Disclaimer: todos los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto.

N/A: Cada capítulo estará basado en una canción coreana, porque realmente me inspiran. El primer capítulo lo escribí escuchando Leave – Park Bo Young. La letra es preciosa, y se adapta súper bien a lo que quise plasmar.


La brecha en el olvido

Capítulo I


«A veces dicen que olvidar es bueno, yo creo poder hacerlo, sin embargo…»

—Leave.


Sinceramente, sólo con ella llegaba a pensar que había un «siempre juntos», y le gustaba creer que sería así.

Tal vez les esperaba toda la vida por delante, no tenían más que veintidós años, estaba recién graduados y con una boda por delante, pero aún así, creía que podía amarla toda la vida, quería que fuera la única mujer con la que se despertara a su lado en las mañanas.

La amaba de una forma sincera; le gustaba cuando ponía distraídamente su cabello detrás de su oreja, cuando lo miraba como si fuera lo más brillante del mundo, adoraba sus risas nerviosas y sonrojos exagerados.

La adoraba como el bello ser humano que era, siempre bondadosa y llena de gentileza.

Si alguna vez le hubieran dicho que estaría siendo arrasado por el amor, jamás lo creería, por lo menos no él, quien solía ser bastante idiota cuando de eso se trataba, pero Hinata le ayudaba a conocer otros lados de sí mismo, emociones que creía que estaban escondidas. Sin ella, probablemente la Universidad jamás hubiera sido lo mismo.

—¿Naruto-kun? —su voz le llegó a los oídos como una suave brisa veraniega.

—Eh, ¿qué decías? —dijo, avergonzado al saber que no había escuchado ni una sola palabra.

Hinata lo miró con esos grandes ojos perlados.

—¿Sucede algo? —hizo a un lado la revista de vestidos de novia que traía en las manos.

También, amaba cuando se preocupaba así por él.

—No, nada, sólo pensaba.

—¿En qué? —respondió curiosa.

Naruto sonrió.

—Que podría estar toda la vida contigo —dijo.

Sabía que cuando decía palabras así de profundas, Hinata reaccionaba de una manera bastante curiosa: se sonrojaba, y volteaba a todas partes, en un vano intento de quitarse la vergüenza.

—Y-yo también —cerró los ojos, ruborizada—, p-probablemente querré a Naruto-kun toda mi vida.

Quería abrazarla en ese momento, muy fuerte.

—Esas palabras tienen un gran peso. Entonces, si algún día me pasara algo, ¿me olvidarías? —preguntó curioso.

La pelinegra abrió los ojos asustada.

—¡N-no digas eso! —apretó los labios—. NUNCA repitas algo así.

Naruto se rascó la nunca avergonzado.

—Era sólo una pregunta, no te pongas así… —iba a decir algo más, pero ella lo tomó fuertemente de las manos, obligándolo a verlo a los ojos.

—Si algún día, por cualquier razón desaparecieras de mi lado, jamás, jamás podría olvidarte, estás fuertemente grabado en mi corazón —le puso una mano sobre su pecho—, y nadie, nunca de los nunca me va a arrancar eso.

¿Ya había dicho que la amaba, cierto? Miles de mariposas revoloteaban en el estómago de Naruto, como si aún fuera aún un adolescente. Un leve rubor cubrió sus marcas de nacimiento.

—¡Yo también, jamás te olvidaría! —declaró—, de veras. ¡Es una promesa! —apretó fuertemente su pequeña mano.

Hinata lo observó algo pasmada, pero luego le sonrió, porque eran pocas las veces en que el rubio y ella tenían ese tipo de conversaciones llenas de sentimientos, y porque se alegraba inmensamente de saber que era preciada para alguien.

—Es una promesa.

Se sonrieron uno al otro, y después juntaron sus frentes, en un acto de cariño, que también simbolizaba el sello de una promesa que esperaban jamás cumplir.

Porque la vida les sonreía, estaban comprometidos, y su boda estaba más próxima que nunca.

Sin embargo, el amor eran como una burbuja, nunca sabes cuánto puede durar, o cuándo se puede romper, y a veces, esta lección se aprendía de la peor manera.


Cuando se despertó, no le sorprendió estar bañado en sudor y lágrimas. Era normal tener ese sueño, por lo menos una o dos veces a la semana, y siempre era lo mismo: el recuerdo de su esposa prometiéndole que nunca lo iba a olvidar.

No era un secreto, solía despertarse en la madrugada, con ojos llorosos, gracias a sueños relacionados con ella. No había ni un sólo día, minuto o segundo en que no la recordara, parecía que su olor aún estaba impregnado en la almohada que él abrazaba fuertemente para dormir.

Era como si nunca se hubiera ido. La casa aún estaba decorada tal y cómo ella había querido. Por respeto, o tal vez por miedo a olvidarla.

Pero a decir verdad, estaba cansado, cansado de extrañarla, de sentir un vacío en el corazón que parecía que no se iba a llenar nunca, cansando de no ser totalmente feliz.

Parecía que Hinata se había llevado esa parte de él con ella, y nunca iba a volver.

Se quedó viendo al techo un largo rato, sin pensar en nada, mientras dejaba que su cuerpo se tranquilizara.

Entonces, en medio de la oscuridad, pudo distinguir la fotografía que estaba en la mesita de noche, donde Hinata y él estaban abrazados, sonriendo a la cámara. Ahora que se daba cuenta, esos momentos parecían cada vez más lejanos, y el sólo pensar que en algún momento iban a desaparecer, dolía como el infierno.

Tal vez ya era momento de seguir adelante, aunque se odiara de sólo pensarlo. ¿Tenía que estar triste todo el tiempo ante la mención de su nombre? Siempre la iba a amar, de eso no le cabía duda, sin embargo, ¿por qué no recordarla con una sonrisa, como la maravillosa mujer que fue, la madre de sus hijos, y el amor de su vida?

Por eso, encendió la luz de su recámara, tomó la fotografía, y la guardó en un cajón. Era hora de dejar el pasado atrás.

