Disclaimer: Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi, yo los uso para entretenerlos a ustedes.

¡Hola criaturitas! Dirán: ¿Y esta loca que hace?

Ya sé, ya sé, no he actualizado Collage y pueden matarme por ello más tarde, ahora vengo a hacer entrega de un regalo que le debía a Milly Taisho (te adoro mujer!), el tema que me ha pedido es "trío", este capítulo es todo para ella. El segundo es para Dani Pasos, con la temática de juegos/juguetes sexuales...

Y bueno aún no sé que será del fic después de eso XDDDD

La verdad me gustan las novelas con romance y un poco de erotismo, mas no soy fan de leer sexo en todos los capítulos de todos los libros/fics/mangas etc... Me gusta el lemon y es un muy buen elemento, lo sé y me gusta, lo uso pero procuro no abusar de éste.

Sin embargo bueno este fic más que nada es una crítica social y si no lo llegan a notar en este capítulo, ya lo verán más adelante.

Sin más que decir, los dejo leer...

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01

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Las ramas de los árboles se agitaban con fuerza a causa del violento aire de esa tarde. Rin las miraba por la ventana del auto, los últimos meses se había sentido como una de esas hojas de otoño. Siendo arrastrada por el viento, sin voluntad ni carácter. Respiró con profundidad, dejando que el aire fresco llenara sus pulmones. La relación que mantenía con Bankotsu la estaba consumiendo. "Tengo un plan para mejorar nuestra situación". Esas habían sido las palabras que había pronunciado cuando ella intentó terminarlo. Y ahí estaba, en el asiento del copiloto del auto del moreno, sintiendo su corazón latiendo en su pecho como una locomotora. No sabía a qué se iba a enfrentar en ese lugar, cuando Bankotsu le dijo a dónde irían y para qué, ella se aterró. ¿En qué mundo tan enfermo vivían que para arreglar sus problemas de pareja requerían compartirse con otros? Rin se había negado ante esa petición, pero Bankotsu le aseguró que no la obligaría a hacer algo que ella no consintiera, incluso que si eso no funcionaba daría por terminada la relación. La castaña no supo qué parte de su cerebro se había desconectado de su cuerpo. Pues pese a sus decencia y moral, ahí estaba, a punto de llegar a un club de swingers.

Rin sabía muy poco del tema de intercambio de parejas. Su conocimiento se limitaba a: si te engaña no le importas. ¿Entonces qué hacía ahí? Ni ella lo sabía. Quizá buscaba algo diferente, probar cosas nuevas y Bankotsu había sido el valiente que la alentara a ello. No podía evitar los constantes escalofríos que recorrían su cuerpo sólo de pensar que podría estar en los brazos de un desconocido, mientras miraba a Bankotsu con otra mujer. Aunque esa parte era la que menos le afectaba, pues estaban ahí porque ella pensaba que su relación ya no daba para más. Su temor era que quizá se encontrara disfrutando de aquella experiencia. Pensar en el sinfín de probabilidades le ponía los nervios de punta, pero ella misma sabía que su curiosidad era mucho más poderosa.

Bankotsu estacionó el auto en uno de los cajones del estacionamiento privado del lugar.

—Espera aquí —salió a la cajuela y tomó unas bolsas—. No puedes ir vestida de esa forma tan normal —Rin asintió y recibió la bolsa negra que le tendía, al abrirla encontró un antifaz color blanco con decoraciones plateadas—. El uso de máscaras y condones es obligatorio —advirtió Bankotsu. Rin se preguntó si realmente también era su primera vez ahí. Pues conocía bastante del tema.

—Creo que es lo más correcto —aceptó ella y comenzó a desnudarse para usar el cambio de ropa que Bankotsu le tenía preparado. Lo vio hacer lo mismo en los asientos de atrás, por suerte era de noche y los cristales eran polarizados, por lo que estaba segura de que nadie sería capaz de verla.

