Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin pertenecen a Hajime Isayama. Este Fanfiction es escrito sin fines lucrativos.

Advertencias: Yaoi (temática homosexual). Universo alterno. Temas de secuestro, violencia y crimen. Palabras altisonantes.

Pareja(s): Levi/Eren, Eren/Levi. Sukes, es decir, tanto Eren como Levi ocupan ambos roles (activo/pasivo) de manera alternada.

Notas del capítulo: Una escena de homicidio. Levi con traje y un Eren de humor negro.


Operación denegada

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Oscuridad. Silencio. Dolor en cada uno de sus huesos, de sus músculos; dolor al respirar, dolor incluso en sus pensamientos. Cada rincón de su cuerpo dolía y ardía, su estómago punzando por la falta de alimento, su boca y su lengua secas, su pierna perforada con una herida abierta y reciente con sangre seca… pero el orgullo de Levi Ackerman no se quebraría. Su mirada gris brillaba con decisión y fuerza, su cuerpo amarrado en el suelo como un animal…

De ser el poderoso subgerente del Banco de Sina que todos respetaban, el moreno se había convertido en eso… en un cuerpo amarrado en la esquina de un cuarto maloliente, como un suéter roto y viejo.

Era tan fácil: Levi sólo debía disculparse. Hacer un esfuerzo por recordar la clave. Darla a sus captores. Irse. Era todo. Él no tenía que atravesar por esa situación tan lamentable, la espera que atravesaban los puercos antes de ser sacrificados para la cena, amarrados de las patas para que no escapen y alimentados hasta su sacrificio… él era el subdirector de un banco reconocido, no un puerco. Aunque hubiera pasado tres días en el suelo, intentando ignorar su propio olor por no bañarse y permanecer en la misma posición… a pesar de todo eso, él seguiría firme en su decisión. Aunque se muriera del asco y las náuseas. Aunque se muriera de sed. Aunque se muriera de hambre. Nadie podría destruir su mente. Mientras él mantuviera una mente fuerte, nada lo vencería. Su mente era su coraza, lo más fuerte que tenía.

Levi no sabía rendirse. No sabía pedir perdón. Y menos aún se disculpaba cuando sabía que no estaba equivocado. Por orgullo seguiría ahí, en ese piso sucio, entre las cucarachas y los insectos que se asomaban y vigilaban cuánta vida le quedaba al moreno para saber cuándo podrían comérselo. Aun así, Levi esperaría en ese suelo, a ver quién llegaba primero…

La policía o la muerte.


Todo empezó un martes en la mañana, a las 9:07, en el Banco de Sina. Un banco prestigioso que enriquecía a los ricos y empobrecía a los pobres, como en todos los buenos negocios.

El director Smith estaba ausente. Y, cuando alguien le preguntaba al subdirector sobre su paradero, Levi respondía sensatamente que el cejón estaba cagando. Llevaba una semana así. Era la cagada más larga de la historia.

Levi suspiró. El tiempo dentro del banco corría cinco veces más lento que en el mundo real, del otro lado de las puertas de cristal. Los cajeros hacían su trabajo con calma, los ejecutivos atendían a los clientes con una falsa cortesía. Mientras tanto, Levi escuchaba a la mujer rechoncha frente a él.

—… Quiero hacer un retiro total para pagar la escuela de mi hija, quiere estudiar arquitectura y la matrícula es de…

Levi se mordió el labio inferior para callarse. No podía decirle a la mujer que al banco le importaba una mierda la razón. Si la mujer quería usar el dinero para cambiarse el sexo o comprarse un esclavo sexual en el mercado negro, eso al banco le importaba un carajo.