Lo haría por él, y por sus hijos.


Para Naruto Uzumaki, las mañanas no eran nada fáciles, tenía que levantarse más temprano de lo normal, hacer el desayuno, despertar a sus hijos, vestirlos, y llevarlos a la escuela.

En las familias, normalmente la mujer era quien se hacía cargo de eso, pero desde la muerte de Hinata, él se había tenido que valer por sí mismo. De no saber cocinar ni un solo huevo, aprendió a hacer elaborados desayunos, antes, ni siquiera sabía lavar un plato, ahora cada noche, antes de dormir, limpiaba y dejaba la cocina reluciente.

La vida de un padre viudo, no era nada fácil. Bueno, gracias al cielo siempre tuvo la ayuda de su madre, y su suegra, quienes siempre le echaban una mano cuando tenía un gran problema.

Justo en esos momentos, él y sus dos hijos terminaban el desayuno.

—Ya acabé, papá —dijo el niño de ocho años—, gracias por la comida.

Naruto le sonrió.

—Bien, ve por tu mochila, ya es hora —entonces le dio una mirada rápida a su hija, quien solía comer más despacio—, cariño, ¿ya casi acabas?

Himawari lo miró.

—Ya no quiero, ¿me puedo levantar de la mesa? —dijo con esa voz aguda suya.

—Claro, ve a recoger tus cosas.

La niña asintió, y después se fue escaleras arriba.

Naruto soltó un gran suspiro. Cada día era un poco más cansado que el anterior, agradecía que los niños eran bastante tranquilos y maduros para su edad, bueno, un poco más Himawari, quien era más centrada, sin embargo, Boruto solía ser más cabezota y terco, pero el hombre entendía que era porque fue quien resintió más la muerte de Hinata.

No fue nada fácil quedar viudo, con un niño de cinco años, y una niña de dos. En ese entonces, ni siquiera tuvo tiempo de llorar, se concentró en su trabajo, y pedía ayuda en todas partes sobre la crianza de sus hijos.

Al final, estaba orgulloso de su trabajo, los chiquillos eran fantásticos, y finalmente parecían haber logrado salir adelante.

No tuvo mucho tiempo de llorar, o estar de luto, realmente toda la tristeza siempre la llevaba por dentro.

Soltó un suspiro, y cuando los niños bajaron rápidamente, diciéndole que estaban listos, salieron casi corriendo hacia el coche, puesto que se les hacía tarde.

Sí, así eran todas las mañanas de la familia Uzumaki.


Cuando llegó a la oficina, no le sorprendió estar bañado en sudor. Entre la escuela de los niños, y su casa, se hacían cuarenta minutos, y para llegar a su trabajo, era otra media hora.

Tal vez era el presidente, o lo que sea, pero debía dar el ejemplo, últimamente se le hacía costumbre llegar tarde.

Mientras casi corría a través del gran edificio, los empleados hacían reverencia ante su presencia. Porque Naruto era imponente, a su manera.

Una vez dentro del elevador, tomó una gran bocanada de aire, y miró el reloj que traía en la muñeca, bien, eran las nueve, iba solamente diez minutos tarde. Lo único de lo que estaba agradecido era que su secretaria era bastante eficiente, y le lograba acomodar los horarios si es que tardaba mucho en llegar.

Cuando finalmente se abrieron las puertas del elevador, en el último piso del gran edificio, se sintió más tranquilo, caminó hacia su oficina, no sin antes saludar a su secretaria.

—Te encargo un café —le dijo—, con mucho azúcar.

La mujer asintió.

—De inmediato, Naruto-sama —entonces, recordó algo importante—. Haruno-san está esperándolo dentro de su despacho, discúlpeme si fue una indiscreción dejarla entrar, pero ella fue muy insistente.

El rubio arqueó una ceja, ¿por qué estaría Sakura esperándolo?

—Está bien, Naomi, traes aperitivos, por favor.

Antes de entrar a su oficina, suspiró, ¿qué era tan importante para que su amiga fuera a visitarlo? Normalmente mantenían las distancias cuando de trabajo se trataba. Naruto se preocupó un poco, ¿tal vez algo relacionado con Sasuke, y su visita a Estados Unidos?

Sin pensárselo dos veces, entró, para ser recibido por la mujer de cabellos rosas que tanto conocía.

—¡Naruto! —corrió y le dio un abrazo—, hasta que te dejas ver, no puedo creer que tuve qué venir hasta acá, para poder saludarte.

—Tanto tiempo, Sakura-chan —le dio un corto beso en la mejilla.

Le pidió que se sentara, mientras él hacía lo mismo, aflojándose un poco la corbata.

—Y bien, ¿a qué debo tu visita? —dijo, mirándola con curiosidad.

—¿Debe haber un motivo para que visite a mi buen amigo? —respondió Sakura, mientras cruzaba las piernas.

Naruto río.

—Bueno, no te ofendas Sakura-chan, pero el que te hayas tomado la molestia de venir hasta acá, es sorprendente.

—¡Me ofendes! —frunció el ceño—, lo dices como si me olvidara de las personas.

Se quedaron en silencio, y luego se soltaron a carcajadas. Se conocían de la infancia, y durante la adolescencia tuvieron un corto noviazgo, que no terminó muy bien, pero eso no arruinó la amistad. Cuando Sakura inició una relación con Sasuke, su mejor amigo, Naruto se alegró, se lo merecían, ambos eran buenas personas. De hecho, por ironía de la vida, el rubio conoció a Hinata gracias a la Haruno, puesto que eran amigas, y ella se la presentó, esa era otra cosa de la cual siempre le estaría agradecido.

Ahora que ambos tenían treinta y uno, la vida era un poco más diferente, no eran los mismos chicos jóvenes y sin preocupaciones. Para Naruto, las cosas habían mejorado, heredó la empresa de sus padres, se casó, tuvo dos hijos maravillosos, aunque después lo golpeó la tragedia con la muerte de Hinata, pero de alguna manera se estaba reponiendo.

