"Charlotte Evans"
Bella Pov
El cielo en Phoenix era siempre hermoso, casi todo el año despejado y colorido, me gustaba sentarme por horas en el patio de mi casa para tomar el sol y relajarme, claro que solo podía hacerlo en días libres como sábado o domingo, el resto de mis días los pasaba corriendo por la preparatoria para llegar a mis clases.
Esa tarde de sábado, Edward me había invitado a pasar el día en su casa, él tenía una casa muy grande para Phoenix, aquí las casas eran rusticas y hogareñas, pero la familia de Ed no era de aquí, venían de Nueva York, así que estaban acostumbrados a las casas grandes y lujosas.
Se habían mudado hacía 12 años, pero era verdad que puedes sacar a las personas de las ciudades pero no a las ciudades de las personas. Él y yo nos conocimos en la primaria, nos hicimos inseparables desde ese momento. Cuando tenía 13 y Edward 14, me pidió que fuera su novia, fue mi primer amor así que acepte encantada.
Desde entonces éramos novios, aun con todo lo diferentes que éramos, yo era una chica de pueblo, de jeans y camisas a cuadros, generalmente tenía las manos manchadas por tiza o tinta, pues era artista o eso me gustaba creer.
Mientras que él era todo pulcritud, con ropa elegante, zapatos de marcas que la mayoría no podíamos pronunciar, y con el sueño de algún día volver a Nueva York para estudiar negocios, sin duda éramos polos opuestos.
Pero aun así nos amábamos, me gustaba decirle que era mi sexy hombre de traje y él aunque odiaba que le marcara las mejillas con tiza, amaba verme dibujar por horas, según sus palabras lo encontraba fascinante.
Ahora con 17 y 18 años, sentíamos que nuestro tiempo juntos empezaba su conteo regresivo, ambos seguiríamos caminos diferentes en la Universidad, aunque lo amaba no pensaba dejar mis sueños de lado para seguir a un chico, ni aunque ese chico fuera, probablemente, el amor de mi vida.
Mi madre solía decir que íbamos muy rápido, que habíamos llevado nuestra relación a un punto serio o al menos muy serio para dos jóvenes que apenas terminaríamos la prepa, pero ya no había vuelta atrás.
A pesar de saber que en unos meses cada uno seguiría su camino, aun no hablábamos del tema, no sabía si intentaríamos que nuestra relación fuera a larga distancia o simplemente se acabaría el día que nos entregaran los diplomas.
Realmente no quería tocar el tema, prefería disfrutar los días como este, tomando el sol a su lado, sentir la refrescante brisa jugar con mi cabello y dejar que me sonsacara para meternos a la piscina de su casa aunque no llevará traje de baño.
―La última vez tu mamá llegó y creo que me odia desde entonces. ―dije riéndome, estábamos en la orilla de la piscina, él me abrazaba por la cintura pegándome a su cuerpo, habíamos entrado en ropa interior pues como siempre él había prometido que no jugaríamos en el agua pero finalmente había logrado convencerme de hacerlo.
―No te odia, solo está educada a la antigua. ―estaba muy divertido, su cabello se pegaba a su frente y las gotas recorrían su pecho, no era el chico más atlético del mundo pero sus genes eran geniales, podía comer como un loco y aun así seguiría perfecto.
―Eso y el hecho de que te encontró intentando abrir mi sujetador. ―respondí con una ceja levantada, él sonrió aun más.
―No sé cómo logra siempre llegar en medio de mis intentos de seducirte, empiezo a creer que moriré virgen. ―me reí sin poder evitarlo.
Los chicos de Phoenix eran más recatados de alguna manera, no eran tan directos y honestos como Edward, pero era una de las cosas que ama de él, sabía que nunca me mentía.
―Oh por favor, si tú mueres virgen yo me convertiré en monja. ―él sonrió, hasta que una sombra apareció detrás de nosotros, conocía el sonido de los tacones de Esme mejor que nada, ahora me dedicaría la mirada de eso no lo haría una señorita, y yo saldría corriendo de la casa.
―Hola, mamá. ―la voz de Edward ahora era más baja y temerosa, se alejo de mí y me gire para quedar frente a la elegante y perfecta Esme Cullen.
―Buenas tardes, Señora Cullen. ―dije mordiéndome el labio y bajando la mirada, odiaba esa mirada de señora indignada sobre mí.
―Creí que había sido muy clara la última vez, Edward. ―su voz era afilada y llena de odio, sabía que no era su persona favorita, él suspiro pesadamente.
―Solo estábamos disfrutando el día soleado. ―nos defendió. Esme cruzó los brazos y supe que debía largarme de ahí.
