Capítulo 12.

Picnic.


Bulma estaba muy nerviosa. La última vez que había mirado el móvil ya eran las doce y cinco minutos y allí estaba, sola y sin escuchar en la lejanía ningún ruido de motor que le indicara que Vegeta ya estaba de camino.

¿Y si no se presentaba? ¿Qué haría?

Inhaló profundamente e intentó relajarse. Él siempre llegaba tarde, era algo inherente a su persona. Simplemente debía aguardar y él llegaría.

A y veinte después volvió a mirar el móvil y comprobó que no tenía ningún mensaje de él diciéndole que llegaría tarde. Había decidido darle plantón, era la única explicación. Aún habiéndole dicho que lo esperaría allí, sola, él no se había dignado ni tan siquiera a mandarle un mensaje para decirle que, definitivamente, no aceptaba su invitación y que no quería volver a oír nada de ella.

'No, no pienses así' Se dijo. 'Vendrá, estoy segura'.

Como los pies comenzaban a dolerle, fue hasta el mirador y se tumbó sobre la colcha que había extendido en el suelo, al abrigo del murete. Un par de velas encendidas dentro de unos farolillos le daban una luminosidad dorada a la escena y en una cesta de picnic aguardaba la cena que había traído para ambos.

Suspiró sonoramente.

Él no iba a darle una nueva oportunidad, probablemente porque no se la merecía.

'Eres tonta' Se insultó a sí misma.

Comenzaba a refrescar y se alegró de llevar una chaqueta larga con la que podía abrigarse. Se tumbó de lado sobre la colcha, con la espalda apoyada en el muro. Era la una de la madrugada y allí seguía, sin nadie. Fijó la vista en la llamita de la vela que tenía más cerca y la contempló bailar y danzar al ritmo de una suave brisa que se colaba por los cristales del farolillo.

Él no se iba a presentar.

Una mano acarició de pronto su mejilla y Bulma parpadeó, confusa y desorientada. Vegeta acababa de materializarse a su lado, no sabía muy bien cómo, y le sonreía como si la encontrara encantadora.

—¿Qué…? —Bulma se llevó la mano a la comisura de su boca, donde notaba cierta humedad.

—Te has quedado durmiendo.

¡Oh, Kami, aquéllo que se estaba limpiando era baba! Se había quedado durmiendo mientras lo esperaba y no se había dado cuenta de que llegaba.

—¿Qué… qué hora es? —Preguntó confusa.

—Las dos y media.

—¿Las dos y media?

—Sí, lo siento. Llegó un grupo numeroso para una cena a última hora y mi padre tuvo que aceptarlos. Te mandé un mensaje para decirte que dejáramos nuestra charla para otro día pero no contestaste.

—¿Un mensaje? —Bulma miró su móvil, donde no tenía ninguna notificación—. No me ha llegado nada.

—Lo supuse. Al ver que no respondías pensé que quizá habrías cumplido tu amenaza de quedarte a esperarme aquí y después caí en que aquí arriba no hay cobertura salvo para llamar a emergencias.

Bulma se fijó en la barrita superior de su smartphone y comprobó que Vegeta tenía razón, no tenía ni señal de 3G ni cobertura. Dejó el teléfono a un lado.

—Bueno, pero has venido —Le dijo, mirándole a los ojos y sonriéndole, sinceramente feliz.

—Y tú me has esperado —Él también le dedicó una breve sonrisa—. ¿Pero qué es todo esto, Bulma? No lo entiendo —Interrogó mirando a su alrededor, hacia el bonito y romántico escenario que Bulma había preparado para él.

—Quería que cenáramos juntos.

—Yo ya he cenado. Cuando trabajo, ceno a las ocho —Al ver la decepción en los ojos de ella, añadió —: Pero desde que cené hasta ahora han pasado muchas horas. Creo que podría volver a cenar.

Bulma le dedicó una tímida sonrisa cargada de… ¿Esperanza? Estaba feliz de tenerlo allí y se le notaba, pero aquello no hacía más que desconcertar a Vegeta, cuyo corazón herido le decía a gritos que no debía dejarse llevar por falsas ilusiones. Pese a que por instinto había respondido a la sonrisa femenina con una sonrisa, se puso serio para objetar:

—Pero esto parece una cena romántica, Bulma.

