Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto.
Summary: La bestia la atrapó, la besó, y luego la liberó. Pero en el proceso, ambos quedaron marcados. /—Yo no miento –dijo la muchacha. —Lo sé, por eso nunca te dejaré ir. Porque tú eres mi única verdad. / KisaHina.
Notas: Les traigo el cierre de este raro fic que protagonizan Kisame y Hinata. Les doy las gracias por leer y apoyar esta historia con sus siempre lindos comentarios. La imagen de la portada no es mía, la ha hecho Diana Marcela-Akemi, la pueden encontrar completa en mi Facebook.
ADVERTENCIAS: Este capítulo puede resultar incómodo por sus escenas. Intento de aborto, muerte de un personaje. Si continúan leyendo es bajo su responsabilidad.
Muchas gracias a las personas que se han tomado la molestia de dejarme un bonito comentario. Los leo todos y me encantan todos. En verdad se los agradezco MUCHO :)
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Les dejo con el final.
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Un mundo sin mentiras
Capítulo 5: La bestia vive en mí
Desorientada. Lejos de él y su sangre.
Con la mente hecha nudos, Hinata caminó a través del bosque. El cielo estaba aclarándose, tenía una molesta luz blanca que lastimaba los ojos de cualquiera. Llegó al campamento ninja con pasos lentos y un poco descoordinados, con la mirada perdida. Neji corrió tan solo verla.
―Hinata-sama, prepárese. En diez minutos salimos al campo de batalla –Le anunció con el ceño fruncido. Parecía preocupado pero no mostró estar al tanto de su desaparición nocturna. De hecho, nadie se había enterado. Todos realizaban sus tareas con normalidad. Su primo estaba ocupado y se alejó de ella.
La joven los observó dolida. Algún descuidado pasó por su lado y la empujó del hombro. Hinata se sintió un objeto inanimado y sin importancia. Algo que sobraba, algo superfluo.
"No me queda mucho tiempo", repetía Kisame la noche anterior. Ahora comprendía el significado de aquellas palabras. Pero se había tratado de un clon, o eso creía ella. De ser así, ¿por qué había salido sangre del cuerpo? Hinata se abrazó a sí misma en un intento de reconfortarse. Tenía que olvidar. Había en frente de ella una guerra qué ganar.
―¿Hinata? –Entre el barullo, Kiba se detuvo para observarla con una ceja enarcada –. ¿Qué estás haciendo ahí parada? Toma tus armas.
La pobre niña lo miró con sus ojos vacíos y se obligó a asentir con la cabeza lo más firme que pudo. Fue al lugar donde había dejado sus pertenencias y tomó su kit de armas ninja, amarrándolo en su pierna. Parecía un ser autómata, sin vida. Pero sabía qué hacer.
"¡Tienes que hacerlo, tienes que hacerlo!" se gritó en su fuero interno, "¡Vamos, tonta, toma tus armas y ve!".
Las dudas no dejaban de taladrarle el cerebro. ¿Estaba realmente muerto? Su clon había explotado en sangre. ¿Eso significaba que el cuerpo original estaba mal? Intentó rememorar las clases de academia con Iruka-sensei. Nada le vino a la mente.
Escuchó a los shinobis alzar sus gritos de guerra. Todos corrieron hacia un punto determinado. Hinata fue la última en salir del campamento y correr con ellos.
Qué difícil sería pelear en esa guerra con toda su fuerza sin saber si Kisame estaba vivo o no.
Pero ella se transformó en lo que realmente era, una kunoichi de Konoha, además había una guerra que ganar. Dar pasos inseguros no era opción. Hinata frunció el ceño y corrió más rápido y más rápido, como si al hacerlo se alejara considerablemente de sus recuerdos azules.
o
La cuarta guerra shinobi había terminado. Dos días y dos noches fue la duración de la misma. Dos días y dos noches con el corazón dividido entre la muerte repentina de su primo Neji, la victoria de Naruto y la maldita incertidumbre de no saber si Kisame seguía vivo o no.
