***Hola!

De verdad quiero disculparme por la tardanza en subir el cap. He estado con un montón de cosas por hacer y no había tenido el tiempo suficiente para dedicar al fic y plasmar la inspiración.

Quiero agradecerles a todos lo que leen y los que muy amablemente me han dejado saber sus comentarios del fic =)

Gracias Ivi, An, Deya, Sierra y todos los demás que me han escrito!

Espero sigan disfrutando ;D Saludos!

Viejos conocidos

La noche seguía oscura y tranquila en el vecindario del abuelo Granger. Kai había bajado de su auto seguido de Alana, quien se apresuró a abrir la puerta por ella sola para evitar un momento incómodo, si es que Kai tuviera intenciones de abrirla por ella. "No es caballerosidad sino sólo protocolo…" se decía a sí misma, aunque en realidad Kai no es del tipo que se apega a los protocolos… Prefirió no pensar en eso, era confuso.

Una vez los dos en la acera, Alana acomodó su sombrero… ¡oh, de repente recordó que había dejado su sombrilla dentro del auto! ¡Ya qué…! no quería decírselo a Kai.

- Es por ahí. – lo escuchó señalando hacia la entrada del dojo Granger. – Vendré más tarde…

- Espera un momento… ¿Insinúas que entraré sola…? – preguntó ligeramente consternada.

- No planeo entrar aún. – le dijo seriamente.

- Pero… creí que sólo veníamos por Gou.

- Entrar sin mí sería mejor para ti ¿no?

Sus ojos azules lo miraron ida por un momento. Era una buena pregunta ¿Qué sería peor? ¿Entrar junto con Kai mientras todos observaban la evidente frialdad entre ambos, o enfrentar la mirada curiosa que había visto ya por años cada vez que entraba sin él a algún lugar sabiendo que, si no era con palabras, los ojos de los demás preguntarían a dónde estaba su "esposo"?

- Hn… – una ligera sonrisa algo sarcástica se formó en el rostro de Kai, y Alana sintió un susto en su pecho al imaginar que a lo mejor él supo lo que ella pensaba. – Puedes quedarte aquí afuera, entrar o venir conmigo. Tú eliges.

- Claro… para ti todo es muy fácil. – reprochó con un tono entre presuntuoso y elegante que por naturaleza le costaba ocultar cuando se enfadaba.

- Debería serlo para ti también, si no te importara tanto lo que los demás piensen de ti. – le dijo dando media vuelta y comenzando a caminar con las manos en sus bolsillos.

Alana lo miró un poco asombrada. "Si no te importara tanto lo que los demás piensen de ti…" resonó la frase en su mente. Le chocaba que fuera tan directo, y aún más saber que tenía razón. Lo veía caminar sin ninguna prisa, alejándose de ella poco a poco. Le fue imposible ignorar esa forma de caminar tan tranquila e independiente que veía en Gou muchas veces, hasta su cabellera por detrás era tan similar. Parecía una broma, estaba muy lejos de su hogar en un país desconocido y contemplando la figura solitaria de Kai Hiwatari, el tipo adinerado e indiferente que su madre siempre soñó como yerno, y que inevitablemente resultó ser el padre de su querido hijo Gou. De repente, él se detuvo con quietud y miró de reojo.

- ¿De verdad te vas a quedar ahí? – dejó oír su tono serio una vez más sacando a Alana de sus pensamientos.

La tomaba por sorpresa, pero luego de unos segundos tomó aire antes de responder.

- Supongo que tú iras a recorrer esta ciudad… también quiero hacerlo, es una noche fresca… Pero, sabes, es extraño…

Kai, con un tanto de curiosidad en su penetrante mirada, volteó a verla de frente mientras escuchaba su serio pero suave tono de voz continuar.

- …es extraño andar al lado tuyo. Simplemente no eres el tipo de persona con quien pueda sentirme a gusto…

- Sólo pretende que no estoy aquí, entonces. Yo no hablaré nada que no sea necesario. – la interrumpió brevemente.

De nuevo hubo un silencio entre ambos mientras Kai daba vuelta y seguía caminando.

