I.

Un precioso día había empezado en aquel remoto pueblo donde todos sus habitantes se conocían entre sí. El cielo lucía un hermoso tono azul sin ninguna nube en él, demostrando así el buen día que hacía. Los habitantes de aquel tranquilo pueblo se habían despertado como siempre lo habían hecho para dedicarse a sus trabajos.

Sí, definitivamente aquel iba a ser un día tranquilo como todos los demás.

Aunque al parecer había una persona en aquel pueblo que no estaba tan tranquila como el resto de los habitantes, ya que iba a toda velocidad en un viejo carro tirado por dos viejos caballos que lo estaban dando todo de sí para poder complacer a la persona que los dirigía. La mencionada persona tenía una expresión de emoción en su rostro, tenía su lengua afuera y unas gotas de sudor empezaban a hacerse presente en su rostro. Agitó sus brazos tirando de las riendas indicándole a los caballos que tenían que aumentar la velocidad, las personas que estaban en la calle tenían que apartarse lo más rápido posible si querían evitar el ser arrollados por aquel carro, varias personas le gritaban insultos al conductor después que pasaba.

Otra persona, que al parecer la tranquilidad le fue arrebatada corría a toda velocidad a través de los tejados de las casas del pueblo. Detrás de él venían numerosas entidades de la justicia que le reclamaban un delito y por ende le ordenaban que se entregase. Como se podrá imaginar ya la primera persona había hecho caso omiso de aquellas órdenes y ahora se encontraba huyendo lo más rápido posible de ellos. El joven miró en dirección a la calle y vio en la lejanía que un viejo carro se acercaba a toda velocidad hacia donde él estaba. Esperó todo lo posible y cuando estaba en la última casa de aquella calle cogió todo el impulso que pudo y dio un gran salto dejando a las otras personas sorprendidas.

-¡Detente, ladrón! -logró gritar uno de los soldados.

El joven veía cómo todo a su alrededor pasaba en cámara lenta mientras sentía un gran vacío en su estómago, tal vez aquello no fue una buena idea...

Tal vez os estaréis preguntando ¿por qué demonios estoy yo, Dipper Pines, saltando desde lo alto de un viejo edificio mientras soy perseguido por varios soldados y espero que por un diminuto golpe de suerte mi hermana llegue a tiempo y evite que mis sesos se extiendan a lo largo del suelo de la calle? Pues bien, si esa es la pregunta que os estáis haciendo permitidme que os diga que ya fue respondida. Así es, como aquel soldado dijo, soy un ladrón; no, mi hermana y yo somos ladrones, y acabamos de dar un gran golpe a uno de las personas más ricas del pueblo, y bueno, eso le ha enfadado, con lo cual me ha llevado a mi situación actual. Pero ya basta de charlas, lo mejor será que lo véais por vuestra propia cuenta...

Dipper sintió como el tiempo volvía a la normalidad y al mismo tiempo aterrizó con enorme violencia en el viejo carro que su hermana conducía, desvió la mirada y observó como las figuras de los soldados se iban haciendo cada vez más pequeñas. Al ver que nadie los seguía soltó un suspiro de alivio.

-¿Lo tienes? -preguntó su hermana sin apartar la vista del camino.

Dipper rebuscó entre sus bolsillos hasta que encontró un gran broche de oro adornado con múltiples piedras preciosas, entre ellas habían diamantes, esmeraldas y rubíes.

-Sí...-contestó suspirando-. Me tomó mucho pero di con él.

-Genial-contestó Mabel con una sonrisa victoriosa-, tenemos que celebrarlo hoy en el bar de... -de repente fue interrumpida al escuchar un enorme estruendo proveniente de detrás de ellos. Dipper desvió la mirada y se dio cuenta que la peor persona en ese momento los iba siguiendo.

-¡¿Es eso un automóvil?! -exclamó Dipper alarmado al ver semejante aparato.

-¿Un automóvil? No seas ridículo-contestó su hermana burlona-, los automóviles apenas acaban de salir al mercado, no es posible que...-se giró y al darse cuenta de la realidad se quedó sin palabras mientras sus ojos se abrían todo lo posible-. ¡¿En qué momento Gideon se compró un automóvil?! -gritó asustada esta vez.

-¡Eso es lo que te estaba diciendo idiota! -contestó Dipper con tono de reproche.

