Esta historia se desarrolla en un universo alterno, en donde Bulma es la dueña de un local de striptease que no ha tenido una vida fácil. Hace 3 meses tuvo un encuentro con un hombre que lo cambió todo para ella. Vegeta Ouji es un reconocido chef con un anhelo secreto que lo consume, una necesidad casi tan grande como el deseo que siente por una bailarina de striptease que no entra para nada en sus planes.

Los personajes le pertenecen a Akira Toriyama.


POV Bulma

«Voy a hundirme en ti tan profundamente que no podrás olvidarme jamás».

Bulma Brief se estremeció al recordar aquella brusca promesa, rememorando cómo se había perdido entre músculos tensos y placer.

Vegeta Ouji.

Incluso el nombre le provocaba una dolorosa punzada de deseo en el vientre. Él había convertido su promesa en realidad. No le había olvidado ni siquiera un momento.

La noche que Vegeta había pasado en su cama había sido asombrosa y mágica. Y, teniendo en cuenta que hacía ya mucho tiempo que ella había dejado de creer en los cuentos de hadas, aquello ya significaba algo. Sentirse envuelta en su dura fuerza fue como estar en el Paraíso. Aquella noche, bajo la intensa mirada de él, no solo se había sentido una mujer deseable, sino única. Aquella intimidad… Oh, Dios, la había arrebatado. Había sido mucho más que enloquecer de placer, él le había mostrado un aspecto del deseo totalmente nuevo. Sus profundos ojos oscuros ardían mientras la penetraba con poderosos envites; su pelo, oscuro y en forma de flama, sus fuertes brazos la habían rodeado como un velo que dejara a un lado la realidad, quedando solo anhelos susurrados y jadeantes respiraciones mientras la hacía alcanzar un orgasmo tras otro.

Vegeta había llevado su cuerpo a extremos incendiarios a los que ella jamás hubiera creído que la pudiera llevar un hombre. Y lo hizo una y otra vez. Durante seis horas. Sin descanso, sin quedar nunca satisfecho. Ávido, codicioso, extraordinario.

Bulma había mantenido suficientes relaciones sexuales en su vida como para saber que habían compartido algo más que sexo.

Y a la mañana siguiente… nada. Él no le dejó ni una nota ni una explicación. Unos días después le envió un ramo de flores disculpándose por cualquier incomodidad o dolor que le hubiera podido causar. Ella se enfadó mucho cuando recibió las flores, aquel gesto tan impersonal le dolió un poco… aunque no le había sorprendido demasiado.

Pero no estaba dispuesta a darse por vencida. Dadas las pocas posibilidades que tenía de ver de nuevo a Vegeta, Bulma rompió sus reglas y le llamó. Dos veces. Él no le había devuelto las llamadas personalmente. Fue su ayudante quien se puso en contacto con ella para decirle que mantendría su palabra. Nada más.

Bulma no significaba nada para él. Sí, antes de la noche que pasaron juntos ya sabía que no la respetaba. Se habían conocido unos años antes en una despedida de soltero; ella había sido la stripper del evento y él un amigo del novio. De alguna manera, Bulma había esperado que si la volvía a ver en otras circunstancias, Vegeta cambiaría la idea que se había hecho sobre ella.

Qué estupidez.

Pero a pesar de todo, él era todo lo que ella buscaba en un hombre: atractivo, triunfador y sexy… Y no pensaba renunciar a él sin luchar.

—Buenas noches, jefa. —Broly Gassu lanzó un largo silbido de admiración cuando ella entró por la puerta trasera del club y se detuvo al lado del escenario. La miró de arriba abajo—. Estás estupenda.

—Hola, Broly —saludó al gigante rubio (Broly en su forma supersayayin)—. Tu trabajo es vigilar a los clientes, no a mí.

—Aún no hemos abierto el local y no hay nadie a quien meter en vereda. Además, estoy harto de ocuparme de niñatos borrachos y casados salidos. ¿De qué color es el liguero que llevas debajo de esa faldita negra?

El gorila del club había sido agente de alguna agencia estatal, aunque nunca había mencionado cuál. No hablaba mucho de sí mismo. Bulma no sabía por qué había comenzado a trabajar allí. Pero en los pocos meses que llevaba con ella, se había convertido en alguien indispensable. Había días en los que el negocio, sencillamente, le necesitaba.

Era una lástima que Broly no fuera lo que necesitaba su corazón.

Bulma le lanzó una mirada de reproche desde debajo de las pestañas.

—Nunca lo sabrás.

—Oh, vamos… Haz feliz a un amigo.

Bulma bajó la vista a la entrepierna del hombre.

—Parece que ya eres suficientemente feliz.

Broly le guiñó un ojo y le brindó una amplia y provocativa sonrisa.

—Solo por ti.

Era un tipo apuesto, tan fuerte que podría ser portada de una revista de culturismo. Además era irónico, gracioso y responsable. Pero después de pasarse el día trabajando en «Las sayas sexys», el club más notorio de la Capital del Norte y del que ella era propietaria, además de intentar poner en marcha al mismo tiempo un nuevo restaurante, cuando caía rendida en la cama no era en Broly en quien pensaba. Aquel honor recaía en Vegeta Ouji.

Y ahora, tres meses después, él iba a volver.

«Siénteme. Siiiiiií. Eres tan estrecha, es tan bueno. Así, cariño. Córrete otra vez para mí».

La voz de Vegeta resonaba en su mente, pecado puro envuelto en terciopelo, tierna como la miel. Incluso los recuerdos hacían que creciera el deseo en su interior. Pensar en lo ocurrido aquella noche siempre tenía el poder de deslumbrarla y aturdirla. No había dejado de desearlo ni un momento.