- ¡Entonces espérame! – exclamó ella haciendo que él se detuviera sin mirarla. – Tú me guiarás por este vecindario, quiero ir a conocer un parque, quiero sentarme en una banca y quedarme ahí por un rato. Caminaremos a mi paso, si me apresuro tú también lo harás y si me detengo tú también te detienes ¿Entendido?

La chica caminó hasta llegar a su lado y volteó su serio rostro hacia él.

- Bien… ya estoy lista. Vámonos.

Ambas miradas se toparon fríamente por unos segundos antes de que continuaran su rumbo por la acera.

- Hn… te escuchas como una verdadera niña adinerada y caprichosa. – la tranquila mención de Kai mientras caminaba con sus manos en los bolsillos volvió a hacer que se sorprendiera.

- Sólo dije lo que pensaba, y tú dijiste que hablarías lo necesario solamente y ese comentario no pareció ser necesario, Hiwatari. – le dijo cortante.

Kai no tenía planes de responderle y Alana tampoco esperaba que lo hiciera, pero tampoco esperaba lo que en seguida pasó: Kai la haló del brazo y la corrió para colocarla del lado de la acera que no quedaba al descubierto de la calle. Sólo fue eso. Luego la soltó y siguió caminando con la misma frialdad del principio.

- Si querías que me moviera de lugar debiste haberlo pedido, yo podía hacerlo sola.

Él no respondió.

Intentado liberar su tensión, Alana suspiró por lo bajo mientras cruzaba sus brazos y caminaba decidiendo admirar el vecindario y tratando de olvidar que iba al lado de él, de lo cual no tardó en darse cuenta que era imposible pues dependía de él para saber dónde detenerse y cuando virar. Ya habían caminado más de un par de bloques y no veía un parque por ninguna parte, más bien parecía que las calles se hacían más estrechas y poco iluminadas. Quería preguntar hacia dónde iban pero no le agradaba la idea de ser la primera en hablar después de todo ese rato de silencio.

En un momento, Kai se detuvo en lo que parecía ser la parte trasera de un edificio de apartamentos viejos. Unas gradas de metal llevaban hacia una puerta también de metal y él comenzó a subir por ellas.

- ¿Podría saber qué haces…? – preguntó Alana entre extrañada y molesta después de limpiar su garganta.

- Sube. – le dijo secamente sin voltear a verla mientras sacaba una llave de su bolsillo del pantalón abriendo la puerta metálica.

- No hasta que me expliques qué...

- Necesito sacar algo de aquí. – la interrumpió. – Puedes esperar afuera, si quieres.

El lugar se veía muy solitario como para querer estar ahí afuera sin compañía. Alana deseó poder demostrar que era más valiente pero la poca iluminación alrededor la ponía nerviosa, así que comenzó a subir las frías gradas, sosteniéndose con cautela de las barandas hasta ingresar al pequeño apartamento. Kai había encendido la luz del lugar y Alana observó curiosa un sofá color azul ligeramente empolvado con un rasgón en el medio, una mesa de sala alargada, un viejo plato de entrenamiento de beyblade y unas vitrinas medias vacías con uno que otro libro.

Habían unas cajas de madera apiladas al lado de una de las vitrinas y Kai abrió una de ellas sacando un beyblade y un lanzador. Con curiosidad, Alana notó lo que le pareció ser una mirada nostálgica en Kai, quien luego sopló sobre el blade para desempolvarlo al igual que el lanzador, en el cual luego ajustó su blade y caminó hacia el pequeño plato de entrenamiento. Estiró su brazo calculando la distancia y en un rápido movimiento hizo que el blade se disparara al plato con fuerza y comenzara a rondarlo levantando unas cuantas nubecillas de polvo.

Los serios ojos de Kai estaban sobre el blade que giraba aumentando y reduciendo la velocidad. Durante ese tiempo Alana lo veía sin decir nada, no sabiendo qué tenía pensado hacer Kai ahí, cosa que tenía muchas ganas de preguntar, además que le inquietaba saber en dónde se encontraban, pero prefería no pasar por la molestia de soportar un silencio indiferente de Kai o una respuesta escueta, así que se acercó desinteresadamente a una de las vitrinas para mirar dentro, pero algo llamó su atención que hizo que se fijara con más cuidado: se preguntaba por qué el vidrio estaría roto y le intrigó ver un portarretrato partido a la mitad.