Una vez vestidos para la ocasión entraron por las iluminadas puertas, encima de ellos se leía un letrero color neón que decía: Heaven's on fire. Rin tragó duro, no quería pensar en todo lo que ahí vería, tomó la mano de Bankotsu y se adentraron cuando el hombre que vigilaba la entrada les dio acceso. Pasaron un obscuro túnel con pequeñas lámparas neón hasta que una mujer que parecía ser la recepcionista los atendió. Bankotsu habló con ella mientras Rin observaba con detenimiento todo a su alrededor, detrás de ellos entraba gente que se sabía el camino mucho mejor que ella, personas que conocían los túneles y eran capaces de avanzar sin titubear. Incluso personas que iban por su cuenta para ver qué encontraban. Rin no podía imaginarse a sí misma visitando el lugar sin más. Le resultaría imposible, ella no estaba educada de esa manera. Rin solía acompañar a sus padres a la celebración de la misa e incluso se veía una vez al mes con la familia del padre.

Bankotsu se acercó a ella con una tira de condones que le dio la recepcionista, según le comentó los encontraría por doquier dentro, pues su uso era obligatorio aunque estuvieran con su pareja. Rin pensó que era la mejor manera de librarse de cualquier percance, sea un embarazo no deseado o alguna enfermedad, que a decir verdad era lo que más le aterraba. De hecho empezaba a dudar de sí misma, no creía ser tan atrevida como para tener relaciones con un desconocido. ¿En qué cabeza cabía semejante barbaridad?

Después de que Bankotsu hiciera el registro, entraron a otro túnel poco iluminado con las paredes rojas, un tono demasiado brillante, el corredor era adornado por cuadros de fondo blanco con fotografías o pinturas demasiado explícitas. Al fondo antes de bajar las escaleras había un último adorno, un antifaz dorado con el fondo del cuadro negro. Rin tocó el que llevaba puesto y tragó en seco. "Tranquila, nadie sabe quién eres". Se dijo a sí misma mientras avanzaba de la mano con Bankotsu. Todavía no podía creer que se hubiese vestido de esa manera. Parecía una prostituta con una falda que apenas le cubría lo necesario, unas medias que le llevaban a medio muslo, unos tacones de aguja y su blusa... Tipo cuero y el primer botón situado a la altura de medio busto y sin tirantes. Sin duda si sus padres llegaban a verla la desheredarían. La exiliarían de su casa y perdería el apellido. Bankotsu había pasado a comprar todo antes de llegar por ella a su casa.

Su familia, pese a ser inglesa, no congeniaba con los libertinajes del nuevo mundo. Eran tradicionales en demasía y Rin se había formado con esa moral, no podía creer todavía lo que estaba a punto de hacer. Tres años, tal vez pensaba que no debía desperdiciar ese tiempo, tal vez su relación se podía salvar. Sus padres sufrirían un infarto si ella rompía con Bankotsu después de tanto tiempo. Lo querían y él siempre se había presentado como el novio perfecto ante su familia. Era tan solo cuatro años mayor que Rin, con veintidós años, se habían conocido en una fiesta donde Bankotsu la había salvado de unos chicos pasados de copas y Rin se había flechado con él. Sus padres le habían puesto peros por la diferencia de edades, siendo Rin muy ingenua, pero poco a poco Bankotsu se había hecho de la confianza de sus suegros.

Su relación se había dado bastante bien, hasta ese año. Rin ya no sentía lo mismo.

—Por aquí —Bankotsu la jaló por otro pasillo.

La joven ya no sabía ni cómo caminar. Ese lugar realmente era nuevo y aterrador, lo que ahí veía sin duda cambiaría sus ideas sobre el sexo para siempre. Tras unos barrotes a lo largo del pasillo se veía a una mujer sentada en una silla, traía un fuete de cuero con el que golpeaba esporádicamente a otra mujer que hincada en el suelo—con una cola de caballo metida entre sus pompas—, le lamia las botas, literalmente. Rin se estremeció. ¿Por qué se dejaba humillar de esa manera? Apretó inconscientemente la mano de Bankotsu, preparándose mentalmente para lo que vería más adelante.

—Ya te dije que no te obligaré a hacer algo que no desees —le susurró al oído, pasándola delante de él para que ya no presenciara la escena tras los barrotes.

—¿Ver ese tipo de escenas te excita? —preguntó tímidamente. Tal vez era demasiado puritana y él buscaba algo más. Emociones fuertes. Al ser iraní, se encontraba fascinado por el estilo de vida tan liberal que llevaban los ingleses.

