Inuyasha y CO., no me pertenecen -por más que he tratado de engañar a Takahashi para que me firme los documentos donde me cede los derechos de autor-.


Regalo para "¡ARDALUS!" por el "Intercambio Navideño 2015-16" del foro Hazme el Amor.


ADVERTENCIA: Rated: "M". Si te ofende o disgusta leer escenas con lemon pues, éste fic no es para ti. Si de todas maneras quieres continuar leyendo, será bajo tu responsabilidad como lector.


Utopía de Amor

Estaba innegablemente enamorada del hombre más fascinante y hermoso que jamás haya conocido. El problema no era él, era su título. ¿Cómo negar un amor tan grande cuando el hombre de tus sueños es tu profesor?


IV


Japón, 2012.

—Es un verdadero honor tenerte como profesor de luchas, Inuyasha. Sé que todo saldrá muy bien.

El joven sonrió y le tendió la mano a la mujer que anteriormente había sido su directora en la preparatoria. —Muchas gracias, de verdad agradezco me haya aceptado sin haberme graduado de la universidad aún.

La mujer sonrió maternalmente y dio unas palmaditas suaves en la mano del muchacho. —No te preocupes por eso, sé que eres responsable y estoy segura que darás lo mejor de ti. Además, todos acá te conocemos, estamos felices de que estés de regreso y ahora como Sensei.

Asintió y agradeció una vez más. Necesitaba el empleo y éste trabajo había caído directo del cielo. Se dio palmadas en el hombro mentalmente por haber decidido practicar luchas desde pequeño y también haber pertenecido al grupo de combate y arquería de la misma preparatoria donde ahora trabajaría, siendo Sensei en el mismo grupo que hacía cinco años lo había cobijado.

Estaría a cargo del grupo de arqueros y de combate cuerpo a cuerpo. Había obtenido varios trofeos en el pasado al luchar para la preparatoria, siendo ganador en casi todos sus enfrentamientos y campeonatos. La directora le dio un recorrido por las ya muy conocidas instalaciones y le dijo que cualquier cosa que pasara fuera de lo normal, se dirigiera a ella. Su primera semana fue muy bien; entre la universidad y las clases de lucha todo fluía muy naturalmente y las cosas habían tomado su lugar muy pronto.

Pero su vida se volvió patas arriba cuando ella apareció.

Cálida, amable, atenta y muy risueña. Con un muy buen ojo para la arquería y buena estudiante. Cuando la vio lanzar la primera flecha, supo que estaba en problemas. La había visto anteriormente, en su primera semana en la preparatoria y ella le había correspondido la mirada, aunque tímidamente ella fue la primera en cortar el contacto, haciéndole una leve reverencia.

Claro, él era un profesor, ella era una alumna.

La primera vez que habló con ella, un mes luego de haber iniciado su trabajo en la preparatoria, sintió un cosquilleo en su estómago, el cual reprimió, reprendiéndose mentalmente por sentir algo más por una chiquilla que encima de todo, era inalcanzable por ser su alumna.

—Tienes que alinear mejor tus tobillos, si están a la misma distancia, tendrás mayor estabilidad. —Le había aconsejado al verla practicar con su arco un día. — ¿Te gustaría entrenar fijamente? Estoy seguro que mejorarás mucho y puedo apostar que ganarías los campeonatos.

Vio el sonrojo en las femeninas mejillas y el irresistible deseo de tocar su rostro se hizo presente. Frunció el ceño y apretó sus puños. Ella le sonrió y asintió. — ¿Usted me entrenará?

Con un gesto serio pero a la vez tranquilo, el oji-dorado asintió. —Verás cómo vas a ser la mejor.

Luego de eso, las prácticas la habían mantenido cerca de él. Ella a veces le llevaba de su almuerzo, hablaban de muchas cosas y descubrió en ella a una jovencita algo tímida, muy sonriente y también muy apegada a su familia y amigos. Pero también muy respetuosa con él. Eso lo hizo mantenerse lejos y aceptar que debía colocar esos sentimientos hacia ella en lo más hondo de sí. No quería que ella tuviera problemas.

