Nota: Wow escribí mucho.

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Capítulo 9

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Te extraño demasiado.

Cementery Drive – My Chemical Romance

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Shinya una vez le aseguró que al cumplir los dieciséis sería más fuerte que él. «Igual de fuerte que Mahiru» habían sido sus palabras, seguida de una sonrisa alentadora que en opinión de Shinoa era demasiado grande y tiesa, pero que había aceptado con un cabeceo feliz antes de verlo desaparecer por la puerta de su apartamento. Probablemente la viera sofocarse por el poder de su hermana y quisiera alegrarla de alguna forma. Era una bonita mentira para decirle a una niña olvidada y ambos lo sabían, no era algo para tomarse muy apecho.

Sin embargo Shinoa se permitió imaginar un poco —tenía demasiado tiempo libre y ningún amigo después de todo—. Ahora era pequeña y sumamente frágil; sus huesos apenas resistían los empujones que recibía de Kureto y su piel se marcaba rápido bajo los dedos de su hermana. A su corta edad no lograría ser tan hábil como Mahiru ni letal como Shinya lo fue a su edad.

Pero cuando sea mayor…, pensaba tímidamente, en las noches que se encontraba sola y recostada contra el duro sofá de la sala, con el sonido de las ramas raspando la ventana en una armonía lúgubre que era sólo para ella. Cuando sea mayor seré fuerte. Cuando creciera, sí, cuando creciera… lograría ser mucho mejor que todos sus hermanos juntos —que su padre— y lograría —huir— vencerlos. Y entonces ella… entonces finalmente sería —libre, de todos —…feliz, sí, feliz.

Hasta podría estudiar algo, cuando tuviese la edad, claro. No era muy buena en muchas cosas, pero algo podría aprender. Entonces ya no tendría que depender de nadie y lograría vivir como ella quisiese —y con quién quisiese—, sin que sus hermanos le demandaran nada, porque ella sería la única a la que deberían obedecer.

Eso sería lindo, pensaba de vez en cuando. Algo así como Mahiru, pero conmigo al mando.

Era una lástima, sin embargo, que todo terminaría siendo puras ilusiones infantiles de su cabeza.

Era medianoche cuando despertó. Las sonoras campanadas del reloj hacían temblar el vidrio de las ventanas y el eco que causaban lastimaba sus oídos. Estaba tiritando, el sudor le cubría el cuerpo y la respiración le chirreaba por la boca como si de un animal agonizante se tratase.

Es una pesadilla, sólo una pesadilla.

Los minutos le pasaban como una eternidad, con cada movimiento de las manecillas su cuerpo se sacudía más y el sudor no dejaba de resbalar por su frente. Su boca se abrió cuando no pudo soportar más, lista para gritar con todas sus fuerzas hasta que alguien se preocupara o molestara lo suficiente con ella como para ir a su habitación y ver lo que sucedía. Pero cada vez que trataba la mirada despectiva de Kureto aparecía en su cabeza y no podía más que morderse la lengua para mantenerse callada, enojándose poco a poco con ella misma por estar asustada por algo tan ridículo.

Sus hermanos se burlarían si la vieran de esa forma, Shinoa no era una chiquilla asustadiza, era una Hiragi. Ella no le tenía miedo a nada, ni a nadie—

Escuchó un sonido, tan diminuto que seguramente fue provocado por su imaginación pero que le bastó para soltar un chillido cargado de pánico, saltar de la cama y correr a trompicones fuera de la habitación.

Por mucho que tanteó las paredes no pudo encontrar los interruptores y el miedo que sentía le impedía detenerse para buscar uno; prefirió seguir corriendo, golpeándose con los muros y jadeando por su repentina falta de aire. Su corazón dando un repentino brinco de alegría cuando estuvo frente a la habitación que tanto buscaba, su mano tocando tantas veces que más parecía que arañaba la madera pulida.

—Mahiru —suplicó llorosa, segura de que su hermana estaba despierta y la estaba ignorando—. Mahiru soy yo.

Nadie contestó.

—Mahiru —sollozó.

Escuchó un resoplido de molestia y luego una pequeña luz escapó por los bordes de la puerta. Sus pasos firmes pero silenciosos se acercaron con sigilo hasta girar el picaporte, su hermana mayor le dirigió una mirada plana cuando estuvieron frente a frente.

—Te he dicho que no… —detuvo su pregunta debido a la sorpresa, aturdida de que Shinoa la empujara con furia y corriera hasta saltar sobre su cama, metiéndose bajo las sábanas y envolviéndose a sí misma con ellas.

Mahiru parpadeó varias veces antes de suspirar, sobándose los ojos por el cansancio y el sueño interrumpido. Revisó el pasillo sin encontrar a nadie y luego de trabar su puerta como todas las noches, caminó despacio hasta su cama, una ceja alzada al ver que su hermana menor parecía encogerse con su presencia.

—Shinoa… —dijo su nombre con suavidad, en el usual tono cálido que utilizaba con ella cuando estaba enojada—. ¿Por qué estás aquí? Te dije que nunca vinieras a mi habitación de noche.

—…Lo siento.

La mayor de las Hiragi esperó paciente a que se explicara, pero cuando Shinoa no hizo ademán de hacerlo o de levantarse chasqueó su lengua con impaciencia, empujándola para que la dejara entrar también.

—¿Acaso estás enferma? —de un tirón le quitó las sábanas y tocó su frente empapada. Limpiándosela como pudo con la manga de su ropa.

—N-No yo… —abrió mucho los ojos cuando Mahiru puso su frente contra la suya. Su rostro sonrojándose por la repentina cercanía de su hermana.

—No creo que sea fiebre…

—No estoy enferma —le murmuró, moviendo su cabeza para alejarse de su tacto frío. Insegura de cómo sentirse con la preocupación de Mahiru.

—¿Alguien te hizo algo? —Preguntó con tranquilidad—. ¿Alguien fue a tu habitación?

Shinoa parpadeó. Su rostro infantil frunciéndose al no comprender.

—¿Por qué alguien iría a mi habitación?

Mahiru le dio una pequeña sonrisa. Se encogió de hombros y se acostó a su lado, tomando las mantas caídas y cubriéndolas a las dos. Cualquiera diría que lucía divertida por la situación, pero Shinoa creía que su cuerpo estaba algo tenso.

—¿No estás muy grande para meterme a mi cama?

—Lo dice la que no puede ver películas de terror sin sus peluches.

—Es que yo amo mis peluches —contraatacó con una sonrisa, esperando hacerla reír sin éxito alguno. Shinoa se mantenía igual, mirándola con sus ojos asustadizos bien abiertos—… ¿Tuviste una pesadilla?

—Algo así —admitió.

—Te dije que no leyeras los libros de la biblioteca, aún eres muy joven.

—No fue de ningún libro.

—¿Una película?

—No —dijo molesta.

—Veamos… —Mahiru se tocó el mentón, pensativa— ¿viste la cara de nuestro padre persiguiéndote?

Shinoa resopló, pero eso le bastó a Mahiru para atreverse a acercarse más y hacer que Shinoa estuviera contra su pecho, en lo que parecía ser un tipo de abrazo muy incómodo.

Muy, muy incómodo.

Ninguna dijo nada, podían ser mucho más unidas que cualquier otro miembro de su familia pero aún así existían finas líneas que ninguna se atrevía a cruzar. Mahiru no parecía estar muy segura de qué hacer con sus brazos para no aplastar a Shinoa y ella misma no estaba segura de dónde se suponía debía poner los suyos.

—Creo que no solemos hacer mucho esto.

Nunca lo hacemos, pero no dijo nada. Se preguntó momentáneamente si así sería como una madre debía ser. Sosteniéndola como su hermana ahora hacía cuando estuviera asustada, quizás diciéndole un par de palabras de apoyo para tranquilizarla. Se preguntó, por un pequeño segundo, lo que le habría sucedido a su madre y lo diferente que podría ser su vida si ella se hubiera criado con otro tipo de personas.

Estarías muerta, alguien pareció decirle, una voz fría que se le hacía familiar pero al mismo tiempo no. Al igual que tu madre.

Mahiru equivocó el estremecimiento de Shinoa y le acarició los cabellos con suavidad. Tarareando por lo bajo hasta que la sintió lo suficiente calmada para hablar.

—¿Vas a decirme qué soñaste?

—Es que… fue… fue algo muy extraño —farfulló, perdiendo un poco la vergüenza y mirándola ansiosa—. Yo trataba de huir de algo… escapar de algún lugar, pero siempre hay muchos pasadizos y al final él siempre me encontraba.

Mahiru continuó tarareando.

—¿Pudiste verle el rostro?

—No… —titubeó—, hay veces en que… pareciera que fueran personas diferentes. No estoy segura, lo único que hago es correr y correr, y luego el dolor llega.

—¿Hay veces? —Sus manos que iban por su espalda se detuvieron antes de seguir su camino— ¿Has soñado eso antes?

—Un par de veces —admitió—, pero no los tenía desde hace mucho tiempo.

—… ¿Estabas sola? —preguntó calmada, sin sorprenderse por las lágrimas que comenzaban a caer por su rostro y que Shinoa trataba de ocultar.

—No siempre, a veces hay más niños conmigo, todos tratamos de huir, pero al final siempre nos atrapa y luego él, él nos—

—Shinoa… —le cortó, tratando de sonar comprensible—. Fue sólo un sueño.

—No era—

—Lo era —aseguró—. ¿Un monstruo que te persigue a ti y a otros niños? ¿No habrás visto un par de calderas por ahí?

—Claro que no, y no era un simple monstruo, tenía garras y—

—¿Un sombrero? —Su hermana dio un ligerísimo suspiro al ver que Shinoa ponía mala cara—. Te creo, de verdad; debió ser un monstruo horrible —dijo con un par de palmaditas en la espalda.

Mahiru usaba ese tono. Ese que siempre le oía usar a los padres cansados y aburridos de las fantasías infantiles de sus hijos. Ese que utilizaban para que los niños dejaran de mascullar mentiras y los dejaran descansar por un momento.

Ella no me cree. Sólo la estoy aburriendo.

—Si fuera un simple sueño no hubiera venido, no necesitas tratarme como una idiota —quitó las manos que tenía sobre ella de golpe y se sentó bruscamente en busca de sus zapatos, recordando muy tarde que no había traído ninguno—. Ya sé que no me quieres aquí —murmuró por lo bajo, segura de que ella lo escucharía.

Sintió sus ojos mirar su espalda con mucho detenimiento. Shinoa esperaba que dijera algo, que lo negara y la volviera a abrazar, que la acunara como lo hizo hace unos segundos y le dijera que de verdad la quería junto a ella. Algo así como la madre inventada que se había creado hace mucho tiempo.

Pero Mahiru no era su madre, era su hermana. Los límites estaban por una razón y debía recordar que ninguna nunca lo cruzaría.

—Siempre amé tu cabello —escuchó el crujido de la cama y luego el calor de su cuerpo cuando se sentó tras ella—. Se parece mucho al mío. Desde la primera vez que lo vi comenzar a crecer en tu pequeña cabeza, no hacía más que esperar a que fuera grande y te parecieras mucho más a mí. Mientras esperaba, fue como… un golpe de revelación, ¿sabes? De que al fin lo había conseguido. Una hermana, una familia sólo para mí.

Shinoa giró un poco la cabeza, Mahiru la miraba sin expresión alguna, pero le tocaba las mejillas con suma gentileza.

—¿De qué hablas? —Inquirió, con el rostro levemente caliente por las manos suaves de su hermana—. Tenemos otros hermanos…

—Ellos no son mis hermanos, pero tú sí —dijo con firmeza—. Eres mi única familia. Y si algo llegara a suceder yo te rescataría. Mataría a quién sea que quisiera hacerte daño. A quién sea —recalcó—. Te sacaría de cualquier lugar en que te tuvieran, sin importar a qué o a quiénes yo tuviera que asesinar. No me importaría el costo que tendría que pagar.

Shinoa sufrió de otro escalofrío, su pecho encogiéndose al sentir algo extraño con sus palabras. Había algo ahí que no podía distinguir muy bien, pero casi podía sentir que Mahiru sabía algo importante, algo que no quería decirle.

—… ¿Lo juras? —se volteó completamente. Su labio le temblaba y las lágrimas le cegaban un poco la visión, pero no le impidió apartar la mirada de los ojos firmes de su hermana.

—Lo juro.

Shinoa se puso a llorar con mucho más fuerza que antes, hipando y balbuceando escenas sin coherencia que había visto repetidamente en sus sueños. Describiendo a bestias de ojos rojos que la maltrataban sin piedad y a los niños que iban a buscarla por ayuda. Cómo solían planear una y otra vez un escape que nunca daba resultado y que lo único que ocasionaba era que ella terminara más malherida que nunca.

Mahiru la escuchó sin interrumpir, la volvió a recostar y no hizo más que asentir y fruncir el ceño un par de veces al escuchar sobre capas blancas y espadas resplandecientes.

—Olvídate de ese sueño Shinoa —le musitó al oído, cuando había terminado de hablar y no hacía más que sacudirse contra su cuerpo—. Ni siquiera hagas como si existió alguna vez —la sintió cogerle el rostro con una ternura que nunca le había demostrado, mas el sueño no le permitió apreciarlo—. Sácalo de tu cabeza, pronto no recordaras ni de qué trataba.

—… ¿Tu también… has olvidado sueños?

Su suave ronquido llegó poco después, y fue sólo en ese momento que Mahiru dejó caer el peso de sus hombros y le otorgó una mirada sumamente triste.

—Lo he intentado —abrazó a su hermana con melancolía—. Pero por más que quiero no lo podré olvidar. Todo eso sucederá.

Sus pies no hicieron ruido al dejar la cama y tampoco lo hizo su ropero cuando lo abrió y buscó entre los compartimientos que tenía una pequeña llave negra.

—Empezará muy pronto —Mahiru dijo al ver el cuerpo dormido de su hermana—. Espero que cuando suceda tu destino no sea tan cruel contigo Shinoa.

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Iba a matar a Mika.

Oh, claro que iba a hacerlo. Que no tuviera su arma demoniaca no significaba que no podía hacerle daño. Encontraría algo… lo que fuera, una espada, un cuchillo, cualquier cosa que pudiera atravesarlo y le pudiera hacer tanto daño que él mismo le suplicaría por piedad.

Oh, sí, ella… sin duda… sin duda alguna lo…

Quería detener sus sollozos, pero al cerrar la boca el sonido no hacía más que incrementarse y hacerlo sonar mucho peor.

Su cabeza aún no podía procesar nada bien y la negación la golpeaba con cada paso que daba. Era una mentira. Todo era una gran, gran mentira; una confabulación que estaban haciendo contra ella con el único fin de burlarse como habían estado haciendo durante los pasados meses.

«Es su culpa que vinieras aquí».

¿Cuántas veces la había escuchado llorar y gritar a causa del pánico? ¿Nada de eso le importó? ¿Cómo podía soportar verla sabiendo que era su culpa? ¿Que todo lo que le pasaba era su jodida culpa?

¿Cómo siquiera podía vivir sabiendo que por él ejecutaron a un centenar de tropas y niños inocentes?

Porque es un vampiro, fue su respuesta automática. Y los vampiros no se preocupan por humanos. Si Yu hubiera llegado conmigo Mika ni siquiera se habría preocupado por mí. Sus entrañas se retorcían de dolor al pensarlo, las imágenes de Mika en su cabeza ennegrecidas por el alboroto de sus emociones.

Porque ella no era importante en realidad, era sólo otra humana, el daño colateral.

—Vamos, no estés triste —Ferid se la había llevado a su propio castillo para: "buscar algo importante", y aunque su sonrisa permaneció en su rostro durante todo el camino, estaba segura de que se sentía aburrido de oírla llorar—. Sinceramente no entiendo a los humanos. Mika te salvó la vida, ¿no?

¿Salvar? —Ferid levantó las manos al oírla gruñir—. Esto no es salvarme.

Lo vio cabecear en acuerdo.

—¿Crees que te hará lo mismo que Crowley?

Que Ferid fuera rápido evitó que se diera de bruces contra el piso. Ya tenía suficientes hematomas en el cuerpo para toda una vida, pero incluso si se hubiera roto la nariz contra el duro mármol no lo hubiera sentido.

¿Mika haciéndole… lo mismo que Crowley?

—No lo haría —aseveró—. Mika no… él no…

No lo haría, ¿verdad?

¿Verdad?

