Shingeki No Kyojin no me pertenece. Es propiedad del Satanás japonés.

Advertencias:

Lenguaje soez.

Según Mikasa, era brillante.

Según Irvin, era alguien imponente.

Según Han ji, era alguien precioso.

Según Isabel, era alguien perfecto.

Según mi familia, conocidos, el instituto entero y yo mismo, era yo alguien gordo. Obeso, rechoncho, rollizo. Cómo queráis decirlo.

Venga ya, era un marrano.

Un marrano limpio, temperamental y en extremo irascible, pero un marrano al fin y al cabo.

Mi gordura era legendaria, par alguien de mi estatus. Era el hijo de la familia Ackerman y hermano menor de la perfecta Mikasa, a la que lo único le faltaba era volar para ser la descendiente de Zeus, la nieta lejana de Jesús de Nazaret y la prima tercera del Rey Arturo.

Aunque últimamente le había llamado la atención eso de clases de aviación, así que poco faltaba.

Mi nombre es Levi, Levi Ackerman y tengo sobrepeso. A pocas palabras y mas resumen, estoy gordo. Tengo diecisiete años y curso el segundo ciclo de la Preparatoria de Rose. Gracias a la buena fortuna, de lo contrario y si por alguna obra del karma de lo cometido en mis vidas pasadas fuera, seguramente cursaría en el Instituto de Stohess, cosa mala teniendo en cuenta que esos hijos de perra, eran unos desgraciados a toda regla.

Según rumores, ya habían enterrado a varios estudiantes a causa del acoso.

Estudiantes gordos, cabe destacar.

Obviamente yo no permitiría que esas mierdas me jodiesen, pero una cosa era fanfarronear y otra muy, muy diferente era estar dentro del enorme palacio de cantera que fungía cómo el edificio de esos estirados.

Mi vida en Rose era bastante tranquila. Rutinaria, diría yo. No tenía demasiados amigos ni era tampoco el señor Popularidad, claro, pero los pocos y contados que poseía y por alguna razón rara, me soportaban, eran bastante peculiares.

Especiales, a su singular manera.

Y ciertamente, no me quejaba. Fuera de unos cuántos apodos, (bastante imbéciles y ya muy repetidos), tenía una vida pacífica.

Palabras frecuentes para mis gordos oídos eran los clásicos que los chupa-pitos acomplejados decían a marranos cómo yo; pelota, tocino, jamón, llanta, panzas y eso.

Y es que aunque tenía un rostro perfecto,(enserio, mi simetría era gloriosamente divina) para mi mala fortuna, yo estaba algo pasado de kilos. Pero no era mi culpa, Uri, el homosexual novio de mi homosexual padre era el responsable de mi azúcar alta, colesterol y del estado de mi cuerpo previo a la diabetes. El muy infeliz cocinaba de maravillas y para mi obesa alma era imposible rechazar uno de sus especiales pastelitos de mora.

Por cierto, justo ahora estoy a punto de devorar uno, así que me disculpo enteramente de propiciar tan rápido malas primeras impresiones hacía mi obesa persona. Sí, lo sé, soy una beluga.

No importa mucho, en realidad.

—Te he dicho mil veces lo mucho que te dañan esos pasteles, Levi.—Ruedo los ojos ante la irritante voz de Steve Rogers. Perdón, de Irvin, mi irritante primo, irritantemente perfecto.

-Y yo te he dicho mil veces que lo que tú me digas, Capitán, me importa poco menos que un huevo.

Irvin gruñe. Yo lo ignoro.

-¡Buenos días, mi rollito de amor!.—Esta ocasión es mi turno de gruñir. Sólo alguien tan suicida cómo Hanji me diría en la cara "rollito de amor"

Prefiero, a decir verdad, que me llamen ballena o lonjas a esa mariconada de "rollito de amor". Rollito de amor mis pelotas.

-Cuatro Ojos querida, ya decía yo que todo era demasiado bueno para ser cierto.—Se sentó junto a mí y me besó la mejilla.—Pensé que no vendrías hoy.

-¿Y perderme unas cuántas horas con mi gordito precioso? ¡Ni que estuviera loca!

Hanji Zoe era una de esas personas de las que conoces y ya después no te puedes separar. En mi caso, no porqué no quiera, sino porqué ella no se rinde. De verdad que no se rinde.

