PREDICCION
En las afueras de Grecia se había instalado la feria local Panateneas. En el pasado, se celebraban grandes fiestas en honor a la Diosa Athena, en donde los habitantes de dicho lugar participaban en distintas actividades como procesiones, declamando poesía, cantos y celebrando danzas. También llevaban a cabo un pentatlón, compuesto de pruebas que incluían carreras, lucha, salto de longitud, jabalina y disco. Conforme el tiempo fue pasando esas tradiciones se fueron deformando un poco, hasta terminar siendo un conjunto se juegos permanentes durante una semana en donde se encontraban los tradicionales juegos con el añadido de puestos de comida, teatro al aire libre, circo, juegos mecánicos y muchas más atracciones a la que la gente era adepta.
Shaina de Ofiuco caminaba hacia el lugar un tanto "irritada". Eran unos días extraños en el santuario, desde que Saori había tenido un cambio bastante marcado para con sus caballeros de todos los rangos y amazonas. Ahora se estaba preocupando porque ellos tuvieran días de descanso, porque salieran del santuario, que afianzaran sus relaciones de amistad entre ellos y les había dicho que si alguno sentía el deseo de encontrar pareja o formar una familia lo podían hacer, siempre y cuando no faltaran a su deber con Athena. Incluso les había abierto un fondo de dinero a cada uno en donde les depositaba un salario que podían disponer cuando quisieran y eso fue un impacto enorme para todos. Algo irreal a lo que muchos se negaban a por pena y por que eran prácticamente dejar años de reglas atrás, pero que poco a poco se fue aceptando gracias a las constantes charlas que ahora Saori sostenía con cada uno.
A decir verdad, Shaina y ella estaban entrando en un punto de construir una amistad impensable para ambas, en el pasado. La que había dado el paso había sido obviamente la Diosa, que le había pedido a la amazona la oportunidad de tener un mejor trato con ella. La primera reacción de Shiana fue desconfiar y comenzar a buscar el hilo negro de aquello, y eventualmente se sintió mal por pensar de esa forma, pero su mente le decía que no había razones por las cuales la chica de violáceos cabellos quisiera entablar una relación de amistad con ella… ¿O sí?
Los días se encargaron de disipar sus dudas ya que se fueron involucrando un poco más hasta el punto en que Saori le abrió su corazón y le dijo que nunca tuvo amigas, cosa que añoraba, aunque sabía que eso se daba natural y se tenía que construir. También le pidió que le hiciera el favor de separar a la Diosa de la mujer y aunque al principio le costó a la cobra, pudo hacerlo.
De que esa relación de amistad iniciara ya tenía meses y Shaina se sentía a gusto. Ella tampoco había tenido nunca un amigo cercano porque tendía a desconfiar de la gente y porque valoraba su soledad, pero el cambio repentino en Saori la hizo querer probar algo nuevo y darse la oportunidad. No eran las mejores amigas, pero sus pláticas eran interesantes. Llegaban a muchos puntos de introspección muy sanos y se retroalimentaban entre ellas.
Saori se lo había dicho, era un cambio necesario, por lo menos para ella tanto como mujer como Diosa y lo tenía claro, todos esos años, caballeros, amazonas y Diosa incluida se habían sometido a distintos tipos de entrenamientos para asegurar la preservación y la paz de la tierra. Eran un grupo de numerosas personas viviendo en el santuario y había demasiados grupitos formados y si bien, Saori sabía que era difícil lograr una completa homogeneidad –misma que nunca existiría porque todos eran completamente distintos- creía necesario hacer la práctica de conocerse los unos con los otros y más en ese periodo de paz que estaban experimentando. Por muchos años, que se llevaran o no entre la orden de Athena no importó mucho. Aunque era bien sabido que varios dorados eran inseparables y ni hablar de los bronceados, aunque dentro de ellos mismos habían amistades más sólidas que otras. Y por ello la reencarnación de la Diosa lo quería hacer diferente. Shaina sentía que ese tiempo lo había llevado bien, salvo por esa ocasión en donde se encontraba yendo a la feria por consejo de Saori, que le había dicho que probara distraerse y salir del confinamiento de sus aposentos en su día libre. La amazona solía aprovechar el fin de semana para entrenar y a veces leer en su cuarto y nunca salía mucho al exterior o se interesaba por otras actividades fuera del santuario, pero su nueva amiga le había hecho la sugerencia y ella había aceptado a regañadientes porque no le gustaba mucho que se metieran en su rutina, aunque sabía que Saori no lo hacía por metiche o para molestarla, pero Shaina creía que simplemente a algunas personas se les daba el cambio en otras cosas. Pero al final de cuentas terminó aceptando.