—¿Estás segura? —Preguntó, aún sosteniéndola del brazo—. Ha estado manipulándote y mintiéndote todo este tiempo, ¿de verdad crees conocerlo bien?

Sus labios gritaron de dolor por morderlos con tanta fuerza, pero fue algo que no pudo evitar. Estaba ardiendo de furia por lo que Mika hizo, pero debía mantener la mente lo suficientemente clara como para no dejarse cegar por las palabras venenosas de Ferid.

Pero no lo conoces de verdad, su mente la molestó. Creíste que era buena idea confiar en Mika y mira como terminamos.

—No quieres hablar, ¿eh? —Señaló luego de esperar una respuesta que nunca llegó. Sorprendiéndola al verlo inclinarse y reposar su mano fría en una de sus mejillas—. Toquemos otro tema, entonces. Tú sabías que bajé las raciones de Mika a cambio de que mis sirvientes te dejaran en paz, ¿no? ¿Pero sabías que la razón por la que las perdió fue porque la decidió intercambiar por tus días libres y comida para esos niños?

¿Qué?

—¿Mika…?

—Aunque al final se la devolví —interrumpió—, nunca entendí por qué siguió mordiéndote. Tan cruel de su parte —le acarició el cuello, el vestido la cubría pero sus dedos parecían saber exactamente donde descansaban dos pequeños puntos que evidenciaban los dientes de Mika.

No me toques.

Ferid la liberó sólo para darle un pequeño golpe a sus manos, tan ligero que parecía un pequeño roce, pero que fue lo suficientemente fuerte para hacerle tronar sus huesos y soltar un débil gemido de dolor.

—Para ser una humana, eres algo entretenida —la acorraló contra la pared, sus garras sostenían su rostro. Eso le dejaría marca más tarde—. Pero tampoco eres así de interesante.

Shinoa lo empujó sin éxito, lágrimas de frustración le resbalaban por las mejillas y no hacía más que lastimarse las muñecas al golpear su pecho de acero.

—Tú sabías que Crowley notaría que Mika iba a verme —no era una pregunta y Ferid pareció satisfecho de que ella pudiera atar los cabos por su cuenta—. Querías que me hiciera algo… —sacudió la cabeza, tratando de encontrarle sentido a las cosas que habían sucedido—, pero no resultó… y dejaste que lastimara a Mika, ¿verdad? Así… así él comenzaría a desesperarse por la falta de sangre, y entonces tú comenzaste a meterte conmigo y a Mika… no le importó quedarse sin nada…

No. No, había algo más.

Mika pudo tratar de ayudarla al principio, pero a pesar de todos sus intentos estaba convencida de que aceptó que no lograría salvarla. Cuando fue la sesión de Krul la dejó en la mansión de Crowley sabiendo lo que podría pasarle, además Shinoa lo había oído suspirar lo suficiente sobre la libertad que ambos no tenían y de sus ansias silenciosas por ver a Yu.

Él no se quedaría por ella. No arrojaría su vida por un par de meses de haberla conocido, no importaba lo mucho que decía querer protegerla.

Los vampiros perdían cualquier tipo de sentimiento que no fuera la sed. El mismo Ferid le dijo que sus deseos humanos se convertían en ansías de sangre, y Mika no había hecho más que morderla y beber siempre que podía de ella en el último par de semanas.

—Querías que Mika bebiera de mí —Ferid le limpió las lágrimas, pero no logró sentir su tacto—. Lo suficiente como para que se sintiera atraído por mí, por mi sangre. Tanto que no pudiera aceptar que yo muriera… —pero Mika no podría saberlo, al menos no entenderlo, comprender lo que sentía. Seguía siendo demasiado joven, humano aún como para ver en lo que se había convertido. Darse cuenta de que se transformó en lo que siempre odio—, tanto que no tuviera más opción que aceptar el trato de Krul.

Estaba llorando con más fuerza, pero eso no pareció importarle a ninguno.

—Lo de mantenerme a salvo en una mansión alejada es mentira, ¿verdad? —se le escapó una risa nerviosa que a Ferid pareció encantarle—. Vas a matarlo de hambre hasta que me ataque a mí y a los niños… porque sabes que no huiré si no es con ellos. Me quedaré a pesar de lo que me haga. Quieres convertirlo en una bestia que puedas controlar.

Ferid se alejó con lentitud, otorgándole una larga mirada antes de que una sonrisa comenzara a extenderse por su pálido rostro, aplaudiendo de la forma más alegre que lo hubiera visto jamás.

—Esplendido Shinoa, lograste encajar todo sin necesidad de un empujón —su expresión se vio momentáneamente amable—. Tienes una pregunta más, ¿verdad?

—¿Por qué? —Interrogó, temblando por la rabia y el pánico creciente—. No es por el poder y tú no confías en nadie. ¿Cuál es tu verdadero motivo?

—El motivo es que no hay motivo —rió un poco, tenía la sonrisa más genuina que había visto en sus labios—. A mí no me interesa quién gane esta guerra. Por mí todos podemos morirnos al final —le tendió la mano, que a su pesar no pudo rechazar—. Pero hasta que eso suceda el tiempo sigue pasando y es mi obligación divertirme con todo lo que me encuentre en el camino.

La dejó con un par de sirvientas que le retocaron el maquillaje y cuando regresó para llevársela un zumbido comenzó a crecer dentro de su cabeza hasta dejarla completamente mareada y tambaleante cuando trató de seguirle el paso.

—Se lo pasé a Mika y a ti una vez, pero de aquí en adelante no te atrevas a volver a mencionarla —Shinoa quiso decir el nombre de Krul en voz alta para molestarlo, pero todo le daba vueltas y a penas pudo digerir las advertencias que le daba después de sostenerla del brazo al ver su errática caminar—. No queremos que te presentes sin ninguno de tus dientes, ¿no?

La escoltó hasta la que solía ser el castillo de la reina con un silbido alegre. No era para nada discreto y la mirada de todos estaba fija en ella al verla caminar por las calles del brazo de un progenitor como Ferid. Se sintió tan sofocada por el mar de ojos que estuvo por abrir la boca y gritar, pero no pudo ni tomar una bocanada de aire al sentir como le apretaba el brazo con más fuerza.

—No tienes que estar en tus cincos sentidos, ¿sabes? Nadie interrogaría a alguien como tú. Lo que sería un lástima, porque tu rostro es demasiado bonito~

No gritar, entendido. Tampoco es como si pudiera hacerlo, en realidad. Su boca se sentía entumecida y apenas lograba mantener los ojos abiertos. Caminó como pudo por las puertas abiertas de la mansión y Ferid le dio unos ligeros golpecitos a sus mejillas cuando ya estaban delante de la gigantesca sala.

Pudo ver a Lest en lo que debía ser el antiguo asiento de Krul, su apariencia de niño no le impidió atemorizarla, y cuando giró sus ojos endemoniados hacia ella su estómago sufrió de varios retorcijones dolorosos. La bilis le subía lentamente por la garganta y, y...

Oh dioses, ella estaba a punto de vomitar.

Respira, se gritó. Respira, respira.

Ferid la dejó caer en una silla y fue a charlar animadamente con Lest, seguro de que Shinoa no podría moverse por los mareos que sufría. Incluso si pudiera ponerse de pie le sería difícil con la vista, no debería haber nada más aterrador que los seres a su lado, pero el lugar era tan sombrío que la hizo sentir como si estuviera en algún tipo de cámara de tortura, a punto de ser encadenada y abierta por a la mitad.

Mika tenía razón, el lugar era espeluznante.

Mika.

Le había prometido estar ahí para ella. Se lo repitió centenares de veces en los pasados días y ella se dejó convencer por eso, creyendo que al menos tendría a alguien cerca cuando su muerte estuviera por suceder.

Pero eso era una mentira.

Y la única persona que vio parada ahí fue a Crowley, con una diminuta sonrisa para ella.

Abrió la boca para decir algo, pero Ferid se paró tras suyo sin que pudiera notarlo, dejando una palmada en su espalda que la hizo lagrimear.

—Ya es hora~ —cantó en su oído.

Escuchó el ruido de las máquinas encendiéndose y su corazón se disparó.

La sesión había comenzado.

Varios ojos hambrientos la vieron con aburrimiento y si no fuera por Ferid, Shinoa se habría caído de la silla.

—¿Esta es la humana? —escuchó a alguien decir—. No le veo nada inusual.

—¿Hiciste una reunión sólo por esto?

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo, un mar de voces que no hizo más que incrementar su volumen por cada segundo que Ferid se mantenía silencioso.

—¡Deberías estar buscando a Krul y no entreteniéndote con una simple humana!

—Como Ferid les explicó en el informe, no es una simple humana— escuchó los pasos del tercer progenitor caminar hasta quedar a su lado, Shinoa sintió que toda la sangre salió de su cuerpo—. Es una Hiragi, la hermana de la mujer responsable de los equipos malditos.

Hubo miradas molestas y varios gruñidos dirigidos a ella, todos exigiendo saber por qué no la habían asesinado todavía si lo único importante que tenía era estar relacionada con Mahiru.

—Quizás no lo recuerden —empezó Ferid—, pero el ejército ahora tiene a un serafín con ellos. La traidora, Krul Tepes ayudó a ese logro —caminó despacio, viendo a cada uno con especial atención—. Pero todo eso empezó a causa de una humana que supo sobre la llegada del apocalipsis, ella nació con un demonio y logró controlar a otro a su antojo. Hizo un trato con Krul y de formas inexplicables logró atrapar a demonios, vampiros dentro de una espada —de su bolsillo sacó a Shi yShinoa estuvo por saltar y arrebatársela, pero al sentir la dura mirada de Crowley mantuvo la compostura—. El ejército japonés ha logrado lo inimaginable, nos usan para matarnos entre nosotros —presionó la pequeña llave en su mano—. Todo a causa de Mahiru Hiragi—señaló a Shinoa con elegancia—, su hermana mayor.

Los nobles comenzaron a vociferar de nuevo. Su cuerpo sudaba y no sabía si era por lo mal que se sentía o por la situación en la que estaba.

—Los reunimos aquí para explicar precisamente esta aberración —explicó Lest, señalándola por primera vez, rojo carmín mirándola por todos lados—. Esta chica también poseía un demonio al nacer, pero su hermana se lo quitó de alguna forma y logró traspasar su poder a una simple arma.

—¿Por qué la mantienen viva? —Interrumpió alguien—. Si nació de tales formas lo mejor sería aniquilarla.

—Pero si nació con un demonio deberíamos averiguar cómo —Shinoa dejó de respirar—. Que no tenga al demonio ahora no significa que no podamos usar su cuerpo para analizarlo.

—Opino lo mismo —Ferid le sonrió a la progenitora en la pantalla—. Especialmente para saber la razón por la que un demonio se arriesgaría a salvar a una simple humana.

Sus garras se mantenían firmes alrededor de Shi pero lo acercó lo suficiente a Shinoa para que pudiera verlo y captara las pequeñas vibraciones que salían por sus bordes. Se quedó hipnotizaba viendo como el poder demoniaco comenzaba a envolverla. Su mano se elevó sola tratando de tocarla, pero una fuerte corriente de aire la disipó, el aura de su demonio volviendo a la de una simple llave.

¿Qué acababa de suceder?

—Como ven —apuntó Lest, guardando su espada en su funda. ¿Guardando?—. Acabo de atacarla, sin embargo ese demonio actuó por su cuenta y la protegió sin necesidad de ser invocado. Está ligado a ella.

¿Me atacó?

Quería preguntar qué había sucedido, pero lo único que podía hacer era escuchar voces y voces que se enredaban entre ellas y que no le ayudaban a mantener la estabilidad en su silla.

—No creíamos que fuera un arma muy importante, Crowley ya había peleado con ella en una ocasión y no hubo nada fuera de lo común. No obstante, en su sangre residen pequeños rastros del demonio —Ferid lucía emocionado de ver que nadie lo interrumpía, le quedaba ser el centro de atención—. Esta es una teoría, claro, pero creemos que cuando la atacó esa primera vez terminó por despertar el poder que tenía. Antes de traerla a Sanguinem tuvieron que separarla de su arma porque cuando la humana comenzaba a recobrar el conocimiento esta se activaba sola y trataba de atacar a los demás a su alrededor. Solía ser el arma de Mahiru Hiragi también, es obvio que debía ser fuerte.

¡¿Shi era de Mahiru?!

Bien, eso era demasiada información para procesar. Se cogió de los brazos de la silla, segura de que se desmayaría en cualquier segundo. Su cabeza se sentía como si estuviera a punto de explotar.

—Si los humanos lograran hacer eso con todo su ejército… —dijo la voz de un progenitor, rompiendo el silencio en que la sala se había sumergido.

—Serían invencibles —culminó Ferid—. Los demonios pueden dañarnos mortalmente y si los humanos aprender a controlarlos de esta forma podrían atacarnos incluso si su usuario esta por morir, el demonio se vería en la obligación de protegerlo aunque no quisiera.

—Sólo nos quedaremos con ella hasta que sepamos el método que utilizaron para que naciera de esta forma, y cómo desligarla de su demonio —Lest sonreía—, también debemos exterminar a los demás miembros de su familia al ser responsables de algo como esto.

No a Shinya, pensó aterrada, sus ojos cerrándose un poco por el zumbido que no dejaba de molestarla. Maten a todos, pero no a Shinya.

—Lo que dice Lest es muy cierto —concordó Ferid con una sonrisa—. Aunque yo diría capturar, desde que es lo que el progenitor ha estado tratando de hacer los pasados meses.

Quizás fue causa de su enfermizo estado, pero casi creyó que la espalda del progenitor se tensó un poco.

—¿Te quedaste en Japón? —El progenitor que se había mantenido sin decir nada le dirigió una mirada curiosa al vampiro—. Creí haberte oído decir que esperarías con el primer progenitor.

Lest pareció encogerse de hombros.

—Envié a algunas de mis tropas. Aunque todo sin resultado.

Alguien dijo algo más, pero ya no era capaz de oír nada, la cabeza no dejaba de darle vueltas y no le permitía entender lo que los demás vampiros decían, todos olvidándose por completo de ella y haciendo acuerdos con Lest y Ferid.

Estaba muerta de miedo, pero reaccionar de esa forma debía ser un nuevo nivel de pánico.

Pudo vislumbrar a Crowley aún observándola, sus palabras todavía claras en su memoria.

«Cumplí lo que te prometí».

¿Lo que prometió?

Mentira.

Una jodida mentira.

¿Mika no lo había hecho también? Le prometió ayudarla a escapar, le juró incontables veces que la ayudaría, que la rescataría y que no tendría que sufrir más.

Pero Mika era un mentiroso.

Un… mentiroso.

Las lágrimas no hicieron más que caer y caer. Se sentía traicionada; muy, muy traicionada, pero más que nada abandonada. Hervía de rabia por la impotencia y la cólera, por la situación, y porque sabía que aunque Mika la había lastimado a ella y a cientos de personas inocentes no podría odiarlo de verdad.

Crowley encontró sus ojos, sus labios extendiéndose hasta ser una sonrisa completa.

«Yo te traeré tu libertad». Le había susurrado al oído varios meses atrás, cuando tuvo que dejarla sola para cumplir la misión que Ferid le había otorgado.

Su libertad.

Escuchó a los lejos griteríos que no provenían de los progenitores. Todos dentro de la sala quedaron en silencio por un momento y ella vio a Crowley sonreírle con más fuerza.

Y entonces todo explotó.

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Fuego, todo estaba lleno de fuego.

Los gritos provenían de todas partes. De los soldados, de los humanos, de los niños.

Los niños estaban siendo asesinados de nuevo.

Los vampiros los cogían para usarlos como ventaja en un movimiento que gritaba desesperación, pero que a pesar de los chillidos de súplica que los niños lanzaban no daba resultado alguno. El fuego consumía a los vampiros y a los infantes por igual, ambos carbonizándose en un par de segundos.

El serafín no parecía distinguir a nadie más que a las personas que la utilizaban. Sus inmensas alas se extendían para eliminar todo frente suyo, protegiendo a los dos humanos que comandaban la rebelión, que con voz firme y autoritaria dirigían a su ejército, dejando morir a los humanos que corrían desesperados en busca de ayuda.

Se suponía que estaba encerrado.

Tenía una imagen muy borrosa de él, pero que no le impidió reconocerlo al instante en que lo vio caminar sobre los escombros de la ciudad. Kureto Hiragi no era alguien que podía pasar desapercibido, caminaba entre las llamas a paso elegante, una sonrisa de satisfacción en su rostro al blandir su espada. Guren a su lado, sin mostrar nada más que aburrimiento en sus ojos, ayudando a Kureto cada vez que este se lo pedía.