La tensión le tenía la espalda encorvada, doliéndole fuertemente. Hinata tenía miedo de escuchar tantos nombres de personas muertas. En el recinto especial donde se encontraban los ninjas sobrevivientes de la guerra, la voz de Tsunade anunciaba a los héroes caídos en batalla, entre ellos Nara Shikaku, Akimichi Choza y Yamanaka Inoichi. A su lado, Ino se soltó a llorar amargamente y Hinata le pasó un brazo por los hombros. Después siguió escuchar el nombre de Hyuga Neji. La peliazul se mordió el labio para aguantar el llanto pero no logró contener algunas lágrimas. Estaba sola. Su familia no había querido asistir.
No le gustaba estar en esa reunión donde el consejo de Konoha estaba enlistando a sus muertos. Las personas lloraban y lo único que se respiraba era la sal de las lágrimas. Los sollozos y gemidos de dolor no paraban de escucharse cada segundo. Hinata quería salir de ahí, pero sabía que luego de mencionar a los héroes caídos seguía la lista de los criminales eliminados. Quería estar presente y estar segura.
Cuando se terminó la lista de los héroes de Konoha, la mitad de los presentes se fueron, y otros muchos se retiraron minutos después. Tsunade, con su voz fuerte, seguía leyendo tranquilamente.
Kinkaku
Ginkaku
―¿No te vas? –le preguntó Ino, separándose de ella. Se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano mientras observaba a su amiga, expectante.
Zabuza Momochi
Haku
―M… me voy a q-quedar hasta el final.
Salamandra Hanzo
―¿Por qué? –Pareció reclamarle con la mirada, no la comprendía. ¿Por qué quedarse a escuchar los nombres de esos asesinos? Ino no lograba comprenderlo.
―Por qué… ―Intentó explicarle.
Hoshigaki Kisame
El nombre de él hizo eco en su cabeza.
Hinata se llevó ambas manos a la boca para silenciarse violentamente, su rostro se crispó y se quedó paralizada. Se agachó ligeramente y sin saberlo sus ojos liberaron un montón de lágrimas. Estaba confirmado. Kisame estaba muerto. ¡Muerto! El muy cabrón sí había enviado un clon hacia ella, pero ahora sabía con certeza que su original había fallecido en batalla. ¡Kisame muerto! Hinata no podía procesarlo tan fácilmente. Siempre admiró la fuerza y entereza de Kisame, parecía un ser invencible, poderoso. Ahora estaba muerto.
―¿Hinata? –Ino no comprendía lo que le pasaba así que solo se acercó a ella y le brindó el mismo gesto que Hinata le había dado minutos atrás –. Deberíamos salir de aquí. El ambiente ya es demasiado malo. Vamos a que nos dé el sol –La instó.
Hinata se levantó con lentitud. Con los dedos se intentó limpiar las lágrimas y conseguir salir de las filas de sillas abarrotadas. Cuando caminaban por un pasillo se hallaron que Shikamaru era de los pocos que seguía sentado, escuchando con atención y seriedad.
―¿Vas a quedarte aquí? –preguntó Ino a su compañero. El pelinegro solo se encogió de hombros y siguió escuchando. Ino siguió caminando mientras abrazaba a Hinata de lado. Juntas salieron del recinto y el calor del sol les vino bien. Ino suspiró largamente –. Ser huérfana apesta –Finalmente expresó aquella oración que desde hace mucho tiempo quería decir. ¡Sí! ¡Odiaba ser huérfana! Su madre había muerto joven y su padre en la cuarta guerra. No tenía más familia. Había unos cuantos Yamanaka's vivos pero ella no era muy cercana a sus parientes. Estaba sola ahora.
Se sintió mal por Ino, a quien ya no le quedaba ningún familiar. "Pudo haber estado peor, me pudo pasar a mí también… quedarme sin familia", pensó Hinata. Sin Hiashi o sin Hanabi, sin los dos, incluso sin ella misma. Pero ahí estaba, poniendo un pie delante de otro, sobreviviendo. Decidió dejar de llorar.
