Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

Nota: Esta historia es continuación de "Dos Saiyajins en Konoha", por lo que recomiendo leer la precuela de este fic a todos los nuevos lectores para que entiendan mejor la historia y no anden tan perdidos.

¡Hola a todos! Antes de comenzar la continuación de "Dos Saiyajins en Konoha", quería dejar en claro (para los lectores nuevos) algunos puntos relacionados a la temática que manejaré en la historia:

1-Si no te gusta que los personajes de Dragon Ball sean tan poderosos frente a los de Naruto, te tengo un consejo: mueve la flechita a la equis en la esquina superior derecha de tu pantalla y le das clic. Los que leyeron el fic anterior, saben bien que mi reto personal fue escribir una historia donde los poderes entre ambos universos se mantuvieran como debe ser, nada de rebajar poderes a los de Dragon Ball para mantener peleas "interesantes" y evitar que sean "decepcionantes y vacías", pues mi reto fue precisamente ofrecerles una historia mínimamente interesante pese a esa diferencia, y al menos más de un lector me comunicó que sí le pareció interesante la historia pasada, y con eso tengo suficiente. En esta página, hay más de 500 crossover de DBZ/Naruto donde Orochimaru le patea el culo a Gohan, o donde Sasuke se da de golpes con Vegeta a la par, así que no te angusties, querido(a) lector(a), tienes 497 fics diferentes para leer con ese estilo. Sí, 497, porque la historia Un Cambio de Ideas también mantiene la escala de poderes como debería ser (historia que por cierto les recomiendo leer).

2-¿No te gusta que Naruto, Sasuke, Goku o Vegeta no tengan la participación que esperas o sean los protagonistas principales? ¡Fácil! Te vas a la equis de la esquina superior derecha de la pantalla, le das clic para salir de la historia, y te lees más de 100 fics disponibles donde los protagonistas principales siempre serán Goku, Naruto y Sasuke. Está historia será, al igual que su predecesora, más de personajes secundarios, porque incluso Sakura fue un cero a la izquierda en el canon en cuanto a poder y capacidades se refiere frente a Naruto y Sasuke, así como Goten y Trunks son secundarios en el universo de DB. Eso sí, advierto que la historia tendrá a sus protagonistas ya conocidos, imposible darle participación por igual a tantos personajes.

3-¿No te gusta que Sasuke no sea tan genial, súper poderoso y malote como en el canon? ¿Eres muuuuuy fan de Sasuke y te gusta que se salga con la suya? Te tengo la solución: no leas este fic, no es para ti.

No malinterpreten estos tres puntos, no son órdenes, sino consejos para evitarles un mal momento, o como me dijo una persona en uno de los últimos reviews que recibí: "tres tipos de cáncer". La frase está demás, sólo espero que ni a ustedes ni a ningún ser querido les afecte esa terrible enfermedad.

Sonaron feas las aclaraciones, ¿verdad? Perdonen, los que me conocen saben bien que no soy un maldito y, de hecho, acepto todo tipo de críticas con naturalidad e incluso las tomo en cuenta para la historia, pero dejo en claro esos puntos porque ese tipo de críticas no las tomaré en cuenta. Es decir, ni siquiera me molestaré en contestar a esas personas. Para todo lo demás, estoy abierto a sus sugerencias y correcciones como siempre, porque soy un escritor como cualquier otro, que uso personajes que ni siquiera son de mi invención ni me pertenecen (escribir una historia original sí que requiere de mayor creatividad), y puedo cometer muchos errores de todo tipo: ortográficos, de redacción, etc., así que corríjanme lo que gusten o crean necesario.

Ahora sí, los dejo con el primer capítulo.


1. El Reencuentro

Tres años habían transcurrido desde aquel día en que los saiyajins partieron sin anunciar.

El shinobi no se fortaleció del conocimiento, ni su mundo encontró soporte en la construcción de firmes cimientos, sino que la desconfianza ensombreció el juicio de los protagonistas de la puesta en escena: los Kages y sus naciones oscilaban en la fragilidad de un famélico e indivisible hilo ninja, que rompería por el extremo más débil en un momento tan previsible como inevitable.

Y el malo se sobreponía a la obstinación humana, se alimentaba de la desunión, desgarraba con sus kunais los puntos más débiles de la carne expuestos por la intransigencia de sus voluntarias víctimas, que no pegaban la espalda a sus camaradas para así preocuparse sólo de los embates que les venían de frente.

Por eso Akatsuki, actuando con cautela pero precisión, se había hecho hasta la fecha con siete de los Bijūs con vergonzosa facilidad, sellados todos en una estatua hambrienta, de rasgos terribles e inhumanos que no esperaba más que devorar al Hachibi y al Kyubi, y en retribución a sus acciones, la organización criminal de la que todavía poco o nada se sabía, debía cargar con una única pérdida, la de Sasori, muerto a manos de Sakura Haruno y la anciana Chiyo que también estaba muerta: sacrificó su vida para dar aliento al helado y rígido cuerpo de Gaara luego de que se le extrajo el Shukaku.

¡Por cierto! El único clavo makibishi enterrado en la sandalia de Akatsuki, lo representaba aquel pequeño y ojeroso pelirrojo, ahora Cuarto Kazekage de su aldea, y único aliado firme y honesto con el que podía contar Tsunade, la Godaime Hokage.

Ōnoki, A y Mei Terumi, no se atrevían a establecer una alianza abierta, demasiado orgullosos y prepotentes en tratar de solucionar los propios asuntos entre el rigor y arcaísmo de las leyes de los ninjas. Es la naturaleza del ser humano, que lejos de reflexionar y evadir la trampa en el futuro, cae en ella incontables veces y se hace daño muchas más. Porque la memoria es reciente y selectiva, y pensaron que la experiencia vivida hacía tres años en la invasión de Cooler, no se repetiría jamás. Y por eso, cada aldea perdió a sus respectivos Jinchūrikis por preocuparse de lo que hacían las demás, y en poco tiempo llegaría el turno de Killer Bee si las naciones no decidían trabajar unidas.

Poniendo las cosas claras: fue como si la marcha de Goten y Trunks, lejos de solventar las diferencias y los egos, hubiera puesto loco a medio mundo en cuanto se hizo noticia de sus partidas, y ahora cada quien quería aprovechar y buscar oportunidades aun donde no las había, con el fin de saciar sus intereses.

Por ejemplo, cuando Sarutobi (en aquel entonces el Tercer Hokage) anunció que el mundo ya no tenía saiyajins, fue como si el demonio le entrara al Raikage, y un lamentable atentado se perpetró durante una misión del equipo 8 en donde Hinata casi resulta secuestrada otra vez por ninjas de la nube, y Kurenai por poco y no lo cuenta de lo herida que resultó. ¡Razón suficiente para declarar una guerra! Pero Sarutobi respiró profundo y optó por solventar la tensión abogando por la diplomacia, y esperando que incidentes de semejante naturaleza quedaran en la esterilidad del fracaso.

Pero no. Pequeñas riñas como guerrillas solían estallar en cualquier área geográfica del planeta que se pudiese imaginar. Los afectados más inmediatos eran los ninjas masacrados pertenecientes a aquellas aldeas pequeñas y modestas, que ante el creciente poder y monopolio de los cinco grandes, debían vender sus habilidades al mejor postor y terminaban pagando los kunais rotos; ahora los cobardes Kages no enviaban a sus propios ninjas cuando se trataba de ejecutar acciones ilícitas como el fallido secuestro de Hinata, sino que a partir de ese hecho, comenzaron a utilizar los servicios de shinobis de Amegakure (la lluvia), Kusagakkure (la hierba), o Takigakure (la cascada). De esta manera protegían sus identidades y oscuros procederes.

En resumen, el clima en el mundo shinobi era peor de lo que podía esperarse, y Akatsuki se beneficiaba de ello con poco menos que impunidad: no habían tenido que sacrificar casi nada hasta la fecha. Sólo Konoha y Suna colaboraban entre sí e impedían que la crisis fuera peor. Pero los líderes de las otras aldeas parecían no perdonar a Konoha que se hubieran apropiado de dos guerreros tan poderosos y que lo hubieran ocultado por tanto tiempo. Además de eso, Mei se sumió unos meses en depresión porque pensó que su saiyajin la dejó abandonada en el altar (cuando en realidad nunca hubo nada entre ellos), y el pobre Ao tuvo que cargar con responsabilidades que se le salían de las manos y le quedaban bastante grandes.