No trató de atacarlos; tampoco creyó que alguno pensara que Mika fuera tan importante como para hacerlo. Dejaban a su ejército matar a los vampiros débiles, mientras ellos iban ansiosos por otro rumbo, en busca de los progenitores que residían en la ciudad.

Supuso que, era algo bueno que tuviese un rango más elevado que el resto.

Su espada cortaba todo lo que se le cruzaba. Estaba furioso, sumamente furioso. No sólo con él mismo, sino con Ferid también. Odiaba que Krul lo hubiera escogido como su perro y se encaprichara tanto como para querer mantenerlo a su lado por toda la eternidad. Y más que nada, por sobre todas las cosas, maldecía el día en que conoció Shinoa.

Odiaba que lo dejara escapar con Yu y que fuera tan amable con él la primera vez que hablaron, odiaba su maldita necesidad de salvarla e ir a verla todas las noches; contándole tantas cosas que no debía y dejando que confiara ciegamente en él, con todos esos impulsos que nacían y que no debería tener, pero que seguían apareciendo al estar cerca suyo.

Porque ahora, justo ahora, en que su mente era un torbellino de emociones pensó en escapar. En dejar que todos simplemente se asesinaran para que él fuera libre de huir. Correría a buscar a Yu y se iría con él, tan lejos de la masacre que había sido su vida que nunca pudiera atraparlo de nuevo.

Pero en lugar de eso iba al lado opuesto.

Sus piernas se movían por sí solas y corrían para llegar antes que los generales. De por sí esquivar a Lacus y René no era fácil, y aunque al fin los había perdido, sentía que lo encontrarían en cualquier momento si no se apresuraba.

Pero los gritos lo aturdían por momentos. Esto no era como la vez en que Krul escapó, era totalmente diferente. Era como si las mismas puertas del infierno se hubieran abierto y tratasen de engullir la ciudad entera. Centenares de voces gritaban y suplicaban por lo mismo, un enjambre de manos parecía tratar de alcanzarlo, rogando con lágrimas manchadas de sangre para ser auxiliadas.

Sus piernas se detuvieron, sin embargo, al ver como el cielo rocoso se desprendía y caía en picada desde el fondo de la ciudad. Una explosión de llamas que no hizo más que dejarlo paralizado, siendo golpeado por la lucha que acontecía a su lado, pero que de alguna forma logró quitarse de encima, aún con la cabeza dándole vueltas al ver el desastre que se ocasionaba a lo lejos.

Ellos estaban demasiado lejos de la salida, demasiado ocultos como para salir con vida.

Los niños no lograrían sobrevivir, no sin ayuda.

Déjalos morir, su mente susurró. No importan ahora.

Claro que no lo hacían pero eso no le impidió ir a buscarlos, encontrándolos junto a un par de niños que tenían el cuerpo tieso y destrozado por la madera y el vidrio roto. Retrocedieron al verlo, pero Mamoru pareció ver en él la oportunidad de sacarlos a todos con vida. Convenció a que sus amigos salieran de la barricada en donde se protegían y se acercaron a Mika con temor, sus ojos asustadizos llenándose poco a poco con esperanza al pensar en salir de ahí.

—¿Dónde está…? —Mamoru negó, la sangre se le escurría por la cabeza y estaba seguro que tenía el brazo roto.

—Estábamos celebrando el cumpleaños de Aiko y entonces… entonces la casa se nos vino encima, y luego las rocas cayeron… no la pudimos encontrar.

Aiko.

«Gracias», había susurrado ella antes de caer sin vida. La mujer que conoció, la que él había…

—¿Pueden correr? —con su espada creó un camino para que pudieran avanzar—. Iré a buscarla, pero ustedes deben irse primero.

—Pero Aiko…

¡Ahora!

Se quedó lo suficiente como para verlos desaparecer y luego salió en busca de la niña, ignorando el retorcijón que tuvo al ver su casa totalmente destruida, y el sentimiento de angustia apareciendo en su pecho. No debería estar ahí, debía estar al lado Shinoa ahora, protegiéndola de los generales, no buscando a una niña que seguramente estaba... muerta...

Hoy era su cumpleaños.

Se preguntó si al destino le gustaba jugar con las ironías o era sólo su mala suerte. La Aiko que conoció también había tenido las mismas heridas que le quitaron la vida. Esta vez no había sido el responsable, pero al ver su pequeño cuerpo sin vida no pudo evitar sentirse culpable.

Mika tragó fuertemente al ver su cuerpo tieso, no sabía qué hacer. Los niños entrarían en estado de shock si les llevaba el cuerpo medio desmembrado de su amiga, pero dejarla ahí le parecía espantoso. Debían enterrarla, hacerle algún tipo de funeral. Le gustaban las flores, ¿no? Se lo había dicho a Shinoa una vez. Podrían sepultarla en el jardín de su mansión y entonces los niños no estarían tristes. Shinoa no estaría triste.

Le murmuró una disculpa a su cuerpo sin vida y salió disparado al siguiente segundo. Llevarla sólo lo retrasaría más y aún debía buscar algún lugar para dejarlos a salvo mientras iba en busca de Shinoa.

Pero quizás ni si quiera lograría eso.

Reconoció la espalda de René a lo lejos, una de sus manos estaba en lo alto, ahorcando con lentitud a uno de los niños.

—¡Suéltalo! —amenazó con su espada.

—¿O qué? —Lacus se veía intrigado por su actitud, una de sus garras estaba sobre la cabeza de la última niña del grupo—. ¿Ahora salvas niños también? ¿En serio, Mika?

Mika le mostró los dientes.

—Lord Ferid nos dejó la tarea de quedarnos a tu lado, y eso haremos —René apretó con más fuerza el cuello del niño, su rostro comenzaba a cambiar a una tonalidad púrpura—. En ningún momento mencionó que tuviéramos que llevar al ganado con nosotros.

—René tiene razón, ¿acaso los guardas como reserva? Con todo este ataque hemos perdido al menos a la mitad de nuestra comida…

El brazo de René voló por los aires. Ninguno lo vio venir y Mika aprovechó la distracción para atacar a Lacus y empujar a René lo suficiente para lograr una vía de escape para los niños.

¿Cómo te atreves?

Pelear con Lacus siempre era agotador, y no exactamente porque fuera bueno, sino porque nunca lo hacía de manera limpia. Le jugaba un mal movimiento apropósito o le pedía ayuda a René para que pudiera derrotarlo y no se cansaba hasta estar completamente satisfecho con su victoria. Mika solía ganar la mayor parte del tiempo, pero todas eran prácticas y René siempre parecía perdido cuando luchaban. Sin embargo ahora no era un simple entrenamiento y René lucía tremendamente serio, y muy, muy enojado.

—Te dije que no confiáramos en él —escuchó a alguien decir, los niños trataban de huir y dejarlos ahí para que se matasen entre ellos, pero no podían avanzar lo suficientemente rápido—. ¡Ni siquiera trajo a Aiko! Seguramente fue su plan que saliéramos de nuestro escondite para—

—¡Hubiéramos muerto de todas maneras! —Mamoru se arrastraba al cargar a uno de sus amigos en su espalda—. ¡Debemos irnos ahora…!

—¿Se van tan pronto?

Mierda.

—No te distraigas —René advirtió, ya con su brazo recuperado le bloqueaba cada vez que trataba de herirlo.

—¡Lacus, para, esos niños…!

—Le quitaste el brazo a René —su espada se clavó en el hombro de Mamoru, chillidos de pánico llenaron el lugar—. Lo justo es que uno también lo pierda.

Mika no lo pensó bien en ese momento, sólo actúo de la única forma que podía hacer. Llamó a su espada sin importarle el dolor y desarmó a René para después girar y lanzarle un ataque a Lacus que estaba seguro no lograría esquivar.

No fue… no fue su culpa, no del todo. No quiso creer que fuera así. Todo fue culpa de Lacus por haber ido con los niños; o quizás de René, que no le interesó recuperar la espada que había perdido y le dirigía ataques a Mika únicamente con sus garras. No estaba seguro, todo pasó muy rápido. La fuerza de su espada dio a otro lado y lo único que pudo escuchar fueron cráneos abriéndose seguido de aullidos cargados de pánico.

Y rojo, todo cubierto de rojo.

—Que desperdicio —Lacus enfundó su espada, viendo con una mueca el cuerpo masacrado de todos—. Al menos nos quedó uno.

Mamoru se arrastró por la tierra, su rostro estaba lleno de sangre que no era suya y miraba a todos lados frenéticamente, abriendo la boca sólo para gritar y gritar. Lacus hizo una mueca ante el ruido, dándole una patada que lo desmayó al instante.

Apenas pudo sentir el golpe que René le dio antes de reunirse con Lacus. Mika cayó de rodillas, aún anonadado por lo que acaba de pasar. Por lo que acababa de hacer.

—Ya estoy harto de esto, ¿qué hay de ti?

No fue mi culpa, trató de convencerse. Esto no fue mi culpa.

—Si eres tan fuerte como crees puedes sobrevivir a esto, ¿no? —Lacus le llamó la atención al tirarle una roca, dirigiéndole una sonrisa hosca antes de desaparecer, René solo le dirigió una mirada agria antes de usar su espada para crearle un camino a Mika.

No, no a Mika.

A los soldados.

Logró detener un ataque, pero luego otro apareció; una mujer con cabello de fuego logró golpearlo con éxito y se acercó con rapidez al lado del niño inconsciente, su postura lista para atacarlo.

—No te acerques, vampiro —gruñó otra, sus manos adornadas por finas navajas.

El rostro se le hacía conocido, pero no pudo recordar de dónde y tampoco indagó mucho dentro de sus recuerdos para hacerlo. A pesar de lo que había hecho se negaba a dejar a Mamoru con ellos, no sólo por su desconfianza con el ejército, sino porque lo necesitaba por Shinoa, por él. Las evaluó a ambas detenidamente, empuñando su espada y preparándose para asesinarlas de ser necesario.

—Te tengo —dijo alguien tras suyo.

No lo notó llegar, apareció silencioso, como un fantasma. Su filosa arma lista para atravesarlo si no fuera porque Mika se movió más rápido. Un pequeño escalofrío recorriéndole cuando se dio cuenta que estaba rodeado de más personas que no dudaron en saltar sobre él. Su espada apenas pudo contenerlos a todos y parpadeó al ver como el piso comenzaba a temblar, succionándolo hasta lo más profundo de la tierra.

En serio, como si él realmente fuera a caer en uno de esos trucos ahora.

Rompió la ilusión en un segundo, las caras familiares seguían impidiéndole varios ataques pero no resultaron tan fuertes luego de varios minutos de pelea. Los únicos que quedaron en pie fueron Mika y el hombre que trató de apuñalarlo en un inicio.

—Tú no te vas —dijo serio, sus ojos zafiros viéndolo con determinación.

Ya sé quién es.

Quiso matarlo, pero su cuerpo se lo impidió a pesar de las protestas de su cabeza. Ese hombre ya lo había acribillado una vez hace mucho tiempo y regresarle el favor era lo que más deseaba, pero sabía que si se atrevía a hacerlo Shinoa nunca se lo perdonaría.

Era su hermano después de todo.

—Te tenemos algunas preguntas —ninguno apartó la mirada, por lo que Shinoa le había contado sobre él, sabía que no podía tomárselo a la ligera—. ¿Eres el familiar de Yuichiro Hyakuya, verdad?

Mika entrecerró los ojos. A pesar de los golpes, los subordinados de Shinya estaban listos para matarlo al menor movimiento sospechoso.

—Él está aquí. Si aceptas venir con nosotros te dejaremos verlo.

—… ¿Dónde está ahora?

—Afuera de la ciudad, está ayudando a transportar a todos a un lugar seguro.

Mentira.

Si Yu estuviera en Sanguinem lo primero que haría sería entrar a matar a tantos vampiros como pudiese, estar de nuevo en el lugar que lo mantuvo preso durante cuatro años no le permitiría quedarse fuera a esperar, ignoraría las órdenes de todos y trataría de buscar venganza a su propia manera heroica, así era Yu. Además estaban usando al serafín, Kimizuki no se sentaría a ver desde lejos como su hermana seguía siendo utilizada por él ejército. Como la nueva líder, Mitsuba no debería permitir que ninguno entrara, pero al saber lo que pasaban no los detendría, y Narumi y Yoichi la apoyarían en su decisión, e incluso insistirían en acompañarlos.

Sonrió sorprendiendo a Shinya. Shinoa le había enseñado tanto de todos que le era imposible imaginar que alguno podría quedarse a esperar pacientemente a que los demás hicieran el trabajo.

No fue hasta ese momento en que notó lo mucho que deseaba formar parte de su familia.

Aunque eso era solo un sueño que nunca se cumpliría.

Le dio una detenida mirada a Shinya, estaba seguro de que quería interrogarle sobre Krul para luego matarlo; que le mencionara a Yu ahora era porque sabía que no podría ganarle y necesitaba ganar algo de tiempo para recuperarse.

Estaba tan harto de que todos quisieran engañarlo.

—Si no fueras el hermano de Shinoa te volaría la cabeza.

El rostro de Shinya se deformó, se abalanzó contra él sin pensar, siendo recibido por la espada de Mika, que lo único que hizo fue rozarle la garganta con la punta.

—¿Qué sabes de ella?

—Que seguramente morirá si sigues metiéndote en mi camino —usó la empuñadura de su funda para golpearlo en el estómago y darle tiempo de acabar con los demás. Pero que por mucho que trató no logró deshacerse de ninguno.

—No te dejaremos ir —la chica con las navajas lo apuntó—. Si sabes lo que te conviene dinos dónde está la hermana de nuestro teniente.

—En la mansión que solía ser de Krul.

—Los generales están buscando a los progenitores —le murmuró una de sus subordinadas, no se veía muy lastimada, pero al ver que Mamoru recuperaba el sentido no dudó en ir a tratar de calmarlo—. Destruirán todas las mansiones que encuentren.

Shinya pareció dudar.

—Ella estará bien, Guren prometió—

—¿De veras? —Preguntó sarcástico, Shinya lo miró con fastidio por su repentina interrupción. Ninguno soportaba al otro, fantástico—. Lo único que están haciendo es usar al serafín para destruir todo. Quemaran la mansión con ella dentro.

Pareció palidecer un poco con las palabras de Mika.

—Shinya —el único soldado lo miró con determinación—, tus órdenes.

Lo vio en sus ojos. Quería decir: mátenlo, quería tomar su arma y hacerlo con sus propias manos; pero sabía que Mika decía la verdad y la desconfianza hacia sus superiores era mayor.

—Llévanos hasta ahí.

Sus amigos parecieron querer oponerse en un inicio. Se dieron una larga mirada entre todos hasta que una de las mujeres asintió despacio, todos bajando sus armas sin dejar de observarlo con ferocidad.

—El niño —Mika se mordió los labios al ver la mirada aterrada en sus ojos verdes, ¿así se había visto Yu al huir? ¿Se habría sentido así de asustado al saber que viviría al precio de ver a todos sus hermanos morir?—… alguien… deben llevarlo a un lugar seguro. Hay más vampiros adelante.

Escuchó a alguien resoplar, apostaba a que todos se sentían insultados; probablemente creían que Mika había matado a los demás y quería verse indefenso al preocuparse por un humano.

No es como si estuvieran totalmente equivocados tampoco.

—Sayuri, Mito —Shinya vio a sus subordinadas con atención—. Llévenlo hasta la salida y luego traten de ayudar a los soldados que van en primera fila. Nosotros nos reuniremos con ustedes después. Si preguntan por nosotros, estamos tratando de ayudar a los humanos que están siendo esclavizados en los castillos.

Las chicas asintieron, cogiendo a Mamoru que trataba de quitárselas de encima y que le dirigía varias miradas lastimeras a Mika cuando no pudo evitar que lo alejaran de todos.

—Vampiro —el soldado rubio lo apuntó—. Muéstranos el camino.

Lo siguieron en silencio, matando a todos los vampiros que veían y Mika tratando de no hacerles mucho daño a los humanos que trataban de matarlo a él.

—¿Cómo sabías que era su hermano? —le preguntó Shinya, haciéndose paso entre los edificios caídos y vampiros que lo atacaban para correr a su lado.

—Ella me lo dijo. Te describió.

—… ¿Qué más te dijo?