―Lo siento, Ino –Le dijo con la voz llorosa.
―Está bien –Caminaba con calma y miraba hacia el frente con esperanza –. Creo que todos estaremos bien. Tenemos que estarlo, somos ninjas. ¿Tú también lo crees, Hinata? –Volteó a verla.
La Hyuga sonrió de medio lado temblorosamente.
―S… sí. Somos ninjas.
Hinata sintió una carga que abrazaba su corazón débil.
o
Meses después…
Abrió la taza del váter y vomitó copiosamente. Bajó la palanca y después se puso en pie. En el espejo del lavabo vio a una chica ojerosa por algunos largos minutos, intentando descubrir la razón de su palidez y su reciente asco hacia las comidas. Si se quedaba viéndose por el espejo se mareaba y le daban náuseas. Se lavó los dientes con dentífrico. Salió del baño y se detuvo un momento en mitad de su habitación, observando la ventana. Se imaginó a Kisame sentado allí, en el alféizar, mirándola pasivamente. Tal vez le estaría sonriendo, mostrándole sus filosos dientes puntiagudos.
―Yo… Hinata –Parecía saludarla.
Suspiró cansada.
Hinata se acercó frente al peinador blanco. En el espejo grande comprobó que las pequeñas notas seguían atoradas en una esquina. Tomó una, la primera que recibió, leyéndola con parsimonia. Instintivamente se tocó el abdomen con suavidad, preocupada. No quería pensar en ello… pero presentaba todos los signos de una persona embarazada. No era tonta, sabía lo que había hecho con Kisame.
Se mordió el labio con nerviosismo y dejó la nota en su lugar. ¿Y si en verdad estaba embarazada? ¿Cómo podría ser eso posible? Había estado con Kisame, sí, pero con un clon de él, no con el verdadero.
o
La cegadora luz blanca del cuarto de hospital lastimaba sus ojos. Olió un aroma a cloro que le revolvió el estómago en seguida, pero se concentró en no vomitar. Observó que había una figura delante de ella, pero no podía enfocarla claramente.
―¿Te sientes bien, Hinata? –Reconoció la voz de Shizune cerca de ella.
―¿Eh? Sí –Confirmó en voz baja mientras se sentaba en la cama blanda sin ver a la doctora. Shizune la notó un poco apagada –. ¿Qué dice… el análisis? –Apretaba sus manos y sus dedos. Miraba hacia el suelo blanco del hospital.
Shizune se quedó un momento sin responder, intentando comprender lo que pasaba. Despegó la vista de Hinata y observó la tablilla metálica donde había un par de hojas.
―Estás baja en peso –El tono de Shizune se escuchaba tenso. Hinata intuyó que algo andaba mal. Enfocó a su interlocutora y comprobó que estaba intranquila –. Hinata, ¿tienes idea de qué es lo que te pasa? –sus ojos la miraron con profundidad.
―No –negó, confundida.
―¿Con quién has dormido, cariño?
La Hyuga creyó haber escuchado mal. Shizune volvió a preguntarle pacientemente.
―¿Qué? No –Negó con la cabeza –. Con nadie –De repente empezó a sentirse nerviosa y expuesta, bajó la mirada con incomodidad y accidentalmente empezó a jugar con los dedos de sus manos.
―Estás embarazada –informó en un susurro audible para Hinata quien la vio como si le hablara en otro idioma ―. Tienes tres meses –agregó.
Hinata abrió grandes los ojos y miró sus manos que lentamente se convertían en puños.
―N-no, yo no puedo e-estar embarazada –Empezó a negar con la cabeza, sus manos temblaban notablemente, incluso su voz – ¡Que hagan otros estudios! –exigió al último con un grito de desesperación, mirando a la mujer con molestia.