Akatsuki estuvo al tanto de la situación de los saiyajins porque, por mucho que intentó convertirse en un asunto confidencial, la organización criminal interceptó a algunos de los mensajeros que circulaban entre naciones. Dada la variedad de integrantes procedentes de diferentes aldeas que poseían, ningún mensaje en código parecía ser suficiente para dejarlos en el oscurantismo de la ignorancia.

No obstante, el panorama de la Tierra estaba por cambiar drásticamente de nuevo, para bien o para mal, porque una tarde como cualquier otra, mientras Tsunade discutía en su oficina con Asuma y Shikamaru acerca de una misión de recolectar información sobre miembros de Akatsuki, los presentes vieron aterrizar lo que indudablemente era una nave espacial a través de los ventanales del despacho de la Hokage.

¡BOOOOOMMMM!

La sacudida derribó la montaña de papeles apilados sobre el escritorio de Tsunade. Las ventanas del despacho se agrietaron por la onda del choque proveniente del accidentado aterrizaje. Los presentes quedaron en blanco ante la posible amenaza, porque ahora sabían que no estaban solos en el universo, sino que lo compartían con una inimaginable cantidad de demonios engendrados desde lo más profundo de sus funestas y tenebrosas vísceras.

Shikamaru abordó a su sensei con una expresión helada por el pavor. ¿Qué podía atraer a seres de otro mundo? ¡Si los saiyajins ya no estaban! Su inteligencia le indicó que podía tratarse de alienígenas que provenían del otro rincón del universo, y que a pesar de la tecnología de sus naves, tardaron tres años hasta llegar a la Tierra.

No hacía falta mediar palabras. La Hokage en persona acompañó al par de ninjas junto a Shizune para inquirir por sí misma la identidad de inesperado visitante.

No era difícil averiguar la ubicación de la nave: una columna de humo a la distancia les invitaba entre angustiantes y serpenteantes movimientos, que aceleraba el ritmo de sus corazones a medida que se aproximaban saltando de tejado en tejado. Descubrieron que el aterrizaje se produjo convenientemente sobre uno de los campos de entrenamiento, así que no hubo mayores daños que lamentar. Cuando los cuatro shinobis llegaron, se encontraron con que Kakashi, Naruto y Sakura ya se les habían adelantado, y permanecían apostados frente a la enorme y esférica nave espacial que tenía escrito en sus paredes "Capsule Corp".

Allí fue que el alma volvió al cuerpo de Asuma y Shikamaru, y las emociones rebosaban de satisfacción cuando la compuerta se abría y la figura de alguien familiar se abría paso en dirección a ellos.

―¡Trunks! ―Exclamó Naruto con sus ojos azules abiertos de par en par.

No era el único. Sakura se llevó una mano a la boca en cuanto tuvo una clara imagen de su persona. La máscara de Kakashi se deformaba bajo una mueca que se debatía entre la incredulidad y el alivio de reencontrarse con él. Shizune se puso más roja que un tomate con insolación cuando reconoció en su apariencia al Trunks del futuro que robó su corazón y que más nunca tuvo la dicha de ver.

Asuma comenzó a reír de felicidad. No pudo más que alegrarse de ver de nuevo a su alumno, y Shikamaru, siempre indiferente y apático, imitó el mismo gesto de su sensei sin siquiera darse cuenta.

―Hola a todos. ―Saludó con su pequeña sonrisa ladina, idéntica a la de Vegeta, intentando ocultar su asombro por el evidente cambio físico de sus amigos debido al inexorable transcurso de tres largos años―. Lo siento mucho por llegar de esta manera tan imprevista. Veo que todos han cambiado bastante desde la última vez.

Trunks ahora tenía 16 años de edad. Era idéntico a su versión del futuro, pero en lugar de la chaqueta púrpura de la corporación cápsula, llevaba puesta una armadura de saiyajin, la misma que usaba su padre para entrenar. No había más que ver cómo se marcaba su privilegiada anatomía, ahora propia de un hombre, a través del uniforme para suponer que había entrenado demasiado. Llevaba su cabello largo y suelto a la altura de los hombros, pues no había tenido la oportunidad de cortárselo.

―¿Hemos cambiado bastante desde la última vez? ―Preguntó Naruto, todavía impresionado―. ¿Acaso no te has visto en un espejo? ¡Has crecido demasiado, de veras!

El rubio tenía razón, aunque lo decía con un poco de celos impregnando su voz. Naruto Uzumaki estaba satisfecho de su importante aumento de talla: pasó de ser el renacuajo más pequeño de la clase, sólo un poco más alto que Hinata, a medir 1,66 metros de estatura, y estaba contento con eso. Al menos ya superaba a Sakura y eso le parecía suficiente. Pero Trunks le sacaba casi una cabeza. Fácilmente estaba del tamaño de Shino Aburame, el más alto de los once de Konoha. (1)

―Bueno, sí, supongo que también he cambiado un poco. ―Secundó, rascándose la mejilla, un poco sonrojado―. Es un gusto verlos a todos de nuevo. Aunque usted sigue igual, Kakashi sensei. Lo mismo digo de usted, Asuma sensei.

¿Ése era Trunks? Asuma y Shikamaru se miraron extrañados. No parecía el mismo chico arrogante y hasta mal educado que solía ser. Al parecer había madurado mucho.

―Es un gusto verte de nuevo, Trunks. ―Saludó Asuma con verdadera satisfacción, si bien luego adoptó un aire serio―. No es que me moleste tu presencia, todo lo contrario, pero sí que me extraña mucho tu regreso, y creo que hablo por el resto si digo que tengo curiosidad por conocer el motivo de tu visita. ¿Por qué has vuelto a nuestra dimensión?

Trunks inclinó la cabeza. El jounin se dio cuenta de la manera en que el saiyajin empuñaba sus enguantadas manos con frustración. Temía que trajera malas noticias para ellos y su mundo, pero no fue así.

―Lamento mucho no haber aclarado las cosas. ―Trunks endureció su semblante. Afiló la mirada, esa misma que heredó de Vegeta y que los shinobis pensaron que no volverían a ver―. Hace tres años, cuando Goten y yo nos fuimos en la máquina del tiempo, pudimos derrotar con éxito a los villanos del futuro que destruían el planeta haciendo uso de la fusión. Todo terminó muy rápido, no tuvimos ningún tipo de problema, pero cuando decidimos regresar a nuestros hogares, la máquina del tiempo que nos prestaron nos trajo otra vez hasta aquí, sin ninguna razón o explicación aparente. Todavía no entiendo lo que pasó…

Los ninjas quedaron completamente enmudecidos. Sólo Tsunade fue capaz de hablar por los demás, siendo portavoz de la pregunta que ninguno de los presentes se atrevía a formular.

―¿Quieres decir que desde hace tres años, ustedes siguen en nuestra dimensión?

―Así es.

Los rostros de los ninjas se desencajaban en sorpresa, confusión, incredulidad, y muchas otras sensaciones diferentes, pero ninguno con la rabia y el dolor que hacía temblar a Sakura de indignación, y que desbordaba sus preciosos ojos jade en lágrimas tan brillantes como amargas.

―¿Significa que Goten está aquí? ―Dijo la pelirrosa con un hilo de voz, llevándose las manos a la cabeza porque sentía que el cerebro se le reventaba como un cristal estrellándose contra el piso.

―¡¿No lo sabían?! ―Interrogó Trunks con sobresalto. Estuvo a punto de sostener a Sakura por los brazos y preguntarlo de nuevo―. ¡Goten tiene que estar aquí, yo lo dejé en la Tierra! ¡Él se quedó aquí hace tres años!

―¿Qué está pasando, Trunks? ―Lo interrogó Kakashi con tono lúgubre―. ¿Por qué no sabes sobre la ubicación de Goten? ¿Y qué hacías vagando por el espacio en esa nave?

El saiyajin sacudió la cabeza para librarse de la confusión. Soltó una prolongada exhalación y aclaró la garganta para contar a los ninjas lo sucedido. Les recordó que la cámara de gravedad era también una nave espacial, y que la usó para recorrer el espacio en busca de una raza extraterrestre conocida como los Namekusei, unos seres pacíficos con grandes habilidades mágicas a los que se atribuía la creación de las Esferas del Dragón, las mismas que podían cumplir deseos y que estuvo esperando a que su padre o el señor Goku usaran para buscarlos. Por desgracia, en ninguno de los planetas que visitó pudo conseguir información… hasta su último viaje, donde un anciano le aseguró que había escuchado sobre un Namekusei que viajó a la Tierra hace mucho tiempo.