-¿Supieron de la llegada del chico nuevo?

Ah, el susodicho chico nuevo. Desde que llegué al jodido edificio, no pare de escuchar del famoso chico nuevo llegado desde Turquía. De verdad que era irritante. Según los chismes de corredor que Hanji e Irvin intercambiaron era el típico tío pesado que se creía un dios y juraba que nadie lo merecía. Bah, monserga extranjera, pesada y presuntuosa.

Pensaba ya de él lo peor.

Y cuando lo vi entrar por la puerta, supe que no me equivoqué. Pero tampoco pude evitar pensar en que a pesar de todo, ese tipo raro y con pinta de delincuente juvenil tenía algo que no me dejó quitarle los ojos de encima.

Suspiré.

Era una suerte que yo no fuera marica.

A Mad First Love.

Capitol Uno.

Desde Estambul.

Tal y cómo lo predije.

El extranjero era insoportable.

A pocas horas de conocerle, ya le despreciaba. Para mí mala fortuna, me tocó al lado de mi asiento en clase de Historia. Era mi jodida clase favorita, y ese imbécil no cerró su pico extranjero nunca.

Para colmo de males, estaba sentado con los chupa pijas de Kirschtein y Braun, para mí y los míos, el caballo y el tetas.

No malentiendan, quizás yo tenía también tetas por lo gordo que estaba, pero ese idiota de verdad que tenía bubis. Era perturbador ver que sus camisetas le apretaban más que a la tía con más pecho del instituto, de verdad.

Resultó que el nuevo se llamaba Eren, era mitad turco, mitad alemán, era hijo de un medico prominente de Berlín y era el nuevo jugador de futbol americano del instituto.

Una joyita, cómo verán. Quizás digan ahora, "¡Hey gordo! Tú menos que nadie debería de juzgar antes de conocer…" Sí, quizás digan eso. Pero que el nuevo era de lo más pesado. Chicos cómo yo y por consecuente, los míos, (menos Irvin y Mikasa, claro) éramos el grupito que con suerte era notado. Se nos conocía a mí por el "chico gordo Ackerman" a Hanji por "La rara" a Isabel por "Habanero" y a Farlan por… Bueno, él sólo era Farlan.

Él era el más normal.

Estoy divagando.

Hablaba de mi grupo y yo. Nuestra tranquilidad obtenida por mantenernos lejos de escándalos sexuales a los que tíos cómo Reiner, Jean y seguramente el nuevo estaban más que acostumbrados siempre era rota por sus constantes acosos.

De los malos, cabe destacar.

Insultos, burlas y más mierda que tipos mierda cómo esos sólo podían imaginar cuando su minúsculo cerebro de mierda estaba aburrido.

Bueno, volviendo al tema, el extranjero era un pedante, un bestia y un animal. Era tan superficial cómo la misma palabra en sí y ya se daba el lujo de burlarse de aquellos que consideraba no dignos para sus asombrosos ojos verdes turcos.

Eso, claro está y gracias a mi redondeada figura, me incluía a mí.

Antes de que terminase el día, tuve la tentación irrefrenable de empujar a la bastarda foránea por las escaleras.

Sin embargo me contuve.

Levi Ackerman tenía que estar bien con Dios. Ya suficiente era con estar mal con la naturaleza, y si no me creen, les recomendaría ver mis lonjas de amor, cómo las llama Hanji. Seguramente, cuando yo nací, la Naturaleza dijo, "No, ya es demasiado perfecto. Su rostro es muy bello, le daré sobrepeso para que sepa que no todo se puede…"

Cabrona desconsiderada. Ah, no, pero a Mikasa denle de todo. La Cabaña ya tenía suficiente con su nombrecito.

A las cinco de la tarde, la campana sonó y tuve la gloria de verme librado de el horario de clases. Caminé rumbo a la salida principal pensando como era mi costumbre en nimiedades cómo la inmortalidad del cangrejo y el porqué los álamos no daban peras.

En la enorme verja metálica de la entrada me esperaban mi grupo de inadaptados, (repito, menos Mikasa e Irvin) haciéndome señas con los brazos. Supuse que seguramente querrían ir a cenar a algún lado.

