El tiempo transcurrido

Kagome estaba totalmente fuera de lugar en ese restaurante tan elegante, rodeada de personas de la alta sociedad, mientras ella aún se veía despeinada por tanto correr, tenía los ojos rojos por el reciente llanto y vestía un traje tradicional de sacerdotisa. Aunque si lo pensaba mejor, lo que estaba muy fuera de lugar era Sesshoumaru. El gran daiyoukai camuflajeado en el ambiente de los humanos, sin sus marcas de nacimiento, sin la larga cabellera y sin su armadura. Sin su espada. Y sobre todo, con mayor paciencia, más amable, al parecer acostumbrado al trato con humanos.

Ambos se encontraban en una mesa retirada de las demás, ubicada al parecer en un rincón más privado y exclusivo. El mesero llegó y Kagome no sabía qué pedir… ¿tendrían algún té para los nervios? Sesshoumaru, al ver duda en la cara de la joven pidió fríamente dos vasos de wisky.

¿Wisky? Kagome expresó una sonrisa nerviosa y Sesshoumaru pareció molestarse. Él había crecido 500 años pero ella apenas parecía un poco más madura, casi nada. Era como regresar esos 500 años en el tiempo y encontrarla de nuevo gritando por ahí, siendo molesta como siempre. Por un momento hasta se le ocurrió que su molesto hermano entraría destruyendo medio restaurante para buscarla. Sintió una punzada en el pecho ante tal escena. Bloqueo sus pensamientos. Se sentía ridículo por divagar así.

-Ka-go-me -Sesshoumaru pronunció lentamente el nombre de la azabache por primera vez en la existencia. Sabía que si continuaba refiriéndose a ella como "mujer", pasaría la noche gritando y exigiendo ser llamada por su nombre, así que se evitó el drama.

-Sesshoumaru… -pronunciar ese nombre sí que fue raro y al mismo tiempo liberador. Sus ojos se llenaron de lágrimas pero el wisky llegó y le dio un buen sorbo. La calidez de la bebida en su garganta y pecho eran reconfortantes. ¿Por eso pidió eso?

-Tal vez sepas que después de derrotar a Naraku, jamás pude volver con Inuyasha -Al pronunciar ese nombre tuvo que tomar un sorbo más- Yo siempre he pertenecido a este tiempo y el pozo me permitía viajar al pasado.

Sesshoumaru continuo con el semblante neutro. Eso era algo que ya sabía. Kagome continuó.

-Para mí han pasado 5 años desde la derrota de Naraku.

Sesshoumaru pensó que eso era afortunado para un humano, pero no lo dijo en voz alta. Kagome cambió su semblante a uno muy determinado y por primera vez vio fijamente a los ojos de su interlocutor.

-Todo este tiempo me he preparado para encontrar a mis amigos… y a Inuyasha. ¿Tú sabes que sucedió con él? ¿Con todos? Puede ser que siga vivo, como tú… o que haya reencarnado -Decir todo eso resultaba doloroso, la voz le temblaba aunque sus ojos se miraban duros- Por favor, Sesshoumaru, necesito que me digas qué sucedió después de que me fui y lo que fue de todos.

Sesshoumaru le dio un trago a su bebida. Se sentía incómodo. Era un tema que llevaba siglos en el olvido y destaparlo ahora le causaba malestar.

-Inuyasha -al pronunciar el nombre de su medio hermano sintió un escalofrío demoniaco- desapareció 3 años después de la derrota de Naraku -Kagome sintió un momento de desesperación inmediata, pero intentó calmarse a través de sus poderes espirituales y otro trago de wisky-. Nunca supe a dónde fue o si alguna vez volvió. Yo nunca volví a verlo. Los demás, siendo humanos, murieron a su tiempo.

Kagome soltó algunas lágrimas. Eso lo sabía, no esperaba que Sango o Miroku hubieran vivido 500 años, pero debía conocer los detalles.

-¿Qué fue exactamente de la vida de mis amigos en la aldea? Miroku, Sango, Kohaku, Kaede, Shippou… En verdad necesito saber la mayor cantidad de detalles posibles sobre sus vidas.

Sesshoumaru respiró hondo y la miró con un destello de furia que ella de inmediato neutralizó con su mirada determinada. No cedería, no lo dejaría en paz, y él no la mataría, eso estaba más que claro si estaba ahí en un restaurante tan elegante y lleno de gente que al parecer lo conocía. Él se acomodó en su asiento y comenzó a hablar con el ceño fruncido permanentemente.

