Disclaimer: Hetalia pertenece a su respectivo creador.
Nota: Dedicado en memoria de una amiga
El americano solía tener la mente ocupada en los días de Diciembre. Siempre había mucho que organizar, las fiestas de Navidad claro eran su principal preocupación. Pero algo comenzó a perturbarlo ese Diciembre de 1924…
Una leve irritación en su garganta se hacía presente, sobre todo cuando tragaba algo y lo sabía porque tenía que deglutir saliva constantemente. ¿Acaso estaba babeando? Algunos síntomas menospreciables que no llamaron su atención hasta que no comenzó a temblar.
–Mister, ¿se siente bien? – Preguntaba uno de sus empleados al verlo. –Con todo respeto, se ve enfermo…
El rostro que le mostró el espejo no desmintió a su colega. Sus ojos parecían hundidos, la piel estaba ligeramente azulada y él mismo parecía agitado.
–No… no lo estoy. – Responde tomando asiento y desestimando la ayuda, sumido en sus pensamientos.
Era una nación, lo que le pasara era solo un reflejo de alguna situación con su población, por tanto, no podía contagiar, aunque eso no hacía que se sintiera más tranquilo. Necesitaba saber que pasaba y rápido. Si había síntomas entonces eso era muy peligroso. Pero, ¿dónde? ¿qué pasaba? Tardaría semanas en saber que ocurría en todo su territorio. Supuso que si algo grave ocurría pedirían auxilio a la capital de la nación, así que ahí se dirigió.
La información llegó apenas unas semanas más tarde, apenas terminando Enero. Aunque quería enterarse primero de lo que pasaba, la respuesta que buscaba lo dejó helado.
"Epidemia de difteria inevitable. Urgente un millón de unidades de antitoxina."
Difteria. Alfred se mordió los labios. Una enfermedad terriblemente contagiosa y mortal. Rápidamente revisó el lugar de donde se envió el telegrama y sus ánimos bajaron aún más. None, Alaska. Un lugar tan remoto y prácticamente inaccesible en pleno invierno que muchos de los empleados de gobierno dieron por pérdidas las vidas de los enfermos. Pero él no. Se había comprometido a cuidar de su gente y aunque Alaska fuera relativamente nueva, debía apoyarlos, debía ser su héroe. ¡El héroe de su nación!
Primero era conseguir las dosis de medicina. Haciendo uso de todos sus contactos, buscó en todos los hospitales, sobre todo los más cercanos. Eran muchas las que necesitaban y los centros médicos no solían atender tantos casos, pero juntando de muchos lugares lograron recolectar las que necesitaban. Ahora solo faltaba una cosa…
–Al, no. Es un suicidio ir hasta allá y más en estas fechas. Hay una tormenta muy fuerte, incluso para mí sería muy arriesgado y estoy más familiarizado con el frío…
–Pero, dude! Matt, los niños morirán si no reciben la medicina. Quizá si sobrevolara con un aeroplano…
–El viento es muy fuerte y la tormenta muy cerrada, no creo que verías mucho y un aeroplano caería. –Suspira el canadiense intentando pensar. Había ayudado con medicina de su propia nación para completar las dosis pero quería ayudar más. –Quizá haya otra forma pero… ¡ah! –Solo trató de no incomodarse mucho por el repentino acercamiento de su hermano lleno de interés. – Se podría llegar en trineo de perros, solo que no sé cuánto tardaría en llegar, pero sería el suficiente para llevar el medicamento que ya se tiene, en lo que se descongela el mar y mandar la siguiente dosis...
Continuará...
A los seguidores de esta historia, disculpen la larga tardanza.
Combatí a lado de mi querida amiga una terrible enfermedad que, desafortunadamente, acabo con su vida y mis ganas de hacer muchas cosas. Esta historia, dividida en dos capítulos, está dedicada a ella.
No quería repetir personaje tan pronto pero sentía que tenía que publicar esto para poder escribir en paz y ayudarme con el luto. Pronto seguiré con más personajes. Agradezco mucho el apoyo a esta historia y una vez más, disculpen la tardanza.
Tobi Lawli-pop: la historia me hizo llorar desde que recuerdo, y eso que era una simple lectura para niños u.u ¡qué clase de mundo cruel es este! Gracias por la galleta y espero aún te guste esta historia.
Esperen la segunda parte pronto :D Nos leemos.