La de cabellos verdes terminó suspirando. Mientras no se le metiera a la chica Kido la idea de abolir el asunto de las máscaras todo estaba bien, aunque Shaina sospechaba que algún día llegaría ese momento y no estaba nada preparada para vivir eso.
Con esa preocupación en su mente, llegó al fin a la feria y se adentró en ella prometiendo curiosear por los puestos un rato y después dar media vuelta y regresar a entrenarse un poco.
Había algo de gente como era de esperarse. Parejas y familias disfrutaban del acontecimiento alegres y la chica se sintió aliviada de haber seguido la otra sugerencia de su diosa de dejar su armadura y usar ropa casual ya que, aunque llevaba la máscara puesta, con aquella blusa negra y pantalón de mezclilla nadie reparaba en ella como sucedía cuando vestía sus ropajes de amazona.
Pasó por unos puestos de comida y vio unos postres que lucían apetitosos y que no había probado nunca y se prometió que compraría unos para el camino de vuelta al santuario. Pasó por unas carpas en donde estaban unos animales del circo pastando y luego vio unas tienditas en donde vendían amuletos de la suerte. Estaba por acercarse cuando una señora se le acercó.
— Eres una amazona —le dijo. Shaina volteó a verla. La que le dirigía la palabra era una anciana que vestía una túnica blanca y sobre de ella tenía un chal azul. Tenía el cabello blanquísimo recogido en un rodete de trenzas que coronaba su cabeza y llevaba muchas pulseras y collares en las muñecas y el cuello, respectivamente.
— Lo soy —asintió Shaina desistiendo del puesto de chucherías para concentrarse en la mujer.
— ¿Te gustaría una predicción? —preguntó la señora, moviendo las manos y señalándole con las palmas su puesto a unos metros de ahí. Shaina llevó los ojos hacia donde la señora le señalaba y vio una pequeña carpa de color morado. La cobra se la quedó viendo y dio gracias a que su máscara le permitiera una expresión neutra, misma que no tenía debajo de ella.
— No se ofenda, pero no creo en ese tipo de cosas —le comentó dispuesta a girarse al puesto que estaba tratando de inspeccionar.
— Si, eres de las que no se impresiona con nada, pero si no crees en ello no pierdes nada —la adivina le sonrió algo divertida y Shaina buscó otro argumento para poder deshacerse de ella sin tener que llegar a ser grosera.
— No traigo dinero —se encogió de hombros la chica.
— Tómalo como un regalo para una defensora nuestra Diosa Athena —añadió. Entonces Shaina dudó un momento. En su mente apareció el rostro amable de Saori y se odió por eso—. De acuerdo —contestó un tanto derrotada.
— Por aquí —le indicó la mujer caminando a la tienda. Shaina se mordió el labio y tomó aire. Al final ese tipo de cosas no tenían valor para ella que no creía en casualidades ni suertes, así que no estaba mal, lo haría por la anécdota y para contarle después a Saori y que se riera de ella.
La anciana sostenía la mano de la jovencita y llevaba unos minutos inspeccionando las líneas de su palma cosa que comenzaba a exasperar a la chica. Comenzaba a pensar en que había cometido un error al haber aceptado porque no era más que una charlatanería. La adivina, que previamente había colocado inciensos por toda la carpa, habló al fin:
— Te distingues por tu impulsividad y tu coraje. Eres dura y valiente.