-El monje se casó con la exterminadora. Tuvieron gemelas y después un varón. La sacerdotisa de la aldea murió pocos años después, dejando a cargo al monje y a su familia. Kohaku… -hizo una pausa casi imperceptible- se casó con Rin. Ellos tuvieron descendencia también. El zorro demonio se formó como demonio y guerrero, no supe mucho de él.

Sesshoumaru detuvo su relato y bebió más, esperando haber apaciguado a la sacerdotisa, que se encontraba como absorta. Por un momento, ella sonrió.

Sus amigos casados y con hijos. Seguramente fueron felices y llevaron la vida que siempre quisieron. Imaginó a Miroku jugando con sus hijos sin la maldición de su mano y a su amiga en cinta, sonriendo a lado de su esposo, sus hijos y su hermano.

Kohaku con Rin… vaya, ella siempre pensó que terminaría más bien casada con Sesshoumaru. Lo miró, como esperando transmitirle esa duda con la mente pero él no se inmutó.

¿Qué habría sido de Shippou? ¿E Inuyasha? ¿A dónde partió? ¿Para qué? ¿Por qué dejó a todos?

-Sesshoumaru… ¿Sabes si la descendencia de mis amigos se extendió a este tiempo? ¿Crees que ellos sepan algo de Inuyasha o Shippou? O tal vez tengan algún documento… algo…

La chica estaba desesperada y se notaba en su voz. Sesshoumaru tendría que decirle algunas cosas que hubiera preferido callar para siempre, pero si no lo hacía, no lo dejaría en paz. Tomó otro sorbo de su bebida y sintió como si simbólicamente se enterrara sus propias garras con veneno al decir lo que iba a decir a continuación

-Yo prometí cuidar a la descendencia de Rin. -Con esas palabras Kagome puso ojos de plato, ni siquiera disimuló. Él se molestó pero siguió hablando- Puedo llevarte con ellos si así lo deseas, aunque es posible que no encuentres respuestas.

La chica pareció no escuchar eso último. Suavizó su mirada y expresó ¿ternura? ¡Qué insolente!

-Sesshoumaru, pareces apenas unos cuantos años mayor que la última vez que te vi, pero creo que en realidad has cambiado -Seshoumaru se mostró furioso aunque contenido, la chica sintió algo de miedo pero se fue enseguida. -¿Crees que un medio demonio pudiera vivir tanto como tú?

-No sé -le respondió molesto- Jaken murió hace un siglo -soltó sin pensar. ¿Por qué rayos decirle eso a aquella mujer? Pronunciar ese nombre también le causó incomodidad, todo debía quedar enterrado, donde pertenecía ahora.

-Lo lamento -dijo la azabache con sinceridad. Él se sintió aún más incómodo.

-Mañana al mediodía llama a este número y di que llamas de mi parte -Sesshoumaru le extendió a la chica una tarjeta con un teléfono- un taxi te recogerá y te llevará al lugar que quieres conocer. Yo te veré allá.

¿El gran Sesshoumaru la iba a acompañar? Vaya que había cambiado.

El joven dejó sobre la mesa mucho dinero y miró a Kagome, como esperando que se levantara. Ella entendió y se puso de pie, caminando después torpemente a la salida, donde casi de inmediato llegó un taxi por ella. Sesshoumaru abrió la puerta, ella entró y antes de que la cerrara, ella le agradeció y le dedicó una sonrisa. Él no dijo nada. La miró algunos segundos y cerró la puerta. Ella no pudo evitar sentirse desairada.

Sesshoumaru se quedó ahí parado algunos segundos y otro coche llegó por él. Él le hizo una señal al auto para que se fuera sin él. Esa noche caminaría hasta donde vivía. Caminaría lento, sin prisa. Caminaría como hace siglos, aunque en esta ocasión lo haría solo. "Rin y Jaken están muertos", se repitió. Sintió de nuevo una punzada en el pecho y se enfadó consigo mismo.

Mientras tanto, Kagome temblaba mientras el taxi la llevaba a casa. Había sido una noche extraña. Sentía que tenía que asimilar muchas cosas, algunas de ellas que ya sabía y que aún así, el que alguien más se las dijera hacía que las asimilara de manera total, cruda y dolorosa.

Esa noche tuvo que tomar un cuarto de pastilla para dormir. No quería pensar, no quería soñar. Al otro día encontraría algunas respuestas, confiaba en ello.