―Hinata, sé honesta…
―¡Y-yo no me acosté c-con nadie! –Empezó a llorar angustiada. Deshizo sus puños y llevó sus manos a sus oídos para taparlos y así alejarse de todo, del mundo, del dictamen que le decía que inevitablemente Kisame había dejado una semilla en ella.
Shizune se sintió triste. Obviamente Hinata mentía.
La peliazul saltó de la camilla y se calzó sus sandalias, pasando por un lado de ella sin decirle nada. Se metió al baño del hospital, encerrándose en un cubículo. No podía dejar de temblar. Estaba embarazada, no sabía cómo pero lo estaba. Había vida dentro de su vientre.
Y ella no quería eso.
Hinata estaba segura que la desterrarían de su clan en el momento que supieran la noticia. Podría llegar a ocultarlo algunas semanas más pero, inevitablemente su vientre iba a crecer de un modo que sería imposible ocultarlo. Sentada sobre la taza del baño se abrazó a sí misma, sintiéndose pequeña y frágil, y tonta. Tenía miedo de todo.
De repente volvía a ser la Hinata de seis años que no tenía ni un gramo de confianza en sí misma. Caía dentro de un abismo y nadie la detenía. Seguiría cayendo sola.
o
No había nada interesante en esa pared blanca, pero los ojos de Hinata no se despegaban de ese punto. Lo único que podía pensar era que iba a tener un hijo de un criminal. Entre sus manos había un kunai que sujetaba con fuerza. No sabía cómo hacerlo, solo que tenía qué hacerlo. Por su clan, por su honor, por Konoha.
A lo lejos pudo escuchar a Kisame replicando.
Ese día tampoco se dio valor para realizar sus imaginaciones.
o
―Dime la verdad –Le exigió calmada, intentando no perder la paciencia ante el visible pequeño abultamiento en el estómago de su alumna. Solo ella, quien era mujer y madre, se había dado cuenta del cambio físico y mental en Hinata –. Si el clan se entera de esto, perderás tu derecho de herencia. ¿Qué-pasó? –Le exigió, siseando.
―N-no me a-acosté c-con n-nadie K-kurenai sensei, s-se lo j-juro –Abría los ojos de repente, miraba a su maestra un par de segundos y luego volvía a cerrarlos.
―Oh, ¿entonces te embarazó el aire? –Se puso las manos en la cadera.
Hinata la miró por un segundo más y luego se echó a llorar nuevamente.
―Es que no… no es posible… debe haber un error… era… era un clon –La peliazul parecía hablar consigo misma y Kurenai no le entendía.
―¿Un clon? ¿Qué quieres decir con eso? –Hinata no respondía –. ¡Hinata!
―Kisame –exclamó Hinata al mismo tiempo en que Kurenai le gritó.
―¿Qué? –susurró sorprendida. Tomó a Hinata por los hombros y la zarandeó un poco brusco para que Hinata la viera –. ¿Kisame? ¿Hoshigaki Kisame?
Hinata volteó a ver a su maestra lentamente y le clavó los ojos.
―V-voy a tener un hijo de K-Kisame –le dijo asustada, con el rostro crispado lleno de lágrimas, temblando.
Un bebé de Hoshigaki Kisame.
o
Sentía la rabia recorrerla profundamente al pensar en su alumna mancillada. Como si no fuera suficiente que ella tuviera que criar a Mirai sola, también se incluía a Hinata como madre soltera.
Kurenai no podía creerlo. No se explicaba cómo se dio el encuentro, pero había que estar demente para enviar a un clon con Hinata y quitarle su inocencia. Su pobre alumna apenas tenía 17 años, era una niña. Siempre había confiado plenamente en ella. Jamás creyó que un día tendría que asistirla en un embarazo. Kurenai apenas tenía a Mirai con medio año. No sabía cómo podría encargarse también de Hinata, porque resultaba bastante obvio que si el antiquísimo consejo del clan Hyuga se enteraba de eso lo único que haría iba ser echar a Hinata del clan por impura.