— No vine aquí para qué me dijera algo que ya sé —comentó irritada—. Mire, la verdad es que esto fue un…
— En tu corazón solía habitar alguien, un ser puro y valiente, pero él no es para ti… —Shaina estuvo a punto de retirar su mano pero la anciana se lo impidió agarrándole la muñeca con fuerza—. Y no es él porque hay alguien muy cerca, rondando…
— Esto es una estupidez mujer, no hay nadie "rondándome" y yo tengo que irme, asi que.
— El rojo es su sello y pronto encontrará la determinación para encontrarse en tu camino —Shaina no aguantó más y pegó una carcajada.
— Mira, gracias por el dato, en verdad, ha sido divertido y ahora sé que no debo aceptar este tipo de cosas, pero no quiero ser mal agradecida. Espero que tengas suerte —Shaina se levantó del mullido taburete en el que había estado sentada y salió de la carpa.
La chica tomó aire afuera y trató de aminorar la incomodidad que sentía, junto con la molestia y las ganas de burlarse. Por algo no confiaba tan a la ligera, pero bueno, tenía que intentar, no le había salido bien y no deseaba tener otro tipo de experiencia de ese tipo así que caminó hacia el puesto que estaba mirando antes de que la anciana la interrumpiera, dispuesta a terminar su curiosidad por lo que vendían ahí, pasar por los pasteles que se había prometido y regresar al santuario.
Se acercó al puesto y vio varias pulseras con piedras de colores. También había collares, amuletos y pequeñas estatuas de dioses griegos. Una pequeña sonrisa se articuló en su rostro cuando vio una figurita de Athena y volvió a pensar en su amiga y en que seguramente le haría feliz ver semejante muestra de adoración. Recorrió con los ojos el puesto de arriba abajo y después encontró dos pulseras que llamaban su atención: una tenía cuentas negras con una piedra morada alrededor y otra tenía cuentas blancas con una piedra verde en el centro. Las tomó entre sus manos tratando de elegir una pero después se acordó de que no llevaba dinero suficiente para la pulsera y los pastelillos, así que igual podría regresar otro día. Dejó ambas de nuevo en su lugar y cuando se giró para irse al puesto de los postres chocó contra alguien que estaba detrás de ella.
— Lo siento —dijo la amazona llevando enseguida al rostro de la persona y distinguió al joven que le regalaba una sonrisa.
— No te preocupes —dijo Milo de Escorpio. El alto chico de ojos azulados parecía que había ido también a pasar su día libre a aquel lugar y se veía muy diferente con su playera roja, sus pantalones y su chamarra negra que con su armadura dorada. A Shaina le pareció así incluso más atractivo de lo que se le hacía.
"El rojo es su sello" recordó Shaina pero enseguida desechó la idea ¿por qué estaba pensando en esas estupideces? La santa de Ofiuco le dedicó una mirada y luego se recompuso para seguir su camino, cuando la mano de él en su hombro la detuvo.
— Espera, no te vayas… —Shaina se zafó de su agarre con brusquedad—. Oh… ahora soy yo el que lo lamenta. No quise importunarte es solo que quería tu opinión —Milo tomó las pulseras que ella estaba mirando antes y se las mostró—. ¿Cuál te gusta más?
— Me gustan las dos —se encogió ella de hombros y dio media vuelta.
Milo sacó un billete de su bolsillo y se lo tendió al dueño del puesto que había estado parado del otro lado de su mesita viendo a los dos jóvenes y luego el dorado se echó a correr para alcanzar a Shaina.
La alcanzó cuando estaba por llegar al puesto de los postres. El dorado se pasó la mano por la larga melena azul y se aclaró la garganta para hacerle saber que estaba al lado de ella. Shaina ni siquiera lo miró.
— Deja de seguirme a menos que quieras terminar en La Fuente—le advirtió. Milo sonrió. Sabía que no iba a ser fácil con la chica, pero no iba a desistir.