- Listo. Vámonos. – escuchó a Kai a sus espaldas que ya había guardado el blade y su lanzador en los bolsillos de su chaqueta esperándola en la puerta.

Echando un último vistazo a la habitación y a la fotografía del portarretrato, Alana se dirigió a la puerta con su semblante pensativo mirando hacia el suelo y cuando estuvo cerca de Kai se detuvo suavemente.

- ¿No piensas llevarte esa fotografía? Está rasgada a la mitad, pero si la unes con cinta no se notará la diferencia. – tuvo que evitar mirarlo al rostro para poder hablarle pacíficamente sin dejar oír ninguna entonación de reclamo como otras veces.

- Hn… no es necesario.

- ¿De veras? – alzó a verlo dudosa. – Creo que son tus ex compañeros de equipo ¿no? Todos tienen medallas…

La mirada de Alana se dirigió desde lo lejos hacia la vitrina donde estaba el portarretrato con la fotografía rasgada en dos.

- Si no la quieres entonces yo me la llevaré… – sin pensarlo dos veces se dirigió de nuevo hacia donde estaba la fotografía y corrió el vidrio para sacarla y despegó las dos partes del soporte del portarretrato con cuidado de no romperla más mientras Kai observaba como ella hacía todo esto.

- ¿Qué harás con esa fotografía? – inquirió Kai seriamente mientras ella guardaba las dos partes de la imagen del primer campeonato de los Bladebreakers en los bolsillos de su abrigo.

- Repararla… – le respondió sin darle mucha importancia acercándose de nuevo a la puerta y empezando a bajar las gradas despacio como al inicio, sujetándose de la baranda.

La decisión de tomar la vieja fotografía del equipo consigo y el tono más relajado de Alana hizo que Kai se mantuviera pensativo sin moverse de la puerta por unos segundos mientras la veía descender las gradas por completo.

- Bien… ya quiero llegar al parque. – le dijo volteando a verlo desde abajo.

Kai, cerrando la puerta tras de sí, descendió hasta donde estaba ella y sin decirle nada siguió caminando, volviendo el acostumbrado silencio entre los dos. Y esta vez Alana se aseguró de colocarse al lado de adentro de la acera, no permitiría que Kai volviera a correrla como lo había hecho hace un rato.

No habían avanzado más de dos cuadras cuando de repente Alana se percató de que Kai no iba al lado de ella, volteó hacia atrás en seguida pensando temerosamente por un segundo que Kai la había dejado sola, pero vio como Kai, unos cuantos pasos detrás de ella, estaba agachado al lado de un árbol en la orilla de la acera. Luego miró como éste se levantó sosteniendo algo en sus brazos que se movía y … maullaba.

- ¿Qué es… lo que piensas hacer? – preguntó tratando de contener su tono curiosamente admirado.

- Está herido… – dijo mientras miraba la pierna trasera del pequeño felino gris que sostenía con cuidado. – Regresemos al auto.

- ¿Qué…? – preguntó contrariada.

Kai apresuró su paso y Alana lo seguía detrás con preocupada frustración.

- ¿A dónde piensas ir? Respóndeme. Es tarde, ¿a dónde lo vas a llevar? ¿Qué tal si tiene una enfermedad contagiosa?

Fui inútil preguntar. Kai no le respondió y ambos recorrieron el mismo camino de hacía un rato para llegar al auto frente al dojo Granger.

- ¡Espera! – exclamó Alana en tanto Kai sacaba de su bolsillo con una mano las llaves de su auto y con otra sujetaba al gatito que maullaba tímidamente. – ¿Se supone que debo ir contigo o qué esperas que haga?

Kai la miró seriamente.

- Eso es tu decisión. – y luego entró al auto cerrando la puerta.

