¡Vaya, vaya, vaya…!
¡Miren quien se ha dignado en aparecer!
Sí, lo sé. Casi medio año sin aparecerme por acá. Soy terrible, lo sé.
Espero que no me odien. Al menos, no demasiado.
Pero no volví para justificarme. El motivo de mi repentina aparición, es dejar aquí este AiHime para mi querida amiga BellaRukia, que cumplió años en enero
(o sea, así o más desobligada soy).
Bueno como no me la quiero pasar pidiendo disculpas (las cuales tienen derecho a recibir), les dejó el fic.
Como dije antes es AiHime. Ubicado más o menos por el capítulo en el que Ichigo pierde sus poderes.
Un poco raro, les debo advertir. Pero ya me dirán ustedes que opinan.
Que lo disfruten.
"Que no está muerto lo que duerme eternamente;
y en el paso de los eones, aún la misma Muerte puede morir."
H.P. Lovecraft.
Una Noche con Aizen
PARTE I
Aizen le juró que regresaría.
Se aproximó hasta ella y acercó su rostro peligrosamente hasta su boca. Casi rozando sus labios, sujetando con sus dedos el rostro infantil y susurrándole con esa voz estremecedoramente seductora…
«Solo sonríe, Orihime. Sonríe y espera hasta que vuelva por ti.»
Ella estaba segura de que cumpliría su fatal promesa…
Soñó con la vez que Aizen la invito a su jardín etnobotánico, cuando fue su prisionera en el palacio de Las Noches. Cuando le mostró su flor preferida. Era la segunda vez que estaba a solas con él, la primera fue cuando le mostro el Hogyoku y le destrozo el uniforme escolar, viéndose obligada a usar el uniforme arrancar que, según le dijeron, él mismo Aizen eligió para ella.
Ulquiorra, su carcelero y cruel torturador, fue quien la llevo hasta allí, por órdenes de Aizen.
Era un invernadero grandísimo, de vidrio al más puro estilo victoriano, en cuyo interior se hallaban las plantas más raras, tanto leñosas como herbáceas, bien ordenadas y cuidadas, dispuestas al gusto propio del ex-capitán.
Realmente era un lugar extraordinario, más bien una galería de arte floral que se erigía para el placer de los sentidos. Había desde árboles frondosos de varios metros de altura hasta flores delicadas y de belleza inigualable. Y todo bajo un techo de cristal.
Hasta entonces Orihime no hubiera podido imaginar que un lugar así existiera en el desolado Hueco Mundo, o que Aizen tuviera aficiones tan excéntricas como la jardinería.
Él ya se encontraba ahí. Estaba apreciando una rara flor. Antes de que ella dijera nada, él exclamó.
—Me alegro que hayas venido Orihime. Te pido perdón por haberte hecho venir tan de repente. Hay algo que quiero que veas. ¿Te gusta la botánica?
Su voz era hipnótica, pero era una trampa de miel envenenada.
Ella no se atrevía a responder. Temía que Aizen tuviera otras intenciones, más que mostrarle flores. Como sucedió la primera vez. Lo veía en sus ojos. El deseo. Y estaba aterrada.
Él pareció notarlo.
–No tengas miedo, solo pretendo mostrarte algo extraordinario. –y agregó mientras caminaban por los pasillos del invernadero, hasta una zona delimitada del resto del lugar– Lo que encuentro tan fascinante de las flores es su falsedad.
–¿Falsedad? – preguntó ella al fin.
–En efecto Orihime. Las flores son hermosas pero esconden muerte de muchas formas. Algunas de ellas son venenosas. Es la víbora bajo la rosa. Pueden parecer atractivas y suntuosas, pero muy dentro ocultan algo muy oscuro.
Y parecía que él ya no hablaba de flores, si no que se refería a ella.
–Las cosas raramente son lo que parecen– afirmó ella.
–Puedes dejar de guardar las apariencias conmigo, Orihime. Yo puedo ver más allá de tu fachada de niña buena.
Le acusó mirándola fijamente para ver su reacción y Orihime tembló, al sentirse expuesta ante él de esa manera.
