Los personajes de Inuyasha pertenecen a la gran Rumiko, yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener.


"Esta historia está exclusivamente publicada en "fanfiction . net " , si estás leyéndolo en otra página es porque ha sido plagiado"


Intentó huir de su pasado, volviendo a su pueblo natal, dispuesto a olvidar todo, terminar su vida solo, era un gran plan, pero no contó con volver a tener una nueva oportunidad de ser feliz. Sin embargo las sombras de su otra vida jamás se irían. El mal estaba en alguna parte, esperando volver y quitarle lo más importante en su vida, pero esta vez sería diferente, estaba dispuesto a dar su vida por la de ella.


Sombras

1. Shikon.

Al noreste de Japón había una pequeña isla caracterizaba por ser pesquera, tener una única escuela con todos los grados, poseer un frondoso bosque, un cristalino y apacible lago que se conectaba a un río que terminaba en una cascada, estar habitada por poca gente, una pequeña estación de autobuses y un puente que conectaba aquel pedazo de tierra con la ciudad de Sendai. Sin duda, Shikon era un lugar ideal para pasar el retiro y también para ocultarse del oscuro pasado que alguien pudiera poseer y quisiera olvidar.

Un par de ojos dorados observaban las aguas tranquilas del lago, allí fue donde su padre le enseñó a pescar, enrollo su caña y decidió que era hora de irse, dos pescados eran muy buenos, los limpiaría y volvería a casa. Suspiró cansado, jamás imaginó que volvería a su pueblo natal, no al menos después de varios años o esporádicamente para ver a sus padres.

Recién cumplidos los 18 años, debió partir a la ciudad para continuar sus estudios. Pero jamás se imaginó el camino que tomaría su vida y ahora estaba de vuelta. Debió retomar el negocio de sus padres porque necesitaba vivir de algo. Era increíble que ya hubieran pasado tres años desde su regreso, no dejaba de extrañar la vida que perdió, pero no todo era ahora malo. Poco a poco las cosas se componían, el destino le había mandado una nueva razón por la cual vivir.

El camino de regreso fue solitario, era raro ver gente en la calle y menos al atardecer un domingo. Llegó hasta la tienda de víveres que le fue heredada por su madre y gracias a ella era que sobrevivía. Se detuvo frente a la puerta y observó a la chica de ondulado cabello azabache, ojos chocolate y hermosa sonrisa que estaba atrás del mostrador. Ella era su razón de vivir, quien le llenaba de felicidad y le ayudaba a sobrellevar sus pesadillas. Jaló la puerta y las campanillas alertaron a la azabache.

― Bienvenido ¿Cómo te fue?― preguntó la chica al caminar hasta el joven y darle un beso en la mejilla.

― Solo picaron dos.― dijo al levantar la cubeta para mostrar su pesca.― Son de buen tamaño, pero nos quedaremos a medias.

― Claro que no, mamá trajo arroz con curry, verduras al vapor y costillas.

― ¿Costillas?― preguntó emocionado, le encantaban las costillas.― Te cambió mi pescado por tu porción.

― No tienes remedio.― soltó un suspiro, siempre era lo mismo con él, era un carnívoro.― ¡Inuyasha bájame!― gritó al ser cargada cual costal.

― Cerremos y vayamos a la casa, muero de hambre.― decía divertido.

― Lo que digas, pero bájame, traigo falda.― pedía mientras intentaba que su falda no se subiera.― Inuyasha, alguien viene.― dijo cuando vio que una figura se aproximaba.

Inuyasha bajó a su novia justo a tiempo, ya que un hombre en sus 50 años, había entrado.

― Señorita Kagome, joven Inuyasha.― saludo al verlos y no percatarse de lo sonrojada que se encontraba la muchacha.― ¿Tendrán vinagre de arroz y salsa de soja?

― ¿Cuánto necesita?― preguntó Inuyasha.

― Dos botellas medianas, una de cada una.

― Claro, ya se lo traigo.― contestó al dirigirse a un anaquel.

― ¿Estaban por cerrar?― preguntó el hombre a Kagome.

― En unos minutos más.

― Tuve mucha suerte.

― Sato-san, sabe que puede ir a tocar a la casa.

― Muy amable, pero no quiero incomodar.

― Podría llamar y se lo llevamos, ya sabe, en casos de mucha urgencia.― ofreció la azabache, sabiendo que el hombre junto a su esposa cuidaban de su nieto mientras el padre llevaba a la esposa a quimioterapias.

― Eso me parece más justo.

― ¿Será todo?― preguntó Inuyasha al llegar con lo pedido.

― Si, muchas gracias.

― Que tenga buena noche.― se despidió Kagome.

― ¿Ahora si podemos irnos?.― preguntó un impaciente ojidorado.

― Démonos prisa.

Inuyasha no necesitó que se lo dijeran dos veces, cogió las llaves, apagó las luces y prácticamente arrastró a su novia fuera de la tienda. Una vez cerrada, cruzaron la calle, la casa donde vivían estaba justo en frente.


