Y llegó por fin... el tan ansiado epílogo... y lo mejor de todo... desde el punto de vista de nuestro Príncipe (perdón, chef) preferido. Antes de decir nada más, muchas gracias por sus hermosos reviews. Es mi primera intervención en FanFiction. Después de leer y releer mis historias favoritas BxV, un día dije «¿Y por qué no?», y el recibimiento que ha tenido «Más que solo deseo» me ha hecho muy feliz, y deseosa de seguir... Muchas gracias por su aliento.


POV Vegeta

Estaba seguro de que no los merecía. No había hecho suficiente bien en esta vida para el premio que le había dado el destino. Tenía a la mujer más hermosa, inteligente, generosa y honesta del mundo, y con ella tenía un hijo, un maravilloso hijo con los ojos de su madre pero la mirada de él, de su padre.

Bulma como madre era más de lo que nunca hubiera soñado. Vivía para su hijo, lo adoraba, lo llevaba a todos lados, le contaba cuentos todas las noches, velaba su sueño, lo consolaba cuando se caía, le explicaba cariñosamente en lugar de regañarlo, se reían juntos todo el tiempo. Vegeta se sentía celoso a veces. Amaba tanto a Bulma que en el fondo de su corazón le dolía no ser la persona más importante para ella, porque ella definitivamente era lo más importante para él. Amaba a su hijo con todo su corazón, pero sin ella… sencillamente no podría vivir. Lo sabía. No lo soportaría.

Y el pequeño Trunks adoraba a su madre. Con cuatro años, la miraba con los mismos ojos que su padre; como si esa mujer fuera el origen y el fin de todo lo importante en este mundo. Era muy demandante con ella, y celoso. Bastaba que Vegeta abrazara o besara a Bulma para que el inteligente niño se las ingeniara para colocarse en el medio e interrumpir cualquier acercamiento. Después miraba a su padre desafiante, mostrándole que esa mujer era suya ante todo, mirada que su padre le devolvía con la misma severidad.

Lo único bueno del carácter posesivo de su retoño era que si a su padre le echaba miradas llenas de temeridad, a los demás hombres que osaban acercarse a su madre en su presencia no les iba mucho mejor: puntapiés, mordidas, jaladas de cabello y, la mejor de todas, reservada sobre todo a su tío Broly, el cabezazo involuntario y a la carrera contra sus partes íntimas.

—¡Mocoso del demonio! ¡Otra vez! ¡Debes estar de broma! ¡Esto es obra tuya, Vegeta! No lo niegues. Tú lo entrenas para vengarte de mí… —decía Broly con una mueca de dolor en su cara, mientras se sobaba su entrepierna.

—Ahora que ya no trabajas para Bulma no sé qué diablos haces en mi restaurante. ¿Por fin dejarás de insinuarte a mi mujer?

—Solo le di un beso en la mejilla. Es mi amiga. ¿Escuchaste, engendro del demonio?

—Mi mamá… es mía —espetó Trunks.

—Y mía —se apresuró a aclarar Vegeta.

—Mmm… no —dijo el pelilila y sin dar lugar a una nueva confrontación con su padre se dio la vuelta y se fue corriendo hasta donde su madre estaba sentada con Milk, Videl y Lázuli.

—Tienes un nuevo rival en ese niño, Vegeta. Y uno de armas tomar… —rió Goku divertido.

—Es una mujer asombrosa... Si tuviera un poco de maldad, sin duda sería capaz de desatar grandes guerras en su nombre. —soltó Ten Shin Han en lo que pretendió fuera un pensamiento interno. Abrió los ojos como platos al percatarse de que lo había dicho en voz alta. Gohan, Broly y Goku miraron al calvo con cara de absoluta estupefacción, solo para segundos después dirigir su mirada hacia los furibundos gestos de Vegeta, que miraba a Ten con ganas de comerle la cabeza.

—Por favor… dime que no tendré que matarte. —dijo Vegeta en medio de un suspiro de cansancio. —Suficiente tengo con tener que soportar que todos los malditos insectos con pelotas de esta ciudad la miren como si fuera la última cena de un condenado a muerte. Es agotador. He despedido a tres asistentes, dos productores y a todos los guardaespaldas que he contratado. No puedo más… extraño a este gorila… —dijo Vegeta en alusión a Broly.