–Ah, aquí esta lo que quería mostrarte. – indicó cambiando abruptamente de tema para alivio de la chica. –La orquídea más escasa del mundo y la más costosa. Solo se consigue en un lugar. Una montaña en particular cerca del Mar de Plata, le toma hasta quince años florecer. Todo ese tiempo perfeccionándose, toda una vida para conseguir flores perfectas.
Orihime pudo apreciar entonces la tan mencionada maravilla y confirmo que era una flor de singular belleza que jamás había visto en su vida.
Cuidadosamente colocada en un pedestal de mármol blanco e iluminada con luz especial. Lucía impresionante en esa maceta de cristal, de la cual salían las raíces verdes y se desparramaban en cascada hasta el piso húmedo.
Las hojas eran largas y de un verde intenso pero solo eran seis y estaban una sobre otra, de ellas salía un único tallo floral en el que estaban dispuestas una cantidad impresionante de flores de regular tamaño que a Orihime le recordaban a las mariposas infernales, sobre todo por ese color purpura tan intenso de sus pétalos, que casi parecía negro.
Pero lo más sorprendente de todo era que del centro de las flores fluía un néctar del color de la misma sangre. Una imagen sugerente y espeluznante en realidad, pero hermosa.
–¿Cuánto tiempo florece? –preguntó intrigada por la espléndida flor
–Solo un momento. –aseguró Aizen satisfecho de haber impresionado a su cautiva.
–¿Es venenosa? – quiso saber ella, mientras extendía su mano para acariciar la flor y sus dedos se mancharon del rojo néctar.
–Como todas las cosas hermosas, eso espero.
Orihime supo con certeza que esta vez se refería a ella.
Aizen se apoderó de sus dedos y con su boca limpió de ellos el néctar carmesí lentamente y a la vez la miraba fijamente, luego la atrajo hacía sí con ímpetu para arrebatarle un inusualmente delicado beso.
Pero la delicadeza termino ahí. Sin aviso ni contemplaciones, la lanzo al piso y ella cayó de espaldas.
Orihime no hizo intentos de levantarse, empezó a sollozar y a temblar en el piso, mientras observaba como él se deshacía de la ropa y liberaba su miembro. Y, aterrada, no se resistió cuando Aizen le destrozó la ropa para hundirse en ella.
Ulquiorra que esperaba afuera de la galería de cristal, hizo un leve gesto de molestia, cuando escuchó el primer grito de terror y agonía de la prisionera.
Despertó de golpe, con lágrimas en los ojos y completamente aterrada. El miedo se acrecentó al notarse sola en la penumbra de su habitación. Tuvo pánico al creer que aún era prisionera de Aizen. Al recordar la forma tan cruel en que la invadía.
Sin encender la luz, corrió desesperada al librero de la sala. Hundió la mano y saco del escondite una pequeña libreta y ahí desahogo su amargura.
Hiperventilada escribió letra a letra la espeluznante pesadilla. Escribió de prisa y solo pudo tranquilizar su agitada respiración hasta que puso el punto final.
Necesitaba desahogarse o explotar. No se atrevía a hablar con nadie al respecto, ni con su más cercana amiga Tatsuki.
Era el diario del recuento de los daños. Diario que quemaría cuando agotara las páginas.
Y por ahora escondía detrás de esos libros aburridos que había visto en la biblioteca de Aizen. Sabía que nadie los leería y que el diario estaría seguro allí.
Tales libros los compro precisamente por Aizen, quería entender un poco al villano y comprender porque le había pasado esto a ella.
Había sido la única manera que resultó efectiva de superar un poco su angustia. Plasmar lo sucedido en un diario al que solo accedió a escribir, después de darse cuenta que estaba considerando el suicidio. Solo después de escribir en él, podía volver a conciliar el sueño, y mantener la cordura al siguiente día.
Las primeras palabras fueron tan difícil de escribir. Era casi como decirlo en voz alta. Sentía que cualquiera podría escuchar el ruido de los trazos sobre el papel. Su mano temblaba, poner cada letra se sintió como avanzar en el fango. Moriría si alguien lo leyese.