No me quejaba, pero tuve un día de lo más terrible gracias a mi obesidad y al idiota nuevo que nunca se calló, por lo que deseaba mas que nada llegar a mi enorme cama y perderme entre las almohadas que mi gentil padrastro compró para mí en la última gran barata del supermercado.

Estaba descendiendo por las escaleras, cuando una estampida de mastodontes paso a mi lado y provocó que tirase la mochila. Me disponía a recogerla, cuando una palmada en la nuca me hizo alzar el rostro, molesto.

El idiota caballuno de Kirschtein me hizo una mueca horrible al tiempo que la buscona de Braun se reía, cómo si fuese de lo más divertido hacer temblar mi gorda nuca. Estaba a punto de levantarme e insultarlos cómo sólo un Ackerman puede, cuando entró a mi campo de visión el chico turco.

Bueno, medio turco.

Reía por igual, y de la misma manera que aquellos dos anormales me hizo una mueca, sin embargo y que Dios me perdone por la mariconera que a continuación saldría de mi mente, me regaló una sonrisa de esas que le daba Peeta a Katniss. De las mismas que hacía Mika cuando pensaba en Yuu.

Se me cortó la respiración y cómo un narval varado, me quede inmòvil, viendo cómo sus ojos, esos asombrosos ojos verdes medio turcos, me regalaban una de las miradas más dulzonas que en mi vida rodeada de comida alta en azúcares hubiese sentido..

Jesús de Nazaret.

Yo simplemente hice lo que cualquier chico de mi edad haría cuando un gilipollas se ríe de que te peguen en la nuca. Y eso fue alzar mi mano derecha y levantar el dedo medio.

-Que te den por culo.—Articulé cada palabra con minucioso cuidado, procurando que fuese lo más entendible posible para aquel raro.

Sin embargo y para mi horror, el extranjero sonrió. Sonrió y me lanzó un beso.

Jesús del jodido Nazaret.

-¡Levi, apúrate que Uri nos tiene la cena a punto!.—Sólo el grito de mi hermana con aquella valiosa notificación de una cena deliciosa a mi espera, me hizo olvidarme brevemente de la homosexualidad cometida contra mi gorda persona, apenas unos momentos antes.

Pensé distraídamente mientras caminaba en dirección a mi perfecta consanguínea lo mismo que había pensado cuando en la mañana, al nuevo le dio por quedarse viendo mi gorda humanidad.

Era una suerte para mí, no ser marica.

(…)

Mina Carolina siempre me pareció alguien estridentemente superficial.

Banal, a riesgo de sonar cómo un auténtico hijo de puta.

Pero eso no quería decir que bailaría la danza de la lluvia a su alrededor en aquellos momentos. Lloraba cómo si se le hubiese muerto alguien y el maquillaje, el excesivo maquillaje que le cubría la cara estaba corrido de manera poco estética.

Cuando Hanji me contó el porqué, no pude evitar enorgullecerme de ser un cabròn con el nuevo.—Fue muy dramático. Con Mina llorando cómo loca y con Eren negándola delante de todos.

-Menudo bastardo.—Mascullé yo con la boca llena de verduras. Ugh. No es que las prefiriese por encima de mis maravillosos pasteles de mora, de verdad que no, pero perdí hacía dos días una apuesta con la descendiente de Zeus, la pariente lejana de Jesús de Nazaret y la prima tercera del Rey Arturo.

Es decir, con Mikasa. Y ella había sentenciado que yo engulliría por tres semanas pura verdura. Cuando me negué en rotundo, ella osó llamarme cobarde.

Si hay algo que me jode más de lo que ya me jode el que me llamen gordo, es que alguien en sus cabales se atreva a decirme miedoso.

Esa puta.

Decidido a hacer que se restregase en sus abdominales de lavadero aquella infamia en mi contra y hacía dos días que lo único que comía era alimento para vacas. Aunque pensándolo bien, era yo una vaca. Así que no importaba.

Bueno, estoy divagando.

Estaba concentrado en odiar aún más a Eren, cuando de pronto entraron al aula de Historia Universal, el Caballo, la Bustona y esa basura extranjera provocando una especie de shock en la pobre Mina.

Mi desprecio hacía Eren Yaeger se hizo mayor cuando le pasó la mano por la cintura a una de esas putas de cursos inferiores y le besó.