—Cuando quieras. Yo estoy más que dispuesto a abandonar mi puesto como socio de Gohan y Goku para volver a trabajar con mi hermosa diosa peliazul —exclamó un anhelante Broly.

—Vete al diablo. Olvida lo que dije. Prefiero seguir golpeando yo personalmente a todo aquel que quiera hacerse el listo con mi esposa. Ya crecerá Trunks… en unos años tendré mi relevo y podré relajarme…

—No lo creas… —terció Goku, feliz de meter más pullas a su primo—. Ese niño estará más que ocupado tratando de alejar a sus propios amigos de su madre. Bulma aún es muy joven y hermosa, y cuando Trunks cumpla 16 ella tendrá… ¿cuántos? Cuarenta y algo… y bueno… Goten ya me ha dicho que la tía Bulma es la mamá más hermosa de todos los…

—¡Ya cállate, maldita sea! Déjenme en paz, idiotas. Se regodean en la desgracia ajena como unos insectos. —dijo Vegeta furioso por ser el motivo de las carcajadas de sus pseudoamigos.

—¿Qué sucede, cariño? —preguntó Bulma a un a todas luces molesto Vegeta que se paseaba de un lado a otro pensando en que debía encontrar la forma de que no le importara que los hombres desearan a su mujer… era suya… y bueno… también un poco del mocoso.

—Nada, Hermosa. —Se apresuró a contestar Gohan—. Tu esposo que necesita relajarse un poco… no sé… tal vez deban hacer finalmente el viaje que se deben de la luna de miel. Con Trunks, el éxito del restaurante, del club, del programa de televisión y el lanzamiento del nuevo libro de cocina no han tenido oportunidad de hacerlo. ¿Por qué no dejan a Trunks conmigo y con Videl unas semanas? Nuestra Pan estará feliz de que Trunks se quede con nosotros en casa. Y Vegeta y tú quizá quieran ir alguna… no sé… isla desierta, ¿tal vez?

—¿Una isla desierta? —preguntó Bulma confundida.

—Es perfecto. Es perfecto. Es la idea más perfecta que yo haya escuchado alguna vez. Cariño, por favor, dime que podrás organizar las cosas en el restaurante y el club para que podamos irnos unas semanas de viaje, solo tú y yo. Por favor —suplicó Vegeta tomándola de la cintura y pegándola a su cuerpo, acercando su nariz a su suave cuello y aspirando ese aroma que, estaba convencido, era lo único que necesitaba para vivir.

—Está bien. Sí, creo que puedo hacerlo. —dijo Bulma sonriendo mientras pasaba sus brazos por los hombros de Vegeta y los entrelazaba detrás de su nuca. —Podríamos ir a Nueva York, o París, o tal vez…

—No. Después iremos a todos esos lugares. Pero ahora quiero estar solo contigo. Solo tú y yo en un lugar mágico, donde solo yo te atenderé, cocinaré para ti, velaré por ti y podré verte desnuda para mí desde que abra los ojos hasta que los cierre.

—¡Vegeta! —exclamó Bulma avergonzada. —Están escuchándote.

—Sí, ¿y sabes qué? No me importa. No me importa lo que otros imaginen que harían contigo porque no lo harán. Solo yo puedo hacer realidad mis fantasías contigo. Solo yo puedo besar tu boca —dijo, rozando sus labios contra los de ella—, olfatear tu cuello —y acercó su nariz a la hendidura por debajo de su cabeza—, apretujar tu cuerpo contra el mío —y apretó tanto a Bulma que la levantó del piso y la peliazul quedó flotando entre sus brazos—, posar mis manos en…

—Sí, ya entendimos tu punto —dijo un incómodo Ten Shin Han.

—Touché. —balbuceó Broly con una sonrisa de resignación en su cara. Bulma no sería para él pero sería feliz. Y una vez que se había resignado a ello, podría empezar a buscar su propia felicidad en otro lado.

