Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos.
Para Genee
Dicta... Embajadora Taiora :D
Capítulo 5:
¿Y el tesoro?
Taichi y Sora se bajaron en la estación Odaiba Kaihin Koen cuando ya el atardecer comenzaba a caer sobre sus cabezas. Estaban cansados, hambrientos y confusos. Tras descifrar la última pista habían decidido ir al departamento de los Yagami e intentar viajar al mundo digital desde allí. No podían arriesgarse a hacerlo desde algún lugar público.
El castaño apuró el paso, tomando cierta ventaja. Sora sintió que su estómago se apretaba.
—¿Estás bien? —preguntó temiendo su respuesta; si bien sabía que tenían que hablar de lo sucedido, prefería alargar el momento todo lo que pudiera.
Taichi reaccionó en cámara lenta. Primero se detuvo, luego volteó a verla y por último le dedicó una débil sonrisa que estrujo el corazón de Sora. Ya empezaba a sentir el remordimiento de haberse escapado de sus brazos en aquel callejón para decirle que debían seguir adelante. ¿Cómo habría interpretado Taichi eso? ¿Pensaría que estaba arrepentida y no quería decírselo? Tenía que hablar de una buena vez, decirle la verdad, decirle por qué no podían ser más que amigos, el miedo que la atenazaba cada vez que pensaba en la posibilidad de perderlo. Ya antes lo había ilusionado en vano, no quería volver a hacerlo.
El recuerdo del beso que compartieron la noche de su graduación aún palpitaba en su mente cada vez que lo invocaba. Y cada vez que lo hacía, sin falta, se arrepentía de haber dejado que sucediera. ¡Lo había hecho otra vez, maldición!
—No es nuestro momento —le dijo cuando pudo poner distancia entre los dos y pensar con más claridad; con Taichi cerca siempre era difícil pensar—. Somos jóvenes y estamos llenos de dudas e incertidumbre sobre nuestro futuro. Te necesito a mi lado, Taichi, pero como mi mejor amigo.
Esa fue la mentira que pronunció, no la verdad que se guardó; que no estaba dispuesta a sacrificar otra amistad por un sentimiento tan veleidoso y frágil como el amor. Ella tenía ese emblema, debía saberlo mejor que nadie, ¿cierto? El amor nunca perduraba, la amistad sí. Si tener a Taichi como amigo podía ser para siempre, ese era el para siempre que ella quería, no el de los cuentos de hada.
—Perdóname, Sora.
Los ojos de la pelirroja se abrieron a toda su capacidad. ¿Por qué estaba disculpándose?
Ella debía ser la que lo hiciera.
—Estaba pensando en Hikari, por eso no te he prestado mucha atención desde que salimos del onsen.
—¿En Hikari? —un respiro de alivio se abrió paso por su garganta—. ¿Qué ocurre? ¿Está bien?
La sonrisa de Taichi se acentuó, pero no iluminó sus ojos.
—Sí, ella está bien. Sólo… creo que está enamorada.
—¿Y por qué lo dices como si estuvieras diciendo que enfermó o algo por el estilo?
—Tú sabes por qué. El amor no correspondido es difícil.
—Oh. Entonces… ¿dices que ella se confesó y…?
Taichi negó con la cabeza y se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón.
—Ella no se ha confesado aún, pero confío en que hoy lo haga.
—No entiendo.
—Si te digo algo, ¿puedes prometer escuchar primero y regañarme después?
—Sí —contestó todavía sin entender sus palabras.
Taichi se sentó en la vereda y ella decidió acompañarlo. Se ubicó a su lado, a una distancia segura, lo que se traducía en que sus brazos no se rozarían si los movían.
—Preguntaste si había arreglado los papeles del sorteo. Y bueno, lo hice. No para que nosotros fuéramos juntos. Quiero decir, por supuesto que quería que fueras mi pareja, pero el motivo principal fue otro.
—¿Hikari? —dedujo Sora sin saber todavía a qué quería llegar.
—Sí, los puse juntos para que Hikari le confesara sus sentimientos a Yamato y él pueda rechazarla. Puede sonar cruel, pero es la única manera de que Hikari no se haga ilusiones y siga adelante.
Sora apoyó las manos a sus costados. De repente se sentía mareada, era demasiada información que asimilar: Taichi había hecho trampa, pero no por los motivos egoístas que ella creía. Ah, y a Hikari le gustaba Yamato.