―Ya veo que su idea de disfrutar un día soleado y la mía son muy distintas. ―sí, debía irme ahora mismo.
―Lo mejor será que me vaya, Edward. ―dije sin querer mirar a su madre, esa mujer tenía más reglas que la constitución, en verdad parecía haber vivido en el siglo pasado.
Ni siquiera mi abuela era tan rígida. Salí de la piscina y me puse mi ropa sobre mi ropa interior mojada, Esme le dedico una mirada de hablaremos después, a Edward y se dio la vuelta entrando de nuevo a la casa.
Él salió de la alberca y se puso su ropa también.
―Lamento esto. ―dijo con pesar, sonreí terminando de ponerme los zapatos. ―En verdad creí que llegaría hasta tarde. ―suspiré y clave la mirada en sus ojos.
―Está bien. Pero ahora debe odiarme aun más. ―en realidad, el odio de la Señora Cullen no me importaba tanto como debería.
―Hablaré con ella. ―parecía arrepentido de haberme sonsacado a entrar a la alberca.
Siendo sincera, no había puesto mucha resistencia, así que no lo culpaba, pero seguro él se estaba ahogando en un vaso de agua.
―Debo irme, de todos modos ya es tarde. ―dije sonriendo, él asintió, me acerque para dejar un beso en sus labios y salí por la puerta del patio para no ver como Esme me juzgaba con la mirada.
Vivíamos a unas cuadras así que me fui caminando, esperaba que el sol secara un poco mi ropa, salude a algunos vecinos cuando llegué a mi calle y me tope con mi abuelo juntando hojas caídas, ni siquiera era otoño, pero él encontraba cosas extrañas para entretenerse.
―Ese novio tuyo, debería dejarte pasar más tiempo con tu familia. ―la voz de mi abuelo era grave, casi siempre sonaba molesto, pero con la sonrisa que tenía era fácil adivinar que no era así.
―Edward, abuelo. Y es la primera vez en el mes que no estoy en casa. ―dije divertida.
―Cuando tu abuela y yo nos conocimos, si quería salir con ella debía hablar con su padre antes. ―sonreí aun más y me recargue en el barandal de madera que estaba en la entrada de la casa.
―Eso fue hace mucho tiempo. ―me gustaba hablar con él, era un hombre a la antigua, pero no tan moralista como la madre de Edward, siempre que mi padre me regañaba por llegar tarde o escaparme con Ed, él decía son cosas de jóvenes.
Mis abuelos tenían casi 50 años de casados, en sus tiempos a los 18 ya estabas comprometida, y a los 22 ya tenías tu primer hijo. Eran tiempos más simples, pero me alegraba de no haber nacido en aquel entonces, porque entonces todos me mirarían como Esme.
―Aun así, nada le costaría venir a presentarse como debe. ―estaba enfurruñado, si algo tenía mi abuelo era que era celoso como él solo.
―Pero sí vino, cuando nos hicimos novios vino a cenar ¿recuerdas? ―no podía evitar sonreír, mientras él intentaba recordad aquella cena.
―Harold, deja tranquila a nuestra nieta. ―la voz dulce de mi abuela llenó el lugar, ella era todo amor, repartía cariño por donde pasaba.
―Pero Inés, ese chiquillo quiere robarse a mi pequeña Bella. ―ahora parecía un niño pequeño haciendo berrinche, me reí y entre a la casa dejándolos hablar solos.
Pase corriendo hasta mi habitación, tome un baño, me puse algo más cómodo para cenar y salí a buscar a mi madre. Aunque mis abuelos vivían en la casa de enfrente, se pasaban casi todo el día en nuestra casa, lo que amaba porque eran divertidos y siempre me evitaban los castigos.
―Hola, mamá. ―la encontré en la cocina preparando alguna nueva y loca receta que seguro nos enviaría a comer pizza.
―Oh, hola, cariño. Creí que pasarías todo el día con Edward. ―dijo vaciando un montón de especias en la salsa que tenía en la estufa.
―Esme llegó. ―con eso ella entendió que hubiera regresado tan temprano. Por la ventana podía ver a mis abuelos que ahora parecían bailar en el jardín, sonreí con dulzura, quería algo como lo que ellos tenían.
―No sé como la aguantas. ―mi madre realmente odiaba a Esme, casi tanto como Esme me odiaba a mí.
―La ignoro, y salgo con Edward no con ella. ―respondí con simpleza, ella suspiro.
Durante la cena todos nos sentábamos en el comedor, mi abuela no nos dejaba comer si no dábamos una plegaria antes, mi padre llegaba en punto de las 8, justo para cenar con nosotros. Después de la plegaria, comíamos y platicábamos sobre nuestro día.