Dos semanas después…

—Te dije que las playas de Barbados eran increíbles. ¿Qué te parecen?

—Este lugar es mágico. Las playas, el atardecer, el agua cálida del mar, mi sexy esposo, su exquisita comida… ummm una mujer no puede pedir más.

—Y eso que aún falta el postre. Me he pasado mucho tiempo haciéndolo.

Bulma le dirigió una mirada provocativa por encima del hombro.

—Será un buen tentempié para medianoche.

—Lo será si me dejas comérmelo de tus pechos —murmuró Vegeta, acercándose a ella.

Bulma soltó una risita juguetona.

—Sólo si me prometes que lamerás hasta la última miga.

Vegeta murmuró algo entre dientes y la siguió por el pasillo que comunicaba el balcón con el dormitorio y la enorme cama principal. En menos de treinta segundos, ella estaba acostada, con el enorme cuerpo de su esposo cubriendo el suyo y con las rodillas masculinas separando las de ella.

—Vegeta... tengo algo que decirte.

La boca de Vegeta cayó sobre la de ella antes de que la cama dejara de moverse. Él se apoderó de sus labios y la besó profundamente, azuzándola, inflamándola. Bulma le rodeó el cuello con los brazos y se perdió en su sabor picante y en sus caricias. La demanda masculina estaba llena de desesperación; Bulma la degustó. La impaciente lujuria de Vegeta fluía con cada cálido roce de su lengua contra la de ella, con la tensión de los duros hombros masculinos bajo sus dedos.

—Después. Ahora... te necesito... Todo el tiempo te necesito, Bulma. Eres mi droga...

Vegeta le separó las piernas un poco más y apretó su miembro directamente contra ella. ¡Oh, era tan bueno! No, mucho más que bueno. Era salvajemente excitante. Encajaban tan bien, como si él hubiera nacido para acunarse entre sus muslos. Y cuando embistió contra ella, rozando su clítoris, ella dejó escapar un gemido dentro de su boca, aturdida de que él pudiera llevarla a tal excitación sexual en tan sólo unos segundos. Vegeta se tragó su respuesta y empujó contra ella una vez más.

Los dedos de Bulma encontraron su piel sobre músculos acerados y afilados. Luego acarició su pelo oscuro como la medianoche, gloriosamente revuelto.

Vegeta le plantó una serie de besos suaves en la mejilla y luego bajó por su cuello mientras pellizcaba el duro punto de su pezón. Bulma sintió un dulce hormigueo en ese lugar. Apenas tuvo tiempo de sobreponerse a la caricia de Vegeta antes de que su boca cayera nuevamente sobre la de ella. Vegeta era cualquier cosa menos suave. Le succionó el pezón con dureza, llevando el deseo directamente a ese punto dolorido que se puso duro contra la lengua masculina. Luego lo mordisqueó con la suficiente fuerza para que doliera y enviara una bola de fuego desde su pecho a su vientre para estrellarse justo entre sus piernas. Bulma gimió y se arqueó contra él.

—Eres preciosa, Bulma. —Murmuró Vegeta contra la boca de ella—. Mejor que cualquier fantasía.

Sus palabras vibraron en lo más profundo de Bulma, directamente entre sus pliegues hinchados. Dios, lo deseaba como el primer día. Palpitaba por él…

Con una mirada ardiente en una cara cuyos rasgos gritaban que estaba arrebatado por el deseo, Vegeta parecía dispuesto a saborear cada instante.

Bulma contuvo el aliento. El corazón le latía a toda velocidad, palpitando por todo su cuerpo y haciendo latir su clítoris dolorosamente. Si no hubiera sabido ya que chorreaba de deseo, Vegeta se lo probó deslizándole los pulgares sobre los hinchados labios sexuales y abriéndoselos, introduciendo las puntas de los dedos por la resbaladiza piel. Su toque era eléctrico como si estuviera forzando a que sus pliegues hinchados se abrieran ante su mirada hambrienta.

—Vegeta, por favor. Tengo que...—las palabras salieron de sus labios, suaves e implorantes.

