¡Holaaaaaaaa personas! Estuve ausente tantísimo tiempo sin traerles nada nuevo. No les voy a mentir, no fue sólo el hecho de que no tuviera chance para escribir, sino también traía un enorme bloqueo de escritor, supongo que algunas personas que escriben también me comprenderán. Pero bueeeeno, al menos por ahora ya pasó y me dediqué a escribir esta bonita historia Gumsall (Entre otras), para la que tengo planeadas muchas cosas. Espero de verdad que disfruten esta historia, denle una oportunidad y les aseguro que les gustará lo mismo que una historia bubbline.
Gracias por todo, personitas. Lean, que esto se los escribo con mucho amor.
Pasen a leer mi otra historia, que es bubblineEn tu memoria. Les va a gustar, yo lo sé. Vayaaaaan.
Nos veremos para la siguiente actualización el fin de semana. Muchos abrazos.
Disclaimer. Los personajes pertenecen a Cartoon Network.
"— Aléjate de mi chica".
Aquellas palabras todavía resonaban dentro de su cabeza ¿Quién se creía ese chico para ponerse de altanero? Como si fuera a intentar algo con su mejor amiga, y para colmo, no era el momento para sus estúpidos celos. Estaban en medio de algo verdaderamente importante; unos bandidos estaban robando a sus dulces ciudadanos y como gobernante no podía permitir que eso sucediera, debía cuidarlos.
Habían pasado tan sólo unos días y ese chico seguía causando más problemas que cualquier otro criminal; comenzaba a odiarlo con todo su ser. Ni siquiera por su novia se tranquilizaba y eso que era ella quien se encargaba de los problemas; si, era el típico chico malo con complejos de superioridad que creía estar por encima de todas las reglas.
Y sus malditas demostraciones de amor en público, eso era lo que más odiaba, como si creyera que alguien se atrevería a quitarle a su novia y quisiera advertir a todos que ella era suya.
Por suerte sabía de buena fuente que hoy no se encontraba cerca del reino por lo que tenía tiempo libre para discutir algunos asuntos con su heroína. La chica a la que más apreciaba en todo el mundo, sin contar a su querida sobrina por supuesto, pero ella era otra historia.
— Necesito que controles un poco a tu novio, Fionna. Me alegra que ya no haya problemas con ladrones, pero es todo gracias al miedo que le tienen a Marshall y para colmo también mis dulces ciudadanos le temen.
— Perdón, Gumball. Él no siempre es así.
— Pues desde que llegó no ha hecho otra cosa que dar problemas.
— Lo sé. Hablaré con él, te lo prometo. —le sonrió.
— Gracias.
— ¿Era todo?
— Si, puedes retirarte.
— Lo veo después, príncipe.
Eso le sacó una sonrisa, sabía que Fionna solía hablarle por su nombre y cuando le decía "príncipe" siempre era a modo de broma. Adoraba a esa niña, siempre sabía cómo hacerlo sonreír en momentos como aquel cuando se encontraba tan preocupado.
Estaba atendiendo algunos asuntos del reino, firmando papeles y esas cosas. Nada fuera de lo normal. Pero por alguna razón no podía concentrarse, y fue peor cuando escuchó gritar a su dulce gente. Salió corriendo de su despacho hacia la calle sólo para ver como un vampiro, que había conocido hace poco pero que ya odiaba con toda el alma, molestaba sin piedad a su gente; esta vez se encontraba en su estado de monstruo asustándolos a todos con la estúpida idea que tenían de que podría comerse su alma. No era que no pudiera hacerlo, pero sabía que lo único que a él le interesaba era causar pánico.
Estaba harto, con o sin Fionna ahí tenía que hacer que esto terminara de una buena vez.
Se acercó hasta él sin importar que estuviera en su forma más horrible. Lo pateo lo más fuerte que pudo hasta que logró hacer voltear a la bestia hacia donde él estaba.
— Tengo que hablar contigo. Vuelve a tu forma vampírica.
— ¿Te intimido? —preguntó con una voz gutural y con una media sonrisa que apenas se veía por su extraña forma.
— Lo único que me provocas es asco. No te entiendo cuando estás así.
El vampirito por fin cambio de forma y flotó frente a él sin quitar su torcida sonrisa; esa que tanto había llegado a odiar Gumball.