Estaba tranquilamente dormida, soñando con la familia que podría formar con su amado ojidorado, cuando lo sintió removerse en la cama. Al principio pensó que era porque se estaba acomodando, pero en el momento que le escuchó gritar, se despertó y se sentó en la cama. Le movió con fuerza para despertarlo, pero nada.

― Inu... ¡Inu! Despierta, estas soñando.

Por más que le hablara y moviese, él seguía sumido en su pesadilla. Aquello le extrañaba, hace tres semanas que Inuyasha ya no había tenido malos sueños, sabía que los tenía a causa del pasado del cual no quería hablarle. Pero a diferencia de las pasadas ocasiones, ahora no podía despertarlo.

― Inuyasha, Inuyasha ¡Inuyasha!― gritó y empujó con mayor fuerza, él ya estaba sudando y se aferró a su muñeca al sentirla.― ¡Por favor despierta!― intentó zafarse del agarre, pero fue imposible.

― No... Déjala... ¡A ella no!

― Tienes que despertar, es solo un sueño.

― Suéltala... No la toques... Dispárame.

Kagome le observaba angustiada, ¿Qué era lo que soñaba su novio? ¿Qué tenía que hacer para ayudarlo? Lo único que se le ocurrió en ese momento de desesperación, fue acostarse sobre el pecho de él y besarlo, pronto se sintió correspondida, se separó y él ya estaba despierto.

― Kagome.― habló confundido y con voz agitada.

― Tranquilo, fue solo una pesadilla.― consoló al acariciarle la cara.

― Tú estás bien.― afirmó al verla con vida, aquel había sido la peor pesadilla que había tenido hasta ahora.

― Claro que lo estoy.

― Te amo Kagome.

― Y yo a ti, ¿Pero tú cómo estás?― quería saber, aquella pesadilla fue peor que todas las anteriores.

― Acostémonos de nuevo.― pidió al esquivar la pregunta.

― ¿Qué es lo que sueñas?― insistió y le obligó a que la mirada al tomarle el rostro con ambas manos.

― No querrás saberlo, ¿Y esto?.― preguntó al notar que la muñeca derecha de ella estaba roja.

― No es nada.― en un vano intento quiso esconderla, lo que menos quería era que Inuyasha se preocupase de más o se sintiese culpable.

― Te lastime.― dedujo al notar que la marca correspondía a su mano.

― No lo hiciste a propósito.

― Perdóname.― dijo al besarla y después levantarse.

― ¿Dónde vas?.

― Necesito aire fresco.

Kagome decidió darle un tiempo a solas. Pero al ya haber pasado casi media hora, decidió que ya era hora de ir a verlo. Salió de la casa y cruzó la calle. Inuyasha estaba en el pequeño muelle que se encontraba atrás de la tienda.

...

Salió de la casa a toda prisa, no quería darle tiempo a Kagome para detenerle, cruzó la calle y fue al muelle a espaldas de la tienda, en el trayecto recogió algunas piedras para lanzar al agua, era esa una de las maneras que tenía para calmarse. Arrojó con furia las primeras piedras al agua, logrando que rebotaran y se perdieran en el oscuro del lago.

Estaba más que furioso y es que no era para menos, justo cuando creyó que esos sueños se habían ido, regresaban con mayor intensidad, había lastimado a Kagome, de no despertar a tiempo pudo lastimarla más. Al quedarse sin piedras se sentó en el muelle, miró a la oscuridad de la noche y su mente se vio agredida por miles de imágenes.

La oscuridad de la noche, el frío calar sus huesos, el sonido de pisadas en todo ese silencio, todo rodeado de luces y sonido de sirenas, luego más oscuridad, la lluvia de disparos que no se detenía, aquel cuarto destrozado, todo llenó de sangre y las risa macabra de fondo.

Sujetó su cabeza con ambas manos, deseaba que aquellos recuerdos salieran de su mente. Sí a causa de ellos, llegaba a dañar a Kagome, se volvería loco.

― Son solo malos sueños.― escuchó que le decía su novia, ella había llegado sin que se diera cuenta y ahora estaba abrazándolo por la espalda.― Nada es real, voy a seguir a tu lado por mucho tiempo, enojándonos, discutiendo, regañándote y reconciliándonos.

No le gustaba ver a Inuyasha en ese estado, tan frágil, tan vulnerable; le hacía sentir inútil no saber cómo ayudarlo.

― No voy a dejar que algo malo te pase.― dijo Inuyasha al tomarle sus manos que colgaban por su pecho.

― Lo sé, volvamos a la cama.

Inuyasha se levantó y luego la ayudó a ella. ¿Cómo era posible que Kagome confiara tanto en él?


Observaba a los pequeños a su cargo tomar una siesta, todos ellos eran un amor. Le encantaba su trabajo, pasar tiempo con esos niños y ayudarlos a aprender del mundo, fortaleciéndolos para ser grandes y buenas personas. La semana próxima les dejaría ir disfrazados, sería su premio por bien portados.

