Bleach

Ichigo / Rukia

Advertencia : lemon


Capítulo IV

Comencé a sentir sus manos bajo mi ropa. Sus manos pequeñas y cálidas abarcaban todo mi torso provocándome ansiedad por saber cómo se sentirían en otros lugares menos accesibles...

No era a eso cuando le dije que "probara" su determinación, pero ya que lo había tomado por ese lado, iba a aprovechar todo lo que pudiera mientras la situación no se volviera más candorosa, pero aquello estaba difícil, porque a pesar de todo lo que había pasado, mi cuerpo era sensible a su presencia.

Apenas podía ver bien su rostro, pero si podía sentir sus manos acariciándome y quitándome la parte superior de mi ropa, dejándome al descubierto, y sus piernas rodeándome la cintura. Ella estaba dispuesta a avanzar más, y aunque mi plan inicial era sólo disfrutar un poco, comencé a excitarme y a empezar a ver las cosas menos claras, y sobre la ropa empezamos a simular el acto sexual. El calor se apropió de aquella habitación y leves gemidos se pudieron empezar a oir. Aquello se me estaba yendo de las manos, pero recordé que esa era la habitación de mi hermana y eso me dio la fuerza suficiente para detenerme, a pesar de que mi cuerpo me pedía que no lo hiciera y que incluso siguiera avanzando.

—Esto no era a lo que me refería con que lo probaras —dije con la voz ligeramente rasposa.

Ella me soltó y yo lamenté el perder el contacto de su sexo con el mío, porque aunque yo quería todo eso, no era la forma de hacerlo, tampoco el momento y mucho menos el lugar. Noté que se avergonzó y ese tampoco había sido mi objetivo, yo sólo quería que solucionáramos nuestros problemas, y saber bien a qué se refería cuando decía que había regresado por mí.

—Vamos a mi habitación —le indiqué.

La guie hacia ese lugar y Rukia me seguía de cerca. Lo cierto es que estaba aparentando más seguridad de la que sentía al estar tan próximos. Cuando finalmente llegamos me senté en la orilla de mi cama y ella se sentó en la silla del escritorio.

—Cuando dices a que viniste por mi… ¿a qué te refieres exactamente? —demandé saber.

La cortina estaba abierta y la ventana un poco abierta. Yo seguía sin ropa en la parte superior de mi cuerpo y la brisa que se colaba se sentía fresca, pero valía totalmente la pena el verla intentando apartar la vista de mi cuerpo.

—Nunca quise casarme en primer lugar… ¿cómo querría estar con alguien que no fueras tú? —habló tímida pero segura —. Le debo tanto a nii-sama… sentía que debía devolverle la mano por todo lo que ha hecho por mí, pero no comprendí tarde que aquello no podía ser en contra de mi felicidad… y él mismo me lo dijo.

—¿Y las reglas? —inquirí.

—Hemos roto tantas… ¿qué más da quebrantar unas estúpidas reglas?—manifestó.

Nos quedamos mirando y yo me pregunté si toda aquella situación era cierta, era tan diferente a la Rukia que había dejado en el Seireitei antes; era como si estuviera hablando con otra persona.

—Aun cuando te habían ido enojado conmigo, fuiste y le dijiste a mi nii-sama todo, ¿no? —consultó ella.

—Sí… él era el único que podía detener toda esa locura —expliqué —. Sin embargo no tenía la fuerza para soportar saber si había conseguido mi objetivo o no.

—Te extrañé tanto… –—dijo ella levantándose de la silla.

Sabía que era peligroso que me dijera eso y que se acercara, pero no me veía a mí mismo pudiendo detenerla, no obstante ella se sentó a mi lado, y apoyó su cabeza en mi brazo.

—¿Podrás disculparme algún día? —quiso saber ella.

Ni siquiera estaba enojado ya, pero si quedaba un resquicio de temor en mi corazón, si ella cambiaba de parecer tan rápido ¿qué garantías tenía de que no volvería a suceder una cosa así?

—Todo fue muy desolador ¿sabes? —le informé —. Cuando volví a verte después de estarlo deseando por más de un año y medio no imaginé que pasaría por todo eso luego. No te imaginas el poder que tienes sobre mí.

—No creas que para mí fue fácil tampoco —reconoció ella.

Su mano izquierda comenzó a acariciarme suavemente, provocándome cosquillas y reactivando peligrosamente la erección perdida no hacía mucho. La sujeté de la muñeca, deteniéndola, y tomándola por sorpresa por mi repentina acción.

—Detente —le exigí —. No juegues así conmigo.

Su mirada estaba cargada de deseo que pude leer con facilidad porque yo me sentía de la misma forma. La abracé y ella se aferró más a mí.

—No estoy jugando —aclaró.