No era cualquier cosa confesar "Fui violada por Aizen Sosuke…"
Una inesperada llovizna sorprendió a la ciudad. El cielo estaba dividido en dos, del suroeste unas nubes de tormenta acechaban el atardecer. El sol que se ponía en el horizonte, aún brillaba con esplendor y matizaba a las nubes con todos los colores desde el rosa pálido hasta el violeta, junto a destellos dorados de las gotas de lluvia, daban un precioso aspecto de Karukura desde la ventana de Orihime Inoue.
Apoyó la frente contra el vidrio, absorbiendo la vista del crepúsculo. Ése era el momento que tanto había amado al final del día, la sensación de serenidad del atardecer. Pero hoy, deseaba con todas sus fuerzas poder detener el tiempo, y que no llegara esa fatídica fecha, en que Aizen le prometió que vendría por ella.
«Pero… ¡Aizen fue derrotado y esta cautivo!–pensó preocupada, intentando convencerse–. ¿Cómo es que pretende venir al mundo de los vivos y… solo por mí?»
Todos sabían que algo así era imposible.
Además, esa amenazadora promesa la pronuncio antes de ser derrotado y sellado. Pero lo había dicho con total seguridad y confianza de que podría hacer tal cosa, que Orihime estaba convencida de que lo haría.
Su estadía en el palacio de Las Noches había cambiado radicalmente el rumbo de su existencia.
Para nadie era un secreto que había sido prisionera de Aizen y todos supusieron que había sido horrible y la consolaron. Lo que no sabían, era lo que él hizo de ella, eso había sido lo verdaderamente aterrador. Pero ella no dijo nada.
Inoue no pudo controlar el temblor al repasar la imagen que no podía borrar de su mente.
En el que Aizen, valiéndose de su vulnerabilidad, la había seducido. Primero con elegancia y cautela, haciéndola sentir importante y especial, de que el futuro dios hubiese posado sus ojos en ella.
Cautivándola con sus palabras fríamente calculadas, con ese tono grave y aterciopelado de su voz. Confundiéndole, diciéndole que solo estaba interesado en sus habilidades de sanación.
El cortejo le pareció encantador. De tan terrible, su aspecto resultaba magnifico. Sus palabras embriagadoras y enervantes. Nunca fueron de amor, ni le dieron la esperanza de romance alguno.
Eran más bien como la serpiente que seduce y confunde, que la incitaba a probar del fruto prohibido y cometer actos de lujuria descarada…con él. Pero ella sabía que si aceptaba sería su ruina y destrucción.
Pero fue inevitable... se sintió aturdida y encantada por su porte de caballero maligno. Presa de la innubilación, en el que su consciencia y sentidos estaban atrofiados y bloqueados por el embeleso de Aizen.
Podía responder sus complejas preguntas sobre su habilidad, su cuerpo se estremecía y reaccionaba ante sus caricias impetuosas y ardientes, pero con lentitud, fatiga o bastante dificultad de concentración.
Nunca podría olvidar esas palabras y lo que le provocarón…
"Tócame… con tu dedo. Suavemente. ¿Percibes mi aroma? Te gusta ¿Verdad Orihime? No te resistas…Abre tus labios…Prueba".
Y ella le creyó y se sintió especial. ¡Que tonta fue!
Pero nada fue cierto, solo fue una cortina de humo, una distracción.
Aizen no tardo en mostrar su verdadera naturaleza cuando la emboscó en el salón donde celosamente guardaba el hogyoku y le arrebató la inocencia a la fuerza.
Porque la forzó a ser mujer, la tomó a la mala. Haciéndole dar de dolor espantosos gritos de agonía placentera que eran escuchados por todos los Espada en aquellos sombríos corredores, ávidos de frialdad del lúgubre palacio de Las Noches.
Y lo hacía tan fuerte que la hacía sangrar. La primera vez creyó que era normal pues ella había sido virgen, pero el sangrado estuvo presente cada vez.
Ella nunca dejó de gritar, era imposible no hacerlo. Y él lo disfrutaba, la embestía con tal vigor y potencia que cuando terminaba estaba tan adolorida, que tenían que pasar varias horas para que pudiera mover las piernas otra vez.
