Y ya se que esto no se hace, que esta mal, que es inmoral, que primero debería terminar mis compromisos pendientes, pero… ¡HOOOOOOOLA, GENTE HERMOSA, PUCHUNGUITOS DE MI CORAZÓN!
Oh, no, no ven mal… esta chica loca y tarada acaba de subir una nueva creación de su endemoniada mente. ¡Recién sacadito del horno! Calentito como pan del domingo.
¿De qué va esto?...
Bueno…
Vayamos a algún remoto lugar del mundo. No es China, no es Japón, no es ningún lugar que conozcan. Vayamos a un mundo donde los tigres y los pandas son enemigos por un viejo conflicto tan antiguo que ni el tiempo mismo podría recordarlo…. A un mundo donde una pequeña tigresa de bengala y un pequeño panda, una tarde, se dieron la mano… sin saber que tomaban las manos del enemigo….
¡Y allí nos quedamos!
Un mundo donde la Luna es diosa de los secretos y las mentiras. Donde el Dios de la Muerte y la Diosa de la Vida son enamorados separados por la Guardiana de los Secretos.
¡Y a leer!
Pd. Hija de Humo y Hueso no tiene nada que ver con esta loca idea… ¡Nada! ((¡Mentira!))
Prólogo.
Él creía en la Diosa de la Vida.
Ella rezaba al Dios de la Muerte.
Y juntos veneraron a La Luna, guardiana de los más oscuros secretos.
Esa noche la Luna, guardiana de los secretos del mundo, no estaba presente para contemplar el milagro.
El cielo era un solo manto oscuro, plagado por las miles de estrellas, como pequeños puntitos de luz suspendidos en medio de la nada. Allí, donde su figura redonda y amarillenta debería estar, solo quedaba un espacio en negro. Una zona oscura. Un hueco entre los miles de millones de puntitos de luz.
Cosas pasan cuando la guardiana Luna no mira al mundo… y esa noche pasó. Esa noche, a espaldas de la Luna, la aldea de los tigres y la aldea de los pandas festejó el nacimiento de los primogénitos de sus respectivos líderes.
Akame, matriarca de los tigres, dio a luz a una niña.
Aiko, quinta esposa del líder de la aldea de los pandas, dio a luz al primer hijo varón de su señor.
Las llamas de la hoguera eran tan altas que parecían lamer el cielo nocturno.
Tigres con el cuerpo cubierto de pintura negra danzaron alrededor de las llamas, agradeciendo a su Dios por haber devuelta aquella alma joven y fuerte al mundo.
Solo las mejores frutas fueron llevadas al templo. Las más dulces y maduras.
Hembras de panda se vistieron con sus mejores prendas blancas para llevar sus ofrendas al templo de la Diosa de la Vida, pidiendo su protección para aquel nuevo niño que llegaba a ellos.
Ambas aldeas se regocijaron en el nacimiento de sus futuros líderes… pero ninguna miró al cielo esa noche.
Porque cuando Luna da la espalda al mundo, cosas pasan… y esa noche cosas pasaron.
Ambas madres dieron a luz antes de tiempo. Ambas criaturas vinieron al mundo al mismo tiempo y el primer maullido de vida de la cría felina se mezcló con el lejano llanto del osezno. Esa noche, el líder de la aldea de los pandas tomó en brazos a su primer hijo varón y parado en el balcón más alto de su hogar, lo alzó a la vista de todo su pueblo, al mismo tiempo que el esposo de la matriarca de los tigres tomaba a su primogénita en brazos y trazaba una cruz negra en su frente, dándole la bienvenida a su alma al mundo.
Esa noche, la matriarca de los tigres susurró el nombre de su primogénita al mismo tiempo que el líder de los pandas anunciaba a su pueblo el nombre de su primer varón.
Y tal vez, en ese momento, nadie lo supiera. Ni el adivino más sabio, ni el mago más astuto tuvo manera de saberlo. Porque ¿qué era un nacimiento más? ¿Qué podía significar que dos niños nacieran al mismo tiempo? Niños nacían a todo momento y en todo el mundo. ¿Qué podía importar aquella casualidad en dos aldeas enemigas, cuyo odio se remontaba al inicio de sus tiempos?
Pero significaba mucho. Porque aquellas vidas que llegan juntas al mundo, juntas han de irse.