los de Kageyama, creyendo que quizá eso era lo que hacía falta para hacerlo entrar en razón.
—No puedo… tienes que alejarte
—No lo hare
—Si lo harás
—Te estoy diciendo que no —Kageyama intentó levantarse de la cama, pero la herida en su vientre se retorció enviando una corriente de dolor que le hostigó todo el cuerpo. El pobre se dobló en dos gruñendo, inmediatamente Hinata se fue hacia el preocupado.
—¿Estas bien? Tobio…—la voz se le apago al decir su nombre, Kageyama sintió sus mejillas calientes, Hinata era su debilidad por encima de todo y de todos, incluso de él mismo, había pasado tanto tiempo desde que había escuchado su nombre salir de esos labios que su corazón crujió en agonía.
—no puedo... no puedo —Kageyama empezó a murmurar desesperado, el dolor en su pecho era más fuerte que el que provenía de la herida.
—Tranquilo… aquí estoy —Hinata asustado también lo tomó entro sus brazos apretándolo contra su cuerpo tratando de calmarlo.
Kageyama siguió murmurando cada vez más alto cada vez más rápido hasta que las lágrimas se abrieron paso arrancándole un grito gutural y áspero que se escuchó por todo el edificio, Hinata se estremeció, todo su cuerpo empezó a temblar y aunque su instinto le pedía alejarse, el pequeño solo se apretó más contra Kageyama.
—Déjame morir recordando como éramos antes… déjame ir ahora, no me hagas herirte más… por favor Hinata déjame morir —Entre lágrimas y gritos, con la voz ronca y entrecortada Kageyama empezó a rogarle a Hinata atrapando al pequeño en un fuerte abrazo.
—Déjame ir cuando aún puedes quererme…
Kageyama era un cuerpo lleno de debilidades y tristeza, por fuera era un tempano de hielo lleno de furia, y Hinata podía escarbar sin reparo dentro de él hasta sacarle todo lo que en realidad era, pero esta vez era doloroso, demasiado triste verlo como se quebraba entre sus brazos, como le pedía dejarlo morir.
—Tsukki …—Susurró Yamaguchi afuera de la habitación, los dos habían llegado rápido hasta el lugar, pero justo antes de entrar empezaron a escuchar los lamentos de Kageyama, que gritaba y lloraba, Tsukishima sentía la tristeza circular a su alrededor en el ambiente, el pasillo estaba en penumbras y en el interior de sus cuerpos la poca luz que quedaba, titilaba a punto de morir.
El rubio seguía viendo por el pasillo, Yamaguchi lo miraba con los ojos aguados, Tsukishima solo pudo negar con la cabeza y tomarlo de la mano llevándolo hasta las sillas contra la pared.
—Esperemos un poco— susurró apretando su mano mientras montaban guardia afuera de la habitación.
Hinata no lograba hablar, su voz por algún motivo había desaparecido, las lágrimas seguían saliendo a raudales mojando el hombro de Kageyama.
—Shouyo… —el llanto cortaba la voz de Kageyama, sentía dolor en cada célula de su cuerpo y Hinata aún no era capaz de pronunciar palabra.
Armándose del poco valor que le quedaba, de la poca felicidad que aun emanaban sus últimos recuerdos, de todo el amor que ahora se le escapaba por los ojos, dejando que su mente se llenara de todas aquellas veces en que su corazón se iluminó de felicidad y alegría gracias al pelinegro, tomo una bocarada de aire y se alejó un poco de Kageyama, lo tomó de las mejillas mirándolo a los ojos, el azul en ellos brillaba por la lágrimas, pero seguían mirándolo con agonía, exigiéndole libertad, pero no le era posible dársela.
—¿Eso es lo que quieres?... ¿morir? — susurró tratando de sobreponerse a tanta tragedia.
Kageyama no logró contestarle nada, solo pudo morderse los labios desviando la mirada, como podía decirle que a esos ojos que estaba cansado de vivir, cuando ese pequeño ser entre sus brazos era la única razón por la que llevaba todo ese tiempo aguantado tanto.
Hinata lo acercó lentamente dejándole saber sus intenciones, esperando que el otro se negara, pero no le fue posible, sus labios se unieron paladeando el sabor salado de sus lágrimas, el contacto fue cálido y rugoso, seco, pero ambos sintieron todo su cuerpo llenarse calor, esa calidez que los había abandonado desde que Kageyama decidió rendirse.
En ese momento Hinata tomó una decisión.
—Entonces llévame contigo —susurró el pequeño.