En cambio, a Sakura la vida parecía sonreírle, era dueña de una agencia de publicidad, tenía una hija, Sarada, y su matrimonio era bastante estable.

Cuando se ponían a pensar en el pasado, solían reírse de lo estúpidos e inmaduros que eran, y de su relación de cinco meses que fue un desastre.

—¿Cuánto teníamos en ese entonces? —preguntó Sakura, mientras tomaba un sorbo a la taza de café que les había traído Naomi—, ¿dieciséis o diecisiete?

Naruto se rascó la nuca.

—Diecisiete, estábamos en segundo año de instituto —río—, vaya, ha pasado tiempo.

—Así es. Sabes, cada que recuerdo nuestra etapa en el instituto, me da nostalgia —suspiró la mujer.

—Entonces, ¿extrañas nuestra relación? —dijo, con deje de picardía.

Sakura enrojeció rápidamente.

—Obviamente no —agitó la mano como restándole importancia—. Ahora que pienso en eso, fue una buena época, ¿verdad?

El hombre asintió.

—Claro, en ese entonces yo pensaba que Sakura-chan era la chica más bonita de la villa —la pelirrosa le dio una mirada curiosa—, ¿qué? Seamos sinceros, en Nanmoku no había tantas chicas.

Y esa era la pura verdad, ambos venían de una pequeña villa al norte de Japón, en la prefectura de Gunma, donde no había más de dos mil personas, era un lugar antiguo, poco poblado, donde la gente sobrevivía de la agricultura.

En aquel entonces, ambos asistían a una pequeña escuela local, donde en el salón sólo había quince chicos, de los cuáles cuatro eran chicas. Para Sakura y Naruto, fue normal gustarse, y tener una breve relación, después de todo se conocían desde que estaban en pañales.

Pero, no fue nada del otro mundo, se dieron su primer beso juntos, se agarraron de las manos y solían pasar las tardes frente al río, hablando de tonterías. Cuando provienes de un lugar tan pequeño, te gusta estar en la confortabilidad, y sentirte en confianza, bueno, a ellos les pasaba lo contrario.

Ambos eran como dos aves, que sólo esperaban el momento adecuado para salir del nido. Cuando pasaron a tercer año, se dieron cuenta que su relación era infantil, y sin sentido, se sentían cómodos al lado del otro, pero sólo eso, no había amor. Cuando Sakura declaró que lo mejor es que fueran amigos de nuevo, Naruto estuvo más que de acuerdo, tenían apenas diecisiete, no se les iba a acabar el mundo.

En ese entonces, el tercer año de instituto inició, y ambos se dieron cuenta que se les estaba acabando el tiempo, y no sabían lo que querían. Si decidían quedarse en el pueblo, nunca iban a prosperar. Por eso se pusieron de acuerdo: irían a la Universidad, específicamente a la de Tokio. Aunque eso se miraba como un sueño demasiado lejano.

Conforme se acercaba la graduación, Naruto convenció a sus papás, para que se mudaran con él, para Sakura, la situación fue diferente, sus padres se mostraron indiferentes, diciéndole que si se iba, no la iban a apoyar, pero a pesar de esto, la chica siguió con sus planes, y terminó mudándose con el rubio y su familia a la capital.

Al final, la Universidad fue la mejor etapa en la vida de esos dos chiquillos pueblerinos, que morían de ganas de salir al mundo. Terminaron enamorándose, para después casarse, y gracias al cielo eran bastante exitosos, cada uno en su ámbito.

—Quién lo diría —comentó Sakura—, tú eres todo un Ingeniero en telecomunicaciones, y tienes esta gran empresa —señaló hacia una pared— y yo me convertí en publicista, hasta tengo mi propia agencia. A veces me pregunto qué dirían mis papás si me vieran.

Naruto asintió.

—Bueno, ya sabes que la empresa, fue fundada por mis papás así que no es todo logro mío —tomó un sorbo de café—. Y, ¿aún no te perdonan? Me sorprende, el viejo Kizashi no era así de rencoroso —dijo, refiriéndose al papá de la mujer.

La pelirrosa se quedó en silencio, mientras suspiraba. Dolía recordar que sus papás no le dirigían la palabra, desde que salió de la villa. Era horrible, saber que les importaban más las costumbres, que su propia hija.

Cuando se graduó, no hubo nadie que la felicitara. Cuando se casó, nadie la acompañó al altar, y el colmo, su propia hija no conocía a sus abuelos, se le estrechaba el corazón cada que Sarada preguntaba sobre su familia materna.

Si no hubiera sido por Sasuke, tal vez ella hubiera terminado rindiéndose, porque la soledad hace estragos con las personas.

—Pues sí, pero tú fuiste quien logró que la empresa fuera tan exitosa, creo que estos ocho años de trabajo, no han sido en vano —sus ojos verdes se entristecieron un poco—. Y sobre mis padres… mamá a veces me llama, pero a escondidas, papá no la deja, aún tengo la esperanza que lo hagan algún día.

Naruto entendía perfectamente los sentimientos de su amiga, al final, aunque pasaran mucho tiempo sin hablarse, el lazo que los unía desde niños siempre estaba ahí.

—Sé que no soy el indicado, después de todo, lo que menos tengo paciencia, pero ten esperanza, Sakura-chan, creo que al final, ellos vendrán a ti —y lo decía con toda sinceridad.

Ella quería pensar que sería así, que tal vez, en algún momento sus padres regresarían y podrían ser todos una familia, que iban a querer a Sarada de inmediato, y conocerían a Sasuke, quien a pesar de su cara de seriedad, era buena persona. Tenía la esperanza de que algún día todos compartirían la misma mesa.

Suspiró, mientras miraba a su amigo de la infancia, en algún momento de su vida éste había sido como una flama brillante, ahora lucía cansado; su mirada azulada estaba apagada, y las arrugas de la edad empezaban a mostrarse alrededor de sus ojos. Ese cabello rubio que alguna vez fue tan llamativo, ahora estaba opaco.