—¿Por qué me lo estás diciendo a mí?
—Porque no sé si hice lo correcto y hay algo que me tiene inquieto sobre ello.
—Nunca antes te ha importado saber si estás en lo correcto.
Taichi se dispuso a replicar, pero Sora lo mandó a callar con un gesto.
—Déjame terminar. Lo que trato de decir es que nunca te ha importado si estás haciendo lo correcto cuando sabes que tienes que actuar, sólo lo haces, pero siempre haces lo que sientes que es mejor. Eso debería bastar por ahora, ¿no crees?
El castaño sonrió, esta vez de verdad, no una de esas sonrisas a medias o desganadas que no iban con él.
—Tienes razón. Sabía que podía contar contigo, siempre pones todo en perspectiva.
Sora lo observó de reojo, se había abrazado las piernas con ambos brazos y estaba viendo los autos pasar. Se sintió mejor, era regocijante poder hablar tan normal como siempre después de lo sucedido, la tranquilizaba saber que podían seguir siendo buenos amigos.
—Pero Taichi… ¿no has pensado en la posibilidad de que Yamato pueda corresponder sus sentimientos?
El ceño del castaño se frunció como acto reflejo. Sora no supo si porque le parecía imposible o porque esa idea no le agradaba en particular. Bien podía ser por ambas razones.
—Supongo —contestó rascándose la oreja.
—No deberías dejar que tus celos de hermano mayor te cieguen. Podría resultar que Hikari conquiste a Yamato y no lo veas venir.
—Sé que Yamato no es un mujeriego, pero no lo veo comprometiéndose algún día. Entre sus clases y los ensayos con su banda lo vemos cada vez menos. No digo que los demás nos veamos mucho más, pero él siempre ha ido a un ritmo diferente al nuestro, ¿no crees? Y no quiero que le rompa el corazón a Hikari. No importa que no le corresponda, ella no se desilusionará hasta que no se lo diga, sé lo que se siente eso.
Sora se preguntó si todavía seguían hablando de Yamato y Hikari o si ahora hablaban de ellos mismos.
En su fuero interno lo supo. Siempre iba tratarse de ellos, de un asunto no resuelto si no lo arreglaba ahora.
Abrió la boca para hablar.
—Deberíamos irnos. Ya les dimos mucha ventaja a los demás, ¿no te parece?
Taichi ya se había levantado y estaba tendiéndole una mano. La tomó sin pensar y la soltó apenas estuvo sobre sus pies de nuevo.
Justo cuando iba responder, algo llamó su atención.
—Tu trasero está vibrando.
—Así que reconoces que no puedes apartar la vista de mi trasero, ¿eh? —bromeó.
—No seas idiota. Trato de decir que creo que tu celular está vibrando, te deben estar llamando. No puedo creer que te sentaras sobre él
A pesar de que le resultaba extraño que Taichi pudiera bromear en una situación como esa, con toda esa tensión creciendo entre ambos, se lo agradeció internamente, pues hacía las cosas más fáciles, pero eso no era algo nuevo tratándose de él.
—Ah, eso. Lo había olvidado —reconoció, sacando el aparato del bolsillo, efectivamente lo habían estado llamando, tenía dos llamadas perdidas y un mensaje—. Es Yamato.
«Llegamos a la meta. Koushiro y Mimi también están aquí, pero no hemos encontrado nada. ¿Dónde estás, Yagami?»
—Qué raro —comentó Sora cuando terminó de leer el mensaje a su lado—. Se suponía que Iori ocultaría el tesoro, ¿lo habrá ocultado tan bien? Deberíamos alcanzarlos.
—Eh, Sora. Tengo algo más que confesar, pero antes necesitamos conseguir algunas cosas. Es aquí cerca, no nos tardaremos mucho.
—Tiene que ver con el tesoro, ¿no es así?
—Algo así —dijo con una sonrisa nerviosa.
Sora suspiró. Taichi nunca, nunca cambiaría. Y tal vez lo peor era que a ella le encantaba la idea.
~.~
Koushiro no sabía cómo había pasado exactamente. Iban camino a la Ciudad del Comienzo [29], porque según la última pista les pareció que lo más lógico era que el tesoro estuviera allí. Mimi se puso a refunfuñar algo acerca de que él caminaba muy lento y quería apurarlo. Lo jaló del brazo, él se resistió, entonces Mimi empleó más fuerza y de alguna manera acabaron cayendo por una pequeña bajada que no habían visto entre tantas hojas.