Ahora, sentada en la oficina de Shizune, intentaba razonar cómo un clon había dejado embarazada a su alumna.
―¿Cómo es posible que se haya quedado embarazada de un clon? –Kurenai no le encontraba lógica.
―Los clones tienen una esencia de su original, por eso se llaman clones –Le explicaba Shizune – Comparten el mismo físico, la misma fuerza, las mismas habilidades, sus composiciones son idénticas. La posibilidad de que un clon sea fértil es bastante alta. ¿A quién pertenece el clon que estuvo con Hinata-chan, Kurenai? –inquirió la mujer castaña.
―No lo conoces. Se enamoró de un idiota en la guerra al que no volvió a ver más –simplificó, fría y cerrada –Gracias por tu ayuda, Shizune. Te pido que mantengas esto en secreto. Yo me encargaré personalmente de Hinata.
―Pero…
―Por favor –Volteó a verla, suplicante.
Shizune se rindió.
―De acuerdo. Seré una tumba.
o
Muy temprano había dejado a la pequeña Mirai encargada con su primo Konohamaru. La mujer del genjutsu caminó lo más relajada que pudo por los pasillos de la mansión Hyuga. Hiashi le iba platicando algunas cosas de tema general mientras la guiaba a la sala de estar donde Hinata estaría dentro de poco. El patriarca le abrió la puerta amablemente y Kurenai le agradeció con una sonrisa y la dejó sola. Poco después llegó Hinata, abriendo la puerta sin delicadeza. Parecía calmada pero nada más estando a solas con su maestra se despojó de la máscara de frialdad Hyuga e inmediatamente Hinata se llenó de preocupaciones, nerviosismo y en especial su nuevo tic. Había empezado a rascarse detrás del cuello compulsivamente, justo ahí para que el cabello le cubriera esa zona.
―Deja de rascarte –la regañó Kurenai –Vas a dejarte la piel en carne viva.
―Lo siento –se sentó al lado de su visitante.
―¿Qué has pensado sobre tu situación?
―N… No he p-pensado en nada –se agarraba las manos con fuerza para no rascarse.
―Bien. Ya que no puedes hacerte cargo de ti misma, es mi deber preguntártelo –se tomó un momento para formular lo que iba a decir, bajó la mirada y vio su abdomen plano. Su pequeña Mirai ya no estaba dentro de ella. Había perdido a Asuma, pero Mirai estaba uniendo los pedazos quebrados de su corazón con su inocencia. Tenía una hija, una pequeña niña que dependía de ella. Kurenai levantó la vista y se encontró con una jovencita perturbada, frágil, sola. Sufría –Hinata, debo hacerte una pregunta –Si Hinata no se atrevía a decírselo por vergüenza o culpa, entonces ella se lo propondría, de lo contrario jamás se enteraría de los pensamientos de Hinata –Sé sincera, ¿quieres tener ese bebé… o prefieres sacarlo?
Hinata se horrorizó ante la idea. Se acarició la barriga instintivamente. Su redondez ya comenzaba a notarse lentamente y eso le quitaba el sueño. Si su padre la descubría quién sabe de lo que sería capaz de cometer. Pero era su hijo. De Kisame y ella. El pequeño feto era lo único que le quedaba para amarlo. Tenía miedo pero no por eso cometería una estupidez.
―Su corazón ya late. Si aborto… seré una… asesina –dijo al fin con voz firme.
―Nadie te culpará. Abusaron de ti –Le recordó Kurenai.
―Usted y yo sabemos que eso no es verdad –reclamó con el ceño levemente fruncido.
―Pero es lo que los altos mandos y tu clan saben. Estarías perdonada.
―Estaría perdonada p-por ellos. P-Pero yo n-no me perdonaría.
―¿Entonces…?
Hinata dejó un espacio de tiempo, tomó aire con sus pulmones y se serenó. Meditó sus palabras antes de decirlas. Quería escucharse segura.
