CAPÍTULO I
¿Qué es este sentimiento? Es una sensación de asfixia. Esto es a lo que llaman soledad. Estoy hasta al borde de un abismo, cautiva en una esfera a punto de ahogarme, encerrada en un ataúd cubierto de púas. ¿Y todo por qué? Por un idiota que ha provocado el declive de su familia por años. Ingenuamente había creído que la situación se arreglaría, que los adultos solucionarían sus problemas con madurez. Pero todo se fue al carajo. En realidad, dada su inocencia pueril, nunca se detuvo a pensar en las consecuencias que su ignorancia provocaba.
A pesar de la sensación estúpida de tristeza y soledad a la que su padre orillaba a su familia, fingió que no le importaba. Ahora descubría que en realidad su corazón se afligía continuamente, perdía fuerza paralizada por el miedo de ser observada por el mundo. De pronto, notaba que extrañaba la ignorancia de la infancia pues funcionaba perfectamente para engañar a la sociedad, para fingir que su hogar no era disfuncional.
Ahora le resultaba difícil mentir.
— ¿Sakura?
Consciente de lo difícil que le resultaba admitirlo, ahora comenzaba a esforzarse por arreglar lo irremediable. Pero incluso era más difícil resistirse a la idea de esconderse.
— ¡¿Sakura?!
No quería que descubrieran sus temores porque no sabía cómo enfrentarlos.
7:30 a.m. / Reims, Francia
Le Campus des Savoirs
Levantó el rostro escondido entre sus rodillas.
— ¿Qué sucede, Tomoyo? —preguntó confundida por la mirada preocupada de su amiga.
— ¿Qué tienes? —preguntó sentándose a su lado.
Sakura sonrió cansada. Pensaba en tantas cosas que olvidó que estaba en la escuela. Tal vez los estudiantes que pasaban a su alrededor se preguntaban si se trataba de una indigente dada el aura tan deplorable que transmitía. Continuaba abrazando sus piernas. No había notado la profundidad en la que se había sumido en su pensamientos.
— Estoy cansada.
Tomoyo la miró sin creerlo pero desvió su mirada y, al frente, distinguió a un grupo de alumnos que pasaban a su aula.
— Has estado llorando —inquirió Tomoyo deteniendo su mirada en un estudiante que las observaba desde el segundo piso del edificio frente a ellas— ¿Cómo han estado las cosas en tu casa?
Sakura sonrió con pesar, le resultó sonreír con alegría. Volvió a recargar la cabeza sobre sus piernas.
— Es imposible que me mientas.
Sakura continuó quieta, sin decir palabra.
Tomoyo echó un vistazo a toda la escuela. Había entendido el voto de silencio. Notó que el grupo del segundo piso comenzaba a dispersarse, el chico al que había visto detenidamente charlaba junto a otro.
Sakura suspiró.
— Mi padre me trajo a la escuela y comenzó a hablarme de las cosas que no le gustan de mi —pausó mirando al chico de cabello plateado que pasaba frente a ellas. Compartió con él una sonrisa amistosa, muy tenue por el cansancio.
Tomoyo no notó la situación, concentrada en escuchar a su amiga, y esperó a que continuara advirtiendo lo difícil que le resultaba hablar sobre el tema.
— Se me hizo un nudo en la garganta del coraje y le dije que lo que pasaba en la casa era irremediable, que el que tratara de "corregirme" con sus críticas no serviría de nada en tanto que él no cambara —vio al chico de cabello plateado subir por las escaleras.
Tomoyo la miró preocupada.
— Ya han cambiado demasiadas cosas —murmuró mirando a otro chico bajar de las escaleras.
Tomoyo atendió a su expresión y comprendió de qué se trataba.
— A veces me gustaría que se muriera —confesó.
— Me da miedo esa declaración de tu parte. Aunque, siendo sinceras, no lo soportarías
Sakura sonrió derrotada y al instante escucharon la campana para entrar a clases.
Ambas comenzaron a levantarse.
