Este fanfic participa en el reto "221B el Musical" del foro I am sherlocked

Rated: Mature

Género: Drama; Angst ; Romance; Military

Canción utilizada: Soldier's Poem, de Muse

Palabras: 2500 aprox.

Capítulos: 3

Beta-reader: Lenayuri

Advertencias: Conocimientos militares desiguales y (probablemente) inexactos. Mención de muertes, violencia y toda clase de cosas propias de la guerra. SLASH (relación hombre/hombre). Si no es lo tuyo, por favor, no leas ;)

Disclaimer: Los personajes del Canon Holmesiano pertenecen a Sir Arthur Conan Doyle. La versión moderna pertenece a la BBC, Mark Gatiss y Steven Moffat. La canción utilizada pertenece a la banda de rock "Muse". La historia a continuación es de mi autoría, tomo responsabilidad por ella y no gano más que paz mental por publicarla.


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Mientras pueda durar

Maye Malfter

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Throw it all away, let's lose ourselves

'cause there's no one left for us to blame.

It's a shame we're all dying.

And do you think you deserve your freedom?

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1 - Nadie a quien culpar

Estaban muertos.

Brennan, Mcpherson, Graham y otra decena de soldados de los cuales ni siquiera había tenido oportunidad de aprenderse el nombre. Sí, más habían sido los sobrevivientes que las bajas durante la emboscada, pero eso no era suficiente para que John pudiera proclamar el desenlace del incidente como una victoria.

Se sentó sobre su catre con la cabeza entre las rodillas, sintiéndose abatido. No había sido su culpa, nada más lejos de la realidad, pero eso no hacía que se sintiera menos deprimido a causa de todas esas vidas que se perdieron mientras él conservaba la suya. Quizás una ducha y dormir un poco le harían ver la situación con mejores ojos, pero de momento todo lo que quería hacer era quedarse así, con su respiración, sus latidos y sus pensamientos como única compañía.

Un golpe en la puerta le sacó de su ensimismamiento. Giró el rostro a tiempo para ver a su superior, el Mayor James Sholto, ingresar a su habitación. John se levantó de un salto y adoptó la posición de saludo militar, pero Sholto lo desestimó con un ademán, acercándose a él.

—Descanse, Capitán —comandó—. ¿Me puedo sentar?

John asintió, relajando el cuerpo y sentándose justo antes de que Sholto lo hiciera. Estaban el uno al lado del otro y Sholto se encontraba en tan mal estado como él: la ropa sucia y rasgueada, la piel cubierta de polvo y de sangre seca, y un gesto de derrota en el rostro. Sólo sus ojos —de un azul imposible— permanecían impolutos, a pesar de que ahora expresaban aflicción.

—¿Cómo estás? —preguntó John, permitiéndose la familiaridad ahora que ambos estaban tras puertas cerradas.

—Mejor que tú, por lo que veo —respondió James, componiendo una sonrisa ladeada—. Te vendría bien una ducha. Apestas a muerte.

John rió por lo bajo, sorprendiéndose de que hasta en esos momentos, James fuese capaz de conservar su característico humor. Era lo que más le gustaba de su superior, aquella naturalidad con la que pasaba de ser El Mayor Sholto a ser simplemente James, un hombre reservado pero extremadamente interesante cuando se llegaba a conocerle mejor. John tenía la suerte de contarse entre los pocos que conocían esa faceta del Mayor, y aunque no la mostraba muy a menudo, era tranquilizador saber que ni siquiera la terrible situación que acababan de atravesar había mermado su capacidad de meterse con él.

—Nada de lo que pasó es tu culpa, John —dijo James de repente, dejando al descubierto el verdadero propósito de visitar su dormitorio a esa hora de la madrugada—. ¿Lo sabes, verdad?

—Lo sé —aseguró John, levantando el rostro y encontrándose con el vibrante azul de los ojos de James—. Pero eso no significa que no me sienta responsable.

—Fue una emboscada —le recordó James—. No hay nadie a quien culpar más que a los bastardos que se niegan a dejar que esta guerra se acabe. Hiciste lo que pudiste, salvaste a los que te fue posible salvar. Los demás no deben pesar en tu conciencia.

—¿Así como no pesan en la tuya? —preguntó John de vuelta. Sabía que James era mucho menos relajado de lo que aparentaba ser. Cada ataque a su escuadrón, cada baja, cada hombre o mujer enviado a casa por invalidación; todos se llevaban un pedazo del alma de su amigo, aunque éste aparentara que no era así.

—Mida sus palabras, soldado —advirtió James—. Todavía soy su superior.

—No aquí, James —aseguró John, acercándose cada vez más—. Y menos conmigo —declaró. Sholto no hizo nada por frenarle y al momento siguiente, los labios de John recorrían su cuello.

James estaba tenso, pero no tardó demasiado en relajarse. John aprovechó el momento para deslizar la palma de la mano por encima de la camiseta sin mangas que llevaba James, desde los trabajados pectorales, pasando por el abdomen y hasta la cinturilla del pantalón. Se concentró en desabrochar su cinturón, complacido al sentir que una mano de James comenzaba a recorrer sus hombros y espalda.

Ese era su pequeño ritual, algo que había comenzado sin saber cómo y que ninguno de los dos tuvo intención de detener. Cada vez que se encontraban cerca de la muerte, cada vez que la vida militar les abrumaba a más no poder, James y John terminaban enrollándose sexualmente. Sin ataduras. Sin etiquetas. Sin consecuencias. Simplemente dos hombres en medio de una guerra que ni siquiera era suya e intentando conservar la poca cordura que les quedaba.

John desabrochó el cinturón de James, apresurándose a meter la mano por dentro del pantalón y de la ropa interior. James soltó un gemido ronco que no hizo sino animar sus esfuerzos y poco tiempo después, una mano de dedos grandes y callosos hacía su camino hasta la cinturilla de su pantalón, desabrochándolos y colándose dentro de sus calzoncillos. John jadeó ante el ansiado contacto, imprimiendo con su mano un ritmo rápido que James imitó sin titubear, y a los pocos minutos ambos hombres llegaron al clímax entre maldiciones y juramentos.

Cuando su respiración se normalizó, John sacó la mano del pantalón de James y éste hizo lo mismo. Se levantó hacia el cuarto de baño, usó un trapo húmedo para limpiar los vestigios de sus actividades previas y lo enjuagó para llevárselo a James. Éste le agradeció secamente y procedió a limpiarse, sin alzar la mirada hacia John ni una sola vez. John se sentó a su lado, sin quitarle la mirada de encima.

—Deberíamos dejar de hacer esto —comentó James tras dejar el trapo de lado, alzando la mirada hacia John—. Alguien podría entrar y encontrarnos.

—Dejaré de hacerlo cuando dejes de ponérmelo tan fácil —replicó John, componiendo una sonrisilla autosuficiente.

James bufó y negó con la cabeza, levantándose de la cama.

—Descansa, John —dijo simplemente. Se giró para marcharse—. Y toma esa ducha, que ahora sí la necesitas —afirmó, saliendo de la habitación.

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Notas finales: Mi vuelta a los retos del foro y con nada menos que una pareja de la cual nunca había escrito, pero que tiene mi corazón ganado desde el primer día. Muchas gracias a mi querida Lena por betear esta locura, y por hacer tanto esfuerzo para mantener el fandom activo.

Como siempre, los comentarios son bien recibidos. Nos leemos mañana con el segundo drabble ;)

Maye~