Sin embargo, Levi era un servidor del banco y tuvo que aguantarse toda su santa explicación. O fingir hacerlo, en realidad. Nadie en su sano juicio soportaría escuchar a cientos de clientes diariamente por siete horas seguidas, sin contar los deberes de subdirección. El secreto de Levi estaba en escuchar por instrucciones: Quién eres y qué quieres. Eso le ahorraba muchos dolores de cabeza al subgerente, quien ganaba un sueldo nada miserable de un millón al año. Tenía dos condominios en la zona más exclusiva de Sina, tres coches a su gusto y todos los servicios útiles e inútiles que quería.

—… Muy bien. Ésta es la cantidad retirada, ¿está de acuerdo? —Preguntó seriamente el moreno, extendiéndole un papel.

La mujer puso una cara de terror.

—Pero yo tenía mil más…

Levi se contuvo para no virar los ojos con fastidio.

—Al momento del retiro, ¿no le comentaron que su dinero tenía riesgo? Hablo de la minusvalía o plusvalía del mercado.

La mujer asintió, pero no entendió nada.

El moreno reformuló: —Como usted tenía una inversión, su dinero está sujeto a riesgos: Es posible que gane más o que pierda. Al momento de retirar, el valor del mercado estaba bajo y por eso usted perdió esa cantidad. El ejecutivo que la atendió debió comentarle el riesgo.

—No me dijeron nada.

Levi resopló. Claro, nunca les decían nada.

—Levantaremos un reporte en contra del ejecutivo que la atendió. Cada cliente debe conocer de este riesgo. Sentimos los inconvenientes.

Realmente no los sentía.

—… Está bien. —Fue lo que respondió la mujer. Como subdirector, Levi tenía la costumbre de revisar el perímetro del banco muy seguido, en caso de que algún ejecutivo o cajero tuviera algún problema, necesitara alguna clave o hubiera algo sospechoso. Sin esperar, sus ojos grises divisaron una figura de negro afuera del banco, visible tras la puerta de cristal. Y, no supo por qué, pero las figuras frente a las cajas ya llevaban varios minutos ahí. Habían pasado quince minutos y seguían las mismas personas. Ese banco era la matriz, el más grande y céntrico que siempre estaba lleno, pero hoy no había más que seis personas. ¿Por qué?

—… ¿Puedo hacer algo más por usted? —Preguntó el moreno, secamente, sus ojos viajando de la señora hacia las cajas, desconfiado. Había demasiado silencio…

—Eso sería por ahora.

Levi asintió, levantándose para despedirse de mano según el protocolo. Al moreno lo recorrió un frío presentimiento, el más frío desde que había entrado a trabajar ahí hacía diez años, como un ejecutivo más. Y, aunque el azabache no lo tenía permitido, por primera vez en su carrera deslizó la mano por debajo de su escritorio tanteando un metal helado bajo la madera. Realmente, esa sospecha tan devastadora aumentaba cada segundo, paralizándolo…

El Banco de Sina jamás había sido asaltado, la seguridad era…

Momento.

¡¿En dónde estaba la seguridad?!

En ese instante, sus ojos grises se abrieron de par en par al ver que, en cuanto la mujer atravesó la puerta de cristal, una de las figuras frente a las cajas le hacía una seña a la que estaba afuera.

Y, en un segundo, toda la calma del banco se volvió un infierno.

—Deja la pistola, Ackerman.

Escuchó la voz rasposa de un hombre tras él, combinada con la sensación del cañón de un arma presionando su espalda. Si el hombre disparaba, la bala sin duda perforaría el dorso de Levi, le atravesaría el corazón y lo mataría al instante. El cuerpo del subdirector se quedó frío, sus ojos muy abiertos, su mente buscando desesperadamente una solución que lo sacara con vida de ahí. Aunque estaba sereno, mentalmente no lo estaba… pensaba y pensaba…

A pesar de que su cuerpo se congeló, la mano de Levi no se apartó del arma bajo el escritorio. Ni loco la soltaría.