Muchas cosas.

—Cosas.

—No juegues conmigo —estaban casi codo a codo, el aura asesina del hermano de Shinoa no era para nada discreta. Mika debía admitir que le daba un poco de miedo—. La mantuvieron aquí más de cuatro meses, ¿crees que creería algo de alguien como tú?

—¿Cuándo mencione que quería que creyeras en mí? —Escupió de vuelta—. Shinoa me habló de ti una vez —mintió—, nada más.

Su conversación fue interrumpida por una avalancha de vampiros. Estaba seguro que algunos le gritaban traidor, pero ya había escuchado eso muchas veces antes.

—¿Cómo esta ella? —preguntó con la respiración acelerada, no queriendo quedarse atrás.

—… está mejor que antes.

—¿Cómo…? —Shinya se relamió los labios— ¿Ella sufrió mucho? ¿La torturaron, verdad?

Recordó todas las veces en que la oyó llorar tras una puerta y el demacrado estado de su cuerpo cuando lograron verse, esas heridas que estarían de por vida en su cuerpo y que observaba tristemente cuando creía que Mika no la veía. Pero también pensó en su boca traviesa, que siempre se abría para burlarse de él cuando podía, la forma en que se arrullaba entre sus brazos cuando estaba cansada y la suave risa que emitía cuando le besaba las mejillas.

—Al principio… —sacudió su cabeza, apretando sus nudillos— ella siempre odio estar aquí, pero… no creo que haya sido infeliz todo el tiempo.

—¿No crees? ¿Acaso no sabes lo que le hacen a los prisioneros aquí o es algo normal para ti? —Shinya dejó escapar una risa ácida, le recordaba mucho a la de Shinoa—. Qué podría entender alguien como tú.

Apretó con más fuerza los puños.

—Ella no—

—¡Shinya!

Mika lo detuvo de pura suerte, lo cogió de la camisa y lo tiró a un lado para que no fuera víctima de la explosión. Su espada lo protegió lo suficiente para que no fuera lastimado, pero una gran parte de su ropa quedó chamuscada y sus manos tuvieron que palmear su cuerpo para apagar las pequeñas llamas que seguían prendidas de su ropa. No fue hasta que levantó la mirada que sintió algo dentro suyo quebrarse.

La mansión estaba casi totalmente destruida.

La mitad del lugar ya no estaba, parecía que hubieran dejado caer una aplanadora gigante encima para hacerla desaparecer. Ni siquiera podía oír los gritos, sólo ver a un par de jinetes caminar entre las ruinas, comiéndose lo que quedaba y que no estaba carbonizándose por el fuego.

—¡¿Qué demonios pasó?!

No, pensó horrorizado. Por favor no.

—¡Espera!

Escuchó los gritos de Shinya, pero eran muy lejanos y pronto dejó de escucharlos.

Se adentró en las llamas, sofocándose por el humo y el olor metálico de la sangre. El aleteo de las alas del serafín volando sobre él.

o.o.o.o

«Despierta».

Un pequeño toque en su nariz, parecía la caricia de una pluma, o una suave corriente cosquillando su piel.

«Shinoa debes despertar».

Hizo un sonido lastimero con la boca, sus músculos estaban rígidos y podía sentir la dureza del suelo bajo sus manos. Sus ojos le ardían al tratar de abrirlos y el vómito que trató de retener estaba subiendo rápidamente por su garganta. Si no estuviera segura de que los últimos meses de su vida habían sido reales, probablemente hubiera despertado en medio de su apartamento, creyendo que había tenido la peor resaca de su vida.

Alguien —algo— resopló a su lado, un sonido que era más de ansiedad que de molestia, como si hubiera esperado demasiado y estuviera impaciente por ser notado de una vez. Shinoa restregó sus ojos y miró a todas partes, sentándose como pudo y buscando el lugar de donde provenía el sonido.

Pero lo único que pudo ver fue oscuridad. Profunda oscuridad.

Su respiración se detuvo por un segundo, su mano moviéndose frente a sus ojos varias veces sin resultado.

¡¿Estoy ciega?! , pensó horrorizada.

«No, no lo estas».

—¡Shi! —Gritó emocionada, reconociendo la voz y agitando sus dedos en el aire en un intento vago de tocarlo—. ¿Dónde… dónde estás? ¿Dónde estoy?

«Sigues en la mansión. Te cubrí para que no salieras lastimada cuando el castillo se vino abajo».

—¿Cubrirme? Pero si tu nunca pudiste… —abrió y cerró las manos, el vacío aún a su alrededor. Recordó que su cabeza se había dado con el mármol cuando las llamas abrasaron el lugar y el estado decadente que tuvo durante toda la reunión con los progenitores— ¿Estoy… alucinando, verdad?

Casi podía sentir cómo meneaba la cabeza con cansancio.

«Hice lo mismo cuando Lest trató de atacarte, ¿recuerdas?».

Lo recordaba, en especial la parte de Mahiru.

—¿Le pertenecías a mi hermana?

Otro resoplido sonó muy cerca de su rostro, esta vez sólo sonaba enfadado.

«No hay tiempo para explicarte ahora. Te soltaré pronto, pero debes correr cuando pase, hay fuego por todas partes».

Un pequeño movimiento en su cabello, como si estuviera tirándolo para apresurarla a ponerse bien y se preparara para escapar. Shinoa no pudo evitar el sentimiento de nostalgia que tuvo cuando Shi pareció darle leves golpecitos a su frente, de la misma forma en que solía hacerlo cada vez que se veían en ese mundo apartado que sólo era para ellos dos.

Un sollozo involuntario escapó de sus labios.

—Te he extrañado mucho.

Un remolino hizo desaparecer todo, Shi se esfumó con rapidez y el sonido de personas quemándose y concreto siendo destruido le dio la bienvenida. Su cuerpo se encogió por el escenario frente a sus ojos entrecerrados, una llave negra cayendo con delicadeza sobre sus manos enguantadas.

«Y yo a ti».

Parecía decirlo con honestidad, pero con las cosas que sabía ahora de su demonio quizás sólo estaba mintiéndole porque su esencia estaba capturada y sin ella no se podría ir.

«Lo dije por eso».

—Yo también te quiero Shi.

Escuchó otra exhalación, pero de alguna forma le hizo sonreír. Ignorando lo mejor que pudo el olor a sangre y humo rozándole la nariz, se puso de pie, sosteniendo su arma con algo de miedo.

—¿Eso de ahí es sangre?

«Es de los vampiros», susurró Shi.«Ferid me liberó a propósito para cubrirte, uso esa distracción para atacar al tercer progenitor. Crowley trató de romperme, pero Ferid le ordenó ir por el Serafín».

—¿Serafín?

¿Acaso el ejército…?

«Están aquí, pero dudo que sepan que estas en la mansión o que les importe salvarte. Si no salimos rápido el ángel nos matará».

Recordó el discurso que su padre dio luego de encerrar a Kureto. Como juró a los soldados que no volverían a usarse humanos para experimentos y los gritos satisfechos de centenares de jóvenes aliviados alabando las decisiones del general.

—Prometió no usar a Mirai.

«¿Y desde cuándo Tenri Hiragi es honesto?».

Buen punto. Pero si Mirai estaba en Sanguinem, también lo estarían sus amigos, y Shinya, incluso Guren y además… Kureto…

Kureto. Genial.

—¿No te encantan las reuniones familiares? —Shinoa sonrió a su pesar, girando elegantemente a Shi entre sus dedos, invocándolo como tanto quiso en los pasados meses—. No hemos peleado en mucho tiempo, espero no estés oxidado.

«Espero tú no lo estés».

Sí, ella lo esperaba también.

La mansión estaba libre de vampiros, pero no de jinetes. El más crudo de los rencores le recorrió al darse cuenta que su hermano permitió que Mirai dejara libres a las bestias por la ciudad y no pensó en la seguridad de los humanos que no podían defenderse. Trataba de entender cuál era el plan de Kureto, pero cada vez que lo pensaba más y más, Shi la reprendía y la urgía a apresurarse. «Piensa en eso luego», decía cada vez que un nuevo tumulto de bestias caía sobre ella. «No tienes tiempo para distraerte».

Sin embargo —y para desconsuelo de Shi—, sus continuas interrupciones no le impidieron percatarse de la forma en que su arma se movía entre sus manos. Era más ágil y rápida; liviana, hasta cierto punto.

—¿Desde cuándo eres tan fuerte? —gritó, matando a un jinete que saltaba sobre ella.

«Siempre lo he sido», sonaba ofendido. «Hablaremos de eso luego».

Pero ella necesitaba saber. Había pasado tanto tiempo en las sombras que le era imposible controlar la curiosidad que tenía ahora. Deseaba más que nada saber la verdad, como si le acabasen de inyectar una dosis de adrenalina y las preguntas explotasen constantemente dentro de su cabeza.

—¿Cuánto tiempo estuviste con ella?¿Conociste a su demonio? ¿Cómo fue que te separó de mí? ¿Nací contigo, verdad?

«Detrás tuyo».

Metal frío rozó su mejilla antes de ser bloqueado por el filo de su arma.

—¿Con quién hablabas? —demandó la progenitora.

—Que te importa.

Chess entrecerró los ojos por su respuesta, visiblemente molesta al verla evitar el látigo que se movía como una serpiente hambrienta alrededor de su cuerpo.

—¿Cómo es que eres tan rápida? —la seriedad que su rostro mostraba se transformó por una ligera mueca infantil—. Cuando te capturamos eras sumamente lenta.

Y estoy fuera de forma, pensó. No debería poder cubrir ninguno de sus ataques.

«Puedes pensar en eso después».

Shi se proyectó a su lado, sorprendiendo momentáneamente a Shinoa y a Chess, pero facilitándole el escapar de la progenitora y su venenosa arma. Su demonio usaba su cuerpo para impedirle el paso a la otra progenitora que estaba a punto de golpearla.

—Déjanos terminar con esto humana —Horn mantenía una expresión calmada, para nada pasmada por el demonio que flotaba frente a ella—. No lograrás irte con los humanos, tu única salida es ir con Ferid, y sabes lo que sucederá si vas con él —la espada de Horn brilló al apuntarla—. Podemos terminar con tus años de sufrimiento ahora.

Escuchó a Chess dar un paso más cerca suyo, lista para recibir la señal de Horn que le indicara que podía arremeter contra ella.

—Creí que sólo me querían lejos de su amo —le dio la mejor sonrisa que pudo a Horn—. En serio, ¿dónde está su dignidad?

Las dos se lanzaron al mismo tiempo. Estaban furiosas y eso de cierta forma le divertía. Soy un juguete para él, quería gritarles, ácido revolviéndose desde lo más profundo de sus entrañas. Su jodido juguete.

«No te descuides».

Shi cubrió la embestida de Horn —que sin duda la habría partido a la mitad—, lanzándola a otra habitación con una onda de fuerza descomunal. Chess se distrajo lo suficiente para que Shinoa pudiera desarmarla y apuñalarla con su arma, un agujero negro quedó dentro de la progenitora cuando deslizó a Shi fuera de su cuerpo.

Ojos rojos la miraron con desconcierto. Sus labios muertos se abrieron despacio antes de desplomarse contra el suelo, su boca dejó escapar un gemido que no tardó en convertirse en aullidos de dolor. La observó retorcerse en el suelo, sus garras moviéndose frenéticas sobre su herida, que comenzaba a desprender un olor putrefacto y esparcía humo debido a la carne abierta.

La está matando por dentro.

«Se lo merece», la voz de su demonio estaba envuelta por el odio y la malicia. «Deberías hacer lo mismo con la otra progenitora antes de que recobre el conocimiento».

Apretó su guadaña con más fuerza, Shi desapareció de su lado pero seguía ahí, con ella, empujándola para hacerlo, insistiéndole para que acabara de una vez. «Mátala. Mátalas a ambas».

—Ya basta.

La alejó de Chess con un ataque débil, demasiado para alguien como él. La noble había dejado de gritar, pero por alguna razón seguía viva. Sus ojos endemoniados se arrastraron brevemente hasta Horn y luego se detuvieron en ella, no le estaba sonriendo como siempre y tampoco parecía molesto o divertido por lo que le había hecho a las progenitoras. Sólo lucia cansado, extremadamente cansado, como si Shinoa estuviese haciendo un berrinche y fuera su obligación el hacerla entrar en razón.

Shi comenzó a herirle las manos, picándole las heridas que Mika le dejó en los dedos. Su demonio le susurraba con ira, casi rugiéndole con furia para que se moviera y lo atacara antes de que perdiera la oportunidad, «Mátalo», repetía una y otra vez. «¿No es lo que quisiste hacer durante todos estos meses?».

Crowley no dio señal de querer moverse, estaba quieto, estático frente a ella, su ropa desgarrada y empapada con sangre. Su respiración agitada y la forma en que sus colmillos relucían por sus labios le indicaban lo exhausto que estaba. Si no hacía algo pronto él se movería y la mordería hasta dejar sólo un cuerpo vacío.

«¿Acaso no quieres hacerlo?».

Claro que quería. Era lo que más había deseado cada noche después que abandonara la habitación con ella llorando y gimiendo de dolor por las heridas que le dejaba.

Pero entonces…

Usó la parte trasera de su guadaña, Crowley salió expulsado contra la pared y el impacto le hizo destrozarla por completo. Cayó sentado en medio de los escombros, los brazos flácidos a los lados. La punta delgada de su arma le perforó en el mismo sitio que Chess tenía un agujero ahora, mas cuando estaba por clavársela por completo se detuvo.

Maldito sea.

—¿Por qué?

Su pregunta le hizo rodar los ojos, la cuchilla se acercó a su corazón.

—No debías seguir aquí —respondió con una mueca, sus manos no se movieron para detener el avance de su arma—. Deberías estar agradecida conmigo, hice que el ejército viniera a salvarte.

—¿Cómo te atreves a llamar a todo esto mi libertad?

Esta vez la miró divertido, la sangre asomándose por la comisura de sus labios.

—Nunca debí traerte Shinoa —murmuró con suavidad.

No hagas eso. No me mires de esa forma, no te atrevas.

Crowley soltó un sonido de dolor cuando alejó la hoz de su pecho, pero no se movió para protegerse cuando la vio girar el arma entre sus manos, Shi gruñó de satisfacción cuando tomaba impulso y atacaba directamente a su cabeza. Sin embargo el filo sólo rompió parte del concreto, estático alrededor del cuello de Crowley, a sólo unos centímetros de matarlo.

«Hazlo».

Se mordió los labios. Sus manos sacudiéndose violentamente cuando no pudo encontrar las fuerzas para hacerlo.

—"Ambos terminaron solos" —le oyó citar—, "condenados por sus pecados y su odio".

Shinoa entrecerró los ojos, las lágrimas brotando por estos.

—Yo seré la que te quite la vida.

Crowley asintió, una sonrisa torcida tirando de sus labios.

—Estaré esperando ese día.

Le dio la espalda y corrió. Tanto que sus piernas poco acostumbradas y su estómago sensible punzaban con dolor.

—Detén lo que le haces a la progenitora —rogó con voz quebrada, lágrimas opacando su vista—. Sé que puedes hacerlo.

Shi volvió a lastimarla, su arma quemando hasta carbonizar por completo los guantes que llevaba puestos, parecía debatirse entre escupirle palabras venenosas o simplemente derretirle sus manos huesudas. La aborrecía por su comportamiento y le aterraba que comenzara a despreciarla por eso, pero aún así debía obedecerla; por mucho que lo odiara, debía hacerlo por el bien de ambos.

«… ¿Estás segura?».

No.

—Sí.

No le respondió, y tampoco sabía si debía preguntar si había cumplido su orden. No entendía por qué trataba de salvar a Chess si lo único que se merecía era la muerte lenta que estaba teniendo ahora. No entendía por qué no asesinó a Crowley y tampoco entendía por qué estaba llorando. Lo único que quería hacer era pedirle perdón a Shi y al mismo tiempo gritar al igual que hacía en todas esas infernales noches de encierro.

Shi dejó de pronunciarse y quiso convencerse de que fue porque ahora que había dejado a los progenitores atrás estaba segura y lo único preocupante serían las bestias a cada esquina del lugar. Shinoa se dedicó a correr sin decir nada, pasando por las que solían ser las recámaras de los sirvientes, un corto recuerdo relampagueando velozmente por su mente ante la vista; ella de niña, oculta en la oscuridad de su arrinconada habitación, imaginándose un futuro mejor, brillante para su persona, en la que sería libre y no estuviera encadenada bajo la sombra de su hermana.