―Voy a tener a este niño, K-Kurenai-sensei. Sé que estoy asustada… y que la mayoría del t-tiempo me la p-paso llorando pero… es mi responsabilidad –giró sus ojos hacia arriba para evitar las lágrimas que se arremolinaban desesperadas por salir.
―De acuerdo, cuentas con mi apoyo –le pasó un brazo por los hombros y la acercó para abrazarla –Tenemos que aplazar la verdad de tu embarazo. Si la sociedad se entera no creo que te dejarán tenerlo. Le pediré una misión especial a Tsunade-sama.
o
El objetivo era recuperar unos documentos de un viejo templo. El objetivo era ficticio y no se trataba de nada más que de dejar que el abdomen de Hinata se abultara en paz.
Tenía miedo. Se sentó en el escalón de madera, mirando el cielo nocturno. Los grillos entonaban sus canciones de forma distorsionada, las estrellas nadaban en el cielo, las luciérnagas brillaban a lo lejos y a veces cerca, el fresco aroma a bosque se introducía dulcemente por su nariz. A Hinata le gustaba esa casita que Kurenai había conseguido. Era pequeña y de grandes ventanas. Cerca de ahí se encontraba un estanque natural con ranas y plantas acuáticas. Le gustaba imaginarse que Kisame estaba ahí también, disfrutando de lo mismo que ella.
―Quiero nadar –Le diría él con una sonrisa, mostrando sus afilados dientes.
―Está bien –respondería ella y lo obedecería sin reparos – Vamos.
La joven sonrió de medio lado al imaginarse todo eso en su cabeza.
o
Se despertó de pronto por los rayos del sol entrando en la ventana. Hinata tenía flojera, no quería levantarse pero había cosas que hacer. Intentó despegarse del cómodo tatami cuando un brazo fuerte la detuvo por la cintura y ella sonrió, volviéndose a recostar.
―Tengo que hacer el desayuno –Le explicó.
―¿Tienes qué? Hinata, vivimos lejos de la civilización. No tienes qué hacer nada. Estamos en un mundo libre.
―Siempre hablando de tus mundos… un mundo sin mentiras, un mundo libre.
Escuchó la risa de Kisame y después había besos en su cuello blanco mientras la abrazaban por detrás. La mano de él se posaba sobre su barriga abultada y la acariciaba lentamente.
―Me gusta estar aquí, contigo y con mi hijo.
―A mí también, Kisame.
―¿Hinata? –La voz de Kurenai le hizo girar los ojos. Hinata estaba acostada de lado y mantenía una mirada perdida.
―Solo era un sueño, Kurenai-sensei –cerró los ojos. Su maestra se inclinó para arroparla bien y le acarició una mejilla. La castaña se fue de la habitación cuando escuchó que Mirai empezaba a llorar en el otro cuarto. Hinata volvió a quedarse sola y, como siempre, volvía a sumergirse en su mundo de imaginaciones donde Kisame le sonreía.
o
Hinata sintió que moría en ese preciso instante. Gritó como un alma torturada, gritó su sufrimiento, su llanto y su odio por ese cruel destino que la había alejado de Kisame. Ahora lo sabía. Después de engañarse por tanto tiempo finalmente lo aceptaba. Lo extrañaba tanto que dolía. Era un dolor profundo, como si se tratara de un kunai apretándose contra su corazón, cada vez más cerca, cada vez desangrándola peor.
―¡Ya falta poco, Hinata! –Kurenai la animaba.
Hinata no sabía si dejarse envolver por la oscuridad o quedarse para ver al hijo de Kisame. La joven puso lo que le quedaba de fuerzas para empujar una vez más, después de eso quedó sin una gota de fuerzas. Se sentía liviana y frágil. Sus ojos bailaban entre la realidad y la inconsciencia. No sabía si irse.
"Kisame", pensó, "…llévame contigo".