—Lo haré. Voy a hacer que te corras de todas las maneras posibles y luego conseguiré que me implores que me detenga.

«Oh, Dios». Bulma esperaba que cumpliera cada una de esas palabras.

Se tragó un nudo de lujuria.

—Por favor.

Incapaz de detenerse, alzó las caderas una vez más.

Vegeta deslizó nuevamente su incontenible erección en las húmedas profundidades, mientras le rozaba el clítoris con el pulgar. Chispas eléctricas se convirtieron en magia sobre su piel, haciéndole arder la sangre de pura necesidad. Bulma gimió. Cuando él repitió el proceso y se inclinó sobre su boca para besarla con exigencia sensual, sus gemidos se convirtieron en quejidos.

Con las piernas tensas, arqueó la espalda, sintiendo que el clímax se acercaba. Y la había estado tocando ¿cuánto? ¿Menos de dos minutos? Bulma se ahogaba, volaba, latía de dolor y… no quería que fuera de otra manera.

—Estás tan caliente que me estás quemando vivo.

Vegeta respiraba contra el cuello de Bulma mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja. El hedonista Vegeta intentaba llevarla hasta el orgasmo con palabras provocativas, coqueteando peligrosamente con el escaso autocontrol de Bulma.

—Estás condenadamente apretada y caliente. Tu sexo me atrapa. Me aferra, palpita.

¡Maldición!

Bulma contuvo el aliento y comenzó a mecerse al unísono de los movimientos de Vegeta.

—No puedo parar. Es demasiado bueno para parar.

—Córrete para mí —murmuró Vegeta en el oído de Bulma, rozándole los sensibles pezones con los pulgares.

Bulma se sentía hinchada en todas partes. Ensartada profundamente. Estaba húmeda de sudor, mojada de deseo. Le palpitaba el corazón y la sangre corría a toda velocidad por sus venas. Toda ella se estremecía. Y Vegeta seguía moviéndose de manera incesante, rozándole despiadadamente el clítoris, deslizando su enorme erección dentro y fuera, tocando un sensible lugar dentro de su sexo que ella había desconocido antes de él.

Vegeta murmuró contra su boca.

—Eres mía, y no puedo esperar a ver cómo gritas de placer.

Luego, con sus insistentes dedos, él le pellizcó el dolorido pezón.

Fue demasiado. Demasiado para resistirse. Contenerse no era una opción.

El fuego ardió. La sangre rugió. Bulma jadeó, gimió, gritó… antes de que el placer que sentía entre las piernas sufriera un incremento de energía que explotó como una supernova, enviándola a un mundo de éxtasis que ella sabía solo era capaz de recorrer con su marido.

—¡Sí! —la erección de Vegeta permanecían dentro de ella, y Bulma podía sentir sus propias contracciones en torno a ella, apretándola y soltándola mientras la seguía acariciando—. Sí.

—Otra vez —le exigió él—. Córrete otra vez.

Ella gimió.

—Te correrás repetidamente, hasta que caigas inconsciente.

Y, la verdad, tampoco podía centrarse en nada que no fuera la erección de Vegeta jugando todavía con su clítoris, provocando más latidos y palpitaciones, prolongando su placer hasta que la cabeza le dio vueltas, hasta que muy lentamente volvió a excitarse y se sintió dolorida de nuevo.

—Eso es —murmuró Vegeta.

Luego salió de ella y sin preliminares, sin esperas, sin advertencias, le rozó el clítoris con la lengua, repitiendo los mismos movimientos que había hecho con su erección.

Bulma se sintió llena de necesidad, como si no se hubiera corrido antes. Sólo que esta vez, el placer era más fuerte. Su cuerpo estaba a punto de explotar, la boca de Vegeta parecía determinada a llevarla al éxtasis. Bulma sabía que se correría otra vez. No esperaba otra respuesta.

Ella lo observó, la imagen de él dándose un festín con su clítoris era igual de excitante que el toque en sí. Nuevamente sintió cómo su cuerpo se tensaba y el placer aumentaba; abrió las piernas todo lo que pudo, invitando a Vegeta a que profundizara más.