— Pues correré el riesgo —le anunció mientras se detenía detrás de ella pues ya habían llegado a los postres—. Oh vaya, he probado varios de estos y ese de allá, el de chocolate es muy bueno.
— Pues yo no quiero ese —dijo la reacia chica—. ¿Podría darme el pastel de cajeta? Y unos panquecitos de nuez por favor —le dijo ella al dependiente sin prestar atención al santo de Escorpión.
— Y yo llevaré dos rebanadas del de chocolate y uno de fresa y otro de tres leches por favor —dijo después Milo. Shaina volteó los ojos debajo de su máscara y cuando el comerciante le dio su pedido no esperó a Milo y siguió dispuesta a llegar a su cuarto.
Pero tal y como había pasado minutos atrás el joven la siguió y al poco rato ya la había alcanzado y caminaban hombro a hombro por la vereda que bajaba del santuario al pueblo, en un silencio que a ella le estaba molestado demasiado. ¿Por qué rayos la seguía? ¿Por qué se tenían que haber topado en el mismo lugar? De pronto una idea loca le llegó a la mente a la cobra:
— ¿Acaso Saori te ha mandado a espiarme o algo así? —pensó que quizás también ella le estaba arreglando una salida o algo por el estilo.
— ¿Qué? ¡No! —exclamó Milo algo sorprendido de la pregunta—. Pero ahora que la mencionas, está teniendo un gran cambio en ella ¿no te parece? Ahora se está preocupando en que nosotros tengamos una mejor vida, bueno una un poco más normal, y aunque no se puede por completo, le agradezco mucho eso.
— Saori siempre ha sido una buena persona, más allá de ser sólo una Diosa. Es extraño, llevamos muchos años con… nuestras maneras, pero es un cambio bueno —soltó ella un poco más relajada.
— ¿Cómo la llevas con las otras Amazonas? —se atrevió a indagar él.
— Pues… no he tenido la oportunidad de hablar mucho con ellas por el momento, supongo que, se dará…
— Entre los dorados siempre hemos tenido amistad, bueno, con unos más que otros, pero estamos en el intento y ha sido interesante enterarse de las historias de cada uno, creo que ahora puedo verlos de otra manera —admitió Milo, contento—. E… Imagino que como yo no acostumbrabas a salir del santuario ni en tus días libres…
— En realidad esto fue por sugerencia de Saori y quise probar, nada más —indicó ella. El chico sabía perfectamente de la personalidad de la santa de Ofiuco, así que sabía que debía lanzar la flecha antes de que llegaran al santuario, para lo cual ya faltaba muy poco. Así que Milo se adelantó unos pasos y se puso frente a la chica. El dorado sacó de la bolsa de su chamarra las dos pulseras que habían visto en el puesto y se las tendió.
— Dijiste que las dos te gustaban así que… bueno, son un pequeño obsequio —Shaina se las quedó viendo y luego alzó la vista hacia los ojos del joven. Él tragó saliva, sabía que terminar envuelto en una pelea con Shaina de Ofiuco era una posibilidad muy grande en esos momentos.
— ¿Estás jugando conmigo, Escorpión? —le preguntó con seriedad y enojo impregnados en su tono de voz.
— Bueno, en realidad estoy intentando invitarte a salir —admitió él con una amplia sonrisa—. Te he observado, desde hace un tiempo y bueno, ahora con todo este nuevo cambio… yo me preguntaba si… ¿quisieras? ¿me darías esa oportunidad? La verdad es que, vi que salías del santuario y como sé que no lo haces, lo tomé como una oportunidad de acercarme. No quiero importunarte ni nada, sólo… pasar tiempo juntos, si quieres —explicó él.
Shaina se quedó frente a él y en silencio por unos segundos y el caballero de oro temió que le diera una cachetada. En cambio, Shaina tomó las dos pulseras y las guardó en la bolsa de su pantalón. Milo tuvo que reprimir un gesto de victoria.
— Hay una obra de teatro al aire libre el próximo sábado o podríamos ir al circo —dijo el escorpión cuando Shaina comenzó a caminar retomando el rumbo al santuario—. ¿Cuál prefieres?