—A la mayoría de los hombres nos excita la sumisión entre otras cosas —aceptó—, pero no voy a forzarte —sus palabras no lograron tranquilizarla ni un poco.

Conforme avanzaron salieron de aquel pasillo de barrotes para entrar al club, todo parecía tan natural. Los movimientos de la gente, cómo se comunicaban, besaban, mantenían relaciones todo como si no hubiese alguien más mirando. Rin se sintió hastiada, no obstante un hombre llamó su atención, era distinto de los que ahí estaban además de su maldito y sensual físico. Se veía de edad madura, un verdadero hombre rodeado de jóvenes en busca de aventuras. Pues en lugar de estar tocando a las mujeres o besando a una mientras otra se ocupaba de satisfacerlo o haciendo un gran show con otra mujer para deleitar sus pupilas, él estaba sentado desnudo en uno de los blancos sillones mientas un grupo de mujeres hacían de todo para mantenlo ahí. Rin sintió que su corazón dejaba de latir al tiempo que sus ojos se cruzaron con los dorados de él. Era como si nadie más estuviese en ese lugar. Solamente ellos dos.

Pese al negro antifaz que cubría el rostro de aquel sujeto, Rin pudo distinguir una mirada cargada de deseo y fascinación. Sabía que seguramente era su imaginación haciéndole una mala jugada. Aquel sujeto tenía a más de tres mujeres dándole atención, y a comparación de ellas, Rin se veía como un cordero asustado en una cueva de lobos hambrientos. El hombre levantó el rostro con superioridad, parecía que las caricias que recibía apenas lo hacían reaccionar y Rin quiso acercarse y entregarse a ese desconocido. Aún no había tomado nada y ya se sentía corrompida por aquel ambiente. ¿En serio un club de swingers era tan sensual como todos lo pintaban?

—Interesante, ¿no? —la voz de Bankotsu la trajo de vuelta a la realidad con brusquedad, notó que el hombre había dejado de verla y Rin siguió la mirada de Bankotsu para encontrarse con dos mujeres lamiendo la longitud varonil del desconocido.

Rin tragó seco y siguió avanzando con Bankotsu, las luces hacían que todo pareciera un sueño guiado. Los colores neón alumbraban cada estante, resaltando los sillones. Pasaron al lado de una mujer que estaba hincada y recargada en sus manos, mientras un hombre la penetraba por atrás y ella le practicaba un oral a otro. Sintió que sus piernas fallaban. ¿Tener relaciones en público? Sus labios se secaron, quería pedirle a Bankotsu que se fueran de ahí en ese preciso instante pero algo se lo impedía. ¿Curiosidad? ¿Ganas de arreglar o mejorar su relación de pareja? Dejó de pensar en eso, notó como varias mujeres veían a Bankotsu con interés. Una rareza sin duda, en un lugar donde la mayoría de los hombres eran rubios, Bankotsu era la sensación con su piel bronceada.

—Tú quieres que otro me toque mientras estás con alguien más, ¿no? —preguntó con voz queda. Bankotsu asintió, se sentó en un sillón vacío y la obligó a sentarse junto a él—. Pensé que eras celoso... —murmuró haciendo un puchero y Bankotsu sonrió ampliamente.

—Soy muy celoso —susurró en su oído—, y no quiero perderte —mordió el lóbulo con suavidad—. Tal vez necesitamos algo fuera de lo común.

—¿Como esa castaña de ojos claros con la que intercambiaste miradas? —Bankotsu se sorprendió de que lo notara y asintió. No pasó mucho rato para que la mujer se acercara. Su antifaz era color rojo y vestía un sujetador negro demasiado pequeño—al igual que sus atributos—, a juego con una tanga con ligueros y tacones altísimos.

—Buenas noches —saludó con voz dulce—. Hay una habitación disponible al fondo —Rin no sabía qué hacer, Bankotsu sonrió y la hizo levantarse para seguir a la mujer, entraron, al igual que las demás recámaras, carecía de puerta—. Ponte cómoda querida —le dijo a Rin mientras tumbaba a Bankotsu en la cama. Rin no quería que alguien más disfrutara de los dotes de su novio, así que se puso "cómoda" montándose sobre él. Comenzó a desabrochar el pantalón del moreno y sacó uno de los preservativos que les habían dado en la entrada. Lo colocó con una lentitud agonizante para él, haciéndolo gruñir sobre los labios de la ojiazul. Rin intentó contener su molestia y con ayuda de las manos masculinas, se acomodó la ropa para que Bankotsu entrara en ella.