—Sabes jodidamente dulce —masculló Vegeta, lamiéndola una y otra vez, saboreándola—. ¡Kami!

El deleite estaba presente en sus palabras. Le gustaba. Vegeta estaba gozando. Su voz áspera y desinhibidamente ronca se lo decía. No iba a detenerse hasta que hubiera exprimido la última gota de placer que ella tenía.

El placer de Bulma fue en aumento, subiendo, creciendo con cada lametazo hasta que su cuerpo se tensó de manera apremiante, hasta que ella sintió que él clítoris se hinchaba, latía, y se perdía en un orgasmo increíble.

—Mírame mientras te corres —le exigió Vegeta.

Bulma lo hizo, alzando la vista impotente hacia la decidida mirada negra. Agarrándose a las sábanas, se arqueó cuando el placer resultó abrumador.

—Vegeta… Oh, Dios… ¡Vegeta, ohhh!

El éxtasis arrancó un grito de su garganta mientras una explosión de colores, sensaciones y lava hirviente recorrieron cada nervio de su cuerpo. Ella se estremeció y convulsionó, con el cuerpo húmedo de sudor, con los músculos ahora tan líquidos como el agua.

Cuando se recostó en la cama, tratando de tomar aliento, luchado por recobrar el control, Vegeta levantó la cara de entre sus piernas, con la boca roja y mojada, y los labios apretados.

—Otra vez, Mujer.

Y volvió a lamerla de nuevo.

Bulma no quería decir que no, aunque tampoco tenía fuerzas para negarse. Estaba muy cansada tras tres orgasmos devastadores y Vegeta parecía no tener pensado terminar aún.

Los estremecimientos volvieron a aparecer. Bulma cerró los ojos y soltó un trémulo suspiro de placer.

Vegeta excitó nuevamente ese lugar sensible que ella tenía en su interior. El deseo surgió de nuevo, más rápido, más caliente. Las paredes de su sexo se tensaron, palpitaron, le dolieron.

Bulma gritó y se aferró de nuevo a las sábanas.

—Me encanta cómo hueles —inspiró profundamente por la nariz—. Es un olor asombroso. Picante, caliente, adictivo, me hace querer seguir saboreándote por siempre.

—Vegeta…

Bulma apretó los dientes ante las sensaciones que se iban agolpando una tras otra en su interior.

El orgasmo que venía era poderoso, le robaba la compostura con dientes afilados y comenzaba a liberarse. Luego, oh, la lengua de Vegeta jugueteó con la punta ultrasensible de su clítoris, que ahora sobresalía de sus pliegues protectores. Ella gritó cuando las sensaciones casi se desbordaron fuera de su cuerpo. No llegaron a hacerlo. Como si sospechara que el clímax se cernía sobre ella, Vegeta le soltó el clítoris y se echó hacia atrás.

—No —jadeó ella, con la frente y los pechos cubiertos de sudor—. Ahora.

Vegeta se rió entre dientes.

—Ten un poco de paciencia.

—No —repitió ella.

—Sí —insistió Vegeta.

Unos momentos después, Bulma sintió la palma de su mano en el trasero y, de repente, un palmada.

Mordiéndose los labios, Bulma le hizo ver lo mucho que le había gustado esa sensación. Su boca gemía abierta y sus ojos... brillaban de deseo... no... no era deseo... era más que solo deseo... era amor.

El fuego en los ojos de Vegeta se incrementó de manera incontrolada. Tanto así, que hasta se vio forzado a ocuparse de su miembro con la mirada fija en los ojos de la mujer que amaba.

Al ver que lo excitaba tanto, hasta el punto de obligarlo a acariciarse a sí mismo, Bulma quiso darle más de esa función. Saber que podía volverlo loco de deseo había exacerbado al máximo su sexualidad. Quería jugar con ella. Bien... jugarían... y empezó a tocarse ella también.

«¡Oh, Dios mío!».

El placer descontrolado se incrementó en segundos, atravesándola y empujándola hacia el éxtasis de nuevo. Ver a Vegeta mirándola la estaba despojando con rapidez de la cordura mientras lo observaba acariciarse el pene con el puño cerrado. Cuando Vegeta inclinó su cabeza de nuevo para tomar el clítoris en su boca, la llama entre sus muslos se convirtió en un infierno, extendiendo el fuego por su vientre y sus piernas.