Trunks no creía que eso fuera posible, porque ya había estado en la Tierra y nunca conocieron a otro ser capaz de utilizar el ki, pero ya exhausto de su búsqueda sin resultados y de quedarse sin opciones, optó por volver al mundo shinobi y esperar a que su padre y el de Goten cumplieran con su parte.

―Le dije a Goten que se quedara. Él quería venir conmigo, dijo que no era correcto quedarse aquí y que por su culpa vinieran otros enemigos en busca de pelea o venganza, pero lo convencí de hacerlo, porque nuestros padres podrían haber venido y no encontrarnos a ninguno de los dos. ―Trunks calló unos segundos. Trasladó sus ojos azules sobre los silenciados presentes―. ¿En serio no han visto a Goten? ¿Ni una vez en estos últimos tres años?

―¡Por supuesto que no! ―Gritó Sakura, molesta y al borde del llanto, incapaz de ocultar por más tiempo sus emociones―. ¡E-ese maldito mono! ¡¿Por qué no ha vuelto?! ¡¿En dónde estará escondido?! ¡Juro que cuando lo vea lo va a lamentar!

Quería aparentar más furia que nada, pero nadie se lo tragaba, ni siquiera Naruto. No era secreto para nadie en Konoha lo que sufrió la pelirrosa por la partida de Goten, tanto como sufrió por la de Uchiha. Por mucho tiempo se negó a creer que en verdad se hubiera ido sin decir nada, porque al menos ella pudo ver a Sasuke antes de que desertara y se uniera a Orochimaru, y de hecho, tres años después, ya lo había visto de nuevo durante su misión con Naruto, Sai y el capitán Yamato, en la que fracasaron y tampoco pudieron traerlo de vuelta a la aldea.

―Trunks… ―Kakashi dudó por un momento. Vio a Sakura temblando, cabeza a gachas, secándose las lágrimas con un frenético antebrazo―. Recuerda que Goten puede hacer la teletransportación. ¿Por qué no lo llamas? Es posible que haya encontrado la manera de irse del planeta Tierra por su cuenta para protegernos con su ausencia. ―Hizo énfasis en las últimas palabras, y los ojos de la pelirrosa se ampliaron, como si nunca antes hubiera reflexionado sobre esa posibilidad―. Si elevas tu ki, le harás saber que estás aquí y de seguro vendrá. Dudo mucho que se haya mantenido escondido estos tres últimos años en la Tierra.

―Sí, tiene razón. ―Trunks se sintió idiota por no haberlo pensado antes. Quizás los nervios embotaron su mente―. Por favor, les pido que se alejen un poco. Tal vez me vea obligado a elevar un poco mi poder.

Y todos los recuerdos sobre las peleas típicas de los saiyajins, vinieron a sus mentes. Jamás pensaron que volverían a sentir esos aterradores terremotos y destructivos efectos secundarios cuando elevaban su poder. No obstante, nada de eso ocurrió, para el bien de la aldea.

¡Flasssh!

Provocando apenas una ligera ventisca, Trunks se convirtió en Super Saiyajin, algo que los ninjas tampoco pensaron volver a ver. Y se impresionaron como si fuera la primera vez. El aura dorada, el cabello rubio elevado en picos que no obedecían la ley de gravedad, los músculos de su cuerpo tensos, palpitando, marcados a través de la armadura saiyajin que solía usar su padre, pero sin provocar el más mínimo efecto destructivo en el ambiente.

―No pasa nada. ―Masculló con las manos empuñadas a la altura de su costado―. Tendré que pasar a la fase dos.

―¡Espera! ―Exclamó Asuma, temeroso de que ocurriera un desastre como cuando su alumno enloqueció en la batalla contra Cooler, pero de nuevo, no ocurrió nada, porque el saiyajin controlaba su poder a la perfección.

¡Zaaas!

Hubo algunos pequeños cambios: su aura amarilla se acrecentó; su cabello dorado se erizó un poco más, salvo un solitario mechón en forma de pico que caía entre sus ojos, ahora afilados y más fieros que nunca, agresivos, casi asesinos; diminutos relámpagos cobalto serpenteaban y reventaban a lo largo de su aún más definido cuerpo.

Pasaron los segundos y tan sólo se escuchaba el zumbido del ki de Trunks revoloteando a su alrededor. Ahora sí estaba un poco preocupado. ¿Será que Goten se encontraba realmente tan lejos? Miró a los shinobis y sus ojos se llenaron de duda. Si accedía a la fase tres, su ki podría sentirse en todo el universo, allí no importaría la ubicación de su amigo. El problema es que debía mantener su perfil bajo para evitar la visita de seres indeseados a la Tierra.

¡Zip!

No tuvo necesidad de ello. De súbito, Trunks volvió a su estado base, con los ojos abiertos de par en par ante la visión de su recién llegado amigo. No lo podía creer.

Los ninjas identificaron el particular zumbido a sus espaldas, y fueron dándose la vuelta poco a poco para verlo, y cada uno quedaba más boquiabierto que el otro en cuanto veían a Goten.

Su presencia inundó el aire, su calor, su olor, y Sakura sintió que el corazón le latía en la garganta. Tragó con dificultad. Sintió miedo y valor, rabia y sosiego, tristeza y alegría, todo al mismo tiempo, mientras un hormigueo digno al de un calambre le recorría las manos y los pies. Sólo ella faltaba por darse la vuelta, pero no sabía si sería capaz, porque todo era demasiado repentino.

―¡Vaya, cuánto tiempo sin verlos! ¿Cómo han estado?

Su voz ya no era la misma, dejó de ser tan aguda como la de Naruto cuando ambos eran niños. Por supuesto, había crecido, aunque Sakura todavía no imaginaba cuánto. Reunió todas sus fuerzas, contuvo el aire en sus pulmones, y cuando al fin giró sobre sus talones, quedó sin palabras.

―No lo puedo creer, Goten… ¡Si no fuera por tu ki, habría jurado que eras tu padre! ―Trunks tenía toda la maldita razón: era como ver a Goku en su juventud. Incluso conservaba el mismo cabello negro en punta tan característico de su padre, pues como no estaba en el séptimo universo, no había nadie que pudiera confundirlos, y por eso Goten no se había visto en la obligación de cambiarse el corte de cabello. (2)

―¿En verdad? Pues no creo que sea para tanto. Sigo siendo yo, después de todo. ―Su enorme sonrisa se esfumó cuando reparó en cada uno de los anonadados ninjas―. Cielos, ¿qué les pasó? Es como si todos se hubieran encogido.

―Goten, no nos encogimos, eres tú que has crecido. ―Aclaró Kakashi, negando pero con una sonrisa que estiró su máscara. Sí, al parecer Goten seguía siendo demasiado inocente.

Otra vez Naruto quedó algo decepcionado. Si Trunks era tan alto como Shino, ¡Goten lo era tanto como Kakashi! De hecho, cuando el saiyajin empezó a acercarse al grupo y estuvo frente a su sensei, se dio cuenta que en realidad lo superaba por varios centímetros. Sólo Asuma seguía siendo un poco más alto.

―¿Dónde estuviste todo este tiempo? ―Preguntó Kakashi, detallándolo de pies a cabeza. Usaba el mismo dogi naranja, varias tallas más grande, por supuesto, aunque su cola de mono parecía más larga.

―Entrenando con Kamisama.

―¿Con Kamisama? ―Preguntó Trunks con una gota de sudor en la frente.

―Sí, bueno, eso fue antes. Después entrené con Kaiosama en el Otro Mundo, y luego regresé al templo de Kamisama y estuve un año en la Habitación del Tiempo… por segunda vez. ¡Creo que ahora soy un año mayor que tú, Trunks!

Los grillos cantaban. El viento silbaba y mecía las ramas de los árboles. Por primera vez, se escuchó la voz de los incautos transeúntes que circulaban frente al campo de entrenamiento.

―¡Vamos, Goten, eso de Kamisama es mentira! ―Soltó Naruto con las manos en la cintura, riendo forzadamente―. ¿Esperas que nos creamos eso? ¡Qué gracioso, de veras!

―Pe-pero estoy diciendo la verdad… ―Tartamudeó, parpadeando varias veces.