Me deje caer de espalda a mi cama y ella me imitó. Ella estaba recostada a mi lado, con la mitad de su cuerpo sobre el mío y su rodilla flexionada peligrosamente cerca de mi intimidad.

—¿Vas a quedarte aquí conmigo? —la interrogué.

Ella se quedó callada. Sabía que lo que le estaba preguntando era algo en extremo complicado. No iba a obligarla a decidir algo así, sólo quería saber cuán dispuesta estaba realmente a estar conmigo.

—Voy a estar donde tú quieras estar —decidió.

Eso era todo lo que yo no necesitaba saber y girándome un poco, me encontré con que ella estaba lista y dispuesta para besarme. Su lengua y la mía jugaron fogosas, mientras sus manos y las mías hacían lo propio reconociendo el cuerpo del otro.

—¿Crees que estemos listos para hacerlo? —dijo dudosa ella.

—No lo sé, pero lo deseo. Llevo pensando en ti de esa forma demasiado tiempo —admití.

—Yo también —aceptó ella.

Su pierna que estaba a la altura de mi ingle ya rozaba mi evidente erección y yo ya había infiltrado mi izquierda en su ropa. Desde hacía un rato que jugaba con uno de sus pechos.

—Sé que son pequeños —aclaró ella.

A mí eso no me importaba, yo no deseaba que los tuviera más grandes, yo sólo anhelaba que fueran para mí. Me acomodé y la dejé desnuda e ignorando su comentario lamí uno de sus pezones mientras estimulaba el otro con mis dedos y sus gemidos se escuchaban como una melodía perfecta a mis oídos. Besé su cuello y regresé a sus labios. El contacto de su piel desnuda con la mía era prodigioso.

—No te voy a obligar a que te quedes aquí conmigo, pero si quiero que conozcas un poco más de mi mundo… ¿quieres hacer un viaje conmigo? Solo los dos —le propuse.

Sus ojos brillantes por la excitación se dilataron.

—Sí, sí quiero —aceptó.

No había planeado algo así, pero el dinero que había ahorrado sin tener algún motivo al fin tenía un pretexto para existir.

Mi mano se cernió por su falda y toqué sus piernas mientras recorría el camino que me llevarían a una zona especialmente misteriosa para mí, y cuando finalmente llegué la toqué por sobre su ropa interior y ella gimoteó.

—Si no quieres que avance, dímelo ahora —le pedí.

Ella negó con la cabeza, dándome un mensaje ambiguo.

—¿No quieres… o no quieres que pare? —inquirí.

—No quiero que te detengas —dijo con una voz medio quebrada.

No necesité oír más y la estimulé guiándome por sus reacciones, pero lo mejor fue cuando ella percibió un dedo directamente, sin más telas de por medio. Estaba en terreno desconocido y no quería hacerlo mal, por lo que fui sincero y le pedí que me guiara.

—Tú dime si lo estoy haciendo correctamente —solicité —. No me voy a ofender si me enseñas... Quiero hacerte sentir bien.

—Lo haces perfecto —respondió —. Sigue…

Esa aclaración me hizo sentir orgulloso de mi mismo. Me sentía cómodo estando con ella de esa manera y poder decirle mis temores, y al que ella le gustaran mis atenciones sin que tuviera que corregirme, aplacaba mi inseguridad.

Volví a besarla y a descender, y el pecho que no había lamido antes obtuvo la atención que merecía, mientras que con mi mano seguía tocándola en la zona centro-sur de cuerpo. Sentía como era cada vez más fácil, como cada vez estaba más lubricada. Sus piernas que habían estado más o menos abiertas y facilitándome el acceso, terminaron juntándose y atrapándome mi mano en el acto.

—¿Estás bien? —pregunté.

—Sí… —contestó apenas en una sola sílaba.

Entonces sentí como Rukia comenzó a mover sus caderas, y yo comprendí que ella estaba cerca. Intensifiqué mis caricias y poco después logré que ella se retorciera y gimiera seximente. La besé a modo de acallarla y no retiré mi mano hasta que ella dejó de tensarse. Mi erección sufrió con aquellas muecas de placer.

—Esto es mejor de lo que imaginé —dijo ella.

—¿Lo imaginabas mucho? —quise que dijera más.

—Desde hace un tiempo que era algo recurrente —admitió.

Me besó húmedamente y yo estaba temblando cuando sentí que ella descendía su mano para tocarme a mí.

—¿Estás nervioso? —me interrogó.

—Un poco —acepté, pero lo cierto es que era más que sólo "un poco".

—Yo también lo estaba antes de que me tocaras —reveló.

Su mano de apoderó de mi pene y se aferró a él apretándolo suavemente, titubeante.

—Aprieta un poco más —le pedí.

—¿Así? —comprobó.