Arqueó la espalda al tiempo que jadeaba. Ese clímax iba a ser grande. Poderoso. Cuando cayera sobre ella, Bulma temía perder el conocimiento, como él le había asegurado que sucedería, y quedar noqueada durante horas. Días. Jamás se había imaginado un placer tan cegador, uno que la dejaba sin aliento y le nublaba la visión.

—Amo como respondes siempre a mis fantasías. —dijo Vegeta con la voz ronca por el deseo, mientras deslizaba su mano sobre su erección—. ¿Lista para correrte?

Bulma no podía contestar, no podía hacer nada salvo gemir mientras el clímax comenzaba a abrasarla.

—¡Joder! —maldijo Vegeta.

Con los ojos entornados la observó abalanzarse sobre él y sentarse a horcajadas sobre su miembro. Vegeta cubrió su boca con la de ella, y empezaron a hundirse el uno en el otro, adentro y afuera con un ritmo salvaje y frenético, como si intentaran fundir sus cuerpos. Unos momentos después, se apartó para recuperar el aliento y continuó bombeando con su miembro. La imagen era insoportablemente erótica. Completamente excitante.

Durante todo ese tiempo, Vegeta la enloquecía con su erección bombeando en su interior y la boca alternando entre sus pezones y su boca. El deseo de su esposo la poseía, la arrasaba, tragándose silenciosamente sus gritos de pasión mientras seguía conduciéndola hacia un orgasmo abismal.

Y aquello los sobrepasó. No pudieron detenerlo, no pudieron contenerse, y tampoco quisieron hacerlo.

Gritaron uno en la boca del otro mientras el maldito mundo estallaba en mil pedazos, detonando sus cuerpos, arrasando sus mentes.

El grito de placer de Bulma y el fuerte rugido de Vegeta aún resonaban en la habitación cuando cerraron los ojos y se sumieron en un sueño exhausto.

—Te amo, Bulma.

—Yo también te amo, Vegeta...

Él la tomó entre sus brazos. Definitivamente, de esa manera quería pasar el resto de su vida.

—Cariño… tengo que decirte algo… antes de que pierda el sentido…

—¿Qué...? —preguntó Vegeta mientras su cuerpo era vencido por el agotamiento de la reciente liberación.

—Estoy embarazada…

—…

—Vamos a tener otro hijo —y en ese momento, extasiada de felicidad, Bulma cayó exhausta en un profundo sueño.

Vegeta abrió los ojos y sacando fuerzas de Dios sabe dónde, se incorporó en la cama y comenzó a zarandear a su mujer.

—¿Queeeé? ¿Qué dijiste?

Bulma intentaba abrir los ojos para mirarlo, pero no podía. Estaba completamente exhausta.

—Bulma, despierta. ¿Qué dijiste? Bulma, no me hagas esto… respóndeme… ¿qué dijiste? —Desesperado, Vegeta empezó a besar toda la cara de su esposa, a acariciar sus mejillas… —Despiértate, por el amor de Dios. Abre los ojos… Maldita sea, Bulma. ¿Es una broma? ¿Bulma? ¡Maldición!

Bulma no contestó. Solo esbozó una amplia sonrisa y luego lo abrazó para acomodar la cabeza sobre su amplio pecho. Vegeta lo entendió. La abrazó y con la sonrisa más grande que hubiera tenido nunca, comenzó a llorar de felicidad.


Bueno... no sé si es el final más original, pero sin duda es el que se merecía esta pareja. Vegeta logró sobreponerse a sus prejuicios y, finalmente, también a sus celos. Bulma tuvo toda la paciencia del mundo y finalmente también obtuvo su recompensa: un esposo que la ama y una familia que se haría más grande aún.

Nuevamente, gracias por leer este fic. Espero verlas (leerlas) de nuevo en «Inesperada», «Pequeña» o «Salvaje». Gracias a todos/as. No nos olviden... vuelvan pronto.