Rodaron cuesta abajo durante unos segundos hasta que finalmente una roca los detuvo de golpe.
—Auch —se quejó Koushiro, que era quien se había llevado el impacto.
Mimi había caído sobre él y ahora lo observaba a escasos centímetros de su rostro.
—¿Estás bien? —le preguntó.
—S-sí —contestó repentinamente nervioso, con el sonrojo llenando sus mejillas—. ¿Y tú?
—Eso creo —susurró dudosa, mientras intentaba ponerse de pie.
Koushiro la imitó, impulsándose apenas se sintió libre del peso de la chica, pero antes de que alcanzara a echar un vistazo alrededor Mimi se fue contra él, haciéndolo perder el equilibrio y regresar a la posición inicial.
—¡Lo siento! —replicó avergonzada—. Creo que me lastimé el tobillo.
—Oh, vaya. Supongo que eso nos deja fuera de la competencia.
—¿Qué?, ¡claro que no! Aún podemos lograrlo.
—¿Cómo propones que lo hagamos? Todavía nos queda por lo menos media hora caminando desde aquí, eso suponiendo que no estemos más lejos de lo que creo, y no puedes caminar con ese tobillo lastimado —razonó Koushiro.
—Puedes cargarme —sugirió Mimi.
—¿Qué?
—Anda, vamos. No peso mucho.
—Pero yo…
Mimi se levantó a medias, dejándose caer a un lado para que el chico pudiera levantarse.
—¿Quieres ganar o no? —preguntó furibunda.
Koushiro la contempló durante algunos segundos. Lo cierto era que esa estúpida competencia había despertado su vena competitiva, ¿quién lo diría?
—Muy bien, hagámoslo —contestó resignado.
La sonrisa que le dedicó la chica fue suficiente para recuperarse del porrazo que acababa de darse dos veces.
Pasaron quince minutos aproximadamente ideando formas en las que el chico pudiera cargarla, pero ninguna dio resultado. El chico era muy debilucho o Mimi no ponía el suficiente esfuerzo de su parte.
—N-no… puedo —rezongó Koushiro dejando de hacer fuerza y causando que la chica cayera de espaldas sobre la hierba.
—¡Kou, eres un bruto! —se quejó.
Él se dejó caer a su lado.
—Lo siento, Mimi-san. No puedo.
—¡Claro que sí puedes, no peso tanto! —le recriminó ella viéndolo de reojo—. Lo que sucede es que eres un debilucho, lo que ganaste en altura lo perdiste en fuerza.
—¿Por qué la agarras contra mí? No fui yo el que hizo que nos cayéramos—replicó él, frunciendo el ceño—. Además… —concluyó meditabundo.
—¿Además qué?
—Mimi-san está comiendo mucho últimamente —susurró a medias, inseguro sobre las consecuencias que podría traerle aquella afirmación.
La furia de Tachikawa no se hizo esperar.
—¡¿Me estás llamando gorda?!
—Y-yo…no quise, en realidad no… —susurró un asustado Koushiro arrastrándose hacia atrás con ambas manos.
—¿Sabes qué? Me aburrí de esto. Primero me llamas tonta, luego me rechazas y ahora dices que estoy gorda. Tú y yo ganaremos esta competencia Izumi Koushiro y tendrás que retractarte de todo lo que has dicho, ¿me entiendes?
El pelirrojo la miró aturdido. Había creído que aquel malentendido sobre él llamándola tonta ya estaba solucionado; pensó en decírselo, pero decidió que eso podía empeorar las cosas. Mimi odiaba que le llevaran la contraria.
—¿Q-qué propones?
—Vamos a intentarlo de nuevo. Cárgame en tu espalda, haré lo posible para ser más ligera.
—P-pero…
—¡Ahora! –chilló la chica.
Koushiro se levantó raudamente y se acuclilló a su lado para que ella pudiera subirse. Mimi se encaramó en su espalda, rodeando su cintura con las piernas y aferrándose firmemente a su cuello.
—Estoy lista —le dijo.
El pelirrojo se impulsó con todas sus fuerzas y consiguió ponerse en pie con ella a cuestas. Se tambaleó hacia uno y otro lado hasta que finalmente encontró un punto de equilibrio.
—Lo hice —susurró aliviado.