Tan solo para que él lo hiciera de nuevo, una y otra vez. Había sufrido tanto las primeras veces.
Había. Después de todo ese tiempo era hora de que fuera sincera consigo misma.
Había empezado a gozarlo.
Porque antes de que se diera cuenta ya había sucumbido…a la excitación, al poder que Aizen ejercía sobre ella.
Porque ese acto, era una cuestión de poder y no de amor.
Ella lo sabía, pero llegó a desear con ansia que llegará ese momento, la hora en la que él se presentaba para saciar en ella sus deseos.
Era el único medio por el cual podía soportar su encierro. Atormentada y llena de odio, sufriendo la tortura psicológica de Ulquiorra y la física de esas celosas arrancar femeninas, se le conservaba prisionera, excepto cuando a su amo se le antojaba invadirla de nuevo.
Incluso la torturaba haciéndola esperar. Aizen había calculado perfectamente, que ella reaccionaría de esa forma.
Porque sí. Aunque le dolía admitirlo llegó un punto en que empezó a disfrutarlo, incluso a desearlo. Antes solo había sido simple espectadora de su propio ultraje pero con el tiempo ella misma empezó a ser partícipe en esa intimidad.
En un intento de convertir su agonía en deleite, así ya no sería una víctima si no una amante, una sobreviviente.
Deslizando sus manos hacia él, para dar caricias tímidas, titubeantes en su torso y en su espalda que pronto evolucionaron en abrazos sedientos. Los besos tomados a la fuerza, ella empezó a darlos por voluntad propia, los forcejeos ya no eran por defenderse, eran un síntoma del éxtasis erótico, de la obnubilación lasciva de la que Aizen la hizo presa.
Claro que él se dio cuenta del repentino cambio en su cautiva, seguramente ya lo esperaba. Entonces él también empezó a amarla y no solo poseerla, pero la intensidad y vehemencia fueron las mismas que la primera vez.
Lo deseó entonces. Lo deseaba ahora mismo.
Incluso ahora ansiaba que Aizen irrumpiera en su habitación para hacerle lo que él quisiera de ella. Pero ahora estaba en su alcoba. En Karakura a un mundo de distancia de Aizen y ya no podía poner de pretexto que era su prisionera.
No. Ya no era solo con Ichigo con quién soñaba en las noches.
Las pesadillas, eran con Aizen, lo fueron primero después evolucionaron a delirios eróticos.
En los que empezaba dando besos esquivos a Ichigo para luego volverse impetuosos y ardientes, que ya no provenían de su primer amor infantil si no de su cruel raptor, que la consumía frenéticamente como cuando era su prisionera, llevándola al éxtasis de la lujuria.
Despertaba de golpe en medio de la noche fría, agitada, empapada en su propio sudor y humedad, pero sola. Entonces solo se abrazaba y lloraba en silencio impotente de no poder satisfacer su ansiedad. Podía sentir dentro de ella algo maligno, ese deseo no era ni natural ni normal. FUE ULTRAJADA. Pero esas pesadillas venían siempre con la extraña sensación de terror y deseo.
Y siempre las mismas preguntas... ¿Estaba acaso volviéndose loca? ¿Se habrá dado cuenta Ichigo de lo que sucedió? ¡Qué terribles fueron para ella esos momentos!
«Si tan solo no fuera tan débil –pensó Orihime–, eso jamás habría sucedido.»
Había sido tan estremecedor y traumático que prefirió negarlo.
De todas maneras Aizen se suponía derrotado y encarcelado o al menos ella lo creyó así. Estaba equivocada.
Pero no era algo que pudiera compartir con sus amigos y menos ahora que los poderes de Ichigo estaban agonizando.
Ahora estaba sola en casa, como siempre, pero ya estaba acostumbrada a su soledad e incluso disfrutaba de ella. En otras circunstancias, lo disfrutaría mucho: la quietud, el silencio, el tiempo que se daba para ella misma. Como antes, cuando tenía esperanza.