—Por dios Rin —jadeó cuando ella comenzó a mover las caderas si algo disfrutaba Bankotsu de su relación era el buen sexo. No obstante, sus gemidos y gruñidos fueron absorbidos por los besos de la otra.

Rin no entendía cómo eso les iba a ayudar. No le era grato ver a aquella mujer besando a su novio mientras él la penetraba. Simplemente le daba coraje, no se sentía excitada, ni siquiera sentía a Bankotsu dentro, era como si estuviese nada más observando. Sus sentidos se habían apagado. Estuvo a nada de levantarse e irse de aquel lugar, a punto de dejar a Bankotsu y decirle que su relación no tenía solución y que lo mejor era terminar. Lo hubiera hecho si no hubiese sentido unos gélidos dedos recorrer sus brazos desnudos con parsimonia torturadora. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando las manos de aquellos dedos aprisionaron sus antebrazos y los llevaron a su espalda, seguía moviéndose ahora con más intensidad. ¿Quién la había sujetado? ¿Qué debía hacer? Ponerse nerviosa no era una opción. Giró ligeramente su rostro para encontrarse con la mirada dorada de momentos antes. ¡Ese hombre se había interesado en ella! Su corazón comenzó a latir con fuerza, no quería quedar como una tonta inocente frente a él. "Por dios Rin, ni siquiera lo conoces" se dijo a sí misma.

El hombre de cabellos plateados le sujetó las manos en la espalda con una sola mano, grande y fuerte, mientras que con la otra comenzó a desabrochar los botones de su prenda superior hasta deshacerse de ella, dejando sus pechos al aire. Pegó la espalda de Rin contra su pecho, lamió su hombro suavemente y Rin sintió calidez y frío al mismo tiempo, la lengua de aquel sujeto era tibia y húmeda, pero había algo duro y frío. Rin se mordió el labio al tiempo que la pieza de metal que el hombre llevaba en la lengua, la recorría con caricias frescas y mojadas. Unos segundos después comenzó a acariciar desde su abdomen hasta sus senos, atrapando entre sus dedos sus ya erectos pezones. Tiró de uno sin cuidado, arrancándole un gemido sonoro. Bankotsu reaccionó moviendo a la castaña para ver lo que sucedía con Rin, la manera en la que se movía lo prendía más, haciendo que su erección diera uno que otro tirón. Su sorpresa creció o ver al hombre que jugaba con el cuerpo de su novia, pero la forma en la que ella gemía y se revolvía sobre su cuerpo lo excitó de sobremanera. Definitivamente ir al Heaven había sido una buena idea.

—¿Es bi? —le preguntó la mujer que al igual que él, miraba fascinada la escena. Bankotsu negó con un movimiento de cabeza.

Rin abrió los ojos para encontrarse con dos pares de ojos azules observándola. Se sintió cohibida, pues la mirada de aquella mujer no le agradaba en absoluto y se tensó. Sesshomaru lo notó porque sus gemidos cesaron. Era nueva en eso, era más que obvio, y no quería asustarla. Dirigió sus doradas orbes a Sara y la corrió con la mirada. La mujer insatisfecha bufó antes de levantarse de la cama y salir, mientras la otra chica se relajaba. Sesshomaru la obligó a inclinarse hacia adelante, dándole a Bankotsu acceso a sus sedosos senos. Rin soltó un jadeo cuando su novio apresó uno de sus pezones con rudeza y colocó sus manos a ambos lados de la cabeza del moreno. Aquella situación la estaba haciendo perder la cabeza. Sintió de nueva cuenta las frías manos del ambarino sobre su cuerpo, sujetaban sus caderas con posesividad, amasaron su trasero con fuerza y ella se arqueó para después dejar caer su cabeza en el hombro de Bankotsu.

Las manos frías dejaron de tocarla.