Lo que ocurrió después en el banco fue muy borroso. Levi casi no pudo fijarse, debido a la sensación del cañón recordándole que, ante el mínimo movimiento en falso, perdería la vida justo ahí, en ese escritorio, su sangre saltaría manchando los expedientes de sus clientes. Se quedó quieto algunos segundos, oyendo a los supuestos clientes de las cajas sacar rifles y gritar órdenes, quebrando de un golpe certero el vidrio de una caja. Al ver esto, el ceño de Levi se frunció: La alarma antirrobo no se activó. Incluso habían estropeado el sistema de vigilancia… pero, ¿en qué momento? Se suponía que la instalación del banco era monitoreada día y noche, incluso estaban cubiertos por satélite… ¿qué diablos estaba pasando, que les estaban robando tan descaradamente?

—Quieto, Ackerman. —Gruñó la voz tras él, al sentirlo moverse menos de un centímetro: Una acción imprudente y el tipo le sacaría el alma de un balazo.

Sin embargo, ese día, con lo que pasó después… Levi hubiera deseado que lo hubieran matado.

Porque, lo que siguió, lo dejó frío. Totalmente frío.

Los ojos grises se fijaron en cómo mataban a los cajeros y a los ejecutivos, de uno en uno, regalándole a cada quién un solo disparo como si los criminales estuvieran cortos de balas y tuvieran que ser efectivos. Levi había oído los gritos de Petra, implorándole desesperada a su jefe que se salvara. Escuchó los gritos de Auruo llamando al subdirector y rogándole que hiciera algo. Los gritos de Eld. Las súplicas de Gunther de que no lo mataran. Nanaba llorando y gritándole a su hija pequeña, que en ese momento coloreaba un dibujo en el preescolar, que la amaba. Riko había sufrido más, puesto que se había agazapado en un rincón de la caja para protegerse pero, al ver esto, el criminal la sacó arrastrándola por el pelo… y cuando ella intentó correr, el delincuente le hundió su navaja en la pierna, haciéndola derrumbarse gritando de agonía, antes de darle el disparo que le consumió la vida. Fue tan rápido que Riko ni siquiera atinó a cerrar los ojos, su sangre esparciéndose por la fila de los clientes premier…

Todos murieron.

—¡Reputísimos hijos de perra! —Gritó el moreno al borde de sus cuerdas vocales, decidiendo que el cañón que amenazaba su espalda no le importaba más; le daba igual que lo mataran ahí tras contemplar aquella escena. Quería vengarse. Quería hacerlos pagar. Y sí, sabía que podría morir, pero ellos habían sido sus compañeros por años… recordaba la noticia de Nanaba al ser madre, su periodo de incapacidad, cuando llevó a su hija a conocer su trabajo y cuando la pequeña saludó a Levi cortésmente, diciéndole "¡usted es el jefe de mamá!". Recordaba cuando Auruo y Petra le contaron que se casarían el próximo mes, tras ahorrar cada centavo por tres años… Riko había empezado hacía poco pero había demostrado gran capacidad y amabilidad; ella era la que recordaba todos los cumpleaños y la que ayudaba a sus compañeros cuando tenían problemas… Por otro lado, Eld y Gunther habían entrado hacía diez años junto a Levi, habían estado en la misma capacitación y se habían convertido en amigos entrañables…

Todos muertos.

En cuatro minutos.

Y Levi estaba tan fuera de sí mismo por aquella muestra de crueldad, sólo por el maldito dinero corriente y asqueroso que no valía la vida de nadie… estaba tan furioso e indignado con ellos que, sólo por arrancarles unos cuantos millones, no les había importado arrasar con las vidas de los demás, no les importó destruir las esperanzas de la gente que se esforzaba trabajando día con día… Levi estaba tan furioso que no le importaría unirse al cementerio de sus compañeros si su razón de morir había sido vengarlos.

—¡Ya llenamos las camionetas! —Anunció una voz, pasando la última bolsa de efectivo a su compañero— ¡Vámonos!

