Estaba cansado, recién regresaba de su trabajo, era agotador seguir con aquella farsa, la gente confundía ser bueno leyendo expresiones y micro expresiones en sus rostros con poderes sobrenaturales, cosa que no los tenia, el no podía leer la mente ni ver fantasmas. Lo único que tranquilizaba su conciencia era que a parte de esta mentira de vida era compensada con su ayuda como consultor en la policía de San Francisco. Parecía tener dos vidas, en el día tenia una especie de placa y en la noche una mascara que imitaba a la de su padre.
Así que ya exhausto, sin ver señales de un alma despierta en su casa, abrió la puerta con sigilo, se quito la chaqueta y los zapatos y como un zombie se dejo caer en el sillón mas próximo.
Se había rendido al sueño enseguida, así que no le sorprendió cuando las campanas del reloj sonaron cuatro veces, para su asombro había dormido de corrido cerca de cinco horas.
El silencio era abrumador, como si nadie mas viviera allí, solo el va y ven de su propia respiración, el reloj que ahora continuaba como un simple metrónomo, y las olas rompiendo entre las rocas mientras un viento mas intenso se iba levantando.
Luego de un rato de contemplar la oscuridad, se comenzó a inquietar cada vez mas, y no soportando aquella soledad y silencio decidió levantarse.
Con pasos cuidadosos, subió las escaleras descalzo para primero asomarse al dormitorio de su hija. Acomodo su vista a la oscuridad, y una vez acostumbrado a ella, noto que ella no estaba. Así que enseguida se encamino hasta el final del pasillo, a su propio dormitorio, y al entornar la puerta se percato que tampoco había nadie.
-que extraño, era de madrugada y en que otro lugar que no fuera ese podrían estar.
Siguió recorriendo el resto de los rincones de la casa con el corazón en la boca. El pulso cada vez descontrolándose mas, su respiración fallando en su misión, mientras que el sudor impregnaba su piel en exceso. Su mente estaba a mil, intentando pensar, pero no podía salir de ese muro blanco.
Luego de terminar la búsqueda dentro de la casa, se digno a buscar en la playa lindera a ella.
Y allí estaban. La oscuridad era absoluta, y una sutil bruma invadía el lugar. El viento le impedía seguir el camino recto, hasta donde ellas estaban sentadas en la arena.
A medida que se iba acercando mas, distinguió la silueta de su esposa, pero aquello que tenia en sus brazos no era su hija, sino el abrigo de ella, un montgomery bordo, el que siempre usaba cuando empezaba el invierno. Aquello lo extraño mas, y al llegar a ella, se dio cuenta que su mirada estaba perdida en la marea, con sus ojos brillosos, e irreconocibles, en una especie de shock.
Se acerco con cautela, y rozo su mano al hombro de ella cubierto por su abrigo, para llamarle la atención.

- porque estas aquí querida? ven adentro hace frío,te vas a engripar- hablándole en un susurro, mientras ella negaba con la cabeza.

Intento acercarse de otra forma. Le acaricio la mejilla, e intento dirigir su mirada a la suya. Pero enseguida la aparto y de un manotazo alejo su mano.

- donde esta charlotte?, porque tienes su abrigo contigo?
Ella seguía negando con la cabeza, pero el no podía notar como ella se iba alterando cada vez mas con cada una de sus preguntas.

-Ángela, mírame, pero ella seguía empecinada en contemplar como el agua chocaba contra las rocas.

-Ángela decía con mayor volumen, donde esta charlotte?
Ella ni se inmutaba, paralizada con la belleza del mar.
Cada vez que pronunciaba su nombre, algo en sus ojos cambiaba, se ponían mas brillosos.
Espero unos segundos para ver si le respondía, y cuando estaba apunto de sacudirla con palabras mas violentas ella rompió el silencio.

-no va a estar mas sola, y no va a tener que temer mas, va a poder acobijarse en corales, las medusas van a alumbrar su camino, va a cantar con los delfines, y los demás la defenderán, ya no va a tener mas miedo, ahora esta a salvo, repetía una y otra vez.

Patrick la miraba con rostro desencajado, no podía articular palabra alguna, y sentía como el aire se estaba haciendo mas denso, y sentía asfixiarlo. En segundo plano seguía escuchando aquellas palabras, aquellas que le estaban congelando el cuerpo y dentro para luego sentir como se iban resquebrajando y volviéndose cristales.
no, no no puede ser, no no NO!, debe ser culpa del vodka, debería haberlo escondido!, que esta diciendo, se decía para sus adentros desesperadamente.
Y sin darle mas vueltas, corrió hasta la orilla, para ver si encontraba indicios de que su esposa no estaba mintiendo. En un impulso, se comenzó a hundir mas en el agua, tanteando en ella, para ver si la sentía cerca. Cada vez mas alterado, vio como estaba amaneciendo, y el horizonte era una mezcla de colores entre rojo y amarillo. Aquello lo ayudaba a ver mas claro. Luego de lo que pareció una eternidad buscando a su hija, sintió como se le comprimía el pecho, y todo el aire se le escapaba de sus pulmones. Dejo escapar un grito ahogado, que le pareció ajeno, cuando la vio. Flotaba boca arriba, con sus ojos azul marinos abiertos mirando el amanecer. Rápidamente se encontraba a su lado, y la alzo sobre sus brazos para retirarla del agua. La dejo descansar cautelosamente sobre la arena húmeda, y comenzó a practicarle resucitación cardiaca, en vano, porque el cuerpo ya no respondía. Sin poder evitarlo, comenzó a sollozar violentamente, dejándole besos mojados en sus cabellos y sien, suplicándole que despertara. Luego de un rato, y con sus rodillas quebradizas,se levanto y se acerco nuevamente a su esposa que aun tenia mirada de locura, e intento regresarla a la realidad. Nada.
Le subió una brisa de ira, y lo único que pensó era terminar con su vida. Sabia que ella era la culpable, el sabia leerla mejor que nadie. Y esto nunca se lo iba a perdonar.