En efecto, Gideon venía en uno de los pocos automóviles que hasta ese momento había llegado al país. En el asiento del conductor venía su padre ya que Gideon aún no había aprendido a conducir aquella máquina. Gideon quería su broche para su traje, y lo iba a recuperar por cualquier medio.

-Maldición... ¡Yo me encargo! -exclamó Mabel mientras le pasaba las riendas a su hermano.

Mabel se posicionó en la parte trasera del carró y, adoptando una postura firme en al que apoyaba su rodilla derecha en el suelo agarró su arcó y colocó una flecha lista para dispararla. Cerró su ojo derecho y aguantó su respiración con la intención de mejorar su puntería.

-Procura no matarlo, no queremos mas problemas de los que ya tenemos -dijo Dipper sin apartar la vista del frente.

-¡Recibido! -exclamó Mabel con una sonrisa y a continuación disparó la flecha.

La flecha viajó a toda velocidad cortando el aire a su paso y avanzando con paso implacable hacia su objetivo. Pero en vez de hacer lo que cualquier flecha haría y que es enterrarse en el objetivo, esta, por el contrario, cuando se encontró a un metro del objetivo se detuvo de golpe y retrocedió un par de centímetros antes de caer al suelo, de la misma forma en que lo hacen dos imanes con polos iguales.

-¿Eh...? -dijo Mabel al observar aquello.

-¿Qué sucede? -preguntó Dipper curioso.

-¡L-La flecha Dipper!-estalló Mabel asustada-. ¡Antes de llegar a Gideon se detuvo y cayó al suelo! ¡Ha sido muy raro!

-¿Se detuvo y cayó al suelo...? -preguntó confundido.

-¡S-Sí! Primero se detuvo, luego retrocedió un poco y después se cayó, como si hubiera perdido la potencia.

-No me digas que... -dijo Dipper casi susurrando.

-¿Qué?, ¿Qué?, ¿Qué sucede Dipper? -preguntó ansiosa.

-Creo que Gideon tiene un sin sangre, Mabel.

-¡Venga ya!-exclamó Mabel incrédula-, ¡Hace casi trescientos años que se fabricó el último! ¿Cómo pudo Gideon conseguir uno?

-No lo sé, pero es la única explicación que se me ocurre para lo que me has dicho. Y si es así, lo quiero -dijo con expresión seria.

-Tienes que estar bromeando...-dijo asustada, era muy consciente de los caprichos repentinos que a veces su hermano tenía-. ¿Cómo vamos a quitárselo si ni siquiera podemos acercarnos a él...?

-Eso déjamelo a mí. Lo que necesito que hagas es bloquear su vista, ¿puedes hacerlo?

-¿Con quién crees que estás hablando hermanito? -contestó Mabel mientras rebuscaba en su carcaj.

Cogió una flecha de la que había un pequeño tubo atado del que sobresalía una pequeña mecha. No sin esfuerzo logró encenderla con unas cerillas que tenía guardadas. Volvió a apuntarle a Gideon y desparó la flecha. Pero esta vez antes de que la flecha llegara a su objetivo el pequeño tubo explotó liberando una gran nube de color negro que obligó al padre a detenerse, cosa que le dio un tiempo precioso a los dos hermanos. Después de que la nube se empezara a disipar el automóvil avanzó lentamente por la calle donde vieron una desviación.

-¡Por ahí! -ordenó Gideon a su padre.

El padre de Gideon obedeció y tomó aquel desvío. Siguió recto por la calle y antes de darse cuenta estaba rodeado de árboles y vegetación. El automóvil se detuvo mientras ambos analizaban la situación. Antes de que alguno de ellos dijera algo un enorme peso cayó encima del techo del automóvil haciendo que el aparato casi rebotara en su sitio, segundos después una gran detonación se escuchó y el techo del automóvil salió disparado hacia los cielos. Gideon y su padre salieron a toda velocidad del automóvil cuando el techo fue arrancado, a continuación una figura salió de uno de los arbustos de los alrededores, la figura resultó ser Mabel, quien disparó una flecha a una de las ruedas inutilizándola. Gideon se dio cuenta del ataque pero cuando quiso reaccionar Mabel había desaparecido, al igual que su hermano, se encontraba totalmente solo.

-¡Maldición! -gritó con todas sus fuerzas.

...