—¿Hola? Tierra llamado a Bulma.

Se había olvidado de Broly.

—Lo siento. El restaurante absorbe todos mis pensamientos estos días.

Él clavó en ella aquellos ojos verdes que veían demasiado.

—¿Lavar los platos y confeccionar menús hace que te sonrojes? ¿Qué tengas esa mirada que dice «quiero follar»?

—¿Por qué no vas a encargarte de un par de borrachos?

—Prefiero estar contigo.

Broly cruzó los brazos sobre el ancho pecho. Los bíceps se hincharon bajo la camiseta negra que se ceñía a su cuerpo como un guante. Lo cierto es que era impresionante. Y la deseaba; no es que se hubiera molestado en ocultarlo precisamente. Ella se sentía fatal por ello.

—¿Cómo se llama? —suspiró Broly.

—¿Quién?

—El hombre que te ha hecho poner esa mirada de deseo. No sé si quiero descuartizarlo o estrecharle la mano.

—No hay nadie en mi vida. —Lo que en realidad era cierto. Dejando aparte aquella noche salvaje con Vegeta, llevaba años sin mantener relaciones sexuales.

—Mentirosa.

Llegados a ese punto de la conversación, Broly solía bromear diciéndole que con él sería más feliz que con cualquier otro. Esa noche no lo dijo.

—Eres demasiado especial para estar sola. Las chicas te adoran. Eres justa con todo el mundo y trabajas muy duro. Eres más dulce de lo que tú misma piensas. Ni siquiera me has pedido que mate al gilipollas de Freezer cuando viene a crear problemas. —La miró fijamente—. Has trabajado mucho últimamente. Necesitas un descanso.

Si no tenía cuidado, la preocupación de Broly la haría llorar. Sería muy fácil dejarse llevar por la autocompasión, pero también una absoluta pérdida de tiempo.

Bulma puso los brazos en jarras.

—No puedo.

—Quizá deberías aplazar algunas semanas la inauguración del restaurante.

—¿Por qué?

Broly ya no pudo contenerse. Se acercó a ella y le acarició cariñosamente el brazo con una de sus enormes manos.

—Hace solo dos meses que murió tu madre.

Bulma se puso tensa.

—Hacía catorce años que no la veía.

—Eso no importa. Todavía lamentas su pérdida.

Y lo hacía con reacciones muy diversas. Cólera, pena, tristeza, furia y, sobre todo, una profunda necesidad de echarle en cara que no hubiera hecho nada para ayudarla o comprenderla, de exigirle el apoyo que siempre había necesitado.

Junto a su tumba había visto la razón de la falta de entendimiento entre ellas: Zarbón. A pesar de los años transcurridos, de estar a más de cincuenta metros y de las gafas de sol de doscientos dólares con las que ocultaba sus ojos, seguía siendo evidente que era tan cabrón como cuando era un chaval. Al menos él no la había visto. Si lo hubiera hecho, sabe Dios lo que hubiera ocurrido.

Bulma dejó de pensar en ello.

—Broly, gracias por preocuparte por mí, pero he dedicado demasiado tiempo y energía a esta inauguración como para retrasarla. He invertido casi todo mi dinero en ese restaurante. Además, ¿qué ganaría recordando a mi madre?

Él le acarició los hombros en un gesto de consuelo.

—Ayer saliste de aquí a las tres de la madrugada y Lázuli me dijo que a las ocho ya estabas de vuelta. Cariño, tienes que dormir. Todo el mundo necesita tiempo para superar una pérdida de ese tipo.

Ella prefería no hacerlo.

Se puso de puntillas y le dio un tierno beso en la mejilla.

—Algún día serás un gran marido.

—¿Es una proposición?

Bulma soltó un bufido.

—¿Tengo pinta de querer tener una casa con una valla blanca? Venga, a trabajar.

—Sí, señora. —Se despidió con un gesto y se dio la vuelta, aunque al momento se giró de nuevo—. ¡Ah, se me olvidaba! Ha venido a verte un amigo tuyo. Dijo que era cocinero, un chef.

—¿Vegeta Ouji? —suspiró ella.

—Sí. Me dijo que teníais una cita. No parecía demasiado feliz. ¿Es el tipo que te ayudará esta semana con el restaurante?

La pregunta de Broly quedó flotando en el aire sin respuesta. En lugar de ello, Bulma miró detrás de Broly, hacia la puerta principal del club.

¡Boom! Vegeta estaba allí. Un metro setenta de altura. Una figura elegante y fornida. Al verlo sintió como un puñetazo en el estómago. Bulma tragó saliva y se permitió el placer de comérselo con los ojos. El pelo negro negro en forma de flama, su mandíbula fuerte, su ancho torso y los vaqueros se ceñían a sus músculos en los lugares adecuados. Y, aquellos ojos, oscuros y ardientes… Una urgente necesidad la atravesó. El corazón comenzó a latirle a toda velocidad, fuera de control. Se le humedecieron las palmas de las manos. Sintió que se mareaba de excitación.

Broly la sostuvo. El guardaespaldas le deslizó sus poderosas manos alrededor de la cintura para ayudarla a recuperar el equilibrio y luego miró a Vegeta por encima del hombro.

—Tienes que estar de coña, ¿no será él, verdad?

«Oh, sí. Claro que es él».

—Cállate, Broly. —Se acercó a la puerta con decisión.

Por fin. Vegeta Ouji estaba allí. Bulma ocultó una astuta sonrisa. Ya no iba a poder seguir ignorándola. Ella se aseguraría de eso.


Hasta aquí este capítulo. A pesar de las intenciones de Vegeta, el reencuentro es inevitable. Bulma sabe que solo necesita una oportunidad.