Cuando aún creía que el alma de su hermano descansaba en paz en la sociedad de almas. Pero ahora lo sabía. Sabía lo terrible que era vivir allí. Rukia mintió deliberadamente. Ese no era el paraíso que esperaba encontrar. Allí encontró el mismo infierno. Y era casi tan terrible como el mundo de los vivos.
Si estuviera tranquila leería a Descartes, escucharía música, comería un rico postre, se daría un relajante baño de espuma y aceites en su tina o todo al mismo tiempo.
Pero la sombra de Aizen no se lo permitía, su inquietante amenaza y su recuerdo.
Sentía en el aire mismo que respiraba que algo malo iba a ocurrir. Comprendía que el peligro era inminente, aun antes de hacerse tangible y de adquirir caracteres de evidencia.
Estaba convencida de que iba a operarse un cambio calamitoso para ella y que el autor sería Aizen.
Aún con esa preocupación de todos los días, decidió darse un baño y arreglarse. Ichigo la había citado en esa plaza donde había una pista de hielo.
Se sentía excitada ante este evento, que logró olvidar durante un tiempo su desasosiego. Esmerándose en su arreglo, inquieta por saber que era lo que Ichigo iba a decir, quizás patinarían juntos.
Lo que vivió con Aizen no borro de su alma esos sentimientos que había albergado por su compañero de clase, pero eran diferentes. Antes inocentes, puros e inmaculados.
Ahora lo veía con otros ojos, como si las tácticas de tortura carnal a las que Aizen la sometió hubieran quitado un velo que había estado atrofiando su vista. Para darse cuenta de lo apetecible que le era Ichigo. Ahora, gracias a Aizen, tenía la plena conciencia de los poderes ocultos de su propio cuerpo y sensualidad.
La tarde estaba por finalizar, termino de alistarse, cogió sus patines y salió presurosa de su vivienda con rumbo a la pista de hielo artificial y al encuentro de Ichigo.
Sin imaginar que una sombra la estaba acechando.
–¿Encontró algo Capitán Kuchiki? – dijo Renji a través del auricular de su oído izquierdo, mientras saltaba de un edificio a otro en sigilosa persecución. Finalmente su objetivo se detuvo y él se posó en un edificio algo elevado.
–Aún nada Renji. – respondió Byakuya mientras recorría con la mirada la habitación de Inoue Orihime.
Ella era la más reciente asignación especial del sexto escuadrón. El mismo Genryusai en persona se lo había comisionado: Indagar en la vida de la jovencita, en busca de pruebas que la vinculen con el traidor Sosuke Aizen.
Se sospechaba de ella desde que Aizen supuestamente la secuestrara. Byakuya sabía que lo que más preocupaba al capitán general era el hecho a que fuera alguien tan cercano al shinigami sustituto.
Llevaban dos días de vigilancia, pero hasta ahora no habían descubierto nada más, que era la chica más ordinaria del mundo de los vivos.
–Tengo a la sospechosa a la vista, al parecer va a reunirse con sus compañeros. Espere capitán…Rukia y el shinigami sustituto acaban de llegar. ¿Estaba enterado de que ella estaba aquí? Deberíamos saludarla….
–De ninguna manera Renji– lo interrumpió Byakuya tajante – y por supuesto que sabía de ella. Su misión es asegurarse de que los poderes del shinigami sustituto desaparezcan por completo y que ya no representará ningún riesgo para la sociedad de almas.
El teniente escuchaba atento las palabras de su capitán, mientras vigilaba desde un edificio de poca elevación a Inoue y sus compañeros en una concurrida plaza comercial. El ambiente lucía bastante animado, que deseó por un instante no estar en esa tediosa misión para poder bajar y mezclarse entre la gente como lo hacía Rukia.
No entendía porque el acto de deslizarse en el hielo les parecía divertido a los vivos. No entendía porque Rukia lo disfrutaba. Cuando eran niños vivieron crudos inviernos y lo habían pasado realmente mal.
Era evidente que la vida de lujos en la nobleza había suavizado a Rukia. Pero lo que realmente le molestaba era el vínculo que tenía con Ichigo. A su lado, ella se veía feliz y divertida, tenía mucho tiempo que no la veía así. Se sintió desplazado.
