En el armario.
No paraba de llorar. No podía.
Se aferraba con todas sus fuerzas al cuello de la camisa de Nick sollozando con fuerzas mientras que él simplemente le acariciaba la cabeza y la espalda repitiendo una y otra vez un simple Todo estará bien, Zanahorias.
Para cuando se dieron cuenta de aquel hecho, esa frase se había convertido en un mantra para ambos, mismo que los regresaba a la realidad de vez en cuando.
Judy suspiró un par de veces un poco más calmada pero aún incapaz de hacer que las lágrimas dejaran de caer por sus ojos. Buscó el verde intenso en los ojos de Nick y se percató de que sus ojos estaban repletos de líneas rojas delatando que estaban irritados por el cansancio y pasar la noche en vela, cuidando de ella como siempre hacía. Aunque Judy pensó que simplemente se debería a la falta de descanso y el polvo en aquel lugar, jamás imaginó que en realidad él también había estado llorando un rato; no por él ni por su vida, sino por ella, porque verla despedazada había sido más que suficiente para tomar esos fragmentos de su corazón que permanecían intactos y hacerlos trizas.
Sí, Nicholas P Wilde se había pasado la noche llorando.
O bueno, no toda la noche. Había llorado a intervalos, y lo había hecho sólo porque ver a la conejita que sostenía entre sus brazos llorar era más que suficiente para romper todas las barreras que había ido perfeccionando con los años, barreras que le permitían ocultar sus emociones.
No había soportado verla así.
Aunque tampoco podía darse el lujo de partirse en pedazos si ella lo necesitaba, así que cuando los ojos violeta de la conejita le devolvieron la mirada con intensidad, él sonrió lo mejor que pudo a pesar del cansancio.
— ¿Qué pasa, Zanahorias? —Dijo tratando de sonar socarrón como siempre, sin embargo, su voz se quebró un momento, (necesitaba urgentemente un vaso con agua o su garganta estallaría), tras aclararse la garganta, retomó su argumento. — ¿Qué pasa, Zanahorias? ¿Ya terminaste de llorar? —Judy se talló la nariz con una mano y sorbió mocos. —Eso es lo menos femenino que te he visto hacer desde que te conozco, y estoy sorprendido, pequeña. No sabía que te cupiera tanta agua.
Ésta vez, Judy sí que no pudo evitar media sonrisa que se apoderó de su rostro, pero las lágrimas volvieron a brotar como dos riachuelillos, humedeciéndole aún más las mejillas y consiguiendo que sus enormes ojos violetas se hincharan un poquito más.
—Todavía me queda algo de agua en el organismo. —Murmuró a manera de reclamo.
—Eso está mucho mejor. —Admitió Nick, aliviado internamente, mientras acariciaba una mejilla de la coneja y la hacía mirarlo.
Estaban encerrados en un armario diminuto; entre escobas, trapeadores, baldes y un sinnúmero de envases con limpiadores y aromatizantes, apenas había espacio para ellos ahí. Por esa cuestión, Judy había terminado sentándose a horcajadas en el regazo de Nick mientras que él usaba un balde como asiento y se encogía en el reducido espacio que les quedaba para respirar. Según las cuentas de él, que había logrado mantenerse relativamente calmado, habían pasado dieciséis horas encerrados en ése armario, tiempo más que suficiente para que la policía hubiera comenzado una búsqueda. Después de todo, no podía pasar desapercibido si la mejor pareja de oficiales de toda Zootopia desaparecía de pronto.
—Todo esto es mi culpa, Nick, tienes razón, soy una coneja crédula y torpe, lo arruiné todo.
—No digas eso, preciosa. —Pidió luchando contra todo su ser para que aquello no sonara a súplica, ella no tenía por qué enterase de que él se encontraba desesperado en ese momento.
—Lo es y lo sabes, Nick. Si no fuera tan arrebatada no estaríamos aquí encerrados. Habríamos cerrado el caso hace horas.
—Si no fueras tan arrebatada yo no sería policía, Zanahorias, no lo olvides.
—Pero tampoco estarías en peligro. —Tartamudeó en medio de sollozos que la hicieron temblar de nuevo, Nick pensó que ella tendría frío, así que simplemente pasó sus brazos alrededor de su diminuto cuerpo y la atrajo hacia sí tanto como pudo para brindarle un poco de calor. —Soy una tonta, y acabo de poner en peligro al animal más importante para mí en toda la ciudad. Soy una tonta.