―Es verdad, Kamisama y Kaiosama existen. ―Apuntó Trunks, dejándolos como víctimas empapadas por un balde de agua fría.

―¡Eso es lo de menos, después les contaré sobre mi entrenamiento! ―Vociferó el saiyajin, sobreponiendo su genuina alegría a la estupefacción de los ninjas, que ahora sí creían estar locos con el asunto de los dioses entrenando a Goten―. Lo importante es que estamos reunidos otra vez. ―Pasó sus brazos sobre los hombros de Uzumaki y Nara, casi tumbándolos por su brusquedad―. A propósito, Naruto, ¿todavía venden ese delicioso ramen que tanto te gusta? Es que tengo mucha hambre y desde hace años no lo pruebo. Además, ya casi es hora de cenar. ¿Qué te parece si vamos por un poco?

Las preocupaciones e incógnitas del rubio se diluyeron con la propuesta. Una enorme y alegre sonrisa se dibujó en su rostro. Sí, Goten había cumplido con su promesa, su amigo había vuelto a Konoha, de una manera u otra.

―¡Por supuesto! Oye, Kakashi sensei, ¿podría prestarme un poco de dinero?

¡Pooof!

El jounin desapareció en una nube de humo. Ni loco pagaría esa cuenta. Si nunca invitaba a Sakura y Naruto a Ichiraku Ramen, ni volviendo a nacer y muriendo dos veces seguidas le brindaba al animal muerto de hambre de Goten.

―¡Hmp, qué tacaño! ¡De veras!

―Qué problemático, ustedes dos no pueden pensar en otra cosa que no sea comer en los ratos libres.

―¿No vienes con nosotros, Shikamaru? ―Convidó Naruto con un brillo pícaro en sus ojos.

―Yo tampoco pagaré esa cuenta, Naruto. No porque sea chunin significa que mi paga sea de lo mejor.

―¿Qué hay de usted, abuela Tsunade?

―Lo siento, dejé el dinero en mi oficina. ―Mintió, llevando con disimulo una mano a su bolsillo. La Sannin cuidaba muy bien el dinero de su alcohol y sus apuestas.

Ante la desilusión en los rostros de ambos chicos, Asuma no pudo soportarlo más y le prestó al rubio lo que llevaba en los bolsillos, riendo para no llorar, pero repitiendo en su mente que se trataba de una ocasión especial.

―No causen ningún problema. ―Advirtió Tsunade con el ceño fruncido. Luego, suspiró con renuencia, sabedora del suplicio que se le vendría encima con el asunto de dos saiyajins en Konoha otra vez. Aunque quizás no fuera tan malo y serviría para bajar los ímpetus de los alterados Kages. Lo mismo Akatsuki se tomaba un respiro con la cuestión de los Bijūs―. Trunks, si eres tan amable necesito aclarar algunos asuntos contigo en mi oficina. Asuma, Shikamaru, ustedes también deben venir.

―Hai ―Respondieron al unísono. El pequeño grupo se enrumbó con calma a la torre Hokage, quedando sólo el equipo 7 en el campo de entrenamiento.

―Muy bien, Goten, ¡vamos por unas órdenes de ramen especial!

―¡De acuerdo!

Cuando los dos amigos comenzaron a caminar, riendo y conversando sobre todo lo que habían hecho en esos tres años, cierta kunoichi volvió a colocar los pies en la tierra, y sacudió de un enérgico movimiento los exóticos mechones rosa de su cabeza.

―Es-espera… Go-Goten…

Y allí fue que se dio cuenta que ella existía. Cuando la vio, sus labios se entreabrieron: fue la única persona que le impresionó ver otra vez.

―Sakura, estás diferente… ―Tuvo que mirar hacia abajo a la embobada y sonrojada kunoichi, porque ella apenas le llegaba al pecho. Le revolvió el cabello con una mano y se rió―. ¡Estás mucho más pequeña! Recuerdo que éramos del mismo tamaño, ¡y ahora mírate!

―¡¿Por qué nunca volviste?! ―Sacó fuerzas de la decepción que la invadía y lo encaró. En un arrebato de ira, tomó con sus manos la de Goten para quitársela de la cabeza, y de nuevo, quedó idiotizada: se mantuvo observando esa mano entre las suyas, constatando que, en efecto, ya no se trataba de un niño.

Goten también se dio cuenta de ello. Su oscura mirada se amplió como si estuviera viendo algo desconocido e interesante. Al igual que ella, se sonrojó, apreciando lo pequeñas y frágiles que se veían las pálidas manos de Sakura entre las suyas, que eran toscas y de nudillos abultados por el entrenamiento que arrastraba desde la infancia.

―Lo-lo siento, Sakura… es-estuve ocupado…

―¡¿Tanto como para no visitar?! ¡No tienes excusa, eres un desconsiderado! ―Y ni así, la pelirrosa retiró sus manos de las de él. Sus ojos jade destellaban con fiereza, y no se apartaban de la infinita e impactante negrura de los de Goten. Pretendía estar enfadada, aunque sí lo estaba, pero la ansiedad y los nervios podían más que ella. Pensó que se sofocaría con el ardor que le quemaba las mejillas.

―Ehhh… ¡Goten, el ramen! ―Apuró Naruto, captando pese a su ingenuidad las emociones que rebosaban de la kunoichi, aunque hasta un niño lo habría notado.

―Sí, ve a comer tu ramen. ―Bramó Sakura, arrebatándole las manos con desdén luego de sentir que caía de una nube.

Estaba furiosa por muchas cosas, sobre todo porque Goten jamás volvió a su dimensión y ni así, tuvo el detalle de visitar Konoha. ¿Acaso no tenía sentimientos? Bueno, sí que los tenía, pero eran muy raros, en su opinión. No podía creer que alguien fuera tan desprendido con sus queridos amigos. Para más colmo, ni siquiera se dio cuenta de su presencia cuando llegó, ¡la ignoró por completo! Pero su rabia también era dolor. Sakura había comprendido que sentía algo más que amistad por Goten, y al igual que pasaba con Sasuke, él no veía nada diferente en ella, no tenía ese interés que sí que tenían Naruto y Lee.

Observó con tristeza cómo se marchaba a comer ramen con Naruto. Habría pensado que no significaba nada para él, de no ser porque el recuerdo de cuando dio su vida por la de ella en la pelea contra Cooler, seguía demasiado fresco.

Pero lo habrías hecho por cualquiera, ¿no es así? ―Pensó con una amarga sonrisa.

Sin duda él era demasiado bueno, quizás mucho para ella. Y para consolidar su sempiterna inseguridad y baja autoestima, se sumaba ahora el apartado físico: jamás imaginó que Goten se convertiría en un chico tan atractivo. No había cabello más azabache ni ojos más oscuros que los de Sasuke Uchiha… excepto por los de Goten, un híbrido con un fenotipo digno de los saiyajins más puros de sangre.

─Oye, Sakura, ¿no vienes? ―Su rostro se iluminó cuando él se dio la vuelta y la llamó a lo lejos, agitando un brazo―. ¡Después de comer, quiero ver qué tanto has progresado en tu entrenamiento con Tsunade, así tendré una mejor idea sobre lo que debes mejorar cuando empecemos!

La pelirrosa pestañeó, llena de perplejidad―. ¡¿Cuándo empecemos con qué?!

―¡Pues con nuestro entrenamiento! ¡¿Olvidas que te lo debo?!

Sí, lo había olvidado, aunque allí mismo lo recordó en el acto. Cuando pensó que moriría en los exámenes chunin, después de que ese ninja del sonido llamado Zaku la golpeó sin piedad, Goten le dijo que la entrenaría para que fuera capaz de defenderse por sí misma e incluso fuera de mayor ayuda a su equipo.

―¡¿Y cómo sabes que estuve entrenando todo este tiempo con Tsunade?! ―Vociferó con las manos a ambos lados de su boca, ya que Naruto y el saiyajin estaban muy lejos y debía proyectar mejor la voz.

―¡Es una larga historia! ―Contestó con una mano en la nuca―. ¡Podría decirse que aprendí a leer la mente, y lo hice cuando coloqué mi mano sobre tu cabeza!

Naruto quedó impactado. Sakura también, si bien la vergüenza sustituyó al asombro y sus níveas mejillas se tiñeron de un intenso carmín. Temía que Goten se hubiera enterado de algo muy personal.

―¿Ah, sí? ¡Bien por ti! ―Clamó entre risas nerviosas.