Sólo quedaba la sombra de lo que alguna vez fue.

—Gracias Naruto.

El hombre le sonrió.

—Bueno, dejemos los temas tristes, no me has dicho a qué se debe tu visita.

Sakura se quedó en silencio, mientras trataba de elegir las palabras adecuadas. Tal vez no era su vida, y tampoco le incumbía, sin embargo, dolía ver al Uzumaki de esa manera, como si una sombría tristeza lo cubriera. La gente alrededor se daba cuenta, y él mismo parecía al tanto, pero, si estaba tan mal, ¿por qué no salía del hoyo?

Parecía que olvidaba que todo mundo amaba a Hinata, había sido la mujer más espectacular y admirable que alguna vez ella haya conocido, y a muchos les dolió la pérdida.

Por eso, se había tomado la molestia de ir a visitar a Naruto, y hablar con él, porque nadie quería hacerlo.

—Tal vez esto te parezca inadecuado, y probablemente te molestes conmigo —de repente, la oficina parecía más grande de lo que era—, pero, tenemos qué hablar de tu estado actual.

Naruto arqueó una ceja.

—¿A qué te refieres?

Sakura lo miró fijamente.

—¿Te has visto últimamente en un espejo, Naruto? Pareciera como si te costara incluso respirar. Sabes, yo entiendo que probablemente te sientes así por el trabajo, y los niños, pero seamos sinceros, no es sólo por eso.

No era necesario pararse frente a un espejo para darse cuenta, él mismo estaba al tanto de su apariencia, de sus sentimientos, del cansancio físico y mental que sufría todo el tiempo.

—Ve al punto, Sakura-chan.

—Bien, lo diré: ¿ya fue suficiente, no lo crees? Entiendo que perdiste a Hinata, entiendo que la amabas, lo comprendo, créeme, a mí no me cabe en la cabeza pasar un solo día sin Sasuke-kun a mi lado, pero, ¿no deberías dejarla ir? No te ayudas a ti mismo, ni tampoco a tus niños, ¿acaso no crees que no se dan cuenta de lo triste que eres? Hace días, Himawari-chan le contó a Sarada que cómo le gustaría verte sonreír más seguido, ¿crees que esas son cosas por las cuáles una niña de cinco años debería preocuparse? —su voz sonaba agitada—. Lo que trato de decir, es que, déjala ir, Naruto. Déjala que descanse en paz, ya pasaron tres años, y sé que no ha habido ni un solo momento en que dejaras de pensar en ella. Pero ahora es cuando debes llevar el luto en tu corazón, recordarla con amor, y sonreír cuando pienses en ella, no lucir todo el tiempo con esa mirada tan triste, ¿no lo crees?

Admitía que admiraba ese carácter de Sakura de ser tan directa. Siempre era una mujer que te decía las cosas de frente, y no se andaba con rodeos.

Muchísimas veces fue ella quien le abrió los ojos, y ahora parecía no ser la excepción.

Naruto sintió cómo se le hacía un nudo en la garganta, porque las palabras de la pelirrosa eran tan ciertas, que se le clavaron en el corazón.

—Lo sé —admitió—, tienes razón. Pero es tan difícil Sakura-chan. Cuando miro a Himawari, es como ver a Hinata, se parece tanto a ella, incluso Boruto a veces hace cosas parecidas a su madre, es más, la casa tiene su esencia —por más ridículo que sonara, los ojos se le pusieron brillosos gracias a las lágrimas contenidas—. Yo no puedo olvidarla, se lo prometí.

Sakura lo miró alarmada, sin saber muy qué hacer. Muy pocas veces miraba a su amigo llorar, o si lo hacía, nunca era delante de las personas.

Tímidamente lo tomó de la mano.

—No tienes por qué olvidarla, yo no te estoy diciendo eso —se le hizo un nudo en la garganta—. Lo que trato de hacerte entender es que la dejes descansar en paz, no puedes vivir atormentándote sobre el pasado todo el tiempo.

—Lo dices como si ya hubiera pasado mucho tiempo.

—Tres años, son tres años. Al final, tú eres quien toma las riendas de tu vida, pero —lo miró a los ojos—, te estás consumiendo en el dolor, y a pesar que estás al tanto de esto, no quieres salir adelante.

Naruto suspiró, mientras se tallaba los ojos en un vano intento de limpiar las lágrimas

—Lo he pensado últimamente, aunque no lo creas, no quiero que cada que piense en Hinata, me suceda esto —dijo, refiriéndose a su obvio estado de conmoción—, ni siquiera puedo hablarle a mis hijos de su madre sin poner una cara lamentable, sobre todo Himawari, quien ya hasta evita preguntarme, y, eso no es justo, ¿verdad? En vez de eso, debería platicarles de Hinata hasta cansarme. Por eso, yo… —su voz era más grave de lo normal, y cada palabra que salía de su boca, estaba impregnada de dolor y pérdida—. La dejaré ir.

Y cuando dijo esto, miles recuerdos empezaron a aglomerarse en su mente: la boda, la primera vez que se conocieron, cuando empezaron a salir, el nacimiento de Boruto y Himawari, las sonrisas en las mañanas, los besos robados y las palabras de amor.

Ya se había despedido de ella una vez, cuando cremaron su cuerpo irreconocible, hacerlo por segunda vez dolía igualmente. ¿Por qué dejar descansar en paz a alguien, en vez de hacerte sentir bien, te destruía por completo?

Entendía que la gente moría todo el tiempo, que era el ciclo natural de la vida, ¿pero por qué Hinata tuvo qué hacerlo tan joven? Sólo tenía veintiocho años, tenía mucho por delante. Pero bien decían que nunca sabías cuándo te iba a tocar.

¿Cómo se iba a imaginar él, que su casa se incendiaría, con su esposa adentro? Cuando la explicaron que todo fue producto de una fuga de gas, Naruto no lo creyó, pero al parecer, toda la gente parecía satisfecha con esa respuesta, al final, todo se trató de un accidente, donde la mujer estuvo en el lugar y momento incorrecto.