—Vámonos entonces, aún queda mucho por recorrer —ordenó Mimi, un poco más calmada.
Y el chico comenzó a caminar.
~.~
—Bueno, ya estamos aquí —susurró Yamato deteniéndose justo en la entrada de la Ciudad del Comienzo.
Hikari, en cambio, echó a correr hacia adelante, perdiéndose entre los enormes bloques con forma de juguete.
—¿Seremos los primeros? —preguntó de pronto, saliendo desde atrás de una estrella, sorprendiéndolo.
Yamato detuvo sus pasos abruptamente y pensó que junto a aquella figura parecía una niña más que nunca, pero el mismo pensamiento lo hizo darse cuenta de que hace tiempo Hikari había dejado de serlo.
—Eso pareciera.
—Entonces hay que encontrar el tesoro —dijo animosamente antes de perderse otra vez de la vista del chico.
Yamato sonrió y se dispuso a buscar también. Pasaron un buen tiempo recorriendo todo el lugar, hurgando en cada sitio que les parecía que podía ser propicio para esconder el tesoro; el problema era justamente que había muchas opciones y no tener ninguna pista sobre el punto exacto tampoco ayudaba.
Al cabo de un tiempo Hikari sugirió que se sentaran a descansar en las faldas de un monte.
—Debería responder a tu pregunta ahora —susurró la castaña acomodándose un mechón de cabello detrás de la oreja—. Sobre quién es el chico que me gusta.
El rubio la observó largamente antes de hablar.
—No tienes que decírmelo.
—Tengo que hacerlo, te hice una promesa.
Yamato intentó ignorar el resquemor que le producía pensar en promesas, en que ella se esmerara en cumplir una tan sencilla cuando él no había cumplido una que de verdad importaba. Le tomaría algún tiempo soltar ese peso.
—Mi hermano no te mintió. Sí me gusta alguien de tu banda.
Él asintió débilmente, sólo para demostrarle que estaba escuchando.
—Eres tú.
Estaba mirando el césped bajo sus zapatos cuando lo escuchó. Al principio no reaccionó, pensó que había oído mal, pero las palabras hicieron eco en su cabeza: «eres tú».
No podía ser él, no tenía sentido, no…
Sus pensamientos se tropezaron unos con otros formando un gran barullo en su interior, mas todo se quedó en silencio cuando levantó la cabeza para mirarla y Hikari rompió a reír.
Era una risa ligera, divertida en medio de la tristeza de su expresión, aunque no burlesca y, sin embargo, el ceño de Yamato se frunció.
—Estás incómodo. No lo estés. Sé que no me correspondes, así que no espero que lo hagas. De hecho, no espero nada. Ni siquiera tienes que responder. Esto es algo que necesitaba decirte, ¿sabes? Antes de irme lejos. Lamento que para hacerlo tuviera que cargarte con este peso.
Yamato pensó que debía decir algo, pero no sabía qué, así que observó el sonrojo en sus mejillas y de repente, sin previo aviso, el día que acababan de pasar juntos pasó en cámara rápida por su mente, sólo que esta vez pudo ver todo con mayor claridad. Notó sus constantes sonrojos y la extraña e inusitada timidez con la que actuaba a su alrededor. Hikari podía no ser tan extrovertida como Mimi, pero no era tímida. Era agradable y siempre estaba sonriendo, sin embargo, su sonrisa se volvía más nerviosa cuando él estaba cerca. ¿Cómo no lo había visto antes?
—No te vas por mí, ¿verdad? —supo que eso no era algo que decir en un momento como ese, pero necesitaba saberlo, escuchar de sus labios que no planeaba irse a Inglaterra únicamente por alejarse de él.
Hikari agitó la cabeza hacia ambos lados.
—Siempre he tenido el sueño de viajar a Inglaterra, simplemente nunca lo había compartido con nadie. No eres el único que se guarda cosas para sí mismo.
—Eso es un alivio.
En su mente estaba reprendiéndose por ser tan idiota. Había un millón de cosas mejores que decir, estaba seguro, y a él no se le ocurría ninguna.
—¡Llegamos! —gritó una voz femenina a sus espaldas que aparentemente venía desde el otro lado del monte, más allá del árbol de juguetes.
Se voltearon justo a tiempo para ver emerger las cabezas de Koushiro y Mimi por la cima.
—¡Hey, chicos, por acá! —los llamó Hikari agitando una mano en el aire.