—Claro que se irán. Pero al puto infierno. —Refunfuñó el azabache, empuñando su arma tras haberla sacado del escritorio en un movimiento veloz, tan veloz que su atacante no alcanzó a verlo cuando Levi ya lo había matado a él. Sin embargo, aunque estaba apuntando con odio a quienes asesinaron a sus compañeros, se escuchaban voces desde el interior de las cajas. Había tres personas más ahí, que no sabían de la presencia de Levi afuera.

—¡¿Qué pasa con la bóveda?! ¡Ábranla de una puta vez! —Gritó una voz.

—¡La clave! —Vociferó otra.

—¡¿Pues qué mierda hizo Annie?! —Se quejó la primera.

—¡Aquí estoy, maldito aborto! —Le respondió la rubia, enfurecida— Si no conseguí la clave fue porque hubo un error, el sistema tenía un programa falso para que no accediéramos. Necesitamos la maldita contraseña del sistema falso para así burlar al verdadero.

—¡¿Y por qué mierda no lo burlaste antes?! ¡Tuviste un mes!

—¡Tuve tres minutos, pedazo de idiota! ¡Y lo acabo de descubrir! Maldito Banco de Sina y sus estupideces, nunca había visto esa tecnología. Esos putos nos cagaron encima.

Pero, al salir los tres de las cajas discutiendo, se quedaron helados al ver la escena. El subdirector de los cadáveres apuntando a sus compañeros de robo.

—Oye, Ackerman- —intentó calmarlo uno.

—Cierren todos el hocico. Al próximo que hable le volaré los sesos.

—Je. Tienes huevos, subdirector. —Sonrió la rubia. El moreno la miró de reojo por un segundo. Era la única mujer. De haber sido hombre, estaba seguro de que la habría atravesado de un balazo en un santiamén. Pero, una chica…

No, no importaba que fuera mujer. Ella estaba entre el grupo. Era una de ellos, pero…

—Te calentaste, Ackerman. —Le habló la chica, sonriendo— ¿Qué ocurre? ¿Extrañas a tus amiguitos? Tranquilo, no tienes que extrañarlos, te mandaremos al mismo hoyo en un segundo. Sólo danos la clave y te mandaremos al carajo para que descanses.

—Además de perra, eres estúpida.

—Annie, tienes que llamarlo. —Le dijo discretamente uno de sus compañeros.

—No, yo puedo sola. No necesitamos al bastardo presumido para llegar a ningún lado. Yo lo planeé todo y el maldito se llevará todo el crédito sólo por aparecerse. Que se vaya al diablo, no lo necesitamos. —Siseó, colérica.

—No puedes matar a Ackerman, son las órdenes.

—¡No vamos a llamar a ese imbécil! —Gritó ella.

Annie respiró con fuerza. No le importaba que Levi matara a sus compañeros. Pero ella estaba muy cerca de la línea de fuego y, si se movía en ese instante, el primer disparo sería para ella. Tenía que tener la cabeza fría. Levi estaba al límite, tan colérico que Annie no dudaría en que le dispararía a todo el mundo. Hablar. En esa situación, lo mejor era hablar, distraerlo. Sólo lo suficiente para sacar su propia arma.

—Oye, subdirector- —comenzó, pero justo cuando hizo un amago de querer alcanzar el arma en su pierna, oyó que la apuntaban con mayor decisión.

—Quieta —gruñó el moreno, fríamente. Algo en su interior le avisó a Annie que Levi no caería ante ninguna provocación.

Pero ninguno de ellos esperó que alguien se empezara a reír.

—… Así que éste es tu fabuloso trabajo. Interesante. Pero lo mejor fue el excelente manejo final.

Los ojos de la rubia se desviaron hacia la voz, la mujer siendo apuntada por Levi.

—¿Algún problema? —Le preguntó la misma voz fresca, burlona, sonriendo.

—Nadie te habló. —Refunfuñó ella.