―¡Sí, me alegra que hayas mejorado tanto, en verdad pusiste lo mejor de ti, te felicito! ―Respondió, también alzando la voz para que Sakura lo escuchara fuerte y claro―. ¡También te felicito por tus nuevas técnicas como ninja médico, eso sí que me impresionó!

Sakura continuaba sonrojándose más y más. Que alguien tan extraordinariamente poderoso como Goten la alabara de esa forma, significaba mucho.

―¡Pero no entiendo por qué te acompleja tanto el tamaño de tus pechos, si yo los veo igual que la última vez, no han cambiado en nada!

Los ojos de la kunoichi estaban desorbitados. Peló los dientes. Miró a todos lados con nerviosismo, y el alma se le cayó a los pies cuando vio que una buena cantidad de transeúntes escuchaban la conversación, mostrando especial interés con el comentario de los senos.

―¡De hecho, pareciera que los tuvieras más pequeños, porque como has crecido y ellos no, se te notan hasta menos!

Naruto comenzó a sudar frío. Giró la cabeza de manera robótica hacia su amigo, verdaderamente compadecido por él. La fuerza bruta de Sakura ya era otra cosa, y el saiyajin lo comprobaría de la manera difícil, tal y como él mismo lo comprobó tras su llegada del entrenamiento de tres años con Jiraiya.

La kunoichi se colocó con firmeza sus guantes negros. Sus manos se empuñaron tan fuerte, que se escuchó el crujir de sus nudillos a la distancia. Su rostro se coloreó de un tétrico negro, y sólo sus ojos se distinguían a través de la sombra, brillando con un rojo asesino. Reunió chakra en sus pies, flexionó las rodillas y se impulsó al frente con un salto tan potente, que el suelo se resquebrajó en pedazos y lo marcó con un pequeño cráter.

Cuando Goten abrió los ojos, su sonrisa murió. El tiempo pareció detenerse cuando vio a Sakura en el aire, justo sobre él, con un brazo echado hacia atrás, el pelo rosa ondulando con vida propia, echando fuego por los ojos.

―¡SHANAROOOOOOOO!

¡PAAAAAAMMMM!

Goten dijo lo de los senos con total inocencia. La única razón por la que lo notó, fue porque lo vio reflejado en la mente de Sakura como una de sus más grandes preocupaciones, fue casi lo primero que captó. Pero eso no le exoneró de salir volando como un muñeco de trapo por cien metros, reventando postes de madera durante su incontrolado trayecto, hasta que aterrizó y su cuerpo creó una zanja en medio del camino de tierra de la aldea, y las despavoridas personas saltaban a un lado para no salir lastimadas.

La zanja tuvo veinte metros de longitud; las piernas de Goten se asomaban a través de ella, temblando en medio de espasmódicos y preocupantes movimientos. Los civiles tosían y sacudían los brazos para no ahogarse con el polvo y la tierra que levantó el violento episodio. Un nuevo record para Haruno.

Mareado y con los ojos dándole vueltas, Goten comprendió que las manos de Sakura podrían ser pequeñas, pero que de frágiles y delicadas, no tenían nada.


Trunks brindó a Tsunade una amplia y detallada información sobre los pequeños detalles que mencionó en el campo de entrenamiento. Quedaron conmocionados con la revelación de que en el séptimo universo el tiempo corría diez veces más lento que en el noveno, razón por la que sus padres no les habían encontrado a pesar de transcurrir tres largos años en el mundo shinobi.

Sí, algo de lo que se enteró el saiyajin en uno de los planetas que visitó es que se encontraba en el noveno universo, y eso explicaba muchas cosas que antes no entendía. Nunca estuvo perdido con Goten en otra dimensión. Los ninjas apenas podían creer en eso de los universos, cada vez se enteraban de cosas más complejas. ¡Qué decir cuando Trunks mencionó a los dioses de la destrucción!

Dijo que esta vez debían ser mucho más cautelosos si es que querían evitar la indeseable visita de un ser tan peligroso por llamar su atención accidentalmente. Contó la historia de cuando Bills, el Dios de la Destrucción del séptimo universo, se encaprichó por pelear con un Super Saiyajin Dios. Les anticipó que sin importar lo que hicieran, no podrían derrotar a un Dios de la Destrucción, ni siquiera con la fusión, y debían convivir con la idea de que así como existían deidades que creaban, había otras que destruían como parte del delicado balance del universo, y no había nada que pudiera hacerse al respecto.

Tsunade resolvió que ese tema no debía saberse, no había la más mínima necesidad de divulgarlo, pero agradecía que Trunks tuvo la confianza de compartirlo con ella en presencia de Shizune, Shikamaru y Asuma.

La confianza… es lo único que la Hokage agradecía. Porque, por otra parte, la ignorancia era un tesoro invaluable, mucho más preciado de lo que cualquiera podría imaginar, y se perdía paulatinamente junto al alma y la felicidad con la adquisición del espantoso conocimiento sobre la percepción de la verdadera realidad. Tsunade prefería sumirse en la insondable penumbra de su pequeño mundo shinobi, porque la luz del universo le daba miedo. Ya no sabía en qué creer. Se sentía tan patética como deleznable en medio de la infinidad del apocalíptico cosmos, porque todo acto de creación no era más que un caótico evento de destrucción.

Shikamaru intercambiaba cada tanto una mirada fúnebre con Shizune. Cada vez que aprendía algo de semejante naturaleza, se arrepentía por siempre. Mirar las nubes, lo único que le traía paz y le alejaba de todo, se había vuelto un suplicio, porque por alguna razón terminaba pensando en monstruos y planetas desapareciendo mientras él se echaba en el césped y no se enteraba nada. Añoraba la época en que, sin saberlo, era feliz por resguardarse en la agradable ignorancia de Konoha.

―Shikamaru, te pido que lleves a Trunks a su nuevo departamento. ―Finalizó Tsunade, tendiéndole unas llaves―. Sé que no es la gran cosa, pero al menos servirá para que Goten y tú puedan vivir allí mientras esperan. Si las Esferas del Dragón se activan en el tiempo que dices, es posible que dentro de pocos meses puedan buscarlos.

―Muchas gracias por su hospitalidad. ―Dijo el saiyajin con una leve reverencia.

―Ya están familiarizados con la aldea, creo que nada ha cambiado desde que estuvieron aquí por última vez. En cuanto al dinero, tendrán que hacer algunas misiones para obtener su paga, pero me temo que no podrán ser misiones de alto rango, o inevitablemente terminarán metidos en asuntos internacionales y quiero evitar eso.

―La mala noticia es que las misiones de bajo rango no pagan bien. ―Aclaró Shinuze con el cerdito Tonton entre sus brazos―. Tendrán que hacer muchas para reunir una cantidad decente.

―Nada que recuperar unos cuantos gatos extraviados no pueda arreglar. ―Bromeó Asuma para desgracia de su alumno.

―No se preocupe, en verdad que Goten y yo estamos muy agradecidos por su atención. ―Trunks volvió a agradecer con un respeto que no era propio de él, al menos por lo que recordaban. Sí que había madurado.

―A propósito, Trunks, mañana quiero que vengas a mi casa junto a los muchachos. Tú sabes, como una especie de reencuentro del equipo 10. ―Dijo Asuma con una sonrisa.

Shikamaru supo lo que su sensei tenía en mente: quería darle un sarcillo, como hace algunos meses hizo con el resto del equipo cuando Ino y Chōji al fin se volvieron chunins.

Las mejillas de Trunks se ruborizaron. Un encuentro con el equipo 10 significaba un encuentro con Ino. Lo admitía, no había día en que no se acordara de ella. Por lo que le dijo la rubia el último día que estuvo en Konoha, de seguro ya tendría novio si de verdad tantos chicos se arrastraban a sus pies. Debía enterrar ese asunto para siempre y tratarla como la amiga que siempre fue hasta que le tocara volver a su universo, porque sólo se hacía daño cada vez que recordaba el rechazo y las burlas de la kunoichi cuando se le declaró.

Y pensando en todo ello mientras caminaba, apenas se dio cuenta cuando Shikamaru lo condujo a la residencia donde viviría temporalmente con Goten.

―Es allí. ―Nara señaló un edificio pintado de verde pálido situado a dos cuadras de distancia―. En el llavero está grabado el número de piso y departamento que te asignaron.

―Pensé que me ibas a acompañar. ―Dijo Trunks con el ceño fruncido.