Esa fue una bonita fantasía. Y era una lástima que, al igual que todas las fantasías, fuese sólo una mentira bien contada.

¿Más fuerte que Mahiru? Ni en sus mejores sueños, su hermana le daría la espalda si la viera ahora. Se daría cuenta que no debió tomarse las molestias con ella y se arrepentiría de haber tomado al demonio que seguramente la llevó a la locura y a su predestinada muerte.

Shinoa arrugó el rostro, quitándose las lágrimas que seguían en sus mejillas y manchándose más con el polvo que se le adhería a la piel. Se orientó en escapar sin lastimarse más de lo que ya estaba y no tardó mucho en encontrar un muro caído que le permitió salir del castillo, sus pies paralizándose al ver el caos que se ocasionaba en la ciudadela. No sólo las llamas desaparecían todo lo que encontraban, el mismo aire destilaba la putrefacción de los cuerpos desmembrados y se propagaba rápidamente por todas partes.

Logró salir de su estado estupefacto únicamente al ver al tercer progenitor, que le devolvía la mirada con sus filosos ojos agudos a unos cuantos metros de distancia. Su sombrero ya no estaba y su ropa colgaba por piezas desde sus hombros, una leve mueca marcaba sus cincelados rasgos de niño y sus colmillos parecieron crecer su tamaño al verla con su arma funcionando.

—Humana —masculló, un sonido gutural que parecía la de una bestia a punto de comerse a su presa—, tú vienes conmigo.

Sus garras le ocasionaron varias heridas en los brazos, no lograba esquivarlo totalmente y empezaba a transpirar debido al agotamiento, Shi parecía haber ganado diez veces su peso en un segundo y no la dejaba moverse como quería. Lest mostraba una peor expresión que las progenitoras y no perdió el tiempo en palabras inútiles con ella; en cuestión de segundos la hizo retroceder hasta la mansión en llamas y Shinoa gritó pidiéndole ayuda a su demonio, mas lo único que recibió fueron fugaces palpitaciones de su arma.

«Aguanta un poco más».

No es tiempo para que estés enojado conmigo, necesito tu ayuda.

«No puedo hacerlo».

Shi —rogó, cuando los brazos comenzaban a flaquearle, los ataques estaban por torcerle las muñecas y Lest lo sabía—. Shi, por favor.

No hubo respuesta.

¿Qué sucede? ¿Tu demonio te abandonó? —el progenitor sólo necesito usar su espada una vez para tumbarla, cogiéndola del cuello con brutalidad. Sus rodillas se cortaron por los escombros puntiagudos del suelo y su garganta gritó debido a la asfixia, sus manos se movieron sobre él, agitadas, haciendo un último esfuerzo para que la soltara.

Todo se volvió negro de nuevo, pero de una forma muy diferente a los desmayos que alguna vez tuvo o a la oscuridad que Shi le había mostrado. Esta no le generaba tranquilidad sino una especie de miedo agridulce, como si muy dentro suyo estuviera agradecida de recibirlo al fin. Todo simplemente desapareció por un ínfimo segundo y Shinoa casi hubiera deseado que se quedara así para siempre.

—Respira Shinoa.

El aire entró por su boca con rapidez, atragantándola. Su cuerpo se retorció dolorosamente al toser, sentía la ropa rasgada sobre su cuerpo y sus ojos tuvieron que hacer un gran esfuerzo por abrirse. Se sorprendió al notar el castillo completamente destruido y la extraña ausencia de Lest a su lado. Shi seguía con ella, descansando entre sus manos en su forma de llave, palpitando con más fuerza. La presencia de dos hombres altos la hizo encogerse, ambos parecían esperar a que pudiera reconocerlos.

—¿Ustedes?

Uno de los hombres le dio una sonrisa que no tenía ninguna intención de animarla, sino que parecía ser únicamente para burlarse de ella. Sus ojos mantenían esa chispa de diversión que le había visto muchas veces al ver a su enemigo caer.

—Hermanita —saludó Kureto.

Sus puños se apretaron.

—Tú debiste—

—Debí —cortó—. Pero padre recapacitó —blandió su espada, rápidamente olvidándose de ella y arrojándose contra Lest. El progenitor estaba a varios metros, gruñendo al igual que una bestia al tratar de herir al serafín que lo retenía con cientos de cadenas.

No necesitó pensar mucho para saber que la razón por la que no hacía que Mirai lo asesinara era porque quería hacerlo por sí mismo. Quería el crédito y el respeto de los soldados que había perdido matando a uno de los primeros progenitores.

—¿Puedes pararte? —preguntó gentilmente la otra persona, ofreciéndole la mano. Shinoa dejó de observar a su hermano para ver al hombre de cabello negro, asintiendo antes de dejarle ayudarla a ponerse de pie, una de sus manos reposó gentilmente sobre su cintura—. ¿Estás muy herida?

—… Uh no… yo…

Guren le miró paciente, esperando su respuesta.

Sus ojos están diferentes.

—¿Guren?

Le cogió la mano con más suavidad, acariciando ligeramente la yema de sus dedos.

Ese no era Guren. Era… era…

—¿Ma… Mahiru?

Una sonrisa apareció en su rostro.

—Prometí rescatarte a cualquier costo, Shinoa.

o.o.o.o

Mika gritó su nombre tantas veces como pudo, mas lo único que recibió como respuesta fueron los chillidos amenazantes de los jinetes.

Shinya fue tras él en un inicio, pero luego de que un derrumbe le impidiera el paso y las cadenas del Serafín se arrastraran más cerca, no volvió a oír de él ni de su escuadrón. Le enfurecía que fuese tan hipócrita como para insultarlo sobre el bien de Shinoa cuando ni siquiera parecía preocuparse por ella realmente.

No merecía regresar con personas como esas. No con una armada completa que más parecía disfrutar dejando morir a los que se suponía debían estar salvando. Mika la alejaría de todo eso, estaría más segura con él, aunque ella no lo pensase así ahora.

"¿Sufrió mucho?".

Lo hizo, aceptó taciturno, saliendo del castillo antes de que las paredes pudieran aplastarlo. Y ahora seré yo el que lo haga.

El serafín colgaba en lo alto, como si en lugar de sus alas tuviera una soga alrededor del cuello que la mantenía suspendida en el aire. Se dedicaba a crear más jinetes que escalaban desde lo profundo de la tierra, sus ojos endemoniados viendo a la nada, inmóviles como ella, esperando nuevas órdenes de Kureto Hiragi, quien blandía el metal de su espada contra la del tercer progenitor.

Lest tenía demasiadas heridas, más de las que alguien en su posición podría tener alguna vez. Se preguntó si el dejarlo morir a manos del ejército era lo que Ferid quería, quizás hasta había sido él quien dejó entrar a las tropas como parte de su plan.

No le encontró mucho sentido en ese momento, pero las piezas de lo sucedido encajarían para él muchas horas después. Cuando estuviera a bordo del avión de Krul, dirigiéndose a la mansión en la que viviría hasta que su reina se lo permitiera. Sin embargo ahora sólo podía pensar en una cosa; y era en Shinoa, que estaba no muy lejos de él, envuelta por los brazos de Guren.

Los labios del huésped sonrieron al darse cuenta de su presencia, ojos de muerte le parpadearon despacio; era como si afiladas garras se metieran dentro de su cabeza, escarbando en su mente hasta estar satisfecho con lo que encontraba.

—Si no hago algo pronto Guren comenzará a ser molesto —Shinoa quedó pasmada por la brusquedad con la que fue alejada, viendo la espalda del hombre dirigirse a la batalla que acontecía muy lejos de todos. Le escuchó llamar a su espada en silencio, el arma activándose al instante, fuerte y poderosa, resplandeciendo como si estuviese ansiosa por asesinar.

La silueta de una chica apareció sobre Guren antes de que desapareciera bajo la sombra del ángel. Mika pudo ver dos cuencas llenas de líquido carmesí sobre un rostro igual de pálido que el suyo, con cabello lavanda que se movía al igual que hilos plateados sobre sus hombros y dientes puntiagudos asomándose sobre dos labios carnosos.

Mahiru Hiragi. La mujer que Shinoa tanto amaba y a la que le dedicaba todos sus sueños. Ella nunca quiso creer que esa era su hermana y cabía la posibilidad de que sólo fuese el demonio tratando de engañar a todos, pero Mika no lo creía posible.

No cuando sus ojos se encontraron por última vez, su mirada contenía una sed de sangre insaciable que estaba obligándose a reprimir al entender lo que Mika estaba por hacer.

Shinoa lo miró entonces, saliendo de su conmoción y recibiéndolo con el rostro cubierto por lágrimas y hollín.

—Mika, por favor… —ella alzó sus brazos para detenerlo, dando un paso atrás cuando trató de acercarse, súplica marcaba sus rasgos—, yo no… yo no puedo…

El serafín comenzó a cantar.

Su voz era frágil, al igual que un arrullo; una sonata muy triste que era trágica y funesta al mismo tiempo. Mika pudo sentir pequeñas lágrimas resbalando de sus mejillas, pensó que era la melodía más hermosa que había escuchado en toda su vida.

La trompeta apareció entonces, Mirai acercándose para soplarla con debilidad.

El piso se sacudió ferozmente, como si se despertara de un largo sueño, esparciendo gigantescas grietas por toda la ciudad que se abrieron de un momento a otro, absorbiendo lo primero que tuviera cerca, hambriento para devorar todo lo que encontrara; el techo se desprendió y cayó al igual que meteoritos por toda la ciudad, el fuego incrementó sus llamas, desapareciendo todo lo que cubría.

Se percató de que temblaba de terror al momento en que puso sus manos sobre Shinoa; y ella lucía incluso más asustada que él, pareció querer rogarle de nuevo, implorarle para que se detuviera, pero su boca no logró moverse y terminó quedándose cerrada. Mika sólo ignoró lo que trataba de decirle y le dejó caer su capa encima, cargándola en sus brazos y llevándosela del lugar antes de que las aberturas en el suelo se los llevasen a ellos también.

Shinoa buscó a Guren con algo de desesperación, como si esperase a que la viera y fuese por ella; sin embargo él y su hermano seguían bajo la protección del serafín, todavía peleando contra el progenitor. Por mucho que le gritara por ayuda no lograría alcanzarlos, y Kureto de seguro no le interesaría intentarlo, ni siquiera creía que poseía alguna intención de rescatarla desde un inicio, y Shinoa también parecía consciente de eso.

Por un momento le vio girar su llave, de la misma forma que hacía cuando estaba por invocarla, pero entonces se detuvo y se limitó a apretar el arma contra sus manos. Se dio cuenta de que parecían tener quemaduras, y quiso preguntarle sobre ellas, si le dolían o si necesitaba que se las curase, pero sus ojos volvieron al frente y no logró hacer comentario alguno.

Se dedicó a impulsarse con los edificios a medio tragar, alternando entre superficies para no caer en el abismo. Preocupándose al sentirla estremecerse de forma poco natural, Shinoa jadeó despacio y de repente una sombra negra apareció para cubrirlos del gas venenoso que era expulsado de las aberturas del suelo.

¿Qué rayos?

—Es Shi —le explicó Shinoa, la voz ahogada, respiraba con dificultad—. No creo que pueda resistir mucho.

Asintió, aún sin decir nada. Corriendo más rápido para llegar al lugar que quería.

—…No pude salvar a los niños —soltó de repente.

—… ¿Qué?

Quiso disculparse, pedir que lo perdonara por lo que había hecho y por lo que estaba a punto de hacer, pero no sabía cómo hacerlo sin encontrar palabras que únicamente la lastimarían más.

Y Mika ya no quería hacerle eso.

—Lacus y René —tomó una silenciosa respiración antes de seguir—. Me encontré con ellos cuando estaba llevando a los niños a la salida… al único que pude salvar fue a Mamoru —Shinoa no respondió, Shi había desaparecido, la llave demoniaca era estrujada por sus dañadas manos—. También vi a tu hermano, fuimos juntos al castillo, él… estoy seguro de que está bien… al ver la explosión quizás pensó que lo mejor sería volver por más soldados… tampoco he visto a Yu o alguno de tus amigos, pero dudo que estén cerca, yo, yo…

—Mika, no sigas —exhaló erráticamente, lanzándole una rápida mirada nerviosa, Shinoa aún no lo miraba, sólo movía inquietamente sus manos, como si no estuviera segura de si tocarlo era buena idea o no—. Yo… no te odio.

Lo dijo de forma segura y sincera, pero era cruda y horrible, cruel; un insulto le hubiera dolido menos.

—Lo siento —le susurró.

Los hombros de Shinoa se sacudieron por el llanto, Mika la miró triste por un momento, sus labios presionados para no atreverse a decir nada más, enfocándose únicamente en esquivar los obstáculos frente a él.

Debían llegar rápido antes de que fuera muy tarde para los dos.

El sonido alterado que hizo su corazón al darse cuenta de a dónde iban le hizo sonreír un poco, sólo un poco. Se detuvo en un lugar seguro, no muy alejado de todos, esperando a que los soldados terminasen de eliminar a las bestias que los detenían y crearan nuevas salidas que fueron cerradas por causa del derrumbe; los humanos corrían bajo la noche y su infinito cielo en busca de la libertad que se les había quitado.

Fue ahí cuando soltó a Shinoa, divertido de la expresión boquiabierta que le daba a él y a la luz que se adentraba por las puertas improvisadas de los soldados.

—Tu rostro está muy sucio —le dijo con una sonrisa débil, sus manos tratando de limpiarle las mejillas.

Shinoa no se movió bajo su toque, sus ojos bien abiertos, sin saber qué decirle o hacer. Sorprendiéndose de nuevo al sentir como le daba un rápido abrazo que no tuvo tiempo de devolver.

—¿Mika…?

—Prometí sacarte de Sanguinem, ¿recuerdas? —sus labios le temblaban, pero mantuvo su sonrisa incluso cuando se alejó del toque de Shinoa con toda la sutileza que pudo conseguir.

Captó su cabello blanquecino a muy poca distancia, se acercaba sigilosamente, espada en mano. Esa debía ser su señal, o al menos quiso creer que lo era. Shinya pareció entender lo que estaba por hacer y se movió a una velocidad increíble, protegiendo a Shinoa del ataque que le lanzó con su espada y que terminó por derribar el techo rocoso y cerrar nuevamente las salidas que quedaban.

Creyó escucharla gritar su nombre. Aunque nunca logró saberlo.

Soldados que quedaron dentro trataron de matarlo, pero sabían que no debían perder su tiempo con él. Se concentraron en mantener seguro a los niños que estaban con ellos y en pedir ayuda a las tropas que estaban fuera. Mika no estaba seguro de que lograrían ayudarlos a tiempo, los humanos armados se veían bastante débiles y con los demás miembros del ejército con heridas que necesitaban tratar con urgencia tardarían demasiado en crear una salida nueva.

Aunque sería una buena ventaja si lo conseguían, ya habían visto su rostro, eso le serviría a Shinoa.

Aún no sabía dónde se suponía debía encontrar a Ferid, mas tenía una vaga idea de dónde podía estar. Le faltó poco para llegar cuando su ojo captó a cinco personas a varios kilómetros de él, corriendo y matando a todos los jinetes que se les aparecían.

¿Esos no eran…?

—¡Yu!—Su amigo no pareció necesitar de un segundo grito, su cabeza giró al instante y se movió desesperado para tratar de alcanzarlo entre las ruinas de la ciudad— ¡Yu!

Sus ojos esmeraldas lo miraron cargados de felicidad, sin pensarlo dos veces corrió hasta él a pesar de las protestas de su grupo.

¡Mika! —Los brazos de Yu le dieron un abrazo asfixiante, pero poco le importó, se permitió sonreír todo lo que pudo durante ese fugaz instante y volver a la realidad luego. El resto de los humanos estaban a una distancia prudente de ambos, como si quisieran darles un poco de privacidad.

—No podemos hacer nada por tu hermana, lo sabes. Sólo nos queda buscar a Shinoa —oyó decir a alguien, creyó que fue Narumi—. Debemos apresurarnos antes de que el ejército ordene la retirada.

El ejército que debía ayudarlos a salir; el que Mika había dejado atrapado en la ciudad.

—No sabes lo feliz que estoy de—

—¡¿Por qué sigues aquí?! —Mika le cortó, separándose y zarandeándolo fuertemente de los hombros—. ¡Todos ustedes deberían estar fuera!