.

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Cuatro años eran los que habían pasado y él aún seguía como Sensei del equipo de luchas. La chiquilla que había cautivado su atención era ahora una hermosa jovencita de casi dieciocho años la cual prácticamente lo tenía loco. Sus suaves ademanes al momento de utilizar el arco, la gracilidad con la cual el kimono de arqueros con los implementos necesarios se ajustaba a su cuerpo prácticamente lo hacía querer mandar todo al demonio y besarla como hacía tanto tiempo había querido.

Cuando se había recibido de abogado hacía dos años, la directora le había dado la oportunidad de elegir: irse o quedarse. Él se quedó. Principalmente porque aunque no quisiera aceptarlo, quería estar cerca de ella. Comenzó a cuidarla, a velar por su seguridad. A querer mantenerla a salvo de cada cosa animada o inanimada. Y sobre todo, a querer alejar a todos los estudiantes del género masculino que revoloteaban sobre ella. No podía culparlos, Kagome era hermosa. Su largo cabello azabache, sus expresivos ojos color avellana, sus suaves facciones y su personalidad atrayente la hacían irresistible. Tanto, que hasta él había caído.

La primera vez en la cual se sorprendió de sus propios sentimientos hacia la azabache, había sido cuando ella ganó el campeonato, varios meses antes de su graduación. Ese era un tema que lo mantenía de pésimo humor. Aunque él vivía cerca de ella y velaba porque llegara a salvo a casa –ella no lo sabía-, no le agradaba la idea de no verla diariamente.

La saeta que rompió la tensión en el aire y la dio como ganadora lo hizo sonreír con orgullo. Era la campeona.

La vio dar saltitos de gusto y buscarlo con la mirada. Sus ojos brillantes lo hallaron y en ese momento, supo que ella también sentía algo por él. Colocó sus principios morales como coraza para cuidarla de habladurías y cualquier castigo que pudiera recibir. Por eso se acercó a ella y la felicitó de manera distante, viendo como ella bajaba la mirada. Luego de eso pasaron algunos eventos que ciertamente lo desconcertaron.

Uno de sus alumnos de lucha, con el cual cabe destacar que no tenía muy buena relación, se la pasaba detrás de la joven estudiante. Eso prácticamente lo hacía hervir en celos. Una vez los vio salir a ambos de la universidad y estuvo tentado a ir hacia ellos. Sus nudillos estaban blancos por la presión que ejercía sobre ellos y, cuando Kagome notó su mirada, no pudo hacer más que darse la vuelta y entrar al edificio.

La mirada confundida de la chica lo hizo reprocharse internamente el hecho de no poder ocultar la ira que sentía. A veces deseaba ser un estudiante más, poder acercarse a ella como quería, pero no le era permitido, ahora era su profesor y una relación entre ellos fuera del ámbito escolar, estaba descartada.

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Su hermana había llegado de visita. Tenía casi un año sin verla y extrañaba esas largas charlas que mantenían poniéndose al tanto de sus vidas. Ella tenía su esposo, su hija y un trabajo excelente, pero lejos de la ciudad. A veces se les hacía complicado verse aunque eran los únicos Taishō que quedaran.

—No has cambiado nada, nada. Sigues siendo un adicto a los helados.

Frunció los labios como un niño haciendo puchero. —Es algo que no dejaré nunca.

—Te pondrás gordo.

—Hago mucho ejercicio.

—Te pondrás gordo, Inuyasha.

—No me digas la misma frase dos veces, Kikyō.

La mujer rió suavemente y tomó un poco del batido que ambos compartían. Era como una tradición, comer helado y luego compartir un batido. — ¿Qué te preocupa?