Después de la cena, me tocaban los platos, así que mientras lavaba cada plato, ponía música, dependiendo de mi humor, tenía listas de canciones, así que variaba el día. Cuando terminaba subía a mi habitación para arreglar mis cosas para la escuela o terminar alguna tarea.
Ese día revise por decima vez las convocatorias de la Universidad a la que quería asistir, sabía que era una Universidad muy cara y para poder ir necesitaba una beca al menos por la mitad del costo. Mi maestra de arte me había apoyado mucho con mi decisión, jamás creí que convertiría mi pasión en una profesión pero me encantaba la idea.
Aun no estaba la convocatoria, como yo estaba en otro país, me pedirían cartas de recomendación y que enviará algunos de mis trabajos, así que en el semestre anterior había comenzado a armar mi carpeta de diseños, quería enviar las mejores para tener mayor oportunidad.
Estaba matándome por tener un promedio muy bueno, así la beca no sería solo un sueño, por todo eso me pasaba al menos 10 veces al día por la página, apenas saliera la convocatoria, enviaría mi solicitud.
Apague la computadora y conecte mi celular para que se cargara durante la noche, me acosté en la cama y me quede dormida casi de inmediato, Edward casi siempre me enviaba un mensaje de buenas noches, pero suponía que hoy su madre lo había dejado de muy mal humor.
A la mañana siguiente salí corriendo a la escuela, me había quedado dormida y ahora el autobús me había dejado, por suerte mi padre aun no se iba a trabajar y pudo llevarme, si no habría terminado corriendo como loca y de todas formas no habría llegado a la primera clase.
Al llegar corrí a mi salón y me encontré con Edward que ya estaba en su lugar, me senté a su lado y me sonrió apenas me vio.
―Te vez hermosa cuando llegas corriendo. ―dijo divertido, sonreí y me deje caer en mi silla.
―¿Es otro de tus intentos de seducirme? ―pregunté recuperando el aliento, él soltó una carcajada, se agacho para dejar un dulce y apasionado beso en mis labios. ―Ese fue un buen toque. ―dije una vez se alejo de mis labios, sonrió y se sentó cuando el maestro entró.
Era la clase de cálculo, si creías que las matemáticas no podían ser peores, intenta tomarlas como primera clase del día. Por suerte Edward era un genio con los números, me había ayudado mucho en esa materia, no siempre nos juntábamos a tomar el sol.
Mientras el profesor anotaba un largo problema en el pizarrón, una joven pelirroja y pequeña, apareció por la puerta.
―¿La puedo ayudar en algo? ―preguntó el maestro cuando finalmente la noto, todo el mundo se giro a mirarla. No era inicio de semestre así que era raro ver a alguien nuevo.
―Sí. ¿Ésta es la clase de cálculo? ―preguntó leyendo el papel en sus manos. Venía vestida como salida de revista, no llamativa, más bien sofisticada.
―Sí. ―respondió el maestro, parecía confundido, igual que todos.
―Oh, lamento llegar tarde. Estaba en la oficina de la directora, acabo de llegar. ―dijo con voz cantarina y suave, sentí escalofríos, parecía que Esme había aparecido con 20 años menos. ―Me llamó Charlotte Evans, soy la nueva estudiante.
―No sabía que habría una nueva estudiante. ―el maestro la miraba confundido, mientras ella sonreía y se mantenía en su lugar con una perfecta postura.
―La directora me pidió que le diera esto, todos los maestros deben firmarlo. ―dijo mostrándole el papel en sus manos, él tomo el papel y rápidamente lo leyó. Firmo y le regreso el papel a la chica.
La mayoría la mirábamos como si estuviera loca, era la mitad del verano, y ella parecía venir uniformada, en verdad parecía una clon miniatura de Esme Cullen. Excepto que Esme jamás se pintaría el cabello de rojo fuego.
El maestro le indico que tomara el asiento vació, las pocas cosas que amaba de ese maestro era que no te hacía dar el típico discurso de presentación, pero ahora me frustraba, por alguna razón quería saber más de esa chica, las personas como ella casi no se mudaban a lugares como este.
Los padres de Edward lo habían hecho buscando un pueblo más pequeño y tranquilo, al parecer Nueva York no les parecía una ciudad para criar a un niño.
La clase continuo sin contratiempos pero no podía evitar mirar a la chica nueva de reojo, ni siquiera sabía que buscaba, simplemente había algo extraño en ella. Al terminar, Edward y yo salimos del salón tomados de la mano.
―Disculpen, ¿saben dónde queda el salón de química? ―la chica apareció frente a nosotros de la nada, nos miro demás, pero suponía que al igual que ella me parecía extraña, yo debía parecerle aun más rara.