En aquel momento, cuando él llegó a su casa, al ver todo en llamas, intentó meterse a rescatar a Hinata, pero fue inevitable, el fuego ya había consumido todo, y lo único que ganó, fue una quemadura en su brazo derecho, que iba desde la mano, hasta en antebrazo.

La desesperación que sintió en aquellos momentos fue el sentimiento más horrible que alguna vez experimentó.

Ahora, tres años después, quería buscar incongruencias en el accidente, pero parecía no haberlas, al final, sólo se trataba de su mente buscando excusas para justificar la muerte de la mujer que amaba. Había sido un milagro que sus hijos no se encontraran en casa ese día, parecía que le destino se empeñó en que fuera Hinata quien muriera.

Si Naruto hubiera perdido a toda su familia de un tirón, probablemente él ya no existiría.

Ahora, cada que miraba fuego, entraba en pánico, era algo así como estrés post-traumático, pero no lo podía evitar, el recuerdo de la casa quemándose frente a sus ojos aún estaba al rojo vivo. ¿Alguien si quiera se imaginaba el dolor de saber que tu pareja estaba atrapada adentro, y no podías hacer nada?

¿Cuánto sufrió? ¿Tardó mucho en morir? ¿Cuáles fueron sus últimos pensamientos? Esas preguntas lo atormentaban.

Tal vez ese día temprano, cuando ella lo despidió con una sonrisa antes de irse al trabajo, debió besarla más tiempo, debió decirle que siempre la amaría, que era la mujer más hermosa del mundo, y lo agradecido que estaba por haberle dado dos hijos maravillosos.

Pero no hubo oportunidad.

Quería consolarse, quería pensar que Hinata sabía todo eso, pero, ¿y si no? Nunca fue un hombre que dijera palabras de cariño, no por frío o algo así, si no por pena. Cuando su mujer le expresaba que lo amaba, Naruto simplemente sonreía y la abrazaba, mientras tímidamente le susurraba en la oreja un «yo también»

No sabía qué hacer, parecía que el mundo se le cerraba encima, mientras Sakura lo miraba con pena, como esperando una respuesta, ¿qué debía hacer? ¿Sería capaz de dejarla ir?

Las manos le temblaban, e inevitablemente las lágrimas cubrieron sus mejillas. Realmente era patético. A sus treinta y un años, seguía llorando como un bebé, frente a su mejor amiga.

—Duele como no tienes idea —dijo, derrotado.

Sakura asintió.

—Lo siento tanto, Naruto, lo siento tanto —repetía la pelirrosa.

Pero el hombre no la escuchaba, se dejó llevar por el llanto, por el dolor que llevaba en el alma, mientras el recuerdo de la sonrisa de Hinata parecía implantado en su memoria.

Sólo quedaba un Naruto solitario, perdido y ahogado en problemas, ya no era ni una mínima parte de lo que fue en el pasado, del chico alegre y animado el cual miraba la vida toda de colores, ahora todo parecía gris.

¿Cuántas veces su madre le había dicho que estaba preocupada por él? Incluso la misma Hana Hyuga, su suegra, pocos meses después de la muerte de Hinata, le había pedido que siguiera con su vida, que su hija había sido feliz a su lado.

Pero él nunca escuchó, siempre estuvo renuente a continuar su vida sin ella.

Tres años no parecían suficientes para dejarla ir, tal vez ni con medio siglo bastaría.

La tenía clavada en el corazón, Hinata estaba por todas partes: su amabilidad estaba plasmada en la personalidad de Boruto, y su rostro estaba pintado en Himawari. Se dio cuenta que aún tenía partes de ella a su lado, tal vez se fue, pero le dejó tantos regalos.

Lloró silenciosamente hasta que sintió que la presión en el pecho disminuía, Sakura no le dijo nada, simplemente lo dejó estar.

Cuando Naruto la observó directamente a los ojos, ésta se dio cuenta que él había llegado a una decisión.

—Probablemente tengas razón —su voz estaba rasposa gracias al llanto—, tal vez, tal vez debería dejarla ir.

Sakura asintió, reprimiendo las ganas de abrazarlo.

—Creo que ella hubiera querido que siguieras adelante.

El hombre suspiró, mientras observaba al techo.

—¿Lo crees así? —hablaba más para sí mismo—, ¿realmente crees que no me odiará por continuar adelante, sin ella?

—Sabes que Hinata nunca haría eso, desde donde esté, ha de estar orgullosa de ti.

No recibió respuesta.

—Le fallaré por segunda vez —dijo Naruto, como si estuviera confesando un crimen—, cuando decidí empezar a salir con Miho me sentí demasiado culpable, pero, creía que todo sería más fácil, y lo ha sido, los niños se llevan bien con ella, lo cual me da gusto, y también, se ha portado bastante comprensible. Es una buena mujer, le tengo cariño.

—Pero no la amas.

—No —respondió inmediatamente—. Este medio año ha sido más tranquilo desde que Miho ha estado conmigo, Boruto parece más feliz, y Himawari ya no es tan callada, creo que de alguna manera necesitaban la presencia de una mujer en sus vidas, pero, suelo torturarme pensando que estoy haciendo mal, que ellos ya tienen una madre, no necesitan otra, y luego está la propia Miho, quien siempre parece esperar algo de mí —suspiró—, es horrible Sakura-chan, no poder querer a alguien que se lo merece.

La mujer escuchaba atentamente. Conocía a Miho Yamanaka, era prima de Ino, una amiga tanto de ella, como de Naruto, la habían conocido hacía dos años atrás, cuando llegó a la empresa del rubio a pedir trabajo. Tenía veinticuatro años, era joven, dulce y entusiasta, se notaba a leguas que sentía más que una admiración por el Uzumaki.