El ambarino alzó una ceja y negó. Su hermana hizo un gesto cansado y roló los y lo miró luego fijamente, incitándolo a hablar. Con un suspiro, el joven profesor decidió contarle. —Hay una… chica…

— ¡Oh! Eso está muy bien.

—No, no lo está. Es una de mis alumnas.

La sonrisa suave que se había formado en los femeninos labios se borró inmediatamente. Kikyō tragó y asintió, comprendiendo la situación. — ¿Es menor de edad, verdad?

—Si. Tiene diecisiete años. — Apoyó su mentón en su mano y evocó el rostro de la jovencita, casi podía percibir su aroma en el aire.

—Estoy segura que todo se solucionará. Es difícil y por lo que veo, te gusta mucho.

El sonrojo cubrió las varoniles mejillas y se irguió en su puesto. —No he dicho que-

—Silencio. Soy mayor que tú, te conozco. —Su mirada se suavizó y posó una mano en la de su hermano, dándole apoyo. —Solamente no te rindas. Si está destinado a ser, será.

Tomó la delicada mano de ella y la apretó amorosamente, agradeciendo su muda compañía. Ambos sonrieron y antes de seguir con la conversación el celular de ella sonó. —Es la niñera, algo debió suceder, dame un momento.

Inuyasha asintió observándola mientras se levantaba y contestaba la llamada. Se sintió de pronto observado y una extraña sensación se instaló en él. Buscó con la mirada y se topó con la almendrada de su alumna. Era ella… Kagome. Lo observaba con un infinito dolor, estaba también mezclado con rabia, sus mejillas sonrojadas la delataban. Inmediatamente evaluó la situación. No, no… ella estaba procesando la escena de manera equivocada, debía… debía aclararle, ¿verdad? O… ¿era mejor dejar todo así? Después de todo, él se suponía no debía explicarle nada.

Antes de preverlo ya estaba siguiéndola fuera de la heladería, sin importarle dejar a su hermana sola. Ella se estaba yendo con la idea errónea. Pero, ¡vaya que esa chica corría rápido! Aunque la siguió y gritó su nombre, ella no le respondió, tampoco pudo hablar con ella.

Después de eso, ella lo evitaba completamente. Y eso lo desesperaba aún más.

Por lo menos, tenía una carta a su favor. Había sido asignado a la clase donde ella estaba como cuidador en un fin de semana de campamento para los que se graduarían. No tenía idea de qué demonios estaba haciendo alegrándose por estar cerca de ella; aunque sabía que no le era indiferente, era más que obvio, sino, ¿Por qué otra razón no le hablaría después de verlo en una heladería en lo que parecía una cita?

La había abordado, ella había tomado las clases de arquería en horario contrario al que él usaba para sus clases. Alegó estar ocupada y que por eso ya no entrenaba con él. No dijo nada, sólo dio la vuelta y se marchó. Luego de eso, su mente era un torbellino entre seguir la vía de la cordura y sensatez y alejarse de ella de una vez y la otra vía de mandar todo al diablo y decirle lo que sentía por ella.

Porque estaba seguro… era mucho más que atracción física.

Cuando habían llegado al campamento, vio a Kōga acercarse a ella y logró escuchar como la invitaba a irse con él, solos. En su cerebro el botón de la ira hizo clic. Casi podía imaginarse despedazándolo si fueran iguales, ambos profesores o ambos alumnos, en su época de estudiante aunque se controlaba mucho, no había sido un santo y había tenido castigos por enviar a la enfermería a más de uno con la nariz rota o algún lado de su cara sangrante.

Le dijo a ella que se marchara y decidió hablar con Kōga… dejarle en claro que no se acercara a ella. —No debería hacer ese tipo de propuestas, Mastsuyama.

—Vamos, Sensei. Es normal que esté enamorado, además Kagome es muy herm-

—Tenga respeto—Lo cortó con el ceño fruncido. Casi sentía la vena en su cuello palpitar. —No quiero verlo cerca de Higurashi el resto del campamento. ¿Entendido?