—Y lo es.

Se sostuvieron la mirada durante varios segundos, intentando comprender las implicaciones de aquellas tres simples palabras. Fue ella la que finalmente rompió la unión de sus miradas y lo invitó a sentarse a su lado.

—Tengo un regalo para ti —Le dijo, metiendo la mano en la cesta de picnic y extrayendo un paquete rectangular y fino que le tendió—. Ábrelo.

Vegeta rasgó el papel de regalo con lentitud, como si tuviera miedo a lo que encontraría dentro.

Cuando terminó de abrirlo, se encontró con un portarretratos que enmarcaba una foto de ambos cuando eran niños. Iban sentados en un autobús, camino de una excursión escolar, se pasaban los brazos por los hombros y sonreían tanto que parecía que fueran a salírseles las sonrisas de la boca. No pudo por menos que sonreír.

—Dale la vuelta.

Obedeció a Bulma y por el otro lado se encontró con la foto que le había echado bajo el mar, esa que le había obligado a quitar de Internet.

—Al final te hiciste una copia antes de que la eliminara —Comentó él.

—Lázuli se encargó de descargársela para enseñármela. ¿Te gusta el regalo?

—Sí, ¿Pero qué significa exactamente? No entiendo nada Bulma, y no quiero pensar lo que no es para después llevarme una desilusión.

—Ábrelo —Fue lo único que dijo ella.

—¿Cómo que lo abra?

—Abre el marco y mira lo que hay dentro.

Desconcertado, Vegeta quitó las sujeciones del portarretratos y lo abrió. No sabía qué iba a encontrarse allí, en tan poco espacio, pero en cuanto separó ambas partes supo qué era lo que Bulma deseaba que viera. Había roto por la mitad el contrato de folloamigos y en el revés de la hoja había impreso las fotos que le había regalado. Al mirar por dentro del portarretratos, veía el acuerdo partido por la mitad y tachado con un rotulador negro.

Alzó la cabeza para mirar a Bulma y ella supo que había llegado el momento de hablar, de explicarse, de desnudar su alma ante él como ya había hecho muchas veces con su cuerpo.

—Te conté lo que pensaba del amor, que era una simple ilusión y que no existía de verdad, pero lo cierto es que simplemente me estaba intentando convencer a mí misma. El amor duele y supongo que decidí que si el amor no existía, no podría hacerme daño nunca más. Pero el amor está ahí, llámalo sentimiento, llámalo reacción química, pero no podemos negar su existencia. Lo que te dije en la playa es cierto, cualquier chica podría enamorarse de ti, yo incluida si simplemente dejara que mi corazón sintiera libremente, sin ataduras de mi mente, sin miedo a resultar herida —Bulma cogió la mano de Vegeta y la colocó sobre su corazón—. Cuando me dijiste que llevo gustándote desde antes de entrar en el instituto, que me quieres desde hace tantos años, yo no te contesté porque no sabía qué decirte. Estaba asustada, terriblemente asustada y a la vez… algo se había movido aquí dentro. Empecé a pensar que me gustaría experimentar esa sensación de estar junto a alguien que me ha amado de una manera tan irracional, loca e incomprensible durante años, que me gustaría amar a esa persona, que me encantaría dejar que esa persona me amara a mí… y entonces me di cuenta de que podía hacerlo, que podía amarte y dejar que tú me amaras, que podía creer en el amor —Se detuvo unos largos segundos, mirándolo; se le hizo un nudo en la garganta al ver que él no reaccionaba—. Ahora es cuando tú dices algo, Vegeta.

Él abrió la boca pero la volvió a cerrar sin dejar salir ni una palabra. Despegó su mano del pecho de Bulma y, con gran delicadeza, le rozó la mejilla.

—Ahora soy yo el que está asustado. Esto es un sueño hecho realidad y tengo miedo de despertarme.

—No dejaré que te despiertes de este sueño.

Se inclinó hacia él y le besó suavemente. Vegeta, sin embargo, no estaba para delicadezas. Se sentía rebosante de alegría y la besó con pasión. La soltó justó a tiempo para que pudiera tomar aire.