— La obra de teatro suena bien… —le dijo.
— Bien... de acuerdo —asintió Milo contento—. Los pasteles también son para ti, para que los pruebes, sólo déjame uno de chocolate, por favor —le extendió la bolsa y Shaina la tomó. Se sentía extraño que alguien tuviera atenciones con él y de alguna forma quería corresponder, aunque fuera un poquito.
— Podríamos… quizás… comer los pasteles en las escaleras antes de entrar —sugirió la amazona escondiendo el nervio que sentía con bastante diplomacia.
— Es una estupenda idea —asintió Milo soltando lentamente el aire que había contenido por los nervios.
Shaina agradeció por segunda vez en ese día el tener puesta su máscara porque seguramente su cara de sorpresa y nervios la delatarían enseguida. La adivina llegó de nuevo a sus pensamientos, pero se negó a creer que aquella predicción burda se refería a Milo, aunque le parecía que era mucha coincidencia. La jovencita decidió que le atribuiría aquel momento cósmico al cambio que estaban comenzando a tener todos los residentes del santuario en sus vidas. Como siempre, su primera reacción fue alejarse, pero no iba a negar que el chico se le hacía atractivo y hacía tanto tiempo que había pensado en que las posibilidades de tener alguna relación se habían esfumado. Después de Seiya se había sentido herida y había querido esconder su corazón para protegerlo de cualquier rasguño, pero algo le decía que debía confiar y dentro de ella sentía esa inmensa necesidad de dejar salir a esa Shaina que se había esforzado por negar, porque era vulnerable y se moría por amar y ser amada.
Y sintió ganas de tomar esa oportunidad y se prometió tal como ya se lo había prometido a Saori, seguir a su corazón.
Shaina esperaba impaciente afuera de la casa de Escorpión. Sentía la necesidad de esconderse, porque en cualquier momento alguien la podía verlos pero con el permiso de Athena la cosa había cambiado.
— Hola —Shaina casi pega el brinco cuando Milo pronunció aquello en su oreja. La santa se volteó, dispuesta a testarle un golpe, pero él fue más rápido, le tomó la muñeca, le retiró la máscara en un rápido movimiento y le robó un apasionado beso que la desarmó por completo y que por supuesto, le correspondió.
— ¿Por qué tardaste tanto? —le reclamó ella, jugando con la punta de uno de sus mechones azules.
— Tuve que ir a la casa de Afrodita a robar algo —le dijo y luego reveló detrás de él una rosa roja que le extendió. A pesar de la poca luz, Milo pudo ver cómo el rubor aparecía en las mejillas de su compañera.
— Milo… yo… —comenzó ella, sin saber bien qué decirle. Había encontrado en él un compañero que era explosivo, amoroso, fogoso, pero también, atento, tierno y con detalles románticos como el que acababa de darle. Ella aún estaba aprendiendo a desprenderse de sus miedos y él estaba siendo sumamente paciente con ella.
— Shhhh… no digas nada bonita —la calló con otro beso—. Mejor… vayamos a… —Shaina asintió, le quitó la máscara al dorado de las manos y tomados de la mano se enfilaron dentro de la casa del Escorpión.
Ni bien estuvieron en la entrada, ella se volvió a quitar el velo que cubría su rostro del exterior y prosiguieron a repartirse besos apasionados. Todo el pasillo hasta el cuarto del Santo de Oro estaba delineado por las piezas de sus armaduras mismas que se fueron quitando en el trayecto a la cama de Milo.
Cuando llegaron ahí ambos estaban sólo en ropa interior. Milo se retiró de los labios de la chica y la observó con una mirada intensa que le provocó escalofríos a la amazona.
— Eres hermosa… por fuera y por dentro también —le dijo. Ella que casi nunca era buena para las palabras de vuelta a un cumplido, arremetió nuevamente a sus labios. Le tocó el torso desnudo y bien labrado y luego sintió como él le desabrochaba el sostén para liberar sus pechos y tenerlos a merced.