De alguna u otra forma se dieron las cosas, que seis meses atrás, Naruto anunció que había empezado una relación con ella. Las reacciones fueron diversas, por una parte, estuvieron los que se ofendieron, como Kiba y Tenten, amigos cercanos de Hinata, quienes creía que estaba pisoteando su recuerdo, y por otro lado, los que lo apoyaron, como la misma familia de la Hyuga, entre otros, quienes decían que ya era tiempo que rehiciera su vida.

—No es como si te fueras a casar con ella, aparte, Miho siempre supo cómo estaba todo, Ino siempre le planteó las cosas con claridad. Todos sabemos que el lugar de Hinata es intocable, tus hijos también lo saben, después de todo es su madre, y también, ¿qué querías? ¿Quedarte solo toda la vida? Boruto y Himawari-chan en algún momento van a crecer y rehacer sus vidas, para irse de tu lado, es el ciclo de la vida.

Naruto lo sabía, pero, ¿por qué no dejaba de sentir que traicionaba a su esposa?

—Siento que si la dejo ir esta vez, realmente le estaré fallando para siempre. Si es que me llega a perdonar el que salgo con alguien más —apretó los puños—, porque, si yo hubiera estado en el lugar de Hinata, me molestaría, no me gustaría saber que continuó su vida sin mí, es egoísta, ¿verdad, Sakura-chan?

—Te sientes culpable —dijo Sakura—. Pero seamos sinceros, todos sabemos que sales con Miho porque te ayuda con los niños, que le diste una oportunidad porque te sientes solo, y que probablemente a veces te arrepientes, pero no tienes el valor para retractarte, porque diste tu palabra, ¿no es cierto? Si te sientes así, no estás traicionando a nadie realmente, porque tu corazón aún está con Hinata, ¿verdad? No te estoy diciendo que te quedes con Miho, o que te cases con alguien más, al final, puedes hacer de tu vida lo que quieras, lo único que te pido, es que veles por ti mismo, y trates de recuperarte, porque estás lastimando a todos los que nos preocupamos por ti —lo miró fijamente a los ojos—. Por eso, perdónate a ti mismo, y podrás ser libre.

Esas últimas palabras de Sakura, hicieron eco en su mente una y otra vez, «perdónate a ti mismo, y podrás ser libre», ¿realmente era así?

—Gracias, Sakura-chan —le sonrió tristemente—, por tratar de ayudarme. Yo… creo que intentaré cambiar, y dejar descansar en paz a Hinata finalmente. Les hablaré a mis hijos sobre ella, y arreglaré mi situación con Miho, ¿está bien comenzar por ahí?

La mujer asintió, al borde de las lágrimas, y sonriéndole orgullosa.

—Nunca es tarde para retomar el camino de regreso, Naruto. Estoy segura que Hinata también querría lo mismo.

Naruto cerró los ojos, mientras tomaba una gran bocanada de aire, preparándose por el largo camino que le esperaba.

Realmente quería pensar que estaba tomando la decisión correcta.

—Ojalá que así sea —dijo, con un nudo en la garganta, y viendo al techo, como si de alguna manera pudiera atravesarlo, y llegar observar directamente al cielo, para decirle a Hinata, que siempre la llevaría en el corazón.


—¿Debería elegir este vestido? —la chica sonreía—, ¿o tal vez éste? —dijo, tomando otra prenda del perchero.

Ino la observaba con aburrimiento.

—Creo que cualquiera estaría bien, Miho

La aludida hizo una mueca.

—No, no puede ser cualquiera —su entusiasmo disminuyó notablemente, mientras dejaba los vestidos sobre una mesita—. Es la primera vez Naruto-san me invita a una cena como su novia oficial.

Ino era una mujer centrada, madura y odiaba meterse en la vida de los demás. Tal vez en algún momento de su adolescencia fue enamoradiza y superficial, pero a estas alturas, eso ya estaba atrás, sin embargo, al mirar a su prima tan emocionada, le recordó a sí misma, cuando creía que el amor era fácil, que con sólo querer a alguien más, todo es felicidad.

Ahora que estaba sola, con un matrimonio fallido a sus espaldas, y con un hijo qué cuidar, entendía que la vida daba muchas vueltas. Tal vez su prima no lo miraba de ese modo, tenía apenas veinticuatro, y estaba recién iniciando su vida adulta, pero la Yamanaka sabía que todo cambiaba en un segundo, y ella estaba de testigo. Antes, cuando estaba en la Universidad y conoció a Sai, creía que estarían juntos por siempre, que el futuro les sonreía, pero ahora, muy apenas y se dirigían la palabra, y si llegaban a entablar una conversación, era sólo por Inojin, el hijo de ambos.

Cuando creces, te conviertes a algo muy distinto de lo que tanto soñabas cuando eras joven.

Por eso quería bajarla de la nube, hacerla que pusiera los pies en la tierra, independientemente de si tenía anhelos o no. había cosas que por más que las desearas, nunca serían tuyas.

—Miho, sabes… —dijo, mientras las palabras se aglomeraban en su boca.

—¿Sí? —respondió la chica.

Antes de decir algo más, observó a Miho, quien la miraba expectante: cabello corto hasta la barbilla, y de color rubio, parecido al de ella.

—¿Has pensado en lo que estás haciendo? —se recargó sobre la pared, con los brazos cruzados—. Me preocupo por ti, por las cosas que estás haciendo. A veces, pienso que fue una mala decisión haberte llevado a la empresa de Naruto, para que te contrataran.

Miho fijó sus ojos castaños en su prima, sin creer lo que estaba escuchando.

—¿P-por qué dices eso?

Ino suspiró.

—¿Qué estás tratando de hacer? Mírate, tienes un futuro por delante, ¿por qué desperdiciar tu tiempo con alguien que no te quiere como esperas? —dijo seria—. Naruto es un gran hombre, una persona digna de admiración, es capaz de sacrificarse a sí mismo por los demás, por eso, ¿vas a desperdiciar tu tiempo cuidando los hijos de alguien más?