Cuando escuchó el llanto de un bebé, Hinata se aferró a la realidad como una guerrera. Quería quedarse con su hijo y conocerlo.
o
Hinata estaba temblando nerviosamente, se mordía las uñas con ganas de devorarse hasta la cutícula. Su hijo estaba a un lado de ella, dormido. Era tan pequeño y frágil. Tenía sus ojitos cerrados. Los pequeños puñitos estaban juntos sobre su pecho. La piel era tan azul como la del padre. Sin embargo, no poseía agallas en el rostro, y a juzgar por su apariencia sus ojos iban a ser normales. El cabello aun húmedo era del color de los padres, un extraño azul grisáceo.
―¿Qué vas a hacer con él? –preguntó Kurenai con voz cándida mientras cargaba a Mirai de diez meses.
Hinata negó con la cabeza sin despegar sus ojos de su hijo.
―No sé –confesó con un hilito de voz y en tono distante.
―Si quieres tenerlo, vas a tener mi apoyo. Si no, igualmente tendrás mi apoyo, Hinata.
La menor volteó lentamente hacia su maestra.
―¿A qué se refiere con "Si no"? –inquirió con dolor en sus ojos. Aquello provocó que a Kurenai le doliera el pecho.
―Lo siento –bajó la mirada, sintiéndose una mala persona –. Es una situación muy difícil, Hinata. Trato de ayudarte, solo eso –Se mordió el labio y después habló con la voz más ronca de lo normal –. Te dejaré sola un momento. Decide si quieres conservarlo y enfrentarte al clan y a la sociedad de Konoha. O si quieres darlo en adopción.
Observó que una rápida lágrima resbaló por la mejilla de su alumna, quien la veía con aflicción. Kurenai bajó los ojos y se apresuró a salir del cuarto lo más rápido que pudo.
―Ojalá estuvieras aquí –lloraba silenciosamente mientras abrazaba a su hijo con una mano –. Yo no sé qué hacer. Tú eras el que siempre sabía hacer todo. Tú también tenías qué estar aquí… Kisame, yo no puedo sola.
o
Había decidido enfrentarse a toda Konoha con tal de defender a su primogénito. Contra el clan Hyuga, contra los habitantes, contra toda la aldea. Si se iba a ganar enemigos, entonces bienvenidos sean. Y si alguien osaba a ponerle un dedo encima a su pequeño se iba arrepentir. Ya iban de vuelta mientras el carácter de Hinata se estabilizaba un poco. Caminaban por un estrecho camino solitario. Kurenai llevaba a Mirai amarrada tras la espalda y Hinata cargaba en sus brazos a su bebé.
―Hey, Hinata, ser madre te sienta bien –escuchó la voz de Kisame. Hinata sonrió, sonrojada.
Bajó la mirada hacia el pequeño bulto y lo encontró dormido. Llevaban muchas horas caminando y todavía no se despertaba para comer. La peliazul se quedó mirándolo por varios pasos y enseguida entró en pánico.
―Kurenai-sensei… ―la llamó, alarmada –. Creo que no se mueve. ¡Creo que no respira!
―¡Cálmate! Déjame verlo –Hinata lo depositó sobre el césped y Kurenai comenzó a mirar al bebé. Los ojos de la mayor se crisparon al tocarlo. Le levantó un párpado. El ojito del niño se fue hacia atrás.
―¡¿Qué significa?! ¡Kurenai-sensei! ¡¿Qué significa?! ¡¿Qué significa?! –se llevó las manos a los laterales de la cabeza y comenzó a hiperventilar frenéticamente.
―Hinata… –Sentía un grueso nudo en la garganta y la observó con sus ojos rojos –, este niño está muerto.