—Así que primero mataste a todo el mundo y luego fuiste por el subdirector. —Observó la voz— Mal, mal. No pudiste acceder a la bóveda, sólo sacaste el 10% de lo que teníamos pensado, Ackerman se te salió de control y te va a sacar la mierda. ¿No te encantan los finales felices? —Ironizó.

—Que te calles, imbécil. —Graznó ella, furiosa.

—No lo creo, vine a reírme. —Admitió, con un humor negro— Sabía que las cosas te iban a salir por el culo. Y cómo no, si es tu herramienta de planificación.

—¡Cierra la boca, maldita rata! —Escandalizó ella.

—Tú estás con ellos, ¿no? —Escupió el moreno, con desdén, antes de que la figura se volteara.

Era muy joven, a lo mucho rozaba los veinte años, aunque por el rostro se le podían calcular dieciséis o dieciocho. El pelo castaño, la expresión astuta y desconfiada, la expresión de un bastardo suicida.

Sin embargo, los ojos grises de Levi se abrieron ligeramente con asombro, al verlo sacar un arma y sus ojos verdes llenarse de desprecio… de profundo rencor. El moreno jamás había sido visto con tanto odio. Nunca, en toda su vida.

—Tú a mí no me hables, maldita escoria. —Gruñó, y su tono estaba tan enfurecido como su mirada. Levi frunció el entrecejo. No comprendía de dónde venía todo aquel odio.

—¡¿Qué carajos haces?! ¿Cómo se te ocurre apuntar a Ackerman? —Le gritó uno de los compañeros de asalto.

—¡¿No te acuerdas de las órdenes?! ¡No seas imbécil! ¡Baja el arma! ¡Si le disparas, el que sigue serás tú! —Advirtió otra voz. El castaño lo miró casi aburrido.

—Jean. ¿Tú crees que a mí me importa tanto mi vida? —Le preguntó, secamente— Sólo te advierto algo, ya que te lo pasas lamiéndole las bolas al estúpido del jefe.

Acto seguido, el castaño corrió el seguro del arma.

—Aunque hace mucho que mi vida me dejó de importar… yo no soy tan fácil de matar.

Entonces, el dolor que Levi sintió fue el de su alma rompiéndose en dos.

Eren le había disparado en la articulación de la rodilla haciéndolo perder el equilibrio, sus piernas desplomándose en un segundo. Ni siquiera lo había visto tirar del gatillo, el disparo había sido inmediato… y le había perforado el músculo, la sangre brotando sin parar por el camino hecho por la bala; espesa, abundante.

No pasaron ni dos segundos cuando Levi sintió un tirón salvaje por el pelo y un filo desafiando su garganta. La punta firme y amenazante de una navaja.

—La clave. —Ordenó la voz de aquel mocoso, con firmeza.

No hizo ningún movimiento que indicara que la daría.

—Lo repetiré una última vez: La clave. —Sentenció— O te la sacaremos de otra manera.

No hubo respuesta.

—… Bien. Parece que tendrá que ser a la mala. —Decidió, gélidamente— Connie, las cuerdas y el ácido.

En cuanto Levi intentó moverse, sintió un paño cubriendo con fuerza su nariz, a punto de ahogarlo, tan bañado de líquido que éste se colaba por sus fosas nasales. La sensación era horripilante… la de un ácido correr por su garganta.

—Te voy a advertir algo, Ackerman —siseó el menor en su oído, seriamente—. Estás a punto de entrar al infierno. Te voy a sacar esa clave a cualquier precio y te destruiré la vida. Tal como tú me destruiste la mía.

Y, tras esas palabras, todo se volvió negro.


Fin del capítulo 1.

Notas: Hola. El Eren de este fic es algo oscuro, sarcástico, con un humor medio torcido, a ver qué sale de esto. Es lo que pasa cuando te preguntas "¿qué pasaría si Eren fuera diferente al de el hermano de la novia?". Pues, nace uno que se burla de Annie y de todo el mundo y al que nada le importa.

Gracias por leer y cualquier comentario o crítica constructiva es bienvenida.

Abrazos.