Dipper y Mabel venían riendo mientras el menor de los gemelos traía en sus manos un extraño aparato con forma de octágono de color dorado, aquello parecía sacado de otra dimensión. Dipper había decidido envolverlo en una manta para evitar que otras personas lo vieran, uno nunca sabía que podía ser capaz de robarte, aunque eso era algo que ellos dos sabían bien. Llegaron hasta su destino: una vieja cabaña que funcionaba como lugar de compra y venta de artículos ilegales, allí era donde Dipper y Mabel vendían las cosas que momentos antes habían robado. Llegaron hasta la puerta y tocaron un par de veces, esperaron hasta que alguien les abrió la puerta.

-¿Quién?-preguntó un viejo hombre con tono molesto, después de un par de segundos se dio cuenta quien había llamado a su puerta-. Ah, soy vosotros.

-¿Qué hay Stan? -preguntó Dipper.

-¡Hola, Stan! -dijo Mabel casi gritando.

-¿Qué tal va todo muchachos? -dijo el viejo Stan con una sonrisa.

-Tenemos algo para ti -dijo Dipper mientras rebuscaba en su mochila hasta que por fin encontró el broche que tantos promblemas les había traído. Se lo enseñó a Stan.

-Es de muy buena calidad, eso lo puedo ver...

-¿Cuánto puedes darme? -preguntó Dipper.

-Hmm... ¿Qué te parecen ocho piezas de oro y cinco de plata?

-No puedo aceptar eso. Sabes perfectamente que ese broche vale mucho más que eso.

-Está bien, está bien... ¿Y qué tal diez de oro y siete de plata? No puedo darte más...

-Hmm...-meditó Dipper, miró a su hermana y esta le hizo un gesto con la cabeza-. De acuerdo -dijo y le tendió la mano a Stan, este se la agarró.

-¡Soos!-gritó y segundos después la persona que respondía a ese nombre apareció-. Lleva esto a la caja de seguridad-dijo y le dio el broche a Soos, luego volvió la mirada hacia los gemelos y les dio el dinero prometido.

-Muchas gracias -dijo Dipper y empezó a marcharse, seguido por Mabel.

-¿No os quedáis a cenar? -preguntó Stan.

-Hoy no-contestó Dipper-, Mabel quiere ir a ver a sus amigas. Tal vez mañana.

-¡Nos vemos! -exclamó Mabel mientras agitaba su mano en el aire.

Stan los observó alejarse en silencio, habían cambiado mucho desde la primera vez que habían llegado a aquel pueblo sin ley en el que sólo sobreviven los más fuertes, es comer o ser comido. Soltó un largo suspiro y se dispuso a volver al trabajo.

Dipper y Mabel llegaron a la taberna que las dos amigas de la mayor de los gemelos dirigían. Grenda y Candy los observaron y en seguida les apartaron una mesa. Ambos gemelos pidieron algo para llenar sus estómagos ya que el día había sido muy agitado. Seguro que Gideon estaba como loco en su mansión gritándole al primero que se cruzara con él. Candy trajo la comida y ambos gemelos se dispusieron a comer.

-Oye Dipper... -dijo Mabel por lo bajo.

-¿Qué sucede Mabel? ¿No te gusta? -preguntó su hermano menor.

-No es eso... Es solo que , bueno... ¿Por qué no le enseñaste aquel aparato a Stan?

-Oh, eso... No es nada personal, eso sólo que él nunca podría pagarme la cantidad suficiente por el sin sangre, de hecho, sólo hay dos familias en todo Gravity Falls que se lo podrían permitir pero, como ya sabes, se la hemos robado a una de ellas, y la otra no creo que le interese algo como eso -terminó de explicar Dipper.

-Ya veo... ¿Entonces...?

-Entonces mañana iremos a la ciudad, allí habrá alguien que nos compre el artefacto.

-No me gusta ir a la ciudad...-dijo Mabel haciendo un puchero-, hay mucha gente mala y además, hay carteles de nosotros por todas partes.

-Lo sé, lo sé. Pero es algo que tenemos que hacer si queremos ganar mucho dinero, ¿entiendes? -dijo Dipper con tono amable, su hermana alzó la vista y durante unos segundos pareció pensar mucho la propuesta.

-D-De acuerdo... Es por el dinero, ¿no es así?

-Tienes razón Mabel -dijo Dipper con una sonrisa.

Ambos regresaron a sus platos para terminar la comida. Mañana iba a ser un día muy largo...