Koushiro se dirigió hacia ellos todavía cargando a Mimi.
—¡No puede ser! ¿Nos ganaron? —protestó la chica.
—No exactamente —replicó Yamato—. Estuvimos buscando, pero no pudimos encontrar nada.
—¿Estás bien? —preguntó Hikari levantándose para ayudarla a bajar de la espalda del pelirrojo.
—Sí, solo me lastimé un poco el tobillo. Si el superior Jou estuviera aquí sabría qué hacer.
Koushiro se dejó caer junto a ella, agotado.
—¿Acaban de decir que no hay tesoro?
—Pues si lo hay, no pudimos encontrarlo —apostilló Hikari alzando los hombros.
Koushiro cerró los ojos.
«Taichi», pensó. Sabía que no tenía que dejar que Taichi se encargara del tesoro. Todo lo que tenía que hacer era comprarlo y entregárselo a Iori, ¿en qué parte se había perdido?
Decidieron volver a buscar entre los tres, no sin antes acomodar a Mimi a la sombra de un árbol a petición de ella misma, pero muy pronto se hizo obvio que no encontrarían nada.
Yamato se alejó con la excusa de que le escribiría a su idiota mejor amigo y Koushiro fue a acompañar a Mimi, dejando sola a Hikari.
—Entonces… ¿estás decepcionada?
Mimi levantó la cabeza y vio a Koushiro sentarse a su lado.
—¿Por qué estaría decepcionada?
—Ya sabes. Porque no ganamos.
—Pero nadie ganó —dijo frunciendo la nariz—. Da igual, no me importaba ganar.
—¿No? —preguntó sorprendido—. Creí que… bueno, fue tu idea y yo esperé que… —suspiró—. Olvídalo, parece ser que tienes razón, nunca me entero de nada, ¿verdad?
—¿Qué quieres decir?
—Que no te entiendo.
Mimi le dedicó una ligera sonrisa.
—Algunas veces ni siquiera yo me entiendo, Kou. Y eso está bien. Ciertas cosas escapan a nuestra comprensión.
—Pero es frustrante —se quejó, dejando caer la cabeza contra el árbol.
La castaña rio.
—Para ti que eres el elegido del conocimiento es lógico que lo sea. Para los demás no tanto.
—Supongo que tienes razón.
—Escucha, Kou. Lamento haber sido una molestia desde que regresé. Sé que estás ocupado, pero extraño pasar tiempo contigo y probablemente sea paranoia mía, pero me dio la sensación de que estabas evitándome.
—Puede que estuviera haciéndolo.
Los ojos de Mimi se clavaron en él con sorpresa.
—Pero no por los motivos que crees. No es porque te considere tonta o no quiera pasar tiempo contigo, simplemente creí que sería mejor no acercarnos tanto en caso de que te fueras otra vez.
—Entonces… ¿tienes miedo de que me vaya otra vez? ¿Por eso te has mantenido alejado de mí?
El pelirrojo negó.
—Eres inquieta por naturaleza. No soy tan ingenuo como para pensar que te quedarás en un solo lugar por siempre. Lo que me da miedo es no poder seguirte el ritmo.
Mimi lo abrazó sorpresivamente, lo que considerando cuánto la conocía no debió atraparlo desprevenido porque la chica siempre hacía las cosas de improviso, pero aún así logró sobresaltarlo.
—Me quedaría si lo pides.
—Sabes que no podría hacerlo si realmente quisieras irte.
—Pero no lo haré.
Una tímida sonrisa fue abriéndose paso en los labios del pelirrojo. Mimi se apartó.
—Esta vez me quedaré en Japón… contigo.
~.~
—¿Pero qué te hicieron esas pobres flores? —preguntó Takeru sentándose junto a Hikari, que hasta ese momento se había dedicado a arrancar unas pequeñas florecillas que crecían entre la hierba.
—¡Takeru! No te sentí llegar.
—Lo supuse. Koushiro ya nos puso al día a Ken y a mí. ¿Al final resultó que el juego era un fiasco?
—No estoy segura. Se supone que mi hermano compraría el tesoro, así que él debería saber algo, pero aún no llega.
—Ah, Taichi-sama nunca decepciona —se burló el rubio.
—Cuidado con lo que dices, Takaishi. Es mi hermano del que estás hablando —bromeó.
—Por supuesto, no me atrevería a despertar la ira de un Yagami —le siguió la corriente.