―Lo siento, en verdad es problemático, pero debo volver a casa y ayudar a mi padre a actualizar algunos documentos de la enciclopedia médica del clan. Aun después de tres años, fue imposible para el departamento médico de la aldea reproducir el líquido de las cápsulas de recuperación, pero se han logrado grandes avances a partir del estudio de algunos de sus componentes. ―Shikamaru dejó de hablar. Estrechó su aburrida mirada y se rascó la cabeza un rato, dudando seriamente si decirlo, pues no le concernía y detestaba inmiscuirse en los asuntos de mujeres problemáticas como Ino. No obstante, se dio por vencido al recordar las angustias de su compañera de equipo durante todo ese tiempo―. Escucha, Trunks, no me interesa el motivo por el que te marchaste sin avisar, ni tampoco qué pasó por tu cabeza cuando volviste casi de inmediato y optaste por marcharte al espacio, pero verás… en serio es problemático, ni siquiera sé por qué te digo esto, pero Ino no ha estado muy bien desde entonces…

―¿Co-cómo así? ―Tartamudeó, un poco ruborizado.

―Yo qué sé. No me pidas comprender a las mujeres, es simplemente imposible, sin mencionar que un dolor de cabeza. ―Después de tantos rodeos, clavó su inescrutable mirada en Trunks―. Supongo que tiene que ver contigo. ―Señaló un local que estaba atrás del saiyajin, y éste quedó sin aliento cuando reconoció la fachada―. Tu nuevo departamento está a dos cuadras de la floristería Yamanaka. Haz lo que creas conveniente, en serio no es mi problema.

―¡Shikamaru!

El chunin no se detuvo. Se marchó por el camino de tierra en sentido opuesto, caminando con una mano en el bolsillo y despidiéndose con la otra en alto, siempre de espalda.

No podía hacerlo, no todavía, no estaba preparado. La colorida y aromática entrada del establecimiento ornamentada con hermosas flores que ni siquiera podía reconocer, le llenaba de más pánico que las derruidas y húmedas catacumbas donde habitaban los horrendos reptiles del planeta Kanassa.

¿En qué estoy pensando? Sólo me tomará un segundo saludar. ―Pensó, mientras se armaba de valor y se aproximaba al negocio de los Yamanaka. Sentía que las palmas le sudaban y se le adherían a la tela de sus guantes. También tenía la frente empapada, podía sentir cómo sus afiladas cejas desviaban las gotas de sudor que descendían. Cada exhalación le sofocaba. Un nudo le partía por la mitad la garganta.

Cuando posó una bota en el interior del local, quedó petrificado, y optó por girarse y marcharse cuanto antes, porque, ¿qué fue lo que pasó la última vez que se armó de valor y habló con Ino? Ella se burló, de él y sus sentimientos. Y no es que jamás volvería a verla, simplemente necesitaba pensar un poco y tranquilizarse, porque no estaba preparado.

¡CRAAACK!

Un florero reventó contra el piso. Una mano trémula y torpe intentó amortiguar un gemido femenino, sin conseguirlo. El sonido de los cristales hechos añicos sobre la madera, paralizó al saiyajin.

―¿Trunks? ―Pronunció una voz masculina, la de Inoichi Yamanaka, porque su hija estaba sin habla, con las manos cubriendo su boca, más pálida que los narcisos desparramados sobre sus sandalias.

―¡Ho-hola, señor Yamanaka! ―Respondió atropellado, deshaciéndose en una torpe reverencia―. So-sólo vine para saludar, pero veo que es un mal momento. Vol-volveré luego.

―¡Espera! ―Chilló Ino, ya con las lágrimas brotándole de los ojos, lanzándosele encima con un desesperado abrazo que lo aferró desde atrás.

Sintió el rostro de ella enterrado en su espalda, jadeando acalorada, frenética. Bajó la mirada y notó los delicados brazos de Ino rodeándole el abdomen, pálidos como toda su persona, temblorosos y con las uñas pintadas de púrpura. Tomó las muñecas de la rubia entre sus enguantadas manos y disolvió el abrazo sin el más mínimo esfuerzo, pese a que ella se aferraba con todas y cada una de sus fuerzas.

Y cuando la encaró, la mirada zafiro de la kunoichi chocó con la del saiyain con la misma electricidad de siempre, o mejor dicho, con renovado ímpetu, como si tuvieran una eternidad sin verse, como si todos los sentimientos reprimidos y sofocados por tres años, estallaran con la furia de un relámpago y la voracidad del fuego, porque Ino vio en su saiyajin al joven más atractivo que su imaginación alguna vez pudo concebir, y Trunks vio en su kunoichi a la muchacha más preciosa de entre todas las reinas y princesas de los planetas que visitó en el noveno universo.

Inoichi estaba boquiabierto. ¿Cómo y por qué había vuelto el mocoso saiyajin? La interrogante quedó en nada cuando vio la forma en que los jóvenes se miraban, cómo se sujetaban de las manos y se veían con los rostros sonrojados, desbordando un drama pasional por el que decidió interrumpir la escena aclarando su garganta con excesiva fuerza.

Los dos se separaron de un salto, recordando que no estaban solos en el mundo a pesar de que eso fue lo que precisamente sintieron.

―¡Papá! ―Refunfuñó la rubia por el inesperado susto. Se estaba hartando de que su padre se comportara a veces como un bruto por dificultársele demasiado la crianza de una hija, frente a las evidentes facilidades de Chōza y Shikaku al lidiar con sus respectivos retoños.

―Disculpa, hija, es sólo que Trunks dijo que no era un buen momento, y tiene razón. Estamos algo ocupados y ahora debemos recoger los trozos del florero que…

―¡Eso puede esperar! ―Clamó con los puños apretados. Inoichi peló los dientes y llevó sus manos al frente, sobresaltado con el difícil temperamento de su hija.

Trunks volvió a sonrojarse cuando admiró la tensa postura de la kunoichi, tal y como la recordaba, con esas arruguitas que se le formaban en el puente de la nariz cuando fruncía el ceño.

―Tu-tu padre tiene razón, Ino. ―Dijo Trunks encogiéndose de hombros, intimidado con la severa expresión de Inoichi y sus penetrantes ojos verdes―. No te preocupes, estaré aquí por algún tiempo. Asuma sensei dijo que nos reuniéramos mañana en su casa, allí podremos vernos.

―¡No, espera un momento! ―Cuando al fin reaccionaba, su saiyajin ya había abandonado el local, y entre sus torpes pasos, la rubia terminó tropezando con un balde lleno de agua y rosas al intentar perseguirlo.

Tenía demasiadas preguntas en mente, y con ellas, reproches sobre por qué demonios Trunks había decidido irse aquella vez sin avisar, la noche en que por tonta y vanidosa rechazó su amor, para luego llorar y arrepentirse amargamente por su idiotez durante semanas.

―Ya lo escuchaste, Ino. Mañana se reunirán en casa de Asuma. ―Su padre la sacó de su estupefacción, mientras recogía con una escoba y una pala los restos del florero roto―. No te preocupes, avisaré a Chōza sobre la reunión para pedirle a Chōji que te acompañe. Si está muy ocupado, entonces esperaré una respuesta de Shikamaru.

―¿Cuántas veces tengo que decírtelo, papá? No necesito ir acompañada a todos lados de Shikamaru o Chōji, puedo cuidarme sola.

Parpadeó llena de recelo cuando el jounin la tomó por los hombros y puso cara de preocupación.

―Ino, sé que aún eres una jovencita, pero necesito saberlo. ―Tuvo que ser más específico cuando su confundida hija levantó una ceja―. Shikamaru o Chōji.

―¿De qué estás hablando?

―Necesito saber a cuál de los dos escogerás para salir. Sólo puedo permitir que salgas con Shikamaru o Chōji.

Ino iba a estallar. Ese asunto la tenía harta, pues su padre temía que cualquier bastardo le robara a su bella y delicada flor, por lo que sólo confiaba en los hijos de sus mejores amigos para que la tomaran como novia. Además, se vio obligado a revivir el tema en cuanto vio la manera en que su hija y Trunks se veían entre sí.

―¿Sabes qué? ¡No lo soporto más! ―Se separó de su padre, se quitó el delantal con mucha rabia y lo tiró sobre el mostrador―. Le diré a mamá que ya empezaste otra vez con tus cosas.