Shaina se arqueó hacia atrás cuando sintió las manos de Milo sobre su piel y cuando comenzó a pasarle la lengua haciendo un camino desde su cuello hasta sus pechos. Con un rápido movimiento y sin dejar de regar besos en su piel, él le bajó la pantaleta y la cargó para depositarla en la cama.
Shaina se deleitó ante la vista que tenía enfrente. Deseosa de recibirlo. Ambos se sonrieron, seductores. Milo gateó hasta ella y fue cuando Shaina aprovechó el momento y con sus pies lo despojó del bóxer negro que portaba. La erección del caballero quedó expuesta y ella le tomó por la nuca para comenzar a besarlo. Milo pegó su cuerpo con el de ella y colocó sus brazos entre la cabeza de la chica para apoyarse.
La fragancia del cabello de Shaina ya se había impregnado en el aire y lo volvía loco. Ella lo volvía loco, desde hacía meses. Desde hacía tiempo, antes incluso de que comenzaran a salir.
— ¿En qué piensas? —le preguntó ella, como adivinando las cavilaciones del dorado.
— En ti —le dijo, pícaro mientras le mordía el lóbulo de la oreja.
— Pues… aquí estoy, disfrútame —le dijo ella con voz seductora al oído antes de tomar el mismo de Milo entre sus manos y comenzarlo a masajear. Él no tuvo reparo en lanzar un largo y ronco gemido de su boca y deslizó su mano hacia la humedad de la chica dispuesto a devolverle el gesto. Cosa que pasó cuando introdujo un dedo en ella. Shaina lo soltó, presa del placer y se dedicó a revolverle el cabello mientras él atendía su zona íntima y lamía sus pezones. Los gemidos inundaron el lugar, suerte que aquel templo tenía paredes gruesas y la habitación estaba bastante escondida de la entrada principal de la casa.
Shaina no pudo más, tomó a Milo por los hombros y lo jaló hacia ella para que subiera hasta su rostro. Se miraron por unos segundos hasta que ella bajó la mano a su entrepierna y tomó el falo duro y lo guio hasta su entrada. Cuando Milo sintió la humedad de la chica en su punta, perdió la razón y la penetró con una estocada fuerte.
El vaivén entre ellos comenzó como en muchas ocasiones anteriores. Ya se conocían, ya sabían qué le gustaba al otro y como volverse locos de placer entre ellos. Su sexo era salvaje y muy sensual. Fuerte, como ambas personalidades, pero también, en la última parte era dulce y delicado.
Milo se movía sobre ella sin desatender sus labios. Sus lenguas se buscaban desesperadas en una danza sin fin que les provocaba aún más excitación. En un nuevo movimiento, Shaina logró voltear los papeles y se colocó sobre él, loca por cabalgar aquel cuerpo que adoraba recorrer todas las noches. Y él se dejó. Le aprisionó los pechos con ambas palmas y se los frotó, mientras ella subía y bajaba por su miembro y no se callaba los gemidos. Milo la tomó por las caderas, para ayudarle en su jornada y el resultado fue aún mejor. Subió una mano al rostro de la amazona y le acarició la mejilla. Shaina se recargó en aquella caricia y sonrió. Aquellos gestos la volvían loca, porque Milo podía ser el tipo más sensual de la tierra pero también sabía cómo ser dulce y llegar a su corazón y ella adoraba eso. Hacía tiempo que había dejado de pelear con lo que sentía por él y de que había aceptado que ambos tenían sentimientos más allá que sólo el deseo y eso la asustaba, pero también la hacía sentir plena.
Milo la retiró de su miembro y la jaló hacia él para darle un apasionado beso, atrapándola entre sus brazos. Luego la fue volteando poco a poco y volvió a quedar sobre ella y volvió a penetrarla.
— Milo… ya… —comenzó ella mientras él apuraba el vaivén.