—Tú sigues aquí, ¿no? —Kimizuki pareció dejar de importarle la distancia, se acercó tanto a él que Mika pudo ver las ligeras gotas de sudor que cubrían su frente—. ¿A dónde ibas? ¿Sabes dónde está Shinoa?

No se le pasó desapercibido la forma acusatoria en que se lo preguntó, ni tampoco la ira contenida que parecía cruzar sus rasgos.

—Ella está bien, la saqué hace unos minutos —la breve respiración aliviada de todos se hizo presente—. ¿No irás tras el serafín? Creí que era tu hermana.

Es mi hermana.

Yu lo miró preocupado, la mano de Yoichi tocó el hombro de Kimizuki para tranquilizarlo, regalándole a Mika la misma sonrisa que le dio la primera vez que se vieron.

—No podemos hacer nada por Mirai ahora. Si tratamos de despertarla en este estado se pondrá peor. Ya lo hemos intentado antes.

—¿Lo han intentado, pero cómo…?

—Habrá tiempo para las explicaciones más tarde —la voz de Mitsuba era autoritaria—. Este edificio no nos protegerá por mucho más tiempo. Debemos irnos rápido.

Yoichi señaló la abertura en la tierra.

—No podremos volver por ahí, además la salida está muy lejos…

—Entonces hay que crear una —Narumi apretó su tridente—. La ciudad está bastante destruida, debe haber algún lugar que podamos utilizar como escape. Con todas nuestras armas no debería ser difícil —señaló a Yu con su cabeza, una sonrisa ligera en sus labios—. Además, tenemos al demonio que destruyó la mitad de los dormitorios en menos de un minuto de nuestro lado.

Mika lo miró espantado, pero Yu pareció inflar el pecho con orgullo.

—Debes ver todas las cosas que puedo hacer ahora, Mika. Apuesto a que al fin podré vencerte en una pelea mano a mano.

Kimizuki resopló al pasar por su lado.

—Planeen sus citas para más tarde.

—Cállate, cuatrojos.

—¿Cómo me llamaste, chupasangre?

El golpe de Mitsuba les llegó a ambos, era rápida para que no le diera tiempo a Mika de esquivarlo.

—Los dos, cierren la boca.

Narumi les ordenó comportarse y luego de una rápida mirada infantil de Yu, encontraron un lugar aislado que podría servirles. De algún modo logró controlar su pánico al ver que los ojos de Yu se coloreaban momentáneamente a un tono escarlata, su amigo encogiéndose de forma divertida al ver su reacción.

Mika consideraba que todos eran bastante fuertes —para ser simples humanos, claro—, y en Yu siempre había sido natural resaltar entre sus amigos, sin embargo ahora lucía diferente a como lo recordaba. Parecía más como él, demoniaco, sobrenatural. Posiblemente no hubieran logrado crear una abertura que los dejase salir si no lo hubieran tenido de su parte.

Todos corrieron, excepto Yu, que se detuvo al ver que Mika no lo seguía.

—Me quedaré.

Yu abrió mucho los ojos, acercándose hasta él para cogerlo del brazo.

—¿Qué diablos dices? ¡Claro que no!

—Yu, hay… muchas cosas que no sabes. He descubierto mucho durante estos meses. Krul y Ferid—

—¿Krul? —Yu lo miraba como si hubiese perdido la cabeza—. ¿De qué rayos hablas?

—No tengo tiempo para explicarte ahora, pero necesito que confíes en mí. Debo irme con ella.

—Por supuesto que no —Yu se sobresaltó al ver la seriedad que su rostro tenía—. Mika no me obligues a arrástrate de aquí.

—Necesito que entiendas —sus manos tocaron sus hombros—. Los primeros progenitores quieren erradicar a la familia Hiragi para poder derribar sus bases y llevarse a todos los humanos que estén viviendo bajo su protección. Planean dejar a Japón limpia de humanos —lo sintió tensarse, Mika supo que lo había convencido—. ¿Te lo imaginas? ¿Esos niños que al fin tienen libertad pasando por lo que nosotros tuvimos que pasar?

—Pero—

—Es por el bien de todos, Yu. Yo puedo encontrar una manera de saber lo que planean, pero no puedo hacerlo si me voy contigo —no era una mentira completa, y fue lo que necesitó para darse más ánimos para seguir—. Tengo que irme con Krul.

Yu se mordió ligeramente el labio, debatiéndose internamente. Sabía que quería irse con él y Mika casi pensó en dejarle hacerlo. Yu les daría la información falsa a sus amigos para que ellos alertaran a los generales y luego se lo llevaría para no volver, Mika no tendría que quedarse solo.

Pero entonces Yu siempre había sido el héroe; no se quedaría tranquilo al saber que todos peligraban, además Shinoa era su amiga, si su familia era la primera en la lista negra de los nobles no se atrevería a abandonarla.

A lo lejos escuchó las voces que comenzaban a llamarlos, Yu giró un momento para ver a sus amigos, regresando una mirada decidida a Mika.

—Te están esperando —dijo con una sonrisa.

Yu respiró agitadamente.

—Yo iré—

—Ambos sabemos que lo mejor es que no —dejó que Yu lo volviera a abrazar, obligándose a no llorar ahora—. Espero que seas más fuerte la próxima vez que te vea.

Le vio crecer una sonrisa entre divertida y triste.

—Seré mucho más fuerte de lo que soy ahora —los dos se separaron—. Y te daré una paliza por hacerme esto, lo prometo.

Mika soltó una ligera sonrisa, sacando el artefacto que había estado cuidando en su bolsillo y dejándolo en las manos de Yu.

—Dale esto a Shinoa.

Yu no pareció entender la razón por la que se lo daba, pero asintió. Ambos se otorgaron una larga mirada antes de darse la espalda y alejarse, cada uno por un camino diferente.

Saltando entre los escombros y encontrando más muerte, llegó a la que solía ser la mansión de Ferid. El progenitor estaba sentado en una silla que por alguna razón había quedado intacta, sus piernas cruzadas y con una sonrisa ladeada en el rostro, no se veía muy herido y Arcanu aleteaba felizmente desde su hombro.

—Tardaste demasiado —se quejó, parándose perezosamente para después indicarle que lo siguiera—. Tengo algo de curiosidad —Mika entrecerró los ojos al ver el lugar a donde lo llevaba—. ¿Por qué le dijiste esas mentiras a Yu? ¿No habría sido más fácil hablarle de los serafines?

—Si lo hubiera hecho no me habrían dejado ir con ustedes, ¿no?

Ferid asintió, complacido.

—Aprendiste a mentir muy bien, Mika. Aunque la cabeza de los Hiragi sí peligra, pero supongo que eso ya te lo imaginabas —le oyó suspirar—. Es una lástima, tu novia en realidad me agradaba.

Sí, claro.

—¿Por qué dejaste que Lacus y René asesinaran a los niños?

—¿Yo? —se vio fingidamente ofendido—. Creí que fuiste tú el que asesinó a todos.

Mika apretó la mandíbula.

—Les ordenaste ir por mí y no por ellos.

—Eran muchos —Ferid hizo un movimiento de desdén con su mano—. Con uno o dos niños vivos y traumatizados sería suficiente para que Shinoa no tratase de hacer nada raro. Era una simple ayuda para ti.

—Eso no fue parte de nuestro trato.

—Tampoco lo fue el que ayudases a Shinoa a escapar, pero aún así sigues aquí —Ferid se burló—. Si sabes que Krul no la dejará ir así de fácil, ¿verdad? Lo mismo va para Yu.

No dudó en dar su respuesta.

—Yo soy lo único que ella necesita.

El progenitor pareció decirle algo más, pero Mika dejó de oírlo. Tenía la garganta apretada y los músculos rígidos al seguir al progenitor por el infinito vacío en el que antes solía estar su casa. Respirando sonoramente al verlo abrir un pasaje no muy lejos de donde Aiko y los demás niños solían vivir.

—Creí que ya no funcionaría, es un milagro que no fuese tragado por la tierra —Ferid le dio un par de palmaditas en la cabeza—. Las cosas que más deseas siempre están cerca de ti, suena bien, ¿no?

Una salida a sólo un paso de ambos…

Ya no importa. Ya no más.

Salieron de Sanguinem de forma silenciosa, el avión del ejército intacto y oculto bajo los árboles y la tierra.

No se sorprendió de encontrar a Lacus y René, ambos tenían lesiones en el cuerpo que se curarían en un par de horas, y Crowley también lucía calmado al lado de las progenitoras que siempre lo acompañaban. Sin embargo a Chess parecía hacerse difícil el sostenerse y debía ser ayudada por Horn.

Sus ojos fueron al avión, Arcanu voló desde el hombro de Ferid hasta caer grácilmente en el de su dueña. Ella caminó hasta él con paciencia, regocijada con su presencia, la misma majestuosidad que siempre le caracterizaba en cada movimiento que daba.

Mika dobló su rodilla en reverencia, la mirada fija en el suelo. El dedo frío de Krul tomó su mentón con gentileza, levantando su cabeza y estirando una sonrisa satisfecha en su rostro de porcelana.

—Me alegra que mi querido hijo decidiera quedarse a mi lado.

—Siempre —respondió, la palabra quemándole los labios—. Por siempre, mi reina.

o.o.o.o

—¿Sabes, Crowley? Hay algo que aún no logro entender —Ferid estaba esperando a su lado, quitándose las cenizas que estaban esparcidas por su ropa—. Teníamos muchos guardias vigilando los alrededores de Sanguinem, pero aun así ningún miembro de nuestras tropas logró darse cuenta del ataque que venía hacia nosotros.

—Bastante raro, ¿no crees? —Se encogió de hombros—. Quizás debimos escoger a mejores soldados.

El progenitor le dirigió una mirada entretenida.

—¿No fuiste tú quién los seleccionó?

—¿En serio? —Crowley tamborileó su barbilla con sus dedos, pensativo—. Estoy seguro que no fui yo.

Horn pareció achicar los ojos por un segundo, más relajó su expresión al hablar con René, ordenándole que calmara la ansiedad de Lacus por irse o ella misma le arrancaría la boca, obligándose a permanecer callada y no acusarlo de mentir. Chess, sin embargo, seguía moviéndose como un pajarillo herido; le costaba mantenerse estable y bien lograba captar un comentario a su alrededor trataba de seguirlo de forma desesperada, sin analizar muy bien lo que estaba diciendo.

—Pero amo Crowley, usted—

—¿Por qué no descansas dentro del avión, querida? —Ferid se le adelantó y tocó divertidamente la mejilla de Chess—. Por lo que escuché fuiste gravemente herida por un ataque del serafín. Estoy seguro de que nuestra reina entenderá que necesites reposo.

Horn se tragó su insulto y alejó a Chess de todos, ignorando las miradas curiosas de Lacus y René y los ojos calculadores de Krul a varios metros. Mika seguía dándole la espalda, los hombros rígidos al escuchar como Ferid encubría tan descaradamente a Shinoa.

«¿Para qué están los amigos?». Es lo que el noble parecía decirle con su gesto de ayuda. Le sorprendía que no estuviese molesto por sus acciones, pero si Krul no parecía alterada por la forma en que resultaron las cosas, Ferid lo estaría aún menos.

A fin de cuentas no es como si hubiese saboteado totalmente sus planes, sólo le había comprado un poco más de tiempo a Shinoa, y a Yuichiro, si se ponía a pensar en que nunca logró capturarlo como Ferid quería.

—¿Esperaremos más? —Lacus se atrevió a preguntar, algo asustado de que Horn saliera del avión para callarlo como prometió.

—Sólo hasta estar seguros de que Lest se haya ido —Ferid pareció querer sobarse el brazo lastimado—. Le será complicado irse con esas heridas.

Hablando de Lest…

—¿Estás seguro de que no dirá nada?

—Más o menos —Krul detuvo su conversación con Mika para darle una rápida mirada a Ferid—. Urd ya sabe que estuvo en Japón todos estos meses, no le conviene que sepan que quiso conseguir un serafín para él mismo. Eso nos dará algo de tiempo.

Crowley meneó ligeramente la cabeza, tratando de recordar todas las mentiras que el noble había estado diciendo en los pasados meses.

—¿Entonces los humanos no tratan de ir a los países occidentales?

Krul dejó de observarlos, Ferid sonrió como un niño en navidad.

—Fue una pequeña mentira para que Lest tuviera tiempo de ir a investigar sin que lo molestaran.

Y así lograr que Lest se interesara por los serafines y confabulara contra los otros progenitores. Ya debía estar al tanto de las intenciones de Ferid y optaría por pasar desapercibido por ahora. Usaría a la sirvienta que Crowley le entregó reaciamente a Ferid para hacerla pasar como Shinoa y luego planearía su venganza contra ellos.

Pero hasta eso podría pasar un tiempo.

Crowley prefirió detener su charla. Mika ya sabía gran parte de los planes de Krul y lo demás seguramente lo entendería por su cuenta. Se entretuvo el resto del tiempo moviendo sus brazos adoloridos, pensando en que la suerte parecía haberle dado la espalda hace mucho tiempo. Retrasar al serafín le había sido complicado, él no era así de fuerte, sin mencionar que el demonio que debía ser Mahiru Hiragi no dejaba de perseguirlo y trataba de clavarle su arma a la más mínima oportunidad.

Realmente no lo entendía, no había lucido molesta —o molesto, como fuera el caso— cuando le dio las direcciones para invadir Sanguinem y las posiciones de los soldados resguardando la ciudad. Oh, bueno. Mujeres. Ochocientos años y seguían siendo condenadamente complicadas.

Muchas de ellas, al menos.

—¿No te aburres de la eternidad?

Shinoa siempre quedaba de esa forma, con el cabello cubriéndole la mitad del rostro y los brazos esparcidos sobre la cama, la falta de sangre le quitaba fuerzas y la droga no le permitía desmayarse. No solía hablarle —no desde que comenzara a morderla—, sólo quedar estática en el lugar donde él la lanzaba, como un muerto. Sin embargo habían noches, muy contadas ocasiones en que las fuerzas no la abandonaban y decía lo primero que se le viniera a la cabeza. No buscaba mantener conversación alguna con él, ni tampoco esperar a que le respondiera, sólo tratar de mantenerse cuerda, como queriendo ignorar el dolor que no dejaba de sacudirle el cuerpo.

—No —arrastró sus garras sobre su cintura, Shinoa se estremeció, pero su estado no le permitía hacer nada más que eso—. ¿Por qué debería?

—¿Nunca nada te atormenta? —Volvió a preguntar, la sangre sin dejar de resbalar por sus muslos heridos—. ¿Nada?

Ferid estaba en su mansión esa noche, jugando con los mapas de su estudio y sonriendo como un gato al oírlo hablar con Shinoa. Mika vigilaba el castillo como siempre, todavía debatiéndose sobre si hacer algo o no.

«— ¿Nada? —Víctor y su sonrisa vivaracha le miraron divertido, tomándose el vaso de licor de golpe y golpeándole el brazo con su puño— ¿Sabes de qué yo me arrepiento? No haberme acostado con esa chica linda que vimos en la cantina.

Crowley recordaba haberse reído. Esquivando los intentos de su amigo para que bebiera también.

—Dios te castigará por decir eso.

—Al menos yo soy honesto.

—Yo siempre soy honesto».

«Oh, ¿en serio?»

Shinoa había comenzado a arrastrarse discretamente sobre las sábanas, mordiéndose los labios para evitar soltar algún gemido de dolor.

—Somos vampiros, no humanos —le cogió de la muñeca antes de que se lanzara de la cama, las lágrimas volvían a caer por sus mejillas—. Deberías recordarlo en un futuro.

Finalmente se dio la orden de partir. Mikaela caminó al lado de Krul, como si fuese su sombra o un perro al que le jalaban de una cadena invisible. Crowley arrugó las cejas, divertido y algo familiarizado con la escena. Miró fugazmente a la ciudad destruida antes de subir al avión.

Que ella se fuera había sido lo mejor.

No pertenecía con ellos.

Ni con Mika. Ni con él.

o.o.o.o

Su espalda tocó la pared. Miró a sus lados sin encontrar salida.

Genial, ahora estaba atrapada.

—¿Estás segura que no quieres algo? —Mitsuba se le acercó mucho, los ojos de sus amigos completamente atentos a ella—. Te lo traeré enseguida.

—Seguramente debes tener hambre —Kimizuki no la dejó responder—. Te cocinaré algo.