—Vas a asfixiarme —Se carcajeó ella.

—Dime que esto no es una broma cruel ni un sueño del que me despertaré para encontrarme con la cruda realidad donde tú pasas de mí.

—Nunca más pasaré de ti, Vegeta, nunca más.

Él volvió a besarla y la recostó contra la colcha, acariciándole el rostro, los hombros y los pechos por encima de la ropa. Ella le rodeó el cuello con los brazos y se estremeció al sentir la mano de él en sus muslos desnudos, ascendiendo hacia el corte de la chaqueta que le hacía las veces de vestido.

—¿Qué es esto? —Interrogó Vegeta de pronto, separándose de ella un instante para mirar hacia abajo. Su mano había tocado una tela extraña y al verla bajo la luz de las velas se dio cuenta de que se trataba de una prenda de lana a cuadros.

—Oh, eso —Bulma sonrió de manera provocativa y, lentamente, fue desabrochándose la chaqueta, mostrando una ajustada camisa blanca y una faldita a cuadros—. Un pajarito me contó que te ponían las colegialas.

Vegeta se alzó un poco más para mirarla desde un ángulo mejor.

—Hombre, eso lo dije cuando yo también era un colegial. Aunque viéndote a ti con esa faldita…

—¿Entonces lo he hecho mal, profesor? —Preguntó ella con voz de niñita arrepentida.

Vegeta sonrió un instante y después se puso muy serio.

—Muy mal. Te voy a tener que dar lecciones de cómo se viste una señorita y para eso tendremos que empezar por desnudarte.

—¿Y me dará con la vara, profesor?

—Depende. No si te haces amiga de ella.

Bulma hizo que Vegeta se tumbara boca arriba y se puso a cuatro patas sobre él, descendiendo hacia su entrepierna con mirada provocativa.

—¿Hacerme amiga de ella? —Interrogó acariciando su pene por encima de la tela—. ¿Cómo se hace eso?

—Susurrándole cosas al oído.

Le desabrochó los pantalones y le bajó los calzoncillos lo suficiente como para que su miembro quedara al aire. Tocándole los testículos, posó su lengua en la base del pene y la deslizó hasta la punta con lentitud.

—¿Así?

—Quizá debas metértela en la boca para que te oiga mejor.

Bulma obedeció y se introdujo el pene entre los labios, haciendo una ceñida "o" en torno a la dura y ardiente carne. Con su mano acompañó el movimiento hacia arriba y hacia abajo de su boca.

—¿Así? —Interrogó, buscando la aprobación de su profesor, que no perdía detalle de lo que estaba haciéndole. Siguió bombeando su miembro con la mano, haciéndolo chocar contra sus labios.

—Sí, creo que así le vas a caer muy bien.

Siguió endureciéndole el pene con la lengua y los labios hasta que, tras buscar un preservativo en su cesta del picnic, se lo puso con la boca.

—¿Profesor, puedo presentarle a mi mascota? Es un conejito muy cariñoso.

—Preséntame a quien quieras.

Bulma le pasó una pierna por encima y se sentó sobre él, consiguiendo que el palpitante pene entrara a la primera. Él cerró los ojos y soltó bruscamente el aire de sus pulmones. Bulma ascendió lentamente hasta que notó la punta rozando su entrada y volvió a dejarse caer. Repitió el movimiento varias veces.

—Eres una niña muy mala.

Ella rió mientras comenzaba a cabalgar sobre Vegeta, que llevó las manos hasta el culo femenino, colando sus dedos bajo la tela.

—Ay, Bulmita, vuelves a no llevar bragas. Enseñarte modales me va a llevar mucho tiempo y esfuerzo.

La hizo girar, quedando debajo, y le apoyó las piernas sobre sus hombros. Cuando descendió, la penetración fue profunda e intensa. En la cara de ella se dibujó una mueca, que se repitió con cada nueva embestida.

—¿Te hago daño?

—Tú no pares, Vegeta. No pares nunca

Fin


Holu, capítulo final. Lo sé yo también quería más pero ni modos.

La historia no es mía.

Gracias por sus comentarios y apoyo durante este fic.

Un beso ¡CHAO! :*