―Claro, pero necesitarás que te lleven porque es el más lejano de la escuela. ―respondió Edward, con una sonrisa cortes. ―Creo que Mike va a esa clase. El chico de allá. ―lo señalo, por un momento pensé que me dejaría para llevarla, no era del tipo novia celosa, pero esa chica no me daba confianza.
―Gracias. ―respondió con ese tono de voz que me ponía la piel de gallina.
Se alejo para hablar con Mike y ambos se perdieron entre la gente. Nosotros fuimos a la clase de artes, mi favorita. Edward casi siempre pintaba el sol o algún paisaje, a mí me gustaba pintar retratos o algo que pudiera detallar tanto como quisiera.
Él se había vuelto mi modelo favorito, el color de sus ojos era imposible de encontrar en la gama de colores que teníamos, pasaba horas mezclando colores y cuando finalmente creía encontrarlo parecía que sus ojos decidían cambiar.
La mayoría de los alumnos veían la clase de artes como el descanso, así que el salón era una locura, pero de alguna manera lograba concentrarme en mi pintura.
Esa mañana decidí pintar con acuarelas, no eran mi método favorito, pero no quería acostumbrarme a solo pintar con tiza o tinta y luego perder habilidades con otros métodos.
En la clase no solo pintábamos, también hacíamos pequeñas esculturas de barro y de otros materiales, aunque la maestra intentaba que no fuera tan seguido pues eso siempre terminaba con todos cubiertos de barro porque a alguien se le ocurría lanzar una bola de eso.
El resto de las clases pasaron normales, compartíamos dos clases más con la chica nueva, en la clase de literatura la habían hecho presentarse, ahora sabía que venía de Nueva York, de algún colegio para señoritas, pero no me paso desapercibido el repentino interés de Edward por ella, sabía que se debía a que venía del lugar al que él tanto quería regresar, pero aun así me ponía incomoda.
Durante la clase ellos comenzaron a platicar, a veces los miraba e intentaba escuchar que hablaban, pero la maestra leía un cuento de Poe, con fuertes exclamaciones y dramatismo en su lectura, así que era casi imposible escucharlos.
No entendía porque me ponía tan incómoda que estuvieran hablando tan amistosamente, cuando la clase termino y salimos, Edward se despidió con entusiasmo, antes de acercarse a mí.
―Es una chica divertida. ―dijo sonriente, intente sonreír pero la manera en que ella miraba a mi novio no me gustaba nada.
―Claro. ―soné más sarcástica de lo que quería, pero no podía ocultar mi incomodidad.
―¿Qué pasa?
―Nada. ―odiaba esa sensación, jamás había sentido celos porque Edward hablara con una chica, pero la idea de que ella tenía tanto en común con él me ponía los pelos de punta.
―No me digas que estás celosa. ―dijo abrazándome por la cintura y pegándome a su cuerpo.
―No. ―dije enfurruñada, él sonrió y dejo un beso en mis labios.
―Te amo. ―escondí mi sonrisa mordiéndome el labio, pero él volvió a besarme, esta vez más apasionado, mordiendo mi labio con sus dientes. No podía evitar entregarme a sus labios. ―Mi hermosa y celosa novia.
―Te amo, Edward. ―dije besando su cuello. Salimos de la escuela, él me llevaba casi siempre a casa, a veces mi padre pasaba a buscarme. Nos subimos a su auto, y salimos rumbo a la calle, pero no pude evitar sentir la mirada de alguien sobre nosotros, busque a alguien pero solo había algunos chicos saliendo de clases, ninguno interesado de nosotros.
Suspire y me concentre en la plática con Edward, me contó que Esme lo había regañado, pero su padre, Carlisle, había intervenido. Así que no le había ido tan mal, aunque quizás no deberíamos meternos a la alberca por un tiempo.
Solo podía reírme ante sus ocurrencias, cuando llegamos a mi casa, mi abuelo estaba sentado en las escaleras de la entrada, tenía un tazón que yo conocía muy bien, sus dulces de limón, pero cuando nos noto, fijo su vista en nosotros. Incluso cuando mi abuela apareció, él no dejo de mirarnos.
―Creo que debería irme. ―dijo con una gran sonrisa, me reí y asentí. Lo bese con ternura. ―Te amo.
―Te amo.
Baje del auto y mi abuelo sonrió, no pude evitar sonreír y me acerque a él mientras Edward se alejaba en su auto. Comí un par de dulces de limón, deje mis cosas y me puse a hacer mi tarea mientras tenía la computadora conmigo, entonces me llegó una solicitud de amistad de la chica nuevo.
Charlotte Evans.
Espero les guste esta nueva historia y dejen sus RR :3
Voy a actualizar los martes y viernes :)