Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, si así fuera la obra se hubiera quedado en hiatus eterno. Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima.

Advertencias: Copy&Paste a todas mis advertencias. Si no las mejoré en trece capítulos, dudo hacerlo para el catorce. Ah, esto está bien gay. No me arrepiento de nada.

Notas de Autora: Otro drabble mutante, se me ha vuelto costumbre. Los diálogos finales solo tendrán sentido si se leyó el capítulo anterior, le ponen cariño a la mirada y un poquis de imaginación(?. So, mejor me largo.

La cosa es, celebremos el Stingue. Esto es un obsequio para la persona que me pasó al lado oscuro. No sé como se mira al espejo cada mañana, pero que siga levantándose y saliendo a cazar pokemones(?


Especial: ¡Maratón de colores!

—Stingue—

Color: Dorado.

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Existe algo especial en la paz que transmite al dragon slayer la escena frente a él, que le es difícil explicar.

Entre ruidosas respiraciones y la incomodidad del peso sobre la manta —que aprisiona con fuerza su brazo lastimado—, Rogue sonríe, admirando en completo silencio la maraña de cabellos dorados que descansan junto a él.

O en realidad, sobre él.

«Este idiota» piensa, pero se mantiene inmóvil, decidido a no despertarlo.

De regreso al gremio, Sting había insistido en dejarlo en la enfermería y él había estado demasiado exhausto como para ofrecer resistencia. Dormir no había resultado un problema, era más su cansancio que el dolor por sus pocas heridas y luego de un baño hasta había considerado subir a su habitación, pero prefirió no discutir.

No sabe en qué momento sucedió, pero sospecha que no mucho después de haberse rendido ante el cansancio fue que su compañero apareció. Pocos lo saben, pero el maestro es ese tipo de persona, aquella que siempre visita la enfermería durante el día con una sonrisa animosa y luego ronda en silencio por las noches asesorándose de que todo esté en orden.

Pero Rogue sí lo sabe.

Lo ha visto, incluso acompañado, pero únicamente ha visto a Sting quedarse dormido junto a la cama de pocos miembros y eso limitaría la lista a él, y a Lector.

No puede ver su rostro, pero sabe que ciertamente no ha dormido bien. El rubio yace sentado sobre una silla, con su cuerpo inclinado hacia el frente al punto en que su pecho se apoya contra el borde de la cama, y su cabeza descansa sobre el colchón. Lo curioso sin embargo, es para Rogue el modo en que la mano del maestro pareciera buscar la suya, con sus dedos a pocos centímetros de los suyos —aunque no los toca—.

Lo preocupó y lo sabe, no le agrada que así fuera, pero incluso la culpa se silencia ante los ronquidos de Sting. La escena frente a él puede ser casi tierna, pero esos no faltan jamás.

—Sting —llama, porque lo sabe incómodo y además ya quiere levantarse—, Sting...

Lo siente moverse, pero luego de un sonoro suspiro y para su sorpresa, el rubio vuelve a acomodarse, girando el rostro en su dirección. Lo observa, busca detrás del flequillo dorado que inusalmente cae sobre sus ojos alguna señal de consciencia, pero no, el maestro se halla aún completamente dormido.

Considera golpearlo, sacudirlo con fuerza hasta despertarlo, pero un extraño cosquilleo atrae su atención a su mano, donde torpemente sus dedos se han encontrado. Una idea cruza por su mente, cuestiona que tan loco sería quizá entrelazarlos —si pareciera que inconscientemente eso buscan— pero se detiene, justo cuando se dispone a hacerlo.

«¿Por qué es difícil ahora?» solía ser más sencillo cuando eran pequeños. Lo es incluso cuando la unión de sus magias lo demanda —aunque jamás sea una necesidad, y sí un impulso—.

Aprieta sus dientes, no debería ser algo extraño y si lo es, al menos Sting no lo sabrá en realidad. Procura no mover su cuerpo, apenas su mano lo suficiente hasta girarla y colocarla debajo de la de su compañero, cerrándola con delicadeza hasta tomarla.

Finalmente lo hace, y una sonrisa conforme se posa en sus labios al hacerlo. No fue tan difícil después de todo.

Se dispone a retirarla, apenas un suave roce de su pulgar sobre los nudillos del rubio y el contacto debería romperse, pero no. Sus ojos se ensanchan al sentir que la otra mano prensa la suya y el pánico lo agobia al encontrarse con dos ojos azules muy abiertos que lo observan, acompañados de una mueca ladina.

—Deberías ver lo patético que te ves ahora —remeda las palabras del moreno del día anterior y rompe en risas cuando el sonrojo inevitablemente tiñe las mejillas del joven sobre la cama, antes de que busque esconderlo girando su rostro.

—Vete al diablo, Sting.

—Entonces hagámoslo juntos… —repite, sonrojando aún más a su compañero al insistir con el recuerdo de su diálogo— o podrías asustar a Yukino.

Y aunque intenta alivianar la situación, un "cállate" rotundo y un empujón al bajar bruscamente Rogue de la cama, es lo que obtiene.

Se sonríe igualmente, al menos el moreno se siente claramente mejor; se yergue lentamente de su silla, lleva sus brazos a lo alto de su cabeza para desperezarse y mantiene su sonrisa al observar detenidamente su mano, aquella que segundos atrás había estado sosteniendo el mago al que puede escuchar refunfuñar desde el baño.

«¿Si no lo hacía yo, lo harías tú?»

—¡Rogue, vayámonos a un misión!

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—765—

—Gracias por leer—

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N/A2: Si esto sigue algún día, me falta el Albis.