El joven de azulina mirada tensó la mandíbula. —Si, Sensei. —Dijo entre dientes.

Inuyasha sabía que Kōga no era de hacerles mucho caso a los profesores, pero con él era con el Sensei que menos se llevaba. El joven casi lo igualaba en porte, alto, atlético y con mucha fuerza, era el mejor en el equipo de luchas y… estaba interesado en Kagome. Eso bastaba para hacerlo perder sus papeles. Le había costado aceptar lo que sentía por ella, le había costado pasar el tiempo sin conversar con la chica, sin verla entrenar y sin escuchar su risa y constantes quejidos molestos cuando se enojaba.

Cuando ya había caído la tarde, se dirigía a la cabaña donde ella estaba para poder irse a la bodega a buscar algunos vegetales para la cena. La vio recostada en la pared de madera de la cabaña y sintió deseos de correr y besarla como sabía nunca la habían besado. Vestía un conjunto deportivo rosa y negro, su figura era un deleite, el azabache cabello ondulado aún se notaba húmedo por el reciente baño y enmarcaba suavemente su rostro y su piel blanca era una invitación irrefrenable.

Metió las manos en sus bolsillos esperando controlarse un poco. Ella se despegó de la pared con un pequeño sobresalto cuando notó su presencia, por un segundo, sus miradas se conectaron y sintió que ella también quería decirle algo. Adoptó una seria actitud y la llevó con él a la bodega. Aunque caminaba detrás de él, su aroma lo rodeaba de manera perturbadora. Debía alejarse de ella un momento, su cuerpo estaba respondiendo de manera peligrosa a su cercanía. — En aquel lado hay pequeños costales con verduras, trae dos de esos por favor y, ten cuidado.

Cuando la vio alejarse soltó el aire que había contenido en sus pulmones, no sabía si podía seguir aguantando. Luego de un par de minutos la buscó. No podía dejarla sola tampoco, ella estaba a su cuidado y además… era muy torpe a veces.

—Vaya que eres tonta, te dije que tuvieras cuidado. —Le reprochó una vez que llegó a donde ella estaba y la vio que sostenía su dedo, se había pinchado con uno de los clavos que sobresalían de las cajas de madera. Llevó el dedo femenino a su boca y lo succionó suavemente, quitando los restos de sangre. La descarga de excitación recorrió su espalda y su temperatura corporal volvió a subir. Arrancó un pequeño trozo de tela de un pañuelo y envolvió su dedo con él.

La mirada que le dirigía ella era hipnotizante. Sus almendrados ojos brillaban con la tenue luz de la bodega, sus mejillas furiosamente sonrojadas y los labios entreabiertos… invitándolo, incitándolo. Descendió un poco su rostro hacia ella, quiso acercarse, besarla. Pero en un destello de luz primó la sensatez y se alejó bruscamente de ella. Apretó sus puños con impotencia e hizo lo único que podría hacer: decirle que se marchara.

Había sido algo duro, pero estaba enojado consigo mismo. Casi hacía algo que a ella le acarrearía problemas, si alguien se enteraba… la expulsarían y no podría graduarse. Él perdería su trabajo pero… eso no le importaba.

Todo era un caos y ahora… maldecía el hecho de ser mayor que ella y tener que obedecer unas reglas que lo obligaban a no acercarse a la azabache.

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— ¿Por qué Higurashi no está?

—N-no lo sé, Sensei. Ella estaba acá hace un momento.

Sus dorados ojos se entrecerraron peligrosamente, llevaba media hora buscando a la pelinegra y no había logrado dar con ella. Lo que más le molestaba, era que Kōga tampoco estaba con su grupo.

Y como una bofetada lo supo… la había llevado a la laguna.