Sakura caminó junto a Tomoyo sintiendo un mirada penetrante seguirla.
Solo. Así es como me he sentido los últimos años. Pero es absurdo porque he logrado todos mis objetivos bajo cualquier sacrificio y aunque juré que en la cúspide de mi fama que no me dejaría vencer por circunstancias banales, me siento solo. Toda la gente que me rodea me hace sentir solo.
¿Por qué me siento solo si siempre estoy rodeado de gente que dice quererme? Hago y deshago, siempre he triunfado a pesar de los fantasmas que arrastra mi pasado. He demostrado que puedo superar las circunstancias a pesar de las derrotas, hasta estar por arriba de todos pero sigo sintiéndome abajo.
Mi vida me asfixia. Simplemente ya no le encuentro sentido a lo que hago. Esa llama que mantenía encendida la esencia del gusto de la sorpresa por las pequeñas cosas se ha apagado. No puedo respirar. Aunque estoy satisfecho con mi trabajo no me parece suficiente, me falta algo.
Ya no sé si es un alivio que crean que estoy bien, incluso si digo algo incorrecto parece ser lo correcto para los demás. Comienzo a ver mi mundo de color gris, acompañado de una serie de estatuas que sonríen para mi. Vaya a a donde vaya, mi alrededor tiene siempre el mismo color, el mismo matiz, la misma textura.
Me siento totalmente atrapado.
7:30 p.m. / Tokio, Japón
Desvió la mirada en algún punto perdido del cielo mientras sentía el viento acariciarle el rostro.
— ¡Corte!
El director se acercó rápidamente a él.
— ¡Estuvo perfecto, Shaoran! Pronto estarás en cada televisión de Japón.
De nuevo. Shaoran sonrió sin mayor emoción y camino hacia el interior del hotel. A su alrededor, los empleados lo felicitaban por su buen trabajo. Levantó la mano para todos, más que nada para evitar el contacto que para agradecerles y se metió en el camerino. Amaba su trabajo pero su vida fuera de él comenzaba a asfixiarlo.
2:10 p.m. / Reims, Francia
Le Campus des Savoirs
Cerca de doce muchachos salían de las inmediaciones del colegio, platicaban y bromeaban entre ellos. Al llegar a la estación, cinco de ellos subieron al autobús y el resto continuó su camino. Al cruzar la avenida, se detuvieron bajo la sombra de un gran árbol. Tiraron sus mochilas y se sentaron a seguir charlando.
Sakura reía divertida por la bromas de los muchachos. Por un instante, había olvidado los problemas de su casa. Amaba ese pequeño pedazo de tierra, era como un espacio sagrado donde podía liberarse de sus problemas, amaba la poca luz que se filtraba de la copa del árbol y amaba la risa sincera de todos.
— ¡Hey, Sakura! —alguien apuntaba a sus espaldas.
Sakura tardó en reaccionar y giró para ver de qué se trataba.
Entonces dejó de sonreír. Advirtió el silencio abrupto y supo, sin siquiera ver, que todos la miraban. Sabrían lo que la afectaba. Sintió pánico y se armó de valor para mirarlos y sonreírles. Tomó su mochila y se alejó muy despacio.
Cuando cerró la puerta del automóvil, aún sentía la mirada de sus amigos sobre ella. Agachó la mirada y guardó silencio mientras se alejaban de aquel pedazo de cielo.
Escuchó los comentarios desagradables de su padre y se le ensombreció el rostro. Quería volverse invisible. ¿Que tenia contra ella? Aunque sabía que no era a la única a quien le afectaba la situación sentía la saña de su padre clavarse continuamente ella. No dijo nada aunque su padre insistió en que lo hiciera. No ganaría nada discutiendo con él.
¿Cuánto se puede cambiar por la osadía de una persona? ¿Qué tanto peso puede ocultar una mentira? El auto se detuvo y bajó. Entró a la casa seguida de su padre, saludó a su madre y entró a su habitación. Se tiró en la cama y se puso los auriculares a todo volumen para relajarse.
Continuará...