―No-no, hija, espera…

Pero no podría detenerla. La kunoichi avanzaba entre exageradas zancadas que por poco y rompían el suelo de madera del negocio. Cuando ya estaba en la salida, se dio la vuelta y dejó en claro un último asunto.

―Y para tu información, estoy en el derecho de salir con quien yo quiera. ―Infló las mejillas. El rostro se le puso más rojo que una rosa―. ¡Así que cuando tenga mi cita con Trunks, tendrás que aceptarlo!


Signos de dinero sustituían lo que antes eran los ojos rasgados del viejo Teuchi, deleitado con la creciente y grosera pila de tazones vacíos que se acumulaban sobre su mostrador. Cuando vio que su cliente favorito iba acompañado de Goten, cerró Ichiraku Ramen sin pensárselo dos veces. Jamás podría olvidar el descomunal apetito del niño del dogi naranja y cola de mono, que de seguro comería mucho más que antes por tratarse ahora de todo un hombre.

Sakura había dejado de comer hace mucho. Con los labios entreabiertos y los palillos inmóviles entre sus dedos, dejó que su orden de ramen dietético se enfriara frente a ella, más ocupada en contemplar a la pobre Ayame haciendo malabares con los tazones vacíos y entregando nuevas órdenes a sus amigos.

Sí, Naruto no se quedaba atrás, ¡comía como si no hubiera mañana! La kunoichi creyó escuchar mal cuando pidió la duodécima orden especial tamaño grande, porque Uzumaki era un ser humano después de todo, y no entendía cómo podía tragar tanto. Aunque para ser sincera, tampoco daba crédito a la grosería consumada por Goten, por muy híbrido de saiyajin que fuera.

―¡Está delicioso, otro más! ―Pidió, extendiéndole a Ayame el que debía ser ya su quincuagésimo tazón vacío.

―¡Es suficiente! ―Sakura saltó, tumbando el taburete en que estaba sentada y sujetando la muñeca de Goten―. ¿Acaso te has vuelto loco? Podrías morir si comes tanto.

―¡Vamos, no seas así, Sakura! No tienes idea de lo que extrañé esta clase de comida. En el templo de Kamisama era yo quien debía preparar mi propia comida, y la verdad soy pésimo en eso de cocinar, y en el Otro Mundo con Kaiosama pasaba más de lo mismo, pues como todos están muertos, me decía que no era necesario preparar comida para los demás peleadores.

Teuchi y Ayame se miraron con preocupación, sudando y no precisamente por el calor de la estufa.

―Tu amiga tiene razón. Creo que has tenido suficiente por hoy. Deberías dejar que te revise en el hospital, me parece que estás comenzando a delirar, muchacho. ―Asintió Teuchi mientras su hija transportaba los últimos trastos al lavaplatos.

―¡Sesenta y cinco, sesenta y seis, sesenta y siete…! ―Alrededor de Ichiraku Ramen, se amontonó un grupo de civiles curiosos que contaban en voz alta cada plato que recogía Ayame, atraídos por la grosería del lamentable espectáculo culinario perpetrado entre Naruto y Goten. Al final, todos celebraron el nuevo record entre pitos y aplausos.

La apenada pelirrosa tuvo que poner de su propio dinero, porque aun con todo el efectivo que cargaba Naruto, fue insuficiente para cubrir la barbaridad de cuenta acumulada: exceptuando su ración de ramen dietético tamaño pequeño, las demás órdenes fueron especiales tamaño grande con todo. Teuchi se estaba planteando inventar una nueva ración extra grande para cuando Goten viniera a comer, y le serviría la sopa directamente en un balde. Ya se lo imaginaba zampándose el cubo con ambas manos como si se tratase de agua.

―¡A ver, a ver! ¿Qué es todo este alboroto? ¿Acaso ya no se puede disfrutar de una simple comida en paz? ―Clamó Kiba, abriéndose paso desde el puesto de dango frente a Ichiraku sin mucha dificultad, pues la multitud se comenzaba a dispersar.

―¡Grrr… Woof Woof! (de todas formas, a mí no me dejas comer dango) ―Gruñó Akamaru, ahora tan inmenso, que Kiba cabalgaba en su espalda.

Kurenai apartó la cortina del establecimiento de comida para ver por qué Kiba se demoraba tanto. Sonrió al ver que su alumno conversaba con Naruto y Sakura. Ya no le extrañaba que el reciente barullo tuviera algo que ver con el rubio, hasta que su atención se posó sobre la figura de un hombre alto con dogi naranja al que Akamaru saludaba con alegría saltando en dos patas… ¡y allí lo descubrió!

―¡¿Goten?! ―Se llevó una mano al pecho. Sus ojos rojos se ampliaron ante la visión de ese cabello negro en punta tan característico, y por supuesto, de la cola de mono que disipó cualquier posible duda al respecto.

Shino y Hinata se asomaron inmediatamente junto a su sensei. La joven Hyuga se cubrió la boca con ambas manos, apenas capaz de creer lo que veía; cuando se lo comentara a su hermanita Hanabi, de seguro se pondría muy feliz. Shino no parecía sorprendido en lo más mínimo, pero sí que lo estaba, solo que su indumentaria de momia apenas dejaba ver un centímetro cuadrado de su pálida humanidad.

―¡Hola, Hinata! ¡Cuánto tiempo sin verte! ―Saludó en cuanto el equipo 8 salió al encuentro, todavía con Akamaru saltándole encima: cada tanto el enorme ninken le asestaba un húmedo lengüetazo al rostro. El ceño de Goten se frunció ante la presencia de Aburame, y podía reconocerlo por su chakra sin ningún problema―. Yo te conozco, ¡tú eres el chico de los insectos! ―Aunque impertérrito, el pecho de Shino se infló imperceptiblemente de orgullo. Al menos el descuidado saiyajin sí lo reconoció, no como el despistado de Naruto cuando lo vio por primera vez después de tres años―. Pero… no me acuerdo de tu nombre, ni siquiera de tu cara…

¡Paaaam!

Todos se cayeron de espalda. Shino se sintió aún más deprimido que en aquel encuentro con Naruto. Una tétrica aura azul apareció tras su persona mientras inclinaba la cabeza y escondía las manos en los bolsillos de su opaca gabardina verde. Naruto, sin embargo, se apretaba el estómago de la risa. Se sentía bien no ser el único incapaz de reconocer a Shino.

Goten sonreía entre apenado y arrepentido, frotándose la nuca, hasta que vio a la instructora del equipo 8 y la reconoció sin el menor inconveniente. No había cambiado en nada, después de todo―. ¡Vaya, es usted, Kurenai sensei! ¡Qué alegría verla de nuevo! ―Y haciendo lo que no había hecho con nadie más, la saludó con un gran abrazo que la levantó del suelo.

La kunoichi se sonrojó. Sus pies quedaron suspendidos en el aire. Después de la primera impresión, dejó llevarse por la alegría recíproca que la invadía al reencontrarse con Goten, dejando las preguntas y dudas para después. Cerró los ojos y correspondió de igual manera a la breve pero enérgica muestra de afecto del saiyajin.

―Sí que has crecido, Goten. Casi ni te reconozco. ―Aclaró la garganta, alisando un poco su vestido luego de disolverse el abrazo―. De seguro te has hecho mucho más fuerte durante este tiempo. Y también te has vuelto un joven muy apuesto. ―Dijo, guiñándole un ojo a Sakura. La pelirrosa se sonrojó tanto, que encajó el mentón en su propio pecho para que nadie lo notara, y empuñó su falda rosa entre sus enguantadas manos.

Goten se limitó a reír y frotarse la nariz con el dorso de su dedo índice. El pobre Shino permanecía de cuclillas en un rincón, dibujando círculos en la arena con un dedo, demasiado afectado por ser olvidado. Hinata sonreía con las manos entrelazadas, también feliz de ver a Goten, mientras Kiba luchaba con Akamaru para que dejara en paz al saiyajin, cuya sangre era demasiado buena para los animales y solía simpatizarles mucho. No había problemas, sospechas ni preguntas, porque estar allí reunidos en ese momento era lo único importante. No había controversia, preocupación o miedo por el regreso del saiyajin. Todo era risas y alegría, y no podía ser de otra manera: había vuelto un amigo, uno que jamás creyeron volver a ver.