La bilis casi me empuja las verduras por la boca y me hace vomitar. Esa perra foránea no podría haberse granjeado más mi odio, de no ser que cuando Isabel, (mi Habanerito precioso) entró a su vez por la puerta a ese imbécil se le ocurrió murmurar algo en el oído de su nueva puta.

Supe que era algo relacionado con mi pequeño tomatito cuando a esa zorra le salió por sus prostituidos labios el insulto que le valió el pelo de ramera empapado en licuado integral.

-¡Hey, jitomate!

La cara de mi pequeña se quedó pálida, segundos antes de ponerse tan roja cómo su cabello y girarse hacía la ramera y la perra foránea.—¿Cómo mierda me…?

¡Splash!

La puta le arrojó a Issie su refresco de cereza, manchando toda su bonita camisa blanca. El estallido de las risas fue monumental. De un momento a otro, todos le aplaudían a esas sucias perras su chistecito. Y justo cuándo estaba a punto yo de levantarme para ir hacía esos cabrones y meterle mi ensalada de verduras, legumbre a legumbre por el culo, la estúpida esa agregó.—Mucho mejor. Cuida volver a meterte con Hitch, habanero.

Eso fue todo.

La cara de Bella, su rabia, su camisa manchada y las risas de esos imbéciles me dieron el impulso casi primitivo de ponerme de pie, tomar mi vaso de licuado integral y arrojárselo directo a la cara de la prostituta media turca que igualmente reía, cómo si haber humillado a mi Issie fuese de lo más hilarante.

Y el silencio se hizo.

Cómo hizo Dios la luz.

Cómo hizo la naturaleza a mi gordura.

Cómo hice yo, la avalancha que sin saberlo, pondría mi vida de cabeza.

-Así te miras mucho más guapo, puto pringado de mierda.—Escupí yo con todo el odio posible, antes de tomar a Issie de su mano y llevármela fuera de esa jodida cafetería. Estaba jadeando, no sé la razón, cómo si haberme enfrentado con esa mirada verde de idiota me hubiese afectado en algo.

Bella tenía los ojos hinchados y el labio inferior le temblaba.—No te atrevas.—Dije yo, quitándole con las mangas de mi camisa los rastros de refresco de cereza.—No te atrevas a permitir que esas putas te hagan llorar. No te atrevas.

-P-Pero yo…

-Tú nada. Tú sufriste un accidente con una zorra igualada y con tres idiotas. Ya.

Isabel me sonrió, cómo sólo ella era capaz y asintió. Me dio un sonoro beso en la mejilla.—Regresemos, ya estoy mejor. Que me ha dado la regla hoy en la mañana y por eso estaba un poco sensible…

Bufé.—Ah, eso explicaba todo. ¿Y qué le hiciste a Hitch, a todo esto?

Ella me sonrió.—Nada, simplemente cambié su crema facial por crema para hemorroides.

Le revolví el mojado cabello rojo antes de pasarle mi gordo brazo por los hombros y caminar de vuelta a la cafetería. Dentro, el ambiente se había reanudado y nadie nos prestó atención, más que una que otra sonrisa agradecida por parte d los marginados que también molestaba ese cabrón y miradas envenenadas de sus putas.

Estaba quizás yo demasiado inmerso en mi propia vida, pues no me di cuenta de que alguien me observaba fijamente. Y no era una mirada amistosa, precisamente.

Cuándo aquel día terminó, iba yo caminando rumbo a la salida cómo siempre, cuando un empujón me hizo a un lado del camino del idiota turco. Él se giró, me contempló y de su boca, la misma con la que tan tiernamente me había sonreído hacía apenas unos días.—No debiste de haber hecho eso, Levi.

Me dio la espalda y antes de que pudiese decir algo, se marchó.

Y yo sólo pude quedarme ahí, varado cuál ballena moribunda y preguntarme por enésima ocasión, porqué el verme expuesto a su mirada me dejaba siempre tan aturdido.

Y luego, me puse a pensar en los pastelitos de mora que esperaba Uri me hiciese para la cena.

Agh, tenía hambre.

Continuará.

Espero que les guste la loca idea que me vino a la cabeza. Levi gordito me parece algo adorable niveles casi brutales.

Si les gusta la idea, agradecería su sincera opinión.

Un abrazo.