Cogió su cartera para comer una galleta y vio un topper que ella no guardo, tenía una nota escrita rápidamente, "No vuelvas a salir sin desayunar", sonrió como tonta enamorada, Inuyasha le había dado arroz y algunas verduras mal cortadas, seguramente por la prisa, porque su novio era muy bueno en la cocina.

― Sensei.― llamó una niña medio dormida.

― ¿Qué pasa Sazune?

― Quiero ir al baño.

― Vamos.― llevó a la pequeña al sanitario y espero a que terminara, mientras tanto se lavó las manos y vio los leves moretones que ocultaba con sus mitones.

¿Algún día Inuyasha le compartiría sus pesadillas? Estaba segura que él no era un asesino en serie o un psicópata, pero sabía que algo muy malo le había pasado. Si tan solo él le dejara ayudarlo.

...

Llegó corriendo a la pequeña estación de autobuses, justo cuando llegaba el autobús que abordaba Kagome al volver. Se quedó dormido después de ir a pintar un cuarto y al ver la hora se levantó rápidamente. Aguardó a verla y no iba en ese autobús, pero no le preocupo, seguramente debió quedarse a junta o por el tráfico no alcanzó ese autobús. Fue a un kiosco cercano y compró un café, eso le ayudaría a pasar los siguientes 30 minutos.

Sin embargo, dos horas después, Kagome no llegaba, le llamaba y no contestaba, su mente ya había creado muchos escenarios por lo cual su novia no se reportaba, como una enfermedad, un accidente, se equivocó de ruta, un asalto... ¡Debía dejar de pensar en eso! Intentó tranquilizarse, debía pensar con mayor claridad.

Miró la hora que marcaba el reloj de la estación "8:30pm", ¡Maldición! Kagome salía del kinder a las 4pm, abordaba el autobús de las 5pm y llegaba a las 6pm, a más tardar las 7:30pm la tenía de nuevo con él. ¿Qué tal si ella le aviso que haría otra cosa y no lo recordaba? ¡Eso debía ser! Tal vez, un cumpleaños; un evento en el jardín de niños por alguna fecha especial, no, eso no, no había celebraciones cerca.

Al darse cuenta que solo quedaban dos corridas de autobuses más por llegar, llamó a la madre de Kagome con la esperanza de que ella supiera algo, pero no, Nodoka no tenía ni idea del porque su hija no llegaba y en menos de 10 minutos ya estaba en la estación con Souta, su hijo de 15 años.

― Inuyasha.

― Nodoka, Souta.

― ¿No ha llegado?― preguntó preocupada, su hija jamás había hecho algo similar, siempre fue responsable y se reportaba si llegaba tarde o se desviaría.

― No ¿Ustedes han podido localizarla?

― Nada, en su trabajo dicen que salió solo una hora tarde.

― Mamá, llegó un autobús.― dijo Souta, tenía esperanza que su hermana llegará en ese.

Todos bajaron y nada de Kagome. Inuyasha se tensó más e imágenes de su pasado llegaron a su cabeza, no había querido pensar en esa posibilidad, pero "ellos" pudieron dar con él y ahora tenían a su azabache.

― Shippou-chan, ¿Viste a mi hija?― preguntó Nodoka al hijo de sus vecinos, un joven pelirrojo, que cursaba su último año de preparatoria en la ciudad, gracias a una beca.

― No señora, ¿Qué pasa?― el joven también se preocupó, Kagome era una buena persona, era amable con él, sin olvidar que ella e Inuyasha le permitían en su tiempo libre ayudar en la tienda y ganar dinero.

― No ha regresado.

― ¡¿Qué?!

― Shippou, tu padre tiene moto ¿verdad?― preguntó Inuyasha al recordar ese detalle.

― Sí.

― Vamos a pedírsela, voy a buscar a Kagome.

― Inuyasha, la ciudad es grande ¿Por dónde comenzaras?― era una locura recorrer Sendai sin saber en dónde buscar.

― No lo sé, pero no me quedare sin hacer nada.― ya lo había decidido, si debía ir a cobrar alguno favores lo haría.

― Mejor llamemos a la policía.

― No van a ayudar, debemos esperar 48 horas, vamos Shippou.

Nodoka intentó ir tras Inuyasha, quería ayudar en algo, pero Souta la detuvo para calmarla.

― Mamá, mi hermana ha de estar bien, esperemos aquí por si llega.― dijo al guiarla a una banca.

― ¿Te dijo algo a ti?

― No, solo... En la semana me dijo que esperaba tener una sorpresa para todos.― dijo al recordar la conversación, pero eso no le decía mucho.

Minutos más tarde, Inuyasha regresaba a la estación para avisar a la familia de que ya se iba, y en ese momento los pasajeros del último autobús del día bajaban. Los tres pares de ojos observaron atentos, con la esperanza de ver a Kagome, pero nada, solo seis personas bajaron.

― Me voy, estamos en contacto.― se puso el casco y encendió la moto.


Mi nueva creación, ¿Qué les ha parecido hasta ahora?.

19/02/2016