Los ojos de Hinata se abrieron grandes al igual que su boca. Cayó de rodillas, sin fuerzas. Estaba paralizada, lo único que en ella se movía eran las lágrimas cayendo de sus ojos irremediablemente. Sus manos temblaron. La sangre se le bajó hasta los pies y luego Hinata sintió que se secaba por dentro, que se convertía en un cascarón sin vida. Su cabeza cayó contra el césped húmedo del bosque. No sollozó ni hizo algún sonido de dolor. Solo dejó que la tristeza le saliera por los ojos y que la envolviera en un abrazo posesivo. Era como si estuviera demasiado herida como para emitir algún sonido en especial. La muerte de Kisame y el niño la habían aplastado sin misericordia.
Hinata se sintió muerta.
o
¿Qué le pasa a Hinata-chan?
Esa era la pregunta que toda Konoha se hacía cuando la veían pasar de casualidad. Era inhumana. Parecía un espíritu sin descanso.
Pasaba la mayoría del tiempo fuera de casa para que no la vieran en tan deplorable estado. Kurenai no estaba cerca, la pequeña Mirai había pescado un virus y su madre se dedicaba en cuerpo y alma a cuidarla. Hinata se ocultaba en los campos de entrenamiento por largos periodos, evadía los citatorios de la Godaime y si notaba algún chakra cerca se alejaba inmediatamente. Algunas veces se tuvo que esconder de Naruto y Kiba, quienes la buscaban con más insistencia.
―Vamos, bebé, deja de ser una amargada y regálame una sonrisa –Parecía que escuchaba decir a Kisame. Casi podía imaginarlo sentado al lado de ella, recargado contra el tronco del árbol y emitiendo su singular sonrisa puntiaguda. Podía verse entrelazando su mano blanca con los dedos azules de él –Así me gusta, te quedan mejor las sonrisas con ese rostro de muñeca que tienes.
o
Los años habían pasado tan rápido que para cuando menos se dio cuenta, Hinata ya tenía un esposo y dos hijos. Aquella tarde soleada se habían reunido junto al río en un pic nic con los Uchiha para celebrar el cumpleaños de Sarada. Todos los niños estaban metidos en el agua, chapoteando y sus padres los supervisaban en la orilla. Hinata y Sakura estaban sentadas sobre la manta preparando sándwiches de mermelada mientras platicaban. De pronto se escuchó la risotada de un niño. Sakura volteó feliz y vio a Sasuke regañando a un niño.
―Tienes una hermosa familia, Hinata –sonrió la pelirosa mirando hacia el río. Hinata le siguió la mirada.
―Sí –contestó mientras veía a Bolt y Himawari juguetear en el riachuelo. Había también allí un pequeño niño azul al que su padre le estaba enseñando a nadar por primera vez; a amar el agua. Hinata se les quedó viendo seriamente, ellos parecían tan felices –, somos una hermosa familia –sonrió de medio lado. De alguna extraña y rara forma sentía que Kisame y su hijo seguían viviendo, a veces cerca de ella, a veces solo dentro de su corazón y sus recuerdos. En secreto, los amaría por siempre.
FIN
Creo que desde el capítulo tres todo se fue en picada. Fue como el titanic, omg. Qué increíble fue escribir esta historia tan diferente a las que estoy acostumbrada. Siempre era que "se conocen, conflicto, drama, resolución, vivieron felices para siempre". Ahora no, en esta ocasión fue "la secuestra, se besan, se separan, se muere él, se muere el hijo, se queda sola, matemos a la autora, shalala". En un futuro probablemente lejano vuelva a escribir sobre esta parejita, y como ya hice mis destrozos con éste fic, el siguiente sería un happy ending. Si alguna de ustedes escribe sobre esta pareja los voy a leer con mucho gusto.
Algunas se preguntarán de qué murió el bebé, ciertamente no quise especificarlo. Se trataron temas delicados como el intento de aborto, estoy en contra de eso así que por favor no se molesten, esto es simplemente una historia y no representa precisamente mis valores.
Sin más me despido agradeciéndoles demasiado el haber leído este fic y que me dejaran sus opiniones en cada capítulo. Cualquier comentario lo responderé por MP.
¡Gracias totales!
Nos leemos en otra historia.