Trató de recobrar el ritmo de sus movimientos, repentinamente sintió las manos del peliplata entre sus nalgas. Más frías que antes. Jadeó de nuevo cuando sintió uno de sus dedos penetrarla por aquel pequeño orificio. ¿Qué debía hacer? Estaba congelada. No quería protestar pues la sensación era bastante placentera, no obstante a ella le daba miedo el sexo anal. No se lo había permitido ni siquiera a Bankotsu y en esos momentos estaba siendo invadida por los dedos de un extraño. Se sintió mojada, más que eso. ¿Le había puesto lubricante? Bankotsu comenzó a moverse con mayor fuerza, sujetándola de las caderas para profundizar sus embestidas, haciéndola gemir en el proceso. Aquello era extraño y placentero, nunca pensó que podría llegar a hacer algo así, a sentirse de esa forma. Le parecía que su cuerpo flotaba, en ningún acto sexual había logrado perderse de ese modo, todo parecía tan irreal. Era como si se hubiera drogado.

Los fríos dedos la abandonaron, pensó que todo terminaría ahí.

—¡Ah! —gimió cuando el miembro del peliplata la penetró de una sola estocada. No lo esperaba, había sido intenso y extrañamente no le dolía.

No pasó mucho tiempo para que aquel hombre comenzara a moverse dentro de ella al ritmo que Bankotsu marcaba. Sus demás gemidos y jadeos fueron atrapados por los labios del moreno, mientras el ambarino sujetaba sus manos y la hacía moverse con una mano en su cadera derecha. Rin ya no podía soportarlo más, su cabeza estaba a punto de explotar y sus oídos le zumbaron, sintió las contracciones de su primer orgasmo y supo por los movimientos de Bankotsu que él también estaba próximo a terminar.

El moreno apresó sus caderas para clavarse en ella hasta el punto más placentero, haciendo a un lado la fría mano del intruso. A pesar de haber terminado, no quería salir de ella, pensó que al hacerlo se la estaría sirviendo en bandeja de plata al otro. Se regañó mentalmente pues había sido idea suya a fin de cuentas. A regañadientes salió de la cálida cavidad femenina, en cuanto se movió de su lugar, el hombre de cabellos plateados obligó a la joven a recostar su pecho contra el mullido colchón, tomó su cabello en una coleta hecha con su puño y comenzó a moverse con mayor frenesí, Bankotsu quería molestarse por la manera en la que ella respondía a los movimientos de un extraño, sin embargo su propia excitación lo estaba cegando. Ver a su novia desde ese ángulo era mucho mejor que ver porno encerrado en su recámara.

Sin previo aviso el hombre de antifaz negro salió de Rin, la giró bruscamente en la cama, llevando sus piernas a sus hombros, se encorvó hacia ella y la penetró como debía ser. Rin tenía las piernas flexionadas sobre los hombros de él y la postura le resultó deliciosa. La manera en la que aquel hombre chocaba contra su cuerpo la hizo estremecer, estaba más que exhausta y su segundo orgasmo la golpeó con fuerza. Su cuerpo dejó de resistir las embestidas y dejó que el hombre de cabellera plateada aumentara el ritmo. Cerró los ojos. Cuando lo sintió parar supo que había terminado con ella. ¿Qué debía hacer? Lentamente abrió los párpados para encontrarse con la dorada mirada sobre ella. Su ceño estaba ligeramente fruncido y la profundidad de su mirada la dejó sin respiración. Sabía que no veía realmente sus ojos, las lagunas doradas se perdían en sus labios y eso la hizo sentirse deseada, de nuevo.

—Yo creo que es todo por hoy —habló Bankotsu, rasgando la fina atmósfera que se había creado. Rin carraspeó para que aquel hombre pálido saliera de ella, y se le quitara de encima.

Lentamente Sesshomaru se levantó de aquella joven. Después de haberla visto con detenimiento se dio cuenta que su piel tersa, sus movimientos inexpertos, su estreches y todo lo que le había fascinado de ella, se debía a su edad. Si estaba adentro del Heaven, era porque legalmente era mayor, sin embargo aún después de haber estado con dos hombres al mismo tiempo, esa joven mantenía una mirada inocente, dulce. Algo que le resultaba cálido y perturbador al mismo tiempo. Si no la hubiese encontrado en ese lugar, no se hubiese atrevido si quiera a acercársele. Era bastante obvio que su compañero o pareja la había convencido de ir, pues no parecía ser el tipo de chica que frecuentaba clubes de swingers. Pudo notarla incómoda mientras Sara se encargaba de atender al moreno. Cuando por fin la dejó ir, el moreno de ojos claros se encargó de arroparla, incluso le puso encima una chaqueta de cuero y ambos salieron sin decir nada.