Y Tenten se unió al encuentro, y Neji y Lee y Gai, pues era noche de cenar y compartir en grupo, y cuando todos vinieron a notarlo, se habían encontrado sin siquiera proponérselo, y comenzaron a saludarse, a reír y a recordar. Lee lloraba de emoción por ver de nuevo a su amigo, le comentaba sobre su entrenamiento en los últimos tres años e incluso quiso llevárselo a rastras al campo de entrenamiento más cercano para mostrarle su progreso a través de un enfrentamiento amistoso, haciendo que Gai también llorara por el vivaz fuego de la juventud que ardía en el pecho de su querido pupilo, y a Tenten le provocaba llorar pero por lo cansada que estaba de las tonterías de esos dos.

―A propósito, Tenten, tengo un regalo para ti.

Las orejas de Sakura incrementaron de tamaño, moviéndose como antenas parabólicas ante el comentario de Goten. ¿Un regalo? ¿En serio? ¡Pero si el maldito mono hasta la ignoró en su regreso! Quizás no recordara el nombre de Shino, pero al menos se dio cuenta que estaba allí y existía, ¡con ella ni eso! ¿Y para más colmo le daba un regalo a Tenten?

Goten extrajo del interior de su dogi un pequeño palo bō de color rojo que parecía casi de juguete, ya que a lo mucho mediría treinta centímetros de largo. Cuando lo sacudió en un firme movimiento, el palo se desplegó e hizo gala de su metro ochenta de longitud.

―Estuve practicando con él estos tres años, pero apuesto a que a ti te servirá mucho más que a mí. Eres mejor con las armas, después de todo.

Tenten se sonrojó por el halago. Viniendo de alguien tan fuerte y sincero como Goten, significaba mucho. Recibió en sus manos el báculo rojo y se sorprendió porque era tan ligero como una pluma. Pensó que era de adorno, de lo contrario, se rompería con el primer golpe, pero igual agradeció el detalle con una genuina sonrisa.

―Es un báculo sagrado. No es lo que parece, es un arma muy especial. ―Explicó Goten, como si leyera los pensamientos en la expresión de la castaña―. No importa cuanto lo golpees, jamás se romperá. Además, es mágico.

―¿Mágico? ―Rió la maestra de armas, levantando una ceja por creerlo una broma del saiyajin.

―Si dices "crece, báculo sagrado", cambiará su tamaño y se hará mucho más largo. ¡Inténtalo!

―Si tú lo dices. ―Tenten se encogió de hombros, incapaz de ahogar la risa. Sostuvo con firmeza en palo bō entre ambas manos. Lo apoyó en el suelo y recitó las palabras mágicas, más en broma que en serio―. ¡Crece, báculo sagrado!

¡ZAAAASS!

Los ojos de los ninjas se desorbitaron. En serio el maldito báculo rojo se estiraba sin parar, a una velocidad que resultaba ridícula.

―¡AAAAAAHHHHHH! ―El grito de la aterrada Tenten se perdió con ella cuando ascendió tanto que desapareció de la vista. Sí, el báculo creció hasta el cielo, más allá de las nubes, más allá de todo, y la espantada kunoichi lo abrazaba enloquecida con su cuerpo entero para no morir si se caía.

―¡Vaya, qué descuidada es Tenten! ―Se reía Goten, con las manos en la cintura y la vista en el firmamento. Era el único al que le hacía gracia el asunto―. Eso le pasa por apoyarlo al revés. Tendré que buscarla o podría terminar varada en la luna…

―¿La-la luna? ―Tartamudeó Gai, temblando de sólo pensarlo.

―Sí, creo que el báculo puede estirarse sin parar, aunque no estoy tan seguro si tiene un límite. ¡Ya se me olvidó!

―¡¿Cómo se te puede olvidar un detalle tan importante?! ―Gritó el jounin cejudo, sosteniéndolo desesperado por los hombros―. ¡¿Qué esperas?! ¡Trae a Tenten de vuelta!

―Sí, sí, ahora mismo la traigo.

El cuerpo de Goten quedó rodeado por su blanco y revoltoso ki antes de salir disparado de golpe, ahogando a los shinobis por la tormenta de polvo que provocó su descuidado despegue.

Al cabo de unos minutos de angustiante expectación, lo vieron descender muy despacio con Tenten en brazos. La kunoichi estaba azul, tiritando sin control, con los dientes pelados, los mocos congelados y el pelo alborotado a la altura de sus hombros, porque sus dos moños se deshicieron durante el veloz trayecto del creciente palo bō, y la humedad atmosférica hizo de su cabellera castaña un pomposo afro. Se la entregó en los brazos a Lee como si fuera una niñita pequeña, al menos hasta que sus articulaciones se desentumecieran y pudiera ponerse en pie por sí misma.

―¡Báculo sagrado, regresa a la normalidad! ―El palo bō de unos cuantos cientos de kilómetros de altura, se encogió a su tamaño original de treinta centímetros. Luego, el imbécil de Goten lo colocó como si nada sobre el estómago de la pobre Tenten, todavía temblando de frío en los brazos de Lee y aferrada a su cuello―. Ya sabes, para la próxima lo usas con más cuidado.

¡PAAAAMMM!

Sakura le hizo el favor a la incapacitada maestra de armas, y de un buen golpe, le sacó un enorme y humeante chichón a Goten en la parte posterior de su cabeza. Tenten se lo agradeció a la pelirrosa con voz ronca y entre estornudos, posiblemente resfriada.

Dentro de toda la escena, podía rescatarse la risa y felicidad de los jóvenes. Eso era más de lo que Gai y Kurenai podían pedir, porque los actores del peligroso y violento mundo shinobi valoraban mucho más los tiempos de paz, y pese a sus deberes como ninjas, la mayoría deseaba algún día colgar las katanas en la pared de la sala como adorno, o engavetar una extensa variedad de shurikens como extravagantes piezas metálicas de colección. Porque los viejos decidían las guerras, pero los jóvenes morían en ellas.

Sólo Naruto tenía sus reservas: entre el regocijo y jolgorio del momento, pensó inevitablemente en su amigo Sasuke. Sólo faltaba él. ¿Qué estaría haciendo en este momento? ¿Pensaba tan siquiera una sola vez, aunque fuera de vez en cuando, en Sakura, Kakashi sensei o él?

Nada que ver. Uchiha tenía muy claro su destino: matar a Itachi y consumar la venganza que le devoraba el alma. Quizás si lo hacía rápido, había tiempo para no convertirse en un completo monstruo. Por ahora, Orochimaru estaba fuera de su camino, sellado en su interior, y Deidara justo moría en medio de su último y abrasador "¡katsu!", convirtiendo su propio cuerpo en su más grande y hermosa obra de arte.


Fin del capítulo.

(1)Once, porque de los ninjas de esa generación faltaría Sasuke.

(2)No es invento mío. En el último manga de Dragon Ball, Toriyama especificó en la primera página que como Goten era tan parecido a Goku, todos lo confundían con su padre y tuvo que cambiarse el corte de cabello. Como aquí no está Goku, me parece normal que Goten conserve su cabello igual, así que podríamos imaginárnoslo como un Goku más joven.

Éste es el primer capítulo de la segunda parte. Como les comenté, me saltaré y abreviaré muchos acontecimientos de Shippuden porque el tiempo no me permite alargarme demasiado, y de lo contrario el fic se extendería a más de 200 capítulos.

Debo aclarar que esta primera actualización es para que todos (o la mayoría) de los lectores tenga ubicado este nuevo fic de una vez, pues podrían perderle la pista si me demoraba mucho en publicarlo, y así pueden recibir notificaciones de cualquier futura actualización. Sin embargo, no esperen por el momento el segundo capítulo sino hasta dentro de unos meses. Sí, leyeron bien, unos meses. Debido a lo ocupado que estaré, escribiré poco a poco la historia para tenerla bien adelantada al momento de comenzar a actualizar. Es decir, cuando publique el segundo capítulo, espero tener como veinte más ya escritos, para así no demorar mucho entre la actualización de uno y otro. Espero me comprendan, no puedo hacer mucho más.

Espero que también comprendan y me perdonen por no haber respondidos los últimos reviews recibidos, en serio estoy full con los estudios. Ustedes saben que siempre he contestado a sus mensajes, así que se trata meramente de una cuestión de tiempo, no de disgusto o fastidio. No obstante, agradecería como siempre que me hagan llegar sus opiniones al respecto, yo me encargo de leer todos y cada uno de los reviews con paciencia y les presto su debida atención, así como también tomo en consideración sus sugerencias y opiniones.

¡Cuídense mucho, les mando saludos!