Guiado por las ganas de separarlo de Kagome, los buscó y los encontró en la laguna donde a esa hora muchas luciérnagas empezaban a brillar. Lo escuchó decirle que estaba enamorado de ella, que le gustaba. Apretó sus puños esperando la respuesta de la chica, pero… ella dudó. Eso lo hizo cuestionarse el hecho de que ella sintiera algo por él. Aunque sabía que estaba prohibido, no pudo evitar que la rabia lo recorriera. Era la primera vez que deseaba algo con tanta fuerza y no podía tenerlo.

No podía tenerla.

Cuando los interceptó notó el nerviosismo en la chica, él estaba seguro que no estaban haciendo nada, la conocía, ponía sus manos al fuego por ella. Pero su posición de profesor hacia que ella dudara, que pensara que tal vez los castigaría. Despidió rápidamente al chico, quería quedarse con ella.

— ¿Qué hacías aquí, a solas, con un joven? — Estaba tan enojado, no podía evitar hablarle duramente.

—Sólo me mostraba el estanque. — Le respondió ella, desviando la mirada y ocultando sus ojos de él.

—Se te declaró, lo escuché. —Ella lo miró con una expresión de sorpresa.

— ¿Nos estaba espiando? — Fue casi gracioso como después de soltar esa pregunta sin pensar, casi la vio morder su lengua, seguro había recordado que ella era su alumna.

—Es mi deber saber dónde están todos mis alumnos. Eres la única que falta en el campamento de mi grupo. No puedes estar aquí con Kōga.

La joven frunció el ceño y él también. Se miraban desafiantes. A esas alturas, ya no eran Alumna-Profesor. — Bien, ¿va a castigarme? Hágalo. No veo cuál es el problema, no estábamos haciendo nada malo.

Su desafío lo sorprendió, pero no retrocedió. ¡Ella no entendía nada! —No puedes estar aquí con él. — Soltó entre dientes a manera de amenaza.

—Si puedo. Es normal a mi edad sentir algo por un chico, ¿no cree?

Se sorprendió con su respuesta. ¿Acaso…?— ¿Sientes algo por Matsuyama?

—Sería algo normal, todas mis amigas tienen novio. — Se estaban hablando casi de manera informal, era tan fácil hablar con ella que los títulos quedaban olvidados.

—Tú no puedes tener novio, Kagome.

La vio abrir sus ojos en sorpresa y fruncir el ceño. — Si puedo tener, no veo el impedimento. — Ella lo estaba provocando, lo sabía. Y estaba funcionando.

— ¡No puedes! ¡Tú no! — Cerró sus ojos y apretó sus labios. Debía calmarse, estaba diciendo cosas que lo podían comprometer.

— ¡Si puedo! No viviré siempre atada a un sentimiento que no puede ser y-

Abrió sus ojos y la miró fijamente. Como si todas las piezas encajaran a la perfección, finalmente la verdad estaba saliendo a la luz. Debía cerciorarse, si ella decía que lo quería también, la directora, los demás profesores y todas las leyes podían irse al mismo infierno.

—No te gusta Kōga. Estás enamorada de alguien más. — Le afirmó y entrecerró sus ojos hacia ella, esperando que no negara lo dicho.

Como si le hubiese caído el mundo encima, los ojos de la chica se cristalizaron. Él estaba sorprendido, no podía moverse y no quería verla llorar. El pecho de ella subía y bajaba rápidamente por su fuerte respiración. La vio cerrar sus ojos y soltar un suave sollozo. — No… él no me gusta…

Se acercó a ella, quería consolarla, quería hacerle saber que él correspondía a sus sentimientos. Tomó delicadamente su mentón, haciendo que lo mirara. — ¿De quién estás enamorada, Kagome?

Sus lágrimas rodaron por sus mejillas y vio en sus ojos una decisión muda, una carga que pronto sería liberada. — De… usted. Lo amo a usted.