— Yo también —asintió, jadeando y sintiendo como su cuerpo comenzaba a tensarse por lo que se avecinaba. Se movió dentro de ella, lo más rápido que pudo mientras sentía las contracciones de ella aprisionarlo hasta que ambos llegaron a un delicioso y sonoro orgasmo.
El escorpión esperó unos segundos y después salió de ella y se tiró a su lado. Shaina se acercó a su pecho y lo abrazó. Él pasó un brazo debajo de su cuello y con su otra mano le retiró los cabellos que le escondían su hermoso rostro.
La miró, escudriñando en sus ojos verdes y tratando de descifrar su expresión.
— No tengas miedo —le dijo—. No voy a hacerte daño… siento lo mismo que tú, aunque, si soy sincero, me encantaría que me lo dijeras, quisiera escucharlo de tu propia voz.
— ¿Y cómo estás tan seguro de lo que siento? —lo cuestionó un tanto divertida de la seguridad de su amante.
— Tus ojos me lo dicen todo… tu cuerpo, reacciona ante mis caricias y mi voz… —ella le sonrió algo tímida y le acarició el rostro.
— Te amo —dijo al fin, sintiendo ganas de llorar, de reír y de gritar al mismo tiempo y la sonrisa que le vio a Milo no tuvo precio. Se acercó a ella y depositó un suave y largo beso en sus labios.
— Y yo te amo a ti, preciosa —le susurró. Luego la estrechó en su pecho. Shaina pudo escuchar el corazón del santo, latiendo violentamente dentro de él y los pensamientos volvieron a ella. La feria, la anciana que le hizo la predicción… su amor fallido con Seiya, su amistad con Saori… todo había cambiado, todo había pasado, porque era su destino o porque ella había tomado una seri3e de decisiones que la llevaron hasta ahí, a lo que estaba buscando. A los brazos de un hombre que la valoraba y la procuraba como nunca pensó que merecía. Y si bien, aquella lectura de suerte pudo haber sido una tontería o la verdad, nadie le hubiera podido asegurar que saldría bien, pero ella había decidido confiar y esa era la gran diferencia que ahora tenía con la Shaina del pasado
Llevaba mucho mucho tiempo tratando de asentar la idea de esta letra. Y hoy, simplemente cayó el clic y las musas aparecieron y no pude parar de escribir hasta que esto salió. Si, lo sé, he andado en otro fandom últimamente por el cual tengo locura (CofCof Reylo CofCof), pero no podría olvidarme de mis amores los Caballeros y más ahora que quiero escribir cosas nuevas y diferentes de ellos.
Esta parejita es muy conocida entre el fandom, me atrevo a decir que tiene gran aceptación pero a Milo sieeeeempre lo ponen como un tipo mujeriego y que solo está interesado en el sexo y no digo que no pueda ser, pero, también siento que tendría cosas lindas y que podría estar interesado de verdad en Shaina y es lo que quise plasmar. La amazonas y yo tenemos una historia bieeen loca, porque era uno de mis personajes menos amados (aunque nunca nadie podría ganarle a Miho a ella si, la odio con todo mi corazón), pero con el paso del tiempo y gracias al fic "el viaje de las almas" de mi amiga Fuego (el cual recomiendo ampliamente), esto ha cambiado, pasando a ser una de mis mujeres favoritas y consentidas. La amistad con Saori en este one shot también fue por eso, siento que podrían, además Saori no tiene amigas y pues ¿por qué no?
Me gusta pensar en que Saori llegaría a un punto en donde se daría cuenta que las reglas del santuario están obsoletas y que todos merecen felicidad, incluída ella (y que será tema para otra letra, además de que ya tenemos las primeras letras dedicadas a Seiya y Saori), así que pues aquí está. Espero que les haya gustado tanto como a mi me gustó escribirlo y ufff las cosas se pusieron calurosas. Debo decir que es un regreso que tengo al mundo del lemon porque hace AÑOS no había escrito algo asi porque no me sentía lista para ello, pero estos dos que son dinamita y sensualidad pura se prestaron y estoy feliz por ello.
Mil gracias por leer! Les mando un abrazote!
Princesa Saiyajin