—Sí, así es perfecto —aprobé.

Su mano se movía rítmicamente, consiguiendo que comenzara yo mismo a colaborar, con la idea fija de conseguir más de aquello que me estaba comenzando a volver loco.

—¿Te gusta? —averiguó.

—Mucho más que sólo gustarme —declaré.

Sin que yo le dijera nada utilizó su pulgar para tocarme la punta del pene y yo supe que no podría aguantar más y sin avisarle me vine, sorprendiéndola mucho con las consecuencias que aquello conllevó.

—Lo lamento —me disculpé.

—No me importa, no te disculpes —respondió.

No había imaginado cuan satisfactorio podía ser estar de esa forma con la persona que quería, estaba emocional y físicamente extenuado, por lo que le dije a Rukia que nos acostáramos y una vez que nos acomodamos comenzamos a hablar:

—¿Cómo lo haremos? —quiso saber ella.

No tenía que explicarme a qué se refería, porque lo entendía. Era obvio que tuviéramos que hablar de eso en algún minuto.

—Es complicado, por un lado yo aún no termino la escuela y tú tienes tus obligaciones —expuse.

—Sí, los dos tenemos responsabilidades que debemos cumplir —estuvo de acuerdo.

—Podemos vernos periódicamente al menos por un tiempo. Iré tanto como puedas y tú vendrás cada vez que se dé la oportunidad —propuse.

Ella pareció meditarlo un instante y luego acordó.

—Una vez que termine mis estudios vayamos a algún lugar sólo los dos… y después decidamos qué es lo que haremos definitivamente. No tenemos que tomar una decisión justo ahora, tenemos tiempo para decidir. No nos apresuremos —planteé.

Rukia se acercó más a mí y me estrechó todavía más y fue delicioso sentir su piel desnuda junto a la mía. No tuvo un efecto erótico, sino más bien sentimental. El poder estar así, juntos, después de que había dado todo por perdido, era tan utópico que aún una parte de mí se negaba a creerlo.

—Estoy de acuerdo. Me parece que es la idea más adecuada —convino —. Estoy sorprendida.

—¿Por qué? —indagué.

—Porque sueles ser más impulsivo, pero ese es un plan muy… lógico y apropiado —contestó.

Me sonrojé. Lo que decía era verdad. En otro momento, en circunstancias parecidas le hubiese dicho que huyéramos a donde fuera, sin pensar en nada… pero después de haber estado sin ella por tanto tiempo, había podido analizar las cosas lo suficiente como para pensar las cosas de una forma más…madura.

—Era lo que iba a proponerte antes de saber que tú… ya sabes, todo lo que pasó —confesé.

Rukia me tocó la mejilla e hizo que la mirara.

—Gracias por no rendirte conmigo. Gracias por pelear por nosotros… —dio las gracias —-. Discúlpame por lo que te hice pasar… si te sirve de algo yo no era feliz negándome.

—No me des las gracias, no lo hacía desinteresadamente ¿sabes? Lo hacía porque yo quería estar contigo, porque te quiero para mí. El amor es algo egoísta y me costó comprender que tal vez lo que sentía era unilateral —confesé —.Era difícil de creer que habiendo vivido todo lo que hemos experimentado juntos, tú no te sintieras como yo...

—Me gustaba cuando llegabas, me besabas y me exigías —admitió.

—¿Sí? —dije entusiasmado.

—Sí. Estuve tentada a seguirte a donde fuera en cada oportunidad —reafirmó ella.

La besé y me posicioné sobre ella y le exigí que me mirara.

—No hemos terminado lo que comenzamos —recalqué —. Y lo quiero concluir.

Ella sonrió coquetamente y asintió.

—Pero no va a ser hoy —le informé.

Rukia me miró frustrada cuando volví a mi posición inicial, recostándome a su lado.

—No tenemos que apresurar las cosas… tenemos todo el tiempo del mundo —le hice ver.

La miré y pude ver claramente como aquello no le había agradado y no dejó de causarme gracia su posición, pero no iba a ceder. Quería hacerlo con ella, por supuesto, pero habían sido muchas emociones en un solo día y cuando por fin experimentara eso con ella quería estar completamente consciente, y ojalá de día, para no perderme un solo detalle.

—De acuerdo, por esta noche aceptaré esa respuesta —convino —. No obstante de la próxima no te salvas.

Lo que ella no sabía es que no pasaríamos de la mañana sin haberlo hecho. Me aseguraría personalmente de eso.


Muchísimas gracias por leer esta historia y seguirla hasta el final, que como dije por ahí antes fue especialmente compleja de escribir para mi. Este género no es lo mio, pero lo hice lo mejor posible dentro de mis limitaciones.

Hasta pronto, y para los que me leen en otros proyectos, hasta entonces :D