—¿Oyes eso?
Los dos levantaron la cabeza al mismo tiempo para escuchar mejor. Provenía de algún sector de los matorrales que se extendían a lo lejos.
De pronto dos figuras emergieron de ellos. Desde donde estaban no podían ver con claridad para saber de quiénes se trataba, pero a medida que fueron acercándose sus identidades quedaron a la vista. Eran Miyako y Daisuke, empapados de pies a cabeza y llenos de hojas y ramas en el cabello. Ambos iban discutiendo.
—¿Qué les pasó? —preguntó Mimi soltando una leve risita cuando llegaron hasta el árbol—. ¿Se cayeron a un pantano? Están hechos un desastre.
Daisuke se puso a refunfuñar y Miyako a contradecirle, por lo que pronto la discusión se vio reanudada.
—No debiste darles cuerda —le susurró Koushiro.
Todo lo que pudieron entender fueron palabras sueltas como «tu culpa», «idiota» o «nunca»; nada que les sirviera para armar una sola frase coherente. Parecía imposible que estando en sus dieciocho y diecisiete años siguieran peleándose como un par de críos.
Todos se miraron entre sí, preguntándose si debían intervenir o no, pues Sora era la que mejor lidiaba con este tipo de situaciones y nadie quería convertirse en el nuevo objeto de odio de ninguno de ellos dos, lo que seguro terminaba ocurriendo si se metían en medio.
—Eh, chicos —intentó Takeru que era el único lo suficientemente valiente, o tonto, como para hacerlo.
Tanto Daisuke como Miyako lo fulminaron con la mirada. El rubio estuvo apunto de retractarse y decirles que siguieran en lo suyo cuando algo llamó su atención.
—¿Qué tienes en el labio, Dai?
La pregunta despertó la curiosidad de todo el mundo y encendió las mejillas del aludido como si Takeru hubiera presionado un interruptor, pero lo más curioso no fue eso, lo más curioso fue que Miyako observó la boca del chico a su lado y luego apartó la mirada. Nada de aquello pasó desapercibido para el aspirante a escritor.
Efectivamente Daisuke tenía una pequeña herida en el labio inferior.
—¡N-no es nada, Takaishi! ¡Qué entrometido eres! —bufó antes de alejarse del grupo.
Miyako de inmediato tomó la dirección contraria.
—Eso fue extraño —comentó Mimi con las cejas enarcadas.
—Tengo una teoría —le susurró Takeru a Hikari, captando su atención.
Los dos se alejaron, volviendo a sus lugares en una esquina apartada desde donde Koushiro y Mimi no los oirían.
—¿Y bien?
—Vaya, no pensé que fueras tan indiscreta.
—Oh, vamos. Te estás haciendo el interesante.
—Está bien. Te lo diré sólo porque eres mi mejor amiga. Creo que Daisuke y Miyako se gustan.
—¿Qué? De ninguna manera. Se odian, Takeru.
—No, no se odian. Se gustan, pero no se atreven a decirlo. Es un cliché, hay miles de historias que cuentan lo mismo.
—Pero esto no es una novela.
—Las novelas son sobre la vida, pequeño saltamontes —dijo golpeándole suavemente la nariz con su índice, haciendo que ella la arrugara—. Además, si lo piensas bien antes no se llevaban tan mal. La cosa empeoró hace algunos meses, lo que me hace pensar que algo sucedió.
—¿Algo como qué?
—Todavía no lo sé.
—Lo que me parece raro es la forma en que Daisuke reaccionó cuando mencionaste lo de su labio.
—Oh, eso tiene una explicación. Por la forma en que Miyako se asustó cuando lo dije, diría que Daisuke la besó y ella lo mordió.
—¿Es otra corazonada de escritor?
—No, lo sé porque son mis amigos y los conozco, al igual que sé que algo pasó entre tú y mi hermano.
Hikari se tensó en su lugar. No había previsto aquel giro en la conversación.
—Se lo dijiste, ¿verdad?
—Ya lo sabes.
—¿Y qué te dijo?
—Nada. En realidad creo que todavía sigue asimilándolo.
—Puede que no lo parezca, pero mi hermano es un poco lento para estas cosas. No importa, ya se dará cuenta.
—¿De qué?
Takeru sonrió enigmáticamente.
—Si te lo dijera, la historia no sería interesante, ¿no crees?