Yu y Narumi asintieron rápidamente, también ignorándole. Entraron a su cocina para sacar los paquetes de comida que Shinya le envió con algunos soldados y junto con Mitsuba comenzaron a tocar las ollas, inseguros sobre qué hacer, Kimizuki visiblemente molesto porque le quitaran su espacio en la cocina.

—Chicos… —sonrió débilmente, segura de que nadie le prestaba atención—. En serio, no necesito nada.

—Lo sentimos —la mano suave de Yoichi le tocó el hombro, Shinoa no pudo evitar contagiarse de su sonrisa—. Es sólo que te extrañábamos mucho.

Se sintió repentinamente caliente.

—Supongo que una cena no le hace daño a nadie.

Se quedó quieta en una de las sillas, haciendo uno que otro comentario sarcástico para que no se preocuparan por su falta de interés. No podían culparla, claro; seguía bastante aturdida por todo lo que había vivido y le era algo complicado concentrarse en las cosas.

Luego de que Mika la atacara se mantuvo llorando amargamente sobre el pecho de Shinya. Su hermano parecía creer que estaba asustada por lo sucedido y le había acariciado torpemente la espalda, de la misma forma en que alguien preciado hizo por ella cuando era una niña, pero cuyo rostro nunca sería lograr de recordar.

Shinya le besó ligeramente la cabeza al ver que no dejaba de temblar, un suave rubor comenzaba a aflorar en sus mejillas enfermizas al sentir los labios de su hermano presionados en su frente. «Todo estará bien ahora», es lo que repetía. «No dejaré que nadie te vuelva a lastimar».

¡…noa!

Ella siguió sorbiendo por la nariz, quería agradecerle a Shinya por estar con ella, contarle como se sentía su corazón herido en ese momento o lograr decirle algo, lo que sea, pero su garganta estaba trabada y cada vez que quería hablar el único sonido que salía por su boca eran más y más sollozos sin sentido.

¡Shi…!

Entonces ella lo había oído —a medias, pero lo había oído— y se había separado un poco de su hermano, pestañeando un poco al reconocer la voz que no dejaba de llamarla.

—¿Mitsu?

Y ahí estaba, la cabeza rubia de su amiga empujando a la marea de personas frente a ella, gritando su nombre sin cesar.

¡Shinoa!

Shinya la había soltado, una diminuta sonrisa que la impulsaba para irse. Sus piernas aún estaban adoloridas, y estaba segura de que todo el esfuerzo generado haría que tuviera un esguince en su tobillo derecho, pero eso no le impidió correr hasta su amiga. Ambas abalanzándose sobre la otra, sin importarles que el impactó las tumbara al suelo o que eso generara varias miradas molestas a su alrededor.

Mitsuba cerró sus brazos alrededor de su cuello, llorando con las mejillas al rojo vivo, varios brazos más apareciendo para abrazarla también. Podía sentir el calor sofocándola y la sobrecarga de aire caliente comenzar a molestar sus pulmones, pero lo soportó a pesar de las molestias, deseando que el tiempo se detuviera y pudiera quedarse así tanto como le fuese posible.

Encontró a Mamoru luego, Shinya pareció reconocerlo sin necesidad de que se lo describiera mucho, y luego de dirigirle una mirada extraña lo había llevado hasta él. Su brazo estaba roto y la mitad de su cabeza vendada, trató de mantenerse calmado al hablarle, pero cuando mencionó a sus amigos muertos se lanzó a llorar sin control.

—Malditos vampiros —le oyó refunfuñar a Yu, bastante identificado con lo que Mamoru pasaba—. ¿Recuerdas cómo eran?

—Se llaman Lacus y René —creyó ver a Yoichi tensarse a su lado, pero al darle una mirada rápida estaba calmado—. Les entretiene matar niños.

—¿Qué? —El niño movió la cabeza, su único ojo libre le miraba sorprendido—, pero si ellos no—

Mamoru se percató de su cuello desnudo, las heridas eran visibles a causa de la rotura de su ropa, Shinoa las cubrió tan rápido como pudo, pero el lugar cayó en un silencio aterrador.

—Tu amigo el vampiro trató de ayudarnos —murmuró al final, agachando la cabeza, Yu se sorprendió por la mención de Mika—. Pero… no logró salvarlos.

Quiso llevarse a Mamoru con ella, pero Shinya le advirtió de forma rápida que no sería una buena idea, no ahora si quería que se mantuviese a salvo. Le aseguró que estaría mejor sin ella y Mamoru lo aceptó sin reclamo, asintiendo débilmente al escucharla prometerle que lo vería pronto.

Después todo pasó de forma sumamente rápida.

Los aviones los llevaron de nuevo a las bases y fueron recibidos entre aplausos y admiración de los humanos que los esperaban. Los gritos de triunfo de los soldados y un discurso de Kureto fue suficiente para disipar el tumulto de personas; varios equipos médicos aparecieron para terminar de atender a todos y antes de que se diera cuenta Guren estaba a su lado y la arrastraba a ver al doctor de su familia, insatisfecho con las vendas y medicamentos que le habían puesto encima.

Sus amigos fueron obligados a esperar en su apartamento, Shinya les prometió que la llevaría con ellos luego de su revisión. No obstante Guren le ordenó ir a informar a Kureto primero y Shinya no se pudo negar.

Así fue como terminó sola en la habitación de emergencias, con un desconocido examinándole el cuerpo con aparatos fríos y escribiendo un montón de cosas en su libreta, con Guren esperando afuera como su única compañía.

Era muy buena para ignorar las miradas cortantes que muchos solían lanzarle, pero que el doctor no dejara de mirarla con lástima la comenzaba a poner nerviosa. Y claro, que saliera del cuarto para hablar con Guren en lugar de ella, que era la afectada, la hizo enojar totalmente.

Sin embargo cuando él entró y se quedó en profundo silencio, creyó que el doctor había tomado la decisión correcta.

—¿Y… qué dice el doctor?

Guren probablemente prefirió hacer que el hombre fuera a atender a alguien más, o lo despidió, no lo sabía, todo el piso quedó deshabitado, únicamente con la presencia de ambos. Shinoa balanceó sus pies desde su posición sentada sobre la camilla, Guren se recostó contra la pared, con una carpeta en sus manos que debía ser su historial médico.

—Los resultados aún no están, pero lo más posible es que tengas anemia.

Shinoa suspiró.

—Asombroso.

—También tienes un esguince en tu tobillo y en tu muñeca, curaran rápido pero no podrás moverte mucho por un par de días. Sin mencionar que has bajado mucho de peso —le dio una mirada larga a su cuerpo—. Estás muy flaca.

—Tú siempre sabes que decir a las mujeres, Guren.

—Lo sé, es un don.

La broma no la hizo sonreír y Guren se cruzó de brazos con un suspiro, lucía culpable. Shinoa se cubrió más con la manta que le habían dado, aún no podía cambiarse de ropa.

—Tienes muchas marcas de rasgaduras —su voz era dura, pero no sabía si era con ella o con él—, están por todo tu cuerpo, muchas no curaran… y tus dedos, ¿qué rayos les pasó? El doctor dijo que parecía que te habían metido clavos, es un milagro que el hueso no tuviera daños.

No dijo nada.

—Shinya me dijo que llevabas la capa de un vampiro.

—De Mika… —respondió, mirando a otro lado—. La familia de Yu.

—¿Él te lastimó?

—¿Le dirás eso a Yu?

—Lo más probable —su cuerpo sufrió una sacudida—. Trató de asesinarte, Shinya lo vio. Además ocasionó un derrumbe en frente de la salida. Varios de nuestros soldados murieron por no salir a tiempo.

—Eso lo hace un enemigo, ¿no?

—Lo hace —afirmó—. Aunque ya lo era. Nuestras tropas lo recuerdan por la vez que secuestró a Yu y muchos aseguran haberlo visto asesinar a varios niños en la ciudad. Además tenemos a los sobrevivientes del derrumbe para ser nuestros testigos. Entonces, ¿te lastimó?

¿Testigos? Shi se movió ansioso en su interior, alertándola. ¿…Para… asegurar que no tuve nada que ver con un vampiro?

—… ¿Qué quieres que diga?

—Necesito que lo digas —la mirada de Guren era tremendamente seria—. ¿Él te lastimó?

No. No exactamente.

—…Sí —Guren asintió, satisfecho con su respuesta. Le entregó una paleta de los estantes, parecía querer cambiar de tema, pero Shi seguía sin calmarse y eso no la dejaba tranquila. «Hay algo más que no te está diciendo»—. ¿Debería decir algo más?

—No —se cogió una paleta para él—. Me ocuparé del resto, estarás fuera de servicio por un par de semanas. Tomate ese tiempo para ti.

—¿Y qué se supone que haga?

—No lo sé, atormenta gente o algo.

Shinoa entrecerró los ojos, Guren miraba intencionalmente a su reloj y a la puerta. Shinya debía ir a recogerla pronto, así que ya no tenía necesidad de seguir con ella.

—¿No dirás nada más? Y yo que creí que te disculparías por ser un atrevido y manosearme en medio de la batalla.

Tuvo la dicha de verlo atragantarse con el caramelo.

—Yo no… —sus ojos parecieron entender lo que decía, sus manos se restregaron el rostro antes de atreverse a mirarla—. No… quise hacerlo.

—Creí que lo mantenías controlado.

—Lo tengo controlado —declaró—. Pero no iba a dejar que Kureto fuese solo, y alguien debía cuidar de la hermana de Kimizuki.

—¿Llamas a eso cuidar?

—Sabes a lo que me refiero —le vio coger otra paleta—. Yu trató de usar su serafín una vez para ayudarla, incluso trataron de hacerla despertar cuando estaba en ese estado, pero nada da resultado. Se mantiene en coma cuando el serafín no se activa y ahora Kimizuki es el único que la puede ver.

—¿Por qué mi padre le permite verla? Nunca planeó ayudarla.

—Probablemente quiso mostrarle que no podía hacer nada. Además Yu ahora es un tipo de héroe dentro de las bases —parecía recordar algo que le generaba dolor de cabeza—. Han visto su poder al manejar al serafín, si ayuda a Kimizuki varios se irían en contra de tu padre. Tenri prefiere mantener controlado a Kimizuki para que no haga nada.

Su amigo prefería seguir siendo utilizado por su padre a que su hermana muriera. Shinoa apretó los labios, no podía imaginarse lo que debía sentir al verla ser manipulada una y otra vez.

—¿Y qué hay de ti? ¿A ti también te usaran?

—¿Preocupada por mi?

—Quiero saber si necesito buscar otro jefe.

Guren sonrió.

—No me dejaré manipular tan fácil, aprenderé a usar a mi demonio —revisó distraídamente su carpeta—. Además seré considerado una amenaza si voy matando humanos por ahí.

Matando humanos.

Ahí lo notó.

—No vi… no vi a los sirvientes.

—¿Sirvientes?

—Los sirvientes humanos —su respiración se volvió irregular, Guren pareció preocupado—. He visto algunos chicos de mi edad, pero había muchos en Sanguinem, cientos de ellos ¿por qué no los vi…? ¿Dónde estaban…? ¿Dónde están?

La visión de Guren se oscureció.

—La misión era rescatar a los niños.

No podía ser cierto.

—Los dejaron morir —se alejó de la mano de Guren—. ¡Los dejaron morir a todos!

—Salvamos a muchos —detuvo con facilidad el golpe que estaba por propinarle—. Shinoa… —ella siguió tratando de golpearlo—, Shinoa cálmate.

Mentiroso. Y ella quería gritárselo a la cara, todavía sacudiéndose para que dejara de cogerla de los brazos y pudiera herirlo como quería. Fue Shi quien le advirtió que se detuviera, percatándose de que Guren se acercaba a una de las jeringas que estaban al lado de la camilla.

«¿Quieres ser drogada de nuevo?».

Se quedó quieta, levantando automáticamente las manos para que Guren soltara la aguja. Le vio dudar durante varios segundos que le detuvieron dolorosamente la respiración, mas logró respirar tranquilizarse al verle alejar la inyección. Guren la dejó ir lentamente, percibiendo el miedo que los ojos de Shinoa trataban de ocultar.

—¿Ellos…?

—No quiero seguir hablando.

Le miró durante más tiempo, concediéndole su pedido al final.

—Shinya y yo te acompañaremos mañana con Kureto —le informó, abriendo la puerta para irse—. Te preguntará sobre las cosas que pasaste, si no quieres decir algo sólo míranos y moveremos el tema. Tenri quizás tenga una reunión personal contigo en un par de días, pero será algo muy rápido, trataré de estar contigo ese día.

Más reuniones familiares. Hurra.

Pero hablando de familia.

—Guren… ¿Podrías conseguirme un libro?

Le vio alzar una ceja.

—¿Un libro?

Ella asintió, ignorando el ceño fruncido que le lanzó cuando le dijo el nombre.

—¿No es donde la protagonista muere al final?

Sonrió ácidamente.

—Queda a interpretación del lector.

Shinoa suspiró por lo bajo al sobarse su mano herida, ya bañada y con su pijama de jirafas puesta. Guren no le hizo preguntas sobre sus quemaduras y se preguntó si él también pasaba por lo mismo. Si su demonio —su hermana— lo amonestaba al cometer algún error y lo castigaba al igual que Shi hacía con ella.

Volvió a fingir una sonrisa al oír a Narumi. Quería prestar verdadera atención a sus amigos, pero necesitaba hablar con Shi de todas las cosas que habían pasadoy siendo honesta consigo misma, tampoco estaba muy segura de querer estar con ellos ahora. A pesar de que todos la trataban de la misma forma que siempre, se sentía como una total extraña con ellos.

Esperaba que eso desapareciera en un futuro, de verdad lo hacía.

Su paladar estuvo agradecido al tocar la comida de Kimizuki, y eso de algún modo le dio fuerzas para asentir sin que el cuerpo le temblara. Escuchó atentamente a Yoichi contarle de sus misiones y a Mitsuba disculparse incontables veces porque ahora fuese: "El escuadrón de Mitsuba", sonrojándose cuando Shinoa le cogió las manos y le dijo con sinceridad lo orgullosa que estaba por ella.

Le hablaron de los problemas que el demonio de Yu les había dado y de cómo lograron adentrarse a la ciudad por el descuido de los soldados que trataban de retenerlos. Al final sus amigos quejándose de cómo eso no impidió que todos trataran a Yu de manera especial ahora, su último privilegio al mantener los baños del cuartel sólo para él porque los soldados tenían miedo de que los hiciera explotar algún día.

—¿Por qué también el baño de mujeres queda vacío?

—El idiota también consiguió oír a grandes distancias —Mitsuba se puso algo colorada—. Y el baño de mujeres esta cerca al de varones, todas quisimos prevenir algo incómodo.

—Ya les dije que no oiré nada —se quejó Yu, peleándose con Kimizuki por el último pedazo de carne—. Pero nadie me escucha.

—La pubertad te llegará, Yu.

Narumi se cubrió de las agresiones inofensivas de Yu y todos sus amigos se rieron de él. Shinoa también sonreía, pero encogiéndose un poco en su asiento al ver que nadie la miraba, una mueca en su rostro.

Fue Yoichi quien se dio cuenta de su cansancio. Sugirió amablemente que fuera a dormir mientras ellos ordenaban todo y Shinoa sonrió agradecida al caminar despacio a su habitación, negándose a tener que usar muletas por una ligera torcedura. Aunque no logró ni subirse a su cama cuando sus amigos entraron también, cinco futones apretados alrededor de su cama apareciendo en cuestión de minutos.

Trató que se fueran al decir que Yu todavía se orinaba en la cama, pero todos únicamente alejaron sus futones de él, y luego de un par de miradas molestas de Yu, terminó aceptando que se quedaran. Un poco incómoda de que todos parecieran familiarizados con su habitación. Sabía que tuvieron que entrar en los pasados meses para limpiar, pero se le hacía muy… extraño.

—Espero que no trataran de revisar mis cajones, pervertidos.

Kimizuki se encogió de hombros.

—Mitsuba no nos dejó.

Su amiga le palmeó el hombro.

—Tu honra sigue segura.

Oh, ella los amaba.

Aparentó dormirse al caer sobre su cama, dedicándose a escuchar como todos dormían. No muy segura de si hacerlo también fuese buena idea. Temía que despertara gritando y que sus amigos, asustados por su bienestar, se lo contaran a Guren. Su hermano la llevó hasta su apartamento con una sonrisa conciliadora, pero le advirtió por lo bajo que debía tratar de pasar desapercibida el mayor tiempo posible, que no hiciera nada que llamara la atención de Kureto, en especial la de Guren.