—N-no es así —los ojos de la Yamanaka menor se llenaron de lágrimas—, no es un desperdicio de tiempo, Ino-chan. Realmente me gusta cuidar de Boruto-kun y Himawari-chan, yo…

—Nada. Lo sabes mejor que nadie, ¿no es así? Esos niños sólo te ven como un reemplazo momentáneo de su madre, ¿qué harás cuando Naruto se dé cuenta de lo que está haciendo? Al final, hay siete años entre ustedes, y aunque creas que no es la gran cosa, lo es —suspiró—. Lo que trato de decirte, es que, aún te queda mucho por vivir, no desperdicies tu tiempo con alguien que ni siquiera te quiere.

La otra rubia se quedó en silencio ante las palabras de Ino. Quería darle una respuesta, pero no podía emitir palabra, y sabía el por qué: su prima tenía razón. Aunque se animaba a sí misma todo el tiempo, diciéndose que el Uzumaki con la convivencia del día a día, la amaría, sabía que no era cierto.

Pero, si era así, ¿por qué Naruto le pidió que saliera con él? ¿Por qué? Cuando Miho le dijo que lo amaba, él lucía bastante sorprendido e incómodo, ella no esperaba una respuesta, sabía su pasado.

Lo admiraba, era una persona muy capaz, se desempeñaba excelentemente en el trabajo, y todos los empleados lo respetaban. Cuando llegó a la empresa, no pudo evitar quedar embelesada al verlo: alto, rubio, y una mirada azulada que te dejaba sin aliento.

Todo eso fue dos años atrás.

Ahora, ella se sentía feliz, habían sido los seis meses más bonitos de su vida, él siempre la trataba con cariño, la llevaba a comer o a su casa, pasaban horas platicando, pero nada más. No había un "te quiero", muy pocas veces se tocaban, parecían más dos buenos amigos pasando el rato, que una pareja.

Mas Miho era paciente, o eso pensaba. Se decía todo el tiempo "sólo aguanta", pero ya estaba cansada, de Naruto, de no ser correspondida, de esperar con ansiedad que la llame, o que míseramente la volteara a ver.

Nunca iba a pasar, el hombre vivía atormentado por el recuerdo de su esposa, y la verdad, eso dolía, sabía que nunca sería amada de esa manera.

Con los ojos llorosos observó fijamente a Ino.

—Lo sé —susurró—, sé que nunca me va a querer, sé que sólo estoy aferrada a algo inexistente, ¿pero cómo lo dejo de amar? No es tan fácil, Ino-chan. Y…, aunque me digan que soy una tonta por tener esperanzas, sé que Naruto-san me quiere, tal vez no como espero, pero me quiere, porque si no fuera así, ¿crees que se tomaría la molestia de salir conmigo? No es una persona que juegue con los sentimientos de los demás —un suave sollozó salió de su garganta—, a-además, yo nunca he intentado ocupar el lugar de su esposa, sé que eso sería imposible. ¿Sabes? Todos los días, cuando llego a esa casa, lo primero que me topo son miles de fotos de Hinata-san, por todas partes, el mismo Naruto sólo habla de ella todo el tiempo, incluso Boruto-kun. Estoy acostumbrada, y aunque duele, sabía en lo que me metía.

—Miho… —dijo Ino, sorprendida ante su confesión.

—No espero ser su esposa, tampoco la madre de sus hijos, pero quiero ser su compañera, ayudarle. Tú misma dices que Naruto-san es una persona admirable, todos a su alrededor lo sabemos, por eso es fácil quedar cautivada por él, por eso, yo —su voz estaba llena de decisión—, esperaré, esperaré a que me quiera, a que venga a mi lado por sí mismo, sin que tenga yo que buscarlo.

Hubo un silencio sepulcral entre ellas. La respiración agitada de Miho, contra la confusión en el rostro de Ino.

¿Por qué? ¿Por qué aferrarse a algo que no podía hacer? Pensaba la mayor. Si ella se hubiera aferrado a Sai, ¿tal vez seguirían casados? ¿Se dio por vencida muy fácil?

Un amargo sabor le llenó la boca, sabor a decepción y pérdida.

Porque no luchó, no quiso esperar, no quiso aferrarse a algo que parecía roto. Ahora la duda le carcomía, ¿si ambos hubieran puesto de su parte, el matrimonio se hubiera salvado?

Preguntas, preguntas, miles de preguntas, pocas respuestas.

Se sintió derrotada, y soltó un suspiro, cansada.

—Entonces, ¿vas a esperarlo? —preguntó.

Miho asintió.

—Sí, no hay prisa —dijo convencida—, tengo todo el tiempo del mundo para que se enamore de mí, ¿verdad?

Ino la miró con cariño.

—Eres una gran chica, Miho. Espero realmente que lo que quieres se cumpla.

Recibió una sonrisa por respuesta, dando la conversación por terminada.

—Entonces, Ino-chan, ¿qué vestido debería elegir? —dijo la menor, mientras tomaba de nuevo los vestidos que estaban sobre la mesa.

—El verde, ¿tal vez?

Y mientras Miho comparaba las prendas, la Yamanaka la miró con angustia, ¿en qué terminaría todo eso?

Esperaba que nadie saliera lastimado, al final, todos vivían de acuerdo a las decisiones que tomaban, aunque no fueran las mejores.


El sol de agosto estaba en su apogeo, pero a la gente parecía no afectarle. Los hombres trabajaban en los sembradíos de arroz, mientras algunas mujeres simplemente se sentaban afuera de sus casas, buscando algo de refugio bajo los árboles. Sólo se podía escuchar los gritos de alegría de los niños que jugaban en los caminos de tierra, y el cantar de las aves.

Era un pueblo pequeño, ubicado en una de las islas a las fueras de Tokio, el día a día de la gente se resumía a en trabajar. En ese lugar lo más importante era la convivencia y la familia.

—¿Sí que hace calor, verdad? —dijo una anciana.

—Lo sé, y parece que va a estar así el resto de mes —le contestó otra, mientras se llevaba una mano a la frente—, me pregunto si lloverá.

—Quién sabe.