—¿De qué hablas? ¿Qué historia?
Para mala suerte de Hikari, Taichi y Sora eligieron ese momento para llegar. La castaña suspiró y se puso de pie, sabiendo que no conseguiría sacarle nada a su mejor amigo.
—¡Ahí estás! —gritó Yamato, señalando al recién llegado—. Nos debes una explicación, Yagami.
Rápidamente el grupo volvió a congregarse alrededor del árbol.
—Tranquilos, tranquilos —dijo el aludido alzando las manos a sus costados—. El tesoro está conmigo.
—¿Es una broma? Se suponía que estaría aquí… sabes cuál es la idea de este juego, ¿no? —replicó el rubio, mordaz.
—Por supuesto, pero yo he decidido mejorarlo —dijo con una sonrisa misteriosa antes de abrir su mochila y extraer una serie de objetos de ella.
Un sombrero rosa de vaquera (imitación, por supuesto), una laptop amarilla, un turbante verde que tenía una graciosa similitud con cierto gorro extravagante de un chico rubio, un balón de fútbol, los goggles de Taichi, una pañoleta azul para el cabello, una armónica, un silbato y un gorro tejido fueron extraídos de ella y pasando de mano en mano hasta llegar a sus respectivos dueños.
Mimi sonrió con nostalgia y se puso su sombrero al mismo tiempo que Takeru envolvía el turbante en su cabeza, divertido, y los demás examinaban sus objetos personales, asombrados y confusos.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Koushiro, ceñudo.
—Sus tesoros, nuestros tesoros —dijo Taichi—. Creí que era importante mostrarles que el mayor tesoro de todos es haber compartido el día de hoy.
Las expresiones de todos variaban desde la sorpresa al absoluto escepticismo.
—Y Taichi se gastó el dinero del tesoro —añadió Sora, por lo bajo.
Koushiro se golpeó la frente con una mano. Por supuesto, era obvio.
—¡Sora! Acabas de boicotearme, se suponía que éramos un equipo. Además, si lo piensan bien lo que dije es verdad y deberían valorar el esfuerzo que hice por conseguir todos sus objetos personales.
—Por supuesto, sólo que algunos llamamos a eso robo, Taichi —dijo Yamato con su sarcasmo habitual.
Takeru fue el primero en reír. A él le siguió Hikari y luego el mismo Yamato. Mimi sucumbió antes que Kou y Ken, y hasta Daisuke y Miyako dejaron sus diferencias de lado por un momento para unirse al resto.
Pronto todos estaban riendo a carcajadas. Taichi podía ser todo lo charlatán que quisieran, pero tenía razón en algo: no debían desmerecer el tiempo que compartían porque ese tiempo nunca sería tiempo perdido, incluso aunque lo hubieran ocupado en un bobo juego.
~.~
De vuelta en el departamento Yagami la mayoría se dispersó de inmediato rumbo a sus hogares. Antes de que se dieran cuenta, Taichi, Sora y Hikari se encontraban solos en la pequeña habitación.
La menor fue la primera en salir al percibir cierta tensión entre su hermano y la pelirroja.
—Debería irme también.
—Es tarde —replicó Taichi—. Creo que deberías quedarte. Podrías ocupar la que era mi habitación, estoy seguro de que a mamá no le importará.
—¿Regresarás a tu departamento?
El castaño asintió. Hace un año que arrendaba un departamento cerca de su universidad.
—Sería raro, ¿no crees? Quedarme aquí si tú no estás.
—¿Entonces debería quedarme?
Sora negó con la cabeza.
—Sólo digo que es extraño darse cuenta de lo mucho que ha cambiado todo.
—Puede que las cosas cambiaran, pero nosotros seguimos siendo los mismos.
La chica alzó la cabeza para encontrarse con la mirada de Taichi.
—Sobre lo que sucedió…
Los dos hablaron al mismo tiempo y se callaron de golpe, sorprendidos de que el otro acabara de decir las mismas palabras.
—Tú primero —concedió él.
Sora se mordió los labios.
—Me gustas, Taichi, pero creo que…
—¿No es el momento?
La chica lo observó sorprendida.
—¿Eso era lo que ibas a decir? —continuó Taichi con una sonrisa desganada—. Porque me suena conocido.
—Sé que no he sido clara con mis sentimientos y que no debí dejar que sucediera.
—Pero sucedió y ya no podemos hacer nada respecto a eso. También me gustas, Sora.