Sesshomaru se preguntó si había cometido dos errores esa noche.

Cuando por fin salieron, Rin entró al coche y cerró la puerta de mala gana. No le había resultado desagradable, sino todo lo contrario. Había sido excitante y emocionante hasta cierto punto. Quizá eso era lo que le molestaba, haberse encontrado a sí misma disfrutando de algo tan vulgar como lo que acababa de hacer. Se apresuró a cambiarse mientras Bankotsu hacía lo mismo. Ninguno dijo nada. Eso la rompía en miles de pedazos. Se suponía que iban a arreglar las cosas, parecían peor que dos adolescentes recién peleados. Suspiró y notó que algo salía de su falda cuando se la quito. Bankotsu no se dio cuenta y ella guardo aquel objeto en su chamarra.

—Estuviste estupenda —habló por fin y Rin abrió los ojos incrédula.

—¿Qué? —no se molestó en ocultar su sorpresa.

—Nunca te había visto tan... Erótica —Rin bufó por la nariz. ¿Acaso estaba loco? Negó, seguramente la loca era ella—. Admito que me fue difícil contenerme mientras otro estaba dentro de ti... Supongo que valió la pena.

—Estás demente —aseguró ella. No podía creer lo que oía.

—Y tú mientes si sostienes que no has disfrutado esta noche —arrancó el carro y ninguno volvió a pronunciar palabra alguna.

Rin miró las luces del centro de la ciudad, el club estaba a unos escasos diez minutos, incluso le resultaba una burla cruel del destino la cercanía que mantenía con la Universidad de Liverpool. Se preguntó cuántos estudiantes no se iban al lugar después de un largo día de clases. No les prestó mucha atención a las personas que estaban detrás de las máscaras, de hecho ese era el punto de que las usaran. Que nadie supiera quiénes eran. Porque en ese lugar dejaban de ser la doctora, o el abogado que se presentaban día a día contra el mundo. En aquel lugar la gente era tan diferente, cambiaba y Rin comenzaba a preguntarse si la máscara la usaban realmente en ese lugar, o fuera de éste.

—Déjame aquí —dijo ella cuando faltaban menos de tres cuadras para llegar a su casa. Bankotsu no paró el vehículo.

—¿Por qué?

—Quiero respirar aire fresco —mintió. No soportaba el ambiente que se había creado entre ellos. Era demasiado pesado y ella estaba más que cansada para soportarlo.

—Bajaré las ventanas —Rin puso los ojos en blanco, aunque recibir el aire fresco de la noche le resultaba delicioso en ese momento, hubiera preferido caminar hasta su casa.

En cuanto llegaron ella desabrochó su cinturón, dispuesta a salir. Bankotsu sujetó su brazo y la jaló hacia él, arrebatándole el aliento en un beso. Rin recordó el que interrumpió en el club, cuando aquel hombre había estado contemplando sus labios, por un momento deseó que fuera aquel hombre de cabello deslumbrante y apariencia magnética el que estaba con ella en el vehículo. Una suave mordida en su labio inferior por parte de Bankotsu la trajo de vuelta a la realidad.

—Buenas noches —dijo ella saliendo, no se había percatado que aún llevaba el antifaz hasta que estuvo delante de la puerta de cristal y vio su reflejo en ella.

Se lo quitó y abrió la puerta, en cuanto la cerró Bankotsu arrancó de nuevo. Rin subió las escaleras y preparó el baño, se sentía como si fuese otra persona. Y algo de eso le desagradaba bastante. Comenzó a desvestirse y recordó la tarjeta que estaba en su falda, la miró y suspiró con ironía.

Nunca le hubiera creído a nadie si en un pasado le hubiesen planteado compartir su cuerpo con dos hombres.

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¿Y bien? ¿qué les pareció?

Como ya dije el siguiente capítulo está dedicado a Dani Pasos, si ustedes gustan que añada algún otro elemento, estoy abierta a todas las sugerencias que deseen llegar a leer...

Milly preciosa espero que lo hayas disfrutado y perdón por la mega tardanza, te adoro!