— ¿Qué pasa, príncipe? —Preguntó haciendo énfasis en la última palabra. Era obvio que se estaba divirtiendo a costa suya.
— No quiero que vuelvas a acosar a mis ciudadanos.
— Y tú vas a impedírmelo. —dijo rodando los ojos.
— Yo no, pero estoy seguro que a tu novia no le gustara que estés haciendo esto.
— Fionna me conoce y ella me quiere tal y como soy. No sabes nada de ella. —su mirada parecía más dura ahora e incluso había dejado de sonreír.
Rio. No pudo evitarlo, era demasiado divertido que dijera que no la conocía, como si hubiera olvidado que él la había visto crecer; Marshall era sólo un parásito en la vida de la rubia.
— Claro. Yo soy el que no la conoce. —comentó con ironía.
— ¿Eso es todo lo que querías? Tú podrás conocerla desde que nació, pero no puedes decir que la conoces si no la has visto gemir en la cama.
Él era un pacifista, odiaba la violencia en todos los sentidos, por eso es que Fionna era quien se encargaba de las peleas. Pero nunca permitiría que alguien hablara así de su niña, porque para él eso era, su niña.
El vampiro no lo vio venir, por poco se cae del impacto, ahora salía sangre de su labio, que al parecer se encontraba roto. En cuanto se recuperó de su sorpresa volvió a sonreír; tanto tiempo molestándolo y jamás había levantado la voz siquiera. Esto se ponía interesante.
— Mide tus palabras. Estás hablando de la persona que es como mi hermana pequeña. —le reprocho.
— ¿Hermana? Por supuesto, y yo soy uno de tus dulces ¿No?
— Me importa un bledo lo que pienses. Aléjate de mis dulces ciudadanos, es la última vez que te lo digo.
— ¿O qué?
— Te echaré de Aaa. No podrás volver a ver a Fionna.
Marshall se quedó pensando unos minutos, no era qué pensará que realmente ese chico rosa iba a correrlo o que pudiera hacerlo, pero una idea grandiosa había venido a su mente y no pensaba desaprovechar esa oportunidad.
— Hagamos un trato.
Alzó una ceja. — ¿Qué clase de trato?
— Dejaré en paz a tu dulce gente, pero a cambio serás tú quien tendrá que aguantar mis bromas.
— ¿Por qué aceptaría eso? —Se burló.
— Porque de lo contrario les haré la vida tan miserable a tu dulce gente que, aunque terminaras por echarme quedarían con traumas de por vida.
Odiaba a este sujeto.
— ... Bien. Si así los dejaras tranquilos entonces no me queda más que aceptar.
Sonrió. Era una sonrisa de triunfo. Gumball no hizo otra cosa que cruzarse de brazos; una vez más le había ganado, pero al menos no había perdido tanto, después de todo era mejor que lo molestara a él que a sus habitantes.
...
A pesar de que su sobrina era menor que él no pudo evitar hablarle por teléfono para contarle todo. Sabía que estaba ocupada, pero siempre le prestaba algo de tiempo para que se desahogara. Tal vez se viera algo tonto. Él tenía treinta años mientras que ella tenía veinte y aun así era a la única que podía acudir. No iba a ir con Fionna a quejarse de su novio, y mucho menos con sus dulces ciudadanos; Bonnibel era su único consuelo.
— Ya no lo soporto.
— Tranquilo, Gumball. No te dejes vencer.
— ¿Cómo voy a hacer para aguantarlo?
— Te acostumbrarás tanto a tenerlo cerca que cuando menos lo pienses sus bromas no te afectaran en lo absoluto.
— ¿Cómo lo sabes?
Escuchó una leve risa al otro lado de la línea.
— Digamos que tenía un problema similar.
Suspiró profundamente. — Supongo que no tengo más remedio.
— ¿Quieres que vaya a verte? Tal vez pueda ayudarte.
— No te preocupes, tú tienes tus responsabilidades. Estaré bien.
— De acuerdo. Tengo que dejarte, hablamos después, tío Gumball.
— Adiós.
Se sentía un poco mejor. Lo único que debía hacer era aguantarlo, tarde o temprano terminaría por aburrirse de ser tan infantil. No creía que eso fuera a ser pronto, pero prefería no pensar en ello.