Siempre lo he sabido, pero me tomó mucho tiempo aceptarlo y cuando lo hice tú estabas con Yamato. Parece ser que nunca es nuestro momento y si seguimos esperando que lo sea, puede que ese momento nunca llegue.
—¿Qué propones?
—Hacer el momento nuestro.
La expresión de Sora se mantuvo imperturbable por largos segundos.
—Tengo miedo —susurró rendida.
—¿De qué?
—De perderte, tonto. De que esto sea solo una ilusión y terminemos peleados.
Taichi se acercó e inclinó la cabeza para juntar sus frentes.
—Nunca me perderás. Creí que sabías que no es fácil deshacerse de mí. Soy como la peste bubónica, contigo hasta la muerte.
—¿Tienes que bromear incluso en un momento como este?
—Pero no estoy bromeando, no me perderás.
La mano de Sora viajó hasta la mejilla del castaño y sus ojos se encontraron.
—¿Lo prometes?
—Palabra de boy scout.
—¡Eres un…!
Antes de que pudiera terminar su replica los labios de Taichi ya estaban sobre los suyos. Eso decidía todo. Sora supo en su fuero interno que aquel beso era un viaje sin retorno, un viaje del que en todo caso no deseaba regresar.
Cuando se apartaron el chico tenía una sonrisa tan grande que parecía que le rompería la cara.
—Un momento. Acabo de darme cuenta de que tú no llevaste nada para ti. Llevaste un objeto especial para cada uno, pero para ti…
Taichi puso una mano sobre su mejilla, silenciándola con aquel gesto.
—No hacía falta. Esperaba encontrar el verdadero tesoro, ¿y qué te parece? Ahora está justo frente a mis ojos. Del modo en que lo veo, yo gané —concluyó con una sonrisa socarrona.
Sora rio, intentando disimular lo azorada que se sentía en aquel minuto.
—¿Todo es una competencia para ti? —preguntó con un ligero tono de regaño.
—¿Es que acaso lo dudas? Sabes que no me gusta perder. Y no voy a perderte a ti, Sora. Nunca más.
Esta vez fue ella quien selló los labios de Taichi con los suyos al verse incapaz de seguir mirando por más tiempo a sus ojos, esos ojos capaces de acariciarla y llenarla de sensaciones.
~.~
Hikari salió de la ducha y regresó a su habitación. Mientras se secaba el cabello con una toalla, sentada en el borde de la cama, su celular sonó una vez.
Se levantó para agarrarlo de la mesilla de noche y lo desbloqueó deslizando un dedo sobre la pantalla. Tenía un mensaje de un número no registrado.
«Hoy no terminamos de hablar. Vamos a salir un día si te parece bien. Yamato».
Una sonrisa involuntaria se formó en sus labios. Esas probablemente eran más palabras de las que había escuchado pronunciar decorrido al chico alguna vez.
Ella ignoraba, por supuesto, todos los intentos que le había llevado a él finalmente enviarlo.
¿De qué querría hablar? No quería hacerse ilusiones, sabía que era mejor no hacerlo, pero las mariposas ya habían comenzado a danzar dentro de su estómago antes de que pudiera hacer algo por controlarlas.
Tal vez, y sólo tal vez, no le era tan indiferente al chico como había pensado.
~FIN~
Referencias:
29.- Ciudad del Comienzo: Es una zona del Digimundo. Se trata del lugar al que van a parar los digihuevos de todos los digimons si, tras el juicio de Anubismon, se considera que han sido buenos. Aparece en varias temporadas.
[Información extraída de la wikia]
*Para escribir este capítulo busqué imágenes en google, de allí saqué las pocas descripciones que utilicé.
Notas finales:
Uff, podría seguir revisando y modificando este capítulo ad eternum y sé que nunca estaría del todo conforme, porque estuve peleándome con él por varias semanas, sin embargo, me prometí que tendrías tu reto completo antes de empezar a full con el estudio y aquí está el resultado, Genee.
¿Ves ahora por qué me tardé tanto en publicar? Este nivel de investigación requería tiempo jajaja
Espero de todo corazón que disfrutaras este viaje y que el reto cumpliera, aunque sea en parte, con lo que tenías en mente.
Gracias a todo aquel que llegue hasta aquí y muy especialmente a las personas que han comentado.
Por fin puedo decir, ¡cumplí tu reto!