Ambas suspiraron, mientras seguían haciendo su labor: limpiar arroz, y si no se daban prisa, se haría de noche, aún quedaba todo un costal de granos esperándolas.

—Oye, Sanda —preguntó la anciana—, ¿ya viste lo que está haciendo?

La aludida la miró sin entender.

—¿A qué te refieres, Kano?

—Mírala. Es Saki de nuevo —dijo, señalando a una chica de cabello negro que miraba a la nada, abrazando sus rodillas—. Tiene la mirada perdida.

La que se llamaba Sanda, una mujer en sus sesentas, soltó un suspiro cansado.

—Siempre lo hace, sobre todo a esta hora —se limpió las manos en el delantal—, si no la sacas del trance, se queda en esa posición.

—Vaya —dijo resignada Kano, la otra mujer de la tercera edad, que llevaba toda su vida en ese pueblo.

Sanda y ella se conocían desde siempre, primero fueron compañeras de escuela, luego vecinas, y ahora estaban emparentadas, puesto que dos de sus hijos se habían casado.

En una villa tan pequeña, situaciones como esas eran comunes, y sobre todo, la gente mayor abundaba.

Los jóvenes preferían irse lejos a estudiar, o buscar un futuro mejor, dejando a sus viejos padres atrás. Ahora quedaban pocos niños y adolescentes.

—¿Recuerdas cuando la recogiste? —preguntó Kano. El rostro de Saki, cuando llegó a la aldea, aún estaba fresco en su memoria.

—Sí…. —Sanda hizo una cara triste—, nunca vi a una mujer tan lastimada en mi vida.

—Pobre chica, es muy bonita, a pesar de todas esas cicatrices que tiene en el cuerpo.

—Sí —respondió la otra—, ¿pero sabes qué es peor, Kano?

—¿Qué?

—No recordar nada —la anciana llamada Sanda se limpió unas lágrimas—. Ves el rostro de esa niña, y es tan triste. No saber de dónde vienes, cómo llegaste aquí, qué te pasó.

Kano se quedó callada un momento, mientras le echaba un vistazo de nuevo a Saki, quien seguía en la misma posición. Todo mundo pensaba que parecía un ángel, con su largo cabello negro que casi le llegaba a la cintura, y la piel blanca que contrastaba con éste, sin embargo, lo más llamativo, eran sus ojos, parecían dos lagunas de color lavanda.

—Nadie espera encontrar a una mujer llena de quemaduras a un lado de un río, ¿verdad? —el rostro lleno de dolor de Saki lo tenía clavado en la memoria, así como su cuerpo lleno de llagas—. Quien sea que haya lastimado a esa pobre chica, merece el infierno, Sanda. Si no la hubieras acogido en tu casa, tal vez habría muerto. Mírala ahora, las cicatrices que tiene son mínimas, e incluso le diste un nombre. No puede ser más afortunada.

Al escuchar las palabras de su vieja amiga, Sanda asintió.

—Estos tres años han sido difíciles, sentí como si estuviera cuidado a una niña de nuevo. Saki no sabía hacer nada. Pero ahora que la veo así de hermosa y recuperada, me siento como una madre orgullosa, ¿sabes?

—Estoy segura que Saki también te ve de esa manera.

—¿Lo crees?

—Claro, a pesar de que nunca recupera la memoria, o no sepa de donde viene, creo que sabe que aquí siempre tendrá una familia.

La otra anciana asintió.

—A esta edad, ya no nos queda mucho por hacer, sólo esperar a que la muerte venga por nosotros. Después de que murió mi esposo, y mis hijos se fueron a la capital, quedé muy sola. Pero ahora que tengo a Saki conmigo, no me siento más así —sonrió—. Sin embargo, estoy segura que debe tener una familia, un verdadero nombre, gente que la extraña, y debo ayudar a que la encuentren.

Kano abrió los ojos sorprendida.

—¿A qué te refieres?

—Creo que tal vez debería ir a la capital, y llevarla a la comisaría o algo así, tal vez está desaparecida.

Ambas se quedaron en silencio, y no dijeron nada más.

¿Qué era lo correcto? Sanda aún no entendía muy bien por qué después de tres años sentía la necesidad de ayudar a quien había llamado Saki, a buscar su hogar.

Pero ahora parecía el momento correcto.

Y lo reafirmó aún más, al ver que la chica, quien seguía mirando a la nada, tenía los ojos llenos de lágrimas.


Hola, hola.

¿Qué tal? Tanto tiempo, lo sé, bueno, más de un mes, pero, esta es la razón. Sé que no debería publicar nada, y enfocarme en "Avanzar", pero realmente no lo pude evitar.

Tenía la necesidad de escribir algo hiperdramático-familiar. Y creo que el resultado es placentero.

Como ven, metí muchos personajes originales, y aunque tal vez puede resultar molesto, es divertido escribirlo, puedo ponerles la personalidad que más se acople a la historia. También, creo que no es necesario decirlo, pero es un fanfic Naruhina, aunque ahorita no lo parezca, todo a su tiempo.

Por otra parte, ¿fue un inicio intenso? Lo pensé mucho antes de publicarlo, porque no es algo que esté acostumbrada a escribir, de hecho, mi idea original era un fanfic escolar, dulce y cómico, pero ya ven, las cosas nunca salen en lo que uno piensa.

No sé cuándo publicaré la continuación, o la longitud del fic, aunque no creo que se alargue mucho, porque mi primera prioridad es "Avanzar", pero trataré de no tardarme mucho para escribir el segundo capítulo

Cambiando de tema, les cuento que me hice una página de Facebook, porque me encantaría estar en contacto con ustedes, y platicar, también estaré publicando cosas de mis fanfics, y así. Me pueden buscar como Lollipoop, o Facebook lollipoopNH, me encantaría verlos por allá.

Bueno, creo que es todo, ¿les gustó, no les gustó? Déjame tu opinión en un review, que me encanta leerlos y saber qué piensan, es la mejor retribución para un fanficker.

Eso es todo, gracias por leer.

Lolli.

06/02/16