–¿Cuánto tiempo más durara nuestra misión? –preguntó Renji.
–La misión durara lo que deba durar. –dijo Byakuya intentando ocultar su fastidio ante las inútiles preguntas de su teniente. Mantén tu puesto e informa cuando la humana esté por regresar.
Le preocupaba que las sospechas de su superior fueran ciertas.
Rukia era muy amiga de esa humana y no podía ser negligente ante ese hecho. Esa actitud casi le cuesta la vida en el pasado a su hermana, precisamente a manos de Aizen. Esta vez investigaría a fondo
Paseo la mirada por la estancia de colores alegres, apenas amueblada. Era su segunda vez en aquel sitio.
La primera vez, fue cuando recién se supo de la desaparición de la joven y fue acusada de traición, lo enviaron junto con el capitán Kenpachi a escoltar a los shinigami que habían permanecido en el mundo de los vivos, entre ellos Renji y su propia hermana, para evitar que ayudaran Ichigo.
En esa ocasión no había tenido tiempo de apreciar el lugar. Ahora lo escudriñaba con atención.
—Qué extraño —musitó. Renji escuchaba atentamente pero no decía nada.
Le llamó la atención los volúmenes del librero. Todos eran títulos que ya había visto en otra parte. La misma biblioteca de Aizen. El Contrato Social de Rousseau, El Capital de Marx, El príncipe de Maquiavelo, El Anticristo de Nitzsche pasando por las obras fundamentales de Lenin, Hitler, Stalin, Marqués de Sade y muchos más que estaban terminantemente prohibidos en la sociedad de almas.
Él mismo le comentó alguna vez que esa clase de lectura sembraría en el ideas peligrosas. ¿Qué hacía esa chica con libros así? Los de ella eran nuevos, y los de Aizen siempre fueron primeras ediciones.
—Curioso —afirmó en voz alta.
Soltó el aire despacio, sacudió la cabeza y pensó que eso era algo demasiado melodramático, incluso para él. Pero nada de eso era concluyente.
Una libreta pequeña llamó su atención al tirarla por accidente, mientras husmeaba en la vida de la joven. Dudo antes de abrirlo, era un diario, el diario de Orihime.
Pero lo hizo y leyó la primera línea
"Fui violada por Aizen Sosuke…"
Esta debe ser su cara ahora: o_O
¡¿Violación?! ¡¿Byakuya?! ¡¿Enserio?...
Bueno debo ser sincera. El AiHime, no era siquiera era algo que yo pudiera contemplar.
No hasta que leí los fic de Bella Rukia (si tú me enviciaste). Que son bellísimos.
Esto es para ti. Gracias por tu amistad. Espero te guste y ya sabes que puedes criticar y destrozar este fic si gustas.
Seguramente hay miles de errores ortográficos, y los personajes para nada IC, sobre todo Orihime, que suele ser más sumisa. Pero de cierta manera creo que ella es fuerte.
Aunque sea tomada por muchos como un estereotipo de animación japonesa (ya saben, tetona y hueca). No pienso eso de ella, sé que su personaje evolucionara más allá del estereotipo. (Siempre espero demasiado de Bleach y siempre me decepciona, en fin).
Sé que pediste algo específico de ella, espero poder captar lo que querías, por ahora ella está algo depre, pero evolucionará.
Y Byakuya…bueno es mi preferido y no me pude resistir.
Espero te guste, amiga. No estaba planeado para un fic largo, pero cuando me di cuenta ya era un monstruo. Solo serán tres capítulos. Tengo como límite este fin de semana.
O abandonaré fanfiction…
Naaa, no es cierto. Pero te alegrara saber que a diferencia de mis otras historias está ya está terminada.
Subiré hoy mismo el siguiente capítulo, en una hora o dos. Lo decidí así porque suelo darle vueltas a la misma cosa y espero que este experimento mío funcione.
Pero me gustaría pedirte, ya que este fic es tuyo, que puedes sugerir y decidir el final. Pero me he prevenido por si no intervenir y que es tu derecho (cosa que para nada me enojaría) y ya tengo el capítulo final.