Su interior fue abrazado por una tibieza reconfortante. Ella no sólo lo quería, había dicho que lo amaba. No sabía qué expresión había en su rostro en ese momento, pero quería decirle que también él…—Kagome, yo…

— ¡No diga nada! ¡Se lo suplico! —Vio como nuevas lágrimas se formaban en sus ojos. — Estoy clara de mi posición como estudiante y la suya como profesor. Olvide lo que acabo de decirle…— ¿Olvidarlo? ¿Pero qué-?— He vivido con este sentimiento durante cuatro años, y así seguirá… oculto dentro de mí. Nadie se enterará.

¿Cuatro años? ¡Igual que él! —Pero…-

Ella estaba dispuesta a no escucharlo, a no dejarlo hablar. —Está bien. Sé que es imposible. Tampoco quiero que usted tenga problemas por mi culpa, solamente… olvídelo.

Por más que quiso seguirla, ella otra vez había escapado de él. No podía moverse, sus pies parecían estar clavados a la tierra que rodeaba la laguna. Llevó sus manos a su rostro y las deslizó hacia su cabello en un gesto de desespero.

¿Había acabado? ¿Todo quedaría así?

.

.

Un año después.

Había dejado de trabajar en la preparatoria. Su carrera como abogado había tomado su curso y ahora era miembro de un buffet importante. No había dejado las luchas. Al contrario, era una manera de descargar su frustración.

Luego del incidente del campamento, Kagome no le volvió a dirigir la palabra. Lo evitaba, sentía su nerviosismo cada vez que se acercaba a ella y su confesión la tenía grabada en la mente y se reproducía sin detenerse una y otra vez. Claro que le correspondía, pero era complicada su situación mientras ella estuviese en la preparatoria.

Pero ya no… ya ella estaba en la universidad. A pesar de eso, había pasado un año sin hablar con ella, sólo la veía de vez en cuando en los alrededores del templo donde ella vivía, ya que su departamento estaba cerca de allí. Sin embargo, nunca se presentó delante de ella de nuevo, hasta que un día no pudo evitarlo porque...

Vio a un chico besándola.

Aunque se había mentalizado que tarde o temprano algo así ocurriría, no estaba preparado para presenciarlo. El sentimiento de pertenencia se hizo presente en él, quería que ella fuese solamente suya, y fue ahí donde decidió que ya no esperaría más.

—Kagome…

Se había acercado a ella cuando la vio sentarse en uno de los escalones que daban al templo. Fue irresistible cuando ella soltó su suave y ondulado cabello azabache, casi fue una muda invitación a acercarse y acariciarlo. Su mirada era melancólica, como si recordara algo muy querido.

Sorpresivamente, se encontró rogando estar en sus pensamientos. Cuando su nombre salió de sus labios, ella se sorprendió y lo miró con una mezcla de sorpresa y vergüenza que lo hizo sentir una infinita ternura. —Se-Sensei…

Maldición, como odiaba que le dijera así. —Keh… no seas tan formal niña, ya no soy tu profesor.

Ella enrojeció y lo miró fijamente. La camisa que ella llevaba dejaba al descubierto uno de sus hombros y el short le daba una excelente visión de sus piernas, por más que quisiera, no podía despegar su mirada de ella.

— ¿Cómo…? ¿Qué hace…?

Estaba nerviosa, ella sólo balbuceaba cuando estaba avergonzada. Sonrió y acortó los pasos que la separaban de ella. Quería tenerla más cerca. —Estaba en casa de un amigo, por acá a la vuelta. No sabía que vivías por aquí.

Se quemaría en el infierno por mentiroso, pero bien valía la pena. Luego de un año, ¡al fin hablaba con ella! La joven azabache se levantó y dudó en hablarle. Inuyasha esperaba algo, una palabra. Antes de él decir algo ella le habló. —Sí… vivo acá. En el templo. ¿U-Usted vive cerca? — Preguntó.