—Ya no es él mismo —le oyó decir entre sonrisas falsas—. Traté de ir por ti cuando estuvimos en Sanguinem, pero cuando Guren me vio me amenazó de ejecutarme si no regresaba. Y cuando volvimos a vernos pareció olvidar todo eso.

—¿Está perdiendo la memoria?

—No lo sé, quizás, pero lo mejor es que te mantengas alejada de él, no trates de hacer que se fije en ti. No puedo ayudarte si Kureto le deja hacer todo lo que quiere.

El rechinar de su cama la sobresaltó, sorprendida de encontrar a Mitsuba escabulléndose hasta ella, con una diminuta sonrisa que pudo vislumbrar entre las sombras y el mismo guiño exagerado que Shinoa le daba al hacer una travesura. Su amiga se movió muy cerca suyo, podía sentir el calor irradiar de su cuerpo y se sintió extrañamente tranquila cuando entrelazó sus dedos con los de ella para después cerrar los ojos. «Duerme». Le oyó decir a Shi. «Ellos no te delatarían, lo sabes».

Durmió, o algo así. Ni bien cerró los ojos ya se encontraba en otro sitio, en ese mundo ficticio que existía solamente para ella. Shi volaba como siempre, el vacío infinito a espalda de ambos y el agua tibia tocando sus tobillos. El ojo de su demonio la miraba sin decir nada, esperando a que fuese ella quien dijese la primera palabra.

—Le pertenecías a Mahiru.

—Lo hacía.

—Nunca me lo dijiste.

—Nunca preguntaste.

—Yo soy la que hace los comentarios retóricos en nuestra relación Shi—dijo con molestia.

—¿Tenemos una relación?

—Claro, tú eres la esposa, y yo la amante.

Su demonio pareció suspirar de una forma exhausta, como un anciano agotado por la vida.

—Creí que querías preguntarme algo.

—Lo hago —se miró las manos, en la ilusión sus dedos estaban normales, su cuerpo estaba normal, limpio y sano, al igual que la última vez que se vieron—. Nací contigo, ¿no? Mi madre… ¿Quién era ella? ¿Estaba poseída por ti? ¿La mataste? ¿…Tú enloqueciste a Mahiru?

—Tu madre fue la víctima de un experimento —su voz sonaba endurecida al revelarlo, como si estuviese contando un mal recuerdo—, sabes que es mejor no saber lo qué le pasó en el embarazo. Murió al darte a luz, y yo me aferré a lo único que quedaba con vida, tú.

Tomó un profundo respiro antes de volver a indagar, nunca le había gustado llorar frente a Shi. Su demonio no se aprovechaba de su debilidad como cualquier otro haría, más sentía que lo decepcionaba un poco al mostrarse así de indefensa con él.

—¿Qué hay de mi hermana?

Shinoa siempre se había jactado de la tremenda confianza que tenía con su demonio, de lo mucho que lo conocía y la forma en que su vínculo era mayor y mucho más fuerte que la de cualquier otro contratista. Creía que al saber sus verdaderos sentimientos comprendía lo que sentía por su hermana y era su motivo para mostrarle imágenes de ella y la razón por la que la escuchaba atentamente por horas al parlotear inocentemente sobre Mahiru. No obstante, ahora que lo podía ver con detenimiento, ahora que ambos estaban débiles y fatigados por la lucha, lograba verlo de una forma distinta a la usual, mucho más clara a la que alguna vez tuvo. Shi parecía, no estaba agotado de oír el nombre de Mahiru, como… como si… ¿no le agradara?

—Ella ya tenía sus propios problemas. El demonio que tuvo no era precisamente amigable, la atormentaba siempre que podía y se alimentaba de sus temores. Luego me tomó en su cuerpo y no pudo mantener a dos demonios con ella.

¿Eso no significaba…?

—¿Entonces la enloqueciste?

—No la ayudé a mantenerse cuerda, si a eso te refieres —si tuviera hombros juraría que estaría encogiéndose casualmente con ellos. Shinoa no sabía si debía molestarse por eso o no—. Nunca me gustó tu hermana, mucho menos cuando me obligó a meterme en una llave que encontró y limitó mis poderes.

Extrañamente no se sintió molesta por la forma en que se expresaba, sabía además que Shi tampoco se disculparía por hacerlo. Prefirió mantenerse calmada, podría pensar más en el odio que todos parecían tenerle a su familia otra noche en que no estuviera con los nervios alterados.

—… Eso, eso que le hiciste a Chess, ¿Cómo…?

—Por mucho que odiara a tu hermana era muy fuerte —oh vaya, odiar. Shinoa miró a otro sitio, un poco abochornada, imaginándose la tortura que debió ser para su demonio oírla hablar de Mahiru durante años—. Mi poder puede matarte, por eso me convirtió en una simple arma de defensa. Pero al mantenerme tan alejado de ti sin hacer lo que Mahiru me ordenó, comencé a liberarme de las ataduras que me dejó.

Se quedó pensativa al oír su declaración. Mahiru había querido protegerla, y le agradecía profundamente que lo hubiese intentado, pero al hacerlo lo único que provocó fue que tuviera una menor oportunidad de batalla contra los progenitores.

—¿Significa que ahora tengo súper fuerza? Me sentía muy rápida al usarte.

—No la tienes —Shinoa se desanimó—, y debes ser cuidadosa al usarme de ese modo, mi poder tiene un límite y cuando se acaba me vuelvo inútil —recordó lo pesada que su guadaña se volvió al atacar a Lest, lo agotada que se sintió cuando Mika la cargaba hasta la salida de la ciudad—. Puedo llegar a acortar tu vida más rápido de lo que crees, tienes suerte de no haberte matado hoy. Mañana despertarás como si te hubieran lanzado de un quinto piso.

—Como que esto del dolor comienza ser muy usual en mi cuerpo.

—Acostúmbrate —le dijo—, se hará peor con el tiempo.

Maravilloso. En serio maravilloso.

—¿Por qué no mataste a Crowley? —Se encogió ante la mirada de su demonio. Shinoa tampoco lo sabía, ni siquiera entendía por qué dejó a Chess vivir. Ella sólo se había sentido como una niña asustada y con ganas de escapar de todo—. Lo harás la próxima vez que te los encuentres. No dejarás que escapen de nuevo.

Lo que Shi dijo era una orden, una afirmación de lo que pasaría en un futuro no tan lejano. Su demonio odiaba a los progenitores mucho más de lo pudo hacer alguna vez con su hermana y estaba segura de que si flaqueaba de nuevo, Shi usaría su cuerpo para hacerlo por sí mismo.

—¿No me preguntarás por qué no ataqué a Mika?

—Los dos ya tenemos respuesta para eso.

La sensación de llanto volvió.

—¿Qué hay de Guren? —Inquirió, sin ganas de llevar a Mika a su conversación—. Estoy segura de que era Mahiru la que me hablaba en Sanguinem, y no el demonio. ¿Ella está… atrapada ahí?

—Es difícil decirlo. Puedo sentir la presencia de Guren porque tiene cierta esencia de Mahiru en él. Pero nada más.

Shinoa se sintió frustrada, ¿cómo se suponía que viera a Guren ahora? ¿Debía darle algún tipo de saludo de hermana esperando a que Mahiru contestara? ¿Debía asustarse si se lo devolvía?

—Dejaron morir a los humanos que vivían en las mansiones —farfulló, luego de un repentino silencio, el eco que generaba el lugar le ocasionaba un vacío en el estómago—. Lo hicieron a propósito.

—…Tú sabes quién fue.

Lo sabía, pero ciertamente quería estar equivocada. No le había dejado de dar vueltas a ese asunto mientras sonreía al hablar con sus amigos y la revelación de las cosas sólo le pondría más peso a sus hombros.

—Guren, Mahiru, ambos —su respiración se detuvo al ver a su demonio asentir, la culpa carcomiéndola de a poco—. Algunos me conocían, y Ferid me hizo caminar por la ciudad. Los niños tienen mucha menos posibilidad de reconocerme, pero alguien de mi edad me acusaría de traidora o le revelaría del interés de los progenitores a mi hermano para obtener algún beneficio.

—Y no es bueno que ni él ni tú padre lo sepan.

Le dolía la cabeza, y aguantarse las ganas de llorar sólo lo empeoraba. A Kureto y a su padre no le convenían traer a más humanos que no podían alimentar y prefirieron dejar que Guren —Mahiru— hiciera el trabajo sucio mientras ellos se llevaban la gloria a pesar de no haber aniquilado a ningún progenitor y sólo lograran salvar a algunos cuántos niños moribundos.

Y ahora ella debía cargar con esa responsabilidad.

—¿No puedes darme al menos alguna buena noticia?

Su gigantesca garra le tocó la frente por un momento.

—No dejaré que tengas pesadillas.

Bufó, pero quiso ser positiva y conformarse con eso. Tendría mucho tiempo libre ahora, ¿no? se la pasaría durmiendo la mayor parte del tiempo y si Shi la ayudaba a no soñar con alguien tratando de descuartizarla podría vivir con eso.

Aunque todavía tenía un pequeño bicho de curiosidad que seguía molestándola.

Shi… si Mahiru no te hubiera sacado de mi cuerpo, ¿habrías hecho que yo enloquezca? ¿Me habrías utilizado al igual que su demonio hizo con ella?

Si tuviera dientes —dientes normales que ella pudiera ver—, seguramente se los habría mostrado al sonreír.

—Nunca lo sabremos, ¿no?

Algo le dijo que era mejor no saberlo. Nunca.

Los dos no tuvieron más necesidad de estar juntos, Shi cumplió lo prometido y su sueño fue únicamente interrumpido cuando sus ojos se abrieron y vieron la luz clara de la mañana iluminando desde su ventana.

Aunque la tranquilidad duró muy poco. Sus músculos aullaron al segundo en que se alejó del agarre de Mitsuba, y tuvo que contener el grito desgarrador que por poco se le escapó de la boca. Shi no había exagerado ni un poco con ella, se sentía como en el infierno; como si le hubiesen arrancado la piel y arrojado kilos de sal encima de su carne. Su demonio parecía estar sufriendo tanto como ella y no pudo detenerla a pesar de advertirle que se lastimaría de una forma que podría tardar demasiado tiempo en recuperar.

Shinoa ignoró todos los avisos de Shi y dejó su voz apagada en su interior, poniéndose de pie a pesar de sentir fuego consumiéndole las piernas. Casi se cayó dos veces al tratar de caminar, y maldijo varias veces en voz baja. No logró acostumbrarse al dolor, pero eso no le impidió seguir moviéndose hasta salir de su apartamento.

El cielo ya era claro, pero los pasadizos estaban limpios, todo en mortal silencio. La soledad que tenía era de cierta forma relajante y aunque la corriente fría y su estado actual le provocarían terminar enferma y delirando por la fiebre dentro de unas horas, le gustó la forma en que el aire tocaba su rostro y sacudía su cabello.

—¿No puedes dormir?

—Ya dormí suficiente —respondió sin voltear, pegándose al balcón y mirando distraídamente al cielo—. Podrías dejar de mirarme así. No voy a saltar.

Yu se vio algo avergonzado, pero terminó recostándose a su lado, su espalda contra la pequeña pared y sus manos metidas en los bolsillos de su pijama. El viento desordenando su cabello rebelde le recordaba un poco a la forma en que Mika lo tenía luego de levantarse perezosamente de su cama.

—Yo saltaría por ti si lo hicieras —pudo ver el aire escapar de su boca—. No te harías daño.

—¿Gracias?

—De nada.

Sonrió aunque no quiso, dándole un ligero golpe a su hombro con su mano.

—Sé que quieren preguntarme por lo que pasé —tocó inconscientemente una de sus cicatrices—, pero aún no sé cómo se lo diré a Kureto, o a mi padre. Todo me parece muy irreal ahora, ¿sabes? Todo está siendo… muy extraño para mí.

—No tienes que decirnos si no quieres. Sólo queremos que estés bien —Yu la miraba preocupado, sin embargo sus ojos tenían la usual firmeza que los caracterizaba—. Pero te prometo que no dejaré escapar al vampiro que te hizo esto, yo mismo lo mataré cuando lo vea.

Shinoa prefirió no responder, cuando a Yu se le metía algo en la cabeza era imposible hacer que lo olvidara. No sabía lo que había vivido en los pasados meses y lo mejor era que él y sus amigos se mantuvieron por siempre en la ignorancia.

—Oh, mierda.

—¿Qué? ¿Te orinaste en los pantalones?

Shinoa ladeó ligeramente la cabeza, intrigada de que Yu no dejase de palmearse los bolsillos y no se molestara de su burla como haría en cualquier otra ocasión.

—Aquí esta —le tendió algo—. Te lo iba a dar antes, pero como todos estaban ocupados contigo preferí dártelo después. Casi se me olvida, lo siento.

Shinoa lo recibió con los ojos entrecerrados. Los bordes familiares parecieron raspar su piel, el usual sonido de las manecillas dándole la bienvenida cuando la frialdad de la cadena centelleó entre sus dedos.

Era su reloj de cumpleaños.

—Oh —parpadeó un momento, aspirando aire con fuerza, su ánimo cayendo en picada—. Gracias —dijo fuera de sí.

Yu no pareció notar su cambio. En realidad, él mismo se veía algo triste, casi tan nostálgico como ella debería estar ahora si no fuese porque estaba perdida en el pozo de sus recuerdos.

—Ya son casi las seis.

—… ¿Tienes algo qué hacer? —preguntó distraída, las palabras sólo saliendo automáticamente de su boca. El reloj apretado dolorosamente contra su pecho.

—No, es sólo… es que es primero de Mayo.

—¿Qué hay con eso?

—Es… —hizo una ligera mueca—, es el cumpleaños de Mika.

Eso se sintió peor que una bofetada. Peor que todos los golpes que le propinaron o la humillación que sintió durante meses. Se lanzó a llorar sin control alguno, cubriéndose el rostro con las manos cuando sus sollozos se hicieron más fuertes y las lágrimas se sentían pesadas sobre su rostro.

Yu saltó ante su reacción y su cuerpo tembló al tratar de ayudarla, la escuchó balbucear frases que no lograba entender y lo único que pudo hacer fue abrazarla y sostenerla con fuerza cuando las piernas ya no lograban aguantarla y el sufrimiento imparable del que Shi le había advertido la golpeaba al igual que un tsunami.

—No me gustas —le había dicho Mika una noche, de forma rápida y atropellada, reteniendo el aire dentro de su boca de manera graciosa, sus hombros rígidos por haberlo dicho de una forma tan inusual. Ambos estaban sentados al lado del otro, juntos en la soledad de su pequeña casa de madera, la luz de la lámpara iluminando la habitación—. Nunca vas a gustarme… nunca.

Y Shinoa rió con eso. Con las mejillas algo tibias al mirar la vergüenza en el rostro de Mika.

—Tu tampoco me gustas Mika.

Ese era su pequeño juego privado, que nació producto del aburrimiento y como algo pasajero para matar el tiempo. Ninguno lograba recordar quién lo había creado y preferían dedicarse a decir las cosas que no sentían como parte del juego y de sus reglas inventadas. Era entretenido la mayor parte del tiempo, y siempre terminaban riendo por lo que se enteraban del otro, pero luego de esa noche decidieron dejar el juego atrás y ninguno se atrevió a hablar sobre eso de nuevo; todo guardado como un bonito secreto entre ambos.

Que tonta había sido.

El frío pareció comenzar a azotarle su menudo cuerpo, su corazón sufriendo con cada latido que pasaba. Hasta que la negrura finalmente se la llevó con sus crueles garras, y ella pudo olvidarse de todo por un instante.

o.o.o.o

Fin.

(Este capítulo es tan largo que duele D': )

Como siempre, miles de gracias a todos los que siguieron esta historia, ya sea dejando review, favorito, follow o en el anonimato, en serio muchas, muchas gracias :'D son los que me animaron a terminar toda esta locura. Aún no puedo creer que esto sería solo una historia de cuatro capítulos.

Volviendo a editar todo recordé lo mucho que disfruté escribiendo esto, muchas cosas cambiaron de mi idea original y creo que en el proceso aprendí a escribir un poco mejor lol.

Si bien no tuve ideas de una secuela hubieron ciertas cosas que quise escribir sobre lo que pasó después, pero creo que un final medio abierto quedó mejor.

Yo sufrí con eso, ahora ustedes lo hacen. Ja.

No pero en serio, gracias por leer.

Ann.