—Me gustó lo anterior. —Dijo levantándole el rostro para mirarla a los ojos. —Dilo de nuevo.
— ¿Qué soy una tonta? —Murmuró confundida.
—Antes.
— ¿Que eres importante para mí? Lo eres Nick. Y lo siento tanto. —Soltó abrazándole el cuello y sollozando de nuevo. —Te puse en peligro y yo…
— ¿Yo? ¿Estoy en peligro? ¡Vaya! No estaba enterado. —Una risa floja escapó a la garganta de la coneja consiguiendo que Nick suspirara más tranquilo. —No, Zanahorias, en peligro me pongo yo solito, para eso no necesito ayuda de ninguna clase, no te sientas tan importante.
—Pero…
—Shht, yo solito, dije. —Miró a su alrededor en busca de algo, cualquier cosa que los sacara de la depresiva situación que vivían en aquel momento. Giró la cabeza golpeando los palos de dos escobas con las orejas y consiguiendo que todo en el armario amenazara con caerles encima. Judy se encogió en el regazo de Nick y luego soltó una risa por lo bajo.
—Si no nos matan ellos nos vas a matar tú.
—No, claro que no, yo seré quien nos salve de ésta.
— ¿Vas a ser mi héroe?
—Siempre, Zanahorias.
—No sé qué haría sin ti… Gracias, Nick. ¿Sabes que te quiero? —Dijo mirándolo y percatándose de que seguía con el rostro vuelto hacia la puerta. Estiró un poco el cuello para besar su mejilla, pero, al percatarse de su movimiento, Nick inconscientemente volvió la vista a ella consiguiendo que el beso de Judy terminara aterrizándole en la boca y no en la mejilla. Por un momento cerró los ojos para disfrutar de aquel roce inocente, y justo cuando abrió la boca para decir cualquier cosa, la puerta del armario se abrió de golpe y una luz blanca inundó el lugar, ambos tuvieron qué cubrirse el rostro y Judy sintió cómo era arrancada del regazo del zorro.
Aturdida, desorientada y sin visión a causa del chorro de luz, trató de pelear contra las manos que la sostenían hasta que se percató de que era un oso polar quien la tenía sujeta en brazos, no como si la retuviera por la fuerza, sino como si tratara de asegurarse de que no le haría daño a nadie.
—Señorita Hopps… —Exclamó, Judy alzó la vista al oso y luego miró a su derecha, donde Nick forcejeaba contra otro guarura.
— ¡Gracias al cielo! —Exclamó una voz conocida para ambos, un poco menos aturdidos y con los ojos ya relativamente acostumbrados a las luces de las lámparas. —Están vivos.
— ¡Señor B! —Exclamó Judy saltando de los brazos de su guardián y acercándose a las manos del oso que acercaba a su patrón hacia los oficiales, el ratón besó las mejillas de Judy y puso su diminuta mano en la frente de la coneja. — ¿Cómo dio con nosotros? ¡Nick, tranquilo, es Mr Big! —Dijo cuando se percató de que su compañero seguía forcejeando.
— ¿Big? —Espetó deteniéndose en seco y mirando a su alrededor. — ¡Tommy! —Exclamó alegre reconociendo al oso. Sin embargo, en seguida le plantó un golpe en el brazo antes de soltar un reclamo. — ¡Casi me matas del susto! ¿Estás bien, Zanahorias?
—Sí…
—Vámonos antes de que esos matones regresen. —Pidió Nick soltándose del agarre del oso. —No quiero que nos vean y no me gustaría que siguieras en peligro. —Dijo tomándole una mano a Judy y consiguiendo que ella diera un respingo.
La golpeó la realidad. Lo había besado en un armario. Y en lugar de retirarse cuando se percató de aquello, él le había correspondido al beso.
Sintió el calor subir a sus mejillas y no pudo anticiparse al hecho de que Nick la atrajo a sus brazos y tras plantarle un beso en la coronilla, murmurar. —También tú eres importante para mí.
No estoy segura de donde surgió esto, pero espero lo disfruten muchísimo ¿Qué opinan? ¿Merece un review?