—A dos manzanas de aquí. En el edificio frente a la heladería de la otra vez, ¿recuerdas? —La vio respingar ante la mención de la heladería, ella lo recordaba, era obvio. — ¿Ese era tu novio? — Trató de mantenerse lo más serio posible, pero le costaba mucho mantener a raya al demonio que sabía llevaba por dentro. Ansiaba poder ser él el único dueño de ella.

— ¿Eh?

—El chico que te trajo… ¿Era tu novio?

—Oh, se refiere a… no, no lo es. Sólo es un amigo de la universidad, me pidió salir con él y…-

—Te besó.

Había sido imposible no decirlo. Sentía que ardía en celos.

—No fue un beso, por todos los…—La vio hacer una mueca de disgusto— Eso es algo que no debería importarle, si me disculpa, debo irme. —Dijo de una manera mordaz. Quería escapar de nuevo. Pero no lo haría, no esta vez.

—No te vayas— Fue casi una orden— Tú y yo tenemos una conversación pendiente.

Casi inconscientemente la había sujetado del brazo, se deleitó con la tersura de su piel, quería seguir tocándola.

—No sé a qué-

—Si sabes. En el campamento, ¿recuerdas? Me dijiste que me amabas y te fuiste sin escucharme.

Estaba harto. Había que poner los puntos sobre las íes.

—No había nada por escuchar. Usted era mi profesor, no podía ser.

— ¿Quién te dijo qué-?

— ¡No podía ser! — Ella se soltó de su agarre y cerró sus ojos. Otra vez, era parecida a esa vez en el campamento hace un año ya, ella quería cortar todo con él. — Usted nunca ha sentido nada por mí más allá de un cariño por una alumna, siempre fue tan correcto y hasta frío conmigo. Su distancia era evidencia de que no me correspondería…

Eso lo descolocó, ella era bien despistada. —Kagome…

— ¡Quiero vivir normalmente! — Le dijo con enojo. — ¡Quiero que éste sentimiento desaparezca! Quiero poder acercarme a cualquier chico, ¡aceptar un beso sin pensar que lo estoy traicionando a usted!

La vio casi precipitarse al suelo y sin pensarlo la sujetó en un fuerte abrazo. Sintió como ella trató de zafarse de él, pero mantuvo su agarre.

—Suélteme… por favor… Suél-

—Cállate por una vez, Kagome. Ahora me toca hablar a mí. ¡Ya he aguantado mucho tus gritos, ahora me escucharás! — Al fin la había hecho callar.

Le dijo todo lo que había guardado para sí todo ese tiempo. Le contó desde el principio, desde que ella había llamado su atención cuando la vio por primera vez, lo que sintió cuando ella le dijo sus sentimientos en el campamento, sobre el incidente en la heladería. Se regocijó cuando ella demostró que estaba celosa de ese día. Habían comenzado a discutir de nuevo en medio de la conversación y sin poder soportarlo más, la había besado. Devoró sus labios como hacía tanto tiempo quería, como lo había hecho en tantos sueños que había tenido con ella. Acarició su espalda y su suspiro lo hizo erizarse. No podría detenerse ahora…

— ¿Aún me amas? —Le preguntó sin dejar de besarla. Cuando ella le respondió que nunca había dejado de amarlo, no pudo hacer más que expresar lo que sentía. —Yo tampoco he dejado de amarte.

Vio la sorpresa en los ojos almendrados de ella, sabía que ella esperaba oír eso de él y ahora se encargaría de que no lo olvidara. No había treguas entre besos, cada uno batallaba contra el otro por el dominio y entre caricias, la tuvo para él. Habían esperado tanto, la había deseado tanto desde el principio. Cuando despertó ese día jamás imaginó que la tendría en su departamento, tendida en su cama y rendida a sus besos. Amaba su olor, amaba su figura y amaba la manera en la que decía su nombre entre jadeos.

—No sabes… cuánto tiempo he esperado este momento. — Y vaya que había esperado. Sin embargo, cuando ya estaba por poseerla finalmente, un momento de lucidez llegó a él, ¿Y si ella no quería? — ¿Estás segura de esto?