La indignación de Alana se dejó escuchar por un ligero resoplido y con paso rápido fue por enfrente del auto hasta abrir la puerta del pasajero.

- Abróchate el cinturón.

Estaba tan frustrada que olvidó hacerlo, y el seco recordatorio de Kai no ayudó en absoluto. Ya no quería decir nada, sólo abrochó su cinturón y se dedicó a mirar por la ventana mientras Kai conducía lo más rápido que podía. Se preguntaba por qué había decidido ir con Kai en primer lugar, con toda esa sensación de incomodidad su estadía en Japón no prometía ser muy agradable… Pero en medio de su razonamiento escuchó el adolorido maullar del gato en los regazos de Kai que ahora era más agudo y volteó a mirarlo y, para su impresión, escuchó un tono tranquilizador que salió del áspero Hiwatari.

- Soporta un poco más amigo… ya estamos cerca.

Alana miró pensativa como el pantalón de Kai se manchaba de sangre del pequeño animalito y recordó (pues se le había olvidado por completo hasta ese momento) que no hace muchas horas había golpeado a Kai fuertemente con su sombrilla, la cual estaba debajo de su asiento, y que Kai en realidad sólo la había librado de que un auto pasara por encima de ella esa noche. Entonces volvió su rostro hacia la ventana y sus ojos tristes se encontraron con su reflejo en el retrovisor, notando el brillo de sus aretes y en seguida recordó lo que Kai le dijo ellos y de su perfume pero al instante sintió cómo Kai estacionó el auto.

Sin decirle una palabra, Kai bajó del auto junto con el pequeñito animal dejándola sola en su asiento y mirando por la ventana cómo él entraba rápidamente al establecimiento de emergencias para mascotas.

- ¿Qué hago aquí? – suspiró la chica amargamente.

Al parecer no le quedaba otra opción más que esperar a que Kai volviera. Entonces comenzó a tararear la melodía de una canción mientras sus ojos vagaban por el tablero del auto hasta que toparon con la gaveta guantera y tuvo tentación de abrirla para saber qué guardaría Kai en ella. Colocó su mano sutilmente sobre la puerta de la gaveta, no tenía llave, sólo tenía que presionar un pulsador para abrirla… pero luego miró a su alrededor, no le hubiera extrañado que Kai tuviera una cámara de seguridad instalada en el auto, así que desertó la idea.

- Supongo que será siempre un misterio. – dijo son una pequeña sonrisa irónica y cruzando sus brazos. – Además… ¿qué cosa tan interesante podría tener ahí guardada?

Esperando ver a Kai salir pronto del establecimiento y sintiéndose algo impaciente mientras pensaba en cómo estaría Gou, miró casualmente la ventana de una tienda de vestidos de noche justo al lado del establecimiento de mascotas. Un poco dudosa al principio, desabrochó el cinturón de seguridad y luego abrió la puerta dirigiéndose rápidamente hacia la ventana iluminada, admirando el vestido largo color turquesa que exhibía el maniquí.

- ¡Vaya! Este color nunca lo encontré en Rusia… – exclamó para sí misma como una niña añorando un juguete para navidad.

- Luciría muy bien en ti… Aunque no sé si notaste que no es un vestido de alta costura.

Esa voz varonil detrás suyo la paralizó por unos segundos ¿Sería cierto que se trataba de…?

- ¿Aldo? – inquirió con voz ahogada luego de voltear a mirarlo.

Un joven adulto de la misma estatura de Kai la miraba con una media sonrisa en su rostro de ojos verdes profundo que resaltaban por el negro de su cabello peinado pulcra pero asimétricamente, el cual correspondía muy bien con su pantalón y chaqueta casuales con sus mangas arrolladas, haciéndolo lucir bastante apuesto.

- Algo escuché en las noticias de que habías llegado a tierras japonesas… – le decía en tanto Alana lo miraba perpleja. – … pero jamás pensé que me encontraría contigo tan rápido. Dime, ¿andas sola ahora mismo?

- A…Aldo… – trataba de contener la impresión en su voz. – ¿Q..qué haces acá?

- Oh larga historia… – quien fuera ese hombre, respondía relajada y elegantemente en comparación de la cara de sobresalto de Alana. – El teatro, la orquesta, la afición a la música… todo eso me hizo venir acá. En Rusia ya las cosas no eran como antes y, pues, el show debía continuar.

La miró tiernamente, mientras los ojos de Alana tiritaban de conmoción al mismo tiempo que tragaba grueso.

- No pensé que me emocionaría tanto verte otra vez. – con un casi susurro, Aldo sostuvo levemente la mano derecha de ella.

Alana soltó su mano lo más discretamente que pudo, sintiendo un vació que entorpecía su pensamiento.

- Sabes, mi vida ha cambiado mucho… ¿Por qué… por qué no decidiste ignorarme cuando te diste cuenta de que era yo…? – su pregunta sonó como un reclamo entristecido.

El sonrió.

- Dime cómo se hace eso.

El corazón de ella palpitó más rápido al escucharlo.

- Alana… – era la seria y contundente voz de Kai, que hizo voltear la mirada de ambos hacia él. – Ya es hora de irnos.

El antiguo capitán de los Bladebrakers estaba a un par de metros de distancia de ellos dos, sin el felino ya. Alana notó de nuevo la mancha de sangre por la herida del animalito en el pantalón de Kai pero no le dio mucha importancia, su mirada fue hacia Aldo de nuevo, aún no podía creer que estuviera ahí frente a ella.

- Mi hijo me espera. – fue lo único que pudo salir de su boca en ese momento para decirle y, sin más, dio media vuelta para volver al auto de Kai.

- ¡Alana! – el caballero de apariencia fina e impecable sostuvo su mano y puso una tarjeta en ella haciendo que Alana volteara a verlo otra vez. – Llámame. De verdad quisiera volver a compartir un recital contigo.

Alana sostuvo la tarjeta dudosamente, pero Aldo volvió a sonreírle y levantó su mano en señal de despedida, luego volteándose y siguiendo su camino. Ella metió la tarjeta con su mano ligeramente temblorosa en el bolsillo de su abrigo.

Kai ya había entrado al auto, sólo esperaba a que Alana lo hiciera también, quien despacio y pensativamente abrió la puerta del pasajero para entrar.

- Tu cinturón. – secamente, Kai le volvió a recordar un par de minutos después de que Alana cerrara la puerta, era claro que lo había olvidado de nuevo.

Con su mirada ida hacia el parabrisas y su rostro casi inexpresivo, Alana haló del cinturón y lo abrochó. Una vez que resonó el chasquido del metal del cinturón de Alana en su retén, Kai encendió su auto y arrancó.

La fina mano de Alana tanteaba la tarjeta que Aldo le había dado en el bolsillo de su abrigo, pero no se atrevía a leerla aún.

Ninguno dijo nada durante el camino; sin embargo, el silencio externo ya no incomodaba a Alana, tenía suficiente ruido en su mente ahora.

Bajaron del auto una vez frente a la casa del abuelo Granger y, justo antes de pasar por la entrada principal, Kai se detuvo y la miró de reojo haciendo que Alana, quien caminaba detrás suyo, se detuviera también.

- Será mejor que escuches porque lo diré una sola vez.

Alana miró a Kai igual de perpleja como estaba hacía un rato sin imaginarse lo que le diría en ese tono que, aunque no era impertinente, no dejaba de sonar firme y sin dulzura.

- Aléjate de él, no es alguien en quien puedas confiar.

Los ojos púrpura-grisáceos de Kai no podían parecer hablar más en serio y la mirada azul de Alana no podía dejar de gritar en silencio cuan chocante le resultaba su comentario. En seguida, Kai ingresó al patio frontal del dojo sin volverle a dirigir la palabra y Alana siguió al lado de él con muchos pensamientos, pero sabiendo que ahora debía dejarlos de lado, al menos hasta que no estuviera cerca de Gou y los demás. Suspiró profundo y puso la sonrisa estática que había practicado por años ya.

- ¡Pero miren quien acaba de llegar…! – exclamó Tyson al verlos acercarse.