La sonrisa que le brindó fue suficiente. Ella también había esperado mucho por esa cercanía entre ambos.

La imagen del muchacho en la motocicleta besándola llegó a él, y un sentimiento de posesividad lo embargó. — ¿He sido el único? ¿Verdad? Solamente te he tocado yo…

—Solamente tú… Soy únicamente tuya.

Esas palabras fueron un aliciente para él. Era suya, egoísta y malditamente suya. —Te amo, Kagome… No podré vivir sin ti a partir de ahora.

—No tendrás que hacerlo, siempre estaré contigo.

La pasión se apoderó de ellos, quería que lo mirara y se lo pidió. La sintió estremecer y el contacto de sus ojos con los suyos fue mágico. Apretó fuertemente sus dientes cuando comenzó a entrar en ella, la abrazó y rodeó su cadera con una de las femeninas piernas, para que ella estuviera más cómoda.

Luego de penetrarla completamente, ella lo incitó a moverse y ya después, su cuerpo actuó por instinto. Se sentía en la gloria, ella era perfecta, las embestidas se hicieron más fieras, más certeras. La sintió erizarse y como su interior se contraía alrededor de él. Su gemido de éxtasis lo hizo sentir la locura del momento.

Demonios, sí. —Eres sólo mía. Mía. — Le dijo cuando ya sentía que su interior colapsaría. Ella era lo que tanto había esperado, ahora no la dejaría ir. No escaparía de nuevo. Se dejó caer en su pecho cuando pudo alcanzar el máximo placer con ella, quien lo cobijó amorosamente entre sus brazos. — ¿Serás mi novia, verdad?

La escuchó reír y en sus ojos chocolates había una felicidad que anteriormente había visto, pero ser el causante de esa dicha lo llenaba de vida. — ¡Claro que sí!

Ahora ya no había barreras, ella ya no era su alumna, ahora nadie podía separarlos.

—Ah… por cierto, Kagome…— Le llamó suavecito, mientras acariciaba su desnuda espalda con cariño. Ella hizo un sonido con su garganta, dándole a entender que estaba escuchando. —La chica de la heladería de la otra vez… era mi hermana.

Ella se levantó rápidamente y casi lo hace caer de la cama. — ¡¿QUÉ?!

—Se llama Kikyō, después la conocerás.

— ¡¿QUÉE?! ¿Por qué no me dijiste nada antes?

— ¡Porque nunca querías hablarme! Siempre te la pasabas evitándome.

— ¡Eres un tonto! —Lo insultó, ignorando su comentario mientras hacía un puchero. — ¡Debiste haberme dicho!

— ¡No soy ningún tonto! ¡Y te seguí mucho tiempo!

—Tonto.

—Más respeto, señorita. Recuerde que fui su Sensei.

Había empleado un tono juguetón y la miró con arrogancia. Su expresión era graciosa y después pasó a ser una juguetona también. —Disculpe, Sensei. No volverá a ocurrir.

Su picardía lo hizo sonreír de manera lujuriosa, se acercó a ella, haciéndola pensar que la besaría. —Mejor así. Puedo reprenderte si te comportas mal.

—He sido una mala alumna. — Oh, ella sabía jugar también. —Inuyasha…

Lo estaba provocando de nuevo. Bien… no tenía problemas con eso. Al fin tenía entre sus brazos a la mujer que deseaba y amaba desde hacía mucho, ahora no la perdería y recuperaría el tiempo perdido.

Después de todo… ser su Sensei no había sido tan malo.

End.


N/A: Bien, Ardalus, cariño, acá está completito. ¿Qué te pareció? Fue un inmenso placer escribir para ti, de verdad espero te guste muchísimo.

¡Gracias a todos los que leen y dejan su comentario, me hacen la